Capítulo 38.-Por favor, no me olvides

Jueves/11/Marzo/2021.

3:30 am.

—Angélica, Angélica—me movió levemente sobre la cama.—Angélica, despierta—decía en voz muy baja.

—¿Qué pasó Angelina? ¿Qué haces aquí?—miré  la hora en el reloj despertador.—Son las 3:32 de la madrugada, ¿qué necesitas?—me levanté de la cama quedando sentada.

—No puedo dormir, ¿me llevas a dar un paseo?—propuso como si fuera normal salir a pasear en plena madrugada.

—¿A dónde quieres ir?—me reí con los ojos cerrados pensando que se trataba de una broma, y como broma estaba perfecta.

—Solo sácame de aquí, no hagas ruido, tengo las llaves del auto de nuestros padres—me levanté de la cama aún con pijama y pantuflas al ver que no era una broma más de ella.

Caminamos sigilosamente tratando de hacer el menor ruido posible. Bajamos las escaleras, vi a mi hermana como si fuera a despedirse de algo.

—Vamos, Angelina—tomé su brazo y la saqué de nuestra casa.

Abrí el coche y se escuchó el ruido de la alarma que había sido abierto, deseaba internamente con todo mi ser que mis padres no se hayan despertado.

Me metí en el auto toda adormilada, me puse un poco de agua de una botella que tenían ahí. Calenté el motor del carro por unos minutos.

—Colócate el cinturón—le ayudé a colocarle el cinturón a mi hermana menor. Estaba sentada en el asiento copiloto.

—Lo siento por haberte despertado—se disculpó apenada, no tenía signos de haber estado dormida.

—Angelina, más tarde tienes un concurso—reproché en forma de regaño.

—Lo sé y ayer fue mi cumpleaños—se cruzó de brazos haciendo pucheros enfrentándome.

Por fin el motor se había calentado lo suficiente, puse en marcha el carro. Crucé todo el lugar hasta llegar a la carretera, di varias vueltas hasta que llegué a un semáforo.

—¿Puedo poner música en aleatorio de tu celular?—no esperó respuesta y conectó mi celular, la primera canción que fue reproducida fue Another life—Motionless in White.

—No tienes miedo de mí, de lo que pueda hacerte, ¿no tienes miedo de que yo esté conduciendo un auto cuando intenté matarte?—pregunté mientras la canción sonaba de fondo.

—Después de un tiempo hay cosas que dejan de importarte y solo esperas ese día—dijo mirándome a mí, de vez en cuando la miraba a ella, pero mi vista estaba más centrada en el frente.

But I hate that it seems you were never enough 

We were broken and bleeding but never gave up 

And I hate that I made you the enemy 

And I hate that your heart was the casualty

Now, I hate that I need you...—sintonizaba el artista en aquel momento.

—¿A dónde quieres ir?—cuestioné a mi hermana que seguía sin mostrar signos de cansancio.

—Tú solo conduce sin parar, cuando me dé sueño te digo—miraba al frente, tenía los ojos abiertos, hasta parecía no parpadear.

Conduje por al menos una hora, yo tenía mucho sueño y tenía que estar presentable para el concurso de mi hermana.

—Angelina, ¿qué pretendes? No pareces tener sueño, ¿cuál es tu plan?—detuve el auto en seco.—Son las cinco de la mañana, tenemos que volver.

—¡No quiero volver nunca!—exclamó abrazando sus rodillas.

—Tenemos que hacerlo, daré vuelta atrás y haremos como si esto nunca pasó—encendí el auto y arranqué a toda velocidad retornando de vuelta a casa.

—¡No lo entenderías!—me gritó en medio de lágrimas y ella nunca me gritaba.

—Cómo quieres que te entienda si no me cuentas nada—aumenté más la velocidad del coche, mi hermana no era amante de la velocidad pero no me pidió que parara.

—¡Tú nunca entiendes nada!—volvió a gritar.—No vuelvas a casa—tomó el volante y lo giró bruscamente cambiando de carril, íbamos en sentido contrario.

Tomé el control del volante volviendo nuevamente al carril de vuelta a casa.

—¿Por qué no quieres volver a casa?

—No tengo sueño, por favor llévame a otro sitio—suplicó bajando demasiado el volumen de su voz.

—¿A dónde quieres ir?—di vuelta atrás y seguí con lo que mi hermana me pedía.

—Lejos, llévame lejos, muy lejos—dijo con total sinceridad, parecía una broma lo que me pedía mi hermana, pero no se trataba de ninguna broma porque lo decía con tal seriedad.

—¿Y nuestros padres?—pregunté, como si ellos alguna vez hayan pensado en mí.

—Ellos estarán bien sin nosotros—asintió con la cabeza sin una pizca de remordimiento por estar a punto de abandonarlos.

Aumenté más la velocidad, no quería que ellos nos descubrieran en nuestra huida, y todo iba bien, ya habíamos salido de la ciudad, hasta que el celular comenzó a sonar.

—No contestes—tomó mi mano para que no tomara el celular.

—Tengo que hacerlo, pueden llamar a la policía y decir que es un secuestro—desconecté el celular, no quería que mi hermana escuchara la conversación entre yo y nuestros padres.

—¡Angélica, ¿qué mierda pasa por tu cabeza?!—gritó lleno de odio mi padre.—¿Dónde estás? ¿Por qué te llevaste a Angelina? Sabes perfectamente que tú nos importas una mierda, puedes hacer y largarte a donde quieras, pero a Angelina no te la llevas a ningún sitio—retiré el teléfono de mi oreja ante los fuertes gritos que daba aquel hombre que decía ser mi progenitor.

Lo único que hice fue reír fuertemente ante sus palabras.

—¡Te vas a arrepentir si no traes a Angelina sana y salva en este momento!—amenazó mi madre.

—Nunca más te atreverás a hacerme daño, madre, nunca más te volveremos a ver—tensé la mandíbula y dije el último adiós de forma clara y lenta.

Me concentré tanto en la llamada que olvidé mirar el frente.

—¡Angélica, cuidado!—rápidamente rebasé el auto que estaba adelante de mí.

—¡Vuelve ahora mismo!—escuché golpes en algún sitio de la casa.

—No lo haré—colgué rápidamente la llamada.

Detuve el carro, recargué mi cabeza en el volante llorando en silencio. Sabía perfectamente que esta huida no se podría llevar a cabo, ¿a dónde iríamos? ¿A dónde llevaría a mi hermana? ¿Qué podía ofrecerle yo?

