Capítulo 32.-¿Por qué no puedo ser feliz?

Martes/14/Enero/2021.

Desperté un poco tarde, eran las 9 de la mañana. Me paré, salí de mi habitación y fui directo a la cocina. No había absolutamente nadie. La soledad volvió a hacer eco dentro de mi interior al ver que todo estaba vacío.

Me quedé parada contemplando la puerta por un largo rato, como si fuera la cosa más especial que haya visto en toda mi vida.

—Mi madre tiene razón, no solo me siento sola, sino realmente estoy sola—caminé por todos los rincones de la casa y finalmente me detuve en la cocina, hice mi desayuno, comí sobre la barra. Me tocaba la hora de tomarme mis medicamentos, lo saqué y los coloqué sobre la barra.—Si te dejo de tomar, ¿me dejaré de sentir sola?—pregunté a las pastillas, como si estas fueran a responderme.—No, si no las tomo será retroceder y volveré a hacerme daño, y yo ya no quiero hacerme daño—negué con la cabeza con el sentimiento de la soledad a flote, sin pensarlo dos veces las coloqué sobre la palma de mi mano.—Esto es por mí y solo por mí, porque ya no quiero hacerme daño, ni tampoco quiero dañar a Angelina.—las introducía mi boca y las tragué sin necesidad de agua. Total no quería arrepentirme.

Me arreglé para irme al instituto, hoy quería irme hermosa. Me tomé el tiempo de arreglar mi uniforme y mi cabello. Después de mucho tiempo quería verme bien, quería amar el reflejo que me devolvía el espejo.

Estaba parada justo frente al espejo, sonreí, y me gustó, aunque esa sonrisa era falsa, era una manera de fingir que estaba bien. Y físicamente lo estaba, no había más daño físico hacia a mí, pero internamente mis heridas aún no sanaban.

Tocaron la puerta, me intrigaba bastante quién sería, mis padres no lo eran, y yo no esperaba a nadie. Bajé a abrir la puerta con intriga de saber quién era la persona que estaba al otro lado de la puerta.

—¿Sí diga?—pregunté a las personas vestidas de traje.

—Buenas tardes, ¿se encuentran tus padres?—preguntó observando toda la casa como si pudiera atisbar algo más.

—No, no están—abrí la puerta más para que pudiera observar mejor en el interior.—¿Y ustedes quiénes son?

—Yo soy una trabajadora social y estamos investigando un posible caso sobre violencia familiar, ¿y tú eres?—preguntó con amabilidad y seriedad, se notaba la profesionalidad con la que hacía su trabajo.

—Soy Angélica—respondí simple.

Sí, era Angélica y era una chica que sufría violencia por parte de mis padres.

—¿Podemos pasar a hacerte unas preguntas?—cuestionó sin dejar de tener contacto visual conmigo.

—Mmm este... Estoy un poco tarde para ir al colegio—miré el reloj de la pared que marcaba las 12:45.

—No te quitaremos mucho tiempo—asentí y los dejé pasar.

—Tomen asiento, les ofrezco algo de beber—se sentaron sobre el sofá.

—No, así estamos bien, siéntate cariño—palpó el sillón, para que me sentara.

Me sentí muy incómoda tener a esas personas, era muy raro tener visitas en mi hogar. Tenía miedo que no me creyeran y que mis palabras no fueran las adecuadas. Tenía miedo de tantas cosas.

—¿Normalmente estás sola la mayor parte del tiempo?—demandó, mientras ella me cuestionaba tenía a dos personas más que anotaban todo lo que decía. Estaba frente a mí, puse mis manos sobre el sillón, estaba nerviosa, sudaba cantidades excesivas de sudor.

—Sí, bueno mis padres trabajan, llevan a mi hermana pequeña a sus clases de canto y mi hermano también trabaja...

—¿Cuántos años tienen tus hermanos y tú? ¿Cómo se llaman?—indagó antes de que pudiera terminar.

