Capítulo 29.-Un libro sin título

Me encontraba en un lugar donde la paz absoluta reinaba en mi vida, caminé y caminé sobre un largo camino de arena, me encontraba en la playa sobre la orilla, el vaivén de las olas hacía que mis tobillos se mojaran, el sol estaba en todo su esplendor, me daba en la cara y el viento mecía mi cabello. La música que se creaba entre el sonido del viento y las olas era la mejor canción que había escuchado.

Caminé por varios minutos más, hasta que vi a lo lejos a alguien que se acercaba a mí.

—Angélica, cariño ven aquí—extendió sus brazos para que yo me lanzara a ellos.

—¡Papá!—grité emocionada y emprendí mi huida al lugar en el que siempre habría querido estar; en los brazos de mi padre.

—No sabes cuánto te extraño, ya llevaba mucho tiempo queriéndote abrazar y hoy por fin tengo la dicha de hacerlo, es hora de recuperar todo ese tiempo perdido, ¿te parece si comenzamos de nuevo?—preguntó mientras me alzaba en sus brazos, en sus ojos estaba todo ese arrepentimiento por haberme hecho daño en todo este tiempo.

—Papá, no sabes cuánto te necesité, siempre deseé tener un padre del cual sentirme orgullosa y hoy que por fin lo tengo soy la hija más feliz del mundo, ¿Sabes cuánto tiempo he esperado este momento, mi deseo en todos mis cumpleaños siempre fue ese y hoy por fin se me ha cumplido, los deseos si se cumplen, muchas gracias por quererme como siempre lo soñé, papá ¿por qué nunca me diste un abrazo?—lo miré con mis ojos llenos de lágrimas, ya no era ese padre de antes, había cambiado.

—A partir de ahora te daré todos esos abrazos que siempre necesitaste, seré ese padre que siempre debí ser, nunca más volveré a hacerte daño, Angélica—secó mis lágrimas con la yema de sus dedos, sentir su tacto cerca de mí me dio la vida que nunca había tenido.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo—besó mi frente y caminamos por toda la playa, disfruté tanto su presencia, había encontrado el amor de padre que siempre había estado buscando, no me importaba nadie más, solo él, solo éramos nosotros, no había ni un solo rastro de alguien insuficiente ni de un padre que quisiera hacerme daño para llevarme a ser lo que él quería.

Sonreí como jamás lo había hecho. Por fin había conseguido lo que tanto había soñado, que alguien me amara.

***

Lunes/21/Diciembre/2020.

Mi mente sobrevive de recuerdos que nunca transcurrieron, es la forma de mantenerlo con vida.

Estaba desubicada, una luz había entrado por el lugar, no sabía si era o no producto de mi imaginación, yo creía que esto era otra dimensión, o la vida después de la muerte en la que siempre creí.

—¡Angélica!—escuché varias voces gritándome y verificando mis signos vitales.—¡Está viva!—sentí que mi cuerpo fue cargado, escuché el sonido de una ambulancia.

Abrí los ojos una y otra vez tratando de empaparme con la realidad, en primera instancia veo a los ojos de la psiquiatra Lidia mirándome fijamente mientras está tratando de hablar con los paramédicos y unos uniformados que hay en la zona.

—Nunca más quiero estar en ese lugar—rompí en llanto mientras abrazaba al paramédico.

—Tranquila, ya pasó todo lo malo—dijo en un intento de calmarme.

Pero lo que no sabía era que lo malo apenas había comenzado, mis padres no habían logrado su objetivo, que era matarme y no pararían hasta conseguirlo, y aunque a mí me encantaba esta nueva vida sin hacerme daño, hubiera preferido estar muerta, ya no quería más sufrimiento, era lo mejor para mí.

—Ya no quiero más dolor—me aferré fuerte a sus brazos.

—Ya no habrá más dolor—él mentía porque no conocía mi vida, quería creer en sus palabras pero el dolor no había acabado, no hasta que yo muriera.

—Por favor máteme—imploré con mis ojos llenos de lágrimas.—Ellos no pararán hasta matarme—no me creyó, simplemente me miró con lastima, creía que era una ilusión, que se trataba de una alucinación por el sitio en el que había sido encerrada por varias horas, pero yo estaba mucho más cuerda incluso que él.

Soy llevada rápidamente en una ambulancia para recibir atención médica casi de manera inmediata, al llegar me reciben, otra vez son las paredes blancas del hospital las que me abrazan con mucha emergencia, tenía signos de deshidratación y el pulso tan acelerado, casi al borde de un paro cardíaco.

Lloré desconsoladamente, estaba viva, pero yo no quería estarlo, ¿de que manera les decía a los que me rodeaban que fueron mis padres los que me habían hecho esto? No podía hacer esto, simplemente no podía. Yo no tenía que odiar a mis padres porque ellos fueron los que me dieron la vida y también las ganas de ya no tenerla.

Abrazo con fuerza a la almohada, yo ya no quiero vivir por esto una y otra vez, no quiero despertarme con el mismo sentimiento de insuficiencia y que sea su desprecio y lo mismo de todos los días lo que me reciba. No quiero ser yo la que sus padres no aman y maltratan hasta el cansancio.

—¿Fueron ellos?—pregunta la psiquiatra Lidia afuera de la habitación.

No respondo nada, no quiero hacerlo. Ella no sabe que me duele formar parte de esta situación, yo tan solo quiero saber qué fue lo que hice para que mis padres me odiaran de la manera en la que lo hacían, que solo la felicidad estaba cerca de mí cuando no estaba con ellos, pero con la misma sensación de que en cualquier momento iba a aparecer para borrarme la sonrisa de mi rostro hasta que solo quedara dolor. No quiero ser la que está condenada a vivir esto de por vida.

—No puedo ayudarte si no te dejas hacerlo—niega una y otra vez con la cabeza mientras se acerca a mí.

La policía llegó a la zona en donde estaba, la supuesta psiquiatra Diana no estaba ahí, me había dejado abandonada en condiciones totalmente inhumanas y justo encima la carta que yo me había encargado de escribir. Claro que todos lo tomaban como un intento de suicidio, pero la psiquiatra Lidia no.

¿Por qué no llegó antes a mi vida? ¿Por qué no llegó cuando yo era capaz de pronunciar por mi propia boca todo lo que mis padres me hacían? Justo cuando yo tenía la esperanza más viva que antes de que alguien me ayudara a salir de este infierno llamado hogar. ¿Por qué llegó ahora que no soy capaz de aceptarlo? Si ella tan solo haya llegado antes, las cosas serían totalmente diferentes.

—Mis padres no me hacen daño—sostengo a pesar de que ni yo misma me creo esas palabras que salen de mi boca.

Mis ojos se llenan de lágrimas, pero no las derramo. Alguien me quiere ayudar y yo no soy capaz de recibir ayuda. ¿Te gusta tanto tu infierno que ya no eres capaz de salir de ahí?

—Angélica necesito que me digas la verdad, yo quiero ayudarte—sostuvo mirándome fijamente indicándome que estaba ahí

Ya no había dentro de mí ni una sola esperanza por poder salir de ahí, lo único que me mantenía con vida era que mis padres algún día decidieran cambiar o huir por mi propia cuenta de ese sitio. Mis padres siempre han tenido razón, nadie ha nacido para ayudarme.

—No, yo soy feliz con mis padres, ellos no me hacen daño—niego con la cabeza mintiendo, me estoy haciendo daño yo misma, ahora soy yo la que se está condenando a vivir en un infierno.

—Angélica...

De tantas veces que pedía ayuda a gritos y esta no llego a mí y solo me hundieron mas, es que se me hace difícil pedir ayuda. Ya no puedo decirle a alguien lo que necesito, los esperanzas fueron rotas en mi cara una y mil veces hasta que se llevaron todo de mí.

La puerta se abre y deja ver a mi padre y a mi madre quienes muestran una preocupación que no está ahí.

—Angélica que bueno que estás bien—ambos se acercan a mí mientras tratan de hacer a un lado a la psiquiatra quien está siendo una barrera para poderme abrazar.—¿Por qué hiciste eso, cariño?—pasa una y otra vez su mano por mi cabeza, mi padre se pone al otro lado mientras me sujeta la mano con fuerza.

Me dejo envolver en aquella mentira para que la psiquiatra Lidia sea capaz de tragarse aquello.

—¿Querías acabar con tu vida? ¿Por qué? Yo he hecho de todo para que tú puedas ser feliz—continúo mi padre con aquella tortura.

Niego con la cabeza.

—Pero no te preocupes, pronto vas a estar en casa—me abraza con ímpetu.—Muchas gracias por haberla salvado, le voy a estar eternamente agradecida—abraza inesperadamente mi madre a la psiquiatra, no se espera aquello y se queda mirándome fijamente aún bajo aquel abrazo. Ella no es capaz de tragarse aquella mentira.

—Ya vamos a estar en casa, nos dijeron que estás bien—me abraza mi padre aparentando ante ella que somos la familia perfecta, que la única oveja negra de la familia soy yo que venía incluida con una enfermedad mental.

Me preparo para irme mientras la psiquiatra trata nuevamente de convencerme de que le diga la verdad para ayudarme, y no lo hago. De regreso a casa todos permanecen en silencio, ellos con unas ganas de que mi vida se terminara en aquel ataúd y yo deseando lo mismo.

Llegamos a casa, afuera estaba mi padre junto con Geovanny y Angelina.

—¿Qué pasó?—preguntó mi hermano, mi madre abrió la puerta del auto y se encontró con ella furiosa.

—Todo se fue al carajo—pateó el neumático y azotó la puerta.—Estaba viva, la encontraron viva, la maldita tiene más vidas que un gato—dijo hecha una furia.

Me bajé del auto cautelosa.

—Lamento mucho que sus planes se hayan arruinado—sonreí de lado  triunfante, es lo único que podía hacer, ni ellos podían librarse de mí, ni yo podía salir del infierno.

—Eres una estúpida—golpeó mi padre mi cara con su puño, sentí la sangre sobre mis labios.

—Papá, ¿por qué le pegas a Angélica?—se le había olvidado que Angelina estaba ahí, observando todo.

—Porque se lo merece, se iba a largar con su amiga Hailee, por suerte la encontramos antes de que subiera al avión—mintió mi madre, convenció a mi hermana que ella decía la verdad.

—¿Pensabas irte sin despedirte de mí, Angélica?—me miró con tristeza Angelina.

—No, ellos mienten—moví mi boca sin articular palabra alguna, solo moví mis labios haciendo una leve negación con la cabeza.

—Angelina, tienes que ir a la escuela—se metió a la casa, seguí detrás de ella.

—Hoy no quiero ir al colegio, quiero quedarme con Angélica—se sentó sobre el sillón haciendo pucheros.

—Tú no te vas a quedar aquí, mucho menos con Angélica—mi padre sintió miedo de lo que le pudiera hacer a la niña de sus ojos.

Pero yo no quería hacerle daño a ella, porque ella no tenía la culpa, mi odio y venganza era hacia ellos. Si hubiera sido la Angélica de aquel día mi hermana pagaría por cosas que no hizo. Por fin había descubierto el miedo más grande de mis padres y ese era yo. Por eso querían destruirme, porque los miedos para eso son, pero su miedo era tan grande y tan indestructible que todavía tenía vida.

—Por favor, déjenme quedarme, prometo que voy a ensayar para mi próximo concurso—juntó sus pequeñas manos implorando, en sus ojos estaba aquel brillo con el que los convencía.

—Está bien, te quedarás solo por hoy, pero mañana volverás a la escuela—finalmente su deseo se había cumplido porque mi madre se lo había concedido.

—Ven aquí Angélica, te queremos dar un abrazo—me acerqué a él.—Pobre de ti si te atreves a hacerle daño a Angelina—susurró, luego me regaló una sonrisa para disimular ante mi hermana.—Yo siempre voy a estar ahí para ella, de la misma forma en la que no lo he estado contigo—expresa de manera lenta para que sienta el dolor de sus palabras al salir de su boca.

Mis padres se marcharon a su trabajo en compañía de mi hermano que trabajaba en el mismo lugar que ellos.

—¿Qué vamos a hacer, Angélica?—me senté a un lado de con ella en el sillón, estiré mis piernas para estar más cómoda.

—Yo nada, tú te vas a poner a ensayar para tu próximo concurso—la miré, copió mis acciones y sonrío mirándome. Se notaba la felicidad en su rostro, de solo mirarla yo también sonreí y toqué su mano con suavidad.

—Tienes que ponerte a ensayar—ordené.—Tienes mucho que dar, personas a las cuales no tienes que defraudar, ellos se sienten muy orgullosos de ti—conté con melancolía.

—¿Por qué tú no harás nada?—preguntó con suma curiosidad.

—Porque yo no tengo a nadie que se sienta orgullosa de mí—suspiré con melancolía.

—Yo tampoco.

—Tienes a nuestros padres, ellos están muy orgullosos de ti—me removí incómoda en el sillón.

—¿Y tú, estás orgullosa de mí?—preguntó, era una pregunta muy difícil de responder porque yo siempre la había visto como una rival a la cual vencer.

—Si te digo que sí te mentiría, no me he tomado el tiempo de escucharte sin verte de otra manera, solo estoy segura que tienes una voz preciosa y sé que llegarás muy lejos, tienes tu futuro más que asegurado—la miré a aquellos hermosos ojos azules.—Y yo no tengo nada que ofrecerle al mundo—dije con una voz inaudible.

—Quiero que te sientas orgullosa de mí, lo voy a conseguir.

—Para hacerlo tienes que ponerte a ensayar, tienes un concurso que ganar—la motivé, se levantó del sillón y me dirigió una mirada de confusión.

—Si no ganara ese concurso, ¿no te sentirías orgullosa de mí?

—Para mí siempre serás una ganadora—la senté sobre mis piernas y besé su frente.

—Quiero verte feliz, y quiero que nuestros padres se sientan orgullosos de ti y voy a perder ese concurso para que tú puedas brillar—me tomó por sorpresa lo que dijo.—Tú una vez me dijiste que yo te opacaba.

—No creas las palabras de una perdedora que su única meta ha sido suicidarse...y nunca lo consiguió—bajé la mirada y recordé todas esas veces que intenté matarme.

—Yo estoy orgullosa de ti Angélica y siempre lo voy a estar—me abrazó.

No te merezco Angelina, no mereces querer a alguien que te quiso matar, no merezco que nadie me ame porque soy la persona más despreciable y miserable que ha existido, que intenté acabar con alguien que nunca tuvo la culpa de que sus padres no la quisieran, en todo caso me debí haber matado yo, porque la culpa siempre ha sido mía, pero yo sigo buscando culpables, por la razón de que el criminal nunca confesará sus crímenes.

—No quiero ensayar, no quiero más concursos, solo quiero ser como todos, quiero disfrutar, quiero conocer el sabor de la derrota—se tiró al sillón con flojera.

—Vamos, yo te ayudo, no soy tan buena como tú, pero voy a hacer el intento—cargué a mi hermana, subimos las escaleras hasta llegar a su habitación, la coloqué en la cama.—¿Qué es lo qué tienes que hacer?

—No sé qué canción voy a cantar—se acostó sobre la cama. Tenía que motivarla, no quería que fuera como yo.

—Hemos empezado mal, Angelina, ¿alguna canción en especial que te guste?

—Tú, tú eres mi canción favorita—reí, era la primera vez que sonreía sin una tortura de por medio.

—Yo no soy ninguna canción—ella solo estaba buscando pretextos para no ensayar.—No voy a presionarte, vamos a que despejes tu mente un poco—la volví a cargar y bajé a la sala de estar con mi hermana en brazos.

—¿A dónde vamos?

—A ser felices, sin presiones, sin concursos y sin nadie más, solo tú y yo—salí de casa, me llevé mi celular y un poco de dinero en efectivo.

—Angélica, ¿alguna vez has sido feliz?—me sorprendió su pregunta.

No respondí.

—La felicidad es como un regalo que no todas las personas merecemos—respondí casi en silencio, no quería que me escuchara.

Yo era una de esas personas que no merecía ni una pizca de felicidad y no lo decía yo, la vida misma era la que se encargaba de echármelo en cara una vez y otra vez.

—Perdona que te haya traído aquí, te prometí felicidad y solo te estoy aburriendo con tonterías—me disculpé, era evidente que ella había estado en mejores y lugares más divertidos, y yo solo la había traído a caminar junto con una persona tan miserable como lo era yo.

No sé cómo es que se atrevía a escucharme y mirarme a los ojos diciéndome que me quería, yo en su lugar me odiaría profundamente.

—Nada de ti me aburre, es bueno conocerte, y mirarte con otros ojos, pensar que tenía una expectativa diferente de ti, que mis padres me crearon y nunca nos permitieron acercarnos, no he llegado a conocerte a tal grado que lo que alguna vez me dijeron sea verdad, creo que todo ha sido una mentira para que yo te tuviera miedo—pasó su brazo sobre mis hombros.—Te quiero mucho, Angélica.

—Yo también te quiero, Angelina y te prometo que te voy a proteger por encima de todas las cosas, no dejaré que nadie te haga daño—yo también pasé mis brazos por sus hombros mientras la acariciaba con mucha ternura.

Si quería protegerla, tenía que dar el siguiente paso, aunque posiblemente sería muy doloroso para ella, pero probablemente con el tiempo lo entendería y sabrá que todo lo hice para protegerla. Para protegernos a las dos de todo el infierno que yo vivía dentro.

—Vamos a ir a un último lugar, antes de hacerte feliz—me levanté del suelo y ayudé a mi hermana a pararse, bajamos todas las escaleras que habíamos recorrido, hasta llegar a suelo firme.

Caminamos un largo recorrido más hasta llegar al destino final, la delegación.

—¿Qué hacemos aquí?—inspeccionó el lugar desde afuera.

—Voy a hacer algo que siempre debí haber hecho, tú me vas a esperar aquí, ¿me lo prometes?—unimos nuestros meñiques sellando la promesa, suspiré y entré al lugar.

—Buenas tardes señorita, ¿la puedo ayudar en algo?—preguntó un uniformado.

—Sí—caminé hasta él.

—¿En qué puedo ayudarla?

—Quiero poner una demanda en contra de mis padres por maltrato familiar—declaré lo más calmada posible.

—¿Qué sucede en su hogar?

—Hay maltrato físico y psicológico por su parte, han estado presentes y están enterados de mi enfermedad mental y no hicieron lo posible por ayudarme, ellos me han orillado al suicidio, ayer me encerraron en un ataúd con la intención de desaparecerme—respiraba profundamente, no quería alterarme.

—¿Tiene pruebas de lo que me está diciendo?—en su rostro se podía notar claramente confusión.

—Sí—mostré los golpes más visibles.—Tengo escritas cartas donde también narro todo lo que he vivido.

—No le creo absolutamente nada, pero en unos días mandaremos a una trabajadora social para que investigue el caso—dejó de prestarme atención y se puso a hacer otras cosas.

—Le estoy diciendo que mis padres han intentado matarme y usted no me cree—dramaticé.

—Señorita, ¿sabe cuántos hijos han venido a denunciar a sus padres por maltrato? Y simplemente se trata de que ellos son unos rebeldes que sus padres han tratado de corregirlos, no tengo ninguna duda que este sea el mismo caso—contestó con autoridad juzgándome.

—Esta es la ley en México, si es así es preferible que no exista nada, por eso hay tanta delincuencia, esta es una de las razones por lascual las personas toman justicia por su propia mano y si seguimos por ese camino yo también seré una de ellas...—caminé hacia la salida furiosa de que nadie me creyera, estaba harta de la misma situación.

—Señorita...—lo ignoré y seguí mi camino.

—Vámonos Angelina, no quiero volver a pisar este lugar—tomé a mi hermana de la mano y finalmente la llevaría a donde se lo había prometido el día que la vi en el hospital.

***

—¿Qué hacemos aquí?—exploró el lugar donde nos encontramos.

—Te traje aquí para que comas toda la comida no saludable que desees—tomé su mano y nos metimos en el lugar, buscamos una mesa apartada del resto.

—Nunca había venido aquí—observó cada detalle del sitio peculiar.

—Lo sé, por eso te traje—sonreí gustosa por haberla traído a este lugar, un nuevo descubrimiento para ella.

—Buenas tardes señoritas, les entrego la carta, cuando estén listas para ordenar tocan la campana que tienen sobre la mesa—nos dejó la carta.

—¿Hamburguesa de qué?—repasó varias veces el menú.—¿Existen hamburguesas de soya, garbanzo y lenteja?—puso gestos raros.

—Sí y son una delicia.

—Que extraño, ¿estás segura que vinimos a un lugar correcto?—observó de nuevo el lugar donde no había tantas personas.—Este parece un lugar de otro planeta, no creo que aquí vendan comida no saludable.

—No todo lo vegano es saludable, hay cosas que son gordi-veganas y aquí venden ambas—expliqué.

—¿Qué eres que?—cuestionó dubitativa.

—Vegana—repetí un poco más lento para que pudiera entenderme.

—¿Qué es eso?—desconocía ese concepto y yo estaba dispuesta a explicárselo.

—Vegano es un término utilizado hacia aquellas personas que no consumen productos de origen animal—expuse con paciencia.

—¡Wow yo también quiero ser vegana!—exclamó emocionada.—Estoy orgullosa de ti, ¿puedo tocar la campana?—asentí, la tocó fuertemente divirtiéndose en el acto.

—¿Están listas para ordenar?—sacó una Tablet y en ella se puso a escribir la orden.

—Quiero una hamburguesa de soya—respondió con felicidad.

—Yo voy a querer una hamburguesa de garbanzo, por favor—ordené con cordialidad.

—Enseguida les traigo sus órdenes.

***

—Esto es una delicia—dio el último bocado a su hamburguesa.—¿Cómo es que no sabía de la existencia de este lugar? ¡Es una maravilla!

—Me da gusto que te haya gustado—sonreí por la decisión que había tomado al traer a mi hermana a este lugar.

—Gracias Angélica, gracias por permitirme conocerte más, he tomado el tiempo de entenderte y darme cuenta que no eres ese monstruo del cual mis padres tanto hablan—confesó.

—A mí también me da gusto conocerte más—sonreí con nostalgia al recordar.

Sé que sonará difícil de procesar, pero yo y Angelina nunca habíamos compartido momentos juntas, sí, vivíamos en el mismo lugar y teníamos lazos de sangre que nos unían, pero yo la odiaba de una manera de la cual hoy me arrepiento, pensaba que ella era la culpable de que mis padres no me quisieran, hicieron que esta rivalidad fuera creciendo, me comparaban constantemente con ella y me echaban en cara todos sus logros, diciéndome que nunca llegaría a ser como ella, que soy una perdedora y hasta la fecha lo sigo siendo. Ellos se han encargado de destruirme y aunque quizá nadie me ha creído, he ido superando todo lo que ellos me han puesto, ha sido muy difícil derribarme porque cada vez estoy más fuerte que ayer. Sí, será muy difícil construirme nuevamente.

—Hora de irnos Angelina—pagué la cuenta y me levanté de la silla, mi hermana se resignaba a irse y ese día no entendí por qué.

—No me quiero ir de aquí...

—Yo tampoco Angelina pero tenemos que volver—tomé la mano de mi hermana para levantarla.

—No lo entiendes—comenzó a llorar.

—¿Entender qué?—pregunté incrédula.

—No quiero volver a casa...nunca—me sorprendió lo que dijo.

—Angelina no estoy jugando, sé que no quieres ensayar la canción, pero es algo que tienes que hacer—me agaché a su altura y tomé su rostro con ambas manos.

—No quiero ensayar la canción, porque no quiero volver a pisar un escenario nunca más—parecía muy decidida en su decisión, yo la apoyaba en lo que decidiera pero no podía decir lo mismo de nuestros padres, ellos no querían que Angelina fuera como yo y aunque me duela decirlo; yo tampoco lo quería.

—¿Qué pasó con lo que habíamos hablado? Debes hacer que mis padres se sientan orgullosos de ti, eres el mayor orgullo de cualquiera—me agaché hasta terminar a su altura y sostengo su rostro entre mis manos.

—Si no volviera a cantar nunca más, ¿se seguirían sintiendo orgullosos de mí? Si fuera como tú, ¿me seguirían queriendo de la misma manera?—pregunta con dolor mirándome fijamente.

—Por supuesto, Angelina—asiento con la cabeza, le doy un beso en la frente, mis ojos se llenan de lágrimas ante su pregunta. Realmente no sabía si esa era la respuesta, pero sin embargo yo algo había hecho para merecerme ese desprecio.

—¿Entonces por qué no te quieren a ti de la misma manera que a mí? ¿Por qué ellos no están orgullosos de ti? ¡Has logrado mucho más que yo! ¡Sigues viva, Angélica!—confrontó asustándome con su grito que no me lo esperaba.

—Basta, Angelina—estaba tocando heridas que aún no sanaban y dolían bastante con tan solo sentir el tacto.

—¿Basta, quieres que pare? ¿Crees que no me doy cuenta?—subió el tono de su voz.

—He dicho que pares—ordené con la voz rota.

—Todo el tiempo me han reprochado que nunca se sentirían orgullosos de ti, ¡ellos me lo han dicho!—afirma dejando en claro que no piensa detenerse—Porque eres una perdedora, esa siempre fue mi motivación, porque yo nunca quise ser como tú, nunca quise sentir el desprecio de mis padres, por eso siempre he tratado de ganar cada concurso, ese siempre fue mi miedo y...—continúa con sus verdades, lo que ya me esperaba, comprendía el rostro que estaba en su habitación, porque su motivación más grande era no terminar como yo.

Mis ojos se llenan de lágrimas al escuchar aquellas palabras de su boca.

—¿Qué buscas con todo esto? ¿Quieres reprocharme que soy una perdedora? Dime todos tus triunfos que ya me los sé de memoria, ¿pretendes decirme que tú si tienes el amor de nuestros padres? ¿Es eso? Sé de sobra que nunca nadie se sentiría orgullosa de mí, pero no me importa—estaba lastimándome y no lo sabía.—Sé también que nunca querrás ser como yo y está bien—mi voz se quebró y las lágrimas que estaban en mis ojos llegaron a tocar el suelo.

—No pretendo lastimarte, solo quería decirte que yo también siempre he sido como tú y nunca nadie se ha dado cuenta—dijo terminando con mi calvario, tocando mi rostro mientras limpiaba cada una de mis lágrimas.

¿Qué quería decir con que ella siempre ha sido como yo y nunca nadie se ha dado cuenta?

Estoy segura que mis padres no la conocían, solo querían que ella ganara, que nunca fuera como yo para reprocharme todos sus logros en la cara, pero ellos no se tomaban la molestia en conocerla profundamente, qué sentía, qué le gustaba, cómo le iba en la escuela, etc. Para ellos mi hermana era su mina de oro. Sí, se sentían orgullosos, como cualquiera que la tuviera cerca, porque era realmente admirable todo lo que hacía.

—Perdón Angélica, yo nunca quise hacerte daño—secó las lágrimas que  estaban en mis mejillas.—Te han lastimado tanto que piensas que todos haremos lo mismo—me abrazó fuertemente.—No todos somos así y a veces nuestra manera de ayudar no coincide con la idea que tú tienes, pero yo también te he necesitado, he necesitado el cariño de una hermana mayor que con Geovanny nunca lo voy a conseguir—tenía toda la razón, yo siempre había creído que todos aquellos que se acercaban a mí querían destruirme, y mi manera de responder era alejarlos, porque cuando creía que mis padres no podían odiarme y dañarme más aparecían con una nueva manera de tortura.—Yo siempre soñé con alguien a quien admirar y tú tienes todas esas cualidades, eres la persona que más ha sobrevivido y tienes una misión muy importante en esta vida, nunca, escúchame bien, nunca te dejes pisotear por nadie, no importa que sea tu familia, nadie tiene el derecho de destruirte, no olvides que siempre habrá alguien que te admire y a la cual harás sentir muy orgullosa—mi hermana me estaba dando la lección más importante de toda mi vida, podría jurar que ella tenía más madurez que yo. Asiente con la cabeza dándome un beso en la frente.

Ese beso tanto me hacía falta, que llevaba tanto tiempo esperando y necesitando. Me besó por todas aquellas veces en las que me hizo falta uno y nadie me lo dio.

—Siempre quise que alguien me amara y esperé el amor en las personas que nunca me lo darán y hoy he encontrado todo ese amor que siempre he buscado guardado en un recipiente pequeño—no perdía la esperanza que algún día pasara eso que yo siempre había deseado, pero esperaré paciente pero mientras ellos deciden hacerlo, daré todo ese amor que tengo para dar a mi hermana.

Nos abrazamos fuertemente, no quería separarme de ella nunca más, quería disfrutarla y pasar con ella cada momento de mi vida.

—Hora de volver, ¿estás lista?

—No, y nunca lo voy a estar—agachó la mirada cabizbaja.

—Yo te voy a proteger de quien sea—levanté su cara para mirarla a los ojos.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo.

Tenía que protegerla inclusive de mí misma, de todo lo que habitaba dentro de mi interior, más que todas las veces en las que no me protegí de mí misma, así como yo quería que alguien me quisiera y protegiera, tendría que hacer lo mismo con ella.

***

Al llegar a casa estaba vacía, mis padres ni Geovanny estaban dentro de ella, nos sentamos sobre el sofá y de manera inconsciente vi todas las fotografías que estaban expuestas en la sala como prueba simbólica de la admiración que mis padres sentían por ella.

—Yo siempre he querido que alguien se sienta orgulloso de mí—desde la distancia toqué en el aire la sonrisa de orgullo que mis padres tenían hacia Angelina.—Pero solo causo decepciones—descendí mi mirada al suelo.

—Tú no has decepcionado a nadie, a la única persona que has decepcionado es a ti, tú eres a la única que le has fallado, a nadie más—mi hermana era tan filosofal, que podía hacerte sentir la mejor persona del mundo o la peor, sus palabras eran tan cautivadoras que llegaban hasta lo más profundo de tu alma.—Si te vieras con los ojos que yo te veo, te sentirías orgullosa de ti misma—confesó luego de un rato de silencio, me giré y vi que ella me estaba mirando mientras yo tenía mi vista puesta en aquellas fotografías enmarcadas.

No entendía cómo una persona como mi hermana, tan triunfadora, con un espíritu guerrero y con la pureza de su alma se sentiría orgullosa de alguien como yo, yo no lo estaba y al parecer nunca lo voy a estar.

—¿Cómo puedes sentirte orgullosa de un monstruo como yo?

—Tú nunca has sido un monstruo... —niega con la cabeza.

—Ellos siempre me lo dijeron, por ende siempre lo fui.

—Nunca nadie te ha dicho nada, tú solo te has puesto el título—sus pláticas eran tan estupendas, era como una psicóloga que me comprendía y yo siempre odié a los psicólogos.

—Sí que me lo han dicho—mi hermana me estaba llamando mentirosa.

—Si crees que eres un monstruo, eso serás, tú no tienes que hacer sentir orgulloso a nadie, a la única persona que debes lograr que se sienta orgullosa de ti, eres tú misma, no importa si decepcionas a alguien, con que nunca te decepciones tú de ti, lo demás sale sobrando—mi hermana tenía mucha más madurez que yo, y era impresionante su forma de ver la vida a su corta edad.—Hasta que tú aprendas a quererte alguien más te va a querer.

—No sé como quererme, nunca aprendí a hacerlo—bajé la vista al suelo, como si tuviera algo más interesante que Angelina.

—¿Alguna vez has amado a alguien?—preguntó.

—Sí—afirmé.

—Ámate como si fueras esa persona a la cual amas mucho, mírate a través de los ojos de alguien más y verás cualidades que ni tú sabías que existían, pero ahí están y muchas personas lo ven, menos tú—la conversación se había desviado demasiado, localizó mi mano con la suya y la acarició suavemente.

Estuvimos un rato charlando y admirando la vida de la otra, no sé qué tendría mi vida para que alguien como Angelina la pudiera admirar.

—¿Hoy puedo dormir en tu habitación? Nunca he dormido contigo y estaría encantada de hacerlo—se emocionó y subió rápidamente las escaleras.

—Angelina es muy temprano para dormir—subí las escaleras de manera más lenta.

—No me gustan las ojeras debajo de mis ojos, se ven horribles—toqué las ojeras que tenía bajo mis ojos al escuchar sus palabras.

—Gracias por el alago—llegué y abrí la puerta de mi habitación que estaba cerrada.

—¿Por qué tú habitación es negra? Las pocas veces que he estado aquí me lo he preguntado—encendió las luces, ya que difícilmente entraba luz, y si entraba era muy poca la iluminación que había.

—No lo entenderías.

—Yo pensaba que...

—Sí, a mí no me gusta el color rosa, porque siempre me recordaba a ti, todo lo que nunca iba a tener—confesé haciendo una línea recta con mis labios.

—Tu habitación se ve tan...—estaba buscando la palabra adecuada que me definiera.—Tan vacía—por fin la había encontrado.

¿Será por qué así estaba yo realmente o porque no había nada que lo llenara?

—¿Dónde están tus premios?—el estante que ella tenía lleno de premios el mío estaba lleno de navajas, libros y demás. Preguntó a pesar de que ya había estado aquí, no sé si era una burla.—¿Nunca has ganado un premio?—pasó su mano por aquel estante que estaba vacío.—¿Por qué coleccionas esto?—tomó la última navaja que había utilizado.

—Es algo que tampoco entenderías—le quité la navaja y la dejé en su lugar.

—Creo que me subestimas mucho, posiblemente entiendo las mismas cosas que tú pero no te das cuenta—se paró de cuclillas esperando alcanzar algo que estaba hasta arriba.

—¿A qué te refieres?—cuestioné dudosa.

—Es algo que tú tampoco entenderías—bromeó y empezó a reír. —¿Qué es esto?—alcanzó un libro sin título.—¿Puedo leerlo? Se ve muy interesante—hojeó las páginas y se detuvo en el principio de la historia.

—No, deja eso—se lo arrebaté de las manos.

—¿Por qué no tiene título? Tampoco tiene el nombre de la autora—me lo intentó quitar, pero lo coloqué algunos pisos más arriba.

—Porque la autora no quiere que nadie más lo lea—miré el suelo.

—¿Tú eres la autora? ¡Wow quiero leerlo con más ganas! Me encantaría saber si algún día sus padres la llegan a querer—creo que no se estaba dando cuenta.

A mí también me encantaría leer el final y saber si algún día mis padres me llegarán a querer, pero aún no conozco el final de una historia que a penas estoy escribiendo, no se conoce el desenlace de una historia llamada vida.

—No, yo no soy la autora—negué rápidamente con la cabeza.

—Déjame quedarme a dormir contigo, quiero abrazarte toda la noche—se subió a la cama poniéndose cómoda sin esperar una respuesta de mi parte.—Solo esta noche—unió sus manos mientras suplicaba con aquella mirada tierna con la que solía convencer a mis padres para ceder ante lo que me pedía.

—No, Angelina—negué con la cabeza señalando hacia la salida.

Y no porque no quería, porque yo estaba más que encantada con la idea de que ella durmiera en mi habitación y en mi cama para que me diera todos aquellos abrazos que había estado esperando a lo largo de todo este tiempo. El problema aquí eran mis padres, por más que yo quisiera y aunque demostrara que había cambiado mi forma de pensar hacia Angelina, ellos jamás aceptarían que alguien que la quiso matar estuviera cerca de Angelina, y los entiendo. Realmente los entiendo, ellos no confiaban en mí, ni en mis cambios, porque su mayor temor era que les destruyera lo que más amaban, porque ellos me habían destruido a mí.

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