—Angélica, ¿qué haces?—se quitó el cinturón de seguridad y pasó a sentarse a un lado de mí, acariciando mi espalda dándome aquel aliento que tanto necesitaba.

—Esto no está bien, ¿a dónde iremos? No tengo nada que ofrecerte—sollocé sin levantar la cabeza del volante, me aferré con odio a este por no ser suficiente, por no tener a un sitio donde llevarla en el cual estemos a salvo las dos.

—¿Estás bromeando? Yo quiero ir contigo y no me importa cuál sitio sea—giró la llave encendiendo el auto.

—Lo mejor será decirle a nuestros padres dónde estamos—con una dolorosa decisión tomé el celular y envié uno de los mensajes más dolorosos de toda mi vida.

Esto no era lo que estaba planeando durante varios años en los que mi único deseo era largarme a la mierda y desaparecer, esta no era la Angélica que yo conocía, me estaba rindiendo, ellos estaban ganándome la guerra.

—Me estás matando, ¿lo sabías?—resopló enfadada—Apuesto que no sabes nada—volvió a su asiento enojada por no haber hecho lo que ella me pedía.

—Es lo mejor para ti, Angelina—levanté la cabeza y la vi a los ojos, con total tristeza.

—No sabía que matar a alguien era lo mejor—abrió la puerta del coche.

—Te prometo que pronto te sacaré de ahí—susurré.

—¿Y de qué sirve que prometas, Angélica? No lo harás, si no eres capaz de hacerlo hoy que tienes la oportunidad, ¿crees que lo vas a poder hacer luego?—se cruzó de brazos mientras estaba esperando que cambiara de opinión.

—¡Entiende que no tengo nada que ofrecerte!—grité con fuerza.—¿Crees que yo no quiero largarme?—rompí en llanto mientras abrazaba fuertemente a mi hermana.

—Cuando de verdad quieres hacer algo, lo que menos importa es el sitio—rechazó mi abrazo, estaba enfadada.

—Eres una ilusa si crees que vamos a vivir de felicidad—me quité el cinturón de seguridad y volví a recostarme en el volante.

Esperé ahí durante las próximas horas, después se paró un taxi impidiéndome el paso.

—Lo único que te detiene eres tú, ¿por qué te preocupas por seres que nunca se han preocupado por ti?—indagó con la voz rota.

—No lo entiendes, tengo la esperanza que ellos algún día me amen—rápidamente se bajaron del carro mis padres.

Ella no lo entendía porque no lo había vivido y esperaba que nunca lo hiciera.

Abrió la puerta de mi lado mi padre y mi madre la del lado de Angelina.

—¿Por qué lo hiciste cariño?—mi madre besó cariñosamente la frente de mi hermana.—Vamos a casa—sacó a mi hermana del auto y la metió al taxi.

Mis padres creían que yo había sido la que me la había llevado, en ningún momento pasó por su cabeza que Angelina me había pedido que nos fuéramos, ante sus ojos yo era la culpable.

—Y Angélica, ¿qué pasará con ella?—golpeó la ventana del auto haciendo ruido demostrando que no quería que me hicieran más del daño que me habían hecho.

—Ella estará bien—se acercó mi padre, besando la ventana, justo donde se encontraba la mejilla de mi hermana.

La miré una última vez, hasta que el taxi se marchó. Vi como se marchaban aquellas esperanzas, que no sabía si algún día volvería a tener una oportunidad como esta.

—¡Te di la oportunidad de irte, Angélica, ¿por qué no te largaste?!—regresó a mí, me hizo retroceder hasta que mi espalda tocó el auto.—¡Es lo único que esperaba que hicieras, y no lo hiciste!—llevó sus manos a mi cuello.

—¿Por qué dejaste de quererme?—pregunté mirándolo fijamente a los ojos, quería arreglar las cosas con él de una forma pacífica.

No quería hacerle daño al hombre que me procreó, no quería hacerlo, yo no era ninguna asesina. Quería simplemente saber el porqué de tanto odio y desprecio, que juntos halláramos una solución, quería que fuéramos aquella familia que siempre estuve destinada a tener, yo lo quería porque era mi padre, no quería odiarlo cada día más.

—Jamás dejé de quererte, porque nunca llegué a hacerlo—apretó levemente mi cuello, no ejercía tanta fuerza, pero sentía su odio en su mirada, en su tacto, en cada rincón de él estaba la frase; "Te odio, Angélica".

—¿Por qué papá?—acaricié suavemente su rostro.—¿Por qué no eres el hombre del cual me sentía orgullosa? ¿Por qué no fuiste el padre que siempre quise? Yo no quiero asesinarte, ¿por qué simplemente no me regalas un te quiero? ¿Es tan difícil hacerlo? Es lo único que te estoy pidiendo—decidí darle una oportunidad para que cambiara.

Y no lo hizo, solo una cosa le estaba pidiendo.

—¡Nunca te quise y jamás llegaré a hacerlo!—escupió con repugnancia muy cerca de mi rostro.

Me soltó ahí, me aventó hacia un sitio en el cual estaba segura, caí sentada sobre el asfalto de la carretera con lágrimas en los ojos por la situación que estaba pasando, me miró con rabia, tomó el carro y se largó.

¿Qué debía hacer? Ya no tenía opciones, la única que tenía era la menos correcta, ¿qué es correcto en esta vida? La ley no estuvo cuando la quería, debía llevarlo a cabo. Debía hacer lo que sea para estar bien.

***

—Angelina es momento de irnos—mi hermana se estaba despidiendo de su diario y de su reflejo en el espejo. Mientras mi madre la apresuraba en bajarse porque se estaba haciendo tarde.

Eran las 8:30 am y tenía que estar en el lugar a las 9:00 am, era un largo tramo que había que recorrer.

—Angélica, ¿ya estás lista?—preguntó sin rencor por lo que había sucedido esta mañana, viéndome vestida más formalmente con un vestido elegante de color negro.

—Siempre estaré lista para ti—me agaché a su altura besando su frente.

Bajamos las escaleras hasta llegar a la sala de estar, donde estaban mis padres vestidos elegantemente, esta vez sentí que formaba parte de la familia, me sentía integrada en ella solo por Angelina.

Tomé una foto con la cámara de mi celular, ella sonreía, aquella sonrisa que tanto amaba de ella. Y salimos. Esta vez yo no conduje el auto. En mi lugar lo había hecho mi padre.

