14° Función: Bajo Llave 1

Bajo Llave: Parte Uno.

Un guardia y un plebeyo se ven involucrados en el surgimiento de un amor en las mazmorras, ¿Qué pasará si viven en un gobierno absolutista con un rey cruel?

Género: Tragedia.
Directora: Jlucie_write
Reparto: NamMin.
Clasificación: C
Función: 14

- No es tan leal como parece ¿verdad? -Jaló a JiMin de sus largos cabellos rubios, solo para hacer que se quejara de dolor y de algún modo provocar ira en el guardia que petrificado en la puerta no sabía qué hacer- Terminó contándome todo... supongo que es cierto que no puedes confiar en un sodomita...

Un detalle llamó su atención, que a la vez le heló la sangre. Kim sostenía su famosa espada en la mano derecha, y un atisbo de satisfacción permanecía brillando en sus iris.

- No le creas, NamJoon... -Respondió en voz baja y lenta, arrastraba las palabras, como si le costara hablar.

Todos sus sentimientos eran contradictorios, entre tanto observaba la escena.

- Él me amenazó con matarte y... Luego... Luego me dio una sustancia ra-rara... -Kim se encogió de hombros, sin importarle demasiado lo que el joven había dicho.

- Aún me parece increíble que terminaras siendo este tipo de personas desagradables, Kim NamJoon -Con fuerza empujó la cabeza del más pequeño, ocasionando que se tambaleara un poco-. Sabes lo que sucede con la deslealtad en mi reino ¿verdad?

- Si, señor...

- Y que odio que traicionen mi confianza.

- Sí, majestad...

El rey levantó su espada, el grito desgarrador que soltó JiMin resonó por toda la habitación, y NamJoon no fue capaz de mirarlo, no cuando se estaba rindiendo. Cerró los párpados, y cuando sintió sus cabellos ser tomados obligándole a enderezarse y el movimiento de la espada ser levantada, solo pudo pensar en los momentos que lo llevaron a ese desafortunado desenlace, recreando cada recuerdo en su mente a una velocidad increíble.

Caminaba con elegancia por las calles del centro de la ciudad, con su elegante uniforme hacía su marcha nocturna, vigilando minuciosamente cada espacio, callejón y esquinas; la poca gente que estaba por el lugar simplemente agachaba la cabeza en signo de respeto y sumisión. De alguna manera le gustaba tener ese nivel de impacto, y aunque en el castillo existiera gente más atractiva, él lograba robarse los suspiros de algunas señoritas del pueblo llano.

Esclavas, para ser más específico. En ese reino, y la cultura que era impuesta, era legal la esclavitud. El reino no era el mejor, y la clase baja vivía en las peores condiciones humanas. Quienes siempre salían más beneficiados era el clero y la nobleza, porque incluso los campesinos eran perjudicados.

Existían varias clases sociales, las más importantes y con más poderío empezaban con el rey, el cual tenía todo el poder, el control y la "capacidad"; seguía la nobleza y el clero, cuyo trabajo se basaba en someter a las clases más bajas o servirle al rey, y las riquezas que obtenían, aunque no eran más que el máximo gobernante, eran más que el promedio; a continuación estaba el pueblo campesino, se encargaban de laborar la tierra, del comercio y la economía, pero a la hora de la verdad también eran víctimas de la insensatez del "soberano rey"; por último: el pueblo llano y los esclavos, la clase más baja y pobre, vivían en las peores condiciones y normalmente eran tratados como lo peor, como una molestia y una manera de ensuciar el reino.

Por eso los castigos eran más severos para ellos.

El rey Kim, fue coronado hace no más de cinco años; cuando llegó al trono, el infierno mismo en la Tierra fue traído consigo. Su padre, el anterior rey, le había dejado claro que continuara con su reino como una persona noble, misericordiosa y honesta; como era de esperarse nada de eso pasó. Kim SeokJin era caprichoso, infantil, egoísta y obstinado, no le gustaba que le dijeran lo que debía hacer; quien le llevara la contraria simplemente era encerrado en el calabozo o asesinado de las peores maneras que se le ocurrieran a él.

