parte única
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Todos los días era la misma rutina: Despertarse después de las seis de la mañana, lavarse la cara, desayunar una rebanada de pan tostado con casi nada de mermelada de durazno y escoger el mejor atuendo que su limitado guardarropa le permitiera. ¡Ah! Y claro, lavarse los dientes, porque su madre decía que tener dientes sanos y limpios era importante. Tal vez por eso recibía tantos elogios hacia su sonrisa.
El reloj marcaba las siete y cuarto de la mañana cuando él salió del apartamento, con una mochila de color amarillo mostaza en la espalda y vistiendo su colorido suéter a rayas favorito. Sus zapatillas rojas daban pequeños saltos ocasionales mientras una vieja canción de los ochenta resonaba por sus auriculares. Su cabeza siguió el ritmo cuando se detuvo frente al pequeño buzón identificado con dos placas doradas que formaban el número 15; casi toda su correspondencia estaba llena de publicidad barata o de tiendas y servicios que no despertaban su interés. Sus ojitos marrones se detuvieron un momento mientras leía la hermosa letra cursiva de su madre, hacía tiempo que no le escribía una carta por lo que se aseguró de guardarla muy bien en su mochila para leerla apenas volviera de la universidad.
Salió del edificio. El cielo se pintaba con los hermosos colores del amanecer; rosa, púrpura, y un poco de amarillo que se asomaba tímidamente por el horizonte, acompañado del vuelo de las aves y de los cables de la compañía telefónica que trenzaban las siluetas de los edificios. La voz de Billy Joel acompañándolo en su camino hasta la parada del autobús. Sus dedos danzaban con timidez en la fría brisa matutina, la cual, sin temor alguno, aprovechó también para despeinar un poco su cabellera castaña.
KiHyun agradeció haber escogido su suéter favorito para esa mañana en la que el clima parecía estar especialmente frío. Aunque tal vez debió haber traído un par de guantes consigo, así definitivamente ganaría la pequeña batalla que libraba con el clima durante su caminata a la parada del autobús.
Cuando dobló la esquina —justamente donde se encontraba la tienda de conveniencia que lo proveía de comida instantánea cuando volvía de la universidad a altas horas de la noche— el delicioso aroma de la panadería logró calentar un poco su joven corazón. Tal y como lo hacía cada mañana. Ese debía ser uno de sus momentos favoritos de cada día, a no ser que se encontrara con el adorable cachorrito de la señora Lee en el vestíbulo del edificio.
KiHyun siempre se permitía deleitarse con el aroma del pan recién horneado; ese aroma dulzón que le recordaba las tardes que pasaba en casa de su abuela cuando era niño. Pero sólo se permitía olerlo porque era lo único que podía hacer si quería alcanzar el autobús y llegar con tiempo suficiente a la universidad.
Aunque...
Se detuvo un par de pasos antes de llegar a la panadería y revisó el reloj de su muñeca. Su mirada se paseó ansiosa entre el cálido interior del local y la calle vacía que tenía en frente.
«Sólo serán cinco minutos —se dijo a sí mismo—. Escogeré un pan, pagaré y correré a la parada del autobús. Sí, correré y podré comer cuando llegue a la escuela.»
Cuando abrió la puerta inhaló profundamente el perfume del pan dulce y sus ojitos brillaron al ver los bizcochos desprendiendo calor en las estanterías. Había todo tipo de panes, incluso había galletas —llamaron su atención aquellas con pequeñas orejitas, parecían ositos— y también había postres que solamente había visto en las cuentas de comida que seguía en Instagram.
Los pisos de porcelanto imitaban la textura cálida y rústica de la madera, volviéndose una interesante combinación visual con el patrón geométrico del mostrador que estaba iluminado por tres lámparas negras y con forma semiesférica que colgaban del techo, resaltando del resto de las luminarias. Había escuchado por la señora Lee, su vecina de enfrente, que el dueño de la panadería era un señor que no era sino un par de años mayor que ella y que era grande, de complexión robusta y mejillas que se veían tan suaves como los dumpling que gustaba cocinar los jueves por la tarde. Era como un oso. Y al escuchar eso, KiHyun esperaba encontrarse con una decoración un poco más clásica, no algo que MinHyuk bien pudo haber sacado de Pinterest o de alguna de las tantas páginas de diseño de interiores que visitaba con frecuencia.
