Capítulo 22: Tequila

— Te lo juro que soy un manojo de nervios. ¿De verdad voy a hacer esto? — Me giré a Leo, con cara de circunstancia por la que él se rio.

— Claro que si Pau — Respondió con un tono burlesco. — No es posible que haya ido a tantísimas veces de fiesta y tú ninguna, por cosas como estas es por lo que me pregunto quién es el mayor de la amistad — Se reincorporó en la cama y cogió una de las tantas piezas de ropa que estaban allí tiradas y me la lanzó a la cara.

Le dediqué una mirada de odio, mientras con el ceño fruncido me volvía a girar cara al armario para poder ver mi ropa, la cual, de repente, me parecía muy poca. Escuché de fondo su suspiro seguido de una suave carcajada.

— Es obvio que el mayor soy yo— Murmuré enfurruñado mientras los nervios aumentaban e iba pasando las perchas de ropa, descartando cada cosa que veía.

— Pues es hora que empieces a actuar como tal — Apoyó su antebrazo en la puerta cerrada del armario, apoyándose lateralmente para poder mirarme con una sonrisa divertida. — ¿Sabes que por muchas veces que tires la ropa de un lado a otro no aparecerá nada nuevo, no?— Se burló

— Deja de burlarte de mí — Lo encaré — Eso demuestra lo inmaduro que eres — Me volví a girar para ver lo que en esos momentos se estaba convirtiendo en la razón de mi estrés. Necesitaría un té caliente para calmarme luego de eso — De todas maneras el haber salido o no, no te hace mayor, la gente tiene gustos diferentes y eso no mide tu crecimiento personal — Susurré enfocado en la ropa.

Leo suspiró divertido y cogió mis manos, deteniéndolas de todo momento.

— Suficiente. Déjame escogerte la ropa ¿Sí? — Me miró dulcemente — Sé que estás nervioso porque es tu primera vez y porque habrá bastante gente, así que déjamelo a mí. De todas maneras yo ya he ido a varias y sé como se ha de vestir correctamente para la ocasión, así que siéntate en la cama y relájate. — Me aconsejó Leo.

— Pero tu gusto es completamente diferente — Me quejé, poco convencido ante su propuesta

— Por dios Pau, te conozco desde hace años. Creo que soy capaz de escoger algo que te guste y sea de tu agrado — Volvió a suspirar, esta vez un poco más serio que antes.

Su mirada se clavó en la mía, haciéndome ver lo serio que estaba y la honestidad con la que las palabras habían salido de su boca. Me rendí ante esa mirada, porque sabía que se le había metido entre ceja y ceja escoger mi conjunto, y quizás, porque tenía la razón. Aunque eso último nunca se lo diría, por obvios motivos.

— Está bien — Esta vez fui yo quién suspiró — Pero más te vale que sea acorde con mi estilo, sino me niego a ir — Amenacé

— ¿Y tirar por la borda todo el trabajo que me ha costado convencerte? Ni loco. — Su voz sonó con eco por tener la cabeza en el armario — Hoy, Nube, sales de fiesta conmigo. No hay otra opción. — Sentenció aun sin mirarme.

Me senté en la cama, cansado de tanto pensar que llevar, ¿Quién diría que salir de fiesta iba a ser tan complicado?

Leo, por su lado, buscaba en mis armarios las prendas que según él iban a ser "las indicadas", colgándose aquellas que él creía que serían buenas candidatas en su brazo derecho y descartando otras cuantas. Lo oí quejarse brevemente un par de veces, diciendo que los colores eran todos demasiado casuales o que no tenía nada apretado. ¿Qué problema hay con los jerséis de lana y los pantalones anchos?

Sus pisadas resonaban por toda la habitación, moviéndose rápidamente de un lado al otro, abriendo armarios, moviendo perchas y mirando ropa. Mi mirada se centró en él, en como iba vestido todo de negro, que aunque no fuera novedad le daba un aire diferente esta vez.

Nunca había visto a Leo vestido para ir de fiesta, y en ese momento que lo veía viendo por primera vez, entendía el porqué era tan popular. Sus músculos se marcaban en la fina camisa negra, de donde sobresalía la piel de sus antebrazos, decorada con un par de tatuajes que se hizo hacía pocas semanas. Sus venas se marcaban en las manos y muñecas cuando cogía una percha y la movía, o cuando tenía la osadía de subir el brazo para pasarse la mano por el pelo, que le estorbaba la visión. Y no le culpaba, como para no pasar la mano por ese mar de hebras color carbón... Su pelo negro brillaba, con un corte perfecto en los laterales y una longitud que lo hacía ver... Malditamente atractivo.

