18° Función: King of the Gas Station
King of the Gas Station:
Género: Steampunk
Directora: SamanthaHirszenberg
Reparto: NamKook
Clasificación: A
Función: 18
El cochero estaba gritando.
Quizá fue su culpa, por revelar el paradero de su destino, en los barrios bajos de Londres. Pero no se permitió sentirse intimidado, por el contrario, tomó la pipa con una seguridad ficticia mientras aparentaba que tenía todo bajo control.
—Es que, sir...
—Kim, NamJoon Kim.
—Sir Kim, ¿está usted seguro de la dirección? Wych Street no es famoso por ser un lugar agradable.
—Necesito ver a alguien, un amigo en el que confío me envía hasta allá para una consulta.
El cochero Jung dio vuelta a la derecha, en donde la neblina parecía ser más densa de lo usual, y atestó un último azote al caballo antes de galopar incluso más rápido que antes. NamJoon se sintió mareado. Los coches nunca habían sido placenteros para él, incluso si antes el mismo se dedicaba a diseñarlos. Cuando pareció acostumbrarse a la velocidad, pudo reparar en lo que el hombre le estaba diciendo.
—¿Va usted a ver a Sir Jeon? —una sonrisa pícara se deslizó desde el centro de su rostro, no supo si debería ocultar sus intenciones, o simplemente entregarse a la honestidad frente a un extraño. Al final solo pudo agregar:
—¿Cómo lo supo? —Jung de inmediato se dejó notar satisfecho ante su atino.
—La gente distinguida no suele bajar hasta estas calles... a menos que tengan asuntos con sir Jeon. Lo que sí me parece extraño, es que venga solo. Cualquiera que sepa que va a visitarle, sabrá que lleva consigo una enorme cantidad de oro para pagarle. Será blanco fácil para los ladrones...
—Creo que puedo defenderme por mí mismo, no se preocupe. —Al cochero no le dio tiempo de continuar con sus advertencias y consejos, porque la carroza se detuvo frente a una gran mansión, al fondo de la calle, al lado de los famosos Jardines de Wych. NamJoon extendió una generosa cantidad de dinero al cochero, esperando que con ello se diera por bien servido. Cuando se bajó para entrar en la verja, el cochero le llamó una última vez.
—¿Necesitará servicio para cuando vuelva? Puedo quedarme a esperarle.
—No... No se preocupe. No voy a...
"No voy a regresar" quiso añadir, pero no exclamaría un disparate por tan solo una corazonada.
Al contrario de sus intenciones, se quedó callado.
—Bien, tenga un buen día, señor.
Frente a los grandes jardines había otro coche privado que lo llevaría hasta la puerta de la gran casona. Contrario a los cocheros de la calle, el empleado de los Jeon no musitó palabra alguna. Durante los minutos que se mantuvieron andando, no le habló ni un poco. Cuando llegó hasta la puerta, un hombre bien vestido los recibió a ambos, con una caballerosidad impecable. Llevaba la barba blanca noblemente cuidada y no usaba sombrero, eso definitivamente le extrañó.
NamJoon se sintió algo nervioso, apretaba la correa de su maletín con insistencia, pero no dejó que aquello paralizara sus acciones.
—Sir Jeon JungKook, es un gusto conocerle —dijo, extendiendo una de sus manos en amago de caballerosidad.
Una risa ahogada se escuchó desde atrás, en donde el cochero al parecer se burlaba de él. NamJoon no entendió el origen de la broma, ni la gracia que esta contenía, hasta que el caballero frente a él, tomó la palabra.
—Un placer, sir Kim. El amo Jeon lo espera para tomar el té.
El hombre se quedó allí, con la mano extendida, entendiendo a duras penas lo que acontecía. ¿Qué le hizo pensar que el aclamado empresario Jeon estaría esperando a un simple oftalmólogo en la entrada de su gran mansión?
