14° Función: Bajo llave 2
Bajo llave: Parte dos.
Género: Tragedia.
Directora: Jlucie_write
Reparto: NamMin.
Clasificación: C
Función: 14
Continuación...
— NamJoon… ¿qué me aconsejas hacer con el sodomita que llegó hace unos días?
Ha pasado alrededor de un mes y medio desde que el joven Park fue encarcelado en el castillo del rey; fue obligado a labrar los jardines bajo la supervisión del guardia Kim para que no escapara, y en ocasiones ayudar a las sirvientas con lo que necesitaran. Tal vez el rey SeokJin vió potencial para explotarlo, y por esa razón decidió dejarlo con vida; porque a diferencia de anteriores sodomitas, que de hecho eran mayores y poco eficientes, habían terminado en la horca.
A decir verdad, tuvo suerte de que el rey tuviera misericordia, es más, ambos tuvieron suerte en ese momento porque en ocasiones no hacían precisamente seguir las órdenes.
— ¿Por qué lo dice, su majestad?
— Bueno, la iglesia y algunos nobles me han estado presionando al respecto. Alegando que es injusto que a otros sodomitas los hemos condenado y con este hemos hecho una excepción... Pienso que es bastante atractivo, sería una pena arruinar esa carita angelical ¿no crees? —Comentó mirando por la ventana que daba vista al patio, con un tono de voz neutro y apacible; estaba sentado en el borde del gran ventanal de la elegante habitación, esperando a que su guardia sirviera uno de sus vinos preferidos.
Pero NamJoon no podía convencerse de ello, el rey es astuto y manipulador. Nunca le pide consejos cuando se trata de presos y esclavos, jamás lo ha hecho.
— Sí, alteza.
— Estaba pensando en… convertirlo como a una de mis concubinas, así no están pisándome las pelotas todo el tiempo.
El guardia al escuchar esa posibilidad regó un poco del vino por fuera de la bandeja, sin embargo, se obligó a sí mismo a no ser evidente y actuar normal.
Hace unos días mientras estaba en la mazmorra, JiMin comenzó a actuar de manera extraña, podría describirlo como nervioso o inquieto. Constantemente jugaba con sus pequeñas manos, y mordía su grueso y rojo labio inferior. Por supuesto se le hizo extraño, y solamente pudo confirmar qué pasaba cuando estando sentado a su lado en la cama, el atractivo joven lo tomó de los hombros, lo atrajo hacia él y presionó con fuerza sus carnosos labios con los suyos. Liberando por fin la pasión desenfrenada que se había anidado en sus pechos, justo en el momento en que una simple presión se había convertido en un contacto desesperado, impaciente. Claro que lo detuvo después de unos instantes, y la excusa que le dio para su actuar fue porque "quería agradecerle de alguna manera".
Fue el primero de varios encuentros y roces. Le gustaba de algún modo el sabor agridulce de la situación, el hecho de estar haciendo algo "malo" E "inmoral" y a la vez tan placentero, era una combinación de emociones extrañamente satisfactoria. Por eso, cuando por su mente se dibujó la escena del rey teniendo algún tipo de relación íntima con su niño (como había decidido llamarle),profanando, utilizándolo como un simple juguete y haciendo las atrocidades que solía hacer con sus concubinas, lo llenó de temor y cólera. Así que no contestó, se limitó a tomar las copas de metal y acercarlas hasta su rey.
— No pareces muy contento.
— ¿Por qué lo dice, su majestad?
— Verás, Kim NamJoon… —Se colocó de pie, tomando una de las copas y quitando la bandeja de las manos grandes y venosas del guardia para dejarla en una mesa— Sabes que siempre he sido una persona directa cuando es necesario, no me gusta que me mientan y mucho menos que traicionen mi honor y confianza —Con su típico paso elegante y arrastrando su larga toga de color rojo, caminó suavemente alrededor de NamJoon, luego quedó de pie en frente del mayor y como si nada tomó un tarro de alcohol de la mesita y lo vertió en el cuello del guardia dejando que el líquido se deslizara por su pecho.
