Capítulo 28: Respuestas
Pau
Días, eso era el tiempo que llevaba sin hablarle. Bueno, rectifico, es el tiempo que él llevaba evitándome.
El primer día no lo vi extraño, no teníamos por qué vernos cada minuto de nuestra existencia. El segundo empecé a dudar, pero preferí dejarle su espacio. Al tercero cayó el primer mensaje, con el cual nunca obtuve respuesta. En la tarde del cuarto lo fui a ver a su casa, sin mucho éxito, pues me la encontré vacía, sintiéndome preocupado por la poca comunicación que habíamos tenido esos últimos días. ¿Y si le había pasado algo?
Me quedé sentado en su portal, con la espalda pegada a su puerta, esperando que o él o alguno de sus padres volviera a casa y asegurarme de que estuviera bien. Pasó una hora, y seguía sin tener noticias de él.
El sol se empezaba a poner ya, y una pequeña brisa de aire hacía que me abrazara los brazos desnudos, debido a que solo llevaba una camiseta de manga corta que los dejaba a la intemperie. Sentía el culo adolorido de estar tanto tiempo en la misma posición.
Me distraía con el móvil, queriendo que el tiempo pasara más rápido, pese a que estaba constantemente observando por encima de la pantalla con ansias.
A punto de que pasaran dos horas, su nombre apareció en la pantalla. Una gran sonrisa se me vio en la cara, mientras me recolocaba emocionado por haber tenido un mero contacto con Leo. La sonrisa se esfumó en un segundo cuando leí el texto que acompañaba a su nombre, un mero "Pau, vete a casa." Era lo único que se veía.
Confundido y adolorido, le empecé a escribir mensajes, los cuales no le llegaban. Después de cada pequeño texto enviado, un solo tic se veía presente. ¿Por qué de repente no le llegaban mis mensajes? ¿Me había... Bloqueado?
Sentí mi respiración irregular y miré hacia mi derecha, justo hacia la ventana que daba con su comedor. Al momento, pude percibir un movimiento brusco de cortinas, y eso fue lo único que necesité para que mi corazón se sintiera como si lo hubieran pisoteado una docena de elefantes.
"¿Por qué me evitaba? ¿Por qué me ignoraba?" Eso era lo único que podía pensar mientras lágrimas me recorrían el rostro y me marchaba hacia mi casa, con el alma hecha añicos, acompañando a mi corazón en esos momentos.
Ahora, con la vista fija en la pizarra, pero la mente dispersa, no podía dejar de lado como faltaba un día para que llevara una maldita semana sin hablar con él y dos días desde que me di cuenta de que en realidad, me estaba ignorando completamente.
Tenía los ojos un poco rojos, aunque ya no era tan notable como ayer. Las noches llorando ya empezaban a ser tradición, junto a las miles de preguntas que me hacía a mí mismo, de las cuales ninguna tenía respuesta. ¿Qué había pasado? ¿Por qué mi mejor amigo me había distanciado? ¿Por qué ni siquiera podía echarme en cara lo que sea que le hubiera hecho?
— Bien clase, eso es todo por hoy — El bullicio empezó a ser presente — Recordad que para el viernes habéis de traer hechos el veintidós y el veintitrés, y hacedlos con tiempo para analizarlos, es muy seguro que os salgan algunos ejercicios así en la selectividad — El profesor se volvió a sentar en su silla mientras los alumnos salían disparados hacia la salida.
Yo recogí mis cosas tranquilo, no tenía nada que hacer que requiriera ir con prisas. Cuando salí al pasillo, mis ojos divisaron a dos personas hablando entre ellas. Eran Paula y Hugo. Los vi con semblantes serios ¿Estarían hablando de Leo?
Pensé en acercarme y preguntar, de hecho, estuve a poco de hacerlo. Pero como siempre, el miedo me ganó, frenándome el paso. ¿Y si ellos también me ignoraban? ¿Y si me metía en medio de una conversación y se enfadaban? Había estado con ellos en un par de ocasiones, pero eso no significaba que fueran mis amigos, pues estaba claro que eran los de Leo.
Tragué saliva, decidido a preguntar. Intenté que todas aquellas preocupaciones se disiparan de mi mente, pensando en todas aquellas tardes que él me ayudaba y en tantos consejos que me dio. Empecé a caminar, decidido. Y lo habría hecho, habría podido preguntarles si no fuera por que Paula me vio venir, y en vez de saludarme, cogió a Hugo del hombro y empezaron a caminar, lejos de mí.
Me quedé en medio del pasillo, quieto mientras veía como ellos dos se iban sin ni siquiera mirar atrás. ¿Habría visto mal? Quizás solo por esta vez debería de haber hecho caso a mis inseguridades, pues era más que obvio que ya no era bienvenido en ninguna de las vidas de esas tres personas.