Dentro del salón principal, todo era arte desplegada en hermosas estatuas y pinturas que seguían a la moda francesa, en rococó impecable. En el centro de las escaleras, el cuadro de un hombre mayor robó su mirada; y algo en sus ojos grises le dejó inquieto. La madera chirreaba bajo sus pies, y a pesar de que el lugar lucía lo bastante viejo, un aroma a flores frescas parecía inundar cada espacio en las habitaciones.
—Por aquí, sir Kim.
Entraron en la habitación principal y en el centro de la cama, un muchacho yacía sentado, muy quieto, mientras uno de sus empleados le leía el periódico en voz alta; el ambiente era oscuro, y solo las tenues velas luchaban contra el clima nublado en el exterior. El empleado que leía volvió la mirada hacia la puerta, y para cuando quiso avisar a su joven amo sobre la presencia de invitados, este ya había saltado con sus quejas.
—¡Puedes creer esto, TaeHyung?! Esos bastardos me culpan por la guerra, dicen que vamos perdiendo por mi culpa. Porque no les di los planos del tanque de da vinci!, ¡bastardos descarados! Qué bueno que cada vez estoy más enfermo, así me van a dejar tranquilo de una buena vez. ¡Argh!
NamJoon observó como un muchachito en camisón soltaba improperios hacia el aire, agitando el periódico en sus manos, gruñendo al aire. Llevaba el cabello largo y desalineado, y de la cintura para abajo, todo estaba cubierto con un gran edredón de seda. Observó un bastón muy bonito con las iniciales de "JK" , comenzó a comprender lentamente lo que sucedía. Se quedó allí parado, esperando instrucciones. Ahora entendía... No atendería a Sir Jeon, si no a su...
—Amo Jeon, el doctor está aquí —dijo el mayordomo.
—¡Haberlo dicho antes! —el muchacho se levantó de un salto, soltando su periódico y tropezando hacia donde creyó escuchar la voz de su mayordomo. Se aproximó hasta ambos hombres, provocando que el paje, quien aún mantenía el periódico en las manos, ahogara un gritito preocupado la verlo tambalear y caer. NamJoon extendió sus manos por instinto para ayudarle a levantarse —Ah, gracias, TaeTae, ahora llévame con el doctor, que ya no quiero pasar más vergüenzas —dijo, plenamente, con una determinación inquebrantable. Su voz sonaba pastosa, pero infantil. La habitación era oscura, pero todo en el muchacho parecía radiar luz propia.
—En realidad yo soy... —Jeon se sintió sorprendido por un segundo, al no reconocer la voz de su sirviente. Esta voz le resultó más agradable... Más intrigante. El calor subió hasta su rostro por la vergüenza, pero eso no impidió que demostrara su buen humor de siempre.
—Ah, tanto mejor —exclamó risueño —. Porque quiero que me ayude con una cosa, cosita de nada. Usted que es un profesional, seguro que puede ayudarme.
NamJoon pudo observar en los ojos del muchacho el problema. Una película blanca se extendía por toda la pupila del chico y entendió... Se estaba quedando ciego.
—Es bastante efusivo. Ahora solo mira unas cuantas manchas y halos blancos, tememos que ya no haya vuelta atrás —dijo el paje con suavidad, desde un constado de la cama, en donde dejó el periódico que estaba leyéndole, para ir a ayudar a su amo a llegar hasta el sillón.
—¡Ojalá que no la haya! —exclamó Jeon, ligeramente enfadado; una vez sentado, y habiendo rechazado el bastón que JiMin, el paje, le estaba entregando, dejó vislumbrar su descontento a manera de un entrecejo fruncido y las mejillas infladas —¡prefiero mil veces los dolores de cabeza a tener que regresar allí!
Antes de que los empleados se pusieran a discutirle sus acciones, JungKook mandó a traer el té para atender a su invitado. Pronto, los dos hombres se retiraron de la habitación a regañadientes, dejando al médico a solas con el chico.