NamJoon solo pudo dar un pequeño brinco, y quedarse petrificado en el lugar porque sabía que si se movía podría ocasionar que la situación empeorara.
El lugar pareció darle vueltas alrededor, tanta era la impresión que sentía que los bordes en su vista comenzaron a nublarse. Las piernas flaquearon cuando el pensamiento de que habían sido descubiertos cruzó por su mente.
Todo estaba mal: él era mucho mayor que JiMin, eran precisamente dos hombres en una sociedad que condena la sodomía, y para completar, su extraño amorío había surgido en el calabozo de justamente el palacio del rey.
Se preocupó por no haber sido discreto en ocasiones, error que podría costarle la vida a ambos en cualquier momento.
— Esta mañana, una de mis sirvientas te vió salir de la mazmorra en la madrugada, y precisamente en la celda de Park. ¿Qué hacías allí?
— Nada malo, su majestad.
— Kim NamJoon, tú más que nadie sabe que está estrictamente prohibido que quienes trabajen para mí generen cualquier tipo de lazos con los presos y esclavos.
De uno de sus bolsillos sacó un encendedor, y mientras jugueteaba con él en su mano bebió un sorbo de su vino. Mirando al hombre delante suyo con arrogancia, incluso una pizca de querer desafiarlo.
— Y por lo que ella me comentó, juró no haber sido una sola vez sino varias veces… vas a contarme qué está sucediendo. Dime la verdad.
NamJoon dudó en contestar, tragando de forma tosca y fuerte, la saliva que se había acumulado en su boca, como si en la acción pudiera tragar también su nerviosismo. No podía decirle la verdad, sería colocar él mismo la soga en el cuello; por otro lado, sabía que si le mentía tarde o temprano se enteraría de la verdad, porque por supuesto, tampoco estaba en sus planes cortar el lazo que había formado con JiMin.
Y en ese momento, mentir pareció ser la mejor opción.
— No está sucediendo nada, majestad.
Su corazón palpitaba rápido, tanto que se sentía ahogado. Era la primera vez que Kim lo amenazaba de esa manera, porque nunca le había dado problemas hasta ahora. Por esa razón en el momento en que el rey encendió el mechero y lo acercó lentamente a su pecho el cual vibró con desespero, el inminente temor recorrió sus venas y ocasionó un desastre en su mente.
— Kim.
— Es la verdad, alteza.
— Kim. Tres y va contando.
— So-solo somos amigos.
El fuego no estaba a más de cinco centímetros de su cuerpo, y no podía más con la incertidumbre.
— Park y yo nos conocemos desde hace un tiempo, señor —Empezó hablando, escogiendo sus palabras minuciosamente para no decir algo erróneo y a la vez convencer al obstinado ser delante suyo— una vez que estaba en los suburbios haciendo la marcha nocturna lo encontré a punto de ser víctima de un abuso por unos hombres; no sé si lo recuerda, pero días después usted mismo los llevó a la horca por los antecedentes que tenían.
— Oh… entiendo. Pero sigues sin responder mi pregunta, Kim. Es un sodomita, y de paso un ser impuro que vende su cuerpo, no puedes ser amigo de ese tipo de personas.
— Puedo asegurarle, mi rey, que es una persona común y corriente como usted y yo. Que simplemente tuvo que hacerlo por necesidad para sobrevivir. Y puedo asegurarle también, que el tiempo que llevo vigilando, no ha intentando seducir a nadie.
— Tampoco ha intentado hacerlo contigo, ¿verdad? — SeokJin enarcó una ceja, y estando así de cerca NamJoon tuvo lástima de él, reemplazando por unos pequeños segundos el miedo.
El rey Kim era sublime, de su padre heredó la belleza, juraría que ambos eran iguales; detalles característicos como los labios carnosos y pequeños, la piel tan pulcra y blanca que le daban un aspecto perfecto, junto a la complexión delgada, también fueron características de su progenitor; lastimosamente, había heredado la avaricia, el interés y la falta de piedad a su madre. O al menos, eso era lo que le comentaban a veces, los mayordomos ancianos que llevaban más de cuatro décadas trabajando en el castillo.