No habían leyes, SeokJin era la ley, su propia ley. Todo se regía según su forma de pensar y sus deseos.

Con la firme convicción, aseguraba cada vez que podía que el pueblo llano era una mancha para su sociedad; recuerda varias veces en las que sus compañeros guardias habían llegado con noticias de crímenes de la clase más baja al castillo, con claridad en su mente se dibuja la sonrisa llena de maldad que surcó el aniñado rostro y un brillo macabro iluminar esos ojos vacíos. De solo recordarlo le da escalofríos, asco e impresión cuando como si nada, tomó del cabello al culpable del delito y con su espada afilada y siempre lista, quitó su cabeza. Sin una pizca de piedad, ni arrepentimiento. ¿Su crimen? Robar una pequeña gallina por necesidad.

NamJoon era afortunado y a la vez inoportuno por trabajar para él, nadie se imaginaría las atrocidades que sucedían dentro del castillo ni los planes tan macabros que en él surgían. Creció en una familia campesina, que pronto gracias a la nobleza quedaron pobres y perteneciendo al pueblo llano; a la edad de diez años tuvo que arreglárselas solo porque de un día para otro sus padres y hermana mayor habían desaparecido sin dejar rastro. Aprendió a defenderse en las peleas clandestinas que se armaban en los callejones, y a veces se enfrentaba a otras personas en el centro de la plaza de comercio. Fue allí donde una vez lo vio el rey, hace cinco años justo después de su coronación y al día siguiente la propuesta del puesto de guardia personal había sido hecha.

Por supuesto, sin vacilar aceptó, junto con el entrenamiento de seis meses y ahora, a la edad de veintiocho años tenía uno de los cargos más importantes: proteger al rey.

Siendo sincero, no le gustaba en absoluto. Por fuera del castillo todo parece perfecto, un sueño, casi una utopía; pero conociendo las cosas por dentro juraría que ser esclavo y ser pobre de nuevo no se oía tan mal.

El frío caló en sus huesos cuando una ráfaga de viento, recorrió la extensión del lugar y lo único que pudo hacer fue abrazarse a sí mismo friccionando sus manos sobre la pulcra tela del uniforme en sus brazos, en el lugar solamente los faroles emitían una tenue luz, opaca y tétrica, no alumbraban casi la zona y el color oscuro de las paredes junto con el piso de piedras la oscurecía aún más; miró con confusión a sus lados, sintiéndose perdido. Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que caminó vagamente hasta un lugar que desconocía, posiblemente una de las peores zonas de los suburbios.

Silencio. Era lo único que lo acompañaba en las calles estrechas y de color ocre. El aire de repente se tornó estancado, pesado y un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando escuchó susurros cerca suyo; recordando en ese momento los rumores que corrían por el castillo sobre aquellos lugares bajos, y con el corazón palpitando a mil continuó, con miedo a encontrarse con un asesino en las sombras, esperando por él, o tal vez con uno de esos monstruos que los mitos relatan. No era una persona escéptica de todas maneras.

- ¡Suéltame!

Sus pasos se detuvieron y automáticamente buscó con su mirada la proveniencia del grito. Sin vacilar alistó su espada, olvidando el miedo y dispuesto a defender cualquier damisela en peligro; lo que vio cuando giró en una esquina lo desconcertó demasiado. Dos hombres acorralaba a alguien contra la pared del callejón, sin darle la oportunidad de moverse siquiera, escuchaba sollozos por parte de la persona sometida y aún así, aunque en sus gritos la voz se quebrara, sus palabras salían firmes, insultando a sus agresores.

A juzgar por el timbre de su voz, dedujo que se trataba de alguien joven, pensó que se trataba de una mujer gracias al cabello rubio que caía gentilmente por sus hombros, sin pasar de ellos. Las manos las mantenía en la pared, sosteniéndose de ella y dándole la espalda a los otros dos. Sin embargo, cuando miró más abajo supo que era de sexo masculino debido al bombeo desapacible, casi brusco, de las manos del alto hombre sobre el miembro viril del más joven, mientras el otro libremente manoseaba los glúteos del mismo por encima del pantalón.

