Capítulo 39.-Culpa mía

Viernes/12/Marzo/2021

El reloj despertador había sonado ruidosamente más de lo habitual. No había podido tan solo cerrar los ojos y haber tenido una buena noche. Estaba en posición fetal abrazando mis rodillas con el aroma que a vainilla que tanto caracterizaba a mi hermana, no quería que aquel olor que formaba parte de ella, del perfume que usaba todos los días se esfumara.

Sentía mis ojos enrojecidos y me dolían, tenía muchas lágrimas que derramar por lo que había pasado, el vacío que sentía en mi pecho era enormemente abrumador, y no sólo me sentía sola, lo estaba realmente. No había ni una sola persona que me hiciera compañía en esta vida.

No era posible, ¿quién podría volver a dormir cuando le faltaba la persona más importante de su vida? ¿Quién podría tan solo volver a cerrar los ojos y sonreír como ella lo hacía, como lo hacíamos cuando estábamos juntas, cuando había tan solo un poco de felicidad en mi vida?

Me levanté casi por automático de la cama de mi hermana, esperaba encontrarla ahí, que atravesara la puerta de su habitación y me encontrara ahí mientras una sonrisa acompañaba su rostro como el más lujoso adorno que no todos podemos portar con aquella elegancia y felicidad como ella lo hacía.

—¡Angelina!—di un grito lleno de tristeza.—¿Dónde estás Angelina?

Busqué por cada rincón y no quedaba nada de aquella niña de once años que tenía toda la felicidad que yo siempre había querido en mi vida, no entendía como ese pequeño ser casi tan perfecto podía merecer esos padres monstruosos que la vida le dio.

Me agaché y debajo de su cama había algunas maletas ya listas. Tuve el valor de revisar cada una de ellas y no pude evitar llorar, ella realmente quería irse conmigo, tenía todo planeado para que nos fuéramos juntas, ella solo quería que fuéramos felices. Me sentía culpable de su muerte.

Caminé a mi habitación y me coloqué mi uniforme, tenía varias manchas y estaba completamente arrugado. Me lo coloqué y estaba toda desaliñada, me vi en el espejo y tenía unas enormes ojeras bajo mi rostro, mi cabello estaba enredado, no tuve ganas de nada, solo quería asistir al colegio porque no quería deprimirme más de lo que ya estaba. No quería permanecer encerrada en mi dolor, a pesar de que este me acompañaría a todas partes.

Bajé a la sala de estar y vi a mi hermano Geovanny con varias maletas a sus costados, no tenía ni una sola intención de despedirse de mí.

—¿Te vas?—señalé sus maletas.

—Sí, ya no queda nada bueno en esta casa—me miró con tristeza y yo bajé la mirada, pero quedaba yo, yo también importaba.

—Lo sé—acepté a pesar de que la respuesta me dolía.

—Tú también deberías hacer lo mismo, tu felicidad ya se terminó, ya no tienes nada bueno por lo que seguir viviendo—no era la única que se había dado cuenta. Lo que dijo fue como un balde de agua fría, pero cuanta razón había en sus palabras.

Y se fue, desapareció por la misma puerta que la noche anterior del suicidio de mi hermana yo había salido por ahí, tuve la oportunidad de largarme y no lo hice, y todo esto el que pasaba era culpa mía.

Tomé camino al instituto, llegaría tarde y no me importaba. Y las personas que sí, ya no estaban.

***

—¿Por qué llegas tarde?—misma pregunta, distinto día, diferente situación.

—No lo entendería—dije tajante y tomé mi lugar.

—Ya estamos enterados de lo que pasó y lo siento mucho—se acercó a darme el pésame la profesora.

—Nadie lo siente tanto como yo—retomó su lugar y procedió a dar la clase.

—¿Por qué no me llamaste?—preguntó Hailee intentando abrazarme.

—Porque no quise hacerlo—negué el abrazo porque no quería otro que no fuera el de mi hermana.

—Pero yo debería haber estado contigo—regañó juzgándome.

—¿Y de qué me serviría tu presencia? A la única persona que quiero es a mi hermana, no necesito a nadie más—levanté la voz y me cambie a otro lugar donde estuviera sola, donde nadie me abrumara con preguntas.

—¿A qué viniste Angélica? Hubieras estado mejor en tu casa—volvió a mí la profesora a regañarme por mi pésima actitud.