—Mi hermano mayor se llama Geovanny tiene 18 años, yo soy la hermana mediana y tengo 14 y mi hermana menor se llama Angelina y tiene 10—respondí atenta a la hora del reloj.

—¿Qué tipo de violencia sufren?

—Bueno...—me estaba poniendo nerviosa.—Mis padres me golpean, me maltratan psicológicamente, me he intentado suicidar y ellos han estado conscientes, hace unos días me encerraron en un ataúd para que muriera, por suerte aquí sigo viva, estos son los golpes que me han hecho—les mostré los golpes más visibles que tenía en mi cuerpo, los observaron detenidamente, tomaron algunas fotografías y hicieron algunos apuntes.

—Bien, ¿a qué hora llegan tus padres?

—Desconozco la hora, solo sé que cuando salgo del instituto ellos ya están aquí—respondí.—¿Usted si me cree?—indagué con esperanza, con aquel brillo en mis ojos de que por fin mis gritos serían escuchados, que ya no habría más daño, que por fin saldría de aquí.

—Falta esperar la versión de tus padres, y la de tus hermanos—eso era un posiblemente sí o no.—Te dejamos cariño, nos vemos más al rato.—se fueron de la casa.

—Espere—me levanté y sujeté su brazo, miró la forma en la que la había sujetado. Asintió con la cabeza incitándome a continuar.—Mis hermanos no sufren lo mismo que yo, yo sé que es muy difícil de creer que unos padres le hagan daño a sus propios hijos pero, esto es real—la miré con aquellos ojos del sufrimiento vivido a lo largo de los años.

Asintió con la cabeza y se fue sin decir ni una sola palabra, ella era una profesional y sabría casi de manera inmediata cuando alguien le estuviera mintiendo.

Me quedé mirando fijamente todo, la vivienda, las escenas en cada rincón de la casa en donde mi sufrimiento estaba asegurado, cada escena del maltrato que vivía sufriendo desde que tenía conciencia, mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Por fin podré ser feliz, el infierno ha terminado—sonreí rota mirando todo a mi alrededor.—La Angélica de años atrás estaría muy orgullosa de todo esto.

Por fin había tenido el valor de volver a hablar, la esperanza había vuelto a mi vida.

Acomodé mi mochila y la cargué sobre mis hombros, hoy sería el mejor día de toda mi vida, hoy empezaría un gran cambio.

***

—Buenas tardes—saludé a la directora que estaba en la puerta.

Me miró un tanto confundida por la acción que hice, era muy raro que yo asistiera tan temprano a clases, aún no había signos de que los alumnos fueran llegando.

—Buenas tardes—respondió a mi saludo con normalidad dejándome entrar.—¿A qué se debe tu puntualidad?—indagó con curiosidad.

Entré al instituto, me hice a un lado y al percatarme que quería escucharme, me quedé cerca de ella, total, había pocas personas en el mundo que lo quisieran hacer y el que ella lo hiciera me hacía sentir como una persona afortunada.

—Hoy me levanté más temprano que lo normal, quiero demostrar que he cambiado, y empezando por mi cambio me gustaría comenzar a llegar mas temprano—expliqué con cautela, trataba de no abrumarla con mis problemas.

Estuvimos charlando un rato más hasta que decidí que era hora de dejarla respirar, en todo momento estuvo atenta a las palabras que le había dicho pero no debía abusar. Me retiré despidiéndome de ella con una gran sonrisa.

Hoy me sentía estupendamente maravillosa, ¿será porque mis padres no estuvieron en el inicio de mi día diciéndome que era una porquería? ¿Será porque hoy hice de todo para arreglarme para mí misma y verme presentable?

Le puse mucho empeño en arreglar el desastre que era, me tomé el tiempo en arreglar todo el monstruo que estaba destruido, y no hubo unos padres que estuvieran ahí para destruirme de lo que yo era.

