Capítulo 3.-Un último beso.

Sábado/26/Junio/2021.

(Still here—Digital Daggers)

—Angélica, estoy contigo, no me he ido de tu lado—estaba de pie sobre mi casa, esperando a esa persona.

Y justo hoy la tenía enfrente de mí.

—¿Qué estás haciendo?—pregunté acercándome rápidamente a ella.

—Cumpliendo con la promesa que te hice—terminó de acercarse a mí por completo.—Nunca me he ido de tu lado, siempre he estado contigo.

—ANGELINA, TE HE NECESITADO TANTO—la pegué eufórica más a mi cuerpo, la abracé y di varias vueltas con ella en el aire.—No te imaginas la falta que me has hecho, nunca más te alejes de mi lado.

La bajé sobre el piso sin dejar de abrazarla.

—Te he fallado, no he cumplido con las promesas que te hice, he tratado de hacerme daño, yo… Yo no te merezco—me alejé rápidamente de ella, me dolía porque yo la amaba como nunca había amado a nadie.

—Angélica—se desconcertó que me haya alejado de su lado.

—Yo, no soy lo suficientemente buena para que alguien quiera permanecer a mi lado, te fuiste cuando yo más te necesitaba—lloré mientras hacía las mismas confesiones de siempre.

Y era verdad, ¿quién querría permanecer a mí lado para ver cuántas veces me destruía en la vida?

—Angélica, tú eres la persona más maravillosa que he conocido, solo tú necesitas a alguien que te ame y esa persona llegará en el momento que menos lo esperes—se acercó a mí, tratando de hacerme entender lo valiosa que era.

—Dile que se apresure, ya se tardó demasiado y yo llevo tanto tiempo necesitándolo…

—Las mejores personas tardan mucho en llegar—se sentó a mí lado mirándome fijamente.

—Angelina, perdón, perdóname por no haberte salvado, yo prometí que te iba a proteger y no…—colocó su dedo índice sobre la comisura de mis labios.

—Lo hiciste, Angélica, eras la persona de la que yo estaba orgullosa y nunca me cansaré de repetírtelo—sonrió.

Con una sonrisa suya la vida se me reiniciaba. Había olvidado lo que se sentía estar bien, esto era el paraíso. Era la felicidad en toda la extensión de la palabra.

—Si yo no me hubiese ido ahorita estaríamos juntas—bajé la mirada decepcionada de mí misma.

—¿Y no lo estamos en este momento?—interrogó.

—Cuándo despierte sé que desaparecerás y no quiero despertar nunca—entrelacé mis manos junto las suyas.

—Yo siempre estaré contigo, Angélica, aunque no sea visible para tus ojos—le dio un ligero apretón a mí mano y joder se sentía tan bien.

—¿Por qué te suicidaste? ¿Por qué no te protegí lo suficiente? ¿Por qué te tuve tan cerca y después ya no te tuve? ¿Por qué todo lo bueno tiene que acabar tan pronto?—misma pregunta que ella me había hecho unos meses atrás.

—Te presento la realidad, que por si no la conocías te quita todo cuando eres feliz—la misma respuesta que yo le había dado.—Lo único que puedo decirte es que nada es lo que parece, hay demasiadas cosas que todavía no sabes y cuando llegue su momento las sabrás.

—Angelina—me quedé hipnotizada viendo sus hermosos ojos, en ellos se encontraba mi total perdición.—Podría quedarme una vida entera a tu lado…—me quedé en silencio dejando que completara la frase.

Y nunca me aburriría de ti—sonrió con nostalgia al terminarla.—Angélica, se me está acabando el tiempo, es hora de irme—miró hacia atrás, hacia donde una luz se expandía lentamente por todo el sitio donde estábamos sentadas siendo felices.

—Antes de que te vayas, ¿permanecerías una vida a mi lado?

—En mi próxima vida te buscaré y seremos felices por siempre—la miré sin entender.

—¿Por qué hasta la próxima?

—Porque tú tienes una familia que vas a disfrutar mucho, la vas a amar y ellos también a ti y no tendrás tiempo de pensar en mí.

