Capítulo 36.-¿Yo la salvé o ella me salvó a mí?
Jueves/25/Febrero/2021.
Mi hermana asistía a sus clases de canto como normalmente lo hacía antes de que decidiera renunciar a ello. Últimamente se veía agotada, pero aún así sonreía, sabía que fingía que estaba bien y a mí me dolía el hecho de no poder hacer nada para que no se sintiera de esa manera. Hoy hablaría con mi madre.
Y fue lo primero que hice al salir de mi habitación, la vida de mi hermana valía muchísimo más que la mía, ella tenía que ser feliz en lo que sea que hiciera.
—¡Madre!—gritaba mientras bajaba las escaleras.—¡Madre!—insistí gritando más fuerte.
—¿Qué necesitas Angélica?—dejó de hacer lo que estaba haciendo en la cocina, me acerqué lo suficiente a ella.
—Necesito hablar contigo—siguió en su actividad de cortar trozos de carne para el desayuno.
—Si es sobre ti y los que llamas problemas, no me interesa—me miró con asco mientras volvía a su concentrarse en todo lo que había hecho.
—Es sobre Angelina—clavó el cuchillo con odio sobre el gran filete.
—¿Qué pasa con Angelina?—se limpió la sangre de las manos en su mandil.
—Ella últimamente está agotada, creo que deberías dejarla descansar un poco de tantos concursos—me miró con despecho.
—Angelina no está agotada, ella no me ha dicho nada y aunque me lo dijera, ella sabe perfectamente que no debe ser como tú—retomó su actividad cortando con odio.
—¿Qué no me has escuchado?—alcé la voz dejando en claro toda mi preocupación por mi hermana.—Por el bien de Angelina es momento de que paren—coloqué mi mano en el cuchillo impidiendo que lo tomara.
—La que no me has escuchado eres tú, Angelina no quiere nada. Tú eres la que quiere que deje todo para tener atención—quitó mi mano bruscamente y siguió en lo suyo.
—Es por el bien de Angelina, ¿desde cuándo te importa más un maldito concurso que su salud mental?—eso la enfureció. Cogió el cuchillo y lo clavó en repetidas ocasiones sobre el pedazo de cadáver que llamaba alimento.
—No digas estupideces Angélica, no te atrevas a corromper en el futuro de Angelina—me amenazó con el cuchillo acercándolo lo suficiente en mi cuello.—Ella sí lo tiene—remarcó con satisfacción.—El único futuro que tú tienes es terminar ahorcada en un puente—terminó furiosa.
—Atrévete a hacerme daño, querida madre—no me moví ni un milímetro y sonreí por aquel simple acto, yo ya no le tenía miedo.
—Sabes perfectamente que lo haría sin pensarlo—me devuelve la sonrisa mientras hace un ligero movimiento para intentar clavarlo en mi cuello.
—Entonces hazlo—reté.—Acaba con el monstruo que tú has creado de una maldita vez, pero hazlo delante de Angelina para que sepa quién es el monstruo—dejó el cuchillo en su sitio.
—Pronto acabaré contigo, Angélica—encajó con furia el cuchillo sobre el trozo de carne, una y otra vez imaginando que yo era a quien le estaba haciendo daño.
—No si antes acabo contigo primero—toqué la sangre que estaba derramada sobre la mesada y la unté en su cara.—El color carmesí te sienta muy bien en tu rostro, madre—sonreí y me marché de la cocina.
Fui al cuarto de mi hermana, me detuve en la puerta de su habitación. Escuché mientras ensayaba una canción. Abrí la puerta sigilosamente y entré con cautela.
—Angélica—dejó el micrófono y me abrazó.
—¿Por qué has dejado de ensayar?
—Vamos, Angelina, que tú próximo concurso está por delante—motivó su profesora de canto. Los últimos días mi hermana tomaba sus clases en casa.
—Vamos Angelina—hizo acto de presencia mi madre, y al verla mi hermana volvió a coger el micrófono.
—(If i ain’t got you —Alicia keys) Some people live for the fortune
Some people live just for the fame
Some people live for the power, yeah
Some people live just to play the game—cantó con la pista de fondo, mientras observaba a mi madre esperando su aprobación. Dejó de cantar y se sentó en la cama.
—Angelina cariño no vine aquí para ver como te sentabas a perder el tiempo—mi madre chasqueó los dedos y mi hermana rápidamente se paró.
—Some people think
That the physical things
Define what's within
And I've been there before
That life's a bore
So full of the superficial—cantó perfectamente la siguiente estrofa y aplaudí en silencio.
—Muy bien Angelina—festejé en silencio, mi hermana sonrió.
—Some people want it all
But I don't want nothing at all
If it ain't you, baby
If I ain't got you, baby
Some people want diamond rings
Some just want everything
But everything means nothing
If I ain't got you, yeah—desafinó un poco en esa estrofa, hecho que enfureció a mi madre y a la profesora.
—Muy mal, Angelina—negó con la cabeza con horror.
—Solo porque desafinó eso último, pero no le aplaudieron lo que hizo bien, la desafinación es algo normal que a todos los cantantes puede pasarle—me acerqué a mi hermana, le hice compañía y ella solo escondió su cara en mis brazos.
—Solo eso les pasa a las personas que porque ganaron un concurso estúpido ya se creen cantantes, a una como la talla de Angelina no les pasa eso—intentó insultarme mi madre.
—Yo no me creo porque gané ningún concurso—negué.
—Solo porque sepas tocar piano y cantes porque no tienes otra cosa que hacer, no significa que sepas de música—atacó la profesora.
—Mamá estoy cansada, ya llevo mucho tiempo ensayando—se veían ojeras debajo de sus ojos y su voz un tanto irritada.
