Bakagami!

One Shot
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Puedo considerarme una chica esbelta. Algo del promedio. Adoro estar bien en cualquier sentido, tanto físico como emocional.

Pero éste pelirrojo es un idiota.

—¿Cómo es posible que repruebes inglés si viviste en Estados Unidos? –reproché–.

—El significativo y simplicidad es más complicado aquí que en América –gruñó–.

Oh, por supuesto que es un idiota. Pero es tan simple el por qué de estar aquí ayudándolo a estudiar. Razón que no diré en voz alta porque mi sonrojo llegará a un caso de poca complicidad.
 
Desde un inicio le tenía miedo a Kagami Taiga.

¿Y quien no lo tendría? Para describirlo siento que debo escoger las palabras adecuadas pero al mismo tiempo tampoco valdría la pena. Es alto, pelirrojo, y sus cejas son tan peculiares con esa partidura por la mitad.

Su mirada me hace sentir tan pequeña e indefensa. Riko-chan tiene razón, es casi como un Tigre: acechando, capturando y desgarrando a su presa...

—¿Quedó bien? –interrumpiendo de forma abrupta mis pensamientos, tomé el cuaderno que me mostraba–.

Definitivamente era antes que daba miedo. A primera vista es una bestia intimidante, pero detrás de esa envoltura se encuentra un adolescente cualquiera, amargado e inocente. Y TONTO. Definitivamente bastante idiota.

—Te equivocaste en el tiempo verbal del tercer párrafo.

—¿Eh?

—Vuelve a desarrollarlo, ya te indiqué dónde es la corrección.

Trato de ser decente, equilibrada y serena. Kagami puede ser muy tierno en algunos sentidos, como ahora mismo: arrugando su frente tratando de entender qué piensa el protagonista de la novela que nos mandaron a leer, sobre las flores.

Quizás es considerado Lindo por algunas chicas adultas. Tal vez sea porque no parezca de su edad.

Cuando lo veo jugar me siento tan hipnotizada. Se encuentra concentrado, desechando cualquier movimiento innecesario. Es como si existiera un balón que fuera sólo para él. Y un gimnasio sólo para él. Adquiriendo rapidez, equilibrio. Tan salvaje y potente.

Pero sobre todo, cuando va a saltar, adquiriendo el pulso necesario. La tierra se puede mover, las luces lo enfocan. Y por un breve momento –aunque parezca eterno– todo cae en un profundo silencio, como si estuviéramos bajo el agua, haciendo temblar hasta el mismísimo mar.

Entonces encesta y vuelve a terminar en el suelo.

Increible, pensé la primera vez que lo ví.

Es el As, el número 10 de Seirin.

Y el amor platónico más absurdo que he tenido.

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  —Kuroko-san. ¿Has visto a Kagami?

El pálido fantasma me miró asombrado.

No lo culpo. Jamás suelo preguntar por Kagami, además de que me suelo referir a él por “Bakagami”, nunca por su apellido.

Últimamente he tenido más oportunidades de hablar con él. Descubrí que sus padres tienen bastante dinero, que tiene una amplia colección de tenis para baloncesto y su cocina es muy deliciosa.

Ok, esto último lo sé ya que por ende en algunas ocasiones Kuroko y yo hemos pasado por su apartamento. No se hagan malas ideas. Eso significa nada.

Aunque me gustaría que fuera algo.
 
—Está en el tejado –me respondió–.

Ya casi ellos no se hablan. Me preocupan. Es considerable. Perder contra Touo Gakuen fue un gran golpe al equipo.

No soy su mánager ni nada, pero me encanta apoyarlos. Los senpais son agradables y Riko-chan es amable y divertida.

Fue una mala racha. Quizás sólo fue eso. Touo lleva una gran ventaja en defensa, sobre todo en ofensiva, tan violentos y sin pegar accidentes. También tienen a Aomine.

Me senté junto a Kuroko en la banca, estaba leyendo un libro.

—Kuroko-san, si les sirve de consuelo, creo que estarán bien.

Alzó la vista levemente dirigiendo su mirada hasta mí. Le ofrecí una pequeña sonrisa.

—Seirin puede progresar –abrió lo ojos de par en par–. Y si consideras dejar el puesto de titular deberías hablar con Hyuga-senpai al respecto.

Se desconcertó esta vez.

—No sé si deba recomendárselo también, pero deberías entonces hablar con Kagami-kun.

Blandía mis gestos al escuchar esto.

Kagami tiene que guardar reposo. No ha podido jugar desde que perdieron contra Touo, sus piernas están delicadas ¿Qué le podría decir al pelirrojo?.

—También si te sirve de consuelo, creo que lo animarías.
 
Giré algo sorprendida, entonces sonreí amablemente y asentí.

Tal vez deba intentarlo.

Me levanté para ir directo a las escaleras que conducen al pasillo principal y dar con el tejado.

Mientas subía ordenaba los pensamientos y las palabras aburridas. Quería tratar con Kagami, no terminarlo de desanimar.

Al abrir la puerta de forma estruendosa busqué con la mirada al idiota pelirrojo.

Analice por mi lado derecho y me encontré con sus ojos oscuros. “¿Lo asuste?”, el balón que quizás estaba sosteniendo y girando en su dedo se hallaba en el suelo. Su expresión reflejaba miedo.

Por la forma en como me mira, pasa a examinar mi persona y rápidamente se enfurece con rubor en las mejillas.

—¡Oi! ¡Me asustaste enana! –exclamó con los ojos fuertemente cerrados–.