Había una campanilla sobre el mostrador, por lo que KiHyun asumió que los trabajadores estaban en la parte de atrás sacando las primeras tandas de pan del día. «Se hace tarde, debo tomar algo y salir si quiero coger el próximo autobús». Así que, disfrutando del aroma dulzón, tomó un simple bizcocho relleno de crema pastelera y se acercó al mostrador; sus dedos fríos tocaron la campanilla que descansaba al lado de un adorable cartel que invitaba al cliente a tomar una de las pequeñas bolsas con galletas.
—Un momento, por favor —dijo una voz profunda, un poco rasposa.
KiHyun se balanceó sobre sus pies mientras esperaba; sus ojos paseándose por los pequeños detalles decorativos de aquel establecimiento. Había una pizarra detrás del mostrador que daba a entender que también preparaban unas cuantas bebidas que serían el acompañante perfecto para cualquier pieza de pan que uno comprara. Entonces cayó en cuenta de que aquellas notas de chocolate que se sentían en el aire se debían al chocolate caliente que allí preparaban, mas sus preciosos ojos marrones se detenían en los adorables dibujitos de oso hechos con tiza blanca. Su favorito era aquel que tenía un moño atado al cuello.
—Bienvenido a la panadería «El Pequeño Oso», ¿desea llevar algo más?
Quizás fue porque el interior del local era cálido o porque había improvisado una torpe rutina de baile hacía apenas unos minutos, pero KiHyun podía sentir que sus mejillas ardían, como cuando pasaba mucho tiempo al sol jugando en la arena de la playa o cuando HyungWon y MinHyuk le jugaban bromas con doble sentido. La voz que escuchó hace unos segundos no era la misma que la del apuesto muchacho que se encontraba al otro lado del mostrador; su voz era suave y tranquila, como una brisa de primavera, y era tan dulce como los roles de canela que preparaba su abuela.
—N-no, gracias. S-sólo llevaré esto —dijo con timidez, extendiéndole el postre que había escogido. Sus dedos, elegantes y fríos, rozaron por un momento las cálidas manos del moreno.
El muchacho tomó el pan y lo colocó con cuidado dentro de una bolsa de papel —que también tenía el dibujo de un oso vistiendo un delantal— que cerró con un trozo de cinta decorativa de color azul. KiHyun lo observaba desde su posición, desviando la mirada de forma ocasional para que aquel joven tan apuesto no lo considerara alguien raro. Aún así, lo observó lo suficiente como para ver los adorables mechones de cabello que se escapan de su peinado y que tenía un perfil verdaderamente atractivo. Él era alguien atractivo. Y KiHyun se encontró jugando con sus dedos, cambiando tímidamente su peso de un pie a otro mientras esperaba y se preguntaba cuál sería su nombre.
—Orden lista —dijo él con voz suave y con una sonrisa que combinaba hermosamente con sus rasgos.
KiHyun bajó la mirada en ese instante, dispuesto a tomar la bolsa de papel, sin embargo, se encontró también con un pequeño vaso que tenía un protector con el mismo dibujo que la bolsa.
—Disculpe... Sólo compré el pan...
—Lo sé, pero hace mucho frío afuera. Tiene las manos frías y el rostro colorado, así que creí que le vendría bien un poco de nuestro delicioso chocolate caliente —dijo con amabilidad, su mirada era tan suave como su voz—. Descuide, nosotros invitamos.
KiHyun sonrió. Tomó la bolsa de pan y la bebida, no sin antes guardar la monedas en un bolsillo de su mochila, y antes de que él y su agitado corazón se retiraran leyó la placa que descansaba en el pecho del muchacho. HyunWoo. Ese era su nombre.
—Muchas gracias, HyunWoo.
—Hasta luego. Qué tengas un buen día.
—Igualmente, gra-gracias —dijo con un poco de torpeza, caminando un par de pasos de espaldas hasta que se giró y salió de la panadería. Dejando tras de sí el recuerdo de una sonrisa y el tintineo de una campana.