¿Por qué nadie lo entendía?

—Yo estaría mejor muerta—remarqué con odio.

—¿Sigues en tu plan de suicidarte? Pensábamos que lo habías superado—se cruzó de brazos indignada por mi respuesta.

—¿Suicidarme? No necesito hacerlo porque sé que alguien más lo hará por mí—dije pensando en mis padres.—Mi única intención era proteger a mi hermana y no fue suficiente—bajé la cabeza con decepción.

—Tu hermana te ha dado la mejor lección, tu hermana te ha enseñado a suicidarte sin hacer ruido, debes aprender lo que ella hizo—dijo mi compañero Hernán, quien padecía de empatía. No esperaba que me diera el pésame, tan solo quería que por una vez en su vida me dejara en paz, no quería oír nada que me recordara todo lo que pude haber hecho y no lo hice.

—¿Enserio tú pensabas que podías salvar y proteger a tu hermana? Tú nunca salvarás a nadie—continuó Carmina, tenía razón, pero no necesitaba decirme de algo que ya sabía.

Me enfureció bastante los comentarios de mis compañeros y nadie hizo nada por hacerles ver que estaban mal. Caminé a ella y la empujé contra la pared y la miré furiosa, había desatado todo lo malo que tenía guardado en lo más profundo de mi ser.

—Angélica, a la dirección—ordenó la profesora cerca de mí. Miré una última vez a Carmina y salí del aula. Ni siquiera tenía ganas de llegar a la dirección así que me quedé sentada en los últimos escalones.

No estuve mucho rato ahí, fue la psiquiatra Weisdy quien me descubrió mientras ella bajaba las escaleras.

—¿Qué haces aquí?—pasó a un lado de mí, esperaba una respuesta rápida y congruente.

—Qué le importa—respondí sin medir mis palabras.

—Oye, nadie tiene la culpa de lo que sucedió, ¿quieres contarme?—preguntó con la intención de que me fuera a charlar a su consultorio.

—Sé que nadie tiene la culpa, porque la culpable soy yo, pero nadie hace el intento por no molestarme, diera lo que fuera porque todos estuvieran muertos, cambiaría a todos por solo un beso y un abrazo de Angelina—hice una pausa respirando profundamente.—¿Sabe cómo me siento? Esperan que sonría como si nada hubiese pasado, ya no hay motivos para sonreír, mi hermano se fue hoy de la casa porque ya no quedaba nada bueno en ello, ¿cómo cree que me siento? No soy lo suficientemente buena para que alguien se quiera quedar a mi lado, lo que llamaba familia ya no existe, nunca siquiera llegué a tener una, pero Angelina fue mi única familia, mi única felicidad y ahora ya no queda nada de eso—tapé con mis manos mi cara ocultando todo el dolor que me estaba haciendo compañía.

Tomó un suspiro muy largo.—Hay mucho de que hablar, vayamos a mi consulta—la seguí.

Solo necesitaba a alguien que me escuchara y había una persona que estaba dispuesta a hacerlo.

—Gracias—sollocé fuertemente.—Lo siento, no soy lo suficiente fuerte, realmente nunca lo fui, no estuve cerca de serlo.

—Yo estoy aquí para ayudarte y escucharte, pero necesito que me cuentes todo, quiero escuchar todo lo que tú quieras, tenemos tiempo para eso—me miró atentamente.

—Mi hermana una vez me dijo que lo que menos tenía era tiempo—recordé su voz, ella siempre me dio señales de que nada estaba bien en su vida.—Ella se suicidó ayer, fue la peor sensación del mundo, ver su cuerpo sin vida colgado de aquel candelabro, sentir su cuerpo frío y que ya no había nada que pudieran hacer...

—Ahora puedes entender que es lo que pasará en la vida de alguien más si tú haces lo mismo—comentó mirándome con atención, en ella no había ningún signo de dolor por lo que le había dicho, y todos los psicólogos eran así, tenían esa fortaleza cuando alguien se derrumbaba.

—No, conmigo sería diferente, porque en este mundo ya no hay una sola persona a la que le importe—si yo fuera la que se suicidara también, mis padres estuvieran felices de lo que hubiera hecho.—Se da cuenta de lo culpable que me siento—lloré más fuerte.