Sonreí para mí misma, total aquí no estaban mis padres para arruinar esto que tenía adornándome el rostro. Dibujé una sonrisa en donde había un rostro de lágrimas.

Entré al aula que estaba desolada en su totalidad, no había ningún alma que estuviera ahí dentro haciéndome compañía. Tomé mi lugar, miré que cada rincón estaba vacío, que en el pizarrón no había ni un solo mensaje. Me sentía totalmente sola en el área, saqué uno de los libros y comencé a leer para dotarme de conocimiento.

A los pocos minutos el aula se comenzó a llenar de los demás alumnos, al ver a Hailee sonreí, pero siguió de largo pasando por la hilera en la que estaba yo, palpé el asiento que estaba a un lado de mí, pero me ignoró. La sonrisa se desvaneció al ver que se sentó en otro lado.

Las clases arrancaron con total normalidad cuando ya no había ni un solo espacio vacío en el aula. Miraba de reojo a Hailee en cada transcurso de clase, ella ni siquiera era capaz de mirarme.

Estaba enojada por el acontecimiento que había pasado ayer, no sabía si se le pasaría o cambiaría drásticamente de decisión.

Traté de no darle problemas a los profesores y solo me mantenía en silencio, dejaba que ellos impartieran sus clases. Quería dejar de ser esa alumna problema, quería ser el prototipo de la que todos los profesores se sentían orgullosos y era el ejemplo que ponían para que todos los alumnos siguieran.

Las horas pasaron rápidamente, en la hora del descanso me salí rápidamente del salón y bajé corriendo las escaleras, crucé los pasillos y llegué hasta el área de primaria en donde estaba Angelina, crucé la barda que separaba un área de la otra, supuse que ella también estaría en descanso, al verla sentada tan solitaria fui rápidamente con ella, me senté a un lado y poco a poco levantó su vista hasta encontrarse con la mía.

—¡Lica!—gritó mi nombre con una emoción indescriptible pero a la misma vez un poco de sorpresa, no se esperaba que yo apareciera con ella de manera tan repentina.—¿Qué estás haciendo aquí?—me tocó con mucha prisa mis manos una y otra vez.

—Tenía tantas ganas de venir a verte, en la mañana al despertar no estabas tú y creí que te había pasado algo—la abracé fuertemente mientras le depositaba besos en la frente, buscaba algún signo de que tuviera daño físico pero no había ni un solo rastro de aquello que yo me hacía.

—¿No te regañan porque estás aquí?—preguntó mirando con temor alrededor de que hubiera alguien cerca que me descubriera.

—Eso no me importa, Angelina, yo no soy sinónimo de hacer lo correcto y seguir las reglas—la abracé y la llevé conmigo a un lugar en el que solo estuviéramos ella y yo.

—Pero no quiero que te regañen por mi culpa—bajó su mirada al suelo.

—No es tu culpa, además eso no importa, no te debe importar lo que los demás crean, sino lo que tú sientas—señalé con suavidad su pecho.—Lo relevante es que estamos juntas—la abracé con fuerza contra mi pecho.

De pronto sentía unas inmensas ganas de protegerla de todo y de todos, inclusive de los demonios de mi propia mente y de todas aquellas veces en el pasado en el que había intentado matarla. Lloré en silencio por todo el daño que le había causado.

El descanso terminó, la chicharra anunciando la hora de la nueva jornada de clases, Angelina me miró y luego el área que ya estaba totalmente despejada, se estaba debatiendo entre sí entrar o no, pero yo no quería que siguiera mi mismo ejemplo, porque no era buena para ella. Quería que ella fuera muchísimo mejor que yo, así que le dije que fuera a clases, la dejé en la entrada de su aula y proseguí a salirme de ahí, mientras con disimulo la veía a través de la ventanilla la concentración que le ponía a la pizarra.

Besé su imagen y me despedí de ella con un suave movimiento de mano, el plan era que volvería a saltar el muro divisorio para llegar a mi aula, pero los planes eran totalmente diferentes a los que yo tenía contemplados.

