5
No me había dado cuenta de cuan molesto estaba hasta que mi novena o decima cerveza me lo dijo, bueno, no literalmente, Jason estaba contando mis cervezas, así que supuse que me veía tal y como me sentía, como un idiota. Lo peor de todo, era que ni siquiera había llegado a decirle que sentía alguna clase de atracción hacia ella, porque entonces todo aquello habría sido peor y probablemente ni siquiera hubiese salido de mi habitación por uno o dos días o el tiempo que me tomase superar aquello.
Cuando salí de la ducha, Ángela me preguntó si me sentía bien o algo, porque normalmente mis duchas duraban de quince a veinte minutos, le dije que me encontraba bien, mejor que nunca. Bueno, quizá ese mejor que nunca había sido demasiado, pero fue lo único que me salió. No preguntaron sobre la silla rota, lo cual agradecí profundamente; no quería hablar de eso, al menos no en ese momento o al menos no sobrio. Jason había mantenido la promesa que me había hecho un par de meses atrás, cuando Mike nació: No follare con chicas al azar durante un tiempo. Le dije que sería solidario y que lo acompañaría en su época de sequía, incluso aunque no era muy difícil para mí. Así que ambos estábamos sentados en uno de los tres sofás que estaban en el departamento de Sebastián, rodeado de personas que probablemente necesitaban una habitación o por lo menos un lugar menos iluminado. Observamos desde el sofá como alguien arreglaba una hilera de veintidós caballitos para Sebastián.
Sebastián estaba ebrio hasta el culo, pero incluso así, se acercó con valentía —toda la valentía que el alcohol podía darte— y se tomó todos y cada uno de los caballitos. Oh hombre, mañana tendría una resaca de los malditos mil demonios. Me olvide de eso cuando lo vi tomar un poco de tequila directamente del cuerpo de una sexy mujer rubia, suertudo de mierda. Y sabía que Jason estaba pensando lo mismo. Sebastián follaria esta noche lo que nosotros no. Todos brindamos por Sebastián cuando su hermano mayor hizo un brindis ebrio-improvisado. Pasadas las dos, o las tres, realmente no lo recuerdo, Jason, que estaba muchísimo más sobrio que yo me preguntó por la silla.
—Pues, se rompió— respondí dándole un sorbo a mi cerveza.
—Ya se, — Jason rio y gruñó al mismo tiempo — ¿por qué rompiste la puta silla?
—Porque estaba enojado— comencé a reírme y él me acompañó. Después de estar riendo un rato le dije: —Me gusta Melanie— solo se me salió, me reí un poco esperando que Jason lo tomase como una broma, pero se puso algo serio, cosa que me pareció demasiado gracioso, así que apachurre su cara y le pedí que se riera, no me hizo caso. —Ríete— me enfade cuando vi que no quería obedecer y estire sus mejillas, siguió sin reír — ¡ya ríete! — de pronto, sin saber porque, el que Jason no se riese cuando se lo pedí me puso de mal humor. —Está bien— gruñí y me puse de pie para tomar otra cerveza.
—Oye, hombre— Jason se puso frente a mí. —Creo que ya es suficiente.
—Déjame en paz— gruñí y lo empuje a un lado.
—Vamos hombre— se volvió a meter en mi camino y aquello solo me hizo sentir incluso más furioso. — ¿Qué sucedió?
—Ninguna puta cosa— gruñí y por fin encontré una cerveza, alguien cuyo nombre no recuerdo, mucho menos su rostro, la destapo para mí. Me la bebí casi toda en seguida, Jason me miró preocupado, pero aquello solo me hizo enfurecer aún más. — ¿Por qué? — Le pregunté a nadie en específico — ¿por qué tenía que ser ella? — él me miró sin comprender. —Tú tienes a todas las mujeres a tus pies, chasqueas los putos dedos y una mujer desnuda aparece en tú cama. Enamoras sin querer a todo el mundo y eso te divierte. Maldita sea— me enfurecí incluso aún más. —Lo tienes todo— gruñí. Y lo golpee, directo en el mentón, justo como me él había enseñado.
—Hombre cálmate— le escuche decir, volví a golpearlo. — ¡Ya basta! — lo escuche gruñir, de pronto él estaba sobre mí, furioso, también me golpeaba, a penas alcance a evitar algunos golpes. — ¿Crees que mi vida es perfecta? — gruñó mientras me daba otro puñetazo, escuche a alguien que pedía que nos separasen, pero todos parecían más concentrados en observar al chico gordo y al chico increíblemente atlético pelear, eso me enfureció aún más. —La única mujer a la que he amado se está enamorando de alguien más,— gritó —mi vida no es sencilla, ya estoy pagando las consecuencias de todo lo que he hecho— me gritó en la cara. Se distrajo y lo tomé como una oportunidad para darle vuelta al asunto. Yo estaba sobre él.
