✘ Capítulo XXII.i ✘

Primero, dos cosas:

1. Creo que quedaron algo confundidxs con el cambio de actitud de Noah; él solo se volvió así de simpático, agradable y vivaz por Chan, quien lo motivó a mejorar, a abandonar sus miedos y afrontarlos. Noah siempre fue así, pero por un mal episodio, dónde justamente nuestro Chris lo conoció, se había vuelto una persona oscura, tímida y cohibida. Luego llegó nuestro Channie y como el rayo de sol que es, iluminó su vida.

2. Este capítulo contiene escenas +18. No es la gran cosa, realmente, pero igual me veo en la obligación de advertirlo.

También contiene actitudes homofóbicas, violencia física y verbal, y temas delicados relacionados con lo familiar. ⚠️

Capítulo dedicado a: IngridYiyi. Gracias por haber participado en la mini-dinámica y por mostrarme tanto apoyo en la historia y hasta como persona misma. Tqm. ❤️❤️

▲•▼•▲『✘』▲•▼•▲

Yo jamás entendí
que hice para merecer este mártir.
Tú solo no paras de reír.
Yo solo no paro de sufrir.

Lágrimas abundan,
miedos también.
¿Qué es lo que debo hacer
para hacerte detener?

Por favor, déjame ser feliz.

. . .

Nunca.

▲•▼•▲『✘』▲•▼•▲

Christopher Bang. 15 años.

La familia Bang cenaba tranquilamente como cualquier otra, en el gran mesón de su bien decorado comedor.

Pero no todo era como se veía; el ambiente estaba tan tenso, que era difícil hasta respirar. Al menos, así era para la madre y el hijo menor de ese hogar. Además, nadie comentaba acerca de nada, ya no habían más de esas charlas alegres, risas y bromas entre todos como antes. Solo silencio... Un silencio ruidoso, un silencio abrumador y hasta ensordecedor.

Tres eran víctimas directas de ello, dos sufrían callados, y uno lo ignoraba. El cuarto... Nada más sonreía con malicia, para sus adentros, claro. Por fuera mostraba una ahora brillante, feliz e inclusive hasta inocente. Solo una maldita máscara.

— Me dijeron que hoy tuvieron partido —y la madre estaba harta. De verdad, no soportaba ese tipo de ambientes. Le ponía tan al borde, con los vellos de punta...—. ¿No es así, Chris?

— Oh —el muchacho alzó la cabeza, masticando lo que tenía en su boca para luego tragarlo—. Sí... Tuvimos un partido, contra la escuela del otro estado.

— ¿Y como les fue? —el padre se incluyó por sí solo, cosa que animó al menor, quien estaba dispuesto a contestar con emoción de su gran avance en el área deportiva.

Pero como siempre, ella no podía evitar lanzar veneno antes de que él siquiera haya podido pronunciar la primera sílaba.

Porque siempre ahí estaba, la causante de sus desgracias, de que toda su vida diera un giro de 180 grados y estuviese donde está ahora. Sí, la misma que había regado rumores completamente falsos sobre él, sin ser descubierta aún y haciendo que todos le creyesen.

Ella, la antes amargada, apartada y callada, la quejona y brusca, la envidiosa víbora... Ahora una estudiante de perfectas notas, que le arrebata el mérito siempre, que había pasado de tener el segundo y tercero lugar siempre detrás de él, al primero, y en todo el proceso, mientras se regocijaba con la victoria, los premios y la fama obtenida, metía toda clase de mierda en la cabeza de sus padres.

— ¿Hablan del juego que hubo en la tarde? —se hizo la sorprendida y seguidamente, mostró una mueca de "decepción" y horror. Era profesional cuando se hablaba de actuar—. ¡Perdimos! Y todo por culpa de Chris.

El de rizos no tardó en reaccionar, viéndola confundido pero por encima de todo, muy molesto. ¿De verdad?

— ¿Y por qué mi culpa? —carraspeó, sin quitarle ni un segundo los ojos de encima. Juró ver como sus labios formaban una sonrisa macabra.

A ese nivel de traumado estaba.

— Porque dejaste que pasasen muchos goles fácilmente evitables —se encogió de hombros, evitando verle a la vez que llevaba a su boca un poco de ensalada.

Christopher apretó los puños bajo la mesa. — Eso no es cierto. Ellos eran mayores y estaban mejor preparados. Era difícil intuir por dónde vendrían los goles. Como sea, no es todo mi culpa. Mis compañeros pudieron detenerlo antes de que llegasen hasta la portería y-

— Ay ya, admitelo, eres un horrible portero —le cortó, con una expresión de fastidio—. Estoy segurísima que de no ser por ti, hubiesen ganado... ¡Es un completo hecho!

— ¡Tú-!

— Chicos, no empiecen —detuvo su madre. Estaba exhausta de estás constantes discusiones entre ellos—. Hannah, no debiste decir eso acerca de tu hermano. Seguro se ha estado esforzando. Discúlpate ahora.

— ¿Disculparse? ¿Por qué? Es verdad —y en cambio, su padre le dió toda la razón a su hermana. Tal cual siempre. El pequeño corazón de Chris se desquebrajó –más de lo que ya– al oír como su principal ejemplo a seguir confirmaba esas palabras—. No trates de taparle la realidad, o jamás crecerá. Chris ha sido muy flojo. Al último partido que fui, se distraía demasiado y seguro por eso aquella vez y esta perdieron. Y, ahora que lo pienso, ¿ustedes realmente han ganado algo? Porque siempre que escucho de tu equipo es por una derrota más...

Tensó su mandíbula, contrajo su carita. Quería llorar. ¿Acaso no recordaba todas esas veces que corrió a él, lo abrazó y le dijo lo orgulloso que estaba? Después lo alzaba en su hombro y presumía a todos sus amigos que su hijo era un ganador, que era el mejor...

¿Dónde quedaron esas dulces memorias? Eran tiempos que añoraba regresasen, o sino a los que le encantaría regresar y repetir una, y otra, y otra vez...

— Si hemos ganado... Tengo fotos, y trofeos... —murmulló, entristecido. Su madre lo notó y quiso darle mimos, porque como odiaba ver a su pequeño así, pero no estaba cerca y no quería ser tan obvia o entonces su esposo se enfadaría por "consentirlo de más"—. Tú estuviste en ellos.

— Ah, cuando eras niño... —rodó sus ojos, picando un pedazo de carne—. Pero en estos momentos eres un adolescente, Christopher, cerca de tu adultez. Esos solo eran cosas bobas, cualquiera podría ganar a esa edad. Ahora es el momento de la verdad, y la verdad es que te estás volviendo débil, vago e inútil.

— Amor... —la mujer mayor trató de intervenir, creyendo que era demasiado. Y así era. Sin embargo...

— Silencio —... fue mandada a callar, como era ya recurrente. Le ardía el pecho de mantener todos esos reclamos dentro, pero no tenía de otra. Debía ser una mujer obediente a su marido—. No solo en el fútbol te haz vuelto así, en todo la haz venido arruinando. En nado, en tus notas... ¡Incluso en tu coral de canto!

El joven bajó la cabeza, sintiéndose la peor escoria que podía tener su familia, el colegio, la ciudad y el mundo entero. En realidad... Lo que decía su papá tenía algo de razón; se había convertido en una persona mediocre en todo eso que le apasionaba. Y antes no era así, antes era perfecto, de notas perfectas, primeros lugares en todos y muchas medallas y trofeos. Halagos por aquí y palabras reconfortantes por más allá. Pero eso había acabado abruptamente... Y sabía quién era la responsable.

Sí, admitía que en algunas había sido su culpa. Lo asumía. Pero lo del nado era porque ella siempre le distraía, no le dejaba entrenar bien o le hacía alguna maldad antes, como mandar a otros a que lo golpeasen para que su desempeño fuese menor. Y como si aquello fuese poco, también le metía pensamientos negativos en la cabeza, lo atormentaba día y noche, un horrible terror psicológico.

