3
Cuando llegué a casa esa noche, supuse que Jason había follado con una chica nueva, porque Sebastián traía puestos los audífonos y se había quedado dormido sobre la pequeña mesa que estaba cerca de la entrada, y eso solo sucedía cuando tenía un examen importante el día siguiente y Jason estaba muy... ruidoso. Pateé la silla de Sebastián unas tres veces y cuando no funciono, jale su silla hacia atrás; después de casi gritar una maldición, levantó las manos en señal de rendición y dijo:
—Era broma Jason, eres más guapo que yo, lo juro— cuando estuvo realmente consciente de lo que dijo, se talló los ojos y me miró. —Eres solo tu imbécil— gruñó.
—Buenas noches para ti pajarillo— le di un golpe en la espalda y dejé mis cosas en el destartalado y viejo sofá que estaba junto a la mesa y me senté. — ¿Cómo está la chica de hoy?— pregunté para hacer conversación.
—Es caliente, ya sabes— se encogió de hombros —como le gustan a Jason.
— ¿Cómo va la escuela?
—Joder hombre— se quejó mientras se dejaba caer en la silla nuevamente. —No sé si todavía quiero estudiar medicina — me reí un poco. — ¿Qué tal la escuela?
—Bueno, si no tomas en cuenta que necesito comprar una costosa cámara nueva, todo está bien— me encogí de hombros.
Escuchamos el sonido de una puerta abriéndose despacio.
Me di la vuelta, observando el pequeño cuerpo salir de la habitación de Jason. ¿Qué estaba haciendo ella aquí?
—Mierda— la escuche murmurar. —Hola chicos— agito su mano hacia nosotros, intentando ocultar su vergüenza.
—Hola—Sebastián dijo antes de volverse a ver su libro.
Él nunca le diría a Jason que odiaba lo que hacía con las chicas. No importaba que las chicas fuesen calientes como el infierno, Sebastián era de esos chicos poéticos y cursis que cuando estaban con una chica era porque las cosas van realmente en serio. No solo odiaba lo que Jason hacía, odiaba lo que las chicas hacían para estar en su cama.
Él no las llamaba putas como yo lo hacía, pero igual odiaba la manera en la que parecían regalarse a un extraño, solo una noche. Y como que lo admiraba, o al menos esa parte de él, ninguna de sus relaciones duraba menos de seis meses, que era más de lo que duraban las novias de Jason y obviamente más que las mías.
Lo curioso de ese momento era que Jason no repetía alguna chica, de hecho su filosofía de vida era:
No importa lo bien que folle, nunca la folles después de haber terminado con ella. Nunca.
Su palabra favorita era follar. De hecho, estaba seguro que si pudiese follar todos los días lo haría.
Probablemente estoy haciéndoles sentir incomodo con la palabra follar, intentare dejar de decirla.
—Ángela— la miré con lastima. Su cara se puso roja de la vergüenza. —Hola— dije algo incómodo.
—Yo...—tartamudeo —tengo que irme— continuó su camino. Sebastián se levantó tan rápido que su silla terminó en el suelo, apretó los puños y con paso furioso camino hasta estar frente a ella.
Solo había visto a Sebastián tres veces enojado.
Cuando su novia lo engañó un par de años atrás, cuando unos chicos me siguieron hasta el departamento mientras gritaban un par de insultos mientras me arrojaban todo tipo de cosas y cuando supo que Ángela seguía acostándose con Jason.
Ángela trago duro, intimidada por el gran cuerpo de Sebastián y entonces tan crueles como habían sonado sus palabras, habló con un tono de voz suave.