La escena lo dejó atónito y sus manos temblaron sobre el agarre de su espada plateada; aunque fue entrenado para actuar rápido en situaciones fuertes como esta, ahora mismo, lleno de cólera pero a la vez de turbación, se veía incapaz de poder hacer algo. Los hombres eran moderadamente más grandes que él, de espalda ancha, hombros firmes y piernas gruesas.

Perdió por completo la noción, y afortunadamente ninguno de los sujetos se había fijado en su presencia; no fue hasta que escuchó un jadeo repentino y un quejido callado a la fuerza que pudo hacer algo al respecto. Se sintió impotente al ver como el que tocaba sus glúteos había metido una mano dentro del pantalón del joven y el otro tapaba su boca obligándolo a hacer silencio; así que tomando valor pegó un grito, firme y lleno de autoridad.

- ¡Qué creen que están haciendo, bastardos!

Mantuvo con firmeza la espada, sintiendo como toda su valentía regresaba de nuevo a su cuerpo. Los hombres se giraron hacia él soltando al joven, quién se deslizó por la pared quedando arrodillado y recostó la cabeza sobre ella, tratando de calmar su respiración agitada.

- Agh... -gruñó uno de ellos, mirando con altivez al guardia- ¿quién te crees que eres para interrumpirnos, idiota? te voy a dar una paliza y destrozar todos tus malditos huesos- Dijo con un tono amenazante y fastidiado, tronó su cuello y alistó sus puños avanzando despacio- Vas a rogar por piedad -Afirmó seguro de sí mismo.

NamJoon no se inmutó, ni un poco a pesar de que al principio estaba algo inseguro. La adrenalina recorría tan increíblemente por sus venas que solo tenía ganas de lanzarse primero él y enterrar el metal en ese firme pecho.

- Espera, Lee. Espera -Dijo el otro, tomando por el hombro a su compañero y luego señaló el símbolo impreso en la casaca azul del guardia- Es... es uno de los guardias del palacio.

El semblante en ambos cambió inmediatamente, y con miedo esta vez miraron por fin la cara del hombre. NamJoon sonrió satisfecho en sus adentros, y solo para asustarlos mostró la espada que estaba sosteniendo anteriormente detrás de su espalda y en la mano izquierda levantó las cadenas que se usaban para arrestar a los criminales.

- Tienen dos opciones: aceptar su muerte aquí mismo o ir al palacio conmigo como delincuentes y los días que permanezcan vivos arrepentirse de todo lo malo que han hecho. Ustedes deciden.

- Por favor, guardia. Es él quien se nos ofreció, y nos sedujo como perra en celo ¡él tiene la culpa! -Con tono de voz alto objetó el hombre que había detenido a su compañero.

NamJoon enarcó una ceja, moviendo un poco ambos objetos en sus manos. Sin convencerse ni un poco.

No tenían salida, lo sabían. Como también eran conscientes de que iban a morir de cualquier manera. Ambos se miraron y trataron de correr; NamJoon le hizo zancadilla a uno cuando pasó por su lado derecho, cayendo al piso, y al otro lo golpeó en la cabeza con la pesada cadena.

Al primero que hizo caer se levantó tan rápido como cayó y bajo los reclamos de su compañero se alejó corriendo lo más rápido que pudo.

- Imbécil... -susurró el que quedó, con sangre en la cabeza y tirado en el suelo se dejó amarrar las manos por el guardia.

- Lindos amigos.

- Cierra la boca maldito guardia opulento.

- Cállate de una buena vez, no me cuesta nada cortarte esa inservible y asquerosa lengua. No la necesitas de todos modos, a donde vas las súplicas no sirven de nada -Apretó con fuerza la cadena, la cual pareció ceñirse en sus muñecas y tobillos de manera dolorosa - y donde se te ocurra escapar yo mismo me encargaré de cortarte las bolas y hacertelas tragar hasta que te ahogues con ellas.