Más, no podía decir nada, porque no le creerían, porque no tenía pruebas de que ella era quien le causaba tanto daño, porque ahora... Era la chica perfecta, inocente y pura. La hija que todos querrían.

— Aprende de tu hermana —palabras continuas—. Te ha superado en todo sentido, y tú solo bajas la cabeza como un crio de cinco años. ¿Es todo lo que puedes hacer?

— Perdón... —casi no podía contener las lágrimas. Quería llorar, en serio quería. Y quería también tener alguna evidencia de que su hermana era la villana de todo este cuento, pero para su desgracia... Ninguna de las dos era posible—. Mejoraré, en serio lo haré... Prometo que lo haré.

— Solo hazlo, Christopher —refunfuñó su progenitor, estresado de escuchar las mismas palabras—. Hazlo de una buena vez... Y deja de ser la decepción de la familia Bang.

Una fina gota escapó por su ojo derecho, cruzando hasta su mentón en tanto Chris quedaba atónito por esas palabras.

¿Cómo es que pasó de ser el futuro orgullo a la gran decepción? ¿Cómo...?

Limpió rápidamente el rastro de aquella muestra de sus desanimados pensamientos, que le jodían en el momento menos indicado. Creía que nadie lo había visto, pero su hermana solo se regocijaba y reía como una maldita maníaca en su interior.

Divertido, entretenido... Un deleite.

Ver cómo destruían a su hermano frente a sus ojos, observarle cayéndose a pedazos... No, no había nada mejor.

O por lo menos, todavía no llegaban a esa parte...

— Quiero notas más altas, quiero ver más trofeos y que la gente hablé de ti por lo bueno, y no por lo malo —el padre continuó comiendo, aunque parecía seguir enfurecido—. Si no logras eso en dos meses... Despídete del canto, de tu equipo y del nado.

El pequeño castaño miró a su progenitor, horrorizado de lo que acababa de pronunciar. ¿Dejar todas sus pasiones? ¿Especialmente, el canto? No... No podía...

— Me esforzaré, me esforzaré... —musitaba sin parar, temblando. Escuchó un suspiro por parte de su madre y un bufido por parte de su padre—. En serio...

— Más te vale, porque sino, cumpliré mi palabra.

Y con esa última amenaza hecha, las cosas se quedaron en un absoluto silencio, tal cual al inicio. Cada quien terminaba con su cena, siendo el primero Chris, quien dijo no tener más apetito.

Su mamá le vio con pena antes de dejarle ir. Sabía, por toda su aura y expresión corporal, que necesitaba urgentemente salir de ahí. Y, ¿quien no? Hasta eso era lo que ella quería.

Desde ese día, el menor de los Bang's se forzó a sí mismo mucho más para conseguir complacer a su padre, estudiando un millón de veces, durmiendo solo unas pocas horas, entrenando duro y esforzándose al cien en todo lo que hacía.

Pero, todavía así... Nada cambió ni mejoró.

Todo empeoró.

Christopher Bang. 16 años.

Chris caminaba por los pasillos, con sus manos agarrando fuertemente las correas de su mochila y la vista en el suelo. No obstante, eso no impedía que pudiese saber que tenía las miradas de todos los estudiantes encima, murmullando burlas y riendo, poniéndole notes despectivos, destructores de lo poco de autoestima que le quedaba.

Lo rumores de hace años no se olvidaron, sino que se confirmaron. Muchas personas empezaron a decir que eran una absoluta verdad, y el joven Bang no entendía por qué esas personas, que desconocía por completo, hacían eso. Obviamente eran solo chismes que él nunca supo de donde se originaron. Ni uno solo de ellos era cierto.

O, bueno... Puede que solo uno sí.

— Demasiado bonito para que le gusten los chicos... —escuchó a una de las muchas féminas que por el pasillo, como él, andaban, junto a su amiga. Tragó grueso y apretó más sus manos.

— Y dicen que es de los gays que le gustan que se la... Ya sabes —respondió la otra chica, disgustada con solo pensarlo. Su contraria suspiró y afirmó, y una presión en el pecho de Bang le impedía respirar bien.

"Christopher Bang es gay" el rumor más hablado. Porque, claro, ese tema... Siempre daba de que hablar en las personas.

Un chico con una familia que tenía el apellido más aclamado en todo el país, el posiblemente futuro dueño de una de las empresas más importantes... Es gay.

Con padres homofóbicos y un entorno no muy distinto. Nadie lo apoyaría, perdería a su familia, perdería su herencia y su honor... Perdería todo.

Y eso era simplemente, inaceptable.

Quería negarse a que él en verdad era tal "fenómeno" de la sociedad, quería creer que cuando sentía cosas extrañas hacía algunos chicos de cuerpos fornidos o brillantes sonrisas era simple admiración, nada más.

Quería creerse eso, comerse todo el jodido cuento, pero...

— ¡Chris!

... llegaba él.

— Noah... —nombró, muy bajo, al compás que se volteaba y observaba a su mejor amigo. El único que tenía, el único leal y que sin importarle todo lo que iba de boca en el instituto, siempre estaba ahí, a su lado, consolándolo y brindándole su incondicional apoyo—. Hola.

— Hola —respondió, pasando un brazo por sus hombros—. ¿Cómo estás?

— Como siempre —respondió, encogiéndose de hombros—. Bien.

— Pero tienes una cara laaaarga —su amigo pasó una mano por su rostro, estirando la piel para hacerla parecer a lo que había dicho. Christopher se risoteó un poquito—. ¿Que pasa? ¿Cosas en casa?

— En todos lados, pero no importa —desvió la vista. Lo mejor era restarle total importancia, total, contarlo no le venía sirviendo de nada—. ¿Tú cómo estás?

— Estoy bien... Chris —les detuvo. El menor ni se dió cuenta cuando fue que llegaron a su lugar especial; detrás del colegio, donde había un alto y viejo árbol de flores amarillas. Nadie nunca había ido ahí más que ellos, cosa extraña si se ve la belleza de tal creación de la naturaleza—. ¿Puedo hacer algo para animarte?

— Si me haz traído aquí... —caminó hasta estar al frente del azabache, tomando sus dos manos—... no creo que sea solo porque sí.

— Eres inteligente —Noah sonrió, coqueto, y Chris solo bufó, sonrojado y riendo un tanto.

— Y tú un idiota pervertido —pasó sus manos por todo su pecho, subiendo hasta sus hombros. Sus pies se alzaron hasta estar en puntillas para alcanzar los labios ajenos, pero...

— Yo no hablaba de eso —... Jones levantó su mano, interponiéndose entre lo que iba a ser la unión de sus belfos—. ¡Y no soy un idiota pervertido! ¡No es eso siempre lo que quiero!

El castaño arqueó una ceja. ¿No era eso?

— ¿Y para que me trajiste entonces? —ladeó su cabeza. Estaba evidentemente confundido y curioso.

Siempre que se situaban en ese lugar, era para besarse y, a veces... Tocarse un poco. Pero nada del otro mundo.

Después de todo, seguían siendo adolescentes con algo de inocencia, que simplemente experimentaban sensaciones nuevas a causa de sus hormonas.

— Porque es nuestro lugar especial —dijo, como si no fuese más que obvio.

— ¿Y?

— Y tenemos toda la privacidad para hacer lo que sea, sin que nadie nos juzgue o nos vea raro.

— ¿Que podría ser, además de lo de siempre?

— Por eso te he preguntado —le sacó la lengua. Christopher agachó la cabeza, pensativo, y a los segundos la volvió a levantar para encontrarse con la atenta y expectante mirada de su amigo.

— Quiero... —el pelinegro le incitó a seguir, emocionándose por lo posiblemente pedido—. Ah, es que no sé realmente.

Noah sintió como una gota de sudor bajaba por su cien, manteniendo la expresión aunque algo decepcionado. ¡En serio esperaba algo!

