Capítulo 34.-La Octava Maravilla Del Mundo

Jueves/28/Enero/2021.

Aún mi herida me causaba un poco de daño cada vez que ejercía un movimiento, pero nada se comparaba con el daño que mis padres me hacían. Yo me hacía cargo de mi hermana menor, quien le gustaba pasar todo el día conmigo. Mis padres trabajaban casi todo el día, su horario de salida era cuando mi hermana salía del colegio.

—Angelina, ¿ya estás lista?—pregunté, aún estaba viéndose en el espejo durante varios minutos.—Tenemos que llegar a tu clase de canto—teníamos justo el tiempo contado para llegar ahí, mientras ella seguía contemplándose frente al espejo.

—Angélica, no quiero ir—hizo pucheros.

—¿Por qué hoy tienes que decirme esto?—tiré mi mochila al suelo con cansancio.

—Se lo dije a nuestros padres pero no me hicieron caso—explicó con detenimiento.

—Ellos no quieren que seas...—bajé la mirada.—Como yo.

—¿Sabes cuánto daría por ser como tú?—preguntó mientras abría los ojos con sorpresa.

—No digas tonterías, ¿quién querría ser como yo?

—Yo Angélica, te admiro por todo lo que has logrado—reveló con admiración.

—¿Te estás burlando de mí? No he logrado nada, Angelina—me bajé a su altura y la tomé de los hombros moviéndola.—No debes seguir mi ejemplo, que no es bueno para ti.

—Tú eres lo que me gustaría ser—seguía con su necedad.

—No soy nadie Angelina, solo una mediocre que creía que suicidándose conseguiría amor, y destruyó a personas que la querían, ¿crees que soy un ejemplo a seguir?—traté de regañarla, quería que se quitara esa absurda idea de la cabeza de ser como yo.

—Sí, ¿por qué no?—alzó los hombros con orgullo.

—No debes ser como yo, soy el ejemplo de lo que nunca debes ser—repetí exactamente las mismas palabras que le decían mis padres a Angelina, debo confesar que me dolía más decirlo de mi propia boca que escuchar a alguien más que me lo dijera.—Vámonos a tus clases que se hace tarde—cogí mi mochila y la de mi hermana también, tomamos el autobús que nos dejaba cerca de la escuela de canto de mi hermana.

***

Yo estaba observando desde un rincón a mi hermana tomar su clase de canto, había más niños ahí que hacían lo mismo, pero ninguno era tan maravillosa como ella.

—Angelina, ¿estás aquí?—indagó la profesora pausando su clase, mi hermana estaba distraída mirando hacia la ventana los carros pasar mientras la profesora daba su clase.

—Lo siento profesora estaba distraída—volvió en sí parpadeando un par de veces.

—¿Lo estabas? No es la primera vez que estás distraída Angelina, ¿qué es lo que sucede?—estaba dispuesta a parar la clase para que mi hermana la escuchara. Camina hacia ella mientras observa en la misma dirección en la que ella lo hacía para ver qué era lo que la mantenía distraída de lo que en verdad importaba.

—Lo siento, solo estaba pensando—volvió a mirar a la ventana.

—¿En qué estabas pensando? ¿Te parece más interesante que la clase?

—No profesora, sus clases son interesantes, la que estoy mal soy yo—miraba apenada a la profesora.

—Para que aprendas la lección del día de hoy, dejarás de ser la primera voz del canto y pasarás a ser del coro—regañó mientras la cambiaba del lugar hacia atrás, pasó al coro, de ser la voz principal.

—Este es el lugar que merezco, no soy una buena alumna—aceptó, pero que estuviera distraída no significaba que no fuera buena alumna.

—¿De qué hablas Angelina?—cuestionó la profesora, a mí también me llegó por sorpresa su comentario, debido a que ella había ganado ser la voz principal a base de mucho esfuerzo, trabajo y dedicación.—Eres la mejor alumna en mi clase.

—Se equivoca, soy una alumna sobrevalorada—contradijo sin agredirla.

—Has ganado muchos concursos a base de tu esfuerzo y tu talento—quería hacerla entrar en razón.