El hombre se quejó bajo, bufó rendido y con el miedo a flote en su ser; mientras tanto, el moreno guardia se enderezó y caminó hasta el joven que habían intentado abusar, ya parecía haberse repuesto un poco pues ya no sollozaba, solo estaba sentado y se limitaba a mirar el suelo fijamente, con los ojos perdidos y desorbitados, entretanto abrazaba con los brazos algo temblorosos sus piernas, apegandolas al pecho.

- Ya pasó... ¿se encuentra usted bien? -Extendió su mano hacia el joven esperando que la recibiera.

Con recelo miró la mano enfrente suyo, desconfiado y aún lleno de conmoción, pero aún así quiso agradecerle. Así que tomó el valor de mirarlo, y juró nunca haber visto a un hombre tan atractivo. Sin embargo, cuando los ojos azules de aquél joven miraron el pecho del guardia, en la charretera dorada vio el símbolo de los guardias del rey, y sintió miedo. Un miedo irracional y agobiante, que se instaló en su pecho y lo obligó a cambiar su expresión ligeramente lasciva a una de puro terror.

NamJoon notó el cambio y se apresuró a intentar arreglarlo, agachándose a su altura y mirándolo con ojos de súplica y afectivos.

- No te asustes, no te haré daño -Dijo cambiando de formal a informal, pensando que así el mensaje no sonaría tan lejano y desconocido-, ¿estás bien? ¿Quieres que les hagan algo en específico en manera de venganza?

- El otro escapó... -Apenas en un susurro pronunció con una voz suave y melodiosa.

- Oh, no te preocupes por ello, lo encontraremos.

- ¿No... no me va a llevar a mí con el rey?

- ¿Por qué llevaría a las víctimas con el rey? Solo los criminales, delincuentes y lo que el rey considere malo van con él. Esos bastardos casi abusan de ti, son ellos quienes tienen que pagar.

El joven agachó la mirada, acariciando un poco su antebrazo, de repente incómodo.

De la nada el chico se levantó sacudiendo un poco el polvo de su ropa, miró a NamJoon, quien al ver la acción contraria la copió, un poco confundido.

- Gracias por la ayuda -El chico dio una pequeña reverencia, y luego pasando por su lado se marchó del lugar.

Por supuesto que el guardia Kim no pudo evitar mirar con atención el meneo sutil, delicado y al mismo tiempo llamativo de sus caderas al caminar. Tampoco ignoró la camisa ceñida a su cintura, haciendo notar la estrechez de esta junto a una espalda pequeña y preciosa.

Entonces tuvo la impresión de que era un secreto, de esos prohibidos ; quizá también era un tesoro de gran valor y difíciles de encontrar.

De algún modo tuvo la sensación de que sería un problema.

Y entendió que incluso los peores lugares escondían las más valiosas y maravillosas cosas.

[...]

Un estruendoso golpe resonó por todo el gran salón, donde anteriormente se estaba llevando a cabo una pequeña fiesta entre el rey y sus nobles; el sonido lo produjo cuando un cuerpo fue tirado a los pies de Kim. NamJoon volteó rápidamente -ya que estaba de espaldas al rey hablando con una de las sirvientas- en el momento en que las cadenas que la persona llevaba sonaron una vez más acompañadas de un jadeo de dolor.

- Su majestad, este día le traemos a este -Cortó la frase allí, solo para propinar una patada en el estómago del hombre tirado en el suelo, quien se obligó a reprimir el quejido, negándose a manchar más su dignidad- asqueroso sodomita. Intentó seducir a uno de sus guardias; sin mencionar que este ser repugnante y asqueroso vende su cuerpo constantemente; mancha la tierra en la que vivimos y daña a nuestros hombres. Simplemente repulsivo. Exijo su castigo a este criminal.

