✘ Capítulo X. ✘

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Familia es queremos.
Familia es cuidarnos.
Familia es protegernos.
Familia es amarnos.

Familia es felicidad.
Es risas, sonrisas y alegría.
Familia también son conflictos.
Es discusiones, disculpas y abrazos.

Pero al final de todo... Tu familia siempre estará para ti.
Porque es apoyo, es comprensión.
Es amor.

. . .

¿Qué sucede con la mía?

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Después de que Chan dejase a JeongIn, como acostumbraba hacer últimamente, unas calles antes de su casa –más corta de lo normal, gracias a los malestares generales del menor–, éste le agradeció rápidamente antes de robarle un fugaz beso y salir del carro a la misma velocidad, comenzando a correr luego como desgraciado pese a que las piernas aún le temblaban del dolor.

Pero, todo sea porque su líder no viese el tremendo gay panic que le dio al realizar aquel acto tan minúsculo y tonto, por lo menos, ante los ojos de Bang. El azabache en serio quería verse decidido e indiferente delante suyo, aunque por dentro sintiese que se le saldría el corazón por la boca con tan solo algo a ese grado de sencillo que, en su caso, desataba un enjambre entero de mariposas las cuales revoloteaban alborotadas por aquí y por allá en su estómago...

No, espera, al diablo las mariposas, ¡esto era como un zoológico entero!

Ugh, ¿en qué momento comenzó a sentir todo aquello por el castaño? ¿En qué momento le causaba tantas cosas al punto que terminaba por dejarle así de estúpido, sonriendo como idiota a la nada, pensando siempre en cada detalle suyo?

Pero, más importante todavía...

¿Qué haría con todo eso?

Sabía que no sería correspondido, las reglas de la gang eran más que claras.

«No enamorarse.»

El mismo chico se lo había dicho, lo había dejado MUY en claro hace nada más un día.

«— ¿Y yo te gusto?

— No.»

Y ni pensar en decirle a alguien... La confianza en sus padres era inexistente, no tenía hermanos, no sabría como contarle al inocente SeungMin y sus otros "amigos" eran parte de la peligrosa agrupación, entonces, si les confesaba tal cosa, perderían la cabeza.

O tal vez él sea quien la pierda con el balazo que le darán en lo que se den cuenta de sus sentimientos.

Ah... ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado? ¿Por qué se tuvo que haber enamor-?

— Auch —chocó contra una superficie dura, fría, haciéndole alzar la vista mientras se sobaba la frente adolorido; la puerta de su casa.

Arrugó su entrecejo. ¿Tanto se había perdido en sus propios pensamientos que ni se dio cuenta cuando llegó?

Eso solo corroboraba que de verdad estaba perdidísimo por el mayor, cosa que verdaderamente no le reconfortaba...

Decidió no darle más vueltas al asunto y solo sacar sus llaves para poder abrir la puerta, con el mayor sigilo posible. Sus manos empujaron la misma con mucho cuidado y lentitud, pensando que así no haría nada de ruido, pero al final resultó ser todo lo contrario cuando el chirriante sonido de las bisagras oxidadas no tardó mucho en hacerse escuchar. JeongIn maldijo para sus adentros a la par que tomaba las llaves, se adentraba, cerraba la puerta más rápidamente –cosa que hizo pasar el mismo sonido de antes más por desapercibido– y suspiraba ante todo el eco que sus sencillas acciones generaron.

Procedió a quitarse los zapatos, dejándolos cerca de la entrada, y camino como si estuviese traspasando un campo de minas ocultas en el suelo, manteniendo su vista fija en las escaleras por las cuales se dirigiría a su cuarto. Estaba muy cansado y adolorido, tanto emocional como físicamente, para ir al colegio y verse en la tediosa tarea de poner atención en sus ignorantes profesores o incompetentes compañeros.

Solo esperaba que SeungMin estuviese bien.

En lo que su pie se posó en el primer escalón, otro chirrido se dio a oír y Yang tuvo que detener un gruñido de frustración ante lo que parecía un infortunado complot del destino en su contra.

Claro, nunca nada sonaba o hacia tanto estruendo, pero llegaba él rezando por un poco de sigilo para así no se descubierto por sus padres y la casa parecía tener como quinientos años de antigüedad.

Bueno, solo esperaba que su madre estuviese trabajando y pudiese pasar tan desapercibidamente por su padre como fuese posi-

— Yang JeongIn.

Olvídenlo.

— ¿Qué sucede? —se giró, contestando a su madre igual de tajante que siempre.

Su papá solo se encontraba a un lado, viéndole entre impresionado y compasivo.

— ¿Cómo que "qué sucede"? ¿Qué te pasó a ti?

— ¿Qué me pasó de qué?

La mujer parecía ir perdiendo la paciencia ya.

— ¿Acaso no te has visto en un espejo o qué? —indicó como si fuese algo más que obvio, cruzándose de brazos—. Además,  ¿por qué estás llegando a estas horas? No sabíamos nada de tí desde el domingo en la mañana.

