Capítulo 6 - Zarpazo
No sé cómo me ha dado por publicar otro cap de esto dos años después... Supongo que leí vuestros comentarios para continuarlo y me dieron ánimo, ya que abandoné la historia por poca audiencia. Así que voy a intentarlo de nuevo ^^
Ah, y gracias a todos los que me apoyaron en esto ^^
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En aquel callejón de noche, iluminado únicamente por la tenue luz que salía de las casas cercanas, los dos encapuchados se miraban fijamente, escondidos entre la tela que tapaba aquello que les apartaba de lo que fingían ser. La chica bestia por un lado, con rasgos de tigre blanco y ojos bicolores que reaccionaban a la maldad interior de Ichirohiko y de Kyuta; y el hijo de Iozen, un muchacho humano que esperó y esperó... Y su hocico y colmillos nunca se desarrollaron como los de su hermano. Un chico humano genéticamente entero no podía lograr eso por mucho que viviera con bestias.
- Entonces si no pretendes volver a casa... ¿Dónde pasarás la noche? - preguntó el humano sin importancia.
- Un tono realmente despreocupado para una pregunta que en teoría expresa lo opuesto - respondió ella atacando.
- Sabes que no eres de mi agrado. Nunca lo he ocultado - Ichirohiko endureció la mirada - No me gusta lo que ese ojo tuyo provoca en mí.
- Entonces si no te importa mi situación deja de fingir que sí - ella dio un paso al frente - Si luego vuelves a casa con tu querida familia y les dices "intenté hacerla venir y preocuparme por ella pero no sirvió", no te lo vas a creer ni tú. Y si no te gusta lo que mi ojo provoca en tí... Es que no te gustas como eres. Al otro humano le pasa algo parecido.
Ella comenzó a caminar, pasando por su lado metiendo las manos en los bolsillos de su ropa, dejando a Ichirohiko aturdido a su lado. Antes de perderla, se giró abruptamente para detenerla agarrándola del brazo, pero ella fue más rápida y se apartó de su camino, con un salto atrás.
- ¿Qué has querido decir con eso? - preguntó, más bien, exigente - ¿A Kyuta también le ha pasado?
- Eres muy preguntón y metomentodo para lo taciturno que pareces... - ella suspiró exasperada - Si tanto te interesa, pregúntaselo a él. Ese oso no querrá hablar esta noche después del zarpazo que le di, así que seguro que te habla.
Ichirohiko chascó la lengua levemente, bajando la mirada. No, ni de broma iba a preguntarle a Kyuta, aunque fuese un tema de esa gravedad que le afectaba a los dos.
Escuchando los nuevos pasos de la chica que se marchaba y revisando en su cabeza lo último que le dijo, abrió los ojos dándose cuenta de algo, mirando a su espalda con una pequeña sonrisa de victoria.
- ¿Con que le has dado un "zarpazo", eh?
Ella se detuvo a unos metros, apretando los dientes sin que se le viese al darle la espalda. Dentro de sus bolsillos, tocaba sus largas uñas con el resto de sus dedos. Un humano hubiera dicho "arañazo"... Y se había delatado un poco... Pero no era nada para cundir el pánico. Demonios, que poco le gustaban los humanos metomentodos... Ahora no sabía cuál de estos dos le caía peor.
Con el silencio de la otra, Ichirohiko se sentía victorioso. Este le confirmaba su teoría de que una bestia estaba debajo de esa ropa tan ancha, y además una bestia que podía tener garras, como Kumatetsu, no como Iozen, por ejemplo.
- Por eso no te importa dormir en la interperie, ¿Verdad? Tu cuerpo ya está recubierto de pelo y puedes aguantar el frío. ¿Eres un felino? ¿Tal vez un oso menos cabeza hueca que ese? Seas lo que seas, aquí deberías sentirte como en casa - él comenzó a caminar hacia ella, haciendo gestos acusatorios con sus manos.
- ¿Eres japonés?
La pregunta de ella le hizo callar, viendo cómo esta se giraba hacia él de nuevo.
- ¿Tokio? ¿Kyoto? ¿Tal vez Hokkaido por lo blanca que es tu cara?
- N-No se de qué estás hablando... Pero no sigas por ahí.
- Un niño humano pretendiendo vivir como una bestia... Suena a una historia de ermitaños. Tal vez pienses que debo sentirme bien por estar aquí, rodeada por los que crees que son mis semejantes... Crees que debo ser feliz porque tú no lo eres... Y porque yo tengo aquello que deseas para encajar aquí - ella alzó un poco su cabeza para que pudiese ver su boca, adornada con unos adorables colmillos - Una mezcla de odio y celos muy autodestructiva, Ichirohiko...
