Capítulo 34.-Papá, ¿volviste?
Lunes/01/Agosto/2021.
Otra vez en el mismo vacío de siempre. ¿Hasta cuándo la realidad dejaría de abrumarme? Abrí los ojos, estaba en una habitación distinta. El rosa chillante que tanto odiaba la invadía por completo, unas repisas repletas de premios y medallas que yo había ganado. Respiré profundamente, me levanté rápido de la cama para ver mi reflejo. El espejo estaba descubierto, no sé cuándo se me había olvidado cubrirlo.
Oh por Dios, era hermosa. No había rastros de ojeras en mi rostro, sobre mi cuerpo no había ninguna cicatriz o marcas de guerras de las que todavía no ganaba. Esa persona que el espejo reflejaba no era yo, era Angelina, la niña de once años que Angélica siempre quiso ser.
Salí de mi habitación, caminé hacia la de mi hermana que estaba a tan solo unos pasos.
—Angélica—toqué levemente su puerta para que me respondiera y darle una dosis de amor diario que tanto necesitaba. No respondió. Supuse que tal vez se encontraba dormida o ensimismada en sí misma.—Angélica, voy a pasar—sin esperar su autorización me induje en todo lo que ella llamaba refugio. Ese oscuro lugar que la recibía todas las mañanas al despertar.
Ella aún se encontraba en la cama.
—Vamos levántate—me monté sobre su cama y salté sin parar durante los próximos minutos.
—Angelina, salte de mi habitación—se levantó furiosa enseñándome la salida. Bueno al menos le había dado una razón para salir de la cama.
—Angélica, me dejas ver tu cuerpo...—me miró sin entender nada de lo que le estaba diciendo.
—¿Tú?—regresó a tomarme de los hombros y balancearme de adelante hacia atrás sin cansancio.—¿Cómo sabes? ¿Quién te lo ha dicho?
—¿Me dejas?—insistí una vez más. Sin previo aviso cerró la puerta con pestillo y se desnudó.
Mostró cada parte de su piel desnuda, solo tenía ropa interior que la cubría de la desnudez absoluta. Tenía demasiadas marcas de guerra, me miró, duré muchísimo tiempo observando cada parte de su cuerpo que no se atrevía a mostrar por vergüenza.
¿Por qué te avergüenzas de esto que tienes sobre tu piel? Eres hermosa, Angélica. Llevé mis manos hasta cada herida, largas y anchas cicatrices que habrían requerido de varios puntos. Toqué con sumo cuidado de no lastimarla, sabía lo mucho que le dolía hablar de ello y por eso preferí no abrumarla con preguntas que quizá nunca iba a saber su respuesta. ¿Cómo había podido seguir viviendo después de esto? Estoy segura que si yo haya sido ella desde que hice ese primer corte ya estaría muerta.
Me pregunto, qué sentiste ese día que ocurrió todo esto, ¿qué es lo que sientes al ver como tu piel se abre dejando salir mucho líquido carmesí? ¿Alguna de todas esas veces tu intención era morir o solo callar los gritos de tu alma? ¿Cómo es que puedes seguir viva después de todo esto? ¿Qué ganas, Angélica? Acaso te han demostrado que te quieren un poco. ¿Por qué gritas tanto y nadie te escucha? Bueno, hazlo más fuerte, quiero escucharte gritar.
—¡Angelina!—llamó mi madre desatada en una gran furia.
—Ve, Angelina. Mamá te necesita—cubrió su cuerpo colocando la pijama que anteriormente tenía.
—Tú me necesitas más—la miré fijamente una última vez y la abracé tan fuerte antes de irme.
Sabía perfectamente que mi madre le podía hacer daño a Angélica, con solo permanecer unos minutos con ella. Angélica ya no merecía que alguien le hiciera daño, ella ya tenía bastantes problemas.
¿Eso era yo? ¿Así me veía ante los ojos de Angelina? Su rostro tenía grandes ojeras que la cubrían, su mirada se veía perdida, resultado de todas las noches en las que se había quedado dormida con lágrimas en los ojos deseando con todo su ser que algún día todo fuera distinto. No tenía razones que la hicieran salir de la cama, nuestros padres no se preocupaban en lo absoluto por ella. Era como si Angélica no existiera, como si su único destino fuera vivir en la sombra de Angelina de todo lo que hubiera deseado ser, pero que esa persona se lo hubiera arrebatado al nacer.