—Tú no eres culpable de nada, Angélica—dijo en un intento de consolación.

—¿Cree que eso me hará sentir bien?

—Yo no estoy para consolarte, yo estoy para escucharte y ayudarte—respondió firme.

Había olvidado que ese era el verdadero trabajo de un terapeuta.

—Mi hermana se suicidó y espera que no sienta culpa—traté de mirarla a los ojos, pero me sentía un asco.

—Tú hermana tomó una mala decisión...

—Yo pude haberla salvado, tuve la oportunidad de salvarla y no lo hice—sentía una culpa inigualable y una maldita opresión en el pecho.—Le prometí que la sacaría de ese infierno y no lo cumplí, si tan solo la noche anterior nos hubiéramos largado, nada de esto hubiera pasado—me bajé del asiento y me acurruqué en el suelo.—Ella me prometió que si necesitaba ayuda me la iba a pedir y no lo hizo... ¿por qué no lo hizo?—estaba empezando a cuestionarme el porqué de cada acción hecha de mi hermana. Me levanté del suelo.—Yo llegué a casa, a su cuarto, la vi a ella colgada, tenía la expresión de que había estado llorando, caminé y en el bote de basura estaba la carta de suicidio estrujada, como si se haya arrepentido, sí, mi hermana se iba a suicidar, pero se arrepintió de haberlo hecho y tiró la carta a la basura, mi hermana no se suicidó, a ella la asesinaron y quisieron hacer parecer que se trataba de un suicidio—concluí, la psiquiatra me miraba sin entender cada cabo suelto que yo decía.

—Angélica, aunque te duela asimilarlo, tu hermana se suicidó, eso fue lo que dijeron las autoridades—comentó esperándome hacer cambiar de opinión.

—Claro, eso fue lo que dijeron, ¿y si alguien les pagó para que dijeran eso? El dinero puede comprar el silencio de autoridades corruptas, ya sé quién pudo haberla matado—di casi por finalizada la conversación.

—Angélica, no es bueno que pienses así, piensa que tu hermana se fue y está en un lugar mejor—espetó con calma.

—Pero no lo hizo, ella no se fue porque ella no habría sido capaz de irse sin mí, ella dijo que me esperaría...y yo creía en ella—terminé la frase con pesadez.

Salí de su consultorio y volví al salón por mis cosas, lo mejor que podía hacer era irme. No necesitaba estar aquí. Caminé rumbo a la barda donde mi hermana y yo la habíamos saltado.

Tomé vuelo y llegué arriba de ella.

—¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?—miró hacia atrás.

—No, ¿qué?

—Que estamos juntas—pasó su brazo por mi hombro y yo hice lo mismo.—Podría quedarme toda una vida aquí...

—Y nunca me aburriría de ti—vi sus ojos azules y ella vio los míos.

Tan solo hace unos días te tenía y hoy ya no estás conmigo, te he perdido Angelina, daría lo que fuera por volver a estar a tu lado, daría todo lo que tengo por volver a esos momentos en los que parecía que éramos felices y lo éramos.

—¿Por qué todo lo bueno tiene que acabar tan pronto?

—Te presento la realidad, por si no la conocías, te quita todo cuando eres feliz.

¿Por qué tenías que irte cuando estaba conociendo la felicidad? ¿Por qué tenías que irte cuando estaba empezando a amarte? ¿Por qué lo tenías que hacer en ese momento cuando yo iba a quererme? ¿Por qué te tenían que matar cuando tú y yo íbamos a ser felices?

Acaricié el lugar donde ella había estado sentada días atrás. Me pareció verla a ella con el temor de no querer saltar, pero con esa felicidad tan distintiva de ella en cualquier momento del día.

—Es momento de que saltes, puedo ayudarte si quieres, me he vuelto una experta—saltó y me quedé perpleja.

—Angelina—dije su nombre y había desaparecido. Ahí no había nadie más que yo y todo el vacío que me acompañaría desde siempre.

Me lancé al vacío sin algún cuidado, estiré mi mano como si ahí estuviera mi hermana sujetándome. Y caminé. Mi destino era ir a visitar a mi hermana a su nuevo hogar.

***

—Angelina, he venido a visitarte, ¿cómo estás? Yo no estoy bien desde que te fuiste—acaricié su tumba, tenía varias flores ya casi marchitas de la última vez que habíamos estado aquí.

