9
Un par de veces me encuentro preguntándome que era lo que haría si estuviese en lugar de Jason, vivir con la persona que amabas y verla salir con alguien más, saber que esa persona no estará junto a ti. Sin embargo, me doy cuenta que nuestras situaciones son análogas —con algunas excepciones—, hemos sido lo bastante estúpidos como para enamorarnos de mujeres que están completa y absolutamente zafadas del coco. Y por supuesto, mujeres fuera de nuestro alcance.
Después de preparar la comida para Ángela y dejar una pequeña nota para avisarle que estaré trabajando el resto del día, tomo el abrigo gris del perchero y hago mi camino al restaurante. A medio camino me arrepiento de no haber traído algo más conmigo porque el frio es una puta perra. Me cuestiono un par de veces sobre si debería o no regresar por una bufanda o unos guantes y cuando un terrible viento sopla me respondo a mí mismo que quizá debería ir antes de que se congelen mis dedos. Cuando estoy de vuelta en la puerta del departamento me encuentro con una figura femenina que conozco bastante bien.
—Vaya— es lo primero que digo. Ella se gira y por primera vez la veo sentir vergüenza. Sus mejillas se colorean de un gracioso color rosado y enseguida sus cejas se fruncen.
—Hombre— se queja —, cállate por favor— ahogo mis inmensas ganas de reírme y le pregunto:
— ¿Por qué en la vida ibas a vestir así? — la observo de pies a cabeza y me detengo en la ropa que está usando un par de segundos antes de volver a su cara.
—Mierdaaaaa— dice. — ¿Me veo así de ridícula?
—Si te digo la verdad probablemente patees mi culo— me tapo la boca antes de que la risa salga. Ella esta vestida con un ridículo vestido verde que parece sacado del armario de su bisabuela, un abrigo negro largo que parece intentó usar para cubrir el ridículo vestido verde (cosa que no funciono, porque el vestido llegaba debajo de las rodillas) y unos zapatos verdes que parecen quedarle solo un poco más grandes. Se soba las sienes y me mira.
—El abuelo acaba de tener un infarto o algo así...
— ¿Algo así? — pregunto, algo impactado.
—Eh— se encoge de hombros —no es el primero... y tampoco el ultimo; el punto es que la abuela quiere que valla a verlo para que se sienta mejor.
— ¿Por eso estas vestida así?
—Si... Venía a ver si querías...
—Trabajo— me encojo de hombros. Ella se encoge de hombros como restándole importancia.
—Estaré ausente hasta el fin de semana. ¿Podrías decirle a Ángela que no podré cuidar al pequeño Mike este sábado?
—Claro— sonrío. Hicimos nuestros caminos juntos hasta la entrada del edificio y cuando vi que el autobús estaba a punto de irse sin mí, me despedí con prisas de Sarah y le grite al conductor que esperase. Una vez dentro, me siento hasta atrás, que es el único lugar disponible y me arrepiento cuando veo a una figura femenina que detesto. Considero bajarme del autobús y esperar el siguiente (que pasaría dentro de quince minutos) pero descarto la idea, porque eso sería demasiado idiota. Como era de esperarse, toma asiento junto a mí y con un éxito del que me enorgullezco bastante logro ignorarla todo el camino, y ruego a Thor que ella se baje antes que yo; pero ya saben, la vida (al igual que el frio) era una perra... nos bajamos en el mismo puto lugar y por si eso no fuese poco, como si la vida o el destino o el puto universo no me odiasen ya lo suficiente, ella estaba en el restaurante justo cuando comenzó mi turno, en la mesa cuatro. Justo como la primera vez que la vi después de que me lanzó su bebida.
Pero esta vez... se veía increíblemente hermosa. Que estúpido que era, me repetí a mí mismo una y otra y otra vez, porque ella estaba usando exactamente lo mismo que aquella vez que declare que se veía terrible , pero ahora... ahora que ella me gustaba, no habría manera de que se viese más hermosa que esa terrible y fría mañana de diciembre. Y me recordé a mí mismo lo idiota que era.
Por pensar en ella de esa manera.
Por haberme fijado en alguien que... me detestaba.
Esta vez, no fui tan cobarde como aquel día hace casi un año. Me acerque a ella y con la mejor sonrisa fingida que pude poner en mi rostro tomé su orden. Pidió exactamente lo mismo que pidió aquella vez. Un café americano bien cargado y un muffin de fresa. Intente que no notase lo nervioso que me ponía –porque no, no bastaba con que ella me gustase y esa mierda, ahora también me ponía nervioso ¡genial! – y dejé lo más rápido que pude la orden frente a ella. Mi plan había funcionado... hasta cierto punto.
Puta vida.
—Matthew— ella me llamó antes de que me diese la vuelta. La miré esperando que hablase primero y cuando no lo hizo me di la vuelta y atendí la mesa siete.
No, no se fue después de terminar su primer café, o el segundo o el tercero. Hubo un momento en el que considere decirle que tanta cafeína en tan poco tiempo podía hacerle daño, pero descarte la idea después de pensarla un par de segundos. Pasaron exactamente tres horas y cuarenta y cinco minutos antes de que se levantase. Tomó sus cosas y se acercó a la caja registradora, Lucy (que parecía no recordarla) recibió con amabilidad su pago y le deseó, como a todos los clientes, un excelente día.