En cuanto estaba a punto de salir la directora del área de la primaria estaba ahí recibiéndome con los brazos cruzados.

—¿Se puede saber que hace usted aquí, señorita?—preguntó con voz de regaño.

No era algo que estaba permitido que estuviera en el área de la primaria, no respondí, me quedé muda ante su presencia, no sabía qué responder.

—¿Por qué no contesta? ¿Qué la haya descubierto la dejó muda?—insistió en volver con su pregunta.—Solo quiero una respuesta que justifique su presencia.

—Estaba aquí porque mi hermana estudia aquí, quería venir a verla—respondí tontamente, como si aquello fuera una excusa válida para ella.

—Vámonos con la directora de tu área—me encaminó mientras iba detrás de mí, nos dirigíamos hacia la puerta estaba a unos cuantos metros cerca del muro divisorio.

Por varios momentos pensé en correr de ella, pero con eso no conseguiría nada ya que me había descubierto, había visto mi cara y no tendría forma de juzgarla de loca ante los de mi área porque evidentemente no me creerían.

Cruzamos la puerta mientras me estaba diciendo una y otra vez un sermón al que no le había prestado tanta atención, mi mente permanecía en aquel momento.

—No me importa lo que me diga, nada de eso logra quitar el gran momento agradable que viví—suelto una pequeña risa cargada de todo el cinismo.

—Eres una sinvergüenza—brama enfurecida.

La mujer de carácter fuerte se detiene justo en la entrada de la dirección, toca la puerta y espera a que la atiendan. La directora la recibe al otro lado con una pequeña sonrisa y con su rostro totalmente confundido por aquello que ha pasado y verme a mí la intriga más de lo que debería.

—¿Angélica no se supone que deberías estar en clases?—indaga el verme parada frente a ella a un lado de la directora.

Iba a abrir la boca para articular una palabra cuando la voz de la directora adelantándose me ganó y solo me quedé con la boca abierta y las ganas de darle una explicación.

—Se supone porque estaba en el área de la primaria, con la pobre justificación de que estaba ahí por su hermana—explica con voz fuerte.

—¿Me deja hablar? ¿Está sorda o qué?—pregunté en su dirección.—¿No escuchó que la directora quiso escuchar una respuesta de mi parte?—ataqué a la defensiva.—No quería estar en mi área, necesitaba ver a mi hermana, y para que no se les olvide es que yo soy lo suficientemente libre para estar en el lugar que yo quiera, porque sus reglas no son ningún impedimento para mí—les dije a las dos dejándoles en claro.

—Creí que habías cambiado—declara la directora de mi instituto.

—Es una doble cínica—dijo la otra autoridad.—¿Cómo te atreves a hablarnos así a mí que soy la autoridad?—se señala el pecho indignada por mi acción.

Pongo los ojos en blanco, solo están perdiendo el tiempo conmigo y con todo lo que están diciendo, no tengo remedio.

—Vamos a ponerte un reporte—dice la directora en voz un poco más calmada.

—¿Un reporte?—preguntó indignada.—Eso lejos de un castigo parece un premio, mira la sonrisa que carga—me señaló un tanto enfurecida por la acción que estoy haciendo.

—Sí, un reporte y cállese—abre la boca sorprendida.

La directora me pone una sanción, se queda perpleja por mis acciones la segunda autoridad de la primaria. Ve todos los reportes que tengo en el historial. Me levanto cuando obtengo lo que tanto quería, que para mí no vale absolutamente nada, no hace que me arrepienta por mis acciones porque lo vivido nadie me lo quita, me gusta divertirme de la forma en la que no puedo hacerlo en mi casa.

Aquí me siento con la libertad con la que no cuento en mi propia casa, aquí no están mis padres para recriminarme por las acciones que hago. No hay ningún impedimento para que yo pueda ser feliz, ojalá pudieran entenderlo que yo no busco cabrearlas ni hacerlas perder el tiempo —a pesar de que lo hago— si no una forma de poder librarme y poder sobrellevar todo lo que en mi casa sucede.