—Yo nunca me olvidaré de ti, Angelina.

—En la próxima vida yo te buscaré, te lo prometo, quédate esperando en el mismo sitio que yo volveré por ti—comenzó a caminar hacia la luz que avanzaba casi hasta cubrirnos.

—Angelina, espérate—se detuvo y tuve que correr a ella para tenerla cerca.—Dame un último beso que me alcance hasta morir, dame un último abrazo que perdure por toda la eternidad—abrimos los brazos y mi vida se reinició nuevamente, era lo que tanto había necesitado.

Me abrazó tan fuerte, era el antídoto perfecto para curar toda depresión en mí, ella era lo que mucho tiempo yo había necesitado, sus brazos eran el sitio perfecto que yo estaba buscando, en los que podía permanecer toda la eternidad, y cubrirnos de ese amor que ambas siempre habíamos estado dispuestas a compartir con la otra.

La luz brillante se apoderó de nosotras, la sujeté con más fuerza de la necesaria, tratando que aquella luz no se la llevara, esta se expandió por toda la habitación y ocurrió lo que tanto había temido, se había llevado a Angelina y sólo me quedé sumergida en una soledad abrazando a la nada.

 

***

Desperté de ese maravilloso sueño, no quería hacerlo. La sonrisa que permanecía en mi rostro quería que fuera imborrable.

—Angelina, fuiste lo mejor que pudo haberme ocurrido—coloqué la cadena que ella me había regalado sobre mis manos.

El mejor regalo que había recibido, después de ella, porque Angelina era el primero y el mejor, el que no cambiaría por nada.

Estaba por prepararme un desayuno cuando escuché gritos afuera de mi puerta. Mojé un poco mi cara con agua del fregadero y abrí la puerta.

Vi al señor Alfredo y Homero discutir al pie de las puertas del elevador. Me quedé cruzada de brazos sobre el umbral de la puerta.

—¡¿Me está pidiendo esto a mí?!—se tocó el pecho indignado el tipo de ojos verdes.

—Sí, te pagaré muy bien porque lo hagas—respondió el señor Alfredo.

—Me parece que alguien no quiere trabajar—pensé en voz alta, estaban tan concentrados en lo suyo que no se percataron que yo estaba escuchándolos.

Todo iba excelente, hasta que me percaté que yo era el motivo de su discusión.

—¿ESTÁ DICIÉNDOME QUE ME PAGARÁ POR CUIDAR A ESA MOCOSA?—gritó fuerte inundando mis tímpanos.—Me parecía que usted era más inteligente, ¿qué puede ofrecerle esa chiquilla a un hombre como usted? Lo único que podría compartirle son sus estúpidos miedos, miedo a un elevador, miedo a que no haya nadie que la ame, miedo a que un hombre no la esté buscando, lo único que siente esa niña es miedo, su única meta es tener un nuevo miedo cada semana—me desconcertó la manera que hablaba de mí.

—Tiene razón el señor Homero—salí hacia ellos, me vieron sin entender que estaba haciendo yo ahí—No sabía que pensaba eso de mí—caminé alrededor de él.—Yo no necesito que nadie me cuide, yo ya estoy bien–esta vez me planté cerca del señor Alfredo mirándolo fijamente.

—¿Tú, estar bien?—inquirió soltando una risa burlona.

—¿Y por qué no debería de estarlo?—dirigí nuevamente mi atención a él.

—Ayer tuviste un intento de suicidio y dices que estás bien—contestó sorprendido Homero.

—Claro—sonreí para que sonaran convincentes mis palabras.

—¿Sabes qué es lo que pienso?—cuestionó. Negué con la cabeza.—Pienso que lo único que quieres es atención, creo que tus intentos de suicidio son tan falsos como tú, también podría creer que tú mataste a tu hermana—opinó.

¿Qué sabía él sobre mi vida? ¿Por qué se atrevía a opinar como si supiera tanto de mí como para escribir un libro sobre ello? ¿Por qué pretendía qué me conocía? Cuando sólo conocía a la Angélica que todos conocían.

