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11.1
Como a eso de las dos, escuche a Ángela gritar. Me levante de inmediato y tomé de la encimera un libro de Matemáticas, si era un ladrón, solo intentaría golpearlo en la cabeza con el libro y después caería sobre él cual jugador de americano. Jason había salido antes que yo y estaba en la puerta de Ángela, la llamó un par de veces, pero ella no respondió. La oímos quejarse en el baño. Jason se acercó sigilosamente.
— ¿Ángela? — tocó la puerta despacio. — ¿Estás bien?
Silencio.
— ¿Ángela? — volvió a tocar. — ¿Estás bien?
—Si— ella respondió. —Bueno... no.
— ¿Qué sucede? — me acerqué pero Jason me detuvo con un gesto.
—Yo...— tartamudeo. —Tengo un problema.
— ¿Problema de mujeres?
—Algo así.
— ¿Necesitas ayuda?
—Algo así.
— ¿Quieres que entre?
Silencio.
—No— susurró. —Pero tienes que entrar.
— ¿Estás segura? — Jason preguntó cauteloso.
—No, pero entra de una vez.
Jason me dio el bate que sostenía en la mano y abrió un poco la puerta.
— ¿Ángela?
—Ya sé— ella chilló avergonzada.
— ¿Cómo sucedió esto?
— ¡Todo es tu culpa! — ella gritó.
—Está bien...— Jason se metió un poco más. — ¿Cómo es que esto es mi culpa?
— ¿Por qué no hay un jodido asiento para baño aquí? — gruñó.
—Bueno, porque somos chicos, sería extraño si tuviéramos uno.
—Cállate y ayúdame a salir.
— ¿Salir? — Murmuré.
—Si hombre, ella se cayó en la taza del baño— sé que estaba aguantando la risa.
—No es gracioso— Ángela gruñó y eso desvaneció mi sonrisa por completo.
—Matt ¿Puedes traer una toalla para su trasero? — me dirigí al armario y tome una toalla.
—Deja de reírte— escuche que Ángela decía.
Jason extendió su mano y yo le entregué la toalla.
—Ven aquí, necesitas quitarte esos pantalones— estoy seguro de que ella hizo una mueca.
—Jamás pensé que escucharía algo así de una manera no sexual.
11.2
El día posterior a lo que denomine como: el accidente del trasero en el baño. Jason me pidió que llevara a Ángela a esa tienda donde venden cosas para el baño e incluso me dio el dinero, puesto que los jueves era uno de mis días libres. Si entiendes como día libre solo ir a la escuela por la mañana. Ángela y yo tomamos el autobús porque Jason solo iba a recogerla en su descanso (que como dije, había ajustado al horario de Ángela), la dejaba en el apartamento y regresaba al trabajo.
¿Aún no entiendes porque este es un momento relevante?
Después de una minuciosa búsqueda del pasillo asientos para baño. Ángela y yo no podíamos decidir aún el color del asiento. Ella quería que fuese rosa porque: era ella quien lo iba a usar. Pero yo quería que fuese negro porque era mi apartamento. Ella dijo que era su apartamento también ahora y que ese no era un argumento válido. Yo le dije que quien iba a pagar el asiento iba a ser yo. Dijo que no era mi dinero así que no tenía ni voz ni voto en el color. Un par de empleados se acercaron cuando comenzamos a gritar y preguntaron cuál era el problema. El dialogo fue algo así:
— ¿Cuál es el asiento más bonito? — Ángela preguntó.
— ¿Bonito? — la chica preguntó confundida.
—Si— yo había dicho — ¿Este negro —señale el asiento que traía en la mano —o ese ridículo rosa? — señalé despectivamente el que Ángela sostenía.
—El negro parece genial— el chico que trabajaba en la tienda intervino.
—El rosa parece más bonito— la chica dijo.
—El negro es muy elegante.
—Pero el rosa le dará al baño un toque femenino.
—Pero el negro combina con todo— el chico frunció el ceño. —Además él va a pagar el asiento.
— ¿Y qué? — La chica puso sus manos en las caderas. —Ella es quien lo va a usar.
—El negro es mejor.
—El rosa.
—El negro.
— ¡El rosa!
— ¡El negro!