Una vez que terminan me marché a mi área, la directora del área de la primaria se quedó ahí charlando con la directora queriendo que me dieran más que aquel reporte que para ella no me había afectado en lo más mínimo, que no era lo que merecía por haber roto una de las principales reglas del instituto y era una falta grave que merecía pagar de otra forma.

***

6:34 marcaba el reloj, faltaban tan solo unos minutos para la última clase que empezaba a las 6:50 quería estar ahí antes que todos, no quería ser aquella que llegaba tarde. Caminé recorriendo el largo tramo hasta llegar ahí, estaba totalmente solo, abrí la puerta de cristal y observé la piscina. Me cambié, guardé mi uniforme en los casilleros y salí.

Me coloqué en el rincón dando la espalda a los que entraran.

—¿Por qué me he convertido en esta mierda? ¿Por qué sigo viviendo si hago mucho daño a las personas que dicen quererme?—pregunté mientras metía mi mano en la piscina.

Comenzaron a llegar el resto de mis compañeros, se cambiaron, y la persona que menos esperé que estaría en la clase ahí estaba; Hailee. Ni siquiera volteó a mirarme, y estaba bien no quería destruirla a ella también.

—Buenas tardes jóvenes, espero y estén listos para comenzar la clase—entró apresurado.—Señorita Miller, ¿hoy si está dispuesta a tomar la clase?

—Sí, ya nada me detiene—me lanzó una mirada de reproche como si yo fuera la que la detenía.

—Yo nunca te detuve—respondí en tono inaudible sin mirarla.

—Y usted señorita Cárdenas, ¿no está dispuesta a defender a su amiga?

—Ya no somos amigas—respondió antes que yo pudiera hacerlo.

—Bien, al agua todos—ordenó y todos entraron al agua, excepto Hailee y yo.—No piensan entrar al agua ninguna de las dos, si quieren solucionar sus problemas se pueden ir con toda confianza de mi clase.

—No—me lancé al agua porque sabía que Hailee no lo haría. Nadé y alcancé a mis compañeros que habían entrado antes.

—Señorita Cárdenas, su nado es excelente, es muy buena en el agua—volví a la orilla y salí, me senté y solo dejé mis pies en el agua.—¿No le gustaría participar en un concurso de natación?—ofreció el profesor

—Me parece muy patético de su parte pedirle a la peor alumna en su clase para algo tan grande como un concurso, ¿no cree?—pregunté con enfado.

Sí, siempre o en la mayoría de las clases decían que yo era la peor, y no porque no entendiera, sino porque nunca habían mirado más allá de mi actitud.

—Yo siempre vi un potencial en ti.

—Eso dicen todos cuando se dan cuenta que el peor alumno que ellos juraban no dejaría de serlo, pero la peor alumna también tiene talentos y aspiraciones que nadie descubrió, nadie creía en mí y está bien, lo reconozco yo también pensaba lo mismo que todos—dije algo que tenía contenido desde hace mucho tiempo y solo estaba esperando el momento de sacarlo había llegado.

—¿No te interesaría participar en el concurso?—preguntó interesado en mí, había ignorado lo que le había dicho.

—No, no quiero tener más presión, hay mejores y personas a las que sí les interesaría participar—contesté y se alejó de mí.

El tiempo transcurrió muy rápido, Hailee no había tocado siquiera el agua. La clase ya había terminado y ya no había nadie en el sitio, a excepción de mí. Me quedé en la orilla de la piscina contemplando todos mis miedos.