Cada uno sentado en un sillón de respaldo alto, se quedaron un rato callados, mientras JungKook mantenía la mirada perdida, jugando con una pieza de ajedrez que tomó de la mesilla. Nam se permitió observarle, parecía tan joven, que era difícil imaginarlo como la cabeza de una casa de alcurnia casi ducal; más difícil aún, imaginar el cómo estaba lidiando con su inminente ceguera.
—¿Cuándo comenzó su problema, Sir Jeon? —Intentó indagar con naturalidad. Pensó que su pregunta le incomodaría, pero en realidad, el chico parecía estar tranquilo con su condición. Mantenía buen humor, (por lo que había presenciado con anterioridad), y era bastante amable con las personas a su alrededor; Los numerosos chicos de su edad que había atendido antes, solían estar más enfadados con la vida cuando se enfrentaban a este tipo de adversidades. Nam dejó su maletín para acomodarse mejor en el asiento, se colocó con buena postura, aún sabiendo que el chico no podría verle con claridad, y se dispuso a escucharle con paciencia.
—Fue un poco después de la muerte de papá —exclamó, dubitativo —. Pero estoy bien, de verdad, esto debe ser un castigo divino, ya soy un hombre como puede ver, Sir Kim. Estoy dispuesto a aceptar el castigo que Él me imponga. Ya no soy un niño.
Aquello había sorprendido a NamJoon. Había estado demasiado tiempo rodeado de pocas personas creyentes, por lo que escucharle hablar así, era de por sí bastante inusual. El muchacho no parecía tener más de diecisiete, pero parecía tener una concepción de sí mismo bastante dura. Se sintió mal por él, por lo que se animó a agregar:
—La ceguera no es un castigo divino —soltó aquello con una honestidad inexplicable. ¿Qué sabía él exactamente de castigos?, ¿o de dios? Pronto entendió que quizá solo trataba de hacerle sentir mejor. ¿Qué de verdad había en sus palabras?, ¿Qué había de mentira?
—¿El periódico aún está en mi cama? —preguntó Jeon, casi con complicidad.
—Sí —le contestó.
—¿Sería tan amable de traerlo aquí? —NamJoon se levantó del asiento, rumbo a la cama, no sabiendo exactamente hacia dónde quería llegar con todo aquello. ¿Cómo era posible que un hombre joven prefiriera la invidencia?, ¿acaso se podía ser tan valiente a tan corta edad? (¿o quizá solo era un chico estúpido?). Tomó el periódico entre sus manos, mientras a sus espaldas escuchaba la voz del joven inventor—. ¿Qué es lo que dice, doctor Kim? Ande, léalo, es de hoy.
NamJoon leyó el titular:
"Jeon JungKook, la nueva cara de la cobardía en Jeon Industries", "Bombardeo en Munich financiado por los Jeon. Las familias afectadas exigen justicia a la corona". NamJoon no terminaba de entender la situación de su extraño paciente.
—Ah, ya leyó, ¿cierto? Por eso se ha quedado callado. Lo entiendo; En realidad, usted está aquí por insistencia de mis amables sirvientes —exclamó, casi con dulzura—. No porque yo piense que exista alguna salvación para mis ojos... o mi alma.
—Se siente culpable por las muertes...
—¿Y no debería?
—Hay cosas que usted siendo tan joven puede cambiar... Con todo el poder que tiene... seguro que eso es algo posible —exclamó NamJoon, pensativo —; pero va a necesitar de sus ojos para eso... Hay un tratamiento en Alemania. Una intervención quirúrgica podría salvarle la vista y entonces...
—Entonces podré ser su esclavo de nuevo —interrumpió con rencor —. Me pondrán a dibujar tanques de guerra para ellos, aviones que puedan lanzar misiles desde altitudes inusitadas, o simples cañones, cada vez más potentes y cada vez más letales. No, doctor, yo prefiero no cargar con ello en mi consciencia, en verdad, no tiene idea de cuánto odio este negocio de la muerte. Prefiero mil veces tropezar cada dos segundos que seguir construyendo esas monstruosidades de vapor.