Con mi gran gama de indiferencia respondí de manera torpe: —Te estaba buscando.

Ahora tenía timidez. Por supuesto que sí, Kagami me desequilibra completa y me desarma al instante en sus mejores momentos.

Posé mi vista al suelo mientras jugaba con mis dedos. Él suspiró, mientras que yo recobraba todo el aire suficiente (irónico).

—Permite que me siente.

Tomé asiento a su lado en el suelo, en posición india. Estando tan absortos en el incómodo silencio, sólo podíamos observar el cielo que nos palpaba con su luz y frescura.

—Eres casi igual de rara que Kuroko.

—¿Ah sí? –pregunté–. Tal vez tengas razón.

Las ventiscas de aire que le dan vida al final del verano chocan contra nosotros. Revolviendo nuestros cabellos.

Cerré los ojos imaginando que el escenario podría ser diferente, más especial. Pero éste silencio casi tan amable que se tornó no lo podría cambiar por nada.

Tomando todo el valor que podía, por inercia hice lo que menos tenía planeado.

—No te desanimes...

—¿Eh? –me interrumpió–.

  Cerré aún más fuerte los ojos y lo escupí sin pensarlo bien.

—Eres muy genial como para quedar así. Santo Cielo, dale tiempo al tiempo. Cuando termines el reposo podrás volver a jugar y saltar cuanto quieras...

—Pero...
 
Me levanté, dirigiendo mi postura para quedar frente a él. Tomé otra bocanada de aire y lo tomé por las mejillas.

—Nada de peros. ¿Tienes idea de tu talento? Solo puedes ser otro chico tonto por el Basketball, y eso puede ser aún más sorprendente si arreglas las cosas como son –su mirada estaba clavada en mí. De forma sumisa me miraba suave, derritiendo mis paredes de hielo internas–.

¿Cómo era posible estar tan enamorada de éste idiota? Aveces me centro tanto en su persona que choco con los objetos alrededor. Hablo de manera torpe, y –aunque casi nadie lo note– entro en delirios internos que me sacan de onda.

—¿A qué viene todo esto?

Confundido, colocó sus manos contra las mías, que seguían en su rostro, dándome calor y dejándome sin aire.

Casi olvido pensar.

Hice un mohín, cerrando mis ojos sin quebrar la posición en la que estaba, torciendo mi cabeza al lado derecho. Evitando el contacto visual penetrante que me dedicaba.

A punto de desmayarme, decidí abrir otra vez los ojos. Forcé mi boca en una mueca temblorosa, y apreté mis manos que seguían en sus mejillas. De manera valerosa lo mire expectante; esperando a que comprendiera mi gesto. Pero él seguía con su semblante de confusión, dando presión a mis manos.

Terminé suspirando derrotada.

Le robé un beso sencillo que pudo durar tan sólo unos 3 segundos con 23 milisegundos.

Separando sus labios lentamente de los míos, me puse seria.

—Porque me gustas Bakagami.

Éste, tratando de analizar la situación, dejó que pasara un momento de silencio, haciendo que mis entrañas estuvieran a punto de colisionar. Me estaba poniendo incómoda.

Terminé derecha por completo, para dedicarle una mirada de vergüenza.

Abrió sus ojitos de par en par. ¿Por qué me hacía esto? ¿Es que su cerebro de balón no entiende mi corazón latiendo a toda marcha?

—En conclusión sólo te diré que te deseo ánimo –aclare la garganta–. Así que, ya... Ya me marcho.

Dando media vuelta para tomar el paso a la salida, Kagami me tomó de la muñeca.

Éste gesto hizo que mis rodillas temblaran.

¿En qué momento se levantó para detenerme?

—Es-esto... Yo... –tartamudeó–.

Por el rabillo del ojo, aún estando de espaldas contemplé a un pelirrojo con la cara tan roja como su cabello, mientras que con la mano libre se rascaba la nuca.

—No lo comprendo muy bien aún. Sólo sé que eres alguien que me inquieta, pero es porque quizás eres algo parecida a Kuroko...

Fruncía el ceño ante su aclaración. Alzando una de mis cejas.

—¡No quiero decir que me asustes! –hizo un ademán de negación con sus manos. Librando mi muñeca de su agarre–. Me refiero a que. Quizás el sentimiento se-sea mut-mutuo.

Me pellizqué disimuladamente la mano para entender que esta escena era real, y que Kagami aunque no lo entiende del todo me esta diciendo esto. Me lo está diciendo.

Es real.

Está sonrojado, muy inquieto. Rascando su nuca y jugueteando con el anillo de su collar.

Es la viva imagen de mis sueños hecho realidad.

Tomando impulso por mi parte me puse de puntitas, lo agarre por el cuello de su camisa y lo acerque a mi para unir nuestros labios.

De manera algo torpe y delicada me tomó por la cintura para terminar abrazando todo mi torso, correspondiendo a mi gesto.

Sí, era real. Su boca era real.

Me acariciaba el cuello. Dando cosquillas y haciendo estremecer mi espalda.

Cuando nos separamos sonreí en gran sobremanera, en todo lo que podía.

—Entonces ahora seremos pareja ¿no? –fingiendo curiosidad, él solo sonrió de forma socarrona, dejando pasmada mi respiración–.

—Supongo.

 
Vuelvo a repetir: Soy elegante. Esbelta y muy considerada con todos. Adoro estar bien en todos los sentidos.

Pero este pelirrojo me volvía loca. La debilidad más intimidante que he de tener es un idiota que aún sabiendo inglés, vuelve a reprobar.

Y me encanta.

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