Si la parte superior era ya un suplicio para la vista, la inferior parecía sacada del mismísimo infierno. ¿Cómo pueden unos pantalones ajustados verse tan bien? Sus muslos se marcaban y el tejano negro se ajustaba a sus proporciones, casi dejándome embobado cuando lo vi entrar minutos antes. Leo era muy atractivo, y lo peor es que él lo sabía.

— Vale, aquí hay tres conjuntos que los veo como buenos candidatos — Dijo colocándolos encima de mi cama. Miré sus opciones, extrañado

— ¿Cómo qué tres? Leo solo hay un pantalón — Le señalé aquel pantalón negro, el cual era un tejano de campana y con la parte superior bastante apretada, siendo ese el motivo principal por el que estaba en el fondo del armario y nunca lo usaba. Ni siquiera sabía como se las había apañado Leo para encontrarlo

— Lo sé, es que el pantalón ha de ser ese, sí o sí — Dijo como si fuera lo más obvio del mundo.

— ¿Por qué? No me gusta. Es demasiado apretado en la zona de la cintura y de los muslos — Me quejé

— Justamente por eso es el ideal— Una sonrisa empezó a asomarse por su rostro al ver el pantalón — Es decir, es lo más conveniente para ir de fiesta — Carraspeó. Yo suspiré derrotado, sabiendo que me tocaría volver a usar los pantalones incómodamente ajustados.

— Está bien, ¿Y para la parte superior? — Pregunté, aunque claramente veía las opciones enfrente mío

— Yo sinceramente optaría por esto — Señaló una camiseta negra, la cual contaba con unas cuantas transparencias — Quizás es un poco ajustado para tu gusto, pero créeme cuando te digo que te verías genial. — Me aseguró

— Esto ni siquiera es mío — Un quejido salió de mi boca mientras una sonrisa angelical e inocente aparecía en su cara. No me sorprendió en lo absoluto, tirándole su camiseta mientras ponía los ojos en blanco

— Bueno, se tenía que intentar — Guardó la camiseta en el bolsillo trasero del pantalón. — Vale, ahora cosas que si son tuyas.— Señaló las dos prendas restantes — Tienes este top superbonito con brillos y sin mangas, o una camisa de seda azul marino, elige. — Me dejó la decisión a mí.

— Ni loco me pongo ese top hoy, qué vergüenza por favor... — Comenté y cogí la camisa azul marino — ¿Sabes lo que quedaría genial con esto? Tengo un suéter precioso por aquí... — Empecé a abrir cajones

— Ni de broma, nada de suéteres — Su mano cerró el cajón que estaba abriendo — Hoy vas a ir viéndote atractivo, más de lo que ya eres. Eso de los suéteres te hace ver bonito, no sexy. — Negó con la cabeza.

— Eres muy pesado, ¿Lo sabías? — Le recordé, cogiendo de mala gana el pantalón y la camisa. —De verdad no sabes la vergüenza que me da, ¿Van tus amigos? — Empecé a sacarme el pantalón de pijama, aun de espaldas a él — Si van estaré aún más nervioso, debo caerles bien ahora que iremos al mismo instituto... ¿Qué?— Pregunté cuando me giré y lo vi ahí parado, cómo si el tiempo se hubiera congelado.

— No nada — Tragó saliva mientras su mirada rápidamente bajó a mis piernas en menos de un segundo — Continúa — Alcé una ceja por la confusión y bajé la mirada.

— ¿Te molesta que me cambie enfrente tuyo? — Pregunté después de un momento de silencio y con las mejillas sonrojadas. ¿Cómo me había tomado tanta libertad de hacer eso? Era obvio que le iba a incomodar

— ¡No! — Negó rápidamente — Es decir, no me incomoda para nada, no te preocupes, Nube — Su mirada se suavizó

— Está bien... — Hubo un silencio un poco extraño, el cual fue interrumpido de nuevo por mis pensamientos nerviosos — Lo que te decía es que no sé si seré capaz de entrar a un sitio así. Lo máximo que he bebido ha sido un sorbo del vaso de vino de mi madre, ¡Y no escucho nada de la música que ponen! Seguro, soy un hazmerreír y me quedaré solo, en una esquina a oscuras, llorando en silencio. — Gemí de esfuerzo cuando, mientras saltaba, intentaba que los pantalones entrarán. — ¿Por qué me compré unos pantalones tan ajustados? Esto cuesta horrores de subir — La cremallera subió y suspiré de felicidad

— No estarás solo — Su voz salió más ronca de lo normal y me giré confundido. Él se aclaró la garganta mientras veía a otro lado — Es decir, estaré yo a tu lado. — Aseguró

— Más te vale — Amenacé

— Lo prometo. Seré tu maestro esta noche — Bromeó — Nadie sabe tomar shots de tequila como yo, te lo aseguro — Sonrió inocentemente, como si no implicara que su talento implicara una acción ilegal.