— ¿No lo entiendes?— murmuró. —Él no te quiere, solo está jugando contigo ¿Crees que puedes cambiarlo? ¿Crees que esto es una jodida novela adolescente? ¿Sabes cuantas chicas han caminado por esa puerta de la misma manera que tú? ¿Con la ropa interior en la mano? ¿Lo sabes? —se detuvo un segundo, pensando bien sus siguientes palabras —Iba a decir que lo siento, pero no lo siento. Él solo quiere follar contigo. ¿Piensas que contigo será diferente? ¡Una jodida mierda! La culpa no es de Jason. La culpa es tuya— se pasó la mano por el cabello. — ¿Cuántas veces te he visto cruzar esa puerta?— sus palabras me tomaron por sorpresa, no sabía que Ángela visitaba con frecuencia el apartamento, le di una mirada a ella, esperando alguna reacción de su parte. — ¿Cuántas veces te he visto llorar por él?
— ¿Acaso tu serías mejor? — preguntó con voz fría y tajante.
—No— Sebastián le dio una mirada dura —Ni siquiera me gustas—admitió. — ¿Acaso tan poca autoestima tienes? ¿Sabes qué? Voy a decirte lo que seguro ya sabes pero no quieres admitir— se acercó un poco más. —A él—señaló la habitación de Jason —le importan una mierda las mujeres como tú. ¿Jugar con los sentimientos? Su deporte favorito. ¿Por qué tendrías que ser diferente? — Se mofó — No eres ni la primera ni la última mujer que ha cruzado esa puerta. No porque te haya follado más de tres veces significa que está enamorado de ti.
—Sebastián— me acerque a él —basta— me ignoró.
—Creo que deberías alejarte de él antes de que enamores aún más— sostuve a Sebastián por el hombro, alejándolo de Ángela.
—No puedo alejarme— susurró Ángela. —Estoy embarazada.
«Jodido Cristo bendito»
—Jodido Cristo bendito— ¿había dicho eso en voz alta?
No ese había sido Jason. ¿Cuánto había escuchado? Caminó hecho una furia hasta el centro de la habitación. Ángela se quedó quieta en su lugar.
— ¿Estas embarazada? — Ella no contestó — ¡Respóndeme! — tomo a Ángela por los hombros y la sacudió. — ¿Cuánto tiempo tienes? ¿Desde cuándo lo sabes? — frunció el ceño. —Contéstame.
—Dos meses— susurró con voz queda.
— ¿Dos meses?— se pasó las manos por el cabello. — ¿Planeabas decírmelo?
—No— dio un paso hacia atrás, tratando de poner la mayor distancia posible entre ellos.
Jason tomó las llaves de su auto y salió dando un portazo. El silencio inundo la habitación, escuchamos el motor de un auto. Y enseguida, Ángela comenzó a llorar.
Ella estaba en el suelo. Me acerque a ella para ayudarla a ponerse de pie, de inmediato aceptó mi ayuda.
— ¿Quieres que...— tragué duro —llamemos a alguien?
—No. Yo solo...— miró a todos lados —tengo que irme— y sin decir una sola palabra, se fue.
— ¿Tanto odias a Jason?— me dirijo a Sebastián.
—No lo odio... al menos no por completo— se rascó la barbilla, tratando de encontrar las palabras correctas. —Odio la parte de él que le hace esto a las chicas.
Jason volvió a eso de las cuatro de la mañana, cuando Sebastián y yo ya estábamos durmiendo, lo escuche reírse un par de veces y pedir silencio a la chica que iba con él. Y no pude evitarlo, me enoje. Me puse de pie lo más rápido que pude y con una almohada en la mano fui a enfrentarlo.
— ¿Qué mierda Jason?— aventé la almohada a su cabeza.
—Cabrón— murmuró — ¿Cuál es tu jodido problema?
— ¿Cuál es tú jodido problema?— intento llegar hasta donde yo estaba, pero apenas dio dos pasos y se tropezó con sus propios pies. La chica que lo acompañaba soltó una carcajada.