—Quiero ahogar mis miedos en el agua, quiero ahogar mis problemas, quiero ahogar a mi problema más grande; yo—me paré dispuesta a lanzarme. Tomé aire y me lancé, nadé y dejé de hacerlo estaba boca arriba esperando a hundirme, sé que no lo haría a menos que tuviera miedo.—¡Quiero sentir miedo!—grité. Y fueron apareciendo todo lo que hice el día de hoy.—¿Y si Hailee se suicida hoy por tu culpa? ¿Y si el profesor en verdad siempre creía en ti? ¿Y si la trabajadora social te lleva con ella a una casa hogar y te separan de tu hermana? ¿Y si tus padres matan a Angelina? ¿Y si mis demonios decían la verdad que nunca podré ser feliz?— Todos mis miedos comenzaron a llenar mi cuerpo, y este se hacía cada vez más pesado, me sumergía poco a poco y no hice nada para evitarlo.—¡¿Y si todo es mi culpa?!

El silencio reinaba en lo más profundo del agua, solo escuchaba esta fluir, veía todo borroso. Alguien entraría en algún momento. No quería, no volvería a mi casa hoy, ni mañana ni nunca, no volvería hasta que todo fuera diferente, la única forma que lo haría sería muerta, pero no tenía el valor; lo perdí hace mucho tiempo.

No sabía cuánto tiempo había transcurrido, llevaba mucho tiempo aguantando la respiración, tenía agua en mis oídos, estaba entrando en mis fosas nasales, mis pulmones ardían. Dejé todos mis miedos ahí abajo y subí hasta la superficie, cerré los ojos y respiré agitada. Al abrirlos mi sorpresa fue mayor.

(Disguise—motionless in White).

—¿Cuánto tiempo lleva ahí observándome?—pregunté después de llenar mis pulmones y sacar un poco del agua que se había introducido en mis fosas nasales.

—El suficiente para darme cuenta de muchas cosas—cruzó sus brazos bajo su pecho.—¿Esperabas que alguien llegara a salvarte de tus problemas?—interpeló la psicóloga Zaire.—O esos que llamas problemas—corrigió.

—No, no lo esperaba. ¿Qué hace usted aquí? ¿A qué vino? ¿A hacerse la héroe y decirle a todo el mundo que me ha salvado?—salí del agua esta aún estilaba de mi ropa, cabello y cuerpo.

—No vine a salvarte—negó ligeramente cruzada de brazos.

—¿Entonces a qué vino? ¿A ver como me suicidaba?—enfrenté.

—Suicidarte, por el amor de dios, no lo harías—soltó una risa subestimándome.

—¿Lo mismo pensaría de aquella adolescente estúpida que la llamó en una madrugada implorando su ayuda?—cuestioné levantando un poco mi voz.

—A veces me he cuestionado si en verdad querías suicidarte—dudó de todas aquellas veces que le decía que estaba mal.

—¿Por qué no dejó que lo hiciera? ¿Por qué se presentó en mi casa preocupada por mí?—pregunté esperando una respuesta de su parte.

—Porque en ese momento creí que necesitabas ayuda...

—Y la necesitaba.

—Solo buscas hacerte la víctima, me confesabas que querías a alguien que confiara en ti y lo hacía, tus padres te querían enormemente más de lo que tú creías, muchas personas mostraron interés en ayudarte, fuiste tú la que no aceptó ayuda de nadie, dices que tus padres no te quieren, pero pienso que también haces lo mismo con ellos—declaró.

—El amor no daña, yo no confiaría en una persona que confía en los principales destructores, ¿esperaba mi suicidio?—volví al tema principal de la conversación.

—No lo harías.

—¿Es lo que siempre estaba esperando de mí?

—Pensaba que tus problemas eran reales.

—¿Y no lo son?

—¿Eso es a lo qué tú llamas problemas?

—Creí que eran suficiente todo lo que traté de demostrarle, ¿qué me faltó hacer para que usted confiara en mí?—mis ojos se vuelven acuosos a causa de lo que está diciéndome.

—Me cuesta mucho creer en ti, todo lo que hacías era para...

—Para llamar la atención—completé su frase.—¿No fue suficiente mostrarle mi carta que escribí hacia mis padres? Fue porque me eligieron para participar en ese concurso.

