Epílogo

Lunes/21/Junio/2021.

No tenía a nadie con quién quedarme y lo que ahora menos necesitaba era irme a una casa hogar. Así que no tuve otra opción que terminar en un cuarto de hotel. Quería largarme a un sitio donde nadie me conociera, quería empezar una vida desde cero nuevamente.

Me preparé para el instituto, cogí mi mochila y solo me llevé cosas de vital importancia y una de ellas era el diario de Angelina y mi libro, eché el resto de las cosas que normalmente me llevaría al instituto.

No tuve tiempo de desayunar. Así que caminé para llegar al colegio, me quedaba un poco más retirado y no pensaba gastar el dinero de mi hermana en tonterías como esta.

Cuando llegué a ese lugar, estaba la directora pasando asistencia de las personas que iban llegando. Pasé de largo y me detuvo.

—Buen día Angélica, ¿todo bien?—había olvidado que ella era psicóloga y notó mi comportamiento extraño.

—Sí—respondí rápidamente y seguí mi camino.

Llegué al aula, todo en pocos días había cambiado en su totalidad, las personas que anteriormente me hablaban ya no lo hacían, ni siquiera me dirigían la mirada. En los trabajos en equipo nadie quería hacerlo conmigo y muchas de las veces me tocaba hacer todo sola; como siempre lo había hecho.

Me sentaba en el mismo rincón de siempre y nadie quería estar cerca de mí, lo cual era muy aceptable, respetaba el concepto que tenían de mí, en los peores momentos es cuando te das cuenta quién está contigo y quién no y aunque me costaba aceptarlo, nadie en ese momento lo estaba.

—Angélica—llamó mi nombre la profesora mientras entraba al aula.—Harás el trabajo en equipo con Hailee—me volteó a mirar de una manera indiferente la mencionada, era evidente que no quería estar conmigo.

—Prefiero hacer el trabajo sola—no quería estar con alguien que  no me quería ni en su equipo ni en su vida.

—Bueno si tú así lo quieres—continuó con su clase.

Pasé la mitad de su clase mirando a la ventana, asimilando todo lo que había perdido en un corto tiempo, desde la muerte de Angelina nada bueno había ocurrido por mi vida. Todo iba de mal en peor.

Cuándo llegó la hora del receso, salí un momento al patio, todos me miraban acusándome de la expulsión de Hernán y por la muerte de mi hermana, decían que yo era la que debía ser expulsada. Yo solo me limité a mirarlos fulminantemente.

Observaba a todos hacer sus acciones, en poco tiempo me sabía todos los planes de los demás, mis oídos escuchaban más allá de lo que ellos querían contar. Solo por esa razón salía al patio exterior, quería conocer muchísimo más de lo que mis ojos se atrevían a mirar. Ya no quería estar encerrada en una burbuja, por alguna razón quería conocer los problemas del mundo que me rodeaba.

—Angélica, ¿qué haces aquí?—se acercó la psiquiatra Weisdy. Yo observaba a todos, pero no me daba cuenta quiénes me observaban a mí y ella era una de las que lo hacía.

—Nada—sonreí, inmediatamente ella se percató que nada estaba bien en mí.

—¿Quieres hablar? Hace tiempo que no lo haces—ofreció, pensé un momento en si hacerlo o no.

—Está bien—la seguí hasta llegar a su consultorio.

Cuando entré, había los mismos espejos solo que acomodados de distinta forma. Me limité a no mirarlos.

Me senté sobre una silla frente a ella, coloqué las manos sobre el escritorio.

—¿Cómo estás? ¿Tienes algo que contarme?—preguntó al instante.

—Si le digo que bien no me creería, entonces estoy mal, solo así pueden creerme, ¿no es así?—me eché para atrás, poniendo mi espalda contra el respaldo de la silla.

—¿Por qué estás mal? Hace tiempo que no querías hablar, solo venías, te sentabas y cruzabas los brazos mientras evadías todas las preguntas que te realizaba—colocó ambas manos sobre su barbilla.

