Capítulo 35.-Un viaje

Viernes/05/Febrero/2021.

Hoy era un día muy especial, sí, nos iríamos de viaje a la Ciudad de México, era un "viaje escolar" solo a pocas personas nos habían dado el permiso de viajar y yo afortunadamente era una de esas.

El punto de reunión era en el instituto a las 5:30 de la madrugada, sí, era muy temprano pero estábamos a un poco más de 16 horas de camino en autobús. Y queríamos llegar lo antes posible, acamparíamos algunos días, se tenían pensado 3 o 4 días, era para un proyecto escolar, según tenía entendido.

Fue una de las primeras veces en las que asistí puntualmente. Yo quería que mi hermana me acompañara pero por razones que mis padres no la dejaron venir, no estaba acompañándome.

—Buenos días jóvenes, me alegra mucho que si hayan venido todos los que dijeron que asistirían—nos dio la bienvenida la directora saludando amablemente a todos los que estábamos presente.

—Como saben, los que los acompañaremos y cuidaremos de ustedes, La profesora Carlina, Weisdy, el profesor Hurtado (no lo conocía), la profesora Gisa (tampoco la conocía) y su servidora, cada profesor tendrá un grupo de 5 alumnos, mi grupo consiste en Hailee, Angélica... —mencionó la psicóloga Zaire. Hailee me volteó a mirar, teníamos mucho que no compartíamos palabras y hoy estaríamos en un grupo muy reducido de personas.—Como saben consiste en hacer una redacción de todo lo que veamos, algún descubrimiento o simplemente un ensayo, este lo calificará la Directora y un grupo de maestros, los ganadores valga la redundancia ganaremos un segundo viaje a un lugar sorpresa, eso sí debemos esforzarnos mucho—estaba emocionada, pues íbamos a salir de la rutina tan aburrida como la vida de Angélica.

—Bien yo solo iré a acompañarlos, como se dieron cuenta no estoy a cargo de ningún grupo, yo cuidaré de algún curioso o curiosa—me volteó a ver la directora misteriosamente.—que quiera explorar algún otro sitio no permitido, por el momento es todo, enhorabuena a disfrutar de este grandioso viaje—aplaudimos y comenzamos a trepar todo el equipaje al autobús primera clase.

Íbamos muy preparados, con algunas 15 casas de acampar, entre grandes, individuales y para dos personas.

Finalmente después de subir todo el equipaje, nos montamos en el autobús.

Tomé asiento en uno de los lugares hasta atrás y justo al lado de mí se sentó Hailee, no le tomé mucha importancia y miré a la ventana, con mis audífonos puestos. Los maestros iban en los asientos de adelante, platicando entre ellos de sus grandiosas e interesantes vidas llenas de trabajo y de adolescentes problemáticos como Angélica. Tomamos carretera luego de algunos minutos.

Escuché la canción Worthless—Eli. Me sentía identificada con ella, cada línea, cada verso. La canción era como si hubiera sido hecha para mí, como si de alguna forma yo fuera la inspiración del compositor, pero yo nunca sería ni tan siquiera la inspiración para un escritor. ¿A quién en su vida le inspiraría alguien como yo? Un ser humano que se convirtió en un problema desde el día que nació. Una persona que en su momento tuvo más ganas de suicidarse que de superarse, alguien como yo; que solo quiere ser feliz.

—¿Qué música escuchas?—Hailee quitó uno de mis audífonos de mi oreja derecha. Estaba a todo volumen y se exaltó un poco.—¡Qué música tan fea, no entiendo como te gusta esto, ¿por qué escuchas esta porquería?!—se quedó con el audífono a seguir escuchando mi música miertera como ella la llamaba.

—No lo entenderías—dije y le quité el audífono de su oreja.

—¿Cómo has estado?—cuestionó tratando de mantener una conversación conmigo.

—Supongo que bien, estoy viva—respondí sin dejar de escuchar mi música.—¿Y tú?—cuestioné sin ánimo de seguir.

—He estado genial desde que ya no...

—Somos amigas—terminé su oración.—Me alegra mucho por ti de saber que puedes ser feliz sin mí y que no me necesitas—recargué mi cabeza en el asiento.

—¡Qué lástima que no puedo decir lo mismo de ti!—me señaló de pies a cabeza deteniéndose en mi cara y mi aspecto.