— De verdad Pau, tranquilízate — Leo suspiró cuando estábamos en la cola — Adrià ya está adentro, y yo también. Verás como te lo pasarás bien — Me aseguró como ya había hecho una docena de veces a lo largo de la noche.

— Lo siento, los nervios me pueden — Suspiré derrotado. Él esbozó una suave sonrisa

— Lo sé, así como también sé que estaré siempre a tu lado — Me abrazó, reconfortándome y disolviendo las dudas de mi cabeza en un momento. — Pero hay una cosa que falla — Se separó. Yo lo miré con temor. ¿Acaso iba muy arreglado? ¿O iba demasiado poco formal? ¿Mis zapatos no eran los adecuados?

Acercó sus manos a mi cuello y desabrochó un par de botones de mi camisa, esbozando una sonrisa cuando se separó del todo. — Ahora si, perfecto. — Me hizo saber mientras me daba una vuelta, sacándome una sonrisa ante sus ideas.

El sitio era muy parecido a lo que me había imaginado, una nave iluminada con focos neón y un gran letrero con el nombre de la discoteca. La entrada principal contaba con unas vallas en donde se hacía la cola para entrar, así como dos seguratas que revisaban los DNI. Esos hombres me intimidaron desde que los vi, pero con una simple vista a mi carnet, fue suficiente para dejarme entrar sin una palabra de por medio. Leo, que entró después de mí, se acercó y pasó su brazo por encima de mis hombros.

—¿Has de ir al baño?— Preguntó, a lo que yo negué — Genial, porque quiero que te tomes tu primer shot de tequila — Una sonrisa decoró su rostro mientras se hacía paso entre la gente.

Llegamos a la barra, con reguetón colándose por las orejas, así como el sonido acústico de todas las personas que estaban dentro del recinto. Al pasar entre la gran nube de personas en la pista tuve que contener la respiración, pero todo se calmó cuando me di cuenta de que en realidad ni siquiera se daban cuenta de mi presencia. Todas las miradas se dirigían a Leo, quién actuaba como si estuviera solo en el local.

—Dos shots de tequila, por favor — Leo se apoyó en la barra para poder acercarse más al camarero y hacerse escuchar. El hombre asintió y se puso a hacernos las bebidas, mientras yo, estaba más preocupado prestándole atención a todo el roce que estaba sintiendo por el paso de la gente a mi lado.

No fue hasta que me empezaron a acorralar, todos deseosos de que los camareros les atendieran, que mi incomodidad fue ascendiendo de manera astronómica. No quería que me tocaran, que me empujaran con tal de llegar a la barra. Pero claro, ¿Qué iba a hacer? Era demasiado tímido como para decirles nada

— Perdona, ¿Vas a pedir? — Una chica me preguntó, y yo tartamudeé sin saber bien que responderle.

Fue entonces cuando noté una mano cogiéndome del brazo y tirándome hacia sí, y al momento, los golpes y rozaduras pararon.

— Te ahogas en un vaso de agua, Nube — Leo susurró en mi oído desde detrás, y fue cuando me fijé que me había apartado de toda esa gente para acorralarme entre él y la barra, colocando ambos brazos apoyados en la barra y usándose a sí mismo como un escudo para mí. Giré la cabeza, sorprendido, y él solo me guiñó el ojo, haciendo que sin saber bien el motivo, me costara más tragar saliva.

La vibración del bolsillo me alertó de una nueva notificación del móvil, destacando por el blanco de la pantalla en el mar de morado neón que protagonizaba el escenario de ese lugar.

— Adrià dice que está a punto de entrar, no le debe faltar mucho — Me acerqué a su oído para comentárselo, él asintió mientras le daba el dinero al camarero, quién rápidamente se fue a atender a otro cliente.

— Nos da tiempo entonces — Sentenció cuando vio los dos shots enfrente nuestro. — Primero, ponte sal en el dorso de la mano. — Indicó señalando el pote de sal con un gesto de cabeza

—¿Sal? — Pregunté descolocado

—¿Puedes dejar de cuestionar todo lo que digo por una vez? — Se carcajeó. Yo solo le hice caso y puse una cantidad abundante de sal en el dorso de mi mano — Justo así — Leo me alentó