Mi hermana estaba más tranquila, más relajada al verme llegar sin un solo rasguño a casa. ¿Qué sabía ella? El dolor no era físico, el dolor era psicológico, me dolía la mente, el alma y no tenía ganas de seguir, no había razones para hacerlo, le fallé a mi hermana y me fallé a mí misma, quien por años pensó en un plan para irse y jamás volver, a la que no le importaba ni el dinero, ni el sitio, ella solo quería ser feliz, esa persona era yo, por años había tratado de encontrar una forma de salir de ahí, y lo había intentado sin un solo peso, ni una idea de un sitio al cual llegar.

Habíamos llegado al lugar, mi hermana rápidamente se fue a su sitio a prepararse para el concurso.

Todavía recuerdo las palabras que me dijo antes de subir al escenario.

—No te preocupes, Angélica, yo te esperaré toda la vida hasta que decidas hacerlo, pero si es pronto, será mejor para las dos, prométeme que conmigo o sin mí saldrás de ahí, prométemelo—apuró, la llamaban insistentemente para que acudiera al escenario y cantara. No esperó mi respuesta y subió.

—¡Te lo prometo!—dije y giró su vista para verme, levantó el dedo pulgar y sonrió.

Angelina te prometo que te sacaré de ahí—pensé mientras la veía subir el escenario, nos visualizaba a las dos siendo completamente felices.

Corrí a buscar un lugar para sentarme y escuchar a mi hermana cantar.

—Hoy es un día muy especial y lo es porque Angélica; mi hermana, está aquí conmigo, justo antes de subir aquí ella me prometió algo, es la mejor hermana que la vida me dio y hoy quiero agradecerle por siempre estar conmigo y hoy este concurso te lo dedico a ti—me buscó con la mirada hasta encontrarme.—Te encontré y en otra vida también te encontraré, Angélica.—separó el micrófono unos segundos, la pista de la canción corrió y Angelina solo estaba esperando el momento indicado para cantar la canción.—(Still have me—Demi Lovato) Hmm

I'm a mess and I'm still broken

But I'm finding my way back

And it feels like someone's stolen

All the light I ever had

Like the world disappeared

And I'm laying right here

While the silence is piercing

And it hurts to breathe

I don't have much but at least I still have me (I still have me)

And that's all I need

So take my faith but at least I still believe (I still believe)

And that's all I need

I don't have much but at least I still have me

Everything around me shattered

All the highs are now just lows

But it doesn't even matter

'Cause I'd rather be alone

All my love disappeared

And I'm laying right here

While the silence is piercing

And it hurts to breathe

I don't have much but at least I still have me (I still have me)

And that's all I need

So take my…—cantó, sus manos y labios temblaban levemente, tenía algunas lágrimas sobre su rostro. En toda la canción ni siquiera miró a mis padres, solo miraba al suelo y cielo, como si estuviera pidiéndole perdón a alguien. Transmitió los mismos sentimientos de la artista, incluso podría decir que ella también sentía lo que cantaba, era como si de alguna forma ella lo estuviera viviendo.

Cantó para sí misma y eso me hizo sentir muy orgullosa de ella, era algo que le gustaba hacer y me encantó ver como disfrutaba de lo que estaba haciendo.

Cuando terminó, todo el público aplaudió intensamente y yo fui una de las que se puso de pie con orgullo gritando y aplaudiendo su nombre a más no poder. Pasaron los demás concursantes y todos lo hicieron genial, pero en mi opinión, Angelina fue la mejor, como siempre.

—Estuviste estupenda, Angelina—se sentó a un lado de mí, fui testigo de como mordía las uñas de las manos, estaba ansiosa de saber el resultado final.—Tranquila, lo has hecho bien—calmé un poco su ansiedad y le quité las manos de su boca.

—Debo hacer una felicitación a todos los concursantes, todos lo han hecho más que excelente pero solo tenemos una ganadora, deben sentirse orgullosos de haber llegado hasta acá, brindemos un aplauso para cada uno de ustedes—dijo emocionada al micrófono, todos aplaudimos al unísono.—Y la ganadora es... La ganadora es Gesha Besio Rico—mi hermana se llevó las manos a la cara, aplaudió y se marchó corriendo a toda prisa. Mis padres fueron los primeros en ir tras de ella, yo me levanté algunos minutos más tarde y también fui detrás de ella.

Yo consideré que necesitaba un momento a solas para asimilar todo lo ocurrido, mi hermana no estaba acostumbrada a perder y creía que era una reacción natural de alguien que ya tenía la costumbre de siempre ganar.

Caminé hasta el camerino de mi hermana ya pasados los primeros minutos, en la puerta estaba escrito su nombre, entré, mis padres todavía no daban con el sitio donde se encontraba.

—¿Cómo estás, Angelina?—me acerqué cautelosa, no quería que se sintiera incomodada mucho menos reprocharle que había perdido.

—¿Cómo quieres que esté? Perdí Angélica—acarició levemente una foto donde se podía apreciar el premio.

—No siempre es bueno ganar, a veces necesitas lo que es conocer la derrota para saber de donde venimos, pero debes sentirte orgullosa, cantaste para ti, lo disfrutaste y es algo que desde hace muchísimo tiempo no hacías, descubriste que esto es lo que te gusta y que quieres seguir haciéndolo—masajeé suavemente la espalda, mientras le decía las palabras de aliento al oído.

—¿Y de qué me sirve si no gané? ¿De qué sirve que cante para mí si no obtuve el resultado que quería? Cuando canto para mí nunca gano, en cambio si canto para el resto, el resultado es distinto—sollozó rompiendo la foto del premio.

—¿Y de qué te sirve si solo es un premio vacío?—pregunté mirándola fijamente a sus ojos coloridos. Levantó el rostro y sonrió, se secó las lágrimas y me envolvió con sus pequeñas manos.

Interrumpieron aquel majestuoso momento mis padres.

—Angélica, salte, queremos hablar con Angelina—ordenó mi madre separándome abruptamente de los encantadores brazos de mi hermana menor.

Me salí, me quedé afuera por si en algún momento pasaba por su mente la idea de hacerle daño a Angelina.

—¡Angelina, lo único que debías hacer era ganar y no lo hiciste!—reclamó mi padre.

—¡Eso es lo que has aprendido de Angélica, ya sabía yo que ella haría esto!—golpeó un objeto metálico mi madre con rabia por no haber tenido aquel resultado al que estaba acostumbrada.

