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12.1

Este no era realmente un suceso que tuviese que ver con el embarazo de Ángela, pero si no lo explico ahora, más adelante van a confundirse.

El dinero en mi bote se redujo hasta la mitad de lo que era, reparar la pintura costo más de lo que yo recordaba. O quizá era que como el dinero del bote era poco, yo sentí que prácticamente me quitaban un riñón. Como sea el dinero en el bote era absolutamente muy poco y seguramente no era ni la mitad de lo que necesitaba para comprar la cámara que yo quería. Entonces tome una decisión muy importante. Y tuve una pequeña plática con la señora Navarro.

— ¿Otro empleo? ¿Estás dejándonos dulce? — ella acaricio mi mejilla. — ¿Por qué? ¿Joseph sigue molestándote? ¿Quieres que llame su atención?

—No es eso Señora N— quite su mano de mi mejilla. —Necesito el dinero para la cámara— ella asintió. —Solo necesito recortar mis horas diarias. Trabajare aquí martes y jueves si usted quiere, pero los fines de semana solo podré estar hasta las ocho.

—No te preocupes cariño— me sonrió como las ancianitas lo hacen —puedes seguir trabajando lunes, miércoles, viernes y sábado, tu paga no va a ser reducida, pero eso sí, ahora te corresponde la limpieza nocturna con Lucy los días que no tengas tu otro empleo.

El lugar donde había conseguido el nuevo empleo no era bueno, pero tampoco era completamente malo, solo apestaba un poco. Pero la maldita paga era jodidamente buena. Y yo necesitaba el dinero.

Conseguí empleo como guardia en un bar llamado Down Town los viernes, sábados y domingos por las noches/madrugadas. Y quiero decirles con toda honestidad que ser un puto guardia es lo mejor que me había pasado en mucho tiempo.

Ser grande, estar completamente vestido de negro, usar gafas y cuidar la puerta de un puto bar de muerte, te crea cierta reputación. Las personas raramente se metían conmigo y con mi peso; y las personas que lo hacían normalmente estaban borrachas y además se me permitía sacar a cualquier idiota a patadas cuando yo lo considerase justo. ¡Qué empleo más de puta madre!

Claro, me dieron el empleo porque solo dos personas presentamos solicitud y porque el otro era un chico flacucho que parecía temblar cuando caminaba o cuando alguien se acercaba, así que por obvias razones me dieron el empleo a mí.

Mi jefa, Natasha Fellow, era una maldita perra, pero me trataba a mí y a los demás empleados con respeto, tenía cara de que algo olía mal y siempre iba el ceño fruncido. Estaba soltera, pero tenía un pequeño de unos dos años más o menos. El guardia de la puerta sur Bos me sacaba una cabeza, tenía los brazos llenos de tatuajes y estos mismos estoy seguro, eran del tamaño de mi cabeza. El barman Alex era flacucho y alto, parecía temerme a mí y a Bos, pero era un buen sujeto. No era lo mejor del mundo, pero seguía siendo un empleo de puta madre.


12.2

Este incidente, que a mí me gusta llamar: Una malditamente maldita y dolorosa patada en las bolas, ocurrió en la semana numero veinte del embarazo de Ángela.

Ángela y Jason habían ido al doctor para revisar que el bebé estuviese bien o algo así. Cuando regresaron me mostraron una foto del bebé o un eco algo, olvide lo que Ángela me dijo que era. Tardé unos 10 minutos en encontrar al bebé.

Ángela había dejado un pequeño sobre en la mesa.

— ¿Qué es eso? — quise saber. Ambos se miraron.

—Ahí dice el sexo del bebé— Ángela sonrió. Jason quiso acercarse sigilosamente para tomarlo pero ella le golpeo la mano incluso antes de que él lo tocase.

—Genial— exclame — ¿Qué va a ser?— tomé el sobre de la mesa.

—No— Ángela gritó antes de que yo lo abriese. —Aún no queremos saberlo.

—Tú no quieres saberlo— gruñó Jason —y no me dejas saberlo a mí.

—Nadie lo sabrá hasta que él o ella nazca— sentenció.

—Necesitamos saber— yo dije —si vamos a comprarle mierdas rosas o azules.

—Compraremos sus mierdas de un color neutral— ella se acercó por sobre la mesa para intentar quitarme el sobre.

— ¡Bien — grité — lo vestiremos de negro!

—Lo vestiremos de verde— Jason refunfuñó.

— ¿Qué? ¡No! — Me puse de pie — ¡O sus mierdas son rosas o azules dije! — me dispuse a abrir el sobre. Ángela se acercó lo más rápido que pudo hasta mí.

— ¡Dame ese sobre o pateare tus bolas!

—No— rompí el sello. —Veamos... nuestro pequeño bebé será...

El golpe fue directo a mi entrepierna y como no lo esperaba fue incluso aún más doloroso que una patada normal en las bolas. Me sostuve la entrepierna antes de gritar y quejarme, después caí al suelo por falta de oxígeno y todo se volvió oscuro.

Cuando abrí los ojos escuche que Jason decía con enfado:

—El que tú y yo vayamos a tener un bebé no quiere decir que puedes dejarlo a él sin herencia— me señaló con el dedo índice.

—Lo siento— murmuró— pero iba a abrir el sobre— ella se defendió.

—Le hubieses dado un golpe en la espinilla, pisado, abofeteado, cualquier cosa, pero ¡uno no patea como si nada el aparato reproductor de un hombre!

Me quejé tratando de sentarme y Jason volteo a verme, después me lanzó una bolsa que sostenía en la mano. Afortunadamente era una bendita bolsa de verduras congeladas ¡Benditos sean los vegetales congelados que ayudan a que tu aparato reproductor recupere un poco la sensibilidad! De inmediato la puse en mi entrepierna y gemí un poco. Después suspire aliviado.

—Hombre tus pelotas van a estar moradas mañana— Jason hizo una mueca, se giró a mirar a Ángela.

—Lo siento— susurró avergonzada.

—No te escuchamos— Jason dijo.

—Lo siento— dijo más fuerte y se inclinó frente a mí. —De verdad lo siento— me sonrió apenada.

—Creo que tendré que adoptar a su hijo.

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