BT 12 | Terreno prohibido

Terreno prohibido.

—¡Madison!

Abro mis ojos lentamente, el resplandor del sol esta directamente pegando en mi rostro, con mis manos comienzo a pegar con todas mis fuerzas tratando de encontrar a esa persona a mi lado. Pero mi pelea es completamente en vano, ya que esa figura que quería tomar conmigo, no se encuentra.

Me siento en la cama y quedo viendo un punto fijo de mi habitación.

Me siento mareada, con dolor en el cuerpo y otro en la cabeza que ya siento que voy a valer pepino en cualquier momento.

—¡Madison! —escuchó que gritan mi nombre.

—¡Madison! —Gritan de nuevo.

—Ya no griten —digo un poco estresada, siento que la cabeza me palpita, yo creo que una vena se me va a inflamar y después explotar.

En eso mi amigo entra rápido a mi cuarto.

—Madison, ¿donde tienes la azúcar escondida? Tengo ratos que la busco y no la encuentro.

Lo volteo a ver y solo cierro mis ojos, por esta chingadera me despertó.

Quiero a Christian, quiero a Cristhian.

Pienso.

Tranquila Madison.

—Sabes que me despertaste va —abre los ojos, y rapido se me acerca.

—Lo siento pensé que ya estarías despierta, como Ulises esta conmigo en la cocina lo supuse. Estamos preparando unos panqueques que te vas a morir de la exquisitez cuando los vayas a probar.

Ulises cocinando. Sabía que le llamaba atención la cocina pero no pensé que lo pusiese en práctica. Y aunque sean solo panqueques, si los haces bien, son una completa delicia.

—Hubieses empezado diciendo que Ulises está cocinando, por eso no me voy a molestar que me hayas despertado.

Volteo a todos lados, y mi cuarto está hecho un chiquero. Parece que un huracán haya pasado por este lugar.

¡Y que Huracán!

Río porque lo de anoche.

—¿Porque ríes?

Lo volteo a ver y seguramente una sonrisa sobresale de mis labios.

—Christian, anoche la pase sabroso. Ulises y yo no perdimos ni un minuto.

Él sonríe.

—Eres tremenda Madison.

—Vieras, he aprendido a hacer cosas con mi boca que no tienes ni idea —rio por la tontera que me acaba de salir de la boca.

—Tranquila amiga, sin detalles.

Río.

En eso entra Ulises y yo solo quedo como tonta viéndolo.

—Ya despertaste amor —dice y Christian solo sonríe. Se me acerca para depositar un beso en mi mejilla.

—Yo quiero algo así también —comenta Christian de la nada y solo lo volteo a ver al igual que Ulises.

—Acaso no eres tú, él súper soltero.

Me volteo a ver.

—Lo soy, pero me estoy aburriendo ya.

—Creo que se te olvidó algo Christian —dice Ulises viéndolo.

—¿Que?

—La azúcar.

Abre los ojos y yo solo río. El chambre lo hace perderse de este mundo.

—Cierto —abre los ojos y se da cuenta, me voltea a ver —. Madison, dinos donde tienes el azúcar.

Sonrió por la escena que estoy presenciando.

Mis dos chicos preferidos, trabajando mano a mano.

—Esta en unas panas color rojo, cerca de la estufa.

—Bueno yo iré bajando para terminar lo que hacíamos —dice mi amigo saliendo rápido por la puerta.

—Como amaneciste amor —dice Ulises acercándose para así depositar un beso en mi mejilla.

—Feliz —digo sonriente.

—Que bien, deberías levantarte ya, te preparé unos panqueques con miel y fruta.

Sonrió, cuando un hombre le cocina a su pareja eso solo puede significar que todo anda de maravillas y que la cosa va muy enserio.

—Y tu amigo Fabián, ¿Sigue aquí o ya se fue?

—Él al parecer se sentía un poco mal en la mañana, así que se fue temprano. 

—Ok, ¿y tu hermano? —preguntó ya que enserio no me sorprendería que siguiese en la casa.