—NO TE ATREVAS A OPINAR SOBRE MI VIDA—lo enfrenté, a pesar que yo tenía todas las de perder con un hombre como él.—¿Cómo te atreves a venir a decirme que me conoces cuando no me conoces ni la mitad de lo que me conozco yo? Dime cómo te atreves—lancé una lluvia de golpes.

Mismos que no parecían causarle ningún daño físico. Simplemente se reía de mí.

—¿Qué es lo que te causa risa?

—Tu vida da risa, tú das risa—seguía riendo sin parar.

—¿Sabes qué? Ya no necesito nada de ti, pueden largarse por la misma puerta por la que entraron a mi vida y déjenme a mí pudrirme en la mierda que soy, no necesito de su ayuda, total si me muero, ¿a quién le importaría?—estaba armándome de valor para decir lo que tenía que decir.—Por cierto, se te olvidó mencionar que tengo miedo de mí misma—sonreí rota.—También lo de mi padre es una mentira, yo nunca he tenido ningún padre—comencé a alejarme de ellos, estaba a unos pasos cerca de mi departamento.—Lo peor que pude haber hecho, ¿sabes qué es? Yo confiaba en ti, tenía la confianza depositada en ti y yo he confiado en muy pocas personas—declaré dando mi última palabra. El tipo parecía ser más duro que una roca.—El día que yo quiera suicidarme te daré un boleto en primera fila, solo espero que no intentes detenerme—caminé entrando a mi hogar. Cerré la puerta detrás de mí.

Me recargué sobre ella. Contuve las lágrimas, no quería llorar nuevamente.

Al parecer todos tenían una opinión errada de mí.

—Ya no, Angelina yo te lo prometí—me arrastré hasta la foto que estaba tirada sobre el suelo. La besé, me toqué el sitio donde ella en sueños me había besado.—Este último beso me dará toda la fuerza que yo necesito—toqué con suavidad, no quería borrar las huellas de sus manos.

Lo peor que yo hacía era que confiaba mucho en algunas personas que me rodeaban y más cuando en estas se veía la intención de ayudarme, ¿qué podría hacer yo? No tenía opciones, mi única realidad era confiar en aquellas que pretendían ayudarme, porque yo no tenía a nadie que lo hiciera, me encontraba sola vagando por el mundo buscando que alguien me amara. Me decepcionaban fácilmente porque yo esperaba mucho más de lo que ellos podían entregarme. ¿Quién se quedaría a mí lado si aún nadie lo hacía?

—Angelina, si tan solo estuvieras aquí, todo sería distinto.

Abracé la fotografía, como si la estuviera abrazando a ella.

—Espero poder algún día encontrar a la persona que siempre he buscado o que él me encuentre a mí, solo te quiero cerca papá, estoy segura que tú me amarías más de lo que cualquier persona sería capaz de hacerlo—susurré al aire.—Ahora mi deseo es encontrarte, porque sé que tú me amas, contigo no necesitaré a nadie más, te lo prometo—prometí hacia un hombre que no estaba conmigo, hacia el mismo que me había abandonado, uno que no estaba escuchándome.

***

«También mueren los lugares donde fuimos felices»

—Julio Ramón Ribeyro.

Salí de mi departamento, quería caminar un rato, despejar mi mente de todo lo malo que había sucedido la noche anterior.

—Y pensar que estuve a punto de lograrlo—apreté mis puños.

Sí, estaba contenta que estuviera con vida, me quedaban muchas cosas que descubrir, como mi origen, de quiénes eran mis padres, la muerte de Angelina y todas las verdades que venían acompañados de ella.

Caminé sin rumbo o eso era lo que pensaba, hasta que me encontraba parada sobre las cenizas de lo que una vez fue el infierno y lo que en los últimos días fue el lugar donde viví tantos momentos al lado de mi hermana.

Me metí, todo era una ruina total, solo había cenizas de todo lo que un día fue, solo quedaba el recuerdo que perduraba por las paredes de la habitación. Al entrar en ella no pude controlar mis emociones y rodó una lágrima por mi mejilla que terminó sobre una fotografía quemada sobre el suelo. Tomé las cenizas de la foto entre mis manos y este se desvaneció instantáneamente tiñendo mis manos sobre un color negro grisáceo.