Estaba tan borracho como una cuba. Y normalmente era gracioso cuando se ponía así de borracho. Pero esa noche fue diferente. Camine directo hasta donde él estaba intentando ponerse de pie, tomándolo por la camiseta lo levante y le di un puñetazo. Justo en el ojo, fue a dar al suelo.
—Hijo de puta— murmuró.
— ¿Qué mierda te pasa? Y ¿Quién demonios es ella? — la señalo con el pulgar.
—Yo soy Mary— la chica me tendió la mano. La rechacé.
—No me importa una mierda tu nombre— le gruñí a la chica. —Él va a tener un bebé— le dije a Mary. Ella abrió la boca, miró a Jason y después de mirarme a mí, volvió a mirarlo a él.
—Maldito gordo... ¿Quién te crees que eres?— intentó ponerse de pie pero la borrachera no se lo permitió. —No porque tú no puedas conseguir una chica a quien follar, no significa que puedas arruinar mi maldita noche.
— ¿Es eso cierto Jason?— él se quedó quieto.
—Vamos hombre— lo ayudé a levantarse y lo cargue sobre mi hombro como un costal. —Será mejor que te vayas. Él te llamará mañana— le mentí a Mary.
Sin decir una palabra más, lleve a Jason a su habitación y lo avente a su cama, antes de salir le escuché decir:
—No quería decir lo que dije.
—Lo sé hombre. Pero igual tienes boca de culo.
La segunda vez no me despertó Jason o Sebastián, como normalmente sucede. Los incesantes golpes en la puerta me despertaron. Pensando que alguno de mis dos compañeros abrirían la puerta deje que el misterioso amante de las mañanas del domingo siguiese tocando la puerta, después de un par de minutos supe que ninguno de los dos inútiles abriría la puerta.
Así que con una flojera y lentitud admirables, fui a abrir la puerta. Y ni bien la abrí la persona del otro lado comenzó a gritarme un sinfín de insultos. La mire con sorpresa, esperaba a cualquier otra persona.
No sabía que las chicas sabían tantas groserías, pero era La Perra así que no esperaba menos. Ella me miro bien.
— ¿Dónde está esa pequeña mierda? Voy cortarle la polla, hacerla picadillo, freírla como papas fritas y hacerle comérsela para que luego la vomite y hacerlo comer su propio vomito.
—Aunque me gustaría verte haciendo eso, es mi deber como mejor amigo detenerte. ¿Qué quieres? — sostengo la puerta, evitando que entre.
— ¿Dónde está?— volvió a preguntar, intentó dar una mirada dentro del departamento, no la deje.
— ¿Qué quieres?— volví a preguntar, de una manera menos amable.
— ¿Dónde está?— intentó empujarme, pero su pequeño cuerpo no era nada comparado con el mío.
— ¿Qué quieres?— repetí, impaciente.
—Quiero ver a esa pequeña mierda.
—Bueno, para eso necesitas un espejo— sonreí. La única razón por la que creo que no me pateo en las bolas había sido porque Jason acababa de entrar en la habitación, acercándose al refrigerador por una bolsa de hielo.
—Hombre— se sobó la cabeza con la mano que tenia desocupada—No me dejes beber así de nuevo.
Ella intento pasar de nuevo, no me moví ni un centímetro. —Tu— dijo con voz amenazante. —Hijo de puta.
—Con la señora Collingwood no te metas— dije.
—Cállate idiota— me escupió.
— ¿Quién se supone que eres?— Jason bostezó, una mano en su boca y otra sosteniendo la bolsa de hielo sobre su ojo.
—Eso no importa, vengo a cortarte las pelotas en nombre de alguien más.
— ¡Oh! — Jason pareció reconocerla. —Eres la amiga de Ángela— se rascó la nuca.
—Sí, Ángela. La chica que va a tener a tu bebé— gruñó intentando pasar por la puerta. —Pequeño pedazo de mierda, personas como tu deberían dejar de vivir.
— ¿Personas como yo?