—Cariño, un último ensayo y ya, tienes que ganar ese concurso—chantajeó.
—Ha dicho que ya no quiere—me levanté alzando la voz por ella.
—Eso es lo que dice una mediocre como tú, sin aspiraciones y sin nada que ofrecerle al mundo—desafió mi madre.
—Váyanse y dejen sola a mi hermana—las corrí de su habitación.
—La clase ha terminado, Angelina, espero que la próxima lo hagas mejor y en verdad tengas ganas de ser alguien en la vida, que destaque por sus logros y no por sus intentos de suicidio—pensó en mí mientras dijo eso.
—Que bueno que ha pensado en mí para utilizarme de motivación—sonreí y la profesora salió de la habitación.
—Si renuncias sabes perfectamente lo que pasará—salió detrás de la profesora y dejó a mi hermana con más cansancio del que yo llevaba en mi vida.
—Angelina, ¿es esto lo que quieres?—me agaché al filo de la cama mirándola fijamente a los ojos.
—Yo solo quiero que no te haga daño—respondió con tristeza.
—Y yo quiero que seas feliz—tomé su cara y la acaricié delicadamente con mis dedos.—Puedo soportar cualquier cosa con tal de verte feliz.
—Lo soy, Angélica, solo estoy agotada y necesito descansar—se acostó en la cama abrazando a la almohada.—Quiero dormir, espero no le importe a mi madre que hoy no vaya a la escuela—se encogió y cerró los ojos.
—Que descanses—besé su frente y salí de su habitación.
Bajé, enfrentaría a mi madre, estaba a punto de salir para irse a trabajar.
—Madre—dije fuerte y claro.—Tengo que hablar contigo—caminé hasta llegar a ella.
—No me interesa lo que tengas que decirme—abrió la puerta mientras no tenía ninguna intención de hablar conmigo.
—¿Cómo es posible que te importe más un maldito concurso que la estabilidad emocional de Angelina?—pregunté enfrentándola, cerró la puerta y se paró a escasos centímetros de mí.
—Precisamente porque me importa, no quiero que termine como tú—me miró de pies a cabeza con repugnancia.
—Esto es lo que tú creaste, ¿no te sientes orgullosa del monstruo que me convertiste?—indagué con reproche.
—Yo quería que te mataras, pero eres una estúpida que no puedes hacer nada bien. Tengo cosas más importantes que hacer y una de ellas es trabajar, que yo tampoco quiero ser un monstruo.
—Madre, si tú creaste este monstruo, tú también lo eres—sonreí mirándome y mirándola a ella.
—Jamás seré como tú—abrió la puerta ya dispuesta a irse.
—¿Por qué no te largas de una maldita vez y me dejas ser feliz con Angelina?—cerró la puerta con odio y regresó ante la furia de mi pregunta.
—Tú jamás serás feliz—apretó mi cuello recargándome contra la pared.
—¿Qué es lo que te molesta de mí, madre?—pregunté con una sonrisa en mi rostro. Lejos de causarme daño, me causaba satisfacción.—Qué bueno que las dos estamos al mismo nivel, así cuando tenga que matarte, tendrás posibilidades de defenderte—eso la enfureció y apretó más fuerte.
—Debí haberte matado cuando tuve la posibilidad—escupió tensando la mandíbula.
—¿Y no la tienes ahora, madre?—la miré desafiante.
—Me gustabas más cuando te hacía creer que te amaría, eras tan ingenua—dijo con ternura fingida.—Pronto llegará el día que dejarás de existir—me soltó con brusquedad.
—También llegará ese día en el que por fin podré ser feliz—vi como abría la puerta para marcharse.
Me miró por última vez y cerró la puerta yéndose. Y deseaba que lo hiciera y nunca más volviera, que se murieran ella, mi padre y Geovanny, solo quería a Angelina en mi vida.
Tomé una fotografía de ella, pasé mi mano sobre ella.—Ojalá nunca más volvieras—estrellé la foto contra el suelo, la vi hacerse añicos. Junté un trozo de cristal y hice un corte ligero en mi dedo índice, la sangre cayó justo en su cara.—Toda la sangre que he derramado, tú también la derramarás, madre—chupé mi dedo absorbiendo la sangre.—Juro que morirás y nunca más me harás daño.
Me marché a mi habitación, arreglé mi uniforme, me lo puse y me miré en el espejo con odio.
—Más pronto de lo que tú crees, ese monstruo desaparecerá—señalé mi reflejo en el espejo y lo cubrí con una sábana.
Salí de mi habitación y caminé hasta la de mi hermana.
—Ya me voy al colegio—besé su mejilla, se removió y abrió los ojos.
—Está bien, Angélica—hizo contacto con mi mano.
—¿Estarás bien?—cuestioné con preocupación.
—Sí, no es necesario que te quedes—estaba yo dispuesta a no ir al colegio si ella me lo pidiera.
—Vuelvo más al rato—me despedí y salí de su habitación, cogí mi mochila y emprendí mi camino al colegio.
***
—Buen día, directora—saludé, estaba en la entrada como todos los días, vigilando que todo estuviera en orden.
—Buen día, Angélica—no me miró, siguió concentrada registrando a todo aquel alumno que llegara.
Caminé por el pasillo, pasando por el consultorio de la psiquiatra Weisdy.
—Hola—accedí a su área de trabajo.
—Adelante, Angélica—sonrió y me miró unos segundos para después estar centrada en sus asuntos.
—Hoy es un día muy especial, ¿no lo cree?—sonreí maléfica diciendo eso.