—¿Has venido a visitar a tu hermana?—apareció el señor Alfredo detrás de mí.

—¿Qué hace usted aquí?—me levanté rápidamente del sitio y lo enfrenté.

—Tu hermana me dijo que te entregará algo—sacó de su abrigo el diario de mi hermana.

—¿Qué hace usted con eso? ¿Por qué mi hermana le entregaría algo así a usted?—pregunté insistentemente mirándolo acusatoria.

—Angelina y yo teníamos un vínculo desde el día del accidente, ella antes de suicidarse me entregó esto, dijo que volvería por el y ya no volvió—sonaba convincente, pero yo no podía creer en él ni en nadie.

Era la mentira más grande que había escuchado de la boca de alguien.

—¿Usted la mató?—actúe rápidamente y le quité la pistola de su fajo. No sabía usarla pero tan solo me servía como un medio amenazante para hacerlo confesar la verdad.—¿Por qué mató a mi hermana? ¿Qué le hizo ella? ¿Por qué no hizo lo mismo conmigo?—mis manos temblaban al tener eso en mi mano, de solo imaginar que él lo había hecho sentía temor porque yo estuve cerca de él que pudo haber hecho lo mismo conmigo.

—¿Y por qué yo mataría a tu hermana?—no parecía intimidarse con el arma y yo temblaba de miedo por estar cerca de aquel hombre, que no había ni una sola persona a mi alrededor que pudiera defenderme.

—Usted fue, y también fue el que pagó porque dijeran que se trataba de un suicidio, usted está forrado de dinero y lo conozco, sé que es capaz de hacer algo así—apreté la pistola con ambas manos.

—¿Me matarás delante de la tumba de tu hermana?—se acercaba a paso lento a mí.—Estoy segura que no sabes ni siquiera usar eso—soltó una pequeña risa.

Le entregué la pistola.—Máteme, no tengo ninguna razón para seguir viviendo—levanté su mano y coloqué la pistola en mi cien.—Hágalo, antes de que yo acabe con usted—cerré los ojos esperando que llegara el tan ansiado momento, en donde me fuera con Angelina y pudiéramos ser felices.

—¿Y por qué lo haría? ¿Qué ganaría yo con hacerlo?—preguntó sin despegar la pistola de mi cien.

—Ganaría que yo no lo mate, hágalo lo estoy esperando—apuré.

—¿Y por qué no te matas tú sola?

—No soy capaz de hacerlo, no me atrevería a hacerme daño porque se lo prometí a Angelina—me derrumbé en el piso, lloré sombre la tumba de mi hermana.

El señor Alfredo me observaba expectante. Se acercó a mí, se agachó poniéndose en cuclillas y lo veía con la intención de tocarme, pero no lo hizo.

—¿Puedo abrazarte?—preguntó, me levanté del suelo y lo abracé fuertemente.

Sollocé fuertemente mientras me apretaba más en sus brazos, no confiaba en él, pero ¿qué podía hacer yo? Él era el único con el que me sentía protegida, no tenía más opciones, ni siquiera mis padres me protegerían de él ni de nadie que intentara hacerme daño.

Acarició mi cabello y daba ligeros masajes en mi espalda, era una manera de tranquilizarme.

—Ellos van a matarme—dije en su oído.

—Todo va a estar bien, nadie te hará daño—se separó de mí y me miró fijamente.—Yo no maté a tu hermana—tomó mi rostro con ambas manos.—Yo no haría eso, porque sé lo que se siente que te quiten al ser que tú más amabas en la vida.

—¿Por qué mataron a mi hermana?—cuestioné hacia él, como si supiera la respuesta a todas mis preguntas.

—Te dejo, tengo cosas que hacer—dejó algunas cosas sobre la tumba de mi hermana.

—Espere—hice contacto con su mano, ambos miramos lo que había hecho.—Mi hermana no se despidió de mí, usted tan solo pudo hablar con ella—se quedó parado observando.

—La vi una última vez y me dijo que si ella por alguna razón no volviera, dijo que ella está muy orgullosa de ti, que te ama mucho y que no dejes de buscar a la persona que tanto esperas—se acercó a mí y me dio un abrazo inesperado.—También me dijo que te abrazara en su lugar—lo apreté fuerte y se sentía como un abrazo de Angelina. Solo duró unos segundos y estableció una distancia.—Dijo que te entregara esto, que aquí podrás encontrar la respuesta a varias de tus preguntas—me entregó el diario de Angelina, lo tomé con fuerza, como si fuera a la misma Angelina a la que le estaba entregando.