— ¡Puede ser lo que sea! —levantó sus brazos, animándole—. Puedo malabarear con los cuadernos de las mochilas, hacer un mini-show de chistes malos, porque sé que te encantan —Chris rió, afirmando—. ¡Oh! Podemos escuchar música, acostados en el suelo mientras nos hundimos en nuestros más profundos, morbosos y perturbadores pensamientos, liberando nuestras almas y siendo trancendentales, yendo por encima del instituto, luego ciudad, luego país, luego el planeta entero, entrando en una fase tan alucinante y demencial en la que nadie a entrado antes, ¡y-

— Quiero un abrazo.

El azabache le vio. Sin entender del todo.

— ¿Un que? —arrugó el entrecejo, ladeando su cabecita a la vez.

— Un abrazo —boqueó el de cabello despeinado, abriendo sus brazos de lado a lado—. Eso es lo que quiero...

— ¿Solo eso? —Bang afirmó—. Bueno...

Sin agregar más palabras y olvidando todo lo demás, se aproximó de nuevo para unirles en un dulce y reconfortable abrazo. Chris dejó que algo de aire escapase de sus pulmones, reforzando sus extremidades superiores al tórax del mayor, quien sonrió enternecido y comenzó a mimarle.

— Eres como un cachorrito... —comentó, en susurros. Chris se dedicó a solo oirle—... pero en realidad, eres todo un lobo. Eres igual de feroz, valiente y a veces, solitario. Pero yo sé que en el fondo solo deseas cariños, amando estar en manadas y amando proteger a todos esos que quieres. En ocasiones sigues haciéndolo, y en serio es de admirar pues nadie te lo devuelve. Tú lo haces de buen corazón... Ah, tu corazón... Debe ser enorme, Christopher, porque nadie que sufra lo que tú sufres seguiría siendo tan bueno.

El ojiazul se aferró con todavía más fuerza a su amigo, escondiendo su rostro en el hueco del cuello de éste. Quería llorar, tenía tantas ganas...

¿Y por qué no hacerlo?

Así que se libró; dejó que cada sollozo saliese, cada exclamación dolorosa y cada lágrima, sintiendo a la vez como las reconfortantes manos del mayor le consolaban. Ah, ese chico...

Apretó sus dientes entre sí, tensando,.por ende, su mandíbula.

"No es justo todo lo que vivía..."

— Ya, ya. Aquí estoy —canturreó, entecerrando sus ojos y dándole más consuelo—. Estoy aquí... Y siempre lo estaré.

Chris afirmó con efusión, creyendo ciegamente en aquellas palabras.

Él estaría siempre, él... Estaría ahí, sin importar qué. Porque eran mejores amigos, porque había un lazo especial, y quizás...

Quizás algo más.

¿Era así? ¿Será que realmente existe eso que describen como amor en todos lados, ahora en él, y justo por el chico que tenía encerrado en brazos mientras le llenaba el hombro de lágrimas y mocos?

"Lo averiguaremos" pensó, separandose un poco y tomándole de sus mejillas, algo tembloroso. Noah lo observó extrañado, a punto de preguntar qué es lo que quería o que pasaba, cuando los labios de su ajeno se pegaron a los propios.

Abrió bastante sus ojos. No se esperaba aquello, le había tomado por sorpresa. De cualquier forma, igual correspondió, agarrándole con sutileza de la cadera. Chris jadeó cuando sus belfos se separaron unos cuantos milímetros, encontrándose luego en una unión más desesperada aunque sin quitarle el toque de afecto y dulzura.

Y fue así como se mantuvieron un rato, en un constante contacto labial húmedo, caliente y cargado de muchísimo... Amor.

Oh, ¿eso es lo que era? Ese revuelo, los latidos tan frenéticos de su pequeño corazón y el cosquillear en su estómago... ¿Era amor?

Según las películas, libros y series juveniles románticas, esto era exactamente lo que sentían los personajes principales al mostrar tal sentir en otro. Todo apuntaba a que sí, en efecto era lo que pensaba... Y lo que temía también.

Había experimentado besos con chicas, pero no sentía nada. Ni la emoción, ni la adrenalina o el gusto por seguir. Era solo... Una boca que intentaba encajar con la suya, erróneamente.

Pero él... No podía ser gay, no podía manchar el apellido familiar de tal forma. Tal vez solo necesitaba más experiencias, tal vez necesitaba ayuda psicológica, o lo que sea, lo que sea con tal pierda esta enfermedad que tenía.

— Chris... —murmulló Noah, exhalando sobre su boca y viéndole ahí, de muy cerquita.

Y justo eso era su perdición, la maldición que le hacia perder toda motivación a "curarse". Eran esos labios curveados, esos dientes algo chuecos, pero que seguían siendo lindos, y esos ojos grisáseos que le hacían agarrar todos esos pensamientos, meterlos en una bolsa de basura y lanzarlos a un bote mientras exclama "¡Al diablo con esta mierda!".

— Noah... —solo, era ese amor que sentía, el más inmenso, cubriéndolo por completo. Maldición, a la mierda con todo, con la homofobia tan sin sentido de la gente y su posible deshonor. A la mierda con que le depare al futuro, con las posibles consecuencias. Que le den a todo. Él solo... Iba a ser feliz—. No te detengas.

Y después de que esa oración fuese dicha, se volvieron a besar, más caliente, más ansioso. Pero nunca olvidando lo cariñoso, lo sutil, lo inocente.

Ah... Maldita inocencia que había llenado de ilusiones a estos pobres chicos.

— Chris... ¡Chris!

El chico puso la almohada sobre su cabeza, gruñendo, casi reventando a llorar. Ya no soportaba este jodido infierno.

— ¡Christopher, te estoy llamando, niño malcriado! ¡Ven aquí ahora mismo!

«No quiero, no quiero, no quiero...»

— ¡Chris!

— ¡No! ¡No quiero! ¡Déjame en paz! ¡No hice nada de lo que Hannah dijo, lo está inventando! —se defendió, temblando de la ira aunque también de la tristeza y la impotencia.

Fue en ese instante que escuchó pasos contundentes aproximarse por las escaleras y luego por los pasillos. También podía oír de manera poco clara algunos murmullos de una voz femenina y pasos más "pequeños" y apresurados.

Sabía lo que vendría. Por lo que solo se hundió mucho más en las sábanas, edredones y almohadas que estaban regadas por todo el colchón donde dormía.

La puerta fue fácilmente abierta con una llave. Demonios, pensó que había logrado desaparecer todas esas del alcance de su padre, pero parecía no ser así.

El chico suspiró, sonoro.

— ¿En serio? ¿Ocultándote, eh? —prácticamente arrancó las sabanas y almohadas de sus manos, escuchándolo quejarse y gruñir. Torpe, se cubrió con sus brazos—. Sé un verdadero hombre, ponte bien los pantalones y enfrentame.

— Hannah miente... —fue su única defensa, como siempre, y su padre rió. Lo odió—. ¡Ella miente, no hice lo que sea con lo que me inculpa ahora!

— ¿Y como explicas esto?

De pronto, Bang hijo sintió como algo caía encima de él y de inmediato su sentido del olfato lo captó; el maldito olor a cigarro.

Bien, Chris si tuvo una etapa en la que fumó, solo para parecer "cool" delante de sus "amigos". Pero realmente lo detestaba, lo aborrecía totalmente y odiaba la desgradable e intensa fragancia que dejaba en sus consumidores.

— Yo no he fumado —contestó, tomando aquello entre sus manos y viendo a su padre. Estaba siendo completamente honesto—. Es Hannah que-

— ¡Deja de mentir! —vociferó furioso su padre, causando que Christopher se encogiera en sí mismo, viendo el suelo. Su madre solo observaba, en silencio, desanimada—. ¿En serio vas a decir que Hannah tiene algo que ver? ¡Por dios!

Realmente, si lo tenía.

Era tremenda coincidencia que algunas de sus chaquetas o suéters desapareciesen de la nada de su closet, volviendo a aparecer justo en esos momentos, donde le era echada en cara con ese horrible olor que anteriormente no poseía.

Pero, bueno, no tenía ninguna prueba más que su palabra, y eso probablemente no le valdría, no con su papá, menos si no sabía como es que lo hacía.

— ¿Entonces? —insistió su padre, sacándole de golpe de su bruma de pensamientos. El castaño le miró con fastidio, resoplando—. No me veas así, niño.