—¿Y qué tiene de especial?—dejó de lado cualquier actividad.
—Sigo viva, mis padres no me han matado—respondí sin tapujos.
—¿Qué te ha pasado en tu cuello?—se levantó de su asiento y se acercó a mí, tocó algo en mi cuello.—¿Quién te quería asfixiar?
—Lo había olvidado—acomodé la blusa del uniforme haciendo que me tapara la herida.
—¿Quién te lo ha hecho?—preguntó insistente.
—Olvídelo, no me creería—di por finalizado ese tema.—Me voy a clases, ¿le parece si más tarde hablamos del tema?—salí de su consulta sin esperar respuesta de su parte.
—Angélica—caminando al aula me topé con Hailee.
—¿Por qué vienes sola?—indagué, viendo que no había nadie a su alrededor, siempre su nana o a veces sus padres solían acompañarla hasta su aula.
—Es algo que tengo que contarte—estaba triste, se veía diferente, definitivamente algo le pasaba.
Subimos las escaleras a ritmo normal, se detenía de vez en cuando mirando hacia atrás, como si hubiera olvidado algo.
—Yo también hace tiempo que perdí la felicidad y desde entonces me olvidé de ser feliz—miré hacia el mismo sitio que miraba ella.
—Al menos tienes a alguien que te hace feliz—se refirió a mi hermana.
—Tú tienes a tus padres, a tu nana...
—Ya ni eso tengo, Angélica—habíamos llegado al aula, entramos y todo estaba despejado.
—¿Por qué? ¿Qué ha pasado?—tomamos nuestro lugar.—¿Quieres hablar con la psicóloga?—negó con la cabeza y rompió en llanto.—¿Qué sucede? Si no me dices lo que te pasa no puedo ayudarte—sequé sus lágrimas.
—Corrieron a mi nana—dijo en un susurro sin dejar de llorar.
—¿Por qué?—dudé sorprendida de lo que había dicho.—¿Cuándo pasó eso?
—Ayer por la noche, iba a llamarte, pero era muy tarde para hacerlo, Angélica mi nana era como mi madre—sus ojos desbordaban dolor.
—¿Por qué la despidieron?
—Mi madre y ella tuvieron una discusión, mi madre la ofendió diciéndole que jamás le podría dar una buena vida a sus hijos y mi nana no se dejó y le dijo que de nada le servía que ella tuviera mucho dinero, si no estaba para mí, que no me conocía, dijo que por lo menos ella estaba con sus hijos y era feliz con lo que tenía y a mi madre la enfureció y la corrió—apenas pude entenderla, le costaba mucho trabajo hablar de ello.—Y lo peor es que me he quedado sola, se fueron a un viaje y no les importó—golpeó la paleta de la silla.
—Sabes que tus padres te quieren, Hailee—acaricié sus hombros.
—Eso es mentira y tú debes entenderlo mejor que nadie—se limpió las lágrimas y sacó el material necesario para la primera clase.—Eso se acabó, les daré una razón para que regresen de su maldito viaje—partió un lápiz a la mitad. No la conocía de esa manera.
—¿Qué harás Hailee?—pregunté observándola, tratando de deducir qué tramaba.
—Ya lo verás, Angélica—me dolía verla de esa manera.
Entró la profesora de Oratoria al aula.
—Buenas tardes jóvenes, les tengo una noticia—saludó, dejó sus cosas sobre el escritorio y se paró enfrente para darnos un anuncio.—Como saben, su compañera Carmina nos representará en el concurso de Oratoria a nivel nacional y alguien más la acompañará, como se los había dicho, el presidente será uno de los jurados, así que levante la mano, quién quiere participar—nadie alzó la mano, Hailee no estaba prestando atención a la clase y eso me preocupó más de lo que debería.
Alcé la mano esperando que me diera la palabra.
—Bien, Angélica serás la segunda participante, no entendí porque dejaste que Carmina ocupara tu lugar en el concurso interno, qué buena decisión la tuya, a prepararte—caí en razón lo que había dicho, yo no quería siquiera estar en ese concurso.
—Profesora, yo lo siento, no quiero estar en ese concurso.
—Levantaste la mano Angélica, ¿por qué lo hiciste si no quieres concursar?
—Quería pedirle permiso si me dejaba ir con la psicóloga Zaire—me levanté de la butaca esperando su respuesta.
—Ya te inscribí en el concurso, y si puedes ir con la psicóloga—salí del aula y me fui corriendo rápidamente al consultorio de la psicóloga.
Toqué la puerta y accedí sin esperar una respuesta.
—¿Qué haces aquí Angélica? No se supone que deberías estar en clases—se sorprendió que estuviera ahí.—Pasa y dime qué hiciste—me hizo ademán de que me sentara.
—Yo solo vine a decirle que Hailee no está bien, la veo diferente—respondí.—Le dije que viniera a charlar con usted y no quiso, me gustaría que hablara con ella.
—Claro, pero si ella no quiere hablar no la puedo obligar a que lo haga—eso no me respondió nada.
—Gracias por su ayuda—me salí de su consultorio y volví al salón.
***
—Angélica ven acá—apenas había puesto un pie en el aula y la profesora me estaba llamando.—Tenemos mucho que trabajar en tu diálogo.
Me senté cerca de ella en su escritorio y a la lejanía vi a Hailee con la mirada perdida hacia el exterior.
—Mira un discurso de Oratoria se estructura de la siguiente manera...—mientras explicaba yo no dejaba de ver a Hailee.—Carmina prepara tu discurso, tú ya sabes como hacerlo—estaba algunos centímetros alejada de mí y estaba muy concentrada en su actividad.—Angélica, si me estás escuchando—me pilló en mi acción.