El rey Kim levantó la ceja burlón, altivo, lleno de esa prepotencia que tanto le caracterizaba, y con brusquedad jaló el cabello del joven levantandolo del suelo y lo sostuvo allí, arrodillado hacia él y por completo a su merced.

NamJoon sintió su corazón encogerse en cuanto vio el rostro de aquella persona, como si le hubiesen dado un golpe fuerte en el estómago que lo dejó sin aire, sin habla y totalmente petrificado. Todas las personas que se encontraban allí quedaron en silencio, un pulcro y tortuoso silencio, expectantes por lo que podía pasar en el lugar. Por supuesto, juzgandolo también, la iglesia y la religión en ese entonces condenaban y llamaban "impuro" el acto de gustar de personas del mismo sexo y aún más practicar la sodomía.

Entonces, las palabras del guardia que trajo al joven llevaron a su mente los recuerdos de aquella vez que lo ayudó en el callejón. Y recordando, pensó que tal vez, solo tal vez, había sido cierto de que el joven era culpable viendo la situación actual.

A pesar de ese pequeño pensamiento, NamJoon sintió miedo, SeokJin era capaz de tomar su espada y darle fin a su vida allí mismo. Tuvo el impulso de interrumpir la escena, sin embargo se detuvo cuando dio el primer paso, ¿con qué excusa podría hacer tal locura?

- ¿Por qué sedujiste a uno de mis guardias? -Dijo el rey, con la voz más suave que nunca habían escuchado y ocasionó un largo escalofrío en las personas presentes.

El chico no contestó, tan solo lo miró con odio y rencor, sus mejillas se tornaron de un color rosa debido a la impotencia que sentía dentro de su ser. No había notado la presencia de aquél guardia guapo que lo salvó ese día, lo único que podía hacer era mirar los ojos ámbar del rey, tan vacíos y empapados de frialdad. No le tenía miedo, y Kim al notar esa mirada sin temor alguno sintió su orgullo resquebrajarse.

- ¡Contéstame, maldita ramera! -Gritó con cólera, esta vez jalando más los cabellos rubios hacia atrás, obligando en el acto una inclinación hacia atrás dolorosa del joven sometido q>ue le sacó un jadeo-. Te preguntaré una vez más, y si no me contestas -Inclinó su cuerpo hacia el rubio, y dejando tan solo unos centímetros de espacio, acercó su rostro al contrario-, juro que vas a lamentarlo-Finalizó, escupiendo esas palabras con todo el odio que podía- ¿Por qué lo sedujiste?

- Yo no lo seduje, su majestad -Por fin habló, y su voz salió tan natural que todos incluyendo a NamJoon se sorprendieron- él contrató mis servicios pero no quiso aceptar mis condiciones, luego intentó tomarme a la fuerza y se enojó cuando le dije que su miembro pequeño no haría ni hacerme sentir cosquillas. Eso es todo. Además, varios de sus guardias lo han hecho con anterioridad, debería educarlos mejor.

Los susurros en el gran salón no demoraron en llegar, algunos sintiéndose ofendidos por la osadía que él sodomita dijo. Un atisbo de decepción cruzó por el pecho del guardia, al no imaginarse y por supuesto, no esperar, que alguien que lucía tan angelical, inocente y puro, hiciera tales cosas.

- Sabes que la sodomía se condena y la prostitución es ilegal ¿verdad?

- No tendría que hacerlo si usted no tuviera a su pueblo pasando hambre y necesidad. Siendo tan egoísta para tenernos viviendo en condiciones insalubres, mientras todos los días aquí comen banquetes y hacen fiestas. ¿Tiene idea de cuántos niños y cuanta gente muere a diario en los suburbios? Solo es un rey arrogante, soberbio y cruel -Pronunció con rencor, mirando desafiante aquél rostro que se deformó ante tal verdad.

NamJoon abrió los ojos, sorprendido y asustado, debido a la osadía que el joven había dicho en frente del rey, sin una pizca de cobardía ni terror. Su reacción fue copiada por las personas presentes, y aún más cuando un sonido seco resonó de nuevo por la habitación. El rey había abofeteado al joven.