- ¡Silencio! - el gritó, enojado más que antes, haciendo eco por aquellas pequeñas calles - ¡No hables de mí como si me conocieras! ¡No sabes absolutamente nada ni de mí ni de nadie de aquí!
- En el momento en que tus ojos vieron los míos y reaccionaron, conocí tu maldad interior - ella no se alteraba pese a los gritos - Conociendo la maldad de un hombre, puedes conocer su vida perfectamente. Cómo piensa, cómo actúa, como trata a los demás... Pues la maldad de uno se origina de lo que carece. Careces de sinceridad por parte del resto.
El gorro que tenía largos pliegues con los que Ichirohiko tapaba su boca empezaba a soltarse por el temblor de su cuerpo, llegado de su enfado, liberando su boca y enseñándola, a la vez que sus ojos se tornaban dorados.
- ¿Estás seguro que quieres seguir con esto? Tienes todas las de perder si llegas a ver mis ojos.
Ignorando sus palabras, el humano dio un grito comenzando a correr los pocos metros que la separaban de ella, viendo su sonrisa animal, y jurando, que con el pequeño brillo de las casas cercanas podía ver unos bigotes felinos adornando la piel de la cara de la chica.
- ¿¡Que es todo ese jaleo!?
El grito que dio el espectador, un Kumatetsu cansado de los gritos a la noche y mosqueado, frotando con un paño húmedo su mejilla herida con su mano, no fue suficiente para detener al chico, pero ella no se movió, manteniendo su sonrisa.
Vio perfectamente como una gran mano de color crema agarraba a Ichirohiko por su brazo deteniendolo, y mientras el iba a forcejear, al verle, se detuvo aguantando la respiración.
A su lado estaba Iozen, sujetando una antorcha con su mano libre, mirando a su hijo con serenidad, sin decir nada sobre aquello. El chico tragó saliva, bajando la mirada con los puños apretados, pero sin que su enfado se pasase.
- ¡Iozen! ¿Qué les pasa a tus críos? - Kumatetsu empezó a bajar las escaleras que llevaban desde su casa a ellos - ¡Mira qué hora es y están gritando!
El oso bajaba poniéndose una capucha también, escondiendo las marcas de su cara del jabalí. Iozen le miró dando un pequeño suspiro, viendo también a las ventanas cercanas donde asomaban algunos ciudadanos atraídos por la pelea, y más al oír las voces de Kumatetsu y el nombre de Iozen, susurrando entre ellos y comentando.
- Me disculpo por ellos, Kumatetsu - acabó diciendo el jabalí, y luego se giró hacia el resto - Me disculpo por estos ruidos tan tarde, descansen, por favor, y buenas noches.
La gente volvió a murmurar, pero hicieron caso al gran Iozen y se marcharon o cerraron sus ventanas, pues le tenían un gran respeto y admiración.
- Esta cría del demonio otra vez... - el oso fue al lado del jabalí, mirando a la chica a unos metros de distancia - ¡Estés donde estés siempre causas peleas!
- No soy yo la que quiso entrenar a Kyuta - se defendió - No soy yo la que te retó hace un rato, no soy yo la que quiere hablar con Ichirohiko. Solo quiero que me dejen en paz, algo que no puedo lograr desde que os he conocido y desde que me habéis arrastrado a este mundo. ¿Y aún así queréis que me comporte como queréis? Que creido os lo tenéis...
El oso enseñó más sus dientes e Ichirohiko se revolvió enfadado sin que su padre le soltara. Solo el jabalí les miraba calmado, escuchando y atendiendo a todos.
- Calma, hijo - pidió mirando al muchacho - En eso ella tiene razón. Ahora nos marcharemos a casa, comienza a hacer frío. Mañana hablaremos de esto con tranquilidad. Y tú... - levantó su hocico hacia ella - Necesito y quiero que vengas también. Quiero comentar algo contigo que será importante para ti.
- ¿Que puede ser importante para mí? - preguntó ella sin moverse.
- Si vienes, lo averiguarás. Ciertamente seguro que te interesa, aunque, como no te conozco, no puedo darlo por hecho, por eso al menos dame la oportunidad de intentarlo.
Ella mantuvo el silencio, sin asentir ni negar ante eso. Por debajo de su capucha, había soltado un diminuto suspiro. Estaba bien, era... Correcto para ella. Iozen no sabía si eso sería importante o bueno para ella, pero quería intentarlo. Le daba la oportunidad de dejarle elegir a ella sin obligarla o hacer que pareciera lo correcto... Y a la vez había sido una lección para Ichirohiko sobre cómo debía tratar a esta chica.