Todo salió bien para KiHyun esa fría mañana de miércoles: Alcanzó el autobús, llegó con tiempo de sobra a la universidad y disfrutó del chocolate caliente más delicioso que jamás había probado. Además de que logró evadir las preguntas de MinHyuk respecto a la sonrisa que estaba dibujada en sus labios desde que había llegado a la escuela.
Y mientras escuchaba la clase del profesor Jung, se preguntó si volvería a ver a HyunWoo en la panadería. Estaba consciente de que no podía ir todos los días sólo con la excusa de ser atendido por el moreno de voz suave y manos cálidas, eso iba completamente en contra de su dieta diaria, pero realmente deseaba verlo aunque fuera una vez más.
Pronto se encontró ignorando lo que salía de la boca del profesor; esperaba que HyungWon estuviera tomando nota.
— 🍞 🥐 🥖 —
Tenían qué hacer un proyecto. Algo tan sencillo como diseñar un restaurante no debería llevarles mucho tiempo, al menos no la cantidad de días que el profesor les había indicado hasta la fecha de entrega. KiHyun caminaba a casa, HyungWon y MinHyuk lo acompañaban y se encontraban envueltos en una conversación que involucraba a uno de los cantantes favoritos del rubio y su más reciente aparición en un drama que combinaba el romance con la comedia. KiHyun en realidad no miraba muchos dramas en televisión salvo los que alguna vez llegaron a captar su atención cuando era un niño y acompañaba a su madre en el sofá de la sala de estar; ella tenía un par de ganchos y una bufanda a medio terminar mientras que él se dedicaba a ser su tierno ayudante de costura.
Se hizo la nota mental de llamar a casa el fin de semana.
Cuando caminaban sobre la calle en la que se encontraba la panadería, KiHyun no pudo evitar desviar su atención hacia el interior del local; esperaba encontrar aquel amigable rostro de la mañana, pero en su lugar sólo estaba el hombre que la señora Lee describía como «un gran oso de mejillas regordetas». Dejó escapar un suspiro, llamando la atención de sus amigos.
—¿Sucede algo, Kiki? —preguntó MinHyuk, con las mejillas escondidas en la bufanda. HyungWon lo acompañó con una mirada curiosa.
—No pasa nada, es sólo que estoy un poco cansado...
Curiosidades de Yoo KiHyun: Es terrible con las mentiras. Una vez tomó un caramelo del bolso de su madre y se lo dijo después de quince minutos; le entregó el caramelo a con la envoltura medio abierta y las mejillas llenas de lágrimas.
—¿Qué les parece si pedimos algo de comer? Muero de hambre —dijo HyungWon, recibiendo una respuesta positiva por parte de sus amigos.
—Podemos pedir pollo. ¿Qué tal comida china? —sugirió MinHyuk.
—Comimos eso en el almuerzo, Min —agregó KiHyun, pero su mirada decía que no podía negarse a un delicioso pollo y el rubio lo sabía.
Unos minutos después llegaron al departamento. Se quitaron los zapatos en el recibidor y dejaron sus abrigos y bufandas en el armario. HyungWon ordenó la comida mientras KiHyun se ponía cómodo. Y mientras esperaban a que su pedido llegara, se distrajeron con un programa de música en la televisión. El grupo favorito de HyungWon recién había lanzado su nueva canción y estaban en medio de las promociones, por lo que no fue extraño escucharlo cantar en voz baja.
—¿Cómo estuvo tu cita con Wonho, HyungWonnie? —preguntó MinHyuk, recostándose en uno de los sofás. KiHyun regresaba de la cocina con botellas de agua para sus visitas.
—Estuvo bien —dijo con las mejillas sonrojadas—. Fuimos al cine y a patinar. Después...
—¿Después...? —animó MinHyuk, sus ojitos brillando con curiosidad.
—Después fuimos a su casa —agregó con timidez. El color inundó por completo sus preciosas mejillas.
MinHyuk y KiHyun intercambiaron miradas rápidamente.
—¿Ustedes...? Ya sabes
—No, Kiki —mencionó—. Me mostró las canciones en las que ha estado trabajando últimamente. Son muy buenas. Y... me preguntó si me gustaría cantar alguna.