—Mamá—fui hasta su encuentro.
—¿Dónde estabas?—me tomó de la mano abruptamente.
—Por ahí, mamá—escondí mi miedo detrás de una simple respuesta. Aunque quizá ella nunca se atrevería a hacerme daño a mí, le tenía miedo porque sabía perfectamente todo el daño que le hacía a Angélica.—¿Hasta cuándo mamá?—pregunté repentinamente mientras me llevaba a la sala de estar.
—¿Hasta cuándo qué?—me miró confundida mientras bajábamos los escalones.
—¿Hasta cuándo dejarán de hacerle daño a Angélica? ¿Por qué no se dan cuenta que ella ya no necesita más destrucciones en su vida? Angélica quiere olvidarse de ustedes y de todo el daño que le hicieron, ella ya no los necesita y creo que nunca los necesitó porque ustedes nunca fueron unos padres para ella, la destruyeron un sinfín de veces y es la razón de todo el odio que se tiene, no confía en nadie, ni siquiera en sí misma, lárguense de su vida y desaparezcan para nunca más volver, ¿no están contentos después de ver cómo se destruía durante más de catorce años? Y aún lo sigue haciendo porque es lo que ustedes le enseñaron. Déjenla en paz, merece un poco ser feliz, tiene derecho a empezar nuevamente con toda la vida que ustedes le arrebataron. ¿Pueden hacer eso por mí? No quiero ver como se destruye por todo el daño que le hicieron, ella cree que fue ella la que me mató. Salgan de su vida, Angélica no merece recordar a dos seres que desde su primer estancia en este mundo se olvidaron de ella, que tenía un corazón latiendo bajo su pecho, no, que sus padres biológicos la hayan abandonado no les da el derecho de haberla destruido como lo hicieron, ella lloró todas las noches anhelando que todo fuera distinto, ella solo quería una familia y que ustedes fueran los padres que la amaran y que no se olvidaran de ella como sus padres biológicos sí. ¿Les digo algo? Pudieron haber hecho de Angélica una mejor hija, y una mejor persona, si hubieran hecho las cosas bien, ella estaría orgullosa de ustedes, porque yo no estoy orgullosa de alguien a quienes les satisfacía ver el dolor de alguien más. Angélica no tiene nada que agradecerle a alguien que nunca se preocupó en lo absoluto por ella, solo vieron la forma de hacerle daño, querían verla derramar sangre, ella que culpa tenía, ella jamás fue la culpable de lo cobardes que fueron sus padres por haberla abandonado. Pudieron haber sido los mejores padres del mundo, en cambio se llevaron el peor, ni siquiera el título de merecen—enfrenté a mí madre, ya era hora de callar por todo lo que sentía desde lo profundo de mi interior. Me callé por varios años porque le debía respeto a mi madre, pero ya era hora de hablar y de expresar todo lo que mi corazón sentía.
—Angélica nunca se olvidará de nosotros; porque fuimos lo que le enseñamos lo que hoy en día sabe, si no haya sido por nosotros ahora mismo estaría muerta—respondió muy segura de sí.—En todo caso dile a Angélica que nos olvide, ella es quien nos recuerda como lo mejor que le pasó a su vida—añadió con sarcasmo.
Ya no quería hablar con ella, la dejé sobre la sala y volví a subir a la habitación.
—¡Angélica!—llamé fuerte su nombre. Quería abrazarla aunque fuera un solo momento.
—¿Qué necesitas?—salió de su habitación con una navaja en mano.
—¿Qué estás haciendo?—pregunté observando que la navaja tenía sangre fresca sobre la parte más filosa.
—Acabar con lo que todos empezaron, jamás podré ser feliz, jamás tendré la familia que siempre he anhelado, nunca nadie me amará, porque los que debieron hacerlo no lo hicieron—vi que tenía muchas heridas sobre su piel, la sangre salía a chorros de todas aquellas cicatrices que yo hace unos minutos había tocado.