—Angélica no tiene la culpa de nada—sollozó.—Yo hice todo lo posible por ganar, pero no estaba en mis manos, padres.

—No lo diste todo y eso fue más que evidente—reiteró nuevamente mi padre.

—Canté para mí, sentí tan bien hacerlo, sentí que volvía a hacer lo que me gustaba, ¿no están orgullosos de ello? Esto es lo que me gusta y quiero hacerlo porque me gusta, porque es lo que quiero ser, no me interesa solo ganar por ganar, todos los premios están vacíos y el único significado era ganó el primer lugar en el concurso tal, solo para no ser como Angélica, todos dicen lo mismo, todos tenían el mismo objetivo, papá—respondió ya más calmada, ya no había lágrimas, lo había entendido.—Y eso no me sirve de nada, quiero crecer como persona y como artista, quiero trasmitir las palabras que alguien más quiera escuchar—explicó haciendo ademanes con las manos.

—¿Y esa estupidez de quién salió, de Angélica? ¿Por qué crees que Angélica sigue siendo una mediocre? Porque todo lo hace por ella, y jamás dejará de serlo si sigue en el mismo plan de perdedora—atacó mi padre, entreabrí la puerta.

—Angélica no es ninguna mediocre, tiene más premios de los que yo he ganado, le ha ganado una batalla contra la depresión y a todos los intentos de suicidio ¡qué ustedes la orillaron a que lo hiciera, ha ido venciendo cada contienda, en una guerra contra ustedes; los verdaderos monstruos, y eso nadie se lo ha visto! —bramó fuertemente enfrentando a mis padres.

—Las cosas van a cambiar a partir de ahora—dijo mi padre mientras la sujetaba fuertemente de los brazos.

Se alejaron de ella abriendo la puerta, me dirigieron una mirada fugaz de odio.

—Hora de ir a casa, Angelina—le di un abrazo de consolación a Angelina.

—¿Por qué no lo entienden?—se aferró con fuerza a mis brazos.

—Yo también quisiera saber lo mismo.

***

—Quisiera saber a dónde iremos a celebrar—rompí el hielo, mis padres en todo el tramo que llevábamos recorrido no hubo ningunas palabras de su parte.

—No hay nada que celebrar, perder nunca amerita una celebración—dijo mi padre desde atrás, en el asiento copiloto estaba Angelina.—Nos has decepcionado Angelina, ¿qué le diremos a todos los que confiaban en ti? ¿Con qué cara les diremos que has perdido?—indagó decepcionado, sin una pizca de aquella emoción que siempre lo distinguía cuando se trataba de Angelina.

—Angelina no ha perdido, ella ha ganado mucho más de lo que perdió...

—Lo dice una perdedora mediocre sin ganas de superarse—interrumpió mi padre.

—Lo único que deseo es jamás ser como ustedes—dije y conduje sin decir una palabra más.

Después de un largo camino, por fin habíamos llegado a casa.

Los primeros en bajarse fueron mis padres, entraron a casa hechos una furia.

—Los he decepcionado—miró hacia abajo.—Todo hubiera sido diferente si yo haya ganado ese premio.

—No haya tenido ningún significado especial para ti—tomé su mirada y la levanté.

—Pero tendría otro premio que entregarte.

—Yo no necesito de ningún premio para estar orgullosa de ti—tomé varios mechones de su cabello negro acariciándolo.

—Voy a hablar con ellos—se bajó del coche y se fue corriendo a la habitación.

Me quedé unos minutos más dentro del carro.

—Pronto Angelina, pronto ya no tendrás este dolor, te lo prometo—apreté fuerte el volante.

Me bajé del auto y entré a casa.

Estaban en la habitación de mi hermana, escuché algunos gritos.

—¡No entiendo cómo puedes sentirte orgullosa de alguien como Angélica!—exclamó mi padre enojado.

—¿Y por qué no lo estaría?—recriminó con calma.

—Angélica es tan simple, tan gris, tan suicida, tan depresiva, tan enferma mental—respondió mi madre buscando las palabras más horribles para describirme.

—Ustedes nunca hicieron nada para ayudarla—reprochó mi hermana.

—Lo estábamos haciendo, pero  Angélica nunca se dejó ayudar—contestó mi padre.

—Orillarla a que se suicidara, ¿esa era su forma de ayudar?—atacó Angelina con un aumento en su voz más allá del normal.

—Entiende, Angélica era un problema, no nos servía de nada—sujetó mi madre a mi hermana haciendo que entendiera algo que ni yo misma entendía.

—Angélica es mucho más que eso y ustedes no se han atrevido a mirar más allá de lo que ustedes creen que es, Angélica es...—miró a los ojos de mi madre, en ella no hay ni una pizca de aquel miedo que alguna vez sentí.

—Es un problema—añadió mi padre poniéndole fin a lo que estaba diciendo mi hermana sobre mí.

—¿Y si fuera al revés? Si yo sufriera lo mismo que Angélica, ¿harían lo mismo conmigo?—me alejé rápidamente de la puerta, no quería escuchar la respuesta de mis padres porque sabía perfectamente que me haría daño.

Entré y me encerré en mi habitación.

No entendía como aquello podía seguir causándome daño. No entendía nada de lo que mis padres decían y esperaba nunca llegar a entenderlos, porque sabía de sobra que me haría más daño del que ahora siento.

***

(Help—Papa Roach) I think I need help

I’m drowning in myself

Did someone turn the lights out or is it

Just another dark cloud in my head?

Cause I’m cut deep, my heart won’t beat

Deep down low it’s killing me

If I wanna scratch out yesterday

I’ve got so much I need to say

(I’ve got so much I need to say)

I think I need help

Cause I’m drowning in myself

It’s sinking in, I can’t pretend

That I ain’t been through hell

I think I need help

I’m drowning in myself—sonaba a volumen muy alto por toda la casa esa canción, mientras mi hermana canturreaba con su micrófono a todo pulmón.

Mis padres a los pocos minutos de salir de su habitación se marcharon a trabajar como todos los días lo hacían, y yo me quedé como de costumbre con Angelina.

Me preparé un desayuno rápido y saludable. Me arreglé temprano para ir al colegio.

—Angelina—toqué la puerta de su habitación un poco fuerte, tenía música muy ruidosa a todo volumen y a mi hermana no le gustaba escuchar ese tipo de música.

