Carta 70
25/Agosto/2021.
Papá, pasé por una situación bastante complicada, terminé en urgencias de un hospital y sí, Homero fue quien me ayudó. No, no estoy escribiéndote esto para que sientas lástima, solo quiero que en algún futuro cuando tú vuelvas, tengas presente todas las veces que te necesitaba y tú simplemente no estabas ahí. De no haber sido por él creo que ahora mismo estaría muerta en el piso lamentando por no haber sido lo que esperaba, con una escena sangrienta, yo tirada en el baño en un charco de sangre deseando nunca haber llegado a este mundo, odiándote en mi agonía diciendo lo mucho que te despreciaba por no haber estado ahí, aunque las palabras que te dijera solo iban a quedar en el aire o quizá grabadas en cada rincón del departamento.
Ni siquiera tendría un funeral porque mi cuerpo estaría pudriéndose en lo que un día deseé, anhelando ser una mejor persona, ¿quién me encontraría si no había nadie a mi lado que lo hiciera? Y así moriría en el olvido.
¿Cómo no querer a Homero si era todo lo que tú no fuiste? Como no odiarlo porque mató lo único bueno que había en mi vida. Como no odiarme, no, por supuesto que yo no quería agradecerle a alguien que así como me había salvado la vida, se la quitó a la persona que yo más quería. ¡Ella no merecía morir! ¡Tú sí!
¿Por qué no te mataron a ti antes que a ella? El dolor era tan inmensamente agonizante que no se iba a ir ni con todos los antibióticos que me recetaran. Quiero una anestesia de por vida para nunca mas volver a sentir el dolor y la culpabilidad que yo siento. Sé que yo no soy culpable por sentir lo que siento, pero eso no quita que deje de sentirme así. Yo en ningún momento planeé sentir esto, te lo juro. El dolor que desgarraba mi alma no se pudo calmar cuando me suministraron el otro medicamento. La enfermera me preguntó ¿sientes dolor? Sí, si sentía dolor, el infierno llamado vida me dolía mucho, y todo esto iba a terminar con mi ansiada muerte del pasado; la dosis perfecta calmante.
Me desbordé en llanto sosteniendo con fuerza sobrenatural su mano, no quería que se fuera de mi lado. Me dijo que estaría bien, que aún era muy joven para tener hijos. No, yo no estaba llorando por esto, la razón era más fuerte de lo que ella creía. ¿Cómo le iba a decir que mi vida dolía? Que más que un simple dolor físico era un dolor mental, ¿cómo le decía que quería morirme para terminar con todo esto? No, yo no me voy a suicidar, ellos me van a matar, y quiero vivir por si de casualidad hay algo bueno que me espera de esta situación.
Viviré en nombre de los que han muerto luchando porque querían permanecer en este mundo, aunque no tenga ganas de hacerlo, aunque no haya nada bueno en mi vida. Pero me tengo a mí y yo soy todo lo bueno que necesito. Escribiré que no te necesito, solo así podré dejar de hacerlo, ambos sabemos que no es así pero, tengo la certeza de que un día lo será.
Angélica.
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