—Eso es tu puta culpa— le di un puñetazo. —Te lo buscaste— le grite en la cara, justo como él me había gritado. —La única mujer que me ha gustado jamás, me odia porque soy un puto gordo— lo golpee. —Joder— gruñí y escupí hacia la izquierda. Alguien me tomó por los hombros, pero no intenté zafarme. —Cuando una chica nos ve... cuando estoy contigo... nadie me ve. Porque solo soy el gordo de mierda que te hace ver más guapo; y... cuando una chica se acerca a mí... cuando me habla... ni siquiera hablan para estar conmigo, quieren una manera sencilla de llegar a ti. Estoy cansado de esta mierda— gruñí, me zafé de los brazos del desconocido y salí del departamento.
El encuentro con Jason me había puesto más sobrio de lo que habría deseado; como las llaves las tenía él, decidí llamar a la única persona que sabría vendría por mí a las tres de la mañana.
—Mierda— dijo bajando del taxi. — ¿Qué demonios te pasó?
—Tuve una pequeña pelea— sonreí de lado.
—Bueno...— analizó mi rostro. —Esa pelea no tuvo nada de pequeña— me encogí de hombros. —Supongo que no quieres hablar de eso.
—Estas suponiendo bien— le sonreí. —No puedo ir a casa por ahora...— me pare en seco.
—No te preocupes— dijo subiendo al taxi, subí después de ella. —Te llevare conmigo por esta vez.
—Gracias— ella le indicó la dirección al taxista y yo cerré mis ojos. —Mierda— gruñí —que maldito dolor— me quejé. Ella se quedó callada, y aunque mis ojos estaban cerrados sabía que ella estaba observándome. —No me mires así.
—No te estoy mirando— murmuró. Me reí un poco. El taxi se detuvo frente al edificio y pagué al taxista. El camino hasta su apartamento fue bastante silencioso. Ella abrió la puerta y me dejó pasar primero. Una vez dentro, cerró la puerta y se giró a verme. —Sé que no vas a decirme nada, pero al menos déjame limpiar tu cara, — hizo una mueca de dolor. —Los chicos son tan idiotas— gruñó. Le di la razón en silencio.
La seguí hasta el baño. Sacó su botiquín y mojó un algodón con un poco de alcohol; intentó alcanzar una de mis heridas poniéndose de puntitas, pero cuando no funciono, me pidió que me sentase en el váter. Cuando el algodón toco mis heridas ardió tanto que agradecí estar un poco ebrio, gruñí un par de veces antes de que ella me mandara a callar diciendo que lo merecía por haberme metido en una pelea y no se cuanta mierda más. Aguanté mis gestos de dolor sin éxito alguno. Cuando terminó lanzó los algodones al bote que estaba a mi derecha. Le miré en la oscuridad y de pronto mis manos rodearon su cintura atrayéndola hacia mí, escondí mi rostro en su estómago, aspire su olor. Fresas, ella siempre olía a fresas. Me di cuenta de que usaba su ridícula piyama de osos y sonreí de lado. La apreté incluso más fuerte contra mí, y ella abrazó mi cabeza enredando sus dedos en mi cabello, gemí en contra de mi voluntad y ella volvió a hacerlo. Besé su estómago y ella soltó una risita. Me puse de pie y volví a tomarla por la cintura, pero esta vez la puse sobre el lavabo, tomé su rostro entre mis manos y la besé, sus labios se sentían tan cálidos que la bese con más urgencia, la tomé por detrás de las rodillas y la acerqué a mí, ella mordió mi labio inferior y solté un gemido en respuesta, abrí la boca y la acerqué muchísimo más a mí. Unos minutos que me parecieron segundos después me alejé de ella y antes de que una palabra saliera de mi boca ella volvió a besarme, enredó sus manos detrás de mí cuello y esta vez yo mordí su labio inferior, ella gimió despacio y volví a alejarme.
—No digas nada— dijo besándome una vez más. Acaricie sus piernas unos segundos antes de levantarla del lavabo, enredó sus piernas a mi alrededor y volvió a jugar con mi cabello, con mi mano libre le quite la liga que sostenía su cabello y acerque su rostro más a mí. La senté una vez más en el lavabo y le quité la ridícula camiseta de ositos. La contemplé un par de segundos antes de volver a besarle. Acaricie su delicada espalda y ella gimió mi nombre en respuesta.
—Sarah— murmuré entre besos.
—Matt— gimió mientras la acariciaba. —Vamos...—la tomé entre mis brazos ehice mi camino a su habitación.
N/A: Ta da! Espero que hayan disfrutado esta mini maratón, de ser posible intentaré subir otro pequeño capitulo este fin de semana, si no, por favor no me odien :(
¡Besos!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top