—Pasa—me dio la orden a través del micrófono.—¿Qué necesitas?—le bajó el volumen a su música y se sentó a charlar conmigo.

—En unos minutos más me iré al colegio y solo quería despedirme de ti—miré sus ojos coloridos y estos desprendían un brillo inexplicable.

—Puedes quedarte todo el tiempo que tú quieras—palpó la cama con una sonrisa haciéndome una cordial invitación de quedarme con ella.

—Angelina, tengo clases—moví mi mochila que estaba reposando sobre mi espalda.

—Supongo que puedes regalarme unos minutos de tu tiempo, ¿no?—me miró suplicante esperando que fuera necesario para poder convencerme.

—Por supuesto.

Se quedó en silencio por unos minutos.—Dentro de unos meses será tu cumpleaños, ¿qué quieres que te regale? Puedes pedirme lo que tú desees.

—Lo único que quiero es tenerte a ti—acaricié la suave piel de su rostro.

—No Angélica, un regalo de verdad—no entendía lo que le estaba diciendo.

Ella no sabía lo que se sentía estar sola, y que de un tiempo para acá ella estuviera conmigo, no quería volver a sentir esa sensación de vacío en mi vida... jamás.

—Los regalos no sirven de nada si tú me faltas—sonreí con tristeza, de solo imaginarme el hecho de que ella algún día no pudiera estar.

—Angélica si un día por alguna razón yo no estoy, quiero que te vayas sin mí, quiero que tomes todos mis ahorros y te vayas lejos, quiero que seas feliz y vivas tu vida como si yo estuviera contigo—me entregó una caja con mucho dinero en efectivo. Y después me sujetó fuertemente.

—Que me falte todo menos tú—susurré cerca de su oído.

—Pase lo que pase por favor no me olvides, no lo hagas... nunca—se apretó más contra a mí. Se tomó unos minutos hasta que se separó de mí.—Abrazarte es una de las mejores sensaciones del mundo—sonrió con tristeza.

—¿Por qué estás triste? Todavía no me he ido, cuando vuelva tendrás todos los abrazos que tú quieras y cuando nos larguemos de este infierno, te prometo que nunca dejaré de abrazarte—sonó el tic tac del reloj, se me estaba haciendo tarde para ir al instituto.

—Se te está haciendo tarde—miró el reloj de la pared.

—Siempre he llegado tarde y hoy no será la excepción—me quedé unos minutos más.—Hay algo dentro de mí que me dice que me quede.

—Puedes quedarte, pero estaré bien, te esperaré como todos los días aquí o en la entrada de casa—me levanté de la cama. La miré una última vez y sentí una nostalgia indescriptible.—Antes de que te vayas, puedes darme un último abrazo—pidió.

—Todos los que tú quieras—me quité la mochila dejándola en el suelo.

La abracé fuertemente apretándola contra mi pecho, tuve que ponerme a su altura para sentir más comodidad, pasé mi mano por su espalda abrazándola con fuerza contra a mí.

—Quiero que este momento se quede grabado por toda la eternidad—sentí sus pequeñas manos envolver mi espalda.—Se está acabando el tiempo—señaló el reloj de arena, que estaba lleno por completo y no lo entendía.

—Te veo cuando regrese—le di un último beso rápidamente.

***

—¿Por qué llegas tarde hoy Angélica? ¿Hay alguna razón especial que quieras compartirnos?—preguntó la profesora Carlina.

—No lo entendería—accedí al aula sin esperar su aprobación.

Me senté en el lugar de costumbre. Miré a todo a mi alrededor, el día pasó de un sol radiante a estar lleno de nubes grises.

—Hoy es un gran día—escuché un silbido inusual en mi oído.

—Angélica, ¿quieres participar en clases?—me entregó un libro y pasé al frente.—Hoy su compañera les explicará la clase—tomó asiento y yo quedé viendo el libro.—Tendrás una exposición para mañana, debes prepararte mejor, eso es lo que estaba diciendo—me quitó el libro.

Me quedé estática mirando a todas partes, sentía una sensación muy extraña muy dentro de mi ser.

—Angélica, ¿te sientes bien?—preguntó la profesora, estaba inmóvil mirando a todos los puntos del aula.

—No me siento bien—me tambaleé un poco y volví a mantener el equilibrio.

—¿Quieres ir a la enfermería?—me encaminó a la puerta sujetándome.

—Puedo ir sola, necesito un momento—caminé saliendo del salón, me agarré de la barandilla, miré hacia el suelo y todo el ambiente se sentía diferente, era como si una sensación extraña estuviera dentro de mí.

Bajé las escaleras con mucha dificultad. Caminé algunos pasos más y me encontré con la psicóloga Zaire.

—¿Te sientes bien, Angélica?—caminé directamente hacia ella.—Ven vamos a la enfermería—me guío por el camino hasta llegar a su consultorio.

Me sentó sobre el sillón color caqui.

—Ten toma un poco de agua—me entregó una botella de agua con contenido. Me la bebí de un sorbo y me hizo sentir un poco más tranquila.—¿Quieres contarme cómo te sientes?

—Siento como si algo me faltara—respondí.—Siento una sensación de vacío—me toqué abruptamente el pecho.

—¿Es por tus padres?—cuestionó y por primera vez sentí que no me juzgó, por primera vez sentí que me estaba entendiendo, que comprendió cada palabra que en su momento le había dicho.

—No, con ellos nunca había sentido esto, no sé qué tengo, no sé qué me pasa—lloré de impotencia, no quería sentir ese vacío.

—¿Quieres que te lleve a tu casa?

—No, necesito algo más que eso—no esperaba que me entendiera.—Necesito irme, necesito largarme de aquí—mis ojos casi se cerraban automáticamente y de pronto aquel sillón duro e incómodo parecía ser un sitio acogedor en el cual dormir una larga siesta.

—Descansa, estarás mejor cuando despiertes—su voz me tranquilizó y me quedé profundamente dormida.

Esperaba estar mejor ya que despertara.

***

Me levanté eran pasadas las cinco y media de la tarde, salí del consultorio de la psicóloga Zaire y caminé por los pasillos sin rumbo alguno, me sentía como si fuera un robot programado, mis pies me llevaron al sitio prohibido, al área infantil, donde estudiaba mi hermana, estaba abierta la puerta y entré por ahí, casi todos los alumnos ya habían salido y me sentía tan extraña, esa maldita sensación de vacío, donde cada segundo que pasaba sentía que se me desgarraba el pecho, como si algo dentro de mí se rompiera lentamente y no pudiera hacer nada para mantener cada pieza completa en su lugar.