—¿A qué te acercaste? ¿A restregarme como es tu vida ahora sin mí? Que bueno que seas feliz, me da mucho gusto, pero déjame ser la mierda que soy, no me recuerdes que en mi miserable vida no hay felicidad cuando estoy sola—quería que se largara de mi lado, no la quería.

—Solo quería hacer las paces contigo, ya sabes pasar tiempo juntas volver a ser las amigas que éramos, ser felices—propuso emocionada.

—¡Nunca fuimos amigas!—no me inmuté en decirle aquellas palabras que en su día me rompió en mil pedazos.

—Lo siento.

—¿Lo sientes? ¿Lo sentiste aquel día que lo dijiste? Tú no me necesitas para ser feliz, ¿a qué vienes? ¿A romperme una vez más? ¿No te fue suficiente?—ataqué con una ola de preguntas.

—Ya te dije que lo siento, quiero volver a ser tu amiga—insistió nuevamente.

—¿Quieres volver a ser algo que nunca fuimos?—me rompió internamente decir eso.

—Perdón, ya te pedí perdón qué más quieres—nuestra discusión protagonizaba en el autobús, todos estaban atentos a ver si llegaba a algo más que palabras.

—¿Y crees que con eso me construirás nuevamente? Busca todos los pedazos rotos que dejé en cada rincón, pégalos y dime si todo volverá a ser igual—recriminé mirándola fijamente con signos de dolor.

—Angélica...

—Hailee me cambiaste por la psicóloga—se acercó la psicóloga Zaire al haber mencionado su nombre.

—Angélica deja de gritar—dictaminó la psicóloga.

—¡¿Crees que ella es mejor que yo?!—ataqué a Hailee.

—Angélica ya—insistió la psicóloga que parara y alejó a Hailee de mí.

—¡¿Sabes lo mal que estuve ese día?! Preguntándome una y otra vez qué era lo que había hecho mal—continúe diciéndole aquello que sentía hacia ella.

—Angélica si no te tranquilizas cancelaremos el viaje—dejé de gritar, no quería arruinar nada por mi culpa. Hailee se sentó en los asientos de adelante y a un lado de mí se colocó la psiquiatra Weisdy.

—¡¿Qué hace usted aquí? Que no entiende que quiero estar sola, no la necesito, yo estoy bien—esperé a que se fuera y no lo hizo.

—Tranquila, estoy contigo—me abrazó, coloqué mi cabeza en su hombro mientras me tomaba de las manos.—Tranquilízate—me susurraba en mi oído y su voz me hizo sentir paz y cerré los ojos.

***

Desperté, ella estaba dormida a un lado de mí, toqué su rostro y sentí su calidez. Eran las 10 am y todavía tenía mucho sueño, decidí dormirme otro rato.

Escuché ruidos por todo el autobús, me levanté y el camión estaba detenido, estaba la psiquiatra a mi lado. Observé todo el interior y no había nadie.

—¿Dónde están todos?—cuestioné a la psiquiatra Weisdy.

—Están afuera desayunando—respondió.

—¿Y usted por qué no está con ellos?

—No te quería dejar sola—me sorprendió mucho su actitud.

—¿Sabe cuánto darían mis padres por no verme nunca más? ¿Sabe cuántas veces ellos me han dejado sola?—indagué con dolor en mis palabras.—¿Sabe cuántas personas darían lo que fuera por no volver a verme o tan solo tenerme cerca? ¿Acaso tiene una idea?

—Angélica, yo no soy tus padres, no esperes que todo el mundo haga lo mismo—respondió mirándome fijamente a los ojos, buscando algún rasgo de mentira en mí, eso me hizo reaccionar de todo el daño que había causado.

—Quizá esa sea la razón por la que estoy sola, por la que nadie puede amarme, porque creo que todo el mundo es como ellos—aseguré, acordarme de ellos me hacía recordar la mierda de persona que había sido y que merecía todo lo malo que me pasaba.

Siempre he esperado el perdón de muchas personas que supuestamente me han lastimado y aquí la única que debo de pedir perdón soy yo.

—¿Quieres salir a comer algo? Todos están allá—se levantó del asiento.

—No, no merezco estar con nadie—negué mientras giraba mi cabeza para ver el paisaje que nos rodeaba en el lugar que habían optado por estacionarse.

—Ese es uno de tus grandes errores, creer que porque has lastimado a las personas sin la intención de hacerlo no mereces disfrutar con ellos, pero mira hasta el criminal necesita de amor—conversó sin siquiera levantarse.