SeokJin era demasiado hermoso para ser esa clase de persona.
No siempre la belleza física refleja la belleza del alma, a veces cumple la función de una máscara, mostrando lo que es necesario y ocultando la verdad.
El guardia tragó fuerte, obligándose a sí mismo a relajarse para no dar un paso en falso. Tenía suerte de ser una de las persona de más confianza del castillo, pues el rey tendía ser un poco más dócil con él y se atrevería a decir que algo más amable. Aunque ahora, estaba viviendo en carne propia lo que por años se esforzó en evitar.
Si JiMin llegaba a ser concubina, no solo le esperaría una vida infeliz al ser utilizado como juguete sexual, porque conocía qué era lo que hacía su rey con ellas: drogas y fantasías sexuales eran la respuesta. Había visto también hacer sufrir a una de sus concubinas cuando le fue "infiel" con uno de los esclavos. Su egoísmo no tenía límites, y la crueldad que mandaba en su mente manejaba también sus instintos, primarios y básicos.
Además, en cuanto a él, también un atisbo de celos anidaba en su pecho cuando lo pensaba; imaginar que ya no podría besarle, adorar su cuerpo en su faz de dios, pensar en que sus dedos no tendrían contacto con zonas exclusivamente expuestas para él y que el placer que lo llevaba al paraíso y la condena, serían arrebatados, lo llenaban de una cólera inimaginable que trajo consigo pensamientos que nunca en su vida creyó ser capaz de tener.
A pesar de las emociones que una y otra vez lo destruía por dentro, se obligó a sí mismo a actuar normal.
— No, señor. Me ha dicho que no le gusta trabajar en ello, solo lo hacía por necesidad para conseguir dinero y aunque sea poder comer una comida al día.
El rey un poco convencido por sus palabras, apagó el mechero y a NamJoon el alma le regresó al pecho. Suspirando discretamente aliviado por evitar quemaduras en su cuerpo; sin embargo, aún el rey no tomaba una decisión concreta.
— Entonces no le gusta ser meretriz, ¿verdad?
Vaciló un poco antes de responder, pero terminó por hacerlo, casi en un susurro tímido.
— No… su alteza…
Pero entonces, las comisuras de los labios gruesos de SeokJin se levantaron en una sonrisa burlona, casi macabra, una que le ocasionó escalofríos y para nada le dio buena espina. Deseó por dentro que la energía del universo estuviera a su favor, y en aras de querer esconder su nerviosismo llevó sus manos temblorosas detrás de su espalda, sosteniendolas entre sí para calmarse un poco.
— Entonces estoy seguro de que hará un excelente papel de concubina —Finalizó bebiendo lo que quedaba de vino en su copa y guiñandole un ojo al guardia salió de la habitación.
NamJoon había olvidado que la avaricia de SeokJin no solo se conformaba con el dinero, también lo hacía con las cosas que considerara hermosas. Y lastimosamente, para desgracia de ambos, JiMin era actualmente el joven más precioso de todo el castillo.
[...]
A paso rápido corrió por las escaleras que conducían hasta la mazmorra, con la aflicción palpitando en su pecho, aunque le ahogaba también le obligaba a seguir avanzando. Esperó a que el rey se ocupara en sus reuniones para avisarle a JiMin, con la necesidad de verlo y si era posible acariciarle, porque era probable que pronto los separaran. Su piel hormigueaba cuando recordó cada sensación de su cuerpo la vez que ambos se unieron, en un acto tan íntimo; se entregaron sin medida, dejaron ver su lado más frágil, el ápice de lo que empezaba a ser un amor ardiente, de total entrega, dio sus primeros pasos a la luz.
Era su niño, solamente suyo. Esos besos que nunca empalagaban, y esa imágen de dios que JiMin le mostraba cuando encerrados en la celda, y a la luz de la luna unían sus almas, le pertenecía completamente.