— Ya te dije que lo hizo ella —pronunció, no capaz de aceptar la culpa ajena—. Yo no-

El sonido de pieles teniendo un contundente choque hizo una especie de eco en la habitación del menor de los hijos de aquella familia, dejando todo en absoluto silencio por un rato.

Christopher, con la cara volteada bruscamente, no daba crédito a lo que había pasado; le había abofeteado.

¿El por qué le sorprendía tanto? Pues era debido a que él nunca le había puesto ni un dedo encima. Sí, lo reprendía, le gritaba y castigaba, pero jamás de los jamases habían cruzado de agresión psicológica a agresión física.

— ¡Te he dicho que seas un hombre y digas la verdad! —bramó muy cerca de su rostro, haciéndole retroceder y encogerse en sí mismo, temblando—. ¡Deja de inculpar a tu hermana que jamás hace nada!

— ¡Para! —su madre al fin intervino, tomando a su esposo de un brazo y halando—. ¡Detente! No es... No es para tanto...

— ¿¡No es para tanto!? ¡Apártate, claro que lo es! —sacudió su brazo y ella se alejó, quejándose debido a que le había golpeado un poco—. ¡Estoy harto de que me mienta, con tanto descaro! —y volteó a mirarlo, agarrándolo de un brazo y sacudiendolo—. ¡Ya di la verdad, Christopher!

— ¡Pero yo no lo hice! —exclama, sollozante, y lo único que recibe es otra cachetada que acaba girando su cara al otro lado, con ambos laterales de su rostro palpitantes, ardientes, picosos. Una mezcla horrorosa que le dejó sin palabras aunque si con muchas más lágrimas—. Yo... Créeme.

— Siempre dices lo mismo, haciéndote la víctima —se mofó el mayor, gruñendo al tiempo que se sobaba el tabique de la nariz—. Como que te está gustando que te golpeé, ¿ah?

— N-no... —apenas pudo decir, cerrando con fuerza sus pequeños y empapados ojitos—. No es así...

— Entonces dilo —carraspeó el padre y Christopher bajó la vista, apretando las sábanas entre sus manos. No era justo, no era justo...—. ¡Dilo!

— Sí, y-yo soy quien ha estado fumando —se resignó, sabiendo que de seguir iba a ser un ciclo sinfín—. Lo siento...

La habitación queda de nuevo en un pesado silencio, que hace presión en los hombros y espalda de Bang. No comprendía, ¿tan malo había sido en su vida pasada como para recibir ese castigo en su presente?

— Bien —su progenitor suspiró, callado de nuevo por unos minutos antes de volver a abrir la boca para hablar—. Si vuelvo a descubrir que tu ropa huele de nuevo de esta manera, ya no serán palabras con las que vendré, Chris. Te estás dañando, ¿lo sabes? Y no encuentro forma en que te des cuenta de eso.

— Sí... —susurró, no dignándose a verlo. Únicamente visualizó a su mamá, y de hecho fue muy de reojo—. N-no lo haré... Lo prometo.

— Guardate todas tus insignificantes promesas —y aunque Bang menor no lo estaba viendo, sentía el acusador dedo de su padre sobre él, causando que asintiese con frenesí en busca de no molestarle más. No quería más golpes, ni más gritos, ni... Nada—. Únicamente, hazlo.

— Sí... —repitió. Él nada más quería quedarse en su cuarto, en su cama y con su amada música. Tomar su ukelele y crear alguna melodía, o agarrar el lápiz para escribir sin detenerse, creando miles de canciones que nunca nadie podría oír, que se quedarían con él.

Los segundos posteriores a ello, oyó como los pasos ahora iban en dirección contraria; fuera de su cuarto. Cuando ya no escuchaban más, percibió como una cálida y tersa mano de posaba sobre su cabeza, le dotaba de un par de mimos y, finalmente, se apartó y se fue también.

Alzó la cabeza en lo que el chirrido de su puerta se escuchaba, pero cuando volteó, solo la vio. ¿Era posible que alguien de tu propia sangre fuese tan sádico, despiadado y vil? Su propia hermana... Sí que lo era.

Hannah.

— ¿Que sucede, Crispy? —estúpido tono "dulce y gentil" que solo era una fachada barata. No comprendía, a estas alturas, como sus progenitores se comían todo el cuento—. ¿De nuevo llorando, ah?

— Vete de aquí —quiso sonar amenazante pero en su lugar, fue más una súplica—. Vete, Hannah...

— Maricón —llamó con asco y odio, provocando que el pecho de Bang doliese. La había oído llamarlo así tantas veces, que había perdido la cuenta, pero eso no evitaba que doliese como si fuese la primera vez—. Aunque, ¿sabes? Te agradezco mucho por prestarme tus chaquetas y suéters para que mis amigos fumen sin que los descubran, eres una muy buena persona —rió al terminar, con fingida cándida. Maldita sea... ¡Así que eso era!

— Lo sabía... —la vió, hipando y con el pecho subiendo errático, de a ratos—. Sabía que eras tú...

Ella rió una vez más, pero en esta ocasión no ocultó el horrible ser y las malignas intenciones que tenía.

— Te lo dije... —susurró, con una perversa crueldad.

El menor alzó la vista, confuso y con los ojos acuosos. Se limpió las mejillas de los rastros de lágrimas para seguidamente verle, confuso. ¿"Te lo dije"?

— ¿A qué te refieres? —indagó, y ella solo se carcajeó, cruzada de brazos en el marco de la puerta.

— Que pagarías... Oh, esto es tan divertido —rió más fuerte delante de la cara de horror de su hermano y, sin darle tiempo al chico de que pudiese soltar otra pregunta, ella solo se esfumó de ahí.

— ¿P-pagar...? —repitió en voz muy baja, con la frente arrugada y los labios temblorosos. De nuevo, el llanto hizo acto de presencia, causando que se echase del todo en su cama y se pusiese las sábanas encima, tratando de mitigar el ruido que producían sus sollozos al salir de entre sus labios. No quería que su padre volviese para reprocharle lo "nenita" y "exagerado" que estaba siendo, cuando en realidad, todo esto era un total calvario—. No entiendo...

¿... Qué demonios te hice para merecer todo esto?

Un joven chico iba caminando tranquilamente por las calles en dirección a su casa. Hoy había sido un gran día, había aprobado con increíbles notas su examen, había recibido muchos halagos por lo mismo, palmadas en los hombros y frases motivadoras, y su equipo de básquet había ganado dos partidos el mismo día, con puntuales impresionantes.

Pero lo mejor a todo... Había pasado tiempo al lado de su persona favorita en su lugar favorito, recibiendo muchas felicitaciones, besos y mimos de éste también.

En serio, amaba tanto a ese chico.

Ojalá fuese correcto...

Un empujón en su hombro lo desconcertó, llevándole a voltear enseguida, gracias a su celo tiempo de reacción, y ver el responsable.

Y se imaginó a quien fuese, pero no a ella.

— Tú... —abrió muchísimo los ojos, sintiendo que se le iba el aire al tan solo cruzar vistas con la fémina. Ella en serio era muy distinta fuera del instituto, pasando de ser una bola de ternura y dulzura, a un ser temible e intimidante—. ¿Que quieres...?

— Que malos modales tienes, ¿acaso no te han enseñado como saludar a una dama? —se quejó, actuando tal cual en la secundaria; un puchero y los brazos cruzados, con ojitos tiernos como extra. El muchacho torció los labios—. Pensé que tu reputación te haría un caballero.

— A mí no me vas a engañar, sé perfectamente como eres —la apuntó, comenzando a retroceder. Tenía que admitir que le daba miedo, demasiado miedo—. No quiero tener nada que ver contigo. Adiós.

Y justo cuando estaba a punto de voltear e irse, ella lo agarró con una fuerza bruta de la muñeca, ganándose un quejido doloroso y una mirada de odio y temor. Sonrió por lo último.

Ni siquiera había hecho demasiado... Y ya le tenía con los vellos de punta.