—Sí—respondí sin mirarla.
—Entonces, tendrás que traerme tu discurso de Oratoria más tardar mañana para revisarlo—sentí su mirada detrás de mí. Volteé y me miró disgustada por mi acción.—Sé que no te gusta esto, pero si hubiese más alumnos que quisieran tu lugar te cambiaría sin pensarlo.
Me daba igual lo que dijera, no necesitaba de su explicación, bastaba con que llegara a mi casa e investigara sobre el tema y asunto resuelto, tendría su discurso de Oratoria.
—Una vez hecho lo vas a ensayar como en clases anteriores les expliqué, espero que hayas puesto atención—no se molestó en llamarme la atención una vez más.—Espero que des lo mejor de ti en ese concurso.
—Así será—respondí.
—La clase ha terminado, pueden salir—todos se comenzaron a salir del aula, yo me levanté rápidamente y volví a mi lugar con Hailee.
—Hailee, podemos remediarlo, no me gusta verte triste, ¿hay algo que pueda hacer por ti?—estaba dispuesta a ser lo que me pidiera con tal de verla feliz.
—¿De qué hablas? ¿Quién está triste?—rio irónica.
—Tú estabas triste por lo que pasó con la nana—me intrigó demasiado su cambio de actitud.
—Angélica, eso ya pasó, no vivas en eso, tendré otra nana y ya, no pasa nada—sonrió, yo no estaba convencida de su respuesta.
—Pero... Tú la querías como una madre...
—Es normal, ¿no? ¿Cómo no querer a alguien que pasa la mayor parte del día contigo?—indagó arqueando una ceja.
—¿Por qué no hablas con tus padres y les dices que quieres a la nana?
—Por dios mis padres, ¿sabes cuántas veces al mes los veo? Solo una o dos, ¿crees que tendrían tiempo de escucharme? Por supuesto que no, me escuchan más las paredes de mi casa y las personas del servicio que ellos y sobre la nana, ya se me pasará, llegará otra nana y la querré igual, tú sabes que me encariño muy rápido con las personas—sabía que le dolía lo de la nana, solo que no quería demostrarlo.
Yo también sabía lo que se sentía perder a alguien.
Llegó la hora de música, sabía que Hailee posiblemente estaría con la psicóloga, todos los docentes estaban en reunión, y todos los alumnos en su salón, tenían actividades pendientes y los alumnos de este instituto no eran de los que desobedecían y se salían de clases a hacer desorden. Una vez terminada la actividad, sí hacían desorden pero sano y dentro de su aula.
Me quedé tranquila en mi aula de música ensayando la melodía que tocaría en el próximo concurso. Ensayé algunas dos o tres veces y me salí de mi aula, quería asegurarme que Hailee estuviera con la psicóloga.
Entré a su consultorio y estaba vacío, no había indicios de Hailee ni de la psicóloga. Caminé por el largo pasillo y llegué a la sala de reuniones, un salón lo bastante grande y acondicionado. Abrí la puerta y todos los profesores incluyendo a las psicólogas y psiquiatra estaba ahí. La psicóloga Zaire salió rápidamente al verme ahí afuera.
—¿Necesitas algo Angélica?—cuestionó calmada.
—¿Y Hailee? ¿Dónde está Hailee?—cuestioné con demasiada preocupación.
—Hailee no ha venido aquí, Angélica, pensé que estabas con ella—dijo lo más calmada posible.
—¿Cómo que no sabe dónde está Hailee?—la dejé ahí sin que pudiera responder la pregunta y salí corriendo en busca de mi mejor amiga.
Literalmente la busqué por todo el instituto, obviamente en la área que teníamos asignada, Hailee no era de saltarse la barda y romper reglas, aclarando cuando estaba conmigo si lo hacía, yo era una mala influencia para ella.
(Sleepwalking—Bring me the Horizon)
La encontré muy lejos, donde había pastizal un poco crecido que llegaba a los tobillos, era un área prohibida por lo mismo, cerca había una parota donde no había pastizal, solo tierra y algunas piedras.
—¿Qué haces aquí Hai?—me senté enfrente de ella con las rodillas estiradas.
—Lo mismo que haces tú—respondió sin verme a los ojos.
—Sabes que está prohibido venir aquí, ¿verdad?—pregunté acercándome poco a poco a ella.
—Eres la persona menos indicada para decírmelo—contestó sin mirarme.
—¿Por qué no estás en clases?—cuestioné.
—Sabes que no me gusta la música—contestó fría.
—La música es hermosa, es de lo más fácil.
—También hacer que tus padres te quieran es fácil—me dolió mucho lo que dijo, miré hacia otro lado porque me sentí ofendida.—Alguna vez has sentido que quieres suicidarte pero simplemente no tienes el valor, te da un sentimiento de culpa porque sabes que harás sufrir a tus padres, o porque quieres abandonar a tus amigos, el resto te da igual como se sienta. Entonces simplemente te quedas ahí sintiéndote un estorbo y no puedes hacer nada al respecto, siento que mi vida no vale nada, que soy solo un estorbo en la vida de mis padres, que ellos no me necesitan para ser felices y que su vida era mejor antes de que yo llegara, siento que no les importo en lo más mínimo, me dejan con desconocidos y creen que yo soy el problema, me llevan con un sinfín de psicólogos y yo trato de hacerme amigos de ellos porque de esa manera puedo sustituir ese cariño, pero ellos creen que llevándome a psicólogos dejaré de sentir esta soledad, yo no necesito a nadie más yo los necesito a ellos—arrancó pequeñas plantas con rabia.