—Por suerte se fue también, amaneció con un humor de perros. O eso le pude notar.

Es que acaso Ulises no durmió que se dio cuenta de la hora de partida de los chicos.

—Bueno, entonces me pongo algo mejor y bajo.

—Vaya pues, te espero con la comida en la cocina.

—Ok amor.

Él me queda viendo fijo con una manera como de sorpresa y yo solo lo quedo viendo raro —. ¿Sucede algo? —preguntó.

Sonríe y se acerca —. Es que es raro escucharte decir amor.

Volteo los ojos —. No seas dramático ya te lo he dicho en varias ocaciones.

—Decime una de ellas.

Pienso en poco y siendo sincera no me acuerdo pero que se lo he dicho, se lo he dicho.

—No recuerdo pero si te lo he dicho.

—Bueno, lo único importante para mí ahora es haberte escuchado decirlo.

Me acerco a darle un beso de pico. Aún no me he lavado como se debe como para ahogarme en su saliva.

Bueno, creo que eso no se escucha bien.

—Eres tan lindo como para ser verdad que existe alguien como tú —me gusta decirle este tipo de cosas a Ulises, su rostro tierno y con un tono rojizo me calienta el corazón y posiblemente otra cosa también.

—Y tu eres tan hermosa como para ser verdad que eres mi novia.

Sonrió.

Nosotros conectamos en todo, hasta parece que fuimos creado el uno para el otro.

—Bueno pues, ya basta de cursilerías y pongamos en marcha porque si no acabaré de rodillas enfrente tuyo —río con esto último.

—No es una mala idea.

—No lo es pero tenemos que movilizarnos.

—Ok —hace puchero.

Él se retira y yo hago mis necesidades básicas, la limpieza en general de mi cuerpo.

Bajo las gradas de mi casa que llevan a la sala y a la única que veo es a Mía, bien cobijada y con una tacita llena de lo que supongo es café.

—¿Como estas cariño? —digo.

—Ni preguntes —la escuchó decir.

Río un poco.

—Eso sucede cuando te diviertes.

—Amén por eso —comenta rápido.

—¿Y tu como la pasantes? —Me voltea a ver y solo puedo notar en su rostro que ayer en la noche estuvo de locos —. Sabes que, ni conteste. Seguro tú y Ulises, ni salían de la cama.

Río.

—Tienes razón —me acerco a ella y la abrazo para después depositar un beso en su mejilla —. Te quiero mucho, lo sabes.

—Si lo se porque yo también te quiero igual.

En eso tocan la puerta.

Antes que alguien se mueva yo grito.

—¡Yo abro!

Camino a la puerta y abro y es nada más y nada menos que el patan número uno del planeta.

—¿Que sucede Matías? —digo seria.

—Es que olvide unas llaves y vengo a traerlas.

—Así, bueno pasa.

Entra rápido y yo cierro la puerta.

Camina veloz y de una parte de una mesita toma unas llaves y me las enseña con una sonrisa.

—Aquí están.

Ni siquiera se dio el tiempo de ir a ver a mi amiga, algo que enserio me agrada.

—Que bueno —finjo una sonrisa.

Camina a la puerta y yo tras suyo para asegurarme que quede bien cerrada. Toma la manija con su mano y antes de abrir se acerca a mí.

—¿Que sucede? —preguntó.

Se pone más de cerca de lo normal y con mi mano lo detengo pero para eso ya está tan cerca a modo que puede susurrarme al oído.

—Me encantaron tus gemidos Madison —dice y yo quedo helada por sus palabras. Sale rápido sin antes decir —. Nos vemos Madison.

No me da tiempo de reaccionar y solo cierro mis ojos por lo avergonzada y enojada que me siento en este momento.

—Hijo de puta —digo en voz baja.

No se como se atreve a decirme algo así.

Matías está no te la voy a dejar pasar.

Te metiste en un terreno prohibido hijo de puta, uno donde te vas a quemar.

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Que el fuego del cuerpo fluya ❌

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