—Personas que no se hacen cargo de sus hijos— lo fulminó con la mirada.
—Déjala entrar Matt.
— ¿Seguro? Hace un momento ha dicho que hará algunas cosas muy... interesantes con tus partes privadas— él tragó duro antes de asentir.
Me hice a un lado con un gesto despectivo y le indiqué con una mano que podía pasar. Jason estaba más tranquilo de lo que esperaba.
—Supongo que debo irme.
—No— Jason dijo algo incómodo. —En algún momento lo sabrás— se encogió de hombros. Ella se sentó en el sofá, Jason se sentó en la misma silla en la que Sebastián había estado sentado unas horas atrás y yo me quede de pie manteniendo una prudente distancia con La Perra.
— ¿Qué dijeron sus padres?
—Quieren que aborte— les escuche gruñir al mismo tiempo, pero miré a Jason primero. Frunció el ceño y la miró.
—No voy a dejarla— comenzó, sorprendiéndonos a ambos. —Tendremos a ese niño juntos— se pasó las manos por los pantalones, nervioso. —Sí, sé que soy un hijo de la gran puta. Pero jamás dejaría un hijo mío por allí. No quiero que un día le pregunte a su madre donde estoy y que ella solo pueda responderle que no he tenido los cojones suficientes para hacerme cargo de él. No dejaré que Ángela aborte— agacho la mirada —, ella no podría soportarlo, ni siquiera yo podría soportarlo. No quiero que ella despierte un día, lamentando esta decisión, odiándome, odiándose a sí misma— guardo silencio un momento, suspiró y continuó: —No puedo prometerte que voy a enamorarme de ella.
Pensé que La Perra iba a darle un puñetazo en el ojo sano, pero el golpe nunca llegó.
—Pero...— Jason prosiguió —Prometo estar ahí para ella. Prometo amar incondicionalmente a nuestro hijo.
— ¿Qué vas a hacer?— apretó los labios.
—Ella tiene un futuro en la medicina, eso lo sé— ella asintió. Jason tragó duro. Sabía lo que iba a decir y sabía que le dolía. —Voy a dejar la escuela. Quiero que ella siga estudiando— suspiró de nuevo. —Voy a pedirle que viva conmigo.
— ¿Dónde?
—Aquí; por la madrugada hablé con Sebastián. Él dijo que había encontrado otro lugar para vivir, y que de cualquier manera iba a irse, porque según él, la escuela y su trabajo están algo lejos del departamento y todo el estrés está acabando con él o algo así— se rascó la nuca. — ¿Alguna otra pregunta?
—Sí, ¿Cuándo planeabas decirme que va a haber un bebé en mi apartamento?
—Bueno, hombre— se acercó a mí. —Ahora— me golpeó un hombro.
—Pensé que no querías al bebé— había olvidado por un momento que La Perra estaba aquí.
—No esperaba que ella estuviera embarazada y debo admitir que la noticia me dejo... en shock. Pero estuve pensando algunas cosas y... ella no merece algo así. Voy a cuidarlos con mi vida. Lo prometo.
—Está bien. Basta de cursilerías. Te creo— se lo pensó mejor. —Por el momento— se acercó amenazante a Jason y lo señalo con el dedo índice, él levanto las manos. —Pero si huyes juro que te encontraré, pequeño pedazo de mierda y si lastimas aunque sea un poco a Ángela, juro que voy a cortarte las pelotas.
—No dudo que lo harás— tragó duro, ella dio la media vuelta y caminó hacia la puerta. Cuando la perilla estuvo entre sus manos se detuvo, y nos dio una mirada llena de tristeza. Aquella fue la primera vez que pensé que ella era humana.
—Solo... no le digas que no vas a enamorarte de ella— apretó un poco la perilla antes de por fin abrir la puerta—, no lo soportaría. Ella sabe que no vas a enamorarte. Pero si se lo dices, bueno...eso la rompería.
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