—Hailee, tú les importas a tus padres—sentía lo mismo que ella, me dolía verla de esa forma y no poder hacer nada por ayudarla.
—Eso es mentira, si ellos me quisieran por qué no están aquí y no en sus viajes—comenzó a llorar con más fuerza.—Pensé que tú me entendías, tú que has pasado por lo mismo.
—Hailee es diferente...
—Es lo mismo, Angélica. Creo que lo mejor es que me mate y los deje ser felices a ellos... sin mí—terminó su frase con dolor y melancolía.—Yo no quiero suicidarme, pero la única forma que les importaré es muerta.
—Hailee...
—No me detengas Angélica, tú ya pasaste por lo mismo y no te hubiera gustado que nadie te detuviera, así que no hagas lo mismo—me empujó levemente.—Vete y no vuelvas más.
—¡¿Crees que te voy a dejar?! ¡¿Crees que voy a ver como te haces daño?! ¡¿En verdad crees eso?!—exclamé, no podía creer lo que estaba diciéndome.
—¡Me lo dices tú, la persona que más intentos de suicidio ha tenido y no ha logrado ninguno!—reprochó.—Tus intenciones eran suicidarte y no lo lograste.
—¡¿Querías que mis intentos de suicidio se lograran?! ¡¿Me querías ver muerta?!—grité con desgarro en mi voz.
—Era lo que querías, ¿no?—me estaba lastimando y no le importaba.—Vete y déjame en paz—sacó una navaja y tomó vuelo para hacerse daño en sus antebrazos.
—¡Hailee, no!—tiré del brazo que sostenía la navaja, la jalé fuerte hacia a mí.
—Déjame en paz, suelta mi mano y déjame hacerme daño, yo nunca te interrumpí en tus intentos de suicidio, yo sí te hubiera dejado que lo hicieras—sabía que mentía, solo me decía eso para que la dejara hacerse daño.
¿O es que era verdad lo que decía? ¿Era consiente de que me estaba haciendo daño?
—Hailee, puedes arrepentirte después de esto, no lo hagas y no te dejaré hacerlo—puse más fuerza.
—¿Tú te arrepentiste de haberte intentado suicidar o de no haberlo logrado?—arqueó una ceja de manera intimidante.
—¿Esa es tu forma de arreglar las cosas, intentándote suicidar?—pregunté, quería hacerla entrar en razón y que se quitara esa idea absurda.
—A lo que yo recuerdo, también era la tuya, creías que así tus padres te amarían, no te funcionó a ti, pero a mí sí me funcionará porque no soy tan estúpida—la miré a los ojos desafiante ante sus palabras que se estaban clavando como un cuchillo sin anestesia.
—Hailee, por favor, yo te necesito, yo te quiero, no solo te harás daño a ti, lastimarás a todos los que te quieren, hacerte daño no te ayudará en nada—murmuré recordando todo lo que pasé por todo lo que hice.
No me escuchó o simplemente no quiso hacerlo, aumentó su fuerza llevando su brazo a la navaja, yo no permitiría que se hiciera daño, así que jalé la navaja y mi fuerza fue tanta que terminé en el suelo.
Sentí algo rozar mi rodilla y luego ya no, levanté mi espalda para ver lo que sucedía y pude ver una herida lo bastante profunda, se podía observar el hueso y la sangre fluir con mucha emergencia.
El tiempo se detuvo, justo como lo hacía antes, recordé cuando me hacía daño, aquellos momentos en los que el placer y la satisfacción saciaban lo más profundo de mi ser, aquella forma tan dolorosa de hacerme sentir bien, importante y que cabía la posibilidad que mis padres me amarían.
—Hailee...—susurré en un hilo de voz, me llevé ambas manos a mi herida y las dos se llenaron de sangre, las levanté y observé presa del pánico al fallarle a mi hermana.
—Angélica, yo... perdóname—se levantó rápidamente con nerviosismo.—Ahorita regreso.
—Hailee, no te vayas, quédate conmigo—supliqué con temor.—Ayúdame a encontrar una manera para respirar.
Era como si estuviera sonámbula, el corte profundo, ver la sangre salir de mis heridas, me hacía caminar por aquellas veces donde mi único deseo era ser amada, por aquellos terrenos que yo ya no quería recorrer, me hizo volver a revivir cuando solo me hacía daño para satisfacer los deseos de mis padres en ser alguien lo suficientemente buena.
—No tardo, voy a ir por ayuda—salió corriendo a paso rápido.
Con mucho trabajo me levanté del suelo, caminé algunos pasos mientras cojeaba y me agarraba con ambas manos la rodilla en un intento de parar el sangrado. Donde pisaba dejaba sangre. Pude llegar cerca de donde se encontraba el área de natación, esta estaba cerrada y no había nadie adentro. Quería tan solo que hubiera alguien cerca para pedir ayuda, yo no quería fallarle a mi hermana, no quería decepcionarla en aquella promesa que le había hecho.
A lo lejos vi venir a Hailee, a la psiquiatra Weisdy, la psicóloga Zaire y un profesor que no sabía que estaba haciendo ahí en ese momento.
—Por favor ayúdenme—dije al azar esperando que alguno de los que estaban me ayudara.
—Tranquila Angélica, todo estará bien—calmó la psiquiatra, se agacharon a colocarme vendas apretando la herida.
—Ya hemos llamado a la ambulancia—me cargó en sus brazos el profesor, apresuró el paso, casi corriendo.
—No quiero morir—lloré con temor de lo que fuera a sucederme.
—No morirás, estarás bien—dijo el profesor tratando de calmarme porque estaba entrando en pánico.
Algunos segundos más y llegamos a la ambulancia, solo me acompañó la psiquiatra Weisdy, me ayudó a tranquilizarme porque estaba muy alterada.