Por esa razón cuando entró con los nervios a flote al lugar, cerrando la puerta detrás de sí, no le importó que el ahora dueño de sus suspiros, de los más puros e incluso más impuros pensamientos, estuviera en pleno baño. Lo levantó tan fácil como una pluma bajo la mirada llena de desconcierto del rubio, y aunque estuviera mojado se sentó en la cama con él en su regazo a horcajadas; lo abrazó como nunca, sintiendo como si en realidad fuera una ilusión y con el aire su existencia se desvanecía; aspiró el olor de su piel con la intensidad de una larga inhalación profunda, del mismo modo en que respiraba el aire, ese exquisito aroma en ese momento era su oxígeno, vital para no flaquear al ser víctima del temor de perderlo.
— Joonie… ¿qué sucede? —Susurró con voz apacible, acariciando las hebras castañas del hombre que fuertemente lo abrazaba.
— El rey sospecha de nosotros —Fue un mensaje directo, sin rodeos y puntual, que por supuesto descolocó la tranquilidad que estaba en el joven de cabellos rubios.
— Pero-
— Y dijo que te convertiría en su concubina.
Abrió los ojos desmesuradamente, separando su pecho bruscamente del rostro de NamJoon, solo para mirarlo con terror y desconcierto, esperando ver en sus ojos oscuros y profundos cualquier indicio de esperanza, de un "todo va a estar bien, lo superaremos". Pero no encontró nada, solo la misma aflicción que él sentía, incluso mucho peor.
NamJoon aunque era valiente, cuando la situación la veía fuera de control terminaba rindiéndose. Era conformista y sumiso, a veces era incapaz de dejar sus enseñanzas y conceptos a un lado; de milagro, había aceptado la atracción que sentía por JiMin, y aunque el sentimiento era fuerte, NamJoon era mucho más débil, por lo menos, emocionalmente.
Entonces, cuando JiMin vio el semblante de rendición en su hombre que le ocasionó un miedo indescriptible al ser posible escuchar un: "deberiamos acabar con esto",decidió que tomaría las riendas de la situación.
— ¿No hay nada que podamos hacer?
— Es el rey. Todo aquél que esté en su contra su único destino es la muerte.
— ¿y si escapamos?
— ¿Estás de broma? No hay manera de escapar de aquí.
— Siempre hay manera para todo, Nam. Deja de ser tan pesimista. Imagina que en medio de una guerra los enemigos logran penetrar el castillo y no hay manera de salir por las partes principales… un rey debe pensar en esas posibilidades. ¿No crees? —Dijo pensativo, mientras para calmar un poco el abatimiento de su hombre y el suyo a la vez, dirigió las manos que antes consentían su cabello a las tersas mejillas, masajeandolas con suavidad con los pulgares, justo en el lugar donde cuando sonreía radiante se formaban unos adorables hoyuelos.
— ¿Estás sugiriendo que hay alguna salida secreta?
— Sería demasiado tonto por parte de un rey que no pensara en una salida de emergencia.
— Eh... Eres astuto
NamJoon plantó un beso en la pequeña nariz, luego lo miró con devoción, con el encanto que tanto cautivó al menor. Porque para JiMin, ese guardia lo hacía sentir diferente, valioso; porque a pesar de que al principio fue un poco difícil terminó aceptando tal y como era, con su pasado y la heridas de su alma. Dejó de lado parte de sus creencias y se permitió amarlo como nunca lo había hecho, eso llenaba de calidez el corazón de Park.
Estaba mal visto, y lo sabía, claro que estaba consciente de ello. Pero, ¿y qué importaba que la diferencia de edad fuera bastante? ¿Qué tenía de malo que fueran dos hombres?
Ambos se amaban, era la única verdad y para JiMin, era más que suficiente.
— Por eso te adoro, mi niño.
Fue lo que necesitó escuchar para decidir firme que haría lo que fuera necesario para permanecer con el hombre que supo ver su lado bueno.
— Lo dices porque no sabes la magnitud en la que yo te adoro a ti.
Sonrieron sinceros, JiMin viendo como sus gruesos labios se levantaban en las comisuras formando los hoyuelos que tanto amaba ver porque creía que eran un símbolo de sinceridad y honestidad; entre tanto que NamJoon apreciaba maravillado la manera en la que sus ojos se cerraban cuando sonreía ampliamente.