¿Qué creía que estaba haciendo desafiando así al rey?

Kim agarró con brusquedad la mandíbula del joven, apretando sus mejillas con fuerza y mirándolo con una cólera tan evidente que todas las personas cerraron los ojos esperando que pasara algo, excepto el guardia del rey, quien tan ido de la realidad se quedó observando en la escena, deseando por dentro que no pasara nada malo.

- Tienes suerte de ser atractivo y joven, sería un desperdicio acabar con tu vida cuando puedo darle un buen uso.

- Su majestad... ¿cómo piensa dejarlo vivo cuando-

- ¿Estás cuestionando mis acciones? -Miró por encima de la cabeza del rubio, observando con seriedad y expresión tétrica al guardia que lo había traído.

- No...

En ese momento el rey enderezó su cuerpo y observó a NamJoon, quien le correspondió la mirada enseguida y tomando su posición honorable juntó sus piernas y brazos a su torso, levantando el pecho y la cabeza.

El joven también dirigió su mirada a él, NamJoon lo notó de soslayo pero no pudo mirarlo de vuelta, y el chico obligándose a no sentirse frágil miró el suelo, cerrando los ojos, desconcertado por el ápice de dolor que penetró en su pecho. No debería importarle demasiado y aún así lo hacía. Sintió vergüenza de que precisamente la persona que menos quería que se enterara de su condición, lo haya hecho de la peor manera.

- Guardia Kim, quiero que usted se encargue de esta sabandija mientras yo decido qué hacer con él. Llévalo a la mazmorra de la torre A -Caminó hacia él con elegancia y cuando estuvo a su lado susurró en su oído-, y si te da problemas tienes permiso de hacerlo sufrir tanto como quieras, incluso acabar con su vida.

La orden lo hizo estremecer; nunca en su vida imaginaría quitándole la vida a él precisamente, ni tampoco torturandolo como su cruel rey hace con muchas personas. De hecho, agradece que Kim se lo haya encargado a él, pues de haber sido otra persona sin duda seguiría la orden al pie de la letra.

- Si, señor.

Eventualmente, el rey salió del salón con todos sus invitados detrás pues entendieron que la fiesta había terminado y gracias a la conmoción la energía se había ido también. Los únicos que quedaron en el gran salón fueron los dos guardias y el joven, el guardia que lo trajo jaló al chico con brusquedad de las cadenas para que se pusiera de pie y de manera violenta casi a rastras hizo que caminara un poco. NamJoon al ver el dolor en el rostro del más pequeño intervino, tomando del hombro a su compañero.

- Yo me encargo desde aquí, dame la llave de las cadenas.

- Pero- ¿no debería llevarlo con las cadenas puestas? Podría escaparse.

- Sé que el chico es bastante inteligente como para saber que no puede hacerlo. Dame las llaves -Con autoridad pronunció y el guardia de más bajo nivel sin objetar nada más las sacó de su bolsillo y se las dio- Bien, puedes irte.

El guardia dando una reverencia salió del gran salón, dejando finalmente a los otros dos solos. Sin decir nada, el guardia suavemente quitó las cadenas de las muñecas del más pequeño, notando como estas le había dejado heridas y zonas magulladas.

El ambiente pesado los obligó a callar, ninguno dijo palabra alguna en el trayecto del gran salón al calabozo de la torre. El joven rubio en el camino solo pudo observar con atención la ancha espalda del guardia enfrente suyo, por lo que sabía su apellido era Kim. Prestó también atención a su andar, firme, elegante y dejando relucir aquel aire dominante que siempre lo rodeaba; no era el único que pensaba así de él, pues al pasar por la cocina notó como muchas sirvientas lo miraban con los ojos llenos de lascivia.