***
—Ves aquella estrella hija—señaló mi padre hacia algún punto del cielo.
No respondí, aún no hablaba, simplemente lo oía.
—Cariño, hoy te dedico la luna porque está hermosa como todos los días, pero no más que tú; la más hermosa de todo el mundo—me besó la frente.—Cuando seas grande serás la persona más feliz, tendrás el mundo a tus pies porque yo estaré dispuesto a entregártelo, te lo prometo—susurró mientras hacía esa promesa.
Una promesa que olvidó cumplir, yo lo único que quería era tener su cariño, su amor y en aquellos tiempos lo tenía.
Papá, ¿por qué dejaste de quererme?
—Padre, yo te quiero a ti, quiero que vuelvas a ser ese padre que se sentía orgulloso de mis primeras palabras, mis primeros pasos... Te quiero a ti, no necesito a nadie más—acaricié el reflejo de lo que una vez fue, y todo se desvaneció de mis manos.
***
Desperté, estaba en la camilla del hospital, sentía caliente la zona de mi herida, estaba vendada, no supe cuando habían terminado.
—¡Angélica!—entró Hailee rápidamente.—Lo siento—me abrazó como si fuera la última vez que lo hacía.
—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me salvaste?—interrogué.
—Porque tú no querías morir.
—Quiero ir a casa—susurré.
Alguien abrió la puerta.—Hailee, han venido tus padres—entró la psiquiatra.
—Finalmente conseguiste que vinieran—hice contacto con su mano, me miró con tristeza y se fue.—¿Por qué los ha llamado?—cuestioné a la psiquiatra.
—Era necesario que lo hiciéramos—respondió y también salió.
Me levanté cojeando y teniendo la rodilla herida estirada, arrastraba el pie por el dolor, salí de la habitación y caminé hasta la sala de espera, donde estaban Hailee en compañía de sus padres, pero por sus gritos los corrieron y se fueron al estacionamiento, los seguí a mi ritmo porque yo quería escuchar aquella conversación, me escondí atrás de un pilar para escuchar lo que le diría.
—¡¿Por qué lo hiciste Hailee?!—cuestionó su madre entre gritos.
—Era la única forma que regresaras de ese viaje—respondió Hailee con lágrimas en los ojos.
—¡¿Solo por esta tontería nos hiciste regresar del viaje importante que teníamos?!—gritó más fuerte.
—No sabía que era más importante un viaje que tu hija—reprochó Hailee.
—Hailee, no debiste haber hecho eso, podrías haber muerto—se colocó a su altura su padre, estaba más calmado.
—Era la única manera que les importaría; muerta—se alejó de su padre decepcionada porque creía que no les importaba.
—Hailee—salí de mi escondite y caminé hasta ella para consolarla.
—¡¿Tú qué haces aquí?¡—me gritó la madre de Hailee.—Tú eres una mala influencia para Hailee, si tú no existieras en su vida, ella no tendría esa absurda idea de quitarse la vida—descargó su ira contenida en mí.
—Mamá, no le grites a Angélica, ella me salvó—me defendió Hailee.
—¿Ella te salvó?—preguntó señalándome—Por ella es que estás así, te prohíbo que te acerques a ella—disminuyó el volumen de su voz, la psiquiatra Weisdy había hecho acto de presencia.
—Tú no me prohíbes nada mamá, no me conoces ni la mitad de lo que me conoce Angélica, tú nunca has estado en mi vida, ¿sabes lo que me gusta? ¿Sabes desde cuándo estoy así? ¿Lo sabes? No sabes nada sobre mí mamá, solamente sabes lo que los psicólogos te cuentan y mis nanas, sino fuera por ellas ni siquiera me conocieras—enfrentó Hailee a su progenitora.—Para ti es más importante estar de viaje trabajando que conmigo y sabes qué, desearía con todo mi ser que tú no fueras mi madre, ¡preferiría ser pobre, vivir como la nana pero ser feliz!—estalló en la dirección de ambos, sus ojos se llenaron de dolor y lágrimas acompañaron aquella discusión.
—¿Tú no eres feliz?—ambos se agacharon colocándose a la altura de Hailee.—No sabíamos eso—dijeron con dolor en su voz.
—¿Y cómo quieren saberlo si nunca me escuchan? Todo se lo tengo que decir a la nana, pero ella ya tiene suficientes problemas como para cargar con uno más.
—Vámonos Angélica—me guio para su coche la psiquiatra Weisdy.
—Señora, yo lo siento, yo nunca quise hacerle daño a su hija—me acerqué a la madre de Hailee disculpándome.—Yo solo quería salvarla.
El padre de Hailee me abrazó inesperadamente como agradecimiento por haberla salvado.
—Si quieren ver a Hailee bien, solo dejen de ponerla en segundo plano, porque no saben lo que se siente no tener unos padres que te quieran y se preocupen por ti, es una de las cosas más dolorosas, porque ellos ni siquiera están aquí—bajé los ojos y me retiré lentamente.—Lléveme a casa—me introduje en el carro de la psiquiatra.—Yo solo hago daño—suspiré mirando por última vez a Hailee junto a sus padres.
—Angélica la salvaste.
—¿Y de qué me sirve? Puedo salvar a todo el mundo pero no me he salvado a mí—repetí las mismas palabras que me habían dicho mis padres.—Suena irónico decir que una persona que se ha intentado suicidar ha salvado a una de querer hacer lo mismo.
—Ellos están orgullosos de lo que hiciste y tú también deberías estarlo—confesó mientras me miraba de reojo.