Ella estaba perdiendo tiempo valioso en mí, que no volverá a recuperar. Puede hacer cosas tan maravillosas, pero estaba ahí por el temor de no dejarme sola, mientras a mis padres nunca les importó aquello.

—No, prefiero estar aquí—desistí.

—Iré por algo para merendar, y de paso te traeré algo—salió y me quedé pensando en el tiempo en el que ella volvía.

Volvió algunos minutos después con una ensalada para mí.

—Mira toma—me entregó un recipiente. Ella estaba comiendo una torta. Vi como probaba bocados y yo solo jugaba con la comida.—No has probado bocado.

—No tengo tanto apetito—comencé a meter bocados pequeños en mi boca.—¿Puedo preguntarle algo? Pero prométame que no pensará que quiero hacerlo.

—Adelante—hizo un ademán para que continúara.

—¿Por qué ninguno de mis intentos de suicidio logró concretarse?—pregunté buscando respuestas que ni yo misma sabía.

—No es tu momento Angélica, la vida tiene otras cosas preparadas para ti—contestó dejando su alimento de lado.

—¿Alguien algún día me amará?

—Claro, en el mundo no hay una persona que pueda amarte más de lo que deberías amarte a ti mismo—respondió interesada en hablar conmigo.

—Me refiero si alguien podrá amarme de la manera que siempre he querido, mis padres me han dicho que no, que nadie amaría a una persona como yo—miré la comida, metí bocados en mi boca para mantenerla ocupada, no quería pensar en nada más que en solo meter alimento en mi boca, no quería llorar delante de ella.

—Hay más de cien millones de personas en el mundo y alguien va amarte tanto como te ames a ti mismo, si tú no te amas lo suficiente, la persona que te ame te amará menos de lo que te amas tú—tomó mi mano con la que sostenía mi ensalada.

—¿Un perdón de qué sirve?

—Un perdón te libera de una carga emocional que llevas cargando, pedir perdón es una liberación para el alma—respondía cada una de mis preguntas de la manera que yo quería y eso me gustaba.

—¿Un perdón no sirve de nada cuándo has lastimado a una persona?—jugué con aquello que tenía en mis manos.

—Por supuesto que sirve de algo, cuando tú lastimas a una persona, esa persona siente que tiene la culpa—exactamente lo que me pasó con Hailee.

—Perdón—susurré desde lo más profundo de mi ser.

—¿Por qué me pides perdón?—interrogó desconcertada.

—Por existir. Por ser un problema...—iba a continuar con lluvia de insultos hacia mí misma.

—Tú no eres ningún problema, no debes pedir perdón por tu existencia, con tu ausencia la vida de muchas personas sería muy aburrida—sujetó mi mano obligando a que la mirara.

—Soy una carga que...—colocó su dedo índice en mis labios.

—Eres un enigma difícil de resolver, y eso es interesante, eres una de mis pacientes más misteriosas y me gusta porque todos los días tienes algo nuevo que contar—sonrió confesándome aquello.

—¿Por qué nadie se ha sentido orgullosa de mí?—mis ojos se llenaron de lágrimas ante esa pregunta, hacía tantas cosas con tal de que alguien me dijera aquellas simples palabras que llevaba tiempo queriendo escuchar.

—Eso crees tú, pero hay demasiadas personas que están orgullosas de ti y no te das cuenta porque vives encerrada en tu burbuja—manifestó mirando mis ojos, la presencia de las lágrimas que estaban ahí, de ahí supe que ella entendía el dolor y la manera en la que me sentía.

—¿Por qué alguien se sentiría orgullosa de mí? ¿Acaso por todos mis intentos de suicidio?—pregunté con la voz rota, mirándola mientras ponía toda mi fuerza mental para no derramar una lágrima, no quería que pensara que quería llamar la atención, porque yo solo quería que me escuchara.

—Porque ninguno logró concretarse—me quedé embobada en su respuesta, mirando si decía la verdad.

—No me gusta que me hagan sentir bien—declaré mirando hacia la ventana.

—¿Por qué?—giró mi rostro para que la mirara.

—Porque siento que me están mintiendo—dije las palabras con detenimiento.

—¿Y por qué te mentiría?

—¿Y por qué no lo haría? Mis padres me educaron de esta manera, todas las personas que me alagan están mintiéndome, porque no recibo ni un alago suyo y tienen razón, ¿quién en su sano juicio se sentiría orgulloso de una persona como yo? Con problemas mentales, sin amor propio, siempre fui una estúpida que creía en ellos, creía que suicidándose sus padres la amarían, ellos me hicieron creer eso y quizá sea la razón de tantos intentos de suicidio, porque mi mente piensa que de esa forma alguien podrá amarme y me cuesta muchísimo trabajo irme construyendo poco a poco—mis ojos comenzaban a mostrar signos de debilidad.—Creo que la estoy aburriendo—limpié mis ojos.