—Hace mucho tiempo que necesitaba a alguien y me di cuenta que esa persona jamás podré encontrarla—expresé mientras jugaba con el reloj de arena.—Mi tiempo se está acabando, ya no queda nada bueno en mí, solo quiero largarme de aquí—miraba cada milímetro de arena descender sobre el minúsculo paso.

—Hay tantas cosas buenas en ti, Angélica que tú eres la única que no se atreve a verlas, ¿qué solucionarás con irte?—cuestionó atentamente mientras detenía el reloj de arena.—¿Qué ves aquí?—señaló aquel objeto que era capaz de medir el tiempo transcurrido.

—Un reloj de arena—respondí con obviedad.

—¿Qué está sucediendo dentro de el?

—Solo arena que baja por un minúsculo agujero—miré detenidamente el reloj.

—¿Y qué significa eso?

—Que el tiempo está transcurriendo—coloqué mi cabeza sobre el escritorio y toqué el reloj.

—Exacto, significa que estás perdiendo el tiempo, ¿y qué pasa con el tiempo perdido?—arqueó una ceja incitándome a qué respondiera.

—Que nunca podré recuperarlo—suspiré con pesadez.

—¿Y qué pasa si lo volteas?—lo giré para ver qué sucedía, solo lo hice porque no tenía nada que hacer.

—Se reinicia nuevamente.

—Eso es lo que debes hacer tú; empezar nuevamente—exigió.—Angélica quiero verte ser alguien grandiosa—buscó mi mirada y la vi a los ojos, levanté mi cabeza del sitio.

Me levanté sin ánimos, me paré a un lado del marco de la puerta.

—Estoy cansada de hacerlo, hablar no soluciona nada—exhalé todo el aire comprimido.

—Te libera de esa inmensa carga y culpa que sientes, si tú hablas te será más fácil dejar las cosas atrás—manifestó.

—De nada me sirve, porque no hay nada que pueda cambiar—salí del sitio y caminé de regreso al aula, la clase ya había empezado.—¿Puedo pasar?—cuestioné a la profesora que se encontraba en el aula.

—Adelante—dio la orden y entré.

Caminé a mi sitio y tomé asiento.

Mientras la profesora explicaba su clase, saqué de mi mochila el diario de Angelina, lo apreté con fuerza.

—Angelina, he cumplido mi promesa, salí de ese infierno llamado hogar—dije en voz muy baja, no quería que nadie me escuchara. Guardé mi diario en mis pechos, era pequeño así que cabía a la perfección ahí.

—Buenas tardes—escuché voces desconocidas en la puerta.

—Buenas tardes, ¿a quién buscan?—respondió con una cuestión la profesora.

Entraron varios policías al aula.—Buscamos a la alumna Angélica Cárdenas Beltrán—dijo en voz alta mi nombre, inmediatamente todos voltearon a mirarme.

—Soy yo—me levanté casi por inercia, todos estaban sorprendidos.

—Estás detenida por el presunto asesinato de Leticia Beltrán Zuria y Guillermo Cárdenas Soto, tendrás que acompañarnos a la delegación—caminaron a mí y colocaron mis manos atrás, sobre mi espalda mientras me colocaban las esposas.

—No pueden llevársela es menor de edad—salió en mi defensa la profesora.

—Esto debe ser un error—dijo rápidamente la directora. —Iré rápidamente por la psiquiatra Weisdy y allá estaremos en la delegación, Angélica.

Caminamos hasta la patrulla, me introdujeron al auto, eché un vistazo por la ventanilla.

***

Estaba encerrada en un cuarto, donde estaba una mesa de metal y encima de esta colgando del techo estaba una lámpara que iluminaba la habitación. Estaba sentada con las esposas aún en mis manos. Había dos policías enfrente de mí haciéndome preguntas.