Condujo. En todo el camino no dije ni una palabra más, no tenía nada que decir. Todos tenían razón menos yo.
Me gustaba la idea de que me vieran como la heroína que salvó a Hailee, no sé qué sentir, porque la psicóloga dirá que solo fue un pretexto para hacerme daño y no, no lo fue, yo solo no quería que Hailee se hiciera daño, no la quería ver en la misma situación que yo. No quería que se metiera al mundo donde se destruía a sí misma, porque una vez que lo haces no puedes parar de hacerlo.
Regresamos al instituto por mi mochila, porque por la velocidad que sucedió todo, se les olvidó. Estacionó el coche y fue la psiquiatra quién subió por mi mochila, yo no podía subir escaleras, me era muy difícil y dolía mucho.
Me senté en las bancas que estaban al bajar las escaleras. Se acercó la psicóloga Zaire a mí.
—¿Cómo te sientes?—se sentó a un lado de mí.
—Bien.—respondí sin intenciones de entablar una conversación con ella.
—¿Por qué lo hiciste, Angélica? ¿Qué querías demostrar esta vez?—cuestionó mirándome acusatoria, como si solo haya estado buscando una razón para hacerme daño y llamar la atención, como ella tantas veces me lo decía.
—Porque quise hacerlo, no quería que Hailee se hiciera daño—respondí rápidamente.
—Porque querías hacerte daño—dedujo. Yo sabía que pensaría esto.
—Si es lo que la hace sentir mejor, piénselo—me levanté, me costó demasiado ponerme de pie sin sentir dolor.—Gracias, por haberme ayudado—agradecí y caminé hasta la psiquiatra, quien ya venía bajando las escaleras.
—Vámonos Angélica, en un momento regresó Zaire, dejaré a Angélica en su casa—me dio la mano como apoyo, ella cargó mi mochila hasta su auto.
Primero metí mi trasero y luego la pierna "sana", al último mi pierna lastimada.
—Lamento ser una carga—cerré la puerta del auto y me disculpé.
—Tú no eres una carga, Angélica—encendió el auto y arrancó. El camino a casa fue un total silencio.
Habíamos llegado a mi casa, me ayudó a salir del auto sujetando mi mano.
—Gracias por haberme traído—le di las gracias mientras me entregaba la mochila.
—Que te recuperes, Angélica—se despidió de mi con una sonrisa, se subió a su auto y se marchó.
***
Todo estaba en completo silencio, mi casa se veía despejada sin rastro de mis padres. Y era lo mejor, lo era hasta que mi madre me llegó por la espalda colocando un cuchillo en mi cuello.
—No crees que es muy cobarde de tu parte hacerlo cuando no puedo defenderme, madre—no me moví ni un poco, respiré tranquila.
—Me he enterado que salvaste a Hailee—me hizo caminar sin despegar el cuchillo de mi cuello.
—Sí madre, ¿y no te sientes orgulloso de ello?—decidí seguir con su juego.
—Por supuesto que no.
—Tu pequeño monstruito estaba a punto de morir por haberlo hecho—hice contacto con su mano y en ella no había calidez, no estaba lo que siempre había buscado en ella, solo era una mano fría que no me transmitía lo que un día yo había querido encontrar en donde no había ni un poco de amor hacía a mí.
—Pero no lo hiciste Angélica, no te moriste—me lanzó fuertemente contra la pared. Solté un alarido en silencio.
—Salvé a Hailee, ¿tú a quién has salvado?—volteé para mirarla.
—Tú no salvaste a nadie, ellos te han salvado a ti, no salvarás a nadie porque no eres capaz de salvarte a ti misma—repitió la misma frase.—Todos han sido diseñados para salvarte, ¡maldito monstruo!—levantó el cuchillo amenazándome con el, en su mirada estaba el odio que sentía hacia a mí, en donde yo antes quería buscar un amor, no había nada de eso en ella para mí.
—¡No te tengo miedo, madre!—grité confrontándola.
—Deberías Angélica, puedo matarte—alzó el cuchillo con una gran sonrisa diabólica.
—Has tenido tantas posibilidades de hacerlo y no lo has hecho—sonreí falazmente.—¿Qué esperas para hacerlo, madre?
—El día de tu cumpleaños—bajó el cuchillo a su costado.
—¿Y por qué esperas ese día? ¿Por qué no lo haces ahora?—interpelé.—Sabes, hace tiempo lo único que esperaba de ustedes era su cariño, su amor incondicional y ahora solo espero el día de su muerte—aceché con aborrecimiento.
—Que mejor que el día que naciste para morir, estoy preparando la mejor tortura para ti, debe ser digno de un monstruo—expuso con satisfacción.
—Yo también espero ese día—declaré con una sonrisa.—Será como mi regalo de cumpleaños.
—Ganas no me faltan de clavarte el cuchillo una y otra vez en este momento y entregar tus vísceras a...—se quedó dudando un momento.—A todos los que te han salvado.
—Ambas deseamos lo mismo, mamá—susurré con una sonrisa el título que le quedaba muy largo.
—Te doy la oportunidad de que te mates tú, antes de que lo haga yo—propuso esperando un sí por respuesta.
—Te quedarás con las ganas—tomé su cuchillo y lo dejé sobre la mesita de la sala.—Guárdalo para después, madre, que para matarte, hay tantas formas de hacerlo que lo último que necesito es esto—lo volví a tomar y lo lancé al suelo.
Se alejó de mí y se quedó pensando, estaba subiendo las escaleras lentamente para que viera que aquella niña temerosa ya no sentía miedo hacia ella.
—Te vas a arrepentir Angélica—lanzó intimidante.