—No leímos tu carta—reconoció.—La elegimos al azar, se decidió por todo lo que habías hecho.

—¿Siempre fingió que quería creer en mí? Y... Nunca lo hizo—me costó un mundo terminar esa frase.—Entonces, ¿por qué me ayudó cuando estaba desangrándome? ¿Por qué no me dejó pudrir en la mierda que era? ¿Por qué no me dejó morir?—me dolía mucho escuchar esas palabras de su boca. Me estaba lastimando pero quería que me dijera todo.

—Lo hice porque mi deber era ayudarte, porque quería que estuvieras bien—declaró.

—¿Por qué estuvo ahí?

—Era lo que siempre querías, ¿no?

—Yo quería que alguien creyera en mí, que estuviera ahí porque de verdad le importaba y me quisiera ayudar, yo quería alguien en quien confiar para que me ayudara a salir de ese lugar en el cual no era feliz—confesé en voz baja.

—Porque tus padres me dijeron muchas verdades tuyas, que tú nunca te atreviste a decirme—repitió.

—¡Porque usted no confiaba en mí! Prefería confiar en las personas que me destruían sin saber que ellos eran los principales que me hacían daño por su culpa—exploté mientras la señalaba con el dedo.

—Yo te salvé Angélica.

—Yo no quería que me salvara, yo quería que confiara en mí—alcé la voz llegando a gritar.

—No ocupabas que nadie te salvara—hace una breve pausa.—Es hora que regreses a tu casa—ignoró lo que le había confesado.—No puedes estar aquí.

—No quiero hacerlo... La única manera que lo haré será muerta—me quemó el alma decir la palabra muerta.

—No es posible que sigas queriendo llamar la atención, tus padres te lo han dado todo—soltó en forma de reproche.

—Creo que solo está perdiendo el tiempo.

—El tiempo lo perdí desde el momento en el que intenté creer en ti—liberó.

—Yo siempre fui muy transparente con usted, le mostré el prototipo de lo que no quería en una persona y usted hizo exactamente lo mismo, es una lástima porque yo en verdad la quería, quería confiar en alguien , cuando había dicho que nunca más lo volvería a hacer—se me quebró la voz.

—Debes aprender que no todo en la vida es como quieres que sea, mi único objetivo fue salvarte y lo hice, debes sentirte orgullosa de eso, hice por ti lo que nadie había hecho.

—Yo quería que alguien creyera en mí—me toqué el pecho con la mano temblorosa.—Y siempre me llevó al único lugar en el que no quería estar.

—Debes irte a tu casa—me tomó del brazo y me entregó mi mochila, no supe en qué momento la había tomado.

—Mi casa es el último lugar al que quiero volver—esperaba que cambiara de opinión y me dijera que todo era mentira.—Si fuera aquella estúpida lo primero que haría sería intentar suicidarme.

—¡Debes irte ya!—no quería que continuara.

—No volveré a...

—Tus padres te están esperando, están preocupados por ti—señaló hacia la salida queriendo que me retirara.

—Y me iré, le juro que nunca más volverá a verme en su consultorio.—sellé el juramento colocando la palma en el aire.—Lamento que no haya confiado en mí, yo solo quería eso, que alguien me creyera—tomé mi mochila con brusquedad y salí del lugar. Total lo que ella quería era nunca más verme.

***

—Hasta que llegas Angélica, tenemos visita y las estabas haciendo perder el tiempo—mi madre me recibió con un abrazo.

—No tengo ánimos de nada—encorvé mi espalda dispuesta a irme a la habitación.

—Angélica, tenemos que hablar—giré mi vista y estaba la trabajadora social y dos acompañantes más.

—Bien, ¿de qué quieren hablar?—regresé dejando la mochila tirada a medio camino.

—He hablado con tus padres, sobre lo que platicamos hoy por la mañana—comentó con seriedad la trabajadora social.