—¿Dónde estabas ese día? Me quedé en silencio mirándolo fijamente.—¿Por qué lo hiciste?

—¿Solo importa lo que yo haya hecho? Y lo que ellos me hacían, ¿qué? ¡Nunca nadie se percató de eso! —grité fuertemente.

—¿Estás afirmando que tú los mataste?

—No, durante mucho tiempo planeé una tortura de cómo hacerlo y ese día me arrepentí de ello, yo solo quería ser feliz, quería largarme lejos, tenía todo preparado, si yo haya sido no los haya matado de esa forma, ¿cómo se supone que yo en mis pertenencias tenga un arma de fuego? No sé ni siquiera disparar—reí fuerte en su cara.—Ni siquiera sabes hacer bien tu trabajo—reí con mi característica risa psicopática.

—Es evidente que a ti alguien te ayudó—dedujo con facilidad dando vueltas por el sitio.

—¿Y quién lo habría hecho si no tengo a nadie?—solté una risa mirándolo sin una pizca de culpabilidad.

—Estaré muy pendiente de ti, créeme que si tú fuiste la que los asesinó, tarde que temprano lo averiguaré—se acercó a mí para confrontarme.

—Hazlo, no tengo nada que perder—levanté mis hombros.

Me sacaron del interrogatorio y me llevaron a una celda, donde permanecería hasta que se demostrara mi inocencia o el peor de los casos mi culpabilidad.

No tenía nada de qué preocuparme porque me había encargado de borrar cada evidencia de ese día. El único testigo que tenía era él, pero también era mi cómplice, estaba segura que no me delataría en lo absoluto.

Ya tenía mis manos libres, así que pude moverlas con tranquilidad, ya no me lastimaban. Solo pasaron a hacerme una visita la psiquiatra Weisdy y la directora. Nada nuevo. Pasé la noche sobre un suelo frío y nuevamente diré que no podía dormir, pensé nuevamente en las mismas cosas de siempre. En lo que tendré que enfrentar a partir de ahora

***

Martes/22/Junio/2021.

Otro día más. Otro día más donde sentía que me derrumbaría en cualquier momento y no había nadie cerca de mí que me sostuviera.

Me encontraba en el cuarto de  interrogatorio. Con el policía enfrente de mí y con las manos sin unas esposas de por medio que me impidieran movilidad.

—Espero que confieses tus crímenes, ahora que lo pienso mejor, llegaría a decir que posiblemente tú asesinaste a Angelina Cárdenas Beltrán—dedujo con un lápiz sobre su barbilla.

—¿Usted cree que yo sería capaz de matar a la única persona que me quería?—no pude evitar llorar.

—Posiblemente fingías todo el amor que le tenías y hiciste parecer todo un suicidio, por alguna razón lo dijiste, ¿no crees?—preguntó haciendo conclusiones sin fundamento.

—Estaba en el instituto—respondí rápidamente.

—Es muy bien sabido que te haces la pinta, la directiva del plantel lo confirmó—añadió.—¿Quién te ayudó a matar a tus padres?—insistió en su labor.

—¡Yo no los maté!—grité rápidamente.—Busca todo lo que quieras, pregunta a quién tú quieras y lo único que encontrarás es que yo no lo hice—dije tratando de sonar convincente.

Sin mucho éxito salió de la habitación, en cambio entró primero la psicóloga Zaire. Querían buscar el medio de que yo confesara, pero yo me sabía su truco.

—Angélica—dijo mi nombre y tomó asiento.

—¿A qué vino? No tengo nada que confesarle—comenté rápidamente a la defensiva.

—No he venido a eso, Angélica—respondió con calma.

—Entonces, ¿por qué está aquí?

—He venido a pedirte una disculpa, y decirte algo muy importante—hizo una breve pausa. Yo no sabía la razón de ahí.—¿Qué te faltaba para ser feliz? Lo tenías todo, Angélica.