—¡Eso es maravilloso, HyungWon! —exclamó KiHyun— ¿Y qué le dijiste? ¿Lo harás?
—N-no estoy seguro...
—Deberías intentarlo, tienes una voz preciosa y estoy seguro de que Wonho piensa lo mismo y por eso te lo pidió —dijo MinHyuk. En ese momento llamaron a la puerta, a lo que el rubio se puso rápidamente de pie—. Debe ser la comida, yo abro.
—Así que por eso estabas tan distraído en clases —dijo KiHyun—. Estoy de acuerdo con Min, deberías intentarlo. ¿Has salido con este chico por cuánto tiempo, cuatro, cinco meses? Creo que ya es tiempo de que suceda algo más que sólo tener citas de vez en cuando.
HyungWon suspiró.
—No estoy seguro de hacerlo porque... en realidad me gusta Wonho, pero si hago esto es probable que meta la pata en algo y no quiero arruinar su trabajo —dijo—. Se ha esforzado mucho en esas canciones y no quiero echarlo a perder. ¿Qué tal si mi voz no es lo suficientemente buena o si no logro seguir el ritmo de la canción? ¿Y si hago algo que haga que se arrepienta de habérmelo pedido y sólo lo hago perder su tiempo? ¿Y si...?
—¿Y si haces un buen trabajo y sólo eres tú mismo? —interrumpió KiHyun. HyungWon lo miró— Cantar no debería de estresarte tanto, se trata de hacerlo de la manera en la que te sientas más cómodo y en la que puedas conectar con la música, con la letra, con la melodía. Se trata de divertirte y de disfrutarlo. Y si Wonho te pidió algo tan importante como esto es porque debió haber visto algo en ti, algo especial —habló con voz suave—. De lo contrario no te lo habría pedido.
HyungWon sonrió, notablemente más calmado.
—Gracias, KiHyun —dijo con una sonrisa.
—¡Llegó la comida! —exclamó MinHyuk con una gran y brillante sonrisa, dejando la bolsas de plástico sobre la mesita de centro.
—¿Esta vez pudiste pedirle el número al repartidor o volviste a hablarle sobre el clima? —se burló KiHyun.
MinHyuk se sonrojó.
—¿P-por qué habría de pedirle su número al repartidor?
—Vamos, Min. Cada vez que pedimos comida china y sales a recibirla te demoras más de lo normal. Además, el restaurante sólo tiene dos repartidores y no creo que estés ligándote al niño de catorce años que viene en bicicleta hasta acá.
—¿Al menos es lindo? —preguntó HyungWon, llevándose un trozo de pollo a la boca.
—Es adorable —dijo con una tímida sonrisa dibujada en los labios—. Tiene unos ojitos tan lindos, su voz es tan suave y su sonrisa es...
—Lo perdimos —se burló HyungWon.
—¡No te burles de mí! Que tú estabas peor antes de que comenzaras a salir con Wonho.
KiHyun observaba divertido a sus amigos, aunque de cierta manera comprendía cómo se sentían. En algún momento de su adolescencia una de sus profesoras del instituto les planteó una pregunta que hacía referencia al amor a primera vista, aunque eso derivó en un ensayo donde les pidió analizar algunas obras de arte que se basaban en esta premisa. En aquel entonces KiHyun no le tomó importancia y quizás eso estaría relacionado a su falta de interés por las relaciones amorosas; incluso llegó a pensar que todo eso eran ocurrencias de su vieja profesora.
Pero esa mañana se planteó, por primera vez en mucho tiempo, que el amor a primera vista no era un concepto tan descabellado como creía. Y que venía acompañado de una voz que era como la miel tibia y de una taza de chocolate caliente.
— 🍞 🥐 🥖 —
Con el pasar de los días, KiHyun se encontró visitando la panadería con más frecuencia de la que esperaba; los miércoles siempre salía de casa con diez o quince minutos de sobra que aprovechaba en el cálido establecimiento. Y para su buena suerte —aunque algunos podrían decir que se trataba de una agradable coincidencia— HyunWoo siempre estaba ahí para atenderlo y, por supuesto, obsequiarle un poco de chocolate caliente.