«¿Ahora te preocupas por mí?"

— No veo ningún problema. Además, ¿desde cuándo te interesa?

Ella tensó su mandíbula.

— Siempre me ha interesado tu bienestar —se atrevió a decir.

Y JeongIn rió, a pesar de que aún duele, rió ruidosa y exageradamente.

— Es una broma, ¿verdad? No puedes estar hablando en serio...

— Esto es muy en serio, JeongIn.

— Ah, sí... Cuéntame otro chiste.

Si, perdida completamente.

— Como sea, me voy a mi cuarto.

— ¡Tú no te irás a ninguna parte! —su callosa mano atrapó la muñeca ajena antes de que este siquiera diese un paso, jalándolo de regreso a ellos. Yang hijo gruñó en reacción, tirando de su brazo para soltarse de su firme agarre—. ¡Contéstame!

— ¡Deja de molestarme! —bramó, con ira—. ¿Por qué ahora te comportas como la madre atenta y preocupada que dejaste de ser hace mucho? ¡No tiene puto sentido!

— ¡Cuida ese vocabulario y respétame, mocoso insolente! —exigió, igual de furiosa que su primogénito.

— ¿¡Respetarte!? —las mismas risas sarcásticas de antes regresaron, solo que más fingidas y sonoras—. ¿Enloqueciste el día de hoy, cierto? Porque no puede ser posible que alguien tan hipócrita y descarada como tú pida respeto cuando jamás estás en casa y eres prácticamente una desconocida.

— Trabajo día y noche para mantenerte —su dedo lo señaló acusatorio—. A ti y a tu padre, ¡para que tengan que llevarse a la boca diariamente! ¿O qué crees? ¿Qué la comida cae del cielo? ¿Que el dinero crece en los árboles?

— ¡Esas son solo puras malditas excusas!

— JeongIn, hijo-

— No —se dirigió a su padre, quien vanamente intentó retenerle. El hombre suspiró entonces, rendido—. Ella necesita escuchar toda la basura que merece —y volvió su mirada a la fémina. Ambos parecían envueltos en algún tipo de batalla que iba muy reñida—. Nunca te encuentras en casa, y las pocas veces que estás, ¡apenas y me saludas! Es como si... Me odiarías y, dios, no entiendo, ¿qué fue lo que te hice? ¿Por qué me desprecias tanto?

La expresión de la mujer se fue ablandando y aunque abrió la boca, dispuesta a decir algo, nada salió.

Y JeongIn solo suspiró, decidiendo continuar.

— Nada más crecí, me volví más alto y quizás mi cara cambió un poco... ¡Pero sigo siendo tu hijo! ¡Tu hijo! ¡Yang JeongIn! ¿Por qué...?

— No —le interrumpió, con la mirada gacha y el ceño fruncido—. No eres mi hijo.

Y el menor se heló, escuchando con dolor esas tan seguras palabras.

— Mi hijo... —alzó su vista. Sus ojos encontrándose—. Mi hijo no fuma, ni se va de casa sin razón. Mi hijo no falta a clases o es altanero con los profesores. Mi hijo no se anda metiendo en problemas y, mucho menos... ¡Mi hijo no andaría con malas juntas!

Después de ese grito, la casa se sumió en mucho silencio, uno incómodo, tenso...

— Mi hijo no eres tú —prosiguió al rato, con un JeongIn luchando por no llorar y un padre oprimido tanto por su esposa como por sí mismo—. Yo eduqué y cuidé de mi JeongIn muy bien, para ser alguien responsable, educado y exitoso, pero tú... —negó repetidas veces, mirándole con tanta decepción y hasta disgusto—... tú no eres ese chico. Así que el único desconocido en esta casa... Eres tú.

«¿Así que es mi culpa?»

El joven no podía creerlo.

«¿Merezco todo ese rechazo?»

Su pecho le dolía.

«¿Esa falta de apoyo?»

Sus sacos lagrimales estaban a punto de vaciarse.

«¿De tu cariño?»

E iba a librarse, pero...

«No

— Él ya no existe —habló con dureza. Tenía la mirada vacía y una expresión muy seria, estoica—. Pero eso es causa tuya, ¡no mía! A causa de todas esas noches donde esperé hasta que el sueño me ganaba por un beso de buenas noches tuyo, o de tu ausencia en mis presentaciones escolares. A causa de que cuando venías a casa, en lugar de recibirte acogiéndome con cariño, preguntándome cómo me había ido ese día en clases, solo recibía silencio, frío y soledad. Porque fuiste tú quien dejó de mirarme con amor para hacerlo con frialdad...

— Cállate... —rezongó, pero el pelinegro se hizo oídos sordos.

— Y ahora estás destruyendo a esta familia, ya que hasta así tratas a papá. ¿Con qué te excusarás en eso, eh? ¡Quiero oirte!

— JeongIn, cállate.