—¿Crees que estás aburriéndome? No, Angélica, por primera vez que tú quieres hacerlo por voluntad propia y crees que me estás aburriendo—preguntó con humor.

—Gracias por estar conmigo en este momento—la abracé y le di un beso en la frente.

—Gracias a ti por permitirme estar—agradeció.

Y todos subieron al autobús poco a poco. Volveríamos a retomar el camino.

Saqué mi celular y escribí un mensaje de texto para mi hermana Angelina.

Yo.

No sabes cuánto desearía que estuvieras conmigo en este momento. Deseo abrazarte muy fuerte.

Angelina.

Yo también deseo lo mismo. Puedes abrazar a la persona que está al lado de ti, ¿quién sería la afortunada?

Yo.

La psiquiatra Weisdy, ja, ja, ja, ja, ja.

Angelina.

¿Puedo llamarte?

Yo.

No necesitas preguntarlo, es un sí rotundo.

A los pocos segundos me llamó Angelina. Sonreí antes de contestar.

—¿Sabes cuánto necesitaba esta llamada?—la psiquiatra Weisdy observaba e intentaba escuchar con quien hablaba.

—Lo sé, por eso quise llamarte, pero pensé que estabas ocupada disfrutando del viaje—se escuchaban ruidos de muchas personas.

—Tú eres mi viaje y no necesito a nadie más que a ti, eres lo que me falta para que el paraíso sea perfecto. ¿Dónde estás? ¿Por qué se oye tanto ruido?—indagué frunciendo el ceño.

—En el colegio—disminuyó el ruido.—Necesitaba saber como estabas.

—¿Sabes que podrían regañarte mis padres?

—Lo sé y no tienen por qué enterarse—sentí su sonrisa a través del celular.—¿Cómo estás?

—Bien, aunque si te soy sincera siento mucha culpa, hoy descubrí que he causado más daño del que me han causado a mí—miré el paisaje

—Has dado un gran paso y estoy orgullosa de ti.

—¿Por qué mientes?

—No te estoy mintiendo. ¿Por qué lo haría?

—¿Te sientes orgullosa de que he destruido a muchas personas?

—Me siento orgullosa porque eres capaz de reconocerlo—me quedé en silencio unos minutos, ella no mentía.

—Perdón Angelina—sujeté fuertemente el celular.

—¿Por qué me pides perdón?

—Porque deseé tu muerte, intenté matarte y tú me sigues queriendo, no te merezco.

—Tú me salvaste.

—¿Yo te salvé?—no creí lo que estaba escuchando.

—Sí, cuando yo estaba en coma tuve un sueño, donde sentí que te perdía y escuché tu voz, apareciste tú y... Me salvaste.

—Perdón, yo debería ser un ejemplo para ti y no lo soy.

—Lo eres, cualquiera desearía tenerte como hermana—aseguró.

—No te merezco, no merezco tu perdón, no sabes cuánto me arrepiento de haberte causado tanto daño, nunca podré perdonarme lo que te hice, ¿por qué sigo viviendo?

—Porque tienes motivos de sobra para hacerlo—responde con sinceridad.

—Angelina, yo no merezco vivir por lo que he hecho.

—Angélica yo ya te perdoné hace muchísimo tiempo, solo falta que tú lo hagas, ¿ya lo hiciste?

—No merezco perdonarme.

—Pídete perdón por todo el daño que te causaste, una vez que te perdones tú misma, el resto ya te habrá perdonado. Yo te necesito Angélica y te necesito con vida—confesó, siendo el clavo que yo alguna vez necesité que alguien me dijera.

Yo siempre había querido que alguien me necesitara, que alguien me quisiera y me lo recordara a cada minuto de mi vida, porque solía olvidar a menudo que yo fuera alguien importante y especial en la vida de las personas que me lo decían.

—Yo también te necesito.

Nos quedamos varios minutos en silencio escuchando nuestra respiración y el silencio de nosotras mismas. Después la llamada se cortó y dejé de tener señal.

Era el momento indicado para hacer lo que siempre debí haber hecho, era hora de terminar con lo que nunca había empezado, era momento de pedirle perdón a todas las personas que había dañado empezando por Hailee.