¿Esas heridas aún no sanaban? ¿Era Angélica la que no quería que fuera así?
***
—Otra vez no—desperté sudorosa, por esta ocasión no me había caído de la cama. No había gritos.
Fue un mal sueño, pero no todos como los anteriores. Ya estaba harta de todo esto. Esta vez yo era Angelina y la manera en la que veía todo lo que le pasaba a Angélica.
A veces me pregunto, ¿Alguna vez Angelina intentó ayudarme? ¿Enfrentó así como en mi sueño a mi madre? ¿Cuántas veces me habría defendido de ella mientras yo no estaba? ¿Alguna vez les tuvo miedo a sus padres? ¿Alguna vez Guillermo y Leticia la quisieron destruir a ella de la misma forma que a mí? ¿Ella sí era su verdadera hija?
—Angélica—tocó la puerta ligeramente la psiquiatra.—¿Estás despierta?
—Sí, pase—me acomodé debajo de las sábanas, dejé de pensar en lo que rondaba por mi mente.
Sabía que no existía la posibilidad de que la psiquiatra adivinara mis pensamientos, pero no quería pensar en nada que me destruyera, no quería que mi cabeza formulara preguntas de las que todavía no sabía si existían respuestas para cada incógnita que mi mente desarrollaba con el pasar de los días. No quería pensar en nada, solo quería estar bien.
—¿Pensaste sobre lo que hablamos? Homero fue a hablar conmigo a mi consultorio y me dijo que estabas muy mal, ¿por qué, Angélica?—se quedó parada cruzada de brazos con el ceño fruncido. Estaba seria y las facciones de su rostro lo confirmaban.
—Prefiero no hablar de ello.
—Está bien, hoy tendrás la visita de la de la directora de la casa hogar—avisó saliendo de la habitación.—No se te olvide la lista de actividades que tienes que hacer, que por si ya se te olvidó, la primera es estar en mi consultorio—cerró la puerta detrás de sí.
—Lo sé—respondí cuando ya se había marchado.
Al final me levanté de la cama. Seguía con mi tratamiento y ya no existían esas ganas de acabar conmigo, pero sí mis intenciones de acabar con los que me habían hecho daño, con los dos hombres que habían matado a Angelina y con el que había abusado de mí. ¿Quién destruyó primero a quién? Ellos, y si la justicia no hizo nada cuando ellos me habían hecho daño, ¿por qué deberían hacerlo cuando yo solo estaba saldando una deuda pendiente?
Una vez Homero me había dicho que algún día encontraría las razones que me hicieran salir de la cama. Gracias Homero, gracias a ti, tú eres una de los motivos tan poderosos que me hacen levantarme cada día, porque algún día acabaré contigo y con tu jefe, y si muero en el intento al menos habré luchado hasta el final. Gracias por hacerme caer en la cuenta que había demasiados motivos para seguir viviendo, motivos tan poderosos, como la venganza. Que si bien no me devolverían a Angelina ni Hernán la inocencia que había perdido al menos tenía la dicha que ya no se volverán a burlar de mí y que yo seré el último nombre que habrá salido de su boca. Se van a acordar de mí, porque yo soy Angélica Cárdenas Beltrán, si bien es un nombre que pocos conocen, lo conocerán.
***
No fui a ver a la psiquiatra a su consultorio, había cosas más importantes que sentarme a charlar con ella sobre la aburrida vida de Angélica, tenía que pensar en un plan para acabar con los que me habían destruido. Quería enseñarles el monstruo que Leticia y Guillermo habían preparado para que se destruyera a sí mismo. Gracias a ellos por haberme aportado este conocimiento.
Los dos eran difíciles de asesinar uno porque era hijo y sobrino de los presidentes y los otros porque tenían poder y podían ser peligrosos, ¿más peligrosos que la chiquilla que enseñaron a destruirse? No lo sé, tal vez sí o tal vez no. Es algo que tendremos que averiguar. Sé de tantas formas de tortura que harán lamentar su existencia, de la misma manera que yo un día lo lamenté.
Me salté varias actividades importantes, sabía que me esperaba un regaño por parte de la psiquiatra, pero era lo que menos me importaba.