Mujeres hermosas, de buena apariencia y de semblante galano y distinguido. Nada comparado con él, de complexión delgada y vestir pobre. Le hizo pensar que, toda su vida -si es que lograba salir del castillo con ella-, trabajaría como prostituto porque nadie lo tomaría en serio con ese aspecto, nadie se enamoraría de él y pensar en tener una familia solo parecía ser una más de sus fantasías. Absolutamente ninguna persona querría a un hombre cuyo pasado era tan repulsivo como su existencia misma, ¿quien le tomaría afecto a algo tan usado? Sin mencionar que, el hecho de que le gustaran las personas de su mismo sexo ya era bastante malo y mal visto por la sociedad.

Suspiró sin darse cuenta, y crispó su boca en cuanto vio la enorme puerta gris de metal, fuerte y pesada, con tan solo una pequeña ventana corredera en la parte inferior, donde supuso que la abrían para dejar la comida. Pero el aspecto del lugar lo desconcertó un poco, por lo que sabía los calabozos estaban construidos de rejas y piedra, no de cemento y puertas de metal.

- Esta mazmorra -Habló el guardia, con la voz gruesa que tanto lo caracterizaba-, fue construida especialmente para los esclavos más jóvenes e incluso para algunas concubinas del rey. Cada celda está ampliamente separada de la otra.

- ¿Concubinas? -Se animó a preguntar- ¿no que la prostitución es ilegal?

- Bueno, sirven para satisfacer deseos sexuales pero no son exactamente como las rameras. Aún así es el rey, si las cosas las hace él no están mal.

El chico sintió la cara arder de impotencia e ira, por la doble moral que ese idiota rey manejaba todo el tiempo. Lo odiaba con todo su ser, y ahora, iba a ser privado de la libertad por el hombre que más repudia en todo el planeta.

Con fuerza, el guardia Kim abrió la pesada puerta, y entró seguido del menor. Al mirar el lugar, un pensamiento contradictorio pasó por su mente cuando la habitación era más grande que la casa en la que vivía, el colchón de la cama no parecía ser tan duro como en el que dormía todas las noches, e incluso tenía un buen retrete y un espacio de madera para bañarse. Aunque el ambiente era frío gracias al suelo y la puerta de metal, no le importó demasiado y como niño pequeño, olvidándose de donde estaba y por qué, corrió hasta la cama y de un salto cayó en ella a boca abajo, disfrutando de la sensación de suavidad de las sabanas de seda bajo suyo y el colchón hundirse un poco abrazando su cuerpo.

- Eres el único chico que veo que se emociona por estar en un calabozo.

- ¿¡Bromeas!? -Tan rápido como se acostó se sentó en la cama, observando al guardia como si acabara de decir una osadía- ¡Es la primera vez que estoy en lugar tan grande y una cama tan cómoda!

- Está bien, está bien -Respondió riendo un poco, contagiando la sonrisa al menor. El ambiente lleno de familiaridad llenó de calidez el corazón del rubio, a comparación del trato de otros guardias ese hombre era más agradable y amistoso. Entonces se sintió cómodo junto a él, protegido y valorado.

Quiso darse la oportunidad de detallarlo, así que subiendo lentamente la mirada conectó sus iris con los negros contrarios, se sintió confundido cuando una oleada de excitación recorrió sus terminaciones nerviosas; era el hombre más condenadamente atractivo y caliente que había visto, su lado más primitivo y carnal exigió a gritos cosas que hasta su conciencia le decía que estaban mal; no pudo evitar barrer con la mirada aquél esbelto cuerpo de complexión atlética y tez canela, aparentemente fuerte y con músculo por lo que alcanzaba a notar por encima del uniforme, y Dios, ese pantalón blanco armiño ajustado a sus gruesas piernas le quedaban de maravilla, en especial en su entrepierna donde la tela se ceñía con ansias.