Suspiré derrotado cuando por mi lado pasó una persona, con ropa negra y cadenas en el cuello. Un pelo carbón recién cortado en un estilo moderno y una colonia nueva fueron lo que mis sentidos percibieron cuando lo vi.
No lo pensé demasiado y le cogí de la muñeca, deteniendo su acelerado paso. Supe que sabía que había sido yo quien le había detenido cuando no se movió. No quiso encararme ni tampoco forcejear con mi agarre, solo se quedó así, quieto en el medio del pasillo rodeado de una ola de alumnos, al igual que yo.
— Leo... — Susurré derrotado, notando como las lágrimas empezaban a acumularse en mis ojos
—... Déjame ir, Pau — Su voz se escuchó por encima de todo el murmullo que hacía la gente, pese a que había sido extremadamente bajo y débil
— Nube, para ti soy Nube — Le recordé cogiéndole la muñeca con más fuerza.
— Pau...— Lo volví a escuchar, mientras vi como lentamente se giraba. Miraba hacia el suelo, sin tener la voluntad de clavar su mirada en la mía
— ¿Qué ha pasado? ¿Porqué me ignoras? — Pregunté con un hilo de voz. Él siguió mirando al suelo, apretando sus labios al escuchar el temblor de mi voz. Se quedó en silencio, ni siquiera tuvo el valor de responder —¡Te he hecho una puta pregunta! — Le di un golpe en su pecho, notando como las lágrimas ya habían empezado a rodar hacia abajo.
Él solo suspiró, tragando con fuerza antes de cogerme por la muñeca y arrastrarme. Intenté forcejear y le dije que me dejara ir, pero no me hizo caso. No fue hasta que llegamos a un baño, al mismo al que entramos los dos el primer día del instituto, que me dejó ir.
Con la mano suelta, lo vi. Vi como su mandíbula parecía más cambiada, como su estilo había eliminado cualquier pizca de color. Analicé su nuevo peinado, y maldije cuando supe que no le podía decir nada sobre este porque se veía extremadamente atractivo con él.
— Deja de mirar al suelo — Mi voz temblorosa le ordenó, con toda la fuerza que pude obtener.
— Pau, de verdad, déjame en paz — Aun con el descaro de seguir mirando al suelo, recitó sin emoción alguna
— ¿Dejarte en paz? ¡¿Tú quieres que yo te deje en paz?! — Exploté al ver como quien yo conocía como mi mejor amigo se estaba comportando de tal manera. —De un día al otro dejas de hablarme, haces que me sienta como una mierda. ¡Joder! Incluso tus putos amigos me ignoran —
— Quizás deberías tomarlo como una señal. — Sentí como las lágrimas incrementaban debido a sus duras palabras
—Eres un egoísta — Le golpeé el hombro derecho, él ni se inmutó — Un traidor — Le di en el otro hombro — Un puto imbécil sin corazón— Le volví a dar, esta vez con ambas manos en el centro de su pecho.
Él solo recibía los golpes sin decir nada, sin actuar de ninguna forma, como si yo me hubiera vuelto invisible.
— Cómo puedes ser tan... — Las palabras dejaron de salir, quedándose atoradas en el nudo que tenía en la garganta. Mis manos se volvieron puños, estos aún apoyados en su pecho mientras todo el peso de mi cuerpo se sujetaba allí, notando como me desequilibraba mientras temblaba llorando.
Sentía que en cualquier momento caería al suelo por la falta de fuerza para aguantarme de pie. Sentía la traición en cada rincón de mi alma, sentía un vacío y un sentimiento oscuro que me penetraba con fuerza. Sentía que me asfixiaba y al mismo tiempo que respiraba demasiado aire. Había una mezcla de emociones que me mareaba y hacía que el dolor de cabeza incrementara hasta tal punto de sentirme desorientado.
En medio de ese torbellino de emociones, noté un leve toque en mi puño izquierdo. Levanté la vista del suelo, fijándome como ahora, en el lateral de mi mano, rodaba una gota de agua. Vi su recorrido, cómo todo el líquido se quedó colgando de la parte más baja de mi mano durante unos instantes, para caer hacia el suelo.
Lo miré, miré a aquel chico que pensé que se había vuelto de roca y que de la noche a la mañana no guardaba ningún sentimiento relacionado conmigo. Pensamiento que supe que era incorrecto cuando vi sus mejillas completamente mojadas, así como sus ojos, los cuales estaban extremadamente rojos. Nunca le había visto así de destrozado, y eso hizo que las cosas se confundieran más.
¿Porqué estaba así? ¿Qué había pasado?