— S-sueltame... Déjame... —trató zafarse—. ¡Déjame, duele!

Ella bufó para luego liberarlo, de mala gana. Enseguida el menor vio la parte que ella tenía apresada, acariciandola con la yema de sus otros dedos y notando como se encontraba muy enrojecida, con la seguridad de que mañana estaría violácea. Jadeó.

— Eres igual de llorón... —resopló y él la miró. Todo comenzaba a cobrar sentido en la cabeza del muchacho. Entendía que estuvo mal decir que era exagerado... No, no lo era. Ella era exactamente como alguien que aprecia mucho una vez la describió—. Mira, iré al grano porque no puedo tardar demasiado.

— ¿E-eh...? —el más joven frunció el ceño, de verdad confundido.

— Te tengo una propuesta... —con lentitud se acercó y eso causó que su adverso retrocediese, planeando huir. Pero justo cuando se iba a dar vuelta y echar la carrera de su vida, algo duro tras su espalda le detuvo. Volteó la cabeza y una gota de sudor frío le recorrió la cien, hasta una de sus mejillas; eran tres tipos que reconocía como pertenecientes a la peor parte de su colegio. Esos con que nadie se metia por sus miradas asesinas y porte fornido, y que ahora le visualizaban como si fuese una simple cucaracha. Tal vez, delante de ellos, realmente lo era—... a la que no te puedes rechazar, o pagarás las consecuencias... Como él.

Ese fue el verdadero comienzo.

— ¡Mamá! ¡Papá!

Los adultos, asustados por la dolida y llorosa voz de su hija, se levantaron de dónde estaban para ver atentos al marco de entrada al living, justo cuando la chica apareció.

Y las imagen que les dió los dejó boquiabiertos.

— Hannah, hija...

— ¡Christopher me golpeó! —acusó la chica, en medio de su llanto. Tenía un ojo morado y una mejilla enrojecida, hinchada.

La madre tapó su boca, incrédula de esas palabras, en tanto el padre de la familia tensó sus manos en puños, en un estado colérico. ¿Cómo se atrevía aquella escoria hacer eso? ¿A tocar a su princesa?

Precisamente, Christopher iba entrando al hogar. La verdad era que, como siempre, iba solo hasta su ostentoso hogar, y de la nada llegó la castaña, posandose a un lado con la capucha de un suéter tapándole casi todo el rostro. Ese acto por supuesto que confundió mucho a Chris, ya que ella nunca le hacía compañía, ni para regresar de vuelta a casa, y que ahora lo hiciese, con esa sonrisa que veía apenas... Le daba un mal presentimiento.

— ¿Tú qué-

— Te van a joder —se le adelantó ella, riendo con maldad. El de rizos se heló en su sitio, visualizandola seguir hasta que también se detuvo, solo unos metros más adelantes. Continuaba riéndose, y el corazón del más joven latió con desenfreno—. Te van a joder tanto... Que en serio lo voy a disfrutar muchísimo. Prepárate para el show, Crispy.

Y sin decir más nada ni dejarle preguntar a qué carajos se refería con esas palabras, corrió, corrió con todas sus fuerzas, dejándole helado en el sitio, pensativo, atemorizado. Sabía que algo resultaría terriblemente, y sus palabras... Cuando Hannah decía algo, se cumplía. Ya era como una jodida ley.

Así que también corrió, pero nunca la alcanzó. Se detuvo para recuperar el aire en la puerta y, una vez hecho, entró, yendo a dónde se escuchaban las voces, y encontrando lo que sería más de su incesante tortura.

Pero no lo sabía, hasta que los iracundos ojos de su papá se posaron en él, y tuvo que pasar saliva con una dificultad impresionante. Su madre seguía atónita, en la misma posición.

— ¿Q-qué pas-

— ¿¡Cómo te atreves a hacerlo eso a TU hermana!? —el mayor de los Bang lo abofeteó tan fuerte, que lo lanzó al suelo. También había roto un poco su labio—. ¡Eres un asqueroso cobarde! ¡Una nena! ¡Golpeando a una chica!

¿Qué?

Alzó la vista hacía la fémina menor, observando el moretón en su ojo y la rojez en su moflete.

¿Cuando él había golpeado a Hannah? No podía negar, a veces si le daban ganas, pero... ¡Nunca le haría eso!

Él no sería la misma basura que ella, no quería caer en su juego en el que sin importar qué, no ganaría. No. Prefería evitar todo lo posible generar más conflictos, pero tal parece... Que es algo imposible.

— Y-yo nunca la golpeé... —intentó defenderse, parándose con ayuda de sus brazos y manos. Veía con fijeza a su padre—. Nunca... Nunca lo hice, no lo haría, no...

— ¡Claro que lo hizo! —chilló Hannah, cada vez lloriqueando más—. ¡Él lo hizo! ¡En los vestidores de las clases de nado! Cu-cuando no había nadie... —puso su mejor cara de víctima, pobre e inocente—. Él entró a los vestidores de mujeres, nos encerró, ¡y comenzó a golpearme! —tapó su cara con sus manos, encogiéndose en sí. Chris no podía creer lo buena actriz que se había vuelto, todavía más que antes. Que maldito miedo—. Dijo que era porque, por mi culpa, ustedes lo odiaban. Yo le dije que no era así, e incluso intenté motivarlo a mejorar y no hacer algo como eso, pero... —hipó, cuando tras sus manos, estaba sonriendo—. No se detuvo... Y me golpeó. También tengo heridas en mis brazos y piernas... —finalizó su experiencia, quitándose la sudadera para mostrar los manchones azulados y violáceos que habían por varias partes. Marcas de agarres excesivamente fuertes y otros que variaban de tamaño.

El terror en las expresiones de sus progenitores no se hicieron esperar. La mamá pasaba de shock en shock, negandose a creer que Christopher sería así de cruel y violento, muy contrario al padre que creía fielmente lo que su pequeña le decía.

Una indefensa chica... En eso pensaba.

Christopher, por su parte, meditaba en cómo es que ella había logrado todo esto. ¿Sería maquillaje? No... Se veía... Demasiado real para ser maquillaje, incluso siendo ella una experta en el engaño. Esas heridas se veían reales, lo eran. Pero, ¿cómo y quién...?

Abrió de sobremanera sus ojos, recordando los acontecimientos de hace unas noches; Hannah hablando con unas de sus amigas, contándole como su novio la golpeaba por cuestiones de celos y posesividad.

Si... Seguro esos golpes eran de aquel idiota. Dios, era más que obvio. ¿Y por qué carajos él tenía que asumir la culpa? ¿Por qué no le dejaba en evidencia? Por mucho que la aborreciese, nadie merecía tener una relación abusiva y peor, creer que era lo correcto. Seguro la mayoría de sus familiares lo habían vivido o hecho, pero eso no significaba que la cadena tenía que continuar.

Eran tiempos diferentes, podía simplemente denunciarlo, le creerían, ¿o no? Bueno, como era ella...

Sus pensamientos se detuvieron de manera abrupta al ser tomado de un brazo y levantado a la fuerza. Jadeó, adolorido, y miró a su padre como si fuese el diablo y él un pobre pecador.

Bueno... Algo así era.

— ¡Atrévete a tocarla de nuevo... —otra bofetada, pero lo mantuvo en su lugar, impiendole volver a caer—... y te dejare igual o peor que como la dejes a ella!

— P-perdón... —comenzó a llorar, con las piernas flaqueándole, la mejilla doliéndole como una quemadura y la herida en su labio abriéndose más. Podía sentir el líquido rojizo bajar por su barbilla, formando un hilillo—. Perdón... Perdón... Para, papá...

— ¡No me importan tus inútiles disculpas! —otro golpe. Sus piernas cedieron, pero el mayor le levantó a la fuerza—. Y, ¿sabes qué? No he visto mejorías a pesar de que ha pasado más de un año. Sigues siendo la misma mediocridad... —Chris levantó la vista. Su padre no se imaginaba todo lo que había hecho para intentar mejorar, pero nada funcionaba y la razón... Le estaba viendo ahora con un cinismo que nadie más parecía notar—. Así que espero que ya hayas dicho adiós a la coral, al equipo y a tus compañeros y profesores de nado.