Y esa tarde, junto al concluir del ocaso consumaron una vez más con vehemencia y total entrega, el sentimiento de afección palpitante. Sintiendo en la piel, en cada roce silencioso y beso noble, el anhelo tan ingenuo, tan prohibido pero verdadero anidado en el alma de cada uno.
JiMin convenció a NamJoon de que se quedara tranquilo, tratando de afianzar la promesa hecha anteriormente.
Se amaron como hasta ahora no lo habían hecho, disfrutando del presente porque el mañana era incierto.
[...]
No podía soportarlo más, parecía perro enjaulado, caminando de un lado para el otro con el desespero impregnado en su piel.
Al día siguiente de que planearon buscar una salida, el rey fue hasta la celda de JiMin para proponerle el puesto en el castillo. Lastimosamente era un hombre de palabra y cumplía lo que decía; JiMin le había dicho a NamJoon que debían ser fuertes, su plan simplemente era ganar su confianza para evitar levantar sospechas y de paso tener la libertad de andar por el castillo a veces para investigar, pero no es que estuviera muy seguro de su plan; aunque su estadía seguía siendo en la mazmorra, cuando lo encerraban, NamJoon se encargaba de revisar la biblioteca en busca de algún mapa o algo que pudiera ayudarle, incluso caminó gran parte del castillo, moviendo discretamente los objetos colgados en las paredes por si algo sucedía.
No fue hasta unos días después que abriendo cada celda de la mazmorra más vieja; en una de ellas que afortunadamente estaba vacía, encontró un patrón de piedras que no eran uniformes y terminó descubriendo un viejo pasadizo con escaleras; el descubrimiento trajo alivio a su estado en aflicción, pues ya había pasado un tiempo y lo que JiMin de vez en cuando le contaba sobre cosas que el rey le hacía a él y a las demás, lo encolerizaron demasiado. Las conversaciones siempre terminaban en una frase que JiMin decía: "lo soportaré y saldremos de aquí los dos."
Él era el más valiente de la relación, y a veces NamJoon solo se sentía inútil por ser en ocasiones tan manejable. Debía ser al contrario, siendo el mayor y un guardia, tenía que protegerlo.
Sin embargo el razonamiento que surgía tenía un fin con la pregunta: "¿pero qué puedo hacer yo?".
Se había abstenido también a tocarle más íntimamente, a pesar de que el rubio en las noches que pasaba por allí se lo pedía detrás de la puerta de metal; no lo hacía porque le diera asco, tampoco por miedo, simplemente porque podía notar cómo su salud mental se deterioraba con el tiempo, y a veces tenía que tratar sus resacas o cuidarlo en estado de drogadicción. Se sentiría un animal que se aprovecha del más vulnerable. Claro que los besos lentos y las caricias generosas no se las negaba.
El rey seguía sospechando de ambos, por eso creyó que había escogido a JiMin para ese cargo y de paso había enviado a alguien que los vigilara y lastimosamente a veces la necesidad les había ganado terminando con ellos besándose en los pasillos "escondidos", o tal vez aquella persona enviada para vigilarlos de algún u otro modo se había dado cuenta. Solo sabe que cometieron errores que sabía que les costaría caro; lo confirmó cuando el rey lo llamó a su habitación, y esperando a que le abrieran la puerta escuchaba sollozos y gritos dentro de la habitación que no lograba entender. Por eso estaba desesperado.
Luego de la nada la puerta fue abierta y la escena con la que se encontró trató de sacar lo peor de su ser: JiMin estaba arrodillado en el suelo, con un labio roto, una mejilla hinchada y magullada, el color de su rostro rojo y los ojos apagados, casi somnolientos; el rey que se encontraba al lado de su niño lo miró con unos ojos que nunca había visto en todo el tiempo que convivió con él; tampoco era el único que tenía miedo pues las concubinas que por lo menos eran seis, estaban amontonadas en una esquina expectantes y con temor a lo que iba a suceder.
Un detalle llamó su atención, que a la vez le heló la sangre. SeokJin sostenía su famosa espada en la mano derecha, y un atisbo de satisfacción permanecía brillando en sus iris.