—¿Y?—no quería emocionarme antes de tiempo.

—Se ha cuestionado la situación, hemos cuestionado a tus hermanos lejos de tus padres, pero se seguirá investigando sobre el caso—dijo con seriedad.

—Eso quiere decir que me han tachado de mentirosa—traté de mantener la calma, no quería perder los estribos tan rápido.

—No Angélica, se te olvidó decirle a la trabajadora social sobre tu enfermedad, tus intentos de suicidio y sobre tus lesiones, y también que intentaste matarnos—comentó mi padre.

—¿Le dijiste por qué intenté matarlos? Porque estaba harta de esta maldita situación, les enseñé las lesiones que mis padres me hacían, ¿no les dijiste que tú me enseñaste a lastimarme? ¿No les contaste que me torturaban hasta el grado de matarme?—cuestioné en dirección a mis padres que estaban nerviosos a pesar de que no lo demostraban.

—Todavía está en duda lo que estás diciendo, tus hermanos no presentan signos de lo que dices...—contestó la trabajadora social.

—Porque a mis hermanos si los quieren—aclaré, tenía la esperanza que creyera en mí.

—También descubrimos que tu medicamento lo botaste a la basura—mostró el medicamento guardado en bolsas plásticas.

—Yo no he sido, ellos lo han hecho—era verdad.

—Angélica cariño, pronto estarás bien—mi padre me envolvió en sus brazos y fue lo peor que me pudo pasar, él estaba mintiendo.

—¿Por qué nunca nadie cree en mí?—quité cualquier contacto con mi padre y me acerqué a la trabajadora social esperando que en mi mirada existiera todo ese dolor del cual le estaba hablando.

—Señorita, le sugiero que guarde la compostura.

—¡Mis padres me están matando y ustedes no hacen nada! Solo espero que estén presentes el día de mi funeral—cogí mi mochila y subí las escaleras para llegar a mi habitación.

Mi sorpresa fue grata, Angelina estaba en mi habitación.

—¿Qué haces aquí Angelina?—estaba molesta, quería estar sola.

—Solo quería saber como estabas—su actitud era tan positiva.

—Mal, estoy mal y nunca había estado peor—me tiré a la cama, comencé a llorar ahogando todas mis lágrimas en la almohada.

—¿Por qué Angélica?—se sentó a mi lado, intentaba quitarme la almohada.

—Es lo que menos te importa, lárgate de mi habitación—no pude mirarla a los ojos.

—Me importa porque eres mi hermana y no, no me voy a ir—se quedó quieta en la cama mientras acariciaba mi espalda.

—Dime qué es lo que quieres y vete.

—La mejor forma para sentirte mejor es cantando, me lo ha dicho...—dijo con la emoción que a mí me faltaba.

—Eres la única estúpida que cree que va a arreglar sus problemas cantando, es lo más tonto que he escuchado—me levanté de la cama y la miré.

—Inténtalo, y verás la diferencia—me guiñó el ojo.

—¿Y para qué quieres oírme cantar? ¿Para burlarte de mí? Vamos hazlo, dime lo patética que soy—levanté la voz.

—No Angélica, quiero escucharte cantar—respondió con tranquilidad.

—Puedes hacerlo el día del concurso, tendrás todo el tiempo del mundo para hacerlo.

—No, Angélica; lo que menos tengo es tiempo—dramatizó, a veces era muy dramática.

—Si me quieres escuchar será hasta ese día—le di ligeros empujones tratando de sacarla de mi habitación.

—Solo por ti lo haré—dijo y cerré la puerta.

Me volví a acostar en la cama.

¿Por qué todo lo que yo quiero lo pierdo? ¿Por qué la psicóloga Zaire no confió en mí? ¿Por qué para todo el mundo soy solo una pérdida de tiempo? ¿Por qué nadie cree en mí? ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Por qué nadie puede quererme? ¿Por qué no puedo ser feliz?

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