Me levanté de mi lugar, caminé hasta donde se encuentra Hailee.

—Angélica—le tomó por sorpresa mi actitud.

—Sé que no merezco estar aquí, solo déjame decirte lo que debo hacer y me voy, es necesario para que pueda vivir en paz—me bajé a su altura esperando su aprobación para que continúara.

—Adelante.

—Perdón, lo siento por todo lo que te dije, en verdad lo siento, yo no debí haber dicho eso—me costaba mucho pedir perdón pero era tan necesario que lo hiciera.—Sé que no merezco tu perdón, ni siquiera volver a ser tu amiga, solo espero que algún día puedas perdonarme—quería recibir su respuesta e irme, no quería seguir causando más daño.

—¿De qué hablas? Solo me dijiste lo que sentías y no tienes que disculparte por haberlo hecho, en todo caso la que debería pedirte perdón soy yo, ¿me perdonas?—cambiamos de papel.

—¿De qué te perdonaría?—dudé con confusión.

—De haberte comparado con la psicóloga Zaire y la psiquiatra Weisdy.

—No tengo de que perdonarte.

—¿Volvemos a ser las mismas mejores amigas de siempre?

—Pero si nunca fuimos amigas, ¿quieres volver a ser algo que no fuimos?—dije con humor.

—Esa Hailee estaba mintiendo, es una imbécil—reímos las dos.

Y finalmente sellamos nuestra amistad con un abrazo, todos aplaudieron como si fuéramos un espectáculo digno de admirar. Y lo éramos.

Esperé durante varios minutos la señal de mi celular, y cuando por fin llegó marqué a una persona que también había lastimado; la psiquiatra Lidia.

—¿Sí? ¿Quién habla?

Estaba a punto de colgar, me coloqué el celular en el pecho tomando valor para hacerlo.

—¿Quién habla? Si no contesta tendré que colgar—amenazó con hacerlo.

—Soy yo...—como si con eso me fuera a reconocer.—Angélica.

—¿Qué necesitas Angélica?

—¿Está ocupada?

—Un poco, estoy en la clínica—respondió.

—Creo que estoy marcando en un mal momento, la llamo otro día—estaba a punto de colgar la llamada.

—Estaba esperando tu llamada—confesó, luego se hizo silencio dándome la indicación de que podía seguir hablando.

—Yo también la estaba esperando, ¿por qué no me llamó?—todavía lo preguntas Angélica, lluvia de tomates para mí.

—Tú me pediste que no te volviera a molestar, y lo estaba haciendo, ¿qué necesitas?

—Creo que no ha sido buena idea marcarle, la estoy haciendo perder el tiempo.

—¿Siempre sueles arrepentirte de tus buenas acciones? No me estás haciendo perder el tiempo, siempre es grato hablar contigo. ¿Para qué me llamaste?—fue directa al grano.

—Solo me arrepiento de las estupideces que hago y la razón de esta llamada es para...—llené de aire mis pulmones.—Para pedirle perdón—sentí que dejé una gran carga emocional en esas palabras.

—¿Pedirme perdón? ¿Estás bien? Tú nunca pides perdón—cuestionó insistentemente.

—Lo sé, probablemente suene muy absurdo de mi parte hacerlo—suspiré resignada.

—¿Dónde estás?

—Estoy bien.

—¡No quiero que lo hagas, quiero salvarte!—pensaba que me quería suicidar.

—Usted ya me salvó muchas veces y sabe cuánto se lo agradezco—Era verdad lo que decía, mi arrepentimiento era sincero.—Ya hizo suficiente por mí, es hora de que yo también haga algo para que yo esté bien, no siempre tendré personas a mi lado como usted, dispuesta a salvarme.

—Angélica...

—No diga nada—me dolía cada palabra que decía.—Solo espero que un día pueda perdonarme por lo que le dije esa vez, lamento mucho que su hija se haya suicidado y que usted no haya podido salvarla—bajé la mirada, las lágrimas comenzaban a adueñarse de mis ojos ante aquella confesión que me había hecho en un momento de ira mía, en donde le había dicho porqué se metía en mi vida.—Pero debe sentirse muy orgullosa, ha salvado a muchas personas y me ha salvado a mí que en su tiempo creí que nadie lo haría, me duele mucho decirlo, pero es momento que me deje ir, es hora que yo empiece a ver por mí, usted ya hizo lo suficiente, ahora es mi turno—sorbí mi nariz.—Espero que un día pueda perdonarme por todo lo que le dije, aunque un perdón no resolverá nada, me ayudará a sentirme en paz conmigo misma, y le prometo que nunca más volveré a molestarla, no volverá a recibir una llamada mía, solo de esa forma jamás podré hacerle daño—me dolía muchísimo despedirme de ella, pero era lo mejor.—Adiós.—finalmente salió esa palabra tan dolorosa, esto era definitivo, no había marcha atrás. Colgué la llamada antes que pudiera arrepentirme.