Kumatetsu gruñó algo semejante a un deseo de buenas noches, subiendo. De nuevo las escaleras de tres en tres con las piernas abiertas, mascullando cosas para sí mismo, mientras que el jabalí empezaba a caminar, soltando a su hijo e iluminando el camino con la antorcha. Ichirohiko miró de reojo a la chica, auny con molestia, pero sus ojos volvían a tener ese bonito tono azul de siempre, colocando bien su ropa sobre su boca y siguiendo a su padre.
Unos segundos después, la chica bajó los hombros, siguiendo al padre e hijo por la calle, yendo dirección hacia casa.
- Siento que hayas tenido que salir en mi busca, padre - se disculpó al rato Ichirohiko - Se me... Fue la noción del tiempo.
- Se que siempre eres puntual en casa - él le puso la mano en la cabeza dándole unas palmadas cariñosas - Sólo salí a buscarte como haría cualquier padre. Tu madre estaba preocupada y tu hermano quería venir conmigo, pero conmigo era suficiente y la antorcha no alumbra para tanto.
El chico asintió, bajando la cabeza. La chica, atrás, escuchaba callada. Iozen era uno de los pocos animales que necesitaba antorcha de noche, aunque había luces por las casas y algunos faroles colgando. Pensó que era por su condición de jabalí, su vista no está tan desarrollada como el oído o el olfato, y la noche era más oscura para ellos. Todo lo contrario para ella, que todos sus sentidos eran excelentes.
- Ah, Zoba... - el jabalí se giró un poco hacia atrás para llamar su atención - Nos gustaría tener tu presencia esta noche en la cena, en vez de que te vayas a la habitación directamente. No es necesario que te quites la capucha si no estás cómoda.
- No me suena muy creíble. Si es para eso que supuestamente es importante para mí, no es necesario que me invites a compartir una mesa donde no soy bienvenida.
- Todo lo contrario. Es más, ha sido mi esposa quién me ha pedido que te lo proponga, y Jiromaru también le ha parecido bien, quiere preguntarte muchas cosas.
Ella desvío la mirada, pensativa. Sabía que eso que decía Iozen no le gustaba para nada a Ichirohiko, ya que cuando el chico se enojaba, empezaba a notar cierto hormigueo en su ojo dolor miel, y de alguna forma, empezó a sentir cosas que no eran de ella. Casi pensaba que eso que sentía provenía del propio humano que caminaba delante de ella. Volvían los celos y el odio... Porque ella era una bestia.
Tras un paseo que se hizo corto, llegaron a la puerta de la mansión de Iozen. En la puerta esperaba Jiromaru, saludando desde lejos con su mano, saliendo después su madre a recibirles también con una cariñosa sonrisa.
- ¡Hermanito, papá! - el joven jabalí les saludó, aunque no supo como llamar a la chica, la miró asintiendo - ¡Mamá ha preparado bollos al vapor para la cena de hoy!
Ichirohiko dio una pequeña sonrisa oculta tras su ropa. Le encantaba cuando su madre cocinaba eso, además de que siempre iban acompañados con verduras frutas y arroz, era una cena algo especial para ellos. No sabía por qué había que compartir eso con la invitada...
- ¡Bienvenida, Zoba! - su madre le saludó sonriendo, después de recibir a su hijo y esposo - ¿Fue bien tu día? Espero que nos puedas contar algo de tu experiencia en la cena, si te apetece.
Ella bajó la cabeza, sin dejar ver nada de su cara. Las rodillas le temblaron un poco al escuchar su voz cariñosa, asustándose un poco incluso del poder de una voz femenina sin maldad hablándole y preocupándose por ella, pero no debía dejarse sucumbir. Su preocupación por ella era vacía. Debía serlo.
- Entrad, ya mismo estará la mesa puesta - ella les invitó.
- Mamá... ¿Has hecho bollos al vapor con pollo? - preguntó Ichirohiko, parándose delante de ella antes de entrar.
- ¡Por supuesto, cariño! - sonrió acariciando su mejilla - Se que son tus favoritos, e hice el doble de lo usual...
Él sonrió contento, mirando a su madre con ternura, inclinándose hacia su tacto.
- ...porque nuestra invitada también tiene que comer de esos bollos.
Su sonrisa se esfumó en un instante, volviendo a estar molesto. Ahora además tenía que compartir su comida favorita con ella. Su madre hacía bollos de carne especialmente para él, ya que el resto de la familia apenas comía carne, los hacia pensando en él exactamente. ¿Y ahora tener que darle a ella?
Lanzó una mirada de soslayo hacia la chica, molesto, viendo cómo ella desaparecía sin hacer ruido por las escaleras que llevaban al segundo piso, sin hablar ni mirarles. ¿Acabaría bajando a cenar con ellos y ver que era eso tan importante que quería comentar Iozen?
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Me sorprende a mí misma actualizar después de dos años y que vengan a mi las ideas que tenía para aquel entonces en la historia. Espero que os haya gustado ^^
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