A estas alturas, HyunWoo ya sabía cuáles eran los postres que compraba con más frecuencia el hermoso muchacho; su postre favorito eran los panes rellenos de crema pastelera, pero también tenía cierto gusto por los croissants de chocolate y las galletas de naranja. Además, en más de una ocasión KiHyun se encontró mirando las adorable galletas de osito que descansaban en las charolas, despidiendo un aroma delicioso y preguntándose si serían de los productos más vendidos de la panadería ya que solía ver a los niños del edificio comiéndolas mientras jugaban.
—¿Desea llevar algo más? —preguntó HyunWoo mientras guardaba el croissant de chocolate en la adorable bolsa de papel.
KiHyun se giró lo suficiente para ver las galletas de oso; HyunWoo ya estaba de espaldas preparando el vaso con chocolate caliente. Fue entonces cuando vio su oportunidad y se deslizó con pasos ligeros hasta la charola, tomó tres piezas y volvió al mostrador cuando el moreno se giró hacia él. HyunWoo le correspondió con la misma sonrisa tímida.
—También voy a llevar estas galletas —dijo KiHyun con voz suave.
HyunWoo las recibió con gusto y procedió a guardarlas en una cajita de cartón; también tenía el mismo dibujo del oso que las bolsas de papel, pero además tenía una ventana de plástico que permitía ver el contenido. Al final la cerró con un listón que seguía el mismo patrón decorativo que el de la cinta. KiHyun no pudo evitar sonreír, se notaba que en la panadería cuidaban hasta el más mínimo detalle.
—Me alegra que te hayas decidido por las galletas —dijo HyunWoo, su voz tan suave y cálida como la miel. KiHyun lo miró curioso, haciendo ese adorable gesto que siempre hacía cuando se sentía confundido. HyunWoo sonrió—. He notado que siempre las ves, pero nunca las llevas.
KiHyun se llevó una mano a la nuca, un precioso sonrojo asomándose tímidamente en sus mejillas.
—Creí que sería mejor llevarlas para una ocasión especial —dijo—. Un amigo mío va a presentar un proyecto importante en la universidad y me pareció buena idea llevarlas para compartirlas con él y poder darle ánimos.
—Eso es muy dulce —dijo HyunWoo, entregándole los postres—. Siempre he creído que la comida sabe mejor cuando la compartes con personas que son especiales para ti.
—Tienes razón, HyunWoo —dijo KiHyun con una sonrisa tímida dibujada en sus labios.
—Pero debo ser sincero contigo —dijo cuando KiHyun tomó la bolsa con los postres; el adorable muchacho de cabello castaño lo miró con sorpresa—. Tú sabes mi nombre, pero yo no sé el tuyo.
—¿Sabes los nombres de todos tus clientes?
—Sólo de aquellos que son frecuentes... O que me parecen lindos —dijo, sus mejillas volviéndose de un suave color rosa.
KiHyun soltó una risita. HyunWoo admiró el adorable color que inundaba su rostro, desde sus preciosas mejillas hasta la punta de sus orejas.
—Me llamo KiHyun, Yoo KiHyun —dijo, tratando de ocultar las notas de timidez que amenazaban con salir de sus labios—. Y creo que te veré después porque ahora tengo un autobús que tomar.
—Qué tengas un lindo día, KiHyun.
—Tú también, HyunWoo.
Cuando KiHyun llegó a la parada del autobús, tenía lo que se podía definir como una «sonrisa de enamorado» dibujada en los labios; sus ojitos formaban dos medias lunas mientras recordaba la suave mirada de HyunWoo, la calidez de su voz y el precioso color canela de su piel.
A sus amigos les gustaron las galletas con forma de oso, estaban realmente deliciosas, como todo lo que preparaban en la panadería. Y lo mejor de todo fue que ese breve momento que compartió con sus amigos en uno de los jardines de la universidad ayudó a calmar los nervios de MinHyuk antes de su presentación.