La escena tan grotesca lo obligó a sentirse derrotado, como soldado que pierde la batalla y tiene a su enemigo con la espada en el cuello.
— No es tan leal como parece ¿verdad? —Jaló a JiMin de los largos cabellos rubios, solo para hacer que se quejara de dolor y de algún modo provocar al guardia que petrificado en la puerta no sabía qué hacer— Terminó contándome todo… supongo que es cierto que no puedes confiar en un sodomita…
— No le creas, NamJoon… —Respondió en voz baja y lenta, arrastrando las palabras, pero fue lo suficientemente alta para que pudiera escucharle.
Todos los sentimientos que NamJoon sentía en ese momento eran contradictorios, por un lado quería enfrentar al rey aunque fuera en contra de sus enseñanzas con no cuestionar sus acciones, su propio lado sumiso le exigía aceptar el desafortunado destino por su desobediencia; mientras que el otro, el más protector quería hacer algo por el ser que se había adueñado de sus sensaciones y pensamientos.
— Él me amenazó con matarte y… luego… luego me dio una sustancia ra-rara... —Kim se encogió de hombros, sin importarle demasiado lo que el joven había dicho.
— Aún me parece increíble que terminaras siendo este tipo de personas desagradables, Kim NamJoon —Con fuerza empujó la cabeza del más pequeño, ocasionando que se tambaleara un poco—. Sabes lo que sucede con la deslealtad en mi reino ¿verdad?
— Si, señor…
— Y que odio que traicionen mi confianza.
— Sí, majestad…
Era un cobarde, no estaba haciendo nada por su integridad ni mucho menos por su amado, se estaba resignando y aceptando su destino, como oveja sumisa que va al matadero. Y se maldijo por dentro, porque desde el principio fue conformista, su razonamiento definitivamente no iba acorde a sus acciones.
El rey levantó su espada, el grito desgarrador que soltó JiMin resonó por toda la habitación, y NamJoon no fue capaz de mirarlo, no cuando se estaba rindiendo.
— ¡Cierra la boca! De igual manera ambos van para el mismo lugar, pero quiero que seas tu quien observe primero lo que has ocasionado. Por tu culpa es que mi mejor guardia ha sido dañado por tus artimañas y mira las consecuencias de ello.
El rey caminó hasta NamJoon, quien bajó la cabeza y cerró sus párpados, viendo su vida pasar por los ojos cuando sintió sus cabellos ser tomados obligándole a enderezarse, el movimiento de la espada ser levantada y luego todo se volvió negro.
Se rindió, pero JiMin no estaba dispuesto a terminar así. No estaba dispuesto a perder al único ser en la Tierra que le brindó el amor que no sabía que necesitaba, sabía que el sentimiento de lealtad de NamJoon siempre había sido bastante fuerte gracias a su entrenamiento; pero tenía la convicción de que el amor que él sentía era mucho más fuerte que la crueldad de un mortal y la fidelidad de un guardia.
Se levantó con dificultad del suelo,
tomó una de las espadas en colección que tenía el rey y después todo pasó demasiado rápido. No fue hasta que un líquido espeso de color rojo recorrió la extensión del metal y llegó hasta sus manos que supo lo que había hecho.
NamJoon creyó que todo había acabado, pero, ¿por qué escuchaba sonidos distorsionados a lo lejos? ¿Y por qué era consciente de ello?
Con toda su fuerza de voluntad probó abrir los párpados, encontrándose con otros ojos reflejando dolor puro y sabiendo a quién pertenecían, solo pudo fijarse en la humanidad que nunca había tenido mostrarse en su rostro que ahora se deformaba en una mueca; la mirada fría y profunda había sido reemplazada por una vacía e incluso de arrepentimiento. Retrocedió lo más rápido que pudo, y los gritos de las demás concubinas lo obligaron a mirar el suelo bañado en un líquido carmesí.