—Lo siento por llevarla la contraria, pero si he ganado todos esos concursos es por presión de mis padres, nunca les ha gustado que pierda, ya no es lo mismo, ya no siento lo mismo, esas emociones que la música me transmitía, la música dejó de gustarme—se quitó de con sus compañeros del coro.—No merezco siquiera este lugar, dejaré de tomar sus clases, no tiene caso que siga cantando, sí, tengo un futuro como artista, pero como una artista vacía y el mundo no necesita artistas vacíos, ¿qué sentido tiene si ya no transmito nada a través de la música?—regresó conmigo.

—Angelina, ¿qué haces? Tu sueño es querer ser una cantante—dije sosteniéndola de los hombros, quería hacerla recapacitar.

—No tiene sentido que continúe—tomó sus cosas.—Tú me diste una lección en tu concurso, me demostraste que la música se siente y si no lo haces es mejor que deje de hacer música, tú sentiste la música, nos transmitiste lo que sentías a través de cada melodía, una vez me dijiste que la canción que te canté solo lo hice por compromiso, que lo que decía la canción no concordaba con mis acciones y tenías razón—estaba diferente pero se veía feliz, calmada.

—Llamaré a tus padres Angelina—tomó su celular y los llamó, obviamente por tratarse de Angelina si vendrían, tardaron aproximadamente unos 20 minutos en llegar, pero asistieron.

—¿Qué sucede? ¿Por qué Angelina no está con las demás?—fue lo primero que vieron los ojos de mi madre

—Señora, Angelina renunció a ser la primera voz, pero también dijo que ya no volverá a tomar las clases de canto—conversó con seriedad.

—¿Por qué Angelina?—preguntó mi madre mirándome a mí como si yo tuviera la culpa.

—Mamá ya no me llama la atención, soy una artista vacía, no siento lo que canto—retomó su postura mi hermana.

—Esto es por Angélica, ¿verdad? ¿Ella te pidió que lo hicieras?—me lanzó una mirada fulminante.

—No mamá, Angélica no tiene nada que ver en mis decisiones.

—Desde que te llevas con ella surgió esa idea absurda de dejarlo todo.

—No es ninguna idea absurda, se trata de mi felicidad, ¿no te importa mi felicidad?—indagó con los ojos llenos de dolor por no aceptar aquella decisión que solo era de ella.

—Por supuesto que me importa, no te quedó claro que no debes ser como Angélica—repitió esa frase de motivación que ya me sabía de memoria.

—¿Sabes cuánto daría por ser como ella?—mi madre le dio su primer golpe a mi hermana.

—No te permito que digas estupideces, me he esforzado bastante contigo como para que digas que quieres ser como el monstruo de Angélica—levantó la voz furiosa en medio de toda la clase.

—Angélica no es ningún monstruo mamá, los únicos monstruos son ustedes dos—hizo referencia también a mi padre quien no se encontraba.

Y estaba a punto de volver a golpearla, yo me puse para que no le hiciera daño y el golpe me tocó a mí aquel golpe que estaba destinado para ella. No quería que la tocara, no quería verla en la misma posición que yo.

—Mamá, ¿querías hacerme daño?—sus ojos comenzaban a mostrar signos de lágrimas que se aproximaban.

—Angelina...

—Vámonos Angélica, sácame de aquí—tomó mi mano y nos fuimos de camino al colegio. Aún era temprano, pero yo no quería que mi madre lastimara más a mi hermana.

Nos paramos justo enfrente del instituto y este aun no abría. Eran las 11:45 faltaba más de una hora para que lo hiciera.

—¿Qué hacemos Angélica?

—Tengo una idea, sígueme—rodeamos el colegio.

***

(Lighweight—Demi lovato)

—¿Esta es tu grandiosa idea? ¿Saltarnos el muro? ¿Sabes lo peligroso que es?—preguntó con dramatismo mientras lo señalaba cruzada de brazos.

—Tranquila—reí de sus dramas—¿Y tú sabes cuántas veces lo he hecho? Y mírame aquí estoy con vida—copié su acción, di una vuelta demostrándole que estaba mejor que nunca.—Te voy a subir primero, dale—me monté a mi hermana en la espalda y luego se trepó a mis hombros y con mucho esfuerzo logró subir.

—¿Qué dirían mis padres si me vieran haciendo esto?—preguntó negando con la cabeza.

—Nada, porque tú no se los dirás.

Tomé vuelo y trepé el muro, me senté mirando la excelente vista.

—¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?—pregunté, ella miró hacia atrás tratando de buscar algo.