Lo que llevaba esperando era la visita de la Directora de la casa hogar, creo que ya estaba lista para una familia. Pero aún tengo muchas inseguridades que no sabía si un día iban a dejar de estar presentes en mi vida, es que yo quería mi familia, la misma que me había arrebatado la posibilidad de ser feliz, yo quería respuestas de ellos. Quería a los que su Dios me había asignado para que me amaran.
Me escabullí de mi escondite, mi refugio para pensar en los próximos acontecimientos que iban a pasar por mi vida cuando saliera de aquí.
El área de visitas me estaba esperando. Yo ya no quería volver a ese sitio, yo soñaba con ser independiente, vivir sola a la espera de las respuestas que estaba esperando. No quería creer que una familia iba a adoptar a alguien de quince años, porque no es verdad. Todos buscan a niños más pequeños para hacerlos a su imagen y semejanza, y yo ya tenía mis propios demonios, mis propias batallas internas y eran cosas que ya no se podían cambiar.
Cuando llegué todo estaba vacío, todavía no llegaba nadie, no sabía la hora que era, pero sabía que era demasiado tarde y no había asistido a las actividades que la psiquiatra tenía para mí y para estar bien. Me senté a la espera de la visita tan ansiada.
No, no me emocionaba para nada verlas a la directora y a su asistente, lo que me mantenía con la emotividad a flote eran las respuestas que iban a decirme. Solo quería eso. Y aunque tal vez no serían buenas noticias, quería pensar que sí, soñaba con todo mi ser con que hayan encontrado a el hombre que tanto estaba buscando y había esperado desde que me enteré de su abandono. Quería que estuviera con ellas y me visitara después de tantos años sin haberme visto.
—Angélica, necesitamos hablar—apareció la psiquiatra Lidia en medio de toda la soledad que estaba ahí.
Inmediatamente la sonrisa que mi rostro mostraba se desvaneció de la misma manera en la que había aparecido. No quería hablar con ella, pero tampoco huiría, porque eso solo significaban más problemas y no quería perder la oportunidad de volver a ver a mis padres biológicos.
—¿Justo ahora?—pregunté incrédula.—No puedo, estoy esperando a alguien importante.
—Olvidaste asistir a todas las actividades del día, ¿por qué?—se sentó enfrente de mí cruzándose de brazos enfadada. Era justificable su enojo.
—Lo siento—mentí. Me causaba un poco de gracia la forma en la que me regañaba. Claramente no sentía no haber asistido a lo que tenía preparado para mí.—No asistí porque tenía cosas más importantes que ir a esas actividades.
—¿Es así como tanto te importa estar bien?
—Yo ya estoy bien.
—Todavía no lo estás—negó con la cabeza.
—Está bien, ya no vuelve a pasar—miré hacia el suelo, esta vez si estaba arrepentida.—Necesitaba estar conmigo misma, pensar varias cosas que rondan por mí mente desde hace mucho. ¿Cómo sabía que estaría aquí? —pregunté, aunque yo ya me sabía su respuesta.
—Por supuesto que no volverá a pasar—se levantó con rapidez.—Te veo en cinco minutos en mi consultorio—ordenó caminando por el lugar hasta salir de él.
—Pero... La directora de la casa hogar vendrá, esto era lo que estaba esperando el resto del día...
—Y yo te estaba esperando a ti, ¿te estás burlando de mí? ¿Qué crees que ganas haciendo eso? A la única persona que debe de importarle estar bien es a ti, tú eres la que te haces daño—dio un giro de ciento ochenta grados y terminó parada enfrente de mí de nueva cuenta.
—Lo sé—jugué con mis manos debajo de la mesa.
—Por supuesto que no lo sabes si no nunca lo habrías hecho—me miró fijamente, si las miradas mataran yo ya estaría a tres metros bajo tierra.—A mi consultorio ahora mismo—señaló la puerta de salida.
—Pero...
—Ahora, Angélica—dijo un poco más fuerte por si no me había quedado claro.
—¿Al menos me dejará ver si viene mi padre a visitarme?—puse cara nostálgica, quería convencerla para que me diera la oportunidad de no perder de vista a mi padre.