Inmediatamente me llegó un mensaje de texto de ella.

Psiquiatra Lidia.

Angélica, no me has dejado hablar, tengo algo que decirte.

Yo.

No me interesa.

Respondí, bloqueé y borré de mis contactos su número. Era lo mejor para ella y para mí que solo causaba daño. Si la tenía en mi lista de contactos todo el tiempo querría recurrir a alguien para que me salvara de los problemas en los que yo tenía que salir, mis padres una vez lo habían dicho; nadie nació para salvarme. Ya hizo todo lo que estuvo en sus manos, ahora es mi turno de hacer algo por mí.

—¿Angélica qué has hecho?—no me había dado cuenta que la psiquiatra Weisdy en todo momento estuvo a mi lado escuchando la llamada más dolorosa que había hecho.

—Era lo mejor para ella—subí mis rodillas y las doblé escondiendo mi cara en ellas.

—Angélica no puedes decidir por las demás personas—intentó consolarme, pero nadie más que la psiquiatra Lidia podía hacerlo.

—Yo solo le hacía daño, ¿quién necesita personas dañinas en su vida? Debe de entender que ha sido lo mejor para ella y para mí—guardé el celular para no arrepentirme de lo que había hecho.

—Veo que te ha dolido demasiado—acarició y peinó mi cabello.

—Fue lo más cerca que estuve de la felicidad, fue como una madre para mí y yo la quería demasiado—seguía llorando en silencio.

—Le pediste perdón.

—Un perdón no es suficiente, un perdón no hará que olvide todo lo que le dije.

—Un perdón te dará razones para cambiar—sus palabras no me servían de nada.

—¡No lo entiende!—levanté mi rostro y la enfrenté.—¡Nadie puede perdonarme! Porque ni siquiera yo puedo hacerlo—aumenté mi voz, pero luego me di cuenta que estaba gritando y no debía hacerlo, la disminuí constante hasta que a penas la alcanzó a oír, decidió que lo mejor era que estuviera sola, porque se fue.

Y tenía razón, porque no me había contradicho.

El perdón me había liberado, de alguna forma me hizo sentir mejor y en mi intento de no hacerle daño a alguien me hice daño a mí misma. Pero yo no importaba, me lo merecía por haberle hecho daño a las personas que... Me querían.

Me quedé dormida otro rato en el camino.

Dormir es igual a no sufrir.

***

—Angélica, ¿no le pedirás perdón a la psicóloga?—volteo a mirarla Hailee, a unos escasos metros se veía tan feliz charlando con el resto de mis compañeros.

—Ella no merece que le pida perdón—dije con odio, recordé todo lo que me había dicho, sus supuestas preocupaciones y sus inmensas ganas de salvarme mientras confiaba en mis padres.

—Ella te salvó.

—Ella realmente no quería hacerlo—la miré con odio recordando aquellas veces en las que les informaba a mis padres todo lo que salía de mi boca.

Nunca creyó ni una sola palabra de lo que le decía, y mis padres estaban más que satisfechos al enterarse todo lo que salía de mi boca.

—Angélica.

—No lo entiendes, soy su trofeo, a todo el mundo le ha dicho que me ha salvado—recriminé.

—Oye, no quería hacerte cambiar de opinión, yo tengo otra diferente a la de ella, solo quería decirte que ya casi llegamos, mira—señaló hacia la ventana emocionada.

—¿Sí?—respondí sin entusiasmo.

—¿No te emociona? Si yo te veía emocionada con este viaje, ¿por qué pasó de ser un viaje emocionante a un simple viaje cualquiera?—cuestionó con inclinación hacia a mí.

—Porque me enteré de que he dañado a muchas personas, ¿cómo quieres que esté después de enterarme que soy un monstruo que ha dañado a las personas que me querían? Y ahora lo ha perdido todo, ¿dime cómo quieres que esté? Si tú fueras yo, ¿te sentirías orgullosa de todo lo que destruido? Y siempre creía que todos trataban de destruirme—respondí con nostalgia, no quería dañar a la única amiga que conservaba, a la única que se había acercado a mí porque quería conocerme y que nuestra amistad perdurara por siempre.