— ¡Tú eres la única culpable de todo! —exclamó, casi desgarrándose la garganta—. ¡Tú, tú, y solo tú! ¡Tú eres la desconocida! ¡La mentirosa! ¡La responsable de que lo que soy ahora! Así que no me digas toda esa maldita basura, ¡no tienes ningún maldito dere-

Ni pudo terminar de hablar para cuando la áspera palma de su madre se había estampado contra uno de sus cachetes, con tanta contundencia que su cabeza se giró con brusquedad hacia un lado.

Todo fue como si el tiempo se detuviese un instante y a la vez, pasase demasiado rápido.

— ¡He dicho que te calles! —su cuerpo, por instintivo miedo, solo se encogió en su sitio, cubriéndose y deseando no recibir más golpes. No, no, no más—. ¿¡Cómo te atreves a hablarme de esa forma, a decir todo eso!? ¡No puedo creerlo! ¡Eres un completo desagradecido, un inútil, un chiquillo bobalicón que solo da lástima! ¡Un-!

— ¡Es suficiente! —por fin, papá Yang intervino y se interpuso entre ambos en lo que notó las intensiones de su esposa de seguir agrediendo tanto emocional como físicamente al azabache, y no se quedaría parado ahí, sin más, permitiéndolo por más tiempo—. ¡Ya! Basta, los dos. Solo se están-

— Oh, por dios —ella rió, incrédula, mientras sus dedos masajeaban sus cienes—. ¿Te atreves a defenderlo? ¿A él? ¿Después de todo lo que me dijo?

— No, no es eso. Solo creo...

— Espera, no debes explicarlo, comprendo.

— ¿Qué?

— Esta en su sangre. Por eso él —apuntó a JeongIn, mismo que seguía en estado de shock con una mano en su mejilla y la mirada perdida— es un bueno para nada. Como tú.

El pelinegro mayor se congeló, con una expresión de incredulidad única.

— ¿Qué dijiste? Repítelo.

— Es un bueno para nada, como lo eres tú. Por eso lo defiendes, lo he dicho antes y lo repito; son tan iguales. Por eso-

— ¡Yo mantengo esta casa, mujer! —estalló Yang padre, alzando sus brazos.

Ella se carcajeó, como si le hubiesen contado el mejor chiste del mundo.

— ¡YO mantengo esta casa! ¡De no ser por mi, estaríamos en la calle! ¡Sin comida, sin nada!

— ¡Pero soy quien está aquí, limpiándola y cocinándoles!

— ¿Y eso qué? ¡Sigues siendo un ineficaz que ni trabajo puede conseguir! ¿Y tampoco puedes cumplir su rol como padre cuando yo no hago más que partirme la espalda por ustedes? Es insólito... Por eso ni siquiera me va a sorprender cuando el mocoso este acabe muerto. Todo va a ser tu culpa...

In se cansó, no necesitaba escuchar más.

«El mocoso este...»

Subió las escaleras aceleradamente, ignorando los llamados y exclamaciones de sus progenitores.

«... acabe...»

Abrió la puerta de su habitación e ingresó, cerrándola luego de un portazo y poniéndole pestillo.

« ... muerto

Se desplomó sobre su cama, boca abajo, y atrapó una de sus plumosas almohadas para apretarle con fuerza entre sus maltratados brazos y piernas, imaginando que era...

— C-Chan...

« Todo es tu culpa. »

Explotó. Si, explotó en lágrimas, en gritos, en dolor. Explotó en súplicas, en balbuceos, en quejidos. Explotó y lloró, tanto y en tanta agonía. Desgarradores vociferaciones salían a veces; otras, solo eran bajos hipidos. Y cuando creía que no había un gota más... Su mente le torturaba con el constante recordar de las palabras de su madre, su mirada de asco y la bofetada otorgada, causando que de nueva cuenta el sollozar regresase, aparentemente, cada vez más fuerte que antes.

Explotó... Llamándolo, repitiendo su nombre sin cesar.

«Chan, Chan, Chan...»

Lo quería, oh, lo necesitaba tanto. Nadie podía saber cuán grande era su deseo porque estuviese ahí, acariciándole como sólo él sabía hacerlo, abrazándole con esos acogedores brazos que poseía y susurrándole al oído que «Todo iba estar bien», en medio de melosos besos y más palabras de aliento.

Pero...

. . .

«nadie vino.»

¡Jodido imbécil! Por culpa de tus estúpidas acciones, todos van a terminar pagando las consecuencias...

***

Buenas. ¿Cómo están? 👀

Aviso que desde ahora en adelante, los capítulos van a tener un poco más de seriedad. No todos, habrán sus momentos divertidos y eso, pero ajá, así como estos también algunos divertidos.

Es importante que le pongan atención a cada cosa.

Btw... ¡Ya hemos llegado a más de las 1K vistas!

Estoy muy feliz por eso. La historia ha tenido apoyo. Sin embargo... ¡Recuerden votar! No cuesta nada y me anima mucho. Los capítulos realmente no tienen demasiados votos):

Sin más, espero que hayan disfrutado este capítulo. Recuerden mantenerse saludables y hacer las tareas. 👀💕

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