—No, ¿qué?—volvió sus ojos hacia a mí.

—Que estamos juntas—pasó su brazo por mi hombro y yo hice lo mismo.—Podría quedarme toda una vida aquí...

—Y nunca me aburriría de ti—vi sus ojos preciosos y ella vio los míos mientras finalizaba con esa frase que habíamos armado sin pensarlo. Sonreímos al mismo tiempo.

—Me gusta estar aquí, la vista es impresionante—miró todo el lugar tratando de empaparse de la vista que le ofrecía.

No, no solo era una barrera que nos separaba el colegio de la calle, era mucho más que eso, pero no cualquiera era capaz de verlo. Otras veces lo saltaba porque no quería estar en este lugar, y hoy, precisamente hoy lo había saltado para estar dentro.

—Mi parte favorita llegó; saltar, porque sino nos descubrirán y no queremos eso—lancé mi mochila, y mi hermana también lo hizo.

—¿Por qué todo lo bueno tiene que acabar tan pronto?—indagó haciendo un puchero.

—Te presento la realidad, por si no la conocías, te quita todo cuando eres feliz—tuve un mal recuerdo y la boca la sentí amarga.—Salto primero yo y me sigues, hasta que yo te diga—me lancé.

—¿Estás bien? ¿No te lastimaste?—estaba buscando una razón por la cual no saltar.

—Estoy bien, tu turno—motivé para que lo hiciera.

—No lo haré, tengo miedo—miraba con temor a su alrededor.

—Salta yo te atrapo—me acerqué para que se sintiera segura y se lanzara. Salto y pegó un grito, la atrapé.

—Me atrapaste, gracias—se tomó un respiro.

—Te dije que lo haría.

Cargué a mi hermana y nuestras mochilas, no me importó que mi brazo estuviera lastimado, no significaba ningún impedimento para abrazar a la persona más especial que acompañaba mi vida.

—¿A dónde vamos ahora?—dudó curiosa.

—A la cancha de fútbol—caminé hasta llegar ahí, entramos por la puerta que nos llevaba a las gradas y entramos a la cancha. El pasto estaba recién cortado y húmedo.

—¿Qué haremos aquí?—llegamos al centro, la bajé y puse sobre el pasto nuestras mochilas.

—Perder el tiempo, es lo que querías, ¿no? Ser como Angélica, te presento mi vida, "Welcome to my life"—acepté lo que era, mi realidad era que lo único que yo sabía hacer bien era perder el tiempo.

—No estás perdiendo el tiempo si estás con la persona correcta—murmuró mientras me guiñaba el ojo, me acosté y miré el cielo.

—¿Y yo soy la persona correcta?

—Eres la persona correcta—afirmó con una sonrisa.

—¿Estás diciendo que soy la persona correcta?—pregunté dudando de su respuesta.

—¿Y no lo eres?

—¿Sueles responder una pregunta con otra?

—¿Sueles hacer lo mismo?

Y ninguna de nuestras preguntas fueron respondidas, nunca supe si en verdad era la persona correcta. Pero de lo que sí estaba segura es que ella sí era la persona correcta.

Pasamos el tiempo mirando el cielo, las formas que se hacían, mientras sonreímos en aquella postura tomadas de las manos.

—Nunca me tomé el tiempo de ver el cielo—confesó mientras estaba maravillada por el color y las diversas formas de las nubes que tenía.

—Me da gusto ser la primera persona que te muestra las maravillas de la vida—sonreí encantada por este momento, era tan mágico que esperaba que por una vez en mi vida la felicidad que estaba sintiendo fuera eterna.

—Tú me mostraste la maravilla más importante; tú eres una maravilla, la Octava Maravilla—tomó mis manos mientras me miraba. Estábamos encandiladas por el sol, pero el momento era perfecto.

—¿Queréis aumentar mi ego?—cuestioné con acento español jugueteando.

—Quiero aumentar tu autoestima—le dio la seriedad que yo no le estaba dando.

—Mi autoestima está volando por el cielo—señalé un pájaro volando.—Nunca supe el día que subió tan alto y desde entonces no he podido alcanzarlo.

—No entiendo por qué mis padres dicen que estar contigo es perder el tiempo, cuando estoy a tu lado tu me inyectas felicidad, me inyectas vida—confesó con certeza, no sé si era verdad lo que decía o si lo hacía para hacerme sentir bien.