—Y vas a seguir perdiendo a más personas si no cambias esa actitud—alentó con seriedad.

—¿Qué quieres que haga?—quería que me diera una alternativa.

—Ya pediste perdón, Angélica, es hora de empezar de nuevo—propuso.

—¿Y crees que con un perdón basta?

—No, también debes demostrar que has cambiado que eres una persona nueva, que ha valido la pena el cambio—respondió con calma.

—Es lo mejor, de esa manera no haré daño a nadie más.

—¿Lo mejor para quién?

—Para todos.

—¿Crees que alejando a las personas solucionarás los problemas?—levantó ambas cejas mientras abría un poco más sus ojos, como si aquello que haya dicho haya sido una aberración para sus oídos.

—El problema soy yo, y lo mejor para todos es mantenerse alejado de los problemas.

—Con esto solo te estás haciendo más daño.

—Es lo que menos me importa.

Habíamos llegado, ya era muy tarde, eran las 11 de la noche, bajamos las cosas y buscamos un lugar perfecto para acampar y colocar las casas de campaña.

Tuvimos que caminar un poco para encontrar el lugar adecuado.

—Bien es hora de ayudar a montar—la psicóloga colocó el equipaje en el suelo. Cada quien estaba en su grupo ayudando a montar, yo en cambio me fui a explorar, cerca estaba una cascada y me senté en una orilla. En medio de dos árboles mirando el vacío, el fluir del agua y sentir ese frío que te recorría todo el cuerpo hasta que la piel se te estremecía.

Lancé varias piedras al agua solo para escuchar el chapoteo y el como se salpicaba creando una onda a causa del golpe.

—Angélica—Hailee estaba ayudando a montar la casa, y me vio alejada de la multitud. Dejó de hacer lo que estaba haciendo y vino conmigo.—¿Qué tienes?

—Nada, solo quiero estar sola—contesté sin detenerme en mi tarea.

—¿Por qué no vienes a ayudarnos?—se levantó tomando mi mano tratando de ayudarme.

—Hailee, Angélica, vengan para acá—ordenó la psicóloga Zaire, Hailee hizo caso y yo me quedé ahí.

—Angélica no quiere venir, quiere estar sola—contestó Hailee ante mi ausencia.

—Si querías estar sola, ¿no crees que viniste a lugar menos apropiado? Este viaje se hizo para convivir, relajarnos y trabajar, no a hacer berrinches—dejó varada la casa de acampar y me vino a regañar, tenía algo más importante que hacer y fastidiarme le gustaba más.

—Yo no vine a eso—me limité a mirarla.

—¿Entonces a qué viniste?—notoriamente no me soportaba.

—Vine para estar lejos de mis padres—respondí lanzando piedras con odio al agua.

—Vamos, ponte a colaborar—insistió.—¿No te cansas de seguir inventando mentiras en contra de dos personas que han hecho de todo para protegerte?—alzó la voz con fastidio.

—¡Wow qué divertido montar una casa de acampar!—fingí falsa emoción alzando las manos celebrando por aquello que había dicho.

—Si quieres arruinar el viaje con tu depresión falsa, es mejor que ni lo intentes que nadie caerá en tu juego—comenzaba a alejarse de mí.

—¡Yo no vine a arruinar nada!—exploté sujetando una enorme piedra que lancé con ambas manos a la corriente, fue tanta el agua que salpiqué que terminé totalmente empapada.

—Entonces qué esperas, que me siente a platicar contigo sobre por qué estás así—alegó señalándome, se hizo un poco hacia atrás porque el agua también la había alcanzado a mojar a ella.

—No le estoy pidiendo que lo haga—contraataqué.

—Yo te salvé—reprochó.

—¿Y qué espera? ¿Qué le aplauda?—me crucé de brazos molesta.—Usted nunca me salvó de nada, yo sola lo hice con la ayuda de la psiquiatra Lidia—la señalé con el dedo con molestia, ¿no se cansaba de reprocharme aquello?

—Si yo no te hubiera ayudado estuvieras muerta—comenzaron a llegar el resto a ver la pelea que protagonizábamos.

—¡Era lo que quería; morirme! Porque era la única forma en la que podía estar a salvo!—detoné mientras mi voz se desgarraba.

—Yo creí en ti.