Sonreí mordiendo mi labio inferior.—No mamá, la que se va a arrepentir eres tú—advertí y continúe con mi laboriosa tarea de subir las escaleras.
Entré a la habitación de mi hermana para saludarla.
—Angélica, ¿qué te ha pasado?—fue lo primero que dijo cuando me vio.
—Tuve un pequeño incidente...
—¿Te intentaste suicidar?—interrogó inmediatamente sin dejarme explicarle.
—No, hice una misión que todos pueden hacer en mí, menos yo, he salvado a Hailee, mi mejor amiga de intentarse suicidar—caminé hasta ella y me senté en su cama.
—La salvaste—todavía no lo asimilaba.—Pero tú podrías haber muerto—regañó instantáneamente.
—Si moría, algo bueno tenía que hacer en mi miserable vida—pasé mi brazo por su hombro.—Angélica es de acero, nadie puede destruirla—despeiné su cabello con una pequeña sonrisa tierna.
—¿Por qué lo hiciste?
—Porque sé lo que es estar en esa situación y no quiero que nadie más lo esté—dije recordando cada momento de cada situación en la que había estado.
Sé que no podía ir por el mundo salvando a todas las personas que estuvieran a punto de suicidarse, pero era un gran paso, una gran evolución, no quería que nadie estuviera en ese lugar y yo tampoco quería estarlo más. Se hace una gran diferencia cuando ayudas a una persona y esa persona ayuda a otra formamos una cadena de ayuda, si todos nos ayudáramos a nosotros mismos o a alguien más dejaría de haber tantos suicidios.
—¿Qué sentiste cuando viste la sangre correr por tu piel?—preguntó mi hermana, colocó su mano en el vendaje de mi rodilla.
—Sentí miedo de morir, de romper la promesa que te hice, de fallarte a ti, de fallarme a mí misma... Pero rompí mi propia promesa de nunca más volver a hacerme daño—bajé la mirada decepcionada de mí misma.—Nunca había sentido tanta decepción hacia una persona como hasta ahora—declaré.—Y de la persona que estoy decepcionada es de mí.
—Angélica, es una gran batalla de una guerra dónde tú has sido la vencedora, debes portar con honor que has salvado la vida de una persona y no cualquiera lo hace, solo una persona valiente y yo solo conozco a una; a ti—comentó, ella no me entendía, no entendía lo que trataba de decirle.
—No me estás entendiendo, no me arrepiento de haber salvado a Hailee, de lo que me arrepiento es de esto, podía simplemente quitarle la navaja sin haberme hecho daño.
—Estoy orgullosa de ti, Angélica—confesó mientras tomaba mi mano.—Cuando sea grande quiero ser como tú, quiero salvar la vida de muchas personas—me expuso como si hubiera hecho algo grandioso.
¿Y no lo hice?
—Ya has salvado a una—me lanzó una mirada confundida.—Me has salvado a mí—sonreí contemplándola como si de una obra de arte se tratase.—Eres arte digno de admirar.
—Tú también lo eres.
—No soy arte y si bien lo soy, no soy digna de admirar.
—Seguirás siendo arte aunque no tengas quien te admire—dijo aquella frase que ya había leído más de alguna vez en algún lado.
Cumplí lo que le había dicho a la psicóloga, que lo primero que haría al tener un corte sería correr a buscar ayuda y fue lo primero que hice.
Corrí despavorida a buscar ayuda y comprendí que había cambiado, lo había superado.
***
Viernes/26/Febrero.
Evidentemente no iría a la escuela, pero eso no me deslindaba de mis obligaciones escolares y una de ellas era preparar ese discurso de Oratoria, mandárselo a la profesora y pasar todo el día ensayándolo hasta aprendérmelo de memoria y hacerlo a la perfección.
Pasé desde las 5:00 am buscando un tema que me llamara la atención y que supiera manejarlo muy bien. Ninguno me parecía interesante, hasta que vi varios vídeos e imágenes, pensar la situación que se vivía en mi país y se me ocurrió una brillante idea.
Terminé alrededor de las 6:30 am, busqué alguna información útil, porque era un tema que me sentaba lo bastante bien. Una vez terminado se lo mandé a la profesora para que lo revisara y le hiciera las correcciones necesarias.
Yo.
Buenos días profesora, aquí le mando el discurso de Oratoria.
6:33 am
Profesora.
Perfecto, enseguida lo reviso.
6:34 am
Tardó más de dos horas leyéndolo, yo lo veía perfecto.
Profesora.
Es una broma, ¿verdad Angélica?
8:45 am
Yo.
No, no es ninguna broma.
8:45 am
Profesora.
Evidentemente tú no dirás este discurso, o me cambias todo o lo haré yo.
8:46 am
Yo.
Si participaré en ese concurso, será a mi manera y yo quiero ese discurso.
8:47 am
Profesora.
No, Angélica, no será como tú quieras, tú no dirás eso enfrente del presidente, así que en unas horas más te lo envío.
8:48 am
Sí, alrededor de las 5:30 pm me llegó su discurso de Oratoria, no era por ofenderla ni a ella ni a su trabajo, pero no me gustaba en lo absoluto, me parecía muy absurdo, nefasto e estúpido.
¿Qué tenía de malo mi discurso?
Se tenía tan acostumbrada a la sociedad a ver y callar lo que uno sentía y más cuando se trataba sobre temas delicados y el mío lo era.
Yo no estaba dispuesta a hacer lo que la profesora me pedía. Me visualicé, me miré en el espejo diciendo el discurso que la profesora me había escogido y mandado y me veía muy monótona. En cambio en el que yo había escrito, se veía la Angélica que llevaba dentro. No cambiaría de opinión.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top