—¿Por qué no lo hice antes?—me cuestioné a mí misma.

Escuché todos los gritos de auxilio grabados en cada rincón del terreno. Vi todo manchado de sangre nuevamente. Me vi corriendo de los monstruos tratando de huir de ellos.

Sentí una tristeza más profunda, no había hecho lo suficiente para yo estar bien, desperdicié mi vida creyendo que ellos me amarían, sufrí en el intento y me destruí tantas veces.

Caminé por las escaleras, que estaban inestables, di una vuelta atrás mirando todo y me visualicé a mí misma ahí frente a mi padre.

—Padre, ¿algún día me amarías?—preguntó aquella inocente niña que era.

—El día que te mueras, ese día te daré todo el amor que estás pidiéndome—siguió haciendo sus actividades.—Ya sabes lo que tienes que hacer—me entregó una de las tantas que él me había obsequiado y se largó a su habitación.

Vi a Guillermo subir las escaleras. Bajé lentamente las escaleras hasta llegar a la niña que una vez fui. Me quedé parada observando las acciones que esta hacía.

Cogí la navaja que mi padre me estaba entregando, la miré por primera vez y vi mi reflejo en ella.

—En mis manos está conseguir lo que siempre he querido—puse mi brazo de por medio e hice un pequeño corte, parecía más un rasguño de un felino pequeño y subí las escaleras emocionada corriendo.

Entré a la habitación de mis padres, ahí solo estaba él mirando la televisión.

—Padre, lo he hecho, ¿ya puedes amarme?—enseñé el corte con apenas una línea diminuta de sangre.

—¿Qué es esto, Angélica?—cogió bruscamente mi brazo.—Esto no es lo que yo quiero que hagas…

—¿Qué quieres que haga?—encorvé mi cuerpo haciéndome más pequeña de lo que era.

–¡QUIERO QUE TE MUERAS!—gritó, escuchar decirme eso me dio un miedo profundo de ya no volverlo a ver nunca más.—Presta eso, te enseñaré a hacer las cosas bien—me arrebató el cuchillo de mis manos y me sentó en una de sus piernas.—Coges esto así, ves el objetivo, siempre el corte debe ser recto y en una de tus venas, son esas líneas coloridas que tienes sobre tu cuerpo—pasó rápidamente el cuchillo en un corte vertical.

—¡Ah!—solté un quejido de dolor.

—Las mejores cosas duelen, cariño—terminó con el corte y vi sangre salir de mis heridas.

—¿¡Qué hiciste Guillermo?!—pregunté a este, no había nada que podía hacer porque era un recuerdo andante.

—Ahora es tu turno, Angélica, entre más profundo mayor es la satisfacción, entre más constante seas, más pronto de lo que tú crees me sentiré muy orgulloso de ti—me entregó el obsequio punzocortante.

Miré mis brazos, estaban recién intactos, no había ni una sola cicatriz ahí.

—Angélica, no lo hagas, por favor no lo hagas—me dije a mí misma, supliqué a aquella niña que solo quería ser amada por ese asqueroso hombre.—No lo hagas, te prometo que yo te amaré más de lo que cualquier persona podría hacerlo—pedí en medio de llantos. No me escuchó y se hizo el corte que tanto el hombre quería.

Y fue a partir de entonces que las navajas se convirtieron en mis mejores amigos, mis compañeros de soledad, compartimos tantas cosas juntos, ellos me entregaron una forma de saciar cualquier dolor mental y yo a cambio les di un espacio en mi piel. Hacerme daño fue la única posibilidad de ser amada que encontré, los padres te enseñan tantas cosas, a algunos le enseñan a amarse a sí mismos y protegerte de cualquier ser que se atreva a hacerte daño, el mío… Mi padre me enseñó a lastimarme físicamente para algún día tener una pizca de su amor.