Pasé por la dirección y escuché detrás de la puerta la conversación.

—Hace varios días que la alumna Angelina Cárdenas Beltrán no se presenta a clases—dijo la directora a otra profesora.—¿Estará todo bien con ella? Hoy llamé a sus padres y me dijeron que todo estaba bien que la próxima semana regresaría a clases con normalidad.

—Entonces no hay nada de que preocuparse, directora—calmó la profesora.

—Hay algo de ella que me causa preocupación y es esa manera tan diferente de ver la vida, es muy positiva, muy alegre—comentó con preocupación la directora.

—Es tan diferente a su hermana Angélica; depresiva y con una mirada triste, y Angelina es tan positiva, tan llena de aquella vida que jamás llegará a tener Angélica—charlaban entre ellas con tanta normalidad, como si pudieran entender la vida de cada una, como si vivieran dentro de ella.

—¡Angelina!—grité fuertemente, mi voz creó un eco en todos los pasillos del edificio que sentí la mirada de todos los que estaban en clases preguntándose; ¿por qué había gritado y qué es lo que estaba haciendo ahí?

Corrí rápidamente por todo el lugar, salí del área prohibida y subí las escaleras velozmente hasta llegar a mi aula, metí torpemente todas mis cosas en la mochila y la cargué sobre mi espalda. Todos me miraban sin entender porqué actuaba de esa forma.

Corrí bajando las escaleras, en la puerta me detuvo la psiquiatra Weisdy.

—Angélica, ¿a dónde vas?—preguntó mirándome con preocupación por mi actitud, la puerta estaba cerrada.

—¡Déjeme salir!—todo mi cuerpo temblaba de miedo.

—¿Por qué estás tan alterada?—siguió con sus preguntas sin darme el acceso para poder salir.

—Solo déjeme salir—supliqué con nerviosismo.

—¿Por qué Angélica?

—Angelina, algo le pasa a mi hermana, tengo un dolor fuerte en el pecho, sé que algo no está bien con ella—respondí casi sin aire contenido.

—Tú hermana está bien—quería que la siguiera a su consultorio, ignoré todo lo que me decía, sabía que nada estaba bien, yo también quería pensar lo mismo, pero por todo lo que sentía, no había nada que estuviese bien.

La empujé con toda la fuerza de mis brazos, abrí la puerta principal, salí y corrí a todo lo que mis pies me permitieron. Corrí y lo hice con tanta rapidez, no me importaba nada de lo que me pasase a mí, yo solo quería cerciorarme que mi hermana estuviera bien.

Quería llegar a casa y abrazarla fuertemente, que me dijera que todo estaba bien, solo quería escuchar eso. No creía en Dios, pero ese día rogué, imploré al cielo que Angelina estuviera bien.

El cansancio estaba bloqueado en mi mente, mi respiración estaba acelerada y la sensación de vacío que no se iba, a cada segundo se intensificaba cada vez más.

Llegué al sitio, había llegado a mi casa, el lugar estaba lleno de policías por todo el lugar. No entendía el porqué, ni siquiera me dejaron entrar a mi casa, tuve que empujar a los policías y colarme por debajo de la zona acordonada.

Todo se sentía diferente, era la misma sensación que abrumaba mi pecho, los cuadros familiares donde posaba mi hermana habían perdido esa lucidez, revisé cada foto y la sonrisa de mi hermana se veía sin brillo, el color de la casa se veía opaco como si ya no hubiera aquella luz que la iluminaba.

Algo pasaba, no estaba mi hermana donde me dijo que estaría, no me recibió con ese abrazo que me había prometido, ¿dónde estaba ella? Las escaleras se veían ya viejas y descuidadas, algo faltaba en esta casa. Caminé cautelosa a la habitación de mi hermana, tenía miedo de descubrir lo que sea que estuviera dentro. La puerta de su habitación estaba cerrada. Abrí algunos milímetros y esperaba que ella estuviera ahí y me abrazara, era lo único que estaba esperando, su recibimiento.

—Angelina—dije con preocupación.—Angelina he llegado a casa—abrí más la puerta.—Angelina y mi abrazo—miré al frente y lentamente mi corazón se hizo añicos en el suelo.

Me quedé en blanco por un momento, sin entender nada de lo que estaba sucediendo.

Mi hermana estaba colgada inerte sobre el candelabro blanco de la habitación. Me quedé parada sin entender nada de porqué estaba ahí, se podía ver en su rostro su última expresión. Abracé fuertemente sus pies y sentí su frialdad. Rápidamente me subí a un banco y descolgué a Angelina. Abracé su cuerpo muerto, me senté en el suelo, coloqué su cabeza contra mi pecho apretándola fuertemente.

—¡Angelina!—grité con desgarro en cada letra de su nombre.—¡Qué hiciste?!—sollocé fuertemente mientras gritaba y no dejaba preguntarme una y otra vez el porqué de lo que había pasado.

No me había dado cuenta en qué momento habían entrado más personas desconocidas, solo observaban mis acciones.

—¡¿Por qué mierda me ven?! ¡¿Por qué no hacen nada para salvarla?!—grité con mucha impotencia contenida.

—No hay nada que hacer, ya está muerta—me miraron con lástima pronunciando aquellas palabras en total calma.

¿Cómo podían sentir tanta calma al decirme que mi hermana estaba muerta? ¿Cómo podían decirme que mi vida ya no tendría el sentido que había adquirido, que había perdido la única familia que tenía, a la única persona que era capaz de amarme siendo un espantoso monstruo?

—¡No! ¡Angelina no! ¡Ella no puede estar muerta!—intenté reanimarla pero fue inútil, su corazón se había detenido, ya no tenía signos vitales.—¡¿Por qué Angelina?!—golpeé fuertemente el suelo con dolor.—¡¿Por qué tú, Angelina?!—lloré más fuerte de lo que jamás lo había hecho, mis gritos se escuchaban por toda la casa y los intrusos solo estaban mirándome como si fuera algo bonito ver la forma en la que sufría por todo lo especial e importante que tenía.