— Leo... — Pronuncié, esta vez calmado e incluso con un cierto grado de cariño, el cual no era para nada comparable con el que realmente sentía por quién tenía delante. — ¿Qué ha pasado? ¿He hecho algo mal? — Pregunté aún con la voz temblorosa
Leo negó con la cabeza, y supe que no quería hablar, pues tenía el mismo nudo que yo en la garganta impidiéndole hacerlo.
— Háblame, por favor — Le pedí, apoyando mi frente en su pecho. Noté como se tensó, sin embargo, no se movió de lugar ni me apartó.
— Es solo... Tú no has hecho nada Pau... — Su voz se escuchó más clara.
Lo intenté mirar a los ojos, pero él apartó la mirada.
— ¿Entonces? — Pregunté, cortando el breve silencio que se había formado
— Lo único es que... — Dejó la frase a medias, girándose mientras suspiraba pesado y se despeinaba el pelo con las manos, claramente nervioso
— ¿Qué? ¿Lo único de qué? ¿Qué está pasando? ¿Qué me ocultas? — Le empecé a bombardear con preguntas, alzando un poco la voz ante el nerviosismo de no conocer lo que rondaba en su cabeza
— ¡Qué me dolía estar contigo, joder! — Soltó más fuerte de lo que quiso, quedándose estático cuando se dio cuenta.
Di un paso para atrás, ¿Le dolía... Estar conmigo? Sentí como si una bala me hubiera atravesado el pecho.
— Te dolía... — Repetí casi como un susurro, él solo resopló pasándose las manos por la cara, como si aquello que acababa de decirme no tendía que haber salido a la luz
— Sí... Es... Es complicado de explicar —
— Mi compañía te dolía. Mi amistad te dolía — Declaré mientras sus palabras acaban de cobrar sentido en mi mente.
— Ya te he dicho que es complicado... No es cosa tuya, es... — Intentaba decir, pero las frases se le quedaban suspendidas en el aire. Frases las cuales no eran fáciles de entender cuando estaba dando vueltas por ese pequeño espacio
— ¡Pues explícamelo! — Ver como no dejaba de moverse, me ponía nervioso, lo cual no ayudaba con ese sentimiento que sentía. — ¿¡Qué puede ser tan significante cómo para que me trates así?! — Le recriminé ya alterado, seguramente con los nervios tan a flor de piel como él los debería de tener
— ¡Porque me gustas! — Chilló de vuelta, mirándome fijamente por primera vez en más de una semana. Sus ojos negros se quedaron fijos sobre los míos, sin dejar de observarme con una mirada dura y amenazante recubierta de un brillo de temor que no pudo esconder bien. —Me gustas, joder — Dijo de manera más suave, sin dejar de separar nuestras miradas.
"Me gustas" "Me gustas" "Me gustas"
En mi cabeza no podía dejar de repetir su voz y esas dos palabras, las cuales hicieron que mis ojos se abrieran en grande. ¿Le gustaba a Leo? ¿Yo?
De un momento a otro, en mi mente empezaron a pasar todos los momentos juntos, todos los recuerdos que hemos compartido desde que éramos niños. Leo, aquel a quien yo conocía como mi mejor amigo, se me acababa de declarar.
— ¿Te gusto? — Pregunté a causa del impacto inicial que esa declaración me provocó. Vi como se mordió el labio nervioso, dejando de lado la dura mirada para pasar a una dócil y atacada, la cual no dejaba de pasear por todo mi rostro en busca algún tipo de reacción. — Desde... ¿Desde cuándo? — No sabía si estaba preparado para la respuesta.
— Demasiado tiempo. — Me miró y suspiró al ver cómo mi cuerpo se había tensado — No puedo aguantar más el dolor que me supone, verte con Adrià, necesito tenerte fuera de mi vida para sanar — Aclaró, de nuevo, buscando algo que le indicara qué era lo que pensaba de todo aquello.
Yo, sin embargo, sumido en la confusión y aún aturdido, no podía hacer más que mirar al frente escuchando como una gran verdad salía a la luz. Le dolía estar conmigo porqué le gustaba. Románticamente. Yo le gustaba a Leo
Mi corazón empezó a latir frenéticamente, mientras un extraño sentimiento empezó a ser presente en mi estómago. Nunca había sentido algo similar pero... Se sentía bien. Fijé mi mirada en la suya, la cual aún buscaba esa reacción que no había obtenido aún.
Frunció el ceño y suspiro pesado cuando vio como aún seguía igual de tenso y tenía mi boca herméticamente cerrada
— Sabía que esto había sido un error — Susurró decepcionado antes de pasar por mi lado, abriendo la puerta del baño y saliendo de ese lugar, dejándome solo, aun sin saber exactamente qué acababa de pasar.
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