—Tendrás cinco minutos con la directora de la casa hogar, aquí te voy a esperar—se cruzó de brazos cerca de la puerta.
Al menos había accedido.
—¡Gracias! ¡Es usted mi psiquiatra favorita!—me paré dando saltos de alegría y la abracé con mucha euforia.
Me separé de ella antes de que me lo dijera, sabía que estaba enfadada, y no quería que me lo hiciera saber. Me senté sobre el asiento que me esperaba, ella se quedó desde alguna esquina esperando que llegaran las personas que estaba esperando.
Estaba lista para ser feliz, esperaba las buenas noticias que iban a llegar. Llevaba muchísimo tiempo esperando para este momento. ¡Quería mi familia! ¡Papá por fin te conocería después de tantos años! Papá, por fin seremos felices.
Fueron los minutos más largos de mi vida, pero la espera valdría la pena.
—Buenas tardes, Angélica—saludaron y ocuparon el asiento que estaba reservado para la persona que duraba varios años esperando.
Mi mirada se vio decepcionada, todas mis ilusiones fueron deshechas en mis narices al ver que a su lado no estaba la persona que me estaba esperando. Ellas venían solas, a su lado no estaba mi padre.
—¿Dónde está mi padre?—pregunté mirando hacia todos lados buscándolo a él.—Seguramente no tarda en llegar, ¿verdad?—solté una carcajada nerviosa para no llorar.
—¿De qué estás hablando, Angélica? ¿Tu padre?—se miraron entre sí las dos personas que estaban ahí para darme las noticias que yo estaba esperando. Luego ambas me miraron a mí de la misma manera que todos lo hacían; con lástima.
—¡Mi padre! Es eso a lo que vinieron, ¿no?—me levanté alterada dándole un ligero golpe a la mesa.—Porque si no vinieron por eso no me interesa lo que tengan que decirme—las miré a las dos con la mirada fulminante, estaba esperando a que dijeran una palabra y si no era lo que esperaba para largarme.
—Angélica—dijeron mi nombre al unísono.
—Hablen—me crucé de brazos y moví con desesperación mi pie contra el suelo causando un sonido que podía estresar.
—Hemos encontrado a alguien que probablemente se hará cargo de ti—confesó la directora.—Viene con nosotros, solo que está afuera esperándonos, ve—le dio la orden a su asistente a que fuera por esa persona que aún no sabía de quién se trataba.
—¿Quién es?—tomé asiento relajándome.
No quería que la persona que supuestamente se iba a hacer cargo de mí me viera en un estado de desesperación. Mi mente y corazón querían pensar que se trataba de mi padre, pero estaba segura que no era así, la realidad se encargaría de despertarme de ese maldito sueño.
Fueron los minutos más largos de toda mi maldita vida, ¿por qué se tardaban tanto? ¿Por qué no se daba cuenta de cuánto lo necesitaba?
Cuando la espera había terminado, lo supe porque la puerta se abrió a la par dejando ver a alguien que yo ya conocía. Un hombre que se había ido de mi vida porque en ella ya no había nada bueno para seguir viviendo, el mismo que no se quedó para que yo le hiciera ver que tal vez había una cosa buena en mi vida. Yo lo necesitaba pero nunca se dio cuenta que fue así.
—¿Tú?—me toqué el pecho sin poder creer lo que mis ojos estaban viendo.—¿Qué haces aquí?—miré hacia la directora y su asistente.
¿Qué hacía él aquí? ¿Para qué volvía cuando fue él el mismo que me había dicho que no había nada bueno en mi como para que él se quedara? ¿A qué había venido?
—Los dejo solos un momento—se marcharon las dos, la directora y su asistente. La psiquiatra Lidia sólo se alejó un poco más para darnos esa privacidad que necesitábamos.
—¿Qué haces aquí?—cuestioné furiosa. Era notorio que yo no lo quería en mi vida.
—La cosa es simple Angélica, tú me necesitas—respondió con aires de egocentrismo.
—¿Yo? ¿Necesitarte a ti?—comencé a reír como una persona diabólica.