Me separaron de su cuerpo, tapándolo casi por completo. Me acerqué a su cuerpo, sus ojos coloridos estaban abiertos, ya no tenían ese brillo, sequé cuidadosamente las lágrimas secas que había sobre su rostro. Cerré sus ojos con mis manos, besé su frente y toqué su cara, aún tenía esa suavidad pero ya no la misma calidez. Ya no estaba aquella sonrisa, y el abrazo que dijo que me daría al llegar jamás llegó a su destinatario.

La sacaron del cuarto, sentí una necesidad tan grande de estar en su cama, me recosté sobre ella, abrazando mis rodillas, mientras sollozaba en silencio, apretando mi cara contra la almohada. Vi algo arrugado sobre el bote de basura que estaba al lado de su cama. Me levanté con mucho pesar pero quería descubrir que era eso y qué hacía ahí.

Quité cualquier arruga de la hoja de papel, pero seguía teniendo algunas arrugas ya marcadas. La abrí con sumo cuidado de no romperla y me encontré con una carta escrita con su puño y letra, esta decía lo siguiente:

Angélica, ¿sabes? Hoy me puse a pensar en ti , si estás leyendo esto es porque ya estoy muerta. Quiero que sepas que te extrañaré mucho, el momento antes de que me fuera pasaste gran parte de tu día conmigo, y te lo agradezco porque lejos de celebraciones, nunca nadie había pasado tiempo conmigo, platicamos tantas cosas, y estoy contenta de haberte pedido perdón por todas esas veces en las que no te apoyé, perdóname por haberte defraudado cuando acudiste a la policía, no tenía el valor de hacerlo, soy una cobarde. Gracias por ayer, me hiciste muy feliz y es algo que hace tiempo no hacía, si yo sé, tenía todo para ser feliz y no lo fui, tenía el amor de mis padres, tenía muchos premios, ganaba muchos concursos, tenía una gran carrera como cantante, muchas personas me apoyaban en mi sueño, pero no era feliz. Todo el dolor que te han hecho mis padres va dirigido a mí, sí, suena tonto, pero mis padres, nuestros padres me presionan demasiado para hacer cosas que me hacían feliz, y escribo hacían porque dejaron de gustarme el día en el que ellos me comenzaron a ver como una inversión, he tratado de decirles que paren, que me gusta lo que hago pero no me gusta ganar, porque sé que te hacen sentir mal, comparándote conmigo, y tú no eres yo, tú eres mejor que yo, cada vez que pierdo me comparan constantemente contigo y ser como tú no está mal, yo deseaba tantas veces ser como tú, sé que no expresaba mi dolor, pero me gustaría poder estar contigo e irme lejos a un lugar donde a ti nunca te puedan maltratar nuestros padres. Tenía todo para nuestra huida y sabes cuánto deseé que en el accidente me hubiese muerto yo, pero sé que si hubiese sido así, mis padres te culparían de mi muerte. Me voy feliz, porque me despedí de ti y te abracé una última vez. Sé que lograrás salir adelante de ese infierno al que llaman hogar, tú eres capaz de lograrlo, confío en ti.  

Sé que quizá no se esperaban esto de mí, de Angelina, la niña de sus ojos, Angélica no tiene nada que ver en esto, probablemente tratarán de culparla, pero esto es una decisión propia. Me pregunté tantas veces, ¿por qué querían acabar con la vida de Angélica? Siempre veía los constantes maltratos que le hacían a ella, ¿por qué a ella? ¿Por qué la odiaban tanto? Ella no se merecía nada de lo que le hacían, sé perfectamente que ustedes habrían deseado que fuera ella la que se suicidara, pero ella es mucho más fuerte que yo. Por favor ya no hagan sufrir más a Angélica, ella también es su hija, ella merece mucho más de lo que unos padres crueles puedan darle, me llevo vuestro secreto a la tumba.

Cuidaré de ti Angélica, como sé que tú hubieses cuidado de mí.

Era una simple carta de suicidio, en ella no había ninguna razón de porque había decidido acabar con su vida.

Acerqué la carta contra mi pecho y lloré, de rabia, coraje, tristeza e impotencia, eran muchas emociones contenidas difíciles de explicar. Me sentía una inútil, me sentía vacía, sentía que mi vida ya no tenía sentido, que mi camino había terminado, ya no tenía ninguna razón para seguir.

Sentí la presencia de alguien más en la habitación.

—Lo siento mucho por lo que pasó—dijo una investigadora.

No respondí, no había una palabra que pudiera describir cómo me sentía, la impotencia que me invadía por no haber estado en ese momento en el que Angelina me necesitaba.

Nadie sentía el dolor de la pérdida de un ser querido, hasta que se perdía a uno.

—¡Angélica, ¿qué hiciste!—entró rápidamente mi madre a la habitación.—¡Tú la mataste!—me señaló con el dedo, me tomó con brusquedad de mis brazos.

No sentía ganas de defenderme. No quería discutir con ella.

—Señora, esto fue un suicidio, aquí no hay ninguna culpable—señaló la carta que poseía sobre mi regazo.

—La carta—señaló con la mano temblorosa.—La carta la obligó a escribirla ella, Angélica la mató—me miró con odio. Tomó la carta y la leyó deteniéndose en cada una de las palabras que estaban escritas ahí.—Estas no son palabras de Angelina—negó con la cabeza con el dolor a flote, las lágrimas se hicieron presentes casi de manera inmediata al ver que la niña que era su adoración ya no estaría más ahí.

—Señora, comprobamos que es la misma letra de su hija, ella apenas llegó y la occisa tiene más de dos horas de fallecida—salió de la habitación, había dado el veredicto final.

—Las cosas serán diferentes—apretó mi cuello levemente. Mis ojos desbordaban el dolor que sentía.—Ya no habrá nadie que pueda defenderte—acercó más su rostro al mío.

—Haz lo que quieras, madre—las palabras salieron automáticamente de mi boca.—Esperaré pacientemente el día de mi muerte—me soltó.

Esperaba que le suplicara por mi vida o le rogara un poco de su amor.

—Angelina nunca fue el problema, el problema siempre has sido tú, y no sabes cuánto deseo que tú seas la que esté muerta—salió de la habitación dejándome sola.

***

Estaba en el velorio de mi hermana. Había algunas personas que no conocía, nadie, ninguna persona cercana a mí fueron, yo no quise avisarles, porque creí que no vendrían, no quería que lo hicieran. No necesitaba sus lamentaciones ni mucho menos a alguien cerca dándome un pésame que no tenían idea de cómo me sentía.