—No ha pensado que tal vez... Si recuperara la vista podría...
—No podría nada —sentencia, totalmente convencido—. A Victoria no le interesa nada más que no sean sus juguetes. Y estoy harto. La única razón por la que acepté que usted viniera, es porque quiero que les diga a mis entrometidos empleados que no hay salvación. Que no hay manera humanamente posible en que estos ojos puedan recuperar la luz. Ya ellos se encargarán de llevar la noticia hasta su majestad.
—Yo no puedo simplemente...
—Ah, ya veo, lo que quiere es dinero, vaya, eso no es un problema — JungKook se levantó de nuevo de su asiento, y tanteó los muebles hasta llegar a una cajonera, de donde sacó una pequeña caja plateada —Oro. Me imagino que usted ama su trabajo, pero, si así lo desea, con esto no tendrá que trabajar nunca más. Y cuando se le acabe, podrá venir por otro tanto. Hasta el día en que yo muera, usted tendrá la vida resuelta. Solo tiene que... guardar el secreto del tratamiento —La desesperación era latente en el joven inventor, de pronto parecía ya no quedar nada del dulce muchacho que le recibió entre tropezones al principio. NamJoon se sintió acorralado. El muchacho le tenía tomado de las muñecas, con mucha insistencia, tanta que temblaba. Cuando JunKook sintió que el doctor se estaba alejando para retirarse y dejarle solo, para rechazar su propuesta, se sintió aterrado y no pudo evitar soltar un par de lágrimas de impotencia—: ¡En el escritorio! Puede por favor mirar en el escritorio, una sola vez, se lo ruego, si después de esto no cambia de parecer, le dejaré tranquilo, lo prometo.
NamJoon musitó un nervioso "Sí" para tranquilizarle, porque el chico parecía estar al borde del colapso. Con la garganta seca NamJoon decidió hacer caso a su llamado.
En la gran mesa de trabajo se desplegaban dos grandes planos con el título de "Gas Station", junto al dibujo de un edificio horrible, alzándose sobre el centro de Londres. No tuvo que leer mucho más para entender lo que estaba haciendo; en los apuntes sobre el diseño interior de la máquina, se esbozaba algo un poco más inquietante. Una habitación desde la que se podría derretir hasta el metal más resistente...
—Ellos no quieren fundir oro para hacer moneditas, doctor Kim —exclamó con la ironía reptando entre sus labios secos —. Ellos quieren fundir a los prisioneros de guerra. Si... Si descubren que aún puedo ver, no me dejarán en paz hasta que regrese allá a terminar lo que me obligaron a empezar. Mis empleados, mis buenos empleados, ellos piensan que estoy huyendo. Y es cierto. Pero no es por las razones que ellos creen —insistió —. Leí que nadie en el gremio se atreve a contradecir sus diagnósticos, así que... si... si usted les dice que no hay cura para mí, seguro que me dejarán en paz, le aseguro que nadie más que yo, puede poner a funcionar esa bestialidad. Soy un prisionero de mis socios y de... ella.
Era un plan perfecto. Nadie pondría a trabajar a un invidente. Y sin sus ojos, no podrían siquiera dar pie a la construcción. Tardarían al menos unos treinta años en imitar sus planos. Eso le daría tiempo para pensar en algo. Su esperanza plena radicaba en la obscuridad a la que la vida lo quería someter y a la disposición del médico a poner en riesgo su vida por la mentira, parecían la única hilera de luz al final del túnel.
NamJoon no era capaz de entender la magnitud del problema, pero el temor con el que actuaba Jeon ante la situación, le daba una vaga idea. Una idea nada bonita y mucho menos alentadora.
—Aceptaré —exclamó NamJoon con las entrañas heladas... ¿Qué pasaría con el muchacho después de que esa gente aceptara que Jeon ya no les servía para nada?, ¿Estarían dispuestos a dejarlo tranquilo? NamJoon realmente dudó esa última parte —. Para usted no hay remedio, Sir Jeon. Su ceguera es... incurable —exclamó indeciso, mientras tomaba al chico de los hombros para que dejara de temblar.