—Sí—sonrió, esa sonrisa tan estúpida que nunca había tenido la posibilidad de observar más de cerca.—Sin mí tú volverás a la casa hogar y es bastante evidente que no quieres eso—se cruzó de brazos y inclinó su cuerpo hacia adelante.
—¿Y qué haces aquí? Yo a ti no te intereso en lo más mínimo, sino nunca te hayas marchado de mi vida—reí irónicamente para no llorar, aún recordaba ese momento como si lo estuviera viviendo una vez más.
—¿Te vas?—pregunté señalando sus maletas.
—Sí, ya no queda nada bueno en esta casa—me miró con tristeza y yo bajé la mirada.
—Lo sé.
—Tú también deberías hacer lo mismo, tu felicidad ya se terminó, ya no tienes nada bueno por lo cual seguir viviendo—rompió mi corazón. Yo no era la única que se había dado cuenta. Era verdad.
—Ya te lo dije, tú me necesitas—tomó mis manos por encima de la mesa. Se acercó más a mí, trató de decirme algo en el oído.—Sé lo que hiciste y también sé quién te ayudó—susurró para que nadie más que yo pudiera escuchar.
—¿Por eso te fuiste?—me alejé de él, no había ningún vínculo que nos uniera.
—Además por otras razones—tocó mi cabello que estaba cortado.—Tú eres una de ellas—acarició mi cara con delicadeza.—Siempre supe que los matarías, Angélica—con la yema de sus dedos tocó la comisura de mis labios.
—¿Qué es lo que quieres?—fui directa al grano, él no estaba aquí porque le importara la Angélica que él había abandonado hace algunos meses.
—Digamos que volví, porque sé que tú puedes ayudarme, quiero vengar la muerte de Angelina y como tú no tuviste piedad para matar a mis padres, sé que tal vez podría interesarte—dijo las cosas muy cerca de mi rostro para que la psiquiatra que se encontraba atrás no pudiera escuchar nuestra conversación. Remarcó la palabra padres, como si me estuviera chantajeando.—A cambio ya no regresarás a la casa hogar, ¿qué dices?—propuso, como si tuviera otra opción.
—No tienes pruebas—me alejé lo más posible de él. Desde el acontecimiento que había pasado no me gustaba tener cerca a hombres, porque mi mente y cuerpo se sentían en peligro, no deseaba volver a estar en la misma situación.
—Cariño, también te matarán a ti—sonrió burlón.—Los mismos que mataron a Angelina fueron los que te ayudaron a matar a Guillermo y a Leticia, los causantes de todo tu dolor—tocó las cicatrices que estaban visibles para él sobre mis manos.—Si yo me haya quedado también lo hayan hecho, quizá me están buscando, lógicamente también lo harán contigo para no dejar evidencia de todo, saben de lo que eres capaz...
—¿Por qué no me mataron cuándo tuvieron la oportunidad?—pregunté interrumpiéndolo.
—Porque sentían lo que todos sentimos por ti, Angélica; lástima—carcajeo y volvió a su sitio.—¿Qué dices? ¿Me ayudarás?
—¿Me darás una familia?—mis ojos brillaron ante esa pregunta.
No me importaba en lo más mínimo a quien tendría que matar, quería sentirme querida, quería sentir que tenía una familia. Yo mataría a quien sea por tener lo que por años ha sido mi más grande anhelo. Y que mejor que acabar con alguien que arruinó mi felicidad.
—Por supuesto que no, Angélica—negó con asco haciendo gestos.
—Pues no, no te voy a ayudar. ¡Yo lo que quiero es una familia! Si no me vas a dar la familia que yo quiero no volveré contigo—me levanté rápidamente y fui con la psiquiatra.
—¿Qué pasa, Angélica? ¿Todo bien?—cuestionó con preocupación al verme en estado de alerta.
—Todo excelente—respondí con una sonrisa fingida.—Podemos irnos.
—Angélica, piensa lo que te dije—se quedó en su sitio esperando que volviera a él.