Estaba sentada en algún rincón cerca del féretro de Angelina. Toqué cada rincón de el. No había lágrimas en mí, no había palabras, era como si mi voz se la haya llevado ella.

Pasé toda la noche y madrugada velando su cuerpo, cada vez eran menos personas, hasta que solo quedamos mis padres y yo.

Me sentía tan seca, tan vacía, tan insignificante, tan gris, sentí la misma sensación de estar en un ataúd, la única diferencia es que estaba viva y fuera de el, me encontraba encerrada en un féretro más grande; la vida y la única manera de salir de el era estar muerta. Y jamás tuve el valor de suicidarme.

Cuando llegó la hora de la sepultura, todo fue diferente.

Había unas personas que cargaban el ataúd de mi hermana, la reacción natural al dolor fue elegir una canción y cantarla con la misma voz, con el mismo sentimiento que ella transmitía al cantar cada línea de cada maldita canción sin sentido.

(Hoy alzo mi voz—Tito el Bambino ft Tercer Cielo) Que cosas tiene la vida

me tocó verte partir

cuando menos lo esperaba

cuando te veía sonreír

Ganador de mil batallas

un verdadero guerrero

excelente ser humano

Ante usted, me quito el sombrero

Y hoy alzo mi voz

aunque no tenga fuerzas

hoy alzo mi voz

Aunque no tenga palabras

Hoy alzo mi voz, al viento

dejando saber mis sentimientos

y hoy alzo mi voz

aunque no tenga fuerzas

hoy alzo mi voz

aunque no tenga palabras

hoy alzo mi voz, al viento

dejando saber mis sentimientos

y aunque estás en mejor vida

tu bella alma hoy descansa

pero tu memoria no…—interpreté la melodía con la misma fuerza con la que Angelina lo haya hecho, en cada fragmento se me destrozaba internamente la voz.

Sentía unas ganas inmensas de volver a casa, llegar, abrazar a Angelina, porque sabía de sobra que se trataba de una pesadilla. Llegaría y la abrazaría tan fuerte que no existiría ninguna fuerza sobrenatural ni nadie en este planeta que me separara de aquellos brazos tan cálidos que fueron mi único refugio, el único lugar donde me sentía a salvo.

—¡Todo es su culpa!—grité a mis padres durante el trayecto de regreso a casa.—¡Si ustedes se hayan tomado el tiempo de escucharla ella no estaría muerta!—reclamé con rabia, con mis puños llenos de toda la ira que guardaba dentro.

—La culpa es tuya, Angélica—me señaló con el dedo acusándome por lo que había pasado.

—¡Pareciera que nunca les importó la manera en cómo se sentía!—indiqué con lágrimas en los ojos.

—¡Las lágrimas no harán que ella vuelva, fue lo más desgarrador que pudo habernos pasado, pero no hay nada que hacer para que vuelva!—me gritó mi padre con la misma fuerza con la que yo lo había hecho.

Lo único que deseaba era llegar a casa, ver a Angelina y que me diera aquel abrazo que estaba esperando, lo necesitaba, me sentía vacía.

Detuvimos el carro a fuera de esta, ellos se largaron a otro lugar, no sabía y tampoco me importaba. Me quedé sola como todos los días. Estuve parada por un largo tiempo afuera de la puerta.

—Deseo que todo esto solo sea una horrible pesadilla y que Angelina esté detrás de la puerta esperándome como todos los días—crucé fuertemente todos los dedos deseando aquello, que por una vez se hiciera realidad algo de lo que pedía.—Es lo único que te pido señor.

Su Dios no me había escuchado, porque detrás de esa puerta no había nada. Solo desorden de que habían estado varias personas desconocidas en mi hogar.

Caminé a la habitación deseando que mi hermana me esperara arriba con una bienvenida más que esperada.

—Angelina—abrí la puerta rápidamente. Extendí mis brazos y cerré mis ojos con fuerza. Me quedé por una hora esperando esas pequeñas manos pasar por mi espalda, deseaba con todo mi ser sentir esa calidez de sus brazos, escuchar su voz diciéndome lo mucho que me quería. Abrí los ojos y la habitación estaba exactamente como había estado antes. En su estante de premios no había ni uno solo, todo estaba vacío.

Encontré un diagnóstico, un test rápidamente en varias hojas, y el resultado final era depresión. Había una pequeña nota al final del resultado que decía: "Entrega esto a tus padres, debo hablar con ellos".

¿Depresión? ¿Angelina tenía depresión? ¿Cómo una persona tan alegre, tan llena de vida, con ganas de hacer sentir especial a Angélica podría tener depresión?

Me arrepentí de todo lo malo que había deseado para mi hermana, cuando dije que deseaba que mi hermana estuviera en mi lugar y yo en el de ella era una estúpida, la maldita vida me concedió aquel deseo tan despiadado para qué, ¿para que meses después me arrepintiera?

—¡Esto no me está gustando, devuélveme a mi hermana, quiero a Angelina de vuelta, he aprendido la lección!—clamé al cielo esperando que este me escuchara y me trajera de vuelta a Angelina.

Ese ser que no merecía tener un monstruo como yo. La vida tampoco me escuchó o es que no quiso hacerlo, jamás apareció mi hermana.

Estuve en su habitación esperando que volviera, por primera vez el color rosa de su habitación me pareció tan agradable, tan acogedor, pasé gran parte del resto del día, hasta que miré una foto que estaba sobre su buró, entonces me di cuenta que se había ido, no volvería a verla, ni abrazarla ni a besarla, no volvería a decir cuan orgullosa estaba de mí, no le podría decir cuanto la admiraba y lo mucho que estaba agradecida con la vida que me haya mandado a ella como hermana, no volvería a decirme que yo era su Octava Maravilla, la Octava Maravilla del mundo, no tendría a nadie que me recordara el porqué seguía viviendo, ya no la vería sonreír, no volvería a verla... Nunca más.

—Te estaré esperando Angelina, te prometo que te encontraré y no te olvidaré... nunca—miré una última vez su foto, me quedé dormida en su cama, quería sentirla cerca, tan cerca de mí, para que me hiciera pensar que ella todavía seguía conmigo, que la razón por la cual me gustaba llegar a casa estaba ahí esperándome con los brazos abiertos, encontrando un poco de paz y alegría en un infierno en donde nunca creería que encontraría.

Ya no estaría la razón por la que me gustaba llegar a casa, ya no estaba lo único que tenía en mi vida que me hacía continuar con vida.

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