Y hoy en día, varias personas entraban en mi vida solo unos minutos y me juzgaban como si ellos hubieran estado todas las veces que yo necesité ayuda, venía a decirme que mis problemas no eran nada, que si ellos no me demostraban amor no era que no me quisieran, según ellos yo tenía la culpa por todas las acciones que hacía.

Y aparecían millones de psicólogas y psiquiatras a decirme que yo solo quería llamar la atención, que era fácil dejarlo de hacer y todo el daño que me hacía era porque yo misma quería.

¿Y ahora qué hago? Por más que intento superarlo me es muy difícil, ¿cómo lo hago? Ellos me enseñaron a hacerlo y que lo haya aprendido de mis padres no significa que está bien lo que hicieron, pero necesito que alguien me ayude a superarlo, necesito que alguien borre todos los recuerdos de mi mente.

—Necesito cambiar lo que pasó aquel día, yo tan solo quiero eso, si yo no me haya hecho daño, esto no estaría pasando—me tiré al suelo de rodillas.—¿Por qué no te maté el día que me entregaste eso? Tuve la oportunidad de hacerlo y no lo hice, dejé que me destruyeras y lo conseguiste tantas veces—lloré sobre la cama consumida en llamas.—¿Por qué no fuiste capaz de amarme?

Me quedé observando las acciones de aquella niña pequeña, salió de la habitación de sus padres para meterse en la suya. Salí detrás de ella.

—Angélica, detente, no te destruyas más, no lo hagas por favor, yo te necesito y te necesito bien, yo soy capaz de amarte, Angélica—intenté detenerme a mí misma.

—Solo así mi padre me amará—curé mis heridas físicas, porque no tenía a nadie que lo hiciera, quité la sangre y coloqué un vendaje apretando la herida.

—Ese hombre nunca te amará—cogí la cara de mí misma, me cogí convertida en un mal recuerdo.

La Angélica del pasado no me miró.

—Ojalá pudiera haberme escuchado aquel día—quería cambiar todo y que la Angélica del futuro (yo misma en este momento) viniera a advertirme de lo que pasaría en un futuro.—Si tan solo yo me hubiera escuchado, no me habría hecho tanto daño—miré a la niña por última vez.—Ya no hay nada que pueda cambiar porque todo eso ya pasó—dejé que siguiera haciéndose daño, porque yo no podía detenerme.

Me levanté del suelo, a unos metros de mí estaba el balcón que fue testigo de todas las veces que intenté suicidarme.

—Si tan solo, nadie me haya detenido aquel día hoy estaría muerta—me agarré a la barandilla, la misma que en un pasado me había separado de la muerte que yo misma habría querido tener.

Miré todo una última vez, no había nada que yo pudiera cambiar porque nadie me advirtió de lo que estaría pasando justo en este momento.

Salí de mi habitación, entré a la que en algún tiempo le había pertenecido a Angelina. Todo estaba deshecho, no había nada que estuviera a salvo.

Vi el candelabro donde había estado colgado el cuerpo de mi hermana aquella vez que se suicidó.

—Tuve la posibilidad de haberte detenido y no lo hice—pateé el candelabro con los cristales rotos.

Cerré mis ojos, quería recordar qué fue lo que pasó ese día, quería ver más allá de lo que mis ojos habían podido ver. Duré varios minutos tratando de recordar algo de lo que sucedió aquel día y no lo entendía.

Traté de asimilarlo hasta que lo logré, yo no podía recordar lo que pasó porque yo no estaba ahí. Y todos los recuerdos que tengo guardados en mi mente yo he estado presente. Cambiaría todos ellos por solo poder recordar que fue lo que le pasó a mi hermana, la verdadera razón de todo esto.

Bajé a la planta principal y me encontré con un sobre intacto que al entrar no me había percatado de él. Lo abrí con cautela mirando a todos lados para ver si alguien se encontraba ahí conmigo. Este decía lo siguiente:

«Tú destruiste a tu familia. No mereces una, la que tenías la destruiste».

—Alguien que te vigila de cerca.

La letra de este mensaje estaba mal escrito a propósito, posiblemente alguien también se encontraba en este sitio y de sólo pensarlo se me revolvió el estómago.