Y yo que creía que él había venido para encontrar las cosas buenas por las que se había marchado, pero qué equivocada estaba. Él solo quería la ayuda de Angélica, en la que nadie creía. ¿Por qué se aparecía en mi vida como si el tiempo no haya transcurrido? Yo a pesar de que nunca había compartido esa hermandad con él, quería que se quedara en mi vida, en un tiempo atrás claro, porque lo necesitaba, necesitaba tanto de alguien. Geovanny no venía porque le interesaba yo o mi vida, se acercó a mí porque necesitaba la ayuda de esta persona destructiva.
—¡No hay nada que pensar!—me giré y seguí con mi camino en compañía de la psiquiatra Lidia.
Cuando salimos del área de visitas, estaban esperándonos la directora y su asistente.
—Angélica, como te habrás dado cuenta logramos localizar a tu hermano, estaba muy preocupado por ti—expresó con seriedad.
Yo sabía que detrás de esa seriedad estaba escondida una gran emoción de saber que ya no me iba a volver a ver la cara.
—Si realmente le haya importado tanto como dice, jamás se haya ido de mi vida, ¿no cree?—arqueé una ceja en cada palabra que decía.
Lo que les dije era algo que ellas no sabían, solamente yo misma. Así que comprendía su ingenuidad.
—Bueno, al menos por fin tendrás la familia que has...
—¡Yo no me voy a ir con él! ¡Él jamás será mi familia!
—Angélica, ¿quieres volver a la casa hogar?—cuestionó la psiquiatra después de un rato de silencio escuchando nuestra pequeña conversación.
—Es la única opción que tendrá—soltó un suspiro la asistente.
Yo no quería estar con Geovanny y eso creo que no lo entendían. ¿Para qué quería estar con él? Creo que solo me haría daño. Y yo ya estaba harta de hacerme daño. Yo no quería estar en la vida de una persona a la cual no le importaba y solo me utilizaría a su favor.
—¡Yo jamás volveré a la casa hogar!, primero me matan, ¡me oyeron!, ¡me matan! Solo muerta llegaré ahí—grité cerca de la cara de la asistente y la directora y hui.
Yo al sitio que quería ir era a mi habitación o a ese lugar que estaba al salir de aquí. Quería caminar por varias horas hasta perderme en su inmensidad. Y que nunca nadie me encontrara, donde jamás me hicieran daño. Despertar en un lugar rodeada de naturaleza, con el aire más puro, el silbido de los pájaros y todo a mi alrededor. Disfrutar de las maravillas de la vida, gozar de mi propia maravilla. Lastimosamente yo no podía estar ahí, lo que por el momento me alcanzaba era ir a mi habitación y encerrarme para nunca salir de ahí, pero no quería defraudar a la psiquiatra que me había dado su confianza y me otorgó esperar a la persona que no había vuelto.
Así que no tenía opción, fui a su consultorio y la esperé paciente durante los próximos minutos.
Estuve sentada mirando hacia todos los sitios, descubrí las persianas y pude ver el paisaje que tanto estaba deseando. Estaba en el segundo piso y todo se veía tan panorámico, tan lindo. El lugar que siempre había deseado. Recorrí la ventana que estaba cubierta de barrotes que me separaban de todo lo que yo estaba anhelando.
—Algún día iré hacia a ti—saqué una mano e imaginé que estaba tocando el copo más alto de algún árbol.—Ten por seguro que ya no dejaré que nos hagan daño, Angélica—toqué las cicatrices que mi mano conservaba.
—Angélica, estás aquí—respiró aliviada al encontrarme.—Pensé que tal vez...
—Había huido—terminé la frase que ella iba a decir.
—Sí—caminó hasta llegar a mí.—¿Por qué quieres ir a ese lugar, Angélica? Son sólo árboles—miró con desgano la misma dirección en la que yo mantenía mi mirada.
—No son sólo árboles, yo veo mucho más que eso.
—¿Qué ves, Angélica?
—Yo veo un lugar aislado de todo, donde jamás escucharé las voces de los que me hicieron tanto daño, ahí no habrá nada que me destruya, nadie me hará daño, despertaré teniendo un motivo para salir adelante, tendré esa libertad que quizá había tenido pero nunca me había sentido tan libre como cuando los asesiné, pero todo eso se fue al caño, porque antes estaba presa físicamente y ahora lo estoy mentalmente, ahí nadie me buscaría, solo fuera yo y yo, con las maravillas de la vida rodeándome y luego usted estaría cerca, para poder venir a charlar con usted y no sentirme tan sola—solté un suspiro tan largo como el sueño en el que estaba viviendo.—Veo lo que nadie ve, un lugar en el que puedo ser feliz—le di respuesta al fin a su cuestión.