— 🍞 🥐 🥖 —
Era viernes por la tarde. KiHyun y HyungWon habían terminado temprano con sus clases y ahora se dirigían a la panadería «El Pequeño Oso» porque HyungWon quería llevarle algo especial a Wonho; ese día se reunirían para grabar una de las canciones en las que el pelinegro había estado trabajando, y aunque HyungWon ya se sentía un poco más seguro sobre su voz, todavía se sentía nervioso cuando estaba a solas con el apuesto estudiante de música. Por eso quería llegar con algo especial, porque Wonho ya le había obsequiado varios pequeños detalles que iban desde una sencilla rosa hasta pagar por la comida que consumían en sus citas; HyungWon quería y deseaba compensar todo eso con un pequeño detalle y qué mejor idea que llevarle uno de sus postres favoritos de una de las mejores panaderías que conocía (por cortesía de KiHyun, claro).
—¿Y qué piensas llevarle? —preguntó KiHyun, visualizando el local a sólo unos pasos de distancia. Tenía las manos en los bolsillos de su abrigo y poco faltaba para que su cuerpo temblara de frío.
—Le gustan mucho los pasteles de queso con fresas, pero también le gusta cualquier postre que involucre chocolate.
—Son tan parecidos —negó KiHyun con voz suave—. Estoy seguro de que estará feliz con cualquier cosa que le lleves.
—Quiero que sea especial...
KiHyun sonrió. Sabía que los postres de «El Pequeño Oso» eran especiales y que allí encontrarían lo que sea que HyungWon estuviera buscando.
Al entrar al local fueron recibidos por el tintineo de la campanilla y por el cálido y dulce aroma de los postres; aquella esencia era como una cura para el corazón. Sin embargo, el corazoncito de KiHyun comenzó a latir rápidamente al ver a HyunWoo al otro lado del mostrador y se sorprendió de cómo incluso haciendo algo tan sencillo —como contar las monedas para el cambio— seguía viéndose tan apuesto y adorable. En realidad era como un pequeño oso. De una puerta que daba a la parte trasera del local salió el otro hombre que KiHyun normalmente veía en el mostrador cuando volvía de la escuela; cargaba con un par de charolas llenas de panes recién horneados que no hizo más que intensificar el suave perfume del local.
—Bienvenidos a la panadería «El Pequeño Oso» —dijo HyunWoo cuando terminó de atender a la señora que ahora se retiraba con una de las bolsas de papel que KiHyun conocía tan bien. Sus miradas se encontraron y su rostro se coloreó cuando HyunWoo le dedicó una de las tiernas sonrisas con las que siempre lo recibía—. Hola, KiHyun. Qué gusto verte por aquí.
—H-hola, HyunWoo —saludó con una pizca de timidez—. Te presento a mi amigo HyungWon.
—Mucho gusto, HyunWoo.
—Igualmente —dijo, amable.
—KiHyun nos llevó galletas de aquí hace unos días, estaban deliciosas —dijo el más alto con una sonrisa.
—Me alegra saber que les gustaron. Yo mismo las preparé.
—¿De verdad? —preguntó KiHyun. HyunWoo asintió, sus adorables mejillas comenzaban a ocultar sus ojitos tras una sonrisa—. Horneas muy bien.
—Me gusta hacerlo —agregó—. Y bueno, ¿en qué puedo ayudarlos el día de hoy, chicos? ¿Buscan algo en especial?
—Estamos buscando algo para su novio —dijo KiHyun, haciendo que su amigo se sonrojara al instante.
—¡N-no es mi novio!
La sonrisa de KiHyun crecía a medida que el color invadía las mejillas de HyungWon. HyunWoo también sonrió.
—Entonces se trata de una persona especial, ¿no es así?
—Sí, lo es —dijo HyungWon con una sonrisa tímida.
—¿Qué es lo que gusta a esta persona especial, HyungWon?
—Le gustan las fresas, mucho, también el chocolate —mencionó—. ¡Ah! Y la crema batida, siempre que tomamos café y él pide un frappuccino lo pide con crema batida.
HyungWon no lo sabía, pero los dos muchachos podían ver el brillo que desprendían sus ojos. Y era realmente adorable.
HyunWoo se quedó pensando por unos segundos antes de hablar.
—Fresas, chocolate y crema batida... Suena a que es una persona realmente dulce y cuyo corazón está lleno de un amor sincero, dispuesto a entregárselo a alguien especial —dijo con voz suave—. Creo que tengo el postre perfecto para tu persona especial. Ahora vuelvo.