—¿Quién eres tú? ¿Por qué no me das la cara?—cuestioné en voz alta, esta se escuchaba en un eco.—¿Qué es lo que quieres?—me detuve a observar cualquier mínimo movimiento dentro de lo que una vez fue mi casa.

Salí de esta, ahí no había absolutamente nadie o es que sabía esconderse tan perfectamente bien para que no pudiera encontrarlo.

—No me arrepiento de haberte destruido Guillermo Cárdenas y Leticia Beltrán, fueron tantas veces las que ustedes me destruyeron y ninguna de ellas se arrepintieron, entonces, ¿por qué debería de arrepentirme yo solo por una vez que lo hice?—susurré lentamente, no quería que nadie me oyera.

Caminé de regreso a casa. No tenía nada qué hacer en el sitio que fue testigo de todas las veces que me destruyeron.

El camino fue un glorioso momento conmigo misma que pocas veces había disfrutado como yo quería.

***

Estaba sentada sobre el sofá mirando el televisor, era de las pocas actividades en las que no me gustaba perder el tiempo, pero ese día tuve tantas ganas de hacerlo porque lo que más tenía era tiempo.

Hoy se cumple más de un año en que la famosa concursante Angelina Cárdenas Beltrán ganó el concurso más importante de México. Su carrera en el mundo del espectáculo fue corta, aún no la empezaba y ya tenía un éxito inimaginable, tenía una voz impresionante que la llevaría a convertirse en una promesa de la música. Lamentablemente se suicidó, pero su legado vivirá por siempre. Con ustedes uno de sus mejores concursos—anunció la televisiva.

Entonces volví a aquel día.

Mis padres se habían ido de casa un día antes de mi cumpleaños número 14, me dormí pronto, porque nunca me gustó quedarme sola en casa, pero sin embargo era algo a lo que ya me tenían acostumbrada.

Yo no merecía estar en uno de los concursos de Angelina, porque era un monstruo que nunca debió haber nacido, un monstruo que no merecía ser su hija.

Al día siguiente fue mi cumpleaños y la pasé en soledad, todo el día estuve pegada al teléfono esperando una llamada de ellos, que tan solo se hayan acordado de mi cumpleaños y me mandaran unas felicitaciones.

Nunca había esperado un regalo material de su parte, bueno sí, como todo infante me encantaban los regalos, pero nunca llegaron, para mí el único regalo era tener su amor, ellos eran el único regalo que quería a mi lado. Los regalos dejaron de importarme el día que ellos dejaron de amarme.

La llamada nunca llegó al teléfono. Así que tan solo tuve que esperar la transmisión en vivo del concierto de mi hermana.

Cuando la vi, rápidamente le bajé el volumen al televisor, mis oídos no merecían escuchar a la persona culpable de que mis padres no me amaran. Fue una de las tantas veces que la odié y quise matarla. Ella tenía todo lo que yo quería, ella había robado mi vida, yo debería de estar en su lugar.

En cambio subí el volumen en la parte que mi hermana estaba cantando.

(Hey brother—Avicii)

What if I'm far from home?
Oh brother, I will hear you call
What if I lose it all?
Oh sister, I will help you out
Oh, if the sky comes falling down
For you there's nothing in this world
I wouldn't do—canté a todo pulmón con ella.

—No sabes cómo me habría encantado un dueto a tu lado—dije al hacer una pausa en la canción

No cantaba tan afinada como ella, porque su voz era tan majestuosa, podría escucharla todos los días y nunca me enfadaría de ella.

La peor parte de la transmisión fue cuando terminó y pasaron contenido basura y genérico. Inmediatamente la apagué y volví a la misma mierda de siempre.

Me acosté sobre el sillón, tan solo estaba esperando que mi padre apareciera de la nada, tocara la puerta y me dijera.

—Angélica, he vuelto para recuperar el tiempo perdido.

Lo imaginé cruzando la puerta y sentándose a mi lado, mientras platicábamos de la vida y cómo había sido esta individualmente sin el otro.

Cerré los ojos y me dormí un rato, era el mejor remedio para evadir todos los recuerdos dolorosos que aún mi mente conservaba.

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