—¿Bromeas?

—Nunca lo haría.

—Ellos tienen razón.

—No, Angélica, ellos mienten—se sentó y me cubrió de los rayos solares.

—Siempre tuve una esperanza que tú no eras como ellos—acaricié su rostro.

—Muchas personas a tu alrededor te aman y tú piensas que mienten, ¿por qué las alejas?

—Porque no tienen porqué hacerlo.

—Tienes razón, no tienen porqué hacerlo pero lo hacen, su cariño es sincero y te lo demuestran—explicó pausadamente.

—¿Y por qué no están conmigo en este momento?

—Porque tú no quieres que ellos estén a tu lado, nadie puede obligarte a que lo hagas.

—¿Por qué renunciaste a las clases de canto?—cambié de tema.—Tú sabes de mí, me gustaría saber de ti—se removió incómoda y tomó su mochila.

—Cuando algo no te hace feliz es mejor dejarlo—respondió.—Es hora de clases—sacó su celular y me enseñó la hora.

—Tienes razón—tomé mi mochila y caminamos juntas.—El tiempo pasó de volada.

Salimos de la cancha de fútbol y caminamos, era enorme. La llevé hasta la puerta de su área.

—Nos vemos a la salida—me dio un beso en la frente.

—Nos vemos en casa—corregí, ya que mis padres seguramente vendrían por ella.

—Nos vemos—entró a su área y yo me quedé en la entrada, era demasiado temprano, así que esperé algunos minutos más a que fueran llegando más de mis compañeros.

Su llegada fue rápida, la primera que se percató de mi presencia fue la psicóloga Zaire.

—Angélica, ¿qué haces aquí tan temprano?—tenía mi cabello en la cara tapando el golpe que me había dado mi madre.

—Nada, solo quise llegar temprano—dije cortante, no quería tener comunicación con nadie.

—Llegó la psiquiatra Weisdy, ¿quieres hablar con ella?—intentaba tener más acercamiento conmigo.

—No, en otro momento, gracias—negué con la cabeza.

—¿Estás bien? Te noto diferente—trató de quitar el cabello de mi cara.

—Estoy bien, no se preocupe por mí—tomé mi mochila y me marché al aula.

Entré al aula y ya estaban algunos de mis compañeros.

—¿Dónde está la pequeña monstruito?—Carmina trataba de molestarme, pero ya no quería tener razones para pisar la dirección.

No respondí y llegué hasta mi lugar.

—La monstruito no quiere hablar hoy—rio burlona.

—Déjame en paz.

—¿Dónde está el monstruo?—escribió en la pizarra con marcador rojo.

—Está en el espejo cuando te levantas todos los días para verte—respondí y se calló por un momento.

Llegó Hailee, giró su vista para verme y ver ese lugar que había dejado vacío. Coloqué mi mochila en su lugar para intentar llenar ese vacío.

El resto de mis compañeros llegó poco a poco.

—Buenas tardes jóvenes, me presento para los que no me conocen, soy su maestra Issy y les impartiré la materia de Ética y Valores, a principios de mayo harán un proyecto que será su calificación final...—explicó.—Como muchos saben Angélica no estuvo en los bimestres anteriores por su mala conducta, ¿está vez has cambiado? Digo puedo anularte en mi clase, te fue más que bien en el examen final—me regaló su tiempo, lo que menos quería era ser el centro de atención nuevamente, yo quería destacar solo por ser una alumna brillante.

—Ya no soy esa misma—fue lo único que respondí.—Ahora, puede dar su clase—el resto aulló gritándome maldiciones.

—Me parece excelente manera de comenzar el día de hoy—siguió su clase explicando sobre el proyecto final y los valores.

Su clase fue llena de sabiduría, casi al finalizar llegó la psiquiatra Weisdy.

—Profesora Issy, me permite a  Angélica—abrió la puerta y me buscó con la mirada.

—Angélica, te buscan—me dio permiso de salir, por dentro yo había implorando que no me dejaran salir.

Salí del aula.

—¿Ahora que hice?—resoplé tocando el mechón de cabello de mi cara.

—Tenemos que hablar—comentó la psiquiatra.

—Que no me haya acercado a platicar con usted no significa que no esté bien, fueron buenas noticias al final del día, ¿no?—caminé detrás de ella esperando que me dijera, "Vuelve a clase confío en ti, sé que estás bien".

