10
Fue a penas hasta la tercera semana del tercer mes del embarazo, que me acostumbre a tener a Ángela en casa y ella se acostumbró a nosotros (a Jason sobretodo). Al principio como estaba sintiéndose demasiado nostálgica llamaba a su amiga todas las noches antes de dormir; y por noches me refiero a que la llamaba en la madrugada, a eso de las tres o cuatro. Y no eran diez o veinte minutos los que duraba la llamada. Eran un par de horas.
Ángela siendo una estudiante en sexto semestre de medicina (al igual que Sebastián) naturalmente se quedaba despierta hasta las dos o tres de la mañana y como mencione antes, llamaba a su amiga más o menos a esa hora. Lo cual hubiese estado de alguna manera bien, si ella fuese un poco más silenciosa, pero por la madrugada parecía tener más entusiasmo que una niña de seis años que acaba de comer una enorme barra de chocolate; hacia esos sonidos como chillidos que las chicas hacían cuando estaban o muy emocionadas o asustadas.
Jason se había asustado tanto cuando la escuchó chillar que fue corriendo en calzoncillos a ver que sucedía, pero Ángela había dicho que estaba bien. Jason no se fue hasta que ella lo dijo unas veinte veces y le arrojo una almohada alegando que estaba interrumpiendo una plática privada. Esa madrugada había colgado hasta las cuatro y media más o menos. Por mañana Jason y yo amanecimos con una asquerosa cara y unas ojeras enormes.
—Ella habla muy alto— susurre con la taza de café entre las manos.
—Y ríe muy alto— el susurró mientras tomaba una caja de cereal.
—Y chilla muy alto.
—Aquí viene— ambos nos miramos y me hizo una señal para que estuviese callado.
—Buenos días— ella cantó.
— ¿Cómo puedes verte así? — exclame.
— ¿Así como? — le quitó el plato de cereal a Jason y se sentó frente a mí.
—Bueno...— la señalé —te ves bien y nosotros somos una mierda.
Después de que le dijimos porque estábamos hechos una basura ella se disculpó unas seis veces y había prometido hablar más bajito. No lo hizo. Jason dijo que no debíamos decir nada porque ella simplemente extrañaba hablar con su amiga a todas horas y que nosotros éramos chicos y no la comprenderíamos. Así que por lo menos dos semanas Jason y yo —porque si, su voz llegaba hasta mi habitación— escuchamos a Ángela hablar sobre quien tenía un trasero caliente y unos enormes brazos o una sonrisa linda o un lindo cabello o que chica era la más zorra y alguno que otro cotilleo de su facultad.
Entonces decidimos ponerle fin a la situación; y entre los tres decidimos que podía hacer sus largas llamadas y chillar y gritar lo que quisiese siempre y cuando lo hiciera antes de su tarea y si nosotros seguíamos despiertos.
Desde ese momento todo fue bien, al menos hasta el primer gran antojo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top