Ángela y yo nos miramos algo acomodos, tomó el asiento que quería y se dirigió a la caja. Yo hice lo mismo, pero me forme en una caja que tenía menos personas formadas. Pero tan pronto mire a las personas en la fil, me di cuenta porque ella no se había formado allí. La persona que estaba próxima a pagar sus productos, tenía el carrito de compras lleno hasta el tope. El problema era que solo había dos cajas disponibles. Así que cuando el señor con el montón de cosas, puso cada artículo en la caja con una extrema lentitud, decidí hacer mi obra del día y le ayude a poner los artículos la banda, con mucha más rapidez. Me gire para ver qué tan cerca estaba Ángela de pagar, cuatro personas más y era su turno. Decidí hacer mi segunda obra del día y empuje al flojo cajero e hice su trabajo en menos tiempo. Cuando era mi turno, me di la vuelta para entrar de nuevo a la fila, volví a mirar a Ángela y era casi su turno, solo había una persona frente a ella. Cuando le pagué al chico, se tardó tanto tiempo en darme el cambio que del otro lado ya era el turno de Ángela y estaba a punto de pagar, por fortuna yo pague primero, me acerque a la fila de Ángela y le dije que no tenía por qué comprar ese asiento, ella me ignoro y de igual manera lo compró.
—No tenías por qué comprarlo— gruñí cuando salimos de la tienda.
—Si tenía porque comprarlo— me dio una brillante sonrisa.
—De cualquier manera, Jason no va a aceptar que pongas eso en nuestro baño— le di una sonrisa autosuficiente.
—Yo creo que el mismo va a ponerlo— volvió a sonreír.
Ella se detuvo en seco.
— ¿Qué sucede? — ella señaló al frente. Vi a los dos hombres de traje. Otra vez.
—Lo siento— susurré.
— ¿Por qué lo...?— la tomé por detrás de las rodillas y la cargué con el mayor cuidado del que fui capaz sobre mi hombro. Me acerque a la orilla de la carretera y le chiflé a un taxi. Unos segundos después se detuvo. Abrí la puerta y deje a Ángela sobre el asiento.
—No estás secuestrándola o algo así ¿Verdad?— el conductor preguntó espantado. Me senté junto a ella y cerré la puerta de un portazo, justo antes de que esos hombres nos alcanzaran.
— ¡No! — ella gritó. —Arranque por favor.
Durante el camino al apartamento ella no dejo de preguntarme de donde los conocía y que era lo que querían con nosotros. Como había hecho antes con Jason, la ignore. Pero como no funciono le dije que no era nada y que todo estaba bien. Ella había hecho una rabieta a la vez que se dirigía a su habitación, cerrando la puerta muy enfadada. Me encogí de hombros y seguí con lo mío. Cuando Jason llegó, Ángela fue corriendo directamente hacia él y le pidió que pusiera el asiento de baño. Él miró el asiento que ella sostenía y dijo con la mayor delicadeza del mundo:
—Ángela— la sostuvo por los hombros —eso es rosa— hizo una mueca.
— ¿Y qué? — ella chilló.
—No voy a poner una cosa rosa en el baño. Sería demasiado...— hizo un mohín —femenino— ella puso esos ojos tristes que pone cada vez que quiere conseguir algo y Jason apartó la mirada para evitar sus enormes, tristes y endemoniadamente convencedores ojos. Ninguno podía resistir demasiado esa mirada, pero Jason era aún más débil que yo.
—Está bien— ella suspiró con cansancio. —Puedes poner el asiento que Matt trajo— ambos la miramos sorprendidos. —Con una condición— ella sonrió maliciosa— tienes que decirme quiénes son esos hombres que nos estaban siguiendo cuando fuimos al restaurante chino y hoy más temprano.
No hace falta decir que Jason fue inmediatamente por sus herramientas y que diez minutos después estaba poniendo ese endemoniado asiento para baño color rosa; que desentonaba con nuestro baño súper masculino. Así que dos noches después, cuando ambos dormían, cambie los asientos del baño y guarde el horroroso asiento color rosa en una caja bajo mi cama, donde guardaba mi nuevo par de calcetines de la buena suerte, así ella no lo pondría de nuevo. Nuestro baño era súper masculino con esa cortina de patitos amarillos y el asiento de baño color negro.
Hombre que se respete tiene al menos un artículo con patitos.
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