—Tengo que cerciorarme que estés bien y que no estés fingiendo, además tenemos un asunto pendiente—agarró mi mano y después de varios metros de camino habíamos llegado a su consultorio. Me senté frente a ella.

Observé el área con detenimiento.

—Veo que ha puesto más espejos—el lugar estaba casi por completo lleno de espejos.

—Lo he hecho pensando en ti.

—Gracias—sonreí de mala manera.—¿De qué quiere hablar?—fui directa al grano.

—Tenemos varios temas, así que te saltarás algunas clases—puse los ojos en blanco.—Pero primeramente, por qué tienes un mechón de cabello cubriendo la mitad de tu rostro—miraba ese lado.

—Es mi cambio de Look—inventé.

—No te favorece en nada, tienes bonitos ojos y tu mirada penetrante, ¿por qué el cambio de look?—indagó con curiosidad, se notaba que quería quitarme el mechón de la cara.

—A usted no le favorece meterse en la vida de los demás y no voy por el mundo diciéndoselo—ataqué, puso cara de sorpresa ante mi comentario.

—Veo que no quieres hablar del tema, pero tenemos más temas de que hablar.

—¿Sabía que me está haciendo perder el tiempo? No lo podré recuperar y lo que menos tenemos es tiempo—me paré.

—Antes darías lo que fuera por estar todo el día aquí...

—Antes, ¿por qué todos viven en el pasado? Parece que extrañan a esa Angélica—enfrenté.

—¿Por qué te avergüenzas tanto de ella?—surgió la primera pregunta.

—¿A quién le daría gusto presumir que tuvo muchos intentos de suicidio y todos fueron fallidos? A nadie—respondí mi propia pregunta.—No es que vaya a ir por el mundo presumiendo como si de una carrera universitaria se tratara—continúe.—Soy una decepción para todos los que sí lograron suicidarse y si de algo me arrepiento es de haber fallado, porque aunque posiblemente no me crea, amo mi vida pero en su momento decidí acabar con ella.

—¿Por qué intentaste suicidarte el día del concurso?

—Sonará difícil de digerir pero yo no quería suicidarme, sí, mis acciones demostraron todo lo contrario, pero la psicóloga Zaire me subestimó diciéndome que todos mis intentos de suicidio eran falsos al igual que la confesión de que mis padres no me querían, me dijo que yo nunca lograría suicidarme que yo solo...—respiré porque el aire se me había agotado rápido.—Quería llamar la atención—todavía me costaba trabajo decirlo, aún dolía pronunciar esa frase.

—¿Y si hubieras muerto por tu tontería?

—Mi intención era morir, solo para demostrarle que yo no era ninguna mentira—contesté rápidamente en cuanto o última palabra salió de su boca.

—Después de eso, el rumor de que quieres llamar la atención tomó más fuerza—había fallado en mi demostración.

—No me importa, solo yo sé lo que sentí ese día, nadie más puede decirme cómo estaba, como me sentía o qué tan destruida estaba, lo único que pudieron ver fue mi semblante y mi acción—volví a tomar mi lugar.

—¿Y bien?

—¿Sabe que ese día intenté fingir que estaba bien y no pude hacerlo? Estaba tan rota que no podía sonreír—vino a la mente ese día, todavía me sentía así, pero trataba de fingir y hacerlo más llevadero.

—Por un momento pensé que estabas fingiendo...

—Está bien si lo cree—tomé su mano estableciendo contacto con su mirada.—Yo tampoco creería en una persona que ha tenido tantos intentos de suicidio y no ha logrado ninguno—sonreí con nostalgia.

—Conozco a tantas personas con depresión y...—miraba esperando que la dejara terminar con lo que quería decirme.

—Mientras algunos juegan a ser depresivos, los depresivos jugamos a ser felices...

—Hace poco tiempo me enteré de algo, me enteré que intentaste matar a Angelina; tu hermana, ¿por qué lo hiciste?—indagó con curiosidad, me torné seria e incómoda, no saben cuánto me dolía de tan solo pensar que estaba a punto de lograrlo.

—¿Por qué le interesa tanto?—pregunté suponiendo que ya se sabía las razones.—Me prometí a mí misma que si ella viviera, yo la cuidaría de quien sea—bajé notoriamente el volumen de mi voz.—¡Se lo prometí!—se me desgarró la voz.