— No... —lo miró, con ruego. Una de sus manitas apretó el brazo de su padre, casi a punto de arrodillarse. No era solo perder las cosas que amaba hacer, sino dejar de tratar a esos profesores en los que confiaba tanto y le hacían sentir bien, reconfortado...—. Por favor, papá, no...

Pero lo único que recibió, fue otra bofetada, una más dura que las anteriores.

— No me importa lo que quieras tú o no... Está decidido. Tuviste tiempo para mejorar, y sin embargo, solo hiciste todo peor —el padre bufó, negando con la cabeza—. No mereces el perdón ni la piedad de nadie. Eres un bastardo por lo que le haz hecho a tu hermana. Cada día... Estoy más decepcionado de tí.

Y con una última cachetada, lo mandó, otra vez, directo al suelo, observándolo con desdén en la misma posición. La mujer castaña de mayor edad por fin reaccionó, pues el ruido de ese último golpe había sido demasiado fuerte, y vio a Chris, caminando lentamente hasta él.

— Chris... Chris —se agachó, observando el suelo con una pequeña mancha de sangre, gracias a la laceración en su labio inferior, y los cachetes rojos con cierto tono violáceo. Las lágrimas no tardaron en hacer aparición, tomando su cabeza y acostándolo en su regazo—. Christopher...

— Además de todo, un debilucho bebé de mamá. Agh —carraspeó el señor, viendo a su hija. Esta veía con el ceño algo fruncido la escena de su madre y hermano menor—. Tú no tengas misericordia, Hannah. Ven, atenderé eso golpes.

"No es misericordia, padre" habló internamente, caminando hasta él. El hombre agarró su mano y le llevó consigo, pero ella no quitó sus ojos de la escena de su progenitora y Christopher. Apretó los labios. "Es solo... ¿Por qué mamá todavía sigue siendo tan buena con él?"

Apenas desaparecieron de ahí, Chris se giró y abrazo con la poca fuerza que había en su pequeño cuerpo las piernas de su madre, ambos llorando con la misma intensidad y el mismo dolor. Ella acariciaba sus heridas mejillas y él solo apretaba los ojos, hecho un desastre emocional y físico. Un gran caos.

— Yo no fui, mamá... yo no fui... —no paraba de decir, entre lágrimas, sangre e hipidos.

Y ella afirmó.

— Lo sé, hijo...

El par de inexpertos pero calientes adolescentes se tocaban con avilantez, todo lo contrario a la manera en que sus labios danzaban una música imaginaria, creada en sus cabezas y que solo ellos tenían la capacidad de oír, gracias a su sólido lazo.

Al rato tomaron distancia, no sin que antes Noah mordiese con fuerza el labio inferior de Bang. El mismo se quejó y golpeó con pocas energías su pecho, provocando que Jones solo se risotee, sintiéndolo acostar en su pecho.

— ¿No deberíamos estar en clases? —inquirió Chris, haciendo figuritas en el pecho de su amigo.

— Ah, no lo sé... ¿Deberíamos? No tengo ni idea de qué hora es —contestó este, riendo un poco más.

— Exacto, ¿qué hora es?

— Busca en mi bolsillo derecho, hay está el celular...

Chris asintió para seguidamente buscar el aparato. Pero en el proceso, quizás tocando algo de más... Por otra cierta parte que no tardó en reaccionar al tacto ajeno.

Noah hincó uno de sus colmillos en su labio. Diablos. Ese chico...

Solo se lo ponía todo aún más fácil.

— Príncipe... —nombró, pasando saliva. Bang no dejaba de provocarle, y sabía que lo disfrutaba. ¡Podía sentir la sonrisa suya contra su cuello! Su respiración pesada, el calor de sus mofletes...—. ¿Que estás tocando?

— ¿Yo? Nada —se hizo el inocente, ahora apretando el grosor de aquello.

Noah, reteniendo un placentero jadeo a tiempo, vio al castaño y Chris nada más rió, como un pequeño niño ingenuo que comería una boba travesura.

Tan fácil... Y tan difícil a la vez.

— Ya, a ver... —por fin había tomado lo que tenía que tomar en primer lugar, extrayendolo y encendiendo la pantalla—. Son las dos y media, oh...

— Vaya, bueno...

— Ya es muy tarde —el de rizos no pudo evitar carcajear, y Noah se le unió después.

— Así es —negó con la cabeza, agraciado. Ah, bien, ya qué—. Mejor nos las saltamos.

Chris asintió de acuerdo. — Igual seguro ni nos dejan entrar... Es una hora tarde y sabes como es el estúpido profesor de biología.

— Sí, sí. Incluso podría molestarse porque lleguemos juntos —el azabache rodó los ojos, recordando todas esas veces en las que recibían un sermón por permanecer muy unidos. Por dios.

— ¿Verdad? Que ridiculez —el pequeño se abrazó al torso de su amigo, exhalando—. Siempre dice que te voy a arruinar...

— Suelo pensar que es al revés —comentó el ojigris, acariciando la espalda de Chris, quien se acurrucó mucho más en el al sentir tales toques. Escondió su cabeza en su cuello e inhaló fuerte su aroma.

Santo cielo, le encantaba. Mucho.

— ¿En serio?

— En serio.

— Hablando de teléfonos...

— No estábamos hablando de teléfonos, bobo —Chris le vio mal.

— Me vale, idiota —el mayor reventó a carcajadas—. Antes sí, así que como decía... Hablando de teléfonos, el mío ha estado raro.

— ¿Qué? ¿Ya lo dañaste? —se burló Noah, puesto que Christopher era un experto en dañar sus celulares. No entendía como este todavía seguía bien, no intacto, pero todavía cumplía con su objetivo.

Bang le dió otro golpe en uno de sus pectorales y fue entonces que reaccionó, quejándose entre risillas.

— Payasito —resopló—. No, no es eso. Solo... Que a veces lo pierdo, en mi propia casa, y luego aparece nuevamente, así, de la nada.

Las risas de Jones se detuvieron abruptamente.

— Recuerdo haberlo dejado en lugares específicos y de pronto aparece en otros que no... Ya lleva tiempo sucediendo.

— ¿Y no sabes quién es? —sus manos apretaron su cadera, un poco.

— Obvio que lo sé —el rizado viró sus oscuros orbes—. Hannah es la responsable.

— ¿Por qué tan seguro?

— Ella siempre busca con que joderme, lo sabes, es simplemente lógico —expresó, molesto, no con Noah, sino consigo mismo y todo lo que le tocaba vivir—. En mi celular hay muchísimas cosas con las que me podría dejar mal, más de lo que ya. No es tonta. A veces pienso que es una loca psicópata. Nadie normal piensa o actúa como ella.

— Sí... —tragó, desviando la vista—. Con todo lo que me haz dicho...

— Bueno, ya ves.

— Pero... Ella no podría acceder a nada —regresó sus ojos a su amigo, serio y nervioso. Al menos eso último fue lo que notó Bang—, ¿cierto? Tienes contraseña...

— Sí, bueno —rió, para aligerar un poco el ambiente y relajar a su amigo. Sus músculos también se habían tensado—. A menos que ahora se vuelva hacker también... Dudo que pueda hacer algo.

Noah se quedó muy quieto y más tarde bajó la cabeza, asintiendo un poco.

— Mmh...

Y Chris creyó saber por qué estaba así, haciendo que se acercase más, sentandose bien en sus muslos, y lo abrazase por el cuello.

— Tranquilo, si es por las fotos que... Ajá —sonrojó un poco, apartando la vista por un segundo antes de regresarla a la del mayor—, están a salvo. Nada saldrá de ahí. Calma.

— ¿Muy seguro? —sus miradas se alinearon, con uno bastante preocupado y el otro tranquilo.

Creía firmemente en que todo lo que habían compartido en su etapa hormonal de forma virtual se quedaría hay, no había razón para que fuese lo contrario... ¿O sí?