—Miente—ya no la miraba de la misma manera, ya no la veía como aquella persona en la que podía confiar, en la que quería hacerlo.—La odio.

—¿Por qué me odias?—todavía tenía el descaro de preguntarlo.

—Porque nunca confió en mí, siempre buscó la forma de hacerme ver como una mentirosa, ¿qué haya pasado si le haya dicho lo que mis padres me hacían? No se dio cuenta que yo quería estar lejos de mí casa, que yo solo quería estar con usted porque me sentía a salvo, y me llevaba al mismo lugar de donde tanto quería salir—me levanté y la miré, retrocedí algunos pasos y sentí tierra desmoronarse bajo mis pies, la corriente de agua estaba a tan solo unos metros abajo. Mis ojos se llenaron de lágrimas que debido a la oscuridad del lugar no se podían ver.

—Zaire déjela tranquila, no ha tenido un buen día—se animó a acercarse la psiquiatra Weisdy.

—¿Usted cree en sus mentiras?—cuestionó la psicóloga Zaire a la psiquiatra Weisdy.

—Ha pedido perdón a algunas personas, no se siente bien—insistió que me dejara en paz.

—No me ha pedido perdón a mí.

—No espere a que lo haga, usted no se merece que le pida perdón—caminé a la psiquiatra, quería estar con ella.

—Tranquila—me consoló la psiquiatra—¿Quieres ayudarnos?—me llevó con su grupo.

—Ahora me he quedado sin una integrante—volvió a su actividad.

***

—No sabía que era tan divertido armar una casa de acampar—estábamos tendidas sobre una cobija, a unos cuantos centímetros de una fogata.

—Lo divertido es hacer cosas simples, así es la vida, se trata de encontrarle la diversión en los momentos más amargos—comentó una compañera de lugar.

—Me gusta más estar aquí, en este grupo. ¿Qué les parece si hacemos un ritual?—ofrecí, busqué una canción en mi celular. Y apareció una sin que la buscara. Todos estábamos acostadas observando las estrellas y Audio —LSD, Sia, Diplo y Labrith estaba de testigo. Comenzamos a sentir el ritmo de la canción y nos levantamos del suelo, tomamos nuestras manos e hicimos un círculo alrededor del fuego. Miramos el fuego con determinación viendo que adquiría algunas formas y se dibujaba algo que rápidamente desaparecía para tomar forma de otra cosa, era maravilloso ver una llama ardiente en medio de la oscuridad, yo quería ser así, que alguien me admirara así como yo lo estaba haciendo en aquel momento.

—¡Gracias por este fuego!—repitieron después de mí, y nos soltamos de las manos para comenzar con la alabanza. Bailamos alrededor del fuego haciendo momentos inusuales. Los demás solo estaban de observadores. Siendo víctimas de su propio aburrimiento.

Una vez terminado nuestro ritual, aún no finalizaba la canción, dejamos de bailar y tomamos un lugar en el suelo, con las rodillas cruzadas, nos tomamos de la mano y cerramos los ojos hasta esperar que la canción finalizara.

—¿Qué hacen?—se unió a nosotros la directora sin copiar las acciones.

—Fue como una alabanza.

—¿A quién?

—A nosotros mismas, es un agradecimiento por estar vivas, un perdón por todo el daño que nos hemos causado—me miró con sorpresa ante lo que había dicho.

El resto de mis compañeros de casa comieron bombones asados, evidentemente yo no comí porque no eran veganos, yo traía mi propio snack de galletas. Y después de una larga velada nos acostamos a dormir en nuestro respectivo lugar. La casa de acampar donde estábamos nosotras tenía tres cuartos y algunos durmieron solos y yo era una de ellas, dejé una pequeña lámpara encendida por mi miedo a la oscuridad y el cierre de la puerta no lo cerré ni la mitad por mi miedo a espacios pequeños y reducidos, quería sentir un poco del aire frío que se colaba del exterior.

Tomé mi celular y mandé un último mensaje a Angelina.

Yo.

Buenas noches a la hermana más hermosa de este planeta.

No esperé respuesta de su parte, porque sabía de sobra que ella se dormía muchísimo más temprano que yo, el motivo de mi mensaje era de alguna forma que supiera que había llegado bien a mi destino, pero más que estaba viva y que mi promesa seguía en pie.

Yo.

Sigo viva.

Envié un segundo mensaje, apagué la pantalla de mi celular y me llegó un mensaje de ella.

Angelina.

Yo confío en ti, Angélica.

 

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