—¿Lo estás haciendo por compromiso? ¿Por qué sientes tanta culpa?

—No, de pronto sentí unas ganas inmensas de protegerla de la muerte, desde aquel día que tuve contacto con ella—aún la visualizaba y sus palabras seguían en mi mente carcomiéndome en silencio.—Siento culpa porque pensaba que ella era igual a ellos, pero ella está muy lejos de serlo, ella no es como ellos.

—¿Quiénes son ellos?—dudó curiosa.

—Mis padres—obviamente no estaba esperando que me creyera.

—¿Y ese collar?—señaló mi nuevo collar que me había regalado Angelina.—No te lo había visto.

—Me lo regaló mi hermana esta navidad—me emocioné mucho de tan solo pensarlo, quería volver a vivir ese momento.

—¿Por qué el cambio de humor tan rápido de hablar de tus padres a hablar de tu hermana?

—Porque Angelina es tan diferente, es como la psicóloga que siempre necesité—de tan solo verla, me daba muchas ganas de vivir y seguir por ella.

—¿No ha mejorado la relación con tus padres?

—¿Por qué lo pregunta?

—Solo curiosidad—sonríe al mismo tiempo que asiente.

—¿Qué es lo que quiere escuchar? ¿Mentiras? ¿Quiere que le diga que todo ha mejorado? Digo, solo de esa manera podrán creerme, ¿no?

—Quiero escuchar la verdad—detuvo mi ataque de preguntas.

—Si le digo que todo sigue igual o peor que antes, ¿me creería? Por supuesto que no, en cambio si le digo que todo fueron mentiras mías, ahí si no dudaría de mí, ¿no es así?—el tono de mi voz es bastante rápido y prolongado.

—Conmigo no tienes que fingir que todo está bien—comentó pausada.

—¿Y con quién sí? ¿Con Lidia, con Zaire o con la directora?

—Con nadie, porque te conozco.

—¿Y me conoce tan bien? Entonces sabe lo que estoy a punto de hacer, ¿no?—jugué con su mente.

—¿Qué harás Angélica?—interrogó alarmada.

—Me conoce tan bien, ¿no? Debería saber que yo ya no volvería a hacerlo—sonreí con picardía.

—¿Por qué la relación con tus padres no ha mejorado?

—No le he dado ninguna respuesta, ¿qué le hace pensarlo?

—Te conozco y no necesitas darme una respuesta para saberlo. ¿Por qué la relación con tus padres no ha mejorado?—preguntó con insistencia remarcando la pregunta.

—Porque ellos no lo han querido así—respondí fría.

—¿Qué has hecho para mejorar su relación?

—Nada—no me inmuté en responder.

—¿Y esperas a que las cosas mejoren sin que hagas nada al respecto?—alzó las cejas indignada.

—No, yo he puesto de mi parte, ellos no quieren que sea así.

—¿Y tú cómo quieres que sea?—se quitó sus gafas y las guardó en su estuche.

—No me importa su amor, con el cariño de Angelina me basta y me es suficiente—dije duramente.

—Entonces... ¿Qué es lo que quieres?

—Quiero que ellos se larguen lejos y me dejen ser feliz con mi hermana Angelina, deseo que ellos se mueran—apreté mis puños y tensé la mandíbula.

Su reacción fue abrir los ojos y apuntarlo en una libreta.

—Si un día amanecen muertos con signos de tortura no dude ni un segundo que yo habré sido—declaré montándome en aquella escena.

—Sabes que no es necesario llegar a ese punto, solo basta que le digas a la policía...

—¿Y usted cómo sabe que no lo he hecho?—interrumpí alzando una ceja.

—No pienses así, cambia para que tus padres te traten bien, podrás mejorar muchas cosas...

—¿Sabe que he hecho hasta lo imposible por hacer que ellos cambiaran mi actitud hacía mí?

—¿Por qué me confiesas que quieres matar a tus padres? Sabías que yo sería la primera en delatarte—indagó con cautela.

—Lo sé, y usted sería mi segunda víctima si lo hace—sonreí con desdén.

—¿Me estás amenazando?—dudó ofendida.

—Claro que no. Sería un placer que usted fuera mi cómplice—guiñé un ojo.

—¿Y si voy a la policía?