— Estoy absolutamente seguro —dejó un beso en su nariz—. Confía en mí.

— Siempre.

— ¿Ya lo tienes?

Él bajo la cabeza, negando con la misma.

— No, todavía no.

Y ella gruñó antes de que uno de esos grandes chicos que siempre le hacían compañía lo tomase de la camisa y lo lanzase al suelo, empezando una golpiza.

— No le den en la cara... No, ni en los brazos. Oh, sí cariño, directo a su estómago —rió, sádica, observando luego al que le propinaban tan duros golpes—. Tick tock, pequeño... Sabes que sucede entre más y más te tardes.

¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar por él?

Esta vez era distinta a las otras.

Noah y Chris se besaban con muchísimo deseo, más que nunca antes. En esta ocasión no estaban en su distinguido lugar especial, sino en un baño. De cierta forma era más privado... Claro, pues, no estarían al aire libre.

Las traviesas manos de Christopher se movían de aquí para allá por toda la fisionomía musculosa de Jones. No podía negar que a pesar de los jóvenes que eran, ambos estaban en excelentes condiciones físicas. Puede que su mejor amigo mejor que él, pero shh... Es un secreto consigo mismo.

Bang se alejó de la boca del chico con preciosos ojos grises para empezar a bajar por su barbilla, mandíbula y cuello. Luego le siguieron las clavículas, donde se quedó un poco más que en las otras partes –era su parte favorita de él– y continuó el recorrido, lento, tentativo, juguetón... Hasta su entrepierna.

Ninguno lo había dicho, pero era más que obvio que los dos lo querían. Además, Noah le había lanzado demasiadas indirectas acerca de querer la boquita del castaño más abajo de su cintura.

Chris le cumplirá, todo lo que quería.

Se deshizo del molesto cinturón y luego empezó a desabrochar el pantalón. Como estaba nervioso, sus manos temblando, muchísimo, pero nada le detuvo y mucho menos cuando bajó todas las prendas a la altura de los tobillos del mayor; el no tan mini-Noah se presentó justo en su cara.

Subió la vista y sus brillantes ojitos se encontraron con los del mayor. Parecía nervioso pese a la sonreía en su rostro, y tenía las manos tras su espalda. Ahora que recordaba... Creyó haberle visto tomar algo de su bolsillo antes que bajase por completo esa prenda inferior. Pero luego pensó que eran cosas suyas y que lo más seguro lo esté malinterpretado en su mente. O que nada más sacó su billetera, por si caía, no queriendo perderla.

Por supuesto.

Le devolvió la sonrisa, tímido pero definitivamente animado, y regresó su vista a la virilidad ajena. Exhaló y después la agarró de la base, empezando con lamidas, lentas, tanteando terreno. Noah gimió, bajo, y eso le entusiasmo lo suficiente como para que, unos segundos después, probase con succionar la punta a la vez que lo estimulaba con sus manos. Los sonidos pecaminosa que antes libraba su amigo aumentaron de volumen y Chris sonrió para sus adentros. Significaba que lo estaba haciendo bien, ¿cierto?

Y mientras Noah se tapaba la boca para no hacer tanto ruido y ser descubiertos, Christopher dejaba todo de sí para que hacer un buen trabajo. Acariciaba, lamía y chupaba. Trató de meter más, pero a su ritmo. Igual Jones parecía muy a gusto con estás nada más, y eso le aliviaba. No tenía ningún tipo de presión.

Aunque para que mentir; muy dentro en Christopher Bang, quería impresionado. Quizás así llame su atención... Más allá de esto. Puede que suceda algo más y tal vez, solo tal vez tengan un buen final feliz, ese que él realmente necesitaba...

No, no lo hagas, aléjate, él no es bueno, él...

Sintió un peso en su cabeza y quiso alzar la vista a ver qué era lo que pasaba, pero el chico se lo impidió. Literalmente había jalado de su melena y obligado a mantenerlo así, y eso le dió una punzada dolorosa al corazón de Bang.

¿Por qué tenía tan mal presentir?

Y con todo y la extraña situación... No paró y continuó entregándole su mejor esfuerzo, por los siguientes largos minutos. De verdad estaba centrado en ello, en lo bueno que se sentía y en lo feliz que estaría Noah al culminar. Sobre todo en el último.

¿Él? Tenía su propio problemilla... Pero era algo que se resolvería más tarde.

Finalmente y luego de muchos jadeos, gemidos ahogados y un trabajo manual y oral bastante prolongado, el mayor comenzó a hacer pequeños movimientos con su pelvis, errático y desesperado, indicándole así que ya estaba cerca.

— Ah... Chris... —le detuvo, sacando su miembro de su boca—. Cierra tus ojos, príncipe...

Obediente, sus párpados cubrieron tal cual sus orbes. Noah comenzó a masturbarse delante de la cara del menor y con el transcurrir de unos segundos, hilares largos y blancos cayeron por el rostro ajeno, haciendo que este arrugase su carita. La sensación húmeda y caliente era tan rara... Pero no a mal. Se sentía, de verdad, muy bien.

Escuchó a su amigo jadear y respirar agitado, sin ninguna mano –desde hace un rato, realmente– que le limitase de alzar la mirada. Por lo que lo hizo, deseando ver el estado en que había dejado a su mejor amigo.

Pero se sorprendió como nunca al visualizar el teléfono de este mismo en una de sus manos, con la cámara apuntando a él.

— Noah... ¿Por qué tu teléfono...? —no sabía como arribar el tema, así que simplemente lo dejó al aire.

El mayor lo vio, sin entender, pero poco nada comprendió a qué se refería. Mordió con fuerza su labio inferior a la par que intercambiaba miradas entre el celular y Bang, balbuceando, no sabiendo que decir. La situación, su descuido... Lo habían dejado en blanco.

— Es... Que quería grabarte —se sinceró. Los pecados y las mentiras arrastrándose por su espalda...—. Me gustaría tener ese tipo de cosas aquí... Te veías increíble haciéndolo y... Eso.

Christopher frunció el ceño. La voz de la razón, le decía con mayúsculas y todo, que aquello era "FAAAAALSOOO". Pero la enamorada, estúpida e ilusa confiaba plenamente, en un pensamiento de "sí mi amorcito, por supuesto que sí, lo que quieras bebito precioso".

Que maldito show interno.

— Pero no me dijiste —mencionó, tomando un poco de papel higiénico que había a su lado para empezar a limpiar su rostro. Noah también comenzó a arreglarse, subiéndose la ropa interior y pantalones de una sola vez—. Tenías que habermelo dicho...

— Perdón, perdón —él bajó la cabeza a la vez que se ponía el cinturón. Por lo poco que podía ver Chris de su expresión, parecía de verdad arrepentido—. No quería cortar el momento... Lo tendré en cuenta en la próxima. Lo siento.

— Está bien —y después de acabar de limpiarse, se acercó a su adverso y le terminó de ayudar a parecer presentable, como si no hubiesen hecho nada. Noah le sonrió encantadoramente y con pena, el menor se lo devolvió, agarrando sus manos y dejando un efímero beso en sus labios al estar listo—. No te preocupes, te perdono. Igual sé que eso nunca saldrá de ti. Así como puedes confiar en mí y nuestras fotos, yo puedo hacer lo mismo con esto.

El azabache pareció muy desconcertado. Su cara se había quedado estoica, con los músculos del ceño ligeramente tensos. El malpresentimiento que Chris creyó sentir antes volvió y causó un repentino malestar que, por consecuencia, le hizo apretar las manos de Noah. Quería una respuesta segura y una sonrisa que le generase tranquilidad, en un pacífico calor, en su no tan secreto amor, no ese asesino y frío silencio que le hacía pensar todo tipo de cosas, y ninguna buena.

— N-Noah...

— Te amo —lo abrazó, sin aviso y sin indicios anteriores, asombrando a Chris. Este día parecía cargado de muchas sorpresas inesperadas...—. Te amo... Y no quiero que lo olvides.