—¡Gracias! Gracias, gracias, gracias... —JungKook se abalanzó hacia él, siguiendo a las escasas sombras que rodeaban su mundo, y se permitió acunar entre los brazos de NamJoon como si fuera un niño. Entonces, cuando se sintió seguro, comenzó a llorar; Con cada segundo que pasaba, su llanto se hacía cada vez más fuerte y abundante, había estado tan aterrado durante los últimos meses, guardando su verdad, esperando por un salvador que pudiera seguirlo en el camino de su mentira; sin embargo, lejos de lo que pensaron los sirvientes al entrar alarmados en la habitación y ver la escena de ambos muchachos abrazados, aquellas lágrimas eran de alegría pura. De una liberación que jamás habría creído posible. Se sintió libre. Si eso lo hacía un cobarde, como decían los titulares de los periódicos, aceptaría sin problemas el título, así como aceptaba su ceguera.
Dos sombras llegaron de inmediato a abrazarle para hacerle sentir mejor, mientras le apartaban de los brazos del médico. Y aunque los otros brazos se sintieron cálidos, ninguno se asemejó siquiera los de su salvador, como le llamaría a partir de ese día.
—¿Y bien? —preguntó el mayordomo, mientras el paje se aseguraba de llevar a su amo hacia su camastro —¿Qué es lo que podemos hacer?
—Me temo que... —exclamó NamJoon mientras veía al muchacho deshacerse en llanto entre los brazos de su paje —la pérdida de la vista en Sir Jeon es intratable. Puede usted constatar la información con otro profesional si así lo desea, pero yo creo...
—No será necesario, doctor Kim. Le llamamos a usted porque confiamos en sus habilidades. Aunque, si el amo Jeon así lo desea, podría usted recomendarnos a alguien de su confianza...
—¡No!
El grito de Jeon exaltó a todos en la habitación. JungKook se quedó callado ante el silencio que se desplegaba ante su llamado.
—Es decir... —añadió nervioso —he decidido aceptar esto. Y estoy cansado de ver más médicos, ya no quiero...
El empleado, no muy convencido, apretó los labios en una mueca extraña, decidiendo que no presionaría más a su amo. Por lo que prosiguió a servir el té que traía en la bandeja, sin hacer más reproches.
—¿No se quedará a tomar el té? —el paje hablaba con la voz muy bajita y tímida hacia NamJoon. Entonces volvió la mirada hasta Jeon, quien le dedicó esta tierna sonrisa al aire cuando escuchó la voz del médico musitar un cortito:
—Por supuesto... Me encantaría.
—Ah, Tae —exclamó el joven Jeon cuando ambos ya estaban disfrutando del té, ¿Puedes creer que Sir Kim se ha ofrecido a ser mi médico personal?
—¿Ah, sí? —exclamó el empleado, parando por un segundo sus tareas, para mirar a su amo.
—¿Ah, sí? —susurró NamJoon. De inmediato dirigió su mirada sorprendida hasta sir Jeon. Una risa divertida y los ojos cerrados, disfrutando de la calidez en su té, fueron la imagen que llegaron a sus sentidos como una bendición.
—Creo que tiene buen ingenio. Cuidará de mis ojos, hasta que pueda rediseñar Gas Station, antes de perder la visión por completo... —exclamó su nueva mentira con naturalidad —. Las armas de guerra ya pasaron de moda... ¿No es así, doctor?
NamJoon asintió con una calidez embargando su pecho por la sola imagen del chico. No se permitió llevarle la contraria.
—Pues no sé en qué exactamente pueda yo ayudarle, pero... si me lo pide de esa manera, supongo que no puedo simplemente negarme, ¿o sí?
Y NamJoon pudo observar a esa sonrisita ensancharse de nuevo. Entendió pronto cómo es que este niño era tan poderoso... era, ante todo, un pequeño rey.
fin.
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© FlyKingSquad
21082020
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