—Lo sabré, pero crea que haré todo lo posible por borrar huellas y usted quedará como una mentirosa.

—¿Crees qué está bien lo que haces?

—¿Y lo que ellos me han hecho es correcto?—respondí con otra pregunta.

—No es la forma de resolverlo.

—Según usted, ¿cuál es la manera?—me crucé de brazos esperando su respuesta ansiosa.

—Comunicación Angélica, todo es a base de ello—respondió como si su resolución fuera grandiosa.

—¡Wow! ¡Vaya qué solución tan más estúpida!—reí fuertemente.—¡¿Acaso sabe cuántas veces les pedía que pararan?! ¡¿Sabe toda la mierda que he vivido?! ¡¿En verdad lo sabe, o es que finge tan bien no hacerlo?—me alteré demasiado. Mi respiración se aceleró.

—¡¿Crees qué tus gritos me afectan?!—se levantó de su asiento.

—¡No espero que lo hagan!—me paré enfrentándola.

—No has cambiado nada, como dijiste que lo habías hecho—comentó decepcionada.

—¡¿Qué espera que haga?¡ ¡¿Qué me siente a llorar porque la he decepcionado?! ¡¿Sabe cuántas personas se han decepcionado de mí?! —cuestioné en medio de gritos.

—¿Y te enorgullece tanto decirlo?

—No estoy para darle gusto a nadie... Lamento por no ser lo que esperaba—caminé a la puerta.

—¿Y qué harás?

—¿Espera a que me suicide? Tome asiento y espere a la próxima función—susurré con voz monótona.

—Le prometiste a tu hermana no hacerlo.

—¿Sabe la cantidad de promesas se han roto por miedo a fallar?—pregunté sin esperar respuesta y me salí volviendo al aula.

***

—¿Puedo pasar?—esperé en la entrada de la puerta esperando su respuesta.

—¿Dónde estabas?—preguntó la psicóloga Zaire, miró su reloj, había accedido el límite para entrar a una clase.

—Perdiendo el tiempo como todos los días—reí como si hubiese contado un chiste.

—¿Esperas que te aplaude?

—Sería un honor, aunque no sabía que perder el tiempo era un mérito aplaudible—dudé pensativa.

—¿En qué estabas perdiendo el tiempo?

—En algo llamado psiquiatra y lleva por nombre Weisdy—para ella estar ahí no era perder el tiempo.

—Adelante—suspiró resignada.

Tomé mi lugar y esperé atenta cada indicación.

—Debes prepararte para el próximo concurso, al igual que Carmina que ganó en Oratoria—fueron las primeras palabras que me recibieron.

—Las mejores cosas no se planean, ¿no es así?

—Debes hacerlo, es tu calificación.

—Mis calificaciones son miserables, incluso más que yo—confesé.

—Como les decía se tiene planeado un viaje escolar...—dejé de prestarle atención y su voz pasó a segundo plano. Me centré en todo lo demás menos ella.—Angélica, te buscan en la puerta—se paró frente a mí.

Me levanté sin esperar su respuesta, era la Directora del área de mi hermana.

—¿Sí?—pregunté sin saber que había hecho, su aparición me daba mucha intriga.

—Hemos tratado de localizar a tus padres y no han venido por tu hermana, insistí en llevarla a su casa pero se negó, en cambio me dijo que te trajera contigo—miré y tenía a mi hermana.

—Sí, yo me encargo—sonreí al ver a mi hermana ahí.

—¡Angélica!—me abrazó como si fuera la primera vez que lo hacía. La directora se retiró.

—Angélica o te pasas o te quedas afuera—salió la psicóloga a ver qué estaba haciendo.

—Entra, Angélica—dijo mi hermana, entré en compañía de ella, caminé a mi lugar, le cedí el asiento de la ventana.

—Bueno continúenos con la clase—siguió con su explicación.—¿Entendiste Angélica?—comenzó a borrar la pizarra, porque sabía que con sólo mirar yo entendía todo a la perfección.

—Por supuesto—mentí, no sabía que responder.

—Bien, estoy esperando tu respuesta—hizo sonar sus tacones.

—Lo siento.

—Para los que no entendieron, como Angélica—mencionó mi nombre con voz más alta.—Escribirán una autobiografía visualizándose en un futuro…

—¡Angélica tiene una!—llamó la atención de todos, en especial la de la psicóloga.

