Prólogo
La vegetación era dura con él, quien solo buscaba huir de aquellos cinco jóvenes que trataban de golpearlo, las ramas y espinas rasgaban la piel blanquecina del pobre chico que corría tan rápido como podía.
—¡Jungkmierda! —aquel grito alertó al pobre joven de cabellos carbón—, ¡Ven a jugar, rarito!, ¡Si no vienes tú solo, te juro que te meteré una rama por el culo! —el resto de jóvenes se rieron y él tuvo mucho más miedo que antes.
Sus piernas quemaban y dolían demasiado, realmente quería parar de correr, pero sabía que si lo encontraban sería peor, ya tenía moretones en sus costillas debido a las patadas que le proporcionaron hace dos días atrás, su mano estaba vendada ya que se la habían quemado con cigarrillos, y su mejilla tenía un moretón de color verdoso porque le habían lanzado una piedra la semana pasada.
Ahora tenía la amenaza de que le meterían una rama por el trasero, y eso era tan aterrador que le dio el poder de seguir corriendo.
Sus zapatos estaban rotos, la suela estaba despegada, y de tanto correr se terminó por arrancar, así que las piedrecillas, ramas y espinas se clavaban en la planta de sus pies. Pero no podía tomar un descanso o siquiera hacer un reclamo ante ese dolor, la prioridad era que le perdieran el rastro, luego vería como volver al orfanato.
Tropezó con la raíz de un árbol y terminó por caer sobre la tierra húmeda, dado a la velocidad, rodó colina abajo, azotando su débil y flaco cuerpo contra piedras, arbustos y ramas caídas.
Cuando la caída cesó, pudo escuchar la risa divertida de sus perseguidores, también escuchó como corrían en su dirección, así que, de a poco, se puso de pie, pero no logró correr nuevamente, pues uno de sus bullies se lanzó encima de él.
Cayó, otra vez, al suelo, encima tenía a Terrence que sonreía en grande mientras lo tomaba del cuello de su camiseta rota y sucia, el mayor lo veía con superioridad y el rostro brillante de diversión.
Jungkook pataleó con toda su fuerza para quitarselo de encima, pero el rubio tenía una fuerza superior, además de tener sobrepeso, así que no pudo hacer mucho.
A los segundos llegaron los otros cuatro adolescentes, Darren, el líder del grupo, tenía una rama en su mano derecha, y le indicó a los otros que le bajaran los pantalones, así que el azabache volvió a patalear con fuerza.
—¡Sueltenme! —gritó mientras lágrimas caían de sus ojos y trataba de alejarse, lo más posible, de la rama.
—Aquí nadie te va a escuchar, Whelan —todos se rieron al ver la cara de terror del azabache.
Terrence y Mark, quienes sujetaban cada uno una pierna, abrieron las extremidades de Jungkook, Darren bajó los pantalones del azabache de un solo jalón y, en cuanto trató de bajar el calzoncillo, el grito ensordecedor de un hombre hizo eco.
Todos detuvieron sus movimientos, y, en segundos, se escuchó el trote de los ciervos, los cuales corrían despavoridos del bosque, yendo en dirección de los seis adolescentes.
No se tardaron en aparecer los enormes ciervos rojos, los cuales casi los atropellan en el proceso de su huida, Jungkook aprovechó el despiste y el caos para zafarse del agarre que sus bullies tenían en él, y, sin importarle ser atropellado por un ciervo, corrió en la dirección contraria a los animales.
Los cinco abusadores lo siguieron con dificultad, debido a que no tenían un claro rastro de él, pero Jungkook tenía mucha más ventaja, no le estaban pisando los talones como antes.
Mientras corría se había logrado subir sus pantalones, ni él mismo entendía cómo lo pudo hacer, pero estaba orgulloso de su gran logro. Y corrió como si no hubiera un mañana, no le importaba perderse, no le importaba tener que pasar la noche en el bosque, ni siquiera le importaba si sobreviviría, solo quería sentirse a salvo por unos minutos.
Ya no se oían los gritos molestos de sus bullies, ni siquiera se oía algún animal, solo era él corriendo hacia el origen de aquel grito que alteró a los ciervos.
No le importaba quien era la persona que gritó de tal manera, ni siquiera qué o quién lo había hecho gritar así, solo le importaba que estaría lejos de sus abusadores, que estaría a salvo.
Corrió por la vegetación y, tras cruzar un gran arbusto, llegó a una especie de planicie, en la cual se veía una gran entrada decorada con arbustos perfectamente podados y con formas cilíndricas o circulares, el camino de tierra era tan amplio que podrían pasar dos automóviles por allí y más adelante se veían varias flores junto a pequeñas estatuas de animales.
La curiosidad mató al gato, decían, pero murió sabiendo, no murió como un tonto.
Caminó lentamente hacia el camino de tierra, dirigiéndose hacia un lugar desconocido, ya que no podía ver el final por la neblina que estaba allí.
Su paso fue lento, a la vez que sentía que alguien lo veía, pero eso debían ser ideas suyas, porque el lugar debía de estar abandonado, ¿quién viviría en medio del bosque?, de seguro fue de un britanico de los tiempos pasados, uno que quizá tenía demasiado dinero y prefería vivir en la nada.
Ahora esa gente ya no vivía en Irlanda, después de la independencia los británicos tuvieron que dar un paso atrás y quedarse con Irlanda del norte, y era mejor así, aunque Jungkook no presenció las guerras, pues nació en 1947, pero conocía el repudio a los británicos, los cuales creían tener el poder de todo.
El camino de tierra se le hizo un poco corto, pero bastante tétrico, si bien se quedó pensando en cómo o quien hubiera sido el antiguo dueño de aquel lugar abandonado, sentía que alguien vigilaba sus pasos.
Cuando se adentró en aquel lugar, la neblina escondió el bosque, y solo dejaba ver el gran camino de tierra que lo llevaba a un lugar incierto, pero sentía que alguien lo acechaba, como si alguien lo viera tal cual un lobo ve a una presa.
Cada paso que daba se sentía como un paso a una sentencia.
Quizá debió dar marcha atrás, quizá la curiosidad le jugó demasiado en contra, o quizá no estaba preparado para lo que descubriría al finalizar el recorrido.
Cualquier "quizá" que su mente le susurró fue dejado atrás cuando toda la niebla frente a él se disipó y estuvo cara a cara con un gran castillo de piedra.
Jungkook se quedó unos minutos viendo las grandes puertas de madera y grabado frente a él, un escalofrío recorrió su espalda, incluso estaba seguro de escuchar un susurro detrás de su oído izquierdo.
"Eres bienvenido".
Lo más probable es que se estaba volviendo loco, pero no le importó, así que subió el primer escalón de piedra para dirigirse a las puertas de dos metros, las cuales se abrieron de par en par para darle la bienvenida.
"Bienvenido a tu nuevo hogar".
Volteó con rapidez para ver si realmente había alguien detrás de él, pero lo único que encontró fue a un conejo muerto con el cuello roto, sin ojos y con las patas delanteras quemadas, dejando aquel olor en el aire.
Aquella imagen lo perturbó, por lo que arrugó la nariz y se tapó la boca con ambas manos para luego voltear hacia la entrada del castillo, sin pensarlo mucho, subió en dos grandes zancadas las escaleras y entró.
En un segundo, los candelabros encendieron sus velas y las puertas se cerraron con fuerza detrás de él, y una voz, proveniente del balcón del segundo piso, habló con seguridad.
—Bienvenido, pequeño cervatillo —dijo un hombre escondido en la oscuridad.
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