Cerré la ventana porque no quería seguir anhelando algo que jamás podría tener.
—¿Podemos dejar de lado esta conversación y hablar de lo que verdaderamente importa?—acomodé todo exactamente como estaba y tomé asiento en el sitio que me esperaba todos los días para hablar de la aburrida vida de Angélica.
—¿Por qué no viniste? Quiero la verdad—inició de manera directa, sabía que tal vez le había mentido en lo que le había dicho esta tarde.
—Porque estaba pensando en la ilusión de volver a ver a mi padre, estaba pensando en lo que le había dicho, que quería que las cosas fueran distintas, en todo lo que la justicia no había hecho por mí y yo sí quería hacer...
—Angélica—quitó varios materiales que le estorbaban de su escritorio.
—Por favor—una lágrima se deslizó por mi mejilla, no dejé que tocara el suelo.—Solo déjeme ser lo que a mí me hubiera gustado que alguien hiciera por mí, si mi destino es morir en el intento, lo acepto. Solo deje que haga lo que yo creo correcto—limpié las lágrimas que mi rostro conservaba.—Ya no quiero hablar de esto.
—Está bien, Angélica—me miró hasta que me sequé todas las lágrimas que mi rostro conservaba.—¿Por qué te alteraste tanto al ver a tu hermano?
—Porque él solo me necesita—mis ojos volvieron a aguarse.—¿Le parece si mejor dejamos esta plática para después?—me levanté del asiento para irme a mi habitación.
—Angélica, mañana es tu último día...
—Mañana vengo desde muy temprano para hablar con usted, lo prometo—sellé mi promesa levantando mi mano.
No quería hablar de Geovanny y su extraña manera de necesitarme. Todo habría sido diferente si tal vez él me haya llevado consigo o que al menos se haya quedado a mi lado. Que me mostrara que yo soy una persona que a pesar de que todos se habían ido porque supuestamente no había nada bueno en mi vida como para que alguien decidiera quedarse, pero que él se haya quedado porque yo era algo bueno que nadie era capaz de ver. Geovanny jamás me daría lo que yo necesitaba porque fue uno de los que se fue dejándome a mi suerte, en manos de todos los demonios que acechaban en mi hogar, me quiso ver convertida en lo que ahora soy.
Si sabía perfectamente que yo mataría a sus progenitores, ¿por qué no hizo nada para salvarlos? Porque no se quedó a mi lado para evitar que todo sucediera. Todo esto me hace pensar en una sola cosa, él era su cómplice, él es igual que ellos y si me voy a su lado él solo me va a destruir. Estoy segura que me hará sentir culpable por la muerte de Angelina.
—¡Solo quiero una familia!—grité callando todo contra la almohada.—¿Es mucho pedir todo esto? Por favor, quiero una familia, quiero ser feliz, Dios si es que me estás escuchando y es que en verdad existes, por favor no te olvides de mí y de todo lo que he necesitado, si me das la familia que estoy pidiendo, me otorgas la felicidad que tanto te he pedido, que mi padre me ame, que se haga justicia por todo lo que me pasó, si me concedes lo que te estoy pidiendo te juro que me olvido de todo esto, ya no llevo a cabo mi venganza—me coloqué de rodillas al pie de la cama aclamándole lo que tanto llevada añorando.—Por favor, te lo estoy pidiendo—junté mis manos implorándole al Dios en el que todos creían.
Si él me ayudaba a lograr todo lo que yo le estaba pidiendo, prometo que comenzaría a creer en él. Pero, ¿por cuánto más iba a estar así?
¿Por qué todos se olvidaban de Angélica? Mi objetivo era que nadie se olvidara de mí. Todos los que me abandonaron se habrán arrepentido de haber abandonado a la Octava Maravilla del Mundo. Si su Dios se olvidaba de mí, yo también me iba a olvidar de él. Y lo dejo aquí como una evidencia.
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