Las náuseas no demoraron en llegar, sin embargo, la adrenalina siendo enviada a sus venas en el momento en que el cuerpo cayó al suelo y pudo observar a JiMin detrás de él, solo trajo un pensamiento consigo: "escapar". Porque ahora el único que estaba petrificado era su niño, por eso lo tomó de la pequeña mano y rodeando el cuerpo ambos corrieron por los pasillos; los gritos de las concubinas habían alertado a la caballería, guardias y soldados por lo que corrían el riesgo de ser encontrados en el camino.
— Na… NamJoon, ¿ahora qué haremos? —Preguntó su pequeño en el momento en que tomaron un respiro cuando llegaron a la mazmorra más vieja, arrastrando aún las palabras y tartamudeando.
— Escucha, estoy seguro de que están cerca, vas a entrar y esperarme en la última celda, yo cerraré la entrada principal para darnos tiempo. Si ves que no llego y por el contrario vienen por ti, no vas a dudar dos veces en escapar. En la pared derecha hay una desigualdad en el patrón de las piedras, es una salida.
— No, Nam, de aquí no salgo si no es contigo —Los efectos de la droga comenzaban a pasarse, no obstante el guardia aún podía notar la pupila en sus iris celestes dilatada.
— Obedeceme…
Ninguno fue capaz de mencionar nada al respecto, el único pensamiento y el único objetivo era salir de ahí con vida.
— ¡Me niego! ¡Salimos los dos o no sale ninguno!
NamJoon suspiró, tratando de calmarse, JiMin lo protegió antes y debía hacerlo ahora, asegurarse de que si algo llegaba a pasarle a él su angelito saliera de ese lugar sano y salvo. No era momento de ser cobarde.
— Ve, ahora —JiMin lo miró con terror y tristeza; NamJoon no llevaba armas, ¿cómo podría defenderse en caso de ser atacado? — ¡ahora!
— Voy a esperarte, así que asegúrate de volver —Afirmó y luego se dio la vuelta sin esperar respuesta del mayor, tambaleándose un poco.
No tuvo más remedio que correr escaleras abajo en busca de la última zona y buscar la última celda de esta. Mientras NamJoon se devolvía un poco para cerrar las rejas con cadenas, con manos temblorosas y el corazón latiendo a mil buscó las cadenas colgadas en las paredes y el enorme candado que solía utilizarse. Al momento de acercarse a la entrada escuchó el caos que se estaba formando en el palacio, y se sorprendió al ver humo salir de alguna parte de él; luego notó a los esclavos que estaban laborando en el jardín enfrentarse con cualquier cosa a los soldados.
Habían desatado una rebelión sin saber que pasaría, y en parte eso era bastante malo porque no había nadie que tomara el control de ello.
Los gritos de los privados de su libertad estaba llenos de sed de venganza.
No pensando tanto en la situación, y permitiéndose ser egoísta por un momento; puso las cadenas, asegurándose de que estuvieran bien, luego, con el pulso más rápido de lo usual y la respiración agitada por fin llegó a la última zona.
Un ápice de alegría y de esperanza se instaló en su pecho, la euforia que sintió cuando los bellos ojos azules de la persona que se había enamorado lo miraron hizo que también se sintiera ahogado en un mar de felicidad. JiMin se lanzó a sus brazos, por fin sacando todo lo que había guardado durante tanto tiempo. Pero sabían que el momento no era el adecuado.
— Salgamos de aquí primero, mi niño.
Caminaron por el pasadizo a ciegas, tanteando las paredes un poco esperando que los llevara a algún lado lejos de allí. Pensando en que probablemente si no hubieran perdido tanto tiempo antes, las cosas habrían resultado diferentes.
Aunque estaban juntos, debían vivir escondidos durante mucho tiempo, preguntándose cada día el: "Qué hubiera pasado si…", también viviendo con el miedo a finalmente ser encontrados y asesinados por ser los culpables. Eso si es que lograban salir de allí.
Probablemente, si hubiesen planeado más minuciosamente las cosas, el pilar que sostenía la sociedad no se habría derrumbado.
Y si pensaban que el reino era un infierno antes, definitivamente no estaban preparados para lo que se avecinaba.
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© FlyKingSquad
10072020
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