El castaño no correspondió y respondió nada en los primeros instantes. No podía moverse, estaba temblando y los ojos le ardían. Tenía el estómago revuelto y su ritmo se había acelerado muchísimo, llevando una cantidad exagerada de sangre a sus mofletes.

El primer "Te amo" de su primer amor...

Una lágrima egresó rápidamente de su ojo derecho y Chris vio a Noah, anonadado, antes de empezar a reír con tremenda felicidad antes de lanzarse sobre él y abrazarle por el cuello, llenándolo de besos.

No era el mejor luego, ni el mejor momento, y definitivamente no fue como se lo imaginó alguna vez... Pero no le importaba nada, lo había dicho, y había sonado tan malditamente sincero...

— ¡Yo te amo más! —exclamó, su corazón saltando por la olímpica alegría que le hacía llorar y carcajear a la vez—. ¡Mucho, mucho, mucho más!

Pero si Chris supiese la realidad, esa que abatía al cuerpo y alma del pelinegro, que le hacía retener el llanto en estos momentos mientras rezaba a cualquier dios que existiese porque eso mismo pensase en los días venideros... Oh.

Él no se hubiese confiado, no hubiese cubierto sus ojos con todas las ilusiones estúpidas que Noah había plantado y hecho crecer fructiferamente en él.

Y el día siguiente a ese, no hubiese sido el peor de toda su vida...

— ¿Lo conseguiste?

Asintió, llorando. Pero no era solo tristeza, dolor y desconsuelo. No. También era coraje, furia y decepción. Tanta decepción y asco de por él mismo.

— Lo tengo...

Los labios de ella se curvearon en la sonrisa más despiadada e inhumana que alguna vez haya podido ver. No podía entender como alguien podía ser así de atroz en su vida.

— Bien hecho. Eres inteligente, pero por lo visto... No lo amas tanto como parecía. Que pena.

Él bajó la cabeza.

«Perdóname, Chris, perdóname...»

Chris sollozaba, aferrado a las sábanas de su cama de una manera impresionante. Pero como no, teniendo en cuenta el deplorable estado en el que se encontraba.

Su espalda ardía como si le hubiesen echado gasolina y le hubiesen prendido en fuego, sí, así mismo, en su estado de completa consciencia. Sabía que aquella se sensibilidad se la debía a las heridas en esta misma zona, abiertas, al rojo vivo. Sangre. Oh, de eso había en todas partes.

Voltease dónde lo hiciese, podía ver aunque sea una sola gota de aquello. Dios, dios. Tenía tantas ganas de vomitar como de cerrar los ojos y no volver a despertar. Pero el dolor tan agudo e intenso no se lo permitiría.

Ni tampoco las macabras risas que escuchó viniendo del pasillo, crispando cada vello de su cuerpo.

— N-no... —apenas podía hablar, después de haberse desgarrado la garganta en gritos de agonía, de auxilio, de un llanto gutural—. No...

Intentó ponerse de pie, pero sus piernas no pudieron soportarlo y cedieron, sin siquiera dejarle levantar más de un décimo de su peso corporal. Las lágrimas salieron en mucha más cantidad, nublándole la vista a la vez que le hacía sentir impotente, débil.

«Marica.»

Cerró con fuerza sus ojos, ahora de sí se sacudía en violentos estremecimiento a y espasmos. El aire se le hizo denso y sintió como si una soga se le ajustase en su cuello, haciendo presión en su nuez de Adán.

Por un segundo, pensó que en serio estaba pasando, y llevó sus desesperadas manos a la zona. Más... Ahí no había nada. Solo se estaba arañando, hiriendose –más de lo que ya lo estaba– a sí mismo. Escuchó que esas tenebrosas risas se hicieron más altas, conjunto a los pesados pasos, y volvió a luchar por ponerse de pie, pero no. De nuevo, todo su ser se rendía ante esa idea.

No podía. No podía. Luchaba. Se apoyaba en sus brazos e intentaba, llorando sin cesar, temblando, deseando que ya está pesadilla acabase.

Pero no, cada vez, las pisotadas eran más cercanas, cada vez, esas carcajadas hacían más eco en su pequeña y dañada mente, llena de traumas, de un dolor y un peso que un chico tan joven no podría cargar.

Cada vez...

Sus cicatrices volvían a abrirse, una, y otra, y otra, y otra vez...

Y entonces, sucedió; escuchó como la puerta era lentamente abierta, y el sonido de rechine que hacía, gracias a su longevidad, le llevó a un estado de completa demencia, desesperada, ansiosa.

— No, no, no... —susurraba sin parar, rindiéndose, cayendo al suelo y tapando su cabeza con sus manos, repitiéndose que todo estaba en su cabeza, que no era real, no era real...—. Por favor...

Sintió la fría mano de la chica, haciendo que soltase un alarido de completo terror, negandose sin parar mientras las laceraciones en su espalda sangraban en mucha más cantidad.

Ella hizo lo mismo de siempre; le vio con su sádica sonrisa, y rió.

— Hola, hermanito.

Chris abrió sus ojos de golpe, reteniendo un posible grito y tan solo jadeando. Podía sentir su corazón yendo a millón, retumbándole y haciendo que todo su organismo vibrase, casi que de manera seguida, sin paros, cosa que en serio me asustó. Parecía a punto de un infarto.

Sin embargo, a pesar del susto que siente por el posible fin de su vida –diciéndolo así si se dramatiza un poco, como en la mente de Chan justo ahora–, no había tenido el clásico despertar brusco que muchos tenían al despertar de una pesadilla como esa; no miró a todos lados, horrorizado, buscando realidad en medio de su tétrica ensoñación, ni lloró, o exclamó, o cualquier otra cosa.

No cuando estaba acostumbrado a eso...

Y, nuy al contrario, fue al ritmo de una tortuga, reincorporándose con ayuda de sus brazos de a poquito, escuchando sus huesos tronar a la par que él se volteaba, con lentitud, al sentir una mirada en su espalda.

Y esperó lo que sea, pero él... De verdad que lo había agarrado muy despreciado y atontado.

Bufó.

— Maldita sea, ¿que haces aquí, JeongIn?

Es momento de afrontarlo.

***

Dios, no saben lo estresante que fue ordenar los sucesos de todo en este capítulo porque sentía que no cuadraban, a pesar de que antes ya tenía todo pensando.

Btw, perdón por el drama-- JAHSJSHSJ. Si siento que es bien "wow" todo esto, que su papá cambiase tanto especialmente. Voy a explicarlo antes de que pase como con Noah; su padre se volvió así porque su Chris cambió. Creo que es muy normal y a más de uno me ha pasado (a mi me pasó). Como Chan ya no es el mismo niño de antes, que sigue sacando excelentes notas y recibiendo halagos, sino que ahora "fuma", "golpea a su hermana" y "es un mediocre", lo desconoce. La manipulación de ella es tal, que ajá, llegamos a este punto donde no hay ni un poco de confianza en Chris.

La mamá bueno, no siento que tenga mucho que explicar. Es una mujer obediente a su esposo. Ambos fueron criados en un ambiente machista.

Hannah es así por el deseo de poder¿ es narcisista y megalomana, pero a un nivel muy extremo, porque ve que puede hacer algo y no va a desaprovechar la oportunidad. Puedo decir que siente placer por actuar de esa manera, no placer sexual, sino emocional. Le encanta, muchísimo. Incluso en el momento que su novio la golpea, ella lo ve como un chance, y no termina con él porque dejaría mal a ambas familias. Además, la ayudó de cierta manera AAAAA. Está loca, en conclusión JAHSJSH.

Lo explico pq en la historia no voy a hacer mucho hincapié, a detalle, y bueno. Si tienen más dudas, dejenlas acá.

Volveremos al presente en el siguiente capítulo. Espero que hayan disfrutado este, a pesar de lo extenso. Por eso me tarde como mil años en revisar y editar, diso.

aaaa, y bueno, dejando de lado todo esto... ¿Cómo están? ¿Todo bien?

Espero que ustedes estén bien. Lxs amo. Muchos besitos con patria y falta de luz y agua y todo. Ya saquenme de aquí.

Nos leemos después. 💗

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top