—¿A poco Angélica tiene futuro?—lanzó Carmina.

—¡Silencio! ¿Angélica tienes escrita tu autobiografía?—preguntó la psicóloga con fascinación. No respondí.

—Todavía no la termina porque la piensa terminar hasta el día que muera—me ahorró la respuesta Angelina.

—Qué sentido tiene que lo haga si probablemente morirá mañana—rio Carmina y todos mis compañeros o en su mayoría la acompañaron.

—¿Es cierto eso Angélica?—indagó la psicóloga, asentí levemente con la cabeza.—¿Y tú la has leído Angelina?—preguntó la psicóloga a mi hermana tratando de sacarle esa información que había ahí.

—No—puso cara triste Angelina.

—Bien—se alejó lentamente a su lugar.—La clase ha terminado—quería buscar la forma de tener ese diario. Todos comenzaron a recoger sus cosas y salieron y yo me quedé al final en compañía de mi hermana.

—¿Tanto le interesa leerlo?—tomé mi mochila cargándola sobre mi espalda y cuestioné a la psicóloga.

—Sí, eres un misterio que quiero descubrir—dejó de hacer lo que estaba haciendo.

—No creo que le interese saber nada de una adolescente que solo quiere llamar la atención y que nunca se suicidaría—hice énfasis en la última oración, eso me había dicho ella días antes que me autolesionara en público.—Que solo inventa mentiras sobre sus padres.

—Me interesa conocer la verdad.

—En ese libro digo todas las mentiras que le he dicho, las veces en las que yo quería que usted confiara en mí—suspiré y me salí del aula.

—Adiós psicóloga Zaire—se despidió amablemente mi hermana.

—Adiós Angelina.

—Una cosa antes de irme—se paró en el marco de la puerta mi hermana.—Angélica no ha dicho mentiras.—eso la dejó en duda.

—¿Qué quieres decir?—escuché su plática, yo estaba algunos metros adelante.

—Yo también en su momento creí que era mentira—con eso supo a que se refería pero sus dudas seguían sin resolver.

***

Caminamos de regreso a casa, por ese largo camino, la sensación era muy agradable, la acera cada vez se hacía más corta con los pasos que dábamos. El martirio empezaría una vez llegando a casa.

—Angelina, ¿qué harías si nuestros padres murieran?—estábamos a punto de llegar y quería saber su respuesta.

—Angélica, son nuestros padres... No sé qué decir, ¿qué pasaría con nosotros, contigo y conmigo? ¿A dónde iremos?—mi hermana no estaba preparada para algo así.

—No te preocupes, te entiendo.

—¿Por qué lo preguntas?

—Solo curiosidad.

Y habíamos llegado a casa. Abrí la puerta y ahí estaban ellos.

—Mamá, me olvidaste en la escuela—Angelina rápidamente al llegar corrió hasta mi madre, quien estaba sentada en el sofá con cara indignada.

—No me sentía bien cariño, después de lo que hiciste esta mañana—chantajeó.

—Lo siento mucho mamá, pero ya no es lo mismo, la música ya no me apasiona tanto como antes—se agachó a su altura pidiendo perdón.—Ya no lo volveré a hacer nunca más—se levantó de golpe mi madre, tratando de convencer a su mina de oro.

—¿Estás segura de tu decisión Angelina?—no hizo contacto con sus ojos.

—Sí, mamá.

—Si así lo quieres así será, pero...—sonrió maléfica.—Si tú nunca vuelves a cantar, golpearé por el resto de su vida a Angélica y tú serás la única culpable—apuntó con el dedo a mi hermana, finalmente había conseguido darle en su debilidad.—En cambio si tú continúas cantando las cosas serán totalmente diferentes y...

—¿Van a volver a querer a Angélica?—preguntó antes de dejarla terminar.

—Cariño, no seas tan extremista—comentó horrorizada.—Eso no pasará, mi vida, digamos que ya no le haremos daño si tú vuelves a cantar y a ganar muchos premios como los viejos tiempos—pasó su mano por los hombros de Angelina.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo.

—Angelina, no lo hagas—intenté acercarme y mi madre me dio un ligero empujón.

—Lo siento mucho Angélica—estaba llorando y yo era la causante de esas lágrimas.

—¡Angelina, yo solo quiero que seas feliz!—solté en un grito lleno de tristeza.

—Y lo seré.

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