—Lo único que me faltaba era ver la realidad, ver a mi alrededor, veo mi vida actual y quisiera volver atrás, cuando tenía lo que estaba buscando, cuando era feliz y no lo sabía—quería dejar todo atrás, ya no quería tenerle rencor a ella.—¿Por qué lo hizo? ¿Por qué jamás confío en mí? Podíamos haber sido lo mejor de este mundo, yo quería que confiara en mí porque yo confiaba en usted...

—Nunca me diste razones para confiar en ti, tus padres jamás te hicieron daño, solo fueron inventos tuyos para llamar la atención—interrumpió.

—¿Se arrepiente de ello?—me atreví a cuestionar.

—No, nunca confíe en ti—conversó, me dolía escucharlo, pero era lo que quería hacer.

—Yo quería que alguien creyera en mí, y en usted quería encontrar todo lo que mis padres no me daban; amor, confianza, apoyo y mucha comprensión, yo la veía más allá que a la psicóloga que es, lo siento si la hice perder el tiempo—me disculpé y miré hacia el suelo.

—Tú tenías todo lo que necesitabas, pero te agrada más el papel de víctima—comentó sin dejar de mirarme.

—¿Por qué me hizo pensar que confiaba en mí? ¿Por qué me ayudó cuando evidentemente todos mis intentos de suicidio eran falsos para usted?—indagué reprimiendo mis emociones.

—Necesitaba que entendieras que estaba mal, que te dieras cuenta por ti misma que no necesitabas a nadie, solo te necesitabas a ti—argumentó con sinceridad.

—¿Por qué estaba ahí cuando la llamaba? ¿Por qué me dijo que me quería y trataba de confiar en mí, pero nunca lo hizo? ¿Por qué lo hizo?—pronuncié con dolor en mi voz.

Se tomó mucho tiempo en responder.—Sentía lástima por ti, porque nadie te quería—dijo al fin.

Las lágrimas salieron por mis ojos casi por inercia, los que llamaba padres tenían razón, el único sentimiento sincero que los demás sentían hacia mi persona era lástima.

—Nunca pensé que usted sintiera eso por mí, lo creí de todos menos de usted—pasé mi mano limpiando las lágrimas.—Fue un placer haberla conocido—di por terminada la conversación e inmediatamente ella se fue.

Enseguida entró la directora en compañía de la psiquiatra Weisdy.

—Qué bueno que están aquí las dos—traté de calmarme. Notoriamente estaba muy sensible.—Quisiera pedirles perdón a cada una de ustedes, siempre cuestioné su trabajo, si en verdad habían estudiado o habían comprado el título.—dirigí una mirada rápida a la directiva.—Las dos han hecho excelente en la labor que se desempeñan pero yo nunca me atreví a ver eso, siempre busqué la aceptación en personas ajenas a mí, siempre busqué un abrazo, cariño en personas equivocadas, mi psicóloga favorita era Zaire, porque en su momento ella fue lo que necesitaba y estaba mal, yo quería confiar en ella y que ella hiciera lo mismo conmigo, ahora me doy cuenta de todo, lo siento por todo lo que hice y lo que dije, solo quería decir eso, para estar en paz conmigo misma—no dijeron nada, solo se salieron del sitio. Me quedé ahí en silencio por un largo rato.

—Angelina—pensé en ella y vi su diario, di una hojeada rápida por las páginas y me encontré con lo que una vez le pedí; poner un título adecuado para un libro que no lo tenía y un final para algo que todavía no existía.

Balas Perdidas.

Ese quiero que sea el título de tu primer libro, ¿sabes por qué? Porque tú eres una bala perdida que fue disparada al aire y justo ahora se encuentra en un sitio desconocido, donde no sabe ni dónde está, quién es, ni porqué está ahí. ¿Alguien me amará? ¿Seré lo suficientemente buena para que alguien lo haga? Es una de las incógnitas que constantemente se hace. Pero un día esa bala perdida encontrará lo que por años ha estado buscando.

No te rindas, Angélica, esa persona existe y... también está buscándote.