Como un idiota me pregunté durante más de un par de horas porque ella esperó tanto tiempo, si estaba esperando a alguien o si estaba esperando que algo sucediese, algo en mi interior (muy, muy en el interior) quería creer que ella quería en realidad decirme algo. Sin embargo, por lo idiota que era, no dejaba de pensar en que ella me odiaba.
Aquel día cerramos a eso de las once; Lucy y yo terminamos de limpiar casi a la una.
Incluso aunque habían pasado más de un par horas, no había podido dejar de pensar en ella diciendo mi nombre y era estúpido lo sabía, pero era algo que sucedía cuando alguien te gustaba. Ugh. ¿Por qué tenía que gustarme alguien como Melanie? Debería haber encontrado a una chica que estuviese a mi nivel... pero yo no quería a una chica de mi liga yo quería a Melanie. Y sé que sonaba bastante idiota de mi parte y que quizá debería darles una oportunidad a las chicas que estaban a mi alcance, pero la verdad era que no quería, a mí me gustaba Melanie porque...
Me detengo en la puerta, y me pregunto a mí mismo algo que no había podido responderme aún ¿por qué me gustaba Melanie? Miro hacia ambos lados y cuando no veo ningún taxi venir, decido que será mejor llamar uno.
Después de hacer la llamada, vuelvo a pensar en ella, y alguna razón coherente por la cual ella me gustaba. Después de un par de minutos sin encontrar una buena respuesta, me doy cuenta que no estoy solo, y que debí haberlo notado antes. Miro hacia la izquierda y una pequeña silueta femenina se acerca a mí.
—Ma-Matthew— ella tartamudea y se acerca a mí.
— ¿Qué haces aquí?
—No lo sé— pongo los ojos en blanco.
— ¿Estas esperando a alguien?— ignoro eso que me golpeó por dentro.
—No— ella susurra.
—Oh— digo simplemente, y esta vez ignoro ese sentimiento de alivio que crece en mi interior. Después de un par de segundos de silencio, un taxi se estaciona frente a mí. —Yo, creo que debo irme— hablo con torpeza. — ¿Estarás bien? — las palabras salen sin permiso.
—Yo... eh, llamare un taxi— saca de uno de sus bolsillos su teléfono y con torpeza marca los dígitos.
¡Soy un idiota! Me digo a mi mismo antes de que las palabras salgan de mi boca:
—Podemos compartir el taxi— ofrezco. Puedo verla dudar, y en seguida me arrepiento de preguntarle, sin embargo un segundo después, aún insegura, ella asiente con la cabeza.
La dejo subir primero.
El camino fue silencioso, más que eso, creo que incluso el conductor pudo sentir la tensión que había entre nosotros, lo miro a través del retrovisor y lo veo haciendo una mueca, probablemente esté tratando de buscar un tema de conversación, pero cada vez que está a punto de abrir la boca parece arrepentirse, la identificación que cuelga del espejo retrovisor dice que su nombre es Carlos Martínez y en seguida le recuerdo... había sido mi taxista más de un par de veces cuando salía tarde del trabajo, incluso algunas veces cuando me dieron las cuatro de la mañana en Down Town.
—Carlos— sonrió con nerviosismo.
—Mateo— me dice con una sonrisa algo forzada.
— ¿Cómo esta Mary? ¿Y los niños? — le pregunto, en un intento por hacer una conversación casual, tratando de hacer mi mejor esfuerzo para que ella no sepa lo nervioso que me pone estar en un lugar tan pequeño con ella y... agito la cabeza cuando me doy cuenta que Carlos está hablándome.
— ¿Cómo vas con la escuela? — pregunta y me doy cuenta que me he perdido su respuesta a mis preguntas.
—Está bien— me encojo de hombros y sonrió un poco, hablar de la escuela siempre me ponía feliz. —Tengo que entregar un cortometraje para el final del próximo semestre y... aún no decido un tema—hago una mueca cuando recuerdo que quizá (solo quizá) debería estar comenzando con el trabajo.
—Estarás bien— dijo con la seguridad que yo debería tener.
—Gracias— me limpio las manos en los pantalones y continuo: —no estoy seguro si debería hacer un fragmento de una obra o incluso de un libro... he pensado que quizá debería filmar las calles de la ciudad... no lo sé, quiero filmar tantas cosas que si lo hago, dejaría de ser un cortometraje— me rio un poco. —Además si quiero hacer el fragmento de una obra necesitaré actores... y un montón de gente que me ayude, por lo que no estoy tan convencido de ello. Había pensado hacer algo sobre mi sobrina— sonrío cuando recuerdo a América— pero creo que eso está bastante gastado— hago una mueca. Suspiro. — ¿Alguna idea Carlos?
—Puedes filmar la vida de un taxista— y cuando ríe su bigote vibra, me rio con él y cuando se estaciona frente a mi edificio le pregunto:
— ¿Cuánto te debo?