HyunWoo se dirigió a la parte trasera del local; KiHyun se tomó un momento para apreciar la espalda del moreno y de los pequeños mechones de cabello que caían en forma de delicados rizos sobre su nuca.
No se dio cuenta de su sonrisa hasta que HyungWon lo señaló.
—Es lindo —habló HyungWon, su mirada caía sobre su amigo, un tanto divertida y un tanto curiosa, como la de un pequeño gato.
—Sí, lo es —respondió KiHyun en un suspiro travieso que escapó de sus labios.
—Y te gusta —agregó con voz suave, balanceándose sobre sus pies con una sonrisa divertida que creció al ver las mejillas rosadas del castaño—. Te atrapé~
—Shhh, guarda silencio. Él está allá atrás.
—Pero Kiki, se nota que tú también le gustas. Desde que llegamos no ha dejado de mirarte, tiene ese algo especial cuando te ve.
—¿Y cómo es que te diste cuenta de todo eso si desde que llegamos sólo has estado pensando en tu novio?
—He visto muchas películas románticas.
—Deberías dejar de juntarte con MinHyuk, o cambiar las películas que ves con tu madre.
—Cómo sea, no me cambies el tema —dijo—. Te gusta ese chico y no trates de negarlo porque te va a crecer la nariz, Pinocho.
KiHyun le sacó la lengua de una manera tan infantil como adorable, al menos lo era para los ojos del moreno que llegaba con una caja en sus manos. HyungWon solamente soltó una risita.
Los muchachos se acercaron al mostrador cuando HyunWoo abrió la caja, mostrando un hermoso pastel de fresas, decorado cuidadosamente com crema y con chocolate rayado; se veía delicioso. Los ojitos de HyungWon brillaron al instante porque sabía que ese era el postre perfecto para Wonho; ya podía ver esa bella sonrisa que hacía latir su corazón con fuerza, como si estuviera siguiendo el ritmo de la canción más bella y romántica jamás escrita.
—Me encanta —dijo con voz suave—. ¡Es perfecto, HyunWoo!
—Me alegra que te guste —dijo—. Es una receta familiar. El bizcocho es de vainilla, es suave y el almíbar que resalta el sabor de las fresas. Si quieres darle algo a ese alguien especial, una rebanada de este pastel es lo ideal. ¿Quieren probarlo?
Ambos chicos asintieron. HyunWoo tomó una rebanada del bizcocho y se las entregó. Pronto se dibujó en sus labios la sonrisa que KiHyun conocía tan bien; esa sonrisa tan cálida como una brisa de verano y tan dulce como la miel. Por Dios, KiHyun de verdad amaba esa sonrisa.
—¡Está delicioso! —exclamó HyungWon, feliz— Llevaré una rebanada. ¿Puedes ponerla en una caja linda?
—Seguro. En un momento estará listo —dijo él, desviando rápidamente su mirada hacia el adorable muchacho castaño que seguía disfrutando del pastel.
Cuando KiHyun se terminó el postre, HyungWon ya se encontraba pagando por la rebanada de pastel que le llevaría a Wonho. La adorable cajita estaba delicadamente decorada con el listón que él ya conocía. Al final, HyunWoo la colocó dentro de una bolsa más grande para que el más alto pudiera transportarla sin problemas.
Y cuando HyungWon le agradeció a HyunWoo, KiHyun encontró su mirada, tan cálida y tan preciosa, y con ese algo especial que HyungWon había mencionado y que KiHyun confundía con el brillo de las luminarias del local. Pero ahí estaba, escondida en unos ojos que le recordaban al chocolate caliente que le obsequiaba todos los miércoles por la mañana. Y por un momento creyó que ese momento duraría hasta que HyungWon lo llamara, pero todo apuntaba a que ya estaban dentro de su propia burbuja con aroma a pan recién salido del horno.
—KiHyun —llamó HyunWoo, y el pobre corazón del castaño comenzó a latir cada vez más rápido—, ¿P-podemos hablar por un momento?
—Te esperaré afuera, Kiki. Muchas gracias por todo, HyunWoo. ¡Hasta luego!