Entre tanto NamJoon jadeó discretamente cuando observó con atención los detalles de su fino rostro: extrañamente tenía los ojos azules, profundos como el océano mismo, de mirada dulce, inocente; labios rojos, carnosos y hechizantes; tan angelical, etéreo y prohibido... la piel tan tersa y de color trigueña que lo componía parecía ser un lienzo esperando a ser pintado, incluso las hebras de cabello rubio que gentilmente acariciaban sus hombros levemente descubiertos eran preciosos. No pudo evitar sentirse provocado y atraído, en especial por la mirada llena de lujuria que tomó el chico cuando conectaron sus miradas; sumiso y tan a su merced lucía que su corazón comenzó a bombear sangre y se concentró en una zona en específico.

Un deseo incorrecto, tan meramente carnal y lleno de tentación que los envolvía, los consumía por dentro e intentaba tomar el control.

- Voy a limpiarte esas heridas, quédate ahí -Dijo en tono suave pero cortando la conexión, y caminó hasta una pequeña mesa al lado de la cama, sacando una cajita donde suponía habían los implementos necesarios.

De pie enfrente de él, tomó con delicadeza las manos pequeñas del chico, tratando de ignorar el sentimiento de satisfacción que sintió gracias al roce de las pieles.

- ¿Cómo te llamas y qué edad tienes?

- Park JiMin... tengo diecinueve ¿y usted?

- Kim NamJoon -Reprimió las ganas de expresar su asombro cuando el chico le dijo la edad-, veintiocho años. Puedes decirme NamJoon, y por favor no seas tan formal conmigo, es lo correcto pero no me gusta -Continuó limpiando las muñecas, con parsimonia; como si fuera una caricia.

- NamJoon... -Lo llamó con suavidad, casi con miedo y su voz tembló. Un nudo en su garganta lo obligó a callar por completo, sintiéndose incapaz de continuar.

- ¿Hm? -Contestó ido, tan concentrado en el extraño placer que recorrían sus nervios.

- Yo... lo siento.

- ¿Por qué te disculpas?

- Sé que usted... Digo, tú pensabas de mí como la víctima, pero la verdad es que soy tan culpable como ellos... -Pronunció luego de intentar tragar el nudo, y se odió por sentirse tan frágil y expuesto.

- No, sigues siendo la víctima. Eres víctima de un gobierno absolutista, las consecuencias de ello recaen sobre ti. Es instinto de supervivencia lo que haces. Ellos pidieron tus servicios ¿no? -JiMin asintió suavemente, pero NamJoon solo sintió el movimiento ya que no lo estaba mirando- siguen siendo los culpables por abusar de eso.

- Pero es ilegal, además... aunque trabaje en algo así, a mí me gustan los hombres...

- Robar también es ilegal y aún así la nobleza y el rey lo hacen con los campesinos y el pueblo llano -Ignoró el comentario del chico sobre sus gustos, pues en cuanto al tema se sentía en una guerra interna de conceptos. Sabía que ser sodomita estaba mal según lo que le habían inculcado, sin embargo, él estaba sintiendo atracción carnal hacia un hombre precisamente, y lo peor: mucho menor de edad que él. Era contradictorio.

- Eres diferente a los demás...

Namjoon por fin se animó a subir la mirada, apreciando una vez más sus iris azules, simplemente preciosos; y casi pareció ver las estrellas en sus ojos almendrados. Porque se sintió observando la infinidad del firmamento, y la armonía de su apariencia.

- Listo -Alejó sus manos de él, poniéndose de pie dejó las cosas en su lugar y por un breve instante el vacío reemplazó el placer-. Iré a traer agua del pozo para que tomes un baño y le diré a una de las sirvientas que te ayuden ¿de acuerdo?

Cuando estaba en la enorme puerta de metal se detuvo cuando el chico pronunció su nombre, tan suave, lento y melodioso que sintió en cada parte de su cuerpo ese escalofrío el cual luego se instaló en su espina dorsal, ocasionado que sus vellos se erizaran.

- Gracias... buscaré la manera de agradecérselo debidamente.

Y justo como el fuego consume todo a su paso, sería aquella indirecta sentencia de amor, de pasión ardiente y desmedida.

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© FlyKingSquad
14042020

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