Y la segunda decía lo siguiente.

Final Balas Perdidas.

Angélica duró varios años buscando a alguien que la amara de la forma que ella siempre lo pidió, alguien que la necesitara de la misma forma que ella lo hacía; alguien que la protegiera y le dijera que la amaba todos los días del año. Esa persona sí existía, pero el mundo le hacía creer lo contrario. Él también llevaba tiempo buscándote.

Angélica y he de decir que al final te encontró.

La Bala Perdida halló lo que tanto buscó.

Besé ambas páginas diferentes.

—Angelina—su nombre se había vuelto sinónimo de dolor, decirlo me causaba un dolor profundo en el pecho, porque yo podía haber hecho todo para haberla salvado y no lo hice. —Perdón por no haberte abrazado más fuerte esa última vez, pensé que te volvería a ver.

Yo quería tener el final que Angelina había escrito para mí, pero no era posible, a mí nadie me estaba buscando y mucho menos me ha encontrado. Y lo más importante, yo quería que ella estuviera en mi final, como tanto me lo había prometido, quería que fuéramos felices juntas, pero la felicidad jamás estuvo destinada para mí.

***

Me encontraba nuevamente sobre el piso frío de la celda.

—Es muy raro cuando te despides de una persona con planes de volverla a ver y luego cuando ya no está te das cuenta que esa fue la última vez y no lo sabías, debí abrazarte más fuerte, debí haberte demostrado que tú también eras mi Octava Maravilla, debí haberme ido a tu lado... debí—no tenía caso que continuara.

—Angélica, ¿qué hiciste?—llegó la psiquiatra Weisdy tratando de hacerme confesar.

No respondí.

—Conseguiremos a un abogado para que te saque de aquí—comentó con firmeza.

—Lo mejor que puede pasarme es quedarme aquí, ya no hay nada bueno allá afuera, ya no tengo a nadie... ya no me tengo a mí misma, ya no tengo ni una sola razón para continuar—susurré con dolor.

—Angélica yo sé que tú no los asesinaste, yo confío en ti—declaró.

—Yo necesitaba que alguien confiara en mí, que alguien me creyera, por mucho tiempo necesité a alguien que lo hiciera y ahora ya no necesito que alguien lo haga—articulé con resentimiento.

Hay cosas que nadie debería hacer y una de ellas era confiar en mí.

—Angélica, ¿tú los mataste?—formuló rápidamente en voz baja, a ella le había hecho una confesión hace un tiempo.

Sonreí.—Nunca nadie se percató de cómo estaba yo, todos creyeron que yo mentía, que solo quería atención y bla, bla, bla, ¿de qué forma lo harían? ¿Si ellos me hubiesen matado creerían en mí? Evidentemente no, volverían a creer que me suicidé aunque no hubiera ninguna carta de por medio, nunca se preocuparon por mí en lo absoluto, ahora a mí, ¿por qué debería importarme quién los mató? Si yo haya sido, ¿por qué hasta ese día? Si pensaba hacerlo y se lo confesé en una de las tantas veces que hablé con usted, pero me arrepentí, quería largarme con ellos y ser felices, estaba dispuesta a empezar nuevamente y dejar que todos siguieran pensando que era una mentirosa, yo lo haría, yo; la persona que tantas veces necesitó que alguien creyera en mí, que les mostró su vida cuando nadie creería lo que sucedía dentro de ella, iba a cambiar toda esa confianza que nunca hubo, ¿cómo cree que me sentía?—me aventé el discurso convencedor y creo que me funcionó.

—Angélica, ¿qué es lo que hiciste?—se cubrió la boca sorprendida pensando lo peor de mí.

—No es lo que yo hice, es lo que ellos me hicieron a mí.

—¿Qué es lo que necesitabas? ¿Qué es lo que querías?—cuestionó insistente mirándome a través de las rejas.

—Yo solamente quería que alguien me amara.

Fin.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top