HyungWon había hablado tan rápido que el moreno apenas y pudo hacer un gesto con la cabeza antes de escuchar el sonido de la campanilla de la entrada. Entonces su atención se centró nuevamente en el hermoso chico frente a él.
KiHyun siempre se veía adorable, con sus enormes y coloridos suéteres, y la sonrisa más hermosa que hubiera visto jamás dibujada en unos labios rosados y perfectos que le recordaban a la crema de fresa.
Se encontró recordando la primera vez que lo vio, poco después de que la panadería abriera sus puertas en una particular y cálida tarde de otoño. HyunWoo se encontraba afuera del local ayudando a su abuelo a colgar la pancarta que rezaba «¡Gran Inauguración!», y KiHyun iba caminando por calle, vistiendo lo que a simple vista parecía un elegante conjunto sacado de una de las revistas de moda que su madre leía por las noches, hasta que vio los adorables parches de colores que decoraban sus pantalones oscuros y el peculiar color de sus zapatillas. Tenía el cabello más largo e iba conversando con la señora Lee —una vieja amiga de la familia— sobre un tema que parecía tan trivial. Más KiHyun escuchaba atentamente todo lo que la mujer decía —y vaya que le gustaba hablar— y solamente hacía comentarios ocasionales acompañados de una amable sonrisa.
Ella los saludó tan alegre como de costumbre. Y entonces se encontró con ellos. Con ese par de ojos color del café que lo habían cautivado desde el primer momento; sus facciones tan delicadas y tan adorables como los coloridos parches de su ropa. Y ese cosquilleo que sintió en su estómago, esas mariposas, siguieron presentes cada mañana que lo veía caminar a través de la ventana de la panadería, deseando, esperando por el día en que fuera él quien hiciera sonar la campanilla de la entrada.
Y ahora estaba allí, frente a él, tan hermoso y dulce como siempre. HyunWoo sentía que las mariposas batían sus alas tan rápido que sus palabras trastabillaban en sus labios.
—Y-yo... Me estaba preguntado s-si tú... —dijo con un nerviosismo que KiHyun encontró adorable.
—¿Si yo...?
—Si tú... S-si te gustaría salir a t-tomar un café algún día. B-bueno, no necesariamente tiene que ser un café, p-podemos tomar lo que tú quieras o hacer lo que quieras —suspiró, tenía mejillas sonrosadas—. Discúlpame, sé que es muy repentino y que apenas nos conocemos, pero...
—Pero me gustaría —dijo KiHyun, con el rostro igual de sonrojado.
Los ojitos de HyunWoo brillaron.
—¿D-de verdad?
KiHyun asintió.
—Aunque, aquí entre nos —susurró—, en realidad no me va mucho el café. Prefiero el chocolate caliente.
—Conozco un lugar donde hacen el mejor chocolate caliente del mundo —dijo HyunWoo con una sonrisa.
—Me encantaría probarlo —dijo él, sus ojos se veían tan pequeños y adorables.
—¿Entonces... es una c-cita?
—Es una cita.
Oh, ahí estaba. Ese algo especial que HyungWon había visto en los ojos del moreno ahora brillaba como una estrella resplandeciente en los ojos de ambos.
Rápidamente intercambiaron números telefónicos y antes de que KiHyun se retirara del local, HyunWoo cruzó el mostrador y le entregó una galleta de oso protegida por esa linda bolsa de papel.
—La decoré especialmente para ti —dijo él, tímido—. Espero que te guste.
Pero claro que a KiHyun le gustaban esas galletas; si cada vez que las veía recordaba al apuesto y adorable chico de la panadería con el que había experimentado un amor a primera vista. Un chico que tenía una voz que se asemejaba a la miel tibia y que le obsequiaba el chocolate caliente más delicioso que hubiera probado.
KiHyun tomó la galleta, y en un efímero momento de valentía se puso de puntillas y depositó en la mejilla de HyunWoo un beso tan fugaz como las estrellas de una noche de verano.
—Te veré después, HyunWoo.
Y sin más, se retiró de la panadería con una galleta y un corazón revoloteando en su pecho, dejando a HyunWoo con un cosquilleo en la mejilla y un huracán de mariposas en su interior. Ambos sabiendo que aquella no sería la última vez que se encontrarían en la panadería.
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