—Ya no te hagas daño, Angelina estaba cumpliendo cada una de sus promesas...—se fue, me dejó en medio de toda la soledad que siempre había habitado en mi vida.

Me senté sobre su tumba con lágrimas en los ojos, porque dolía pensar que ya nunca más la volvería a ver, dolía el hecho de saber que aquello que teníamos planeado jamás podría ser.

—Angelina, tú eras la persona que estaba buscando, a tu lado no necesitaba a nadie más y ahora que no estás, no sabes el inmenso vacío que siento, extraño cada abrazo de ti, y esa manera tan peculiar de hacerme sentir tan malditamente bien, tú siempre buscabas las palabras adecuadas para cada malestar que tenía, eras el antídoto que me brindaba felicidad y estaba segura que ese antídoto me duraría toda la vida pero un imbécil se encargó de acabar contigo, tu luz se apagó, ¿y quién me ilumina ahora?—quité cada hoja seca que había sobre la lápida.—Prometí protegerte de quien sea y lo hice, pero nunca te protegí de los verdaderos monstruos y siempre me arrepentiré de ello—sujeté con fuerza el diario.

—La protegiste Angélica, hiciste lo que estaba en tus manos—apareció la psiquiatra detrás de mí.

—No fue suficiente, nunca he sido suficiente—ni siquiera tuve el valor de mirarla a los ojos.

—Para ella sí lo fuiste, eras su mayor orgullo y nunca se cansaba de repetirlo—contradijo posicionándose atrás de mí.

—Ahora no está aquí para decírmelo y es lo que necesito—me recosté sobre la lápida.—Se lo prometí, la única promesa que de verdad me importaba, la única que debía cumplir y no lo logré.

—Angélica no puedes quedarte anclada en el hubiera, debes seguir con tu vida, debes entender que tu hermana se suicidó y ya no hay nada que puedas hacer por ella—resopló, estaba harta de siempre escuchar lo mismo de mí.

—Ella no se suicidó, ella no haría algo así, ella me prometió que si necesitaba ayuda me la pediría, el que la mató quiere que pensemos que ella se suicidó—contradije.—¡Ella jamás sería capaz de dejarme sola!—exclamé furiosa.

—¿Sabes realmente lo que significa una promesa?—cuestionó y no supe que responder. Tomó una hoja seca.—Una promesa es esto, cualquiera puede romperla—hizo añicos la hoja.

—¡Qué usted haya roto todas sus promesas, no significa que todos haremos lo mismo!—exclamé, estaba enfadada que todos creyeran que éramos como ellos.—Sí, soy una mierda de persona, pero no soy la misma mierda que usted—me levanté del suelo.

—Si tu hermana no rompía ninguna promesa, ¿por qué no está aquí?

—¡Porque a ella la mataron!—grité tan fuerte que mi voz se quebró.—Ella me prometió que estaría conmigo, ella volverá—disminuí notoriamente el volumen de mi voz.

—Debes irte a tu casa ya—estuvo durante mucho tiempo en silencio.

—Lo haré, volveré a ella, aunque sea lo último que haga, permaneceré ahí, hasta que ellos sean capaces de matarme, solo espero ese día, ya no huiré, porque ahí están los mejores recuerdos al lado de Angelina, ahí estuvo su último día de vida, en la habitación en la que estuve, tuvo su último aliento y nadie hizo nada para ayudarla, y todo esto es culpa mía, porque si yo no haya asistido al instituto la hubiera salvado—caminé sola de vuelta a casa, hablando conmigo misma.—Estaré mejor hasta que esté al lado de Angelina—susurré en silencio.

Te extraño Angelina y escribo este libro especialmente para ti, tú que querías leer mi vida, la única persona que estaba interesada en hacerlo, solo tú eres la única razón por la que decidí continuarla, porque sé que en un futuro muy lejano, tú la leerás y te seguirás sintiendo orgullosa de tu Octava Maravilla, la Octava Maravilla del mundo.

Si hubiera sabido que mi hermana nunca estaría más, jamás hubiese deseado que transcurriera el tiempo.

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