—Está bien, déjalo así.
—Gracias— me bajo, pero antes de cerrar la puerta digo: —Envíale mis saludos a Mary— cierro la puerta del taxi y me dirijo a la entrada del edificio.
A veces, solo a veces, creo que debería poner más atención a mí alrededor, porque no es sino, hasta un par de segundos después que me doy cuenta que ella estaba a mi lado, algo confundido le pregunto:
— ¿No ibas a ir a casa? — ella juguetea con sus dedos antes de responder.
—Er... si, pero debo decirle algo a Ángela.
—Ella probablemente esté dormida— señalo lo que es obvio.
—Le envié un texto antes de llegar— se defiende agitando su teléfono hacia mí. Suspiro, cansado y abro la puerta para ella, como siempre antes de aceptar un gesto mío dudó, pero un segundo después pasa frente a mí.
Me pregunto un par de veces durante el camino por qué era que ella siempre dudaba antes de aceptar algo de mi parte y después de darle vueltas durante tres plantas y media, no encuentro (una vez más) una respuesta coherente. Saco las llaves del bolsillo derecho del abrigo y tratando de hacer el menor ruido posible abro la puerta, esperando que no haga ese horrible chirrido que siempre hace, abro con cuidado la puerta, la dejo entrar primero y sin decir una sola palabra hago mi camino hacia la recamara.
Pero, por supuesto, el asunto no termina allí.
—Matthew— ella dice con más seguridad que la última vez. Me volteo y vuelvo a mirarla, de pies a cabeza, tiene el cabello revuelto y está usando una bufanda rosa, que combina con sus tenis rosa chillón ¿Qué tenía ella con el rosa? Sostiene su teléfono entre las manos, pegadas a su pecho. —Yo...— comienza, aprieta con más fuerza su teléfono y me mira directo a los ojos... por primera vez en mucho tiempo le sostengo la mirada y ella continua: —lo siento— susurra tan bajito que si no hubiese un silencio mortal no creo que hubiese sido capaz de escucharla. Sacudo mi cabeza de un lado a otro.
— ¿Eh?
—Si— se acerca un par de pasos. —Lo siento.
— ¿Por qué? — digo como estúpido.
—Por ser... ya sabes.
—No lo sé.
—Por ser una perra.
—Está bien— digo incluso aunque no estaba bien. — ¿Eso es todo? — me doy la vuelta cuando no responde.
—No es todo— dice, pero esta vez no me doy la vuelta. —Yo, siento lo que dije el otro día. Sobre que eres gordo...
—Soy gordo— le confirmo.
—No quería usarlo como un insulto— continua sin hacer mucho caso de mi comentario. —Yo, es solo que... no lo sé... sé que he sido una perra contigo y que hasta cierto punto merezco la indiferencia con la que me tratas... pero...— se detiene. Esta vez me doy la vuelta, me acerco a ella y la tomo por los hombros.
—No te entiendo— digo con la respiración agitada. —Primero eres una completa perra conmigo y me tratas peor que una basura... después, cuando creo que podría haber alguna clase de relación amistosa, dejas de hablarme e incluso me evitas, pero entonces, estas en mi maldito salón de clases, arriesgándote a que llamen a la policía y cuando te pregunto sobre eso, lo evitas y dices que soy un maldito gordo y que no somos amigos... y no te entiendo, no entiendo nada de lo que haces. Y ya me cansé— la suelto despacio y me alejo. —Soy solo el maldito amigo gordo con el que no quieres tener nada que ver. Y está bien, pero ya me cansé de intentar entenderte, de intentar ser... tu amigo.
—Matthew— ella dice despacio. —No— susurra.
— ¿No qué? — me desespero.
—No es eso, es solo que yo... no puedo con todo esto.
— ¿Qué es todo esto? — agito las manos alrededor.
—No quería decir todas esas palabras que dije— continua ignorándome. —Lo siento, de verdad... espero que podamos llevarnos bien de ahora en adelante y...
— ¿Por qué estabas aquella vez en mi clase? — la corté.
—Fui a ver a un amigo.
—No te creo— dije como aquella vez. — ¿Por qué me evitabas?
—No te evitaba— respondió, las manos le temblaban, pero lo ignore lo mejor que pude.
—Está bien— suspire con cansancio. —Todo esto... no tiene sentido. Creo que ya sabes, deberíamos tratarnos como los extraños que éramos antes del embarazo de Ángela. No voy a evitarte, porque no soy un idiota, pero tampoco esperes amabilidad de mi parte. Buenas noches— me di la vuelta y entre a mi habitación.
Estuve dándole vueltas al asunto durante un par de horas y me pregunté si había sido un idiota por decirle todo eso, o si había hecho bien en decirle eso, o si había sido demasiado grosero... hubo un momento de la noche en que me pregunte si ella también estaba pensando en eso o si simplemente le había dado igual.
Algo en mí pedía que una pequeña parte, aunque fuese solo una pequeña parte de ella, estuviese pensando en lo que había sucedido esa madrugada.
Incluso aunque sabía que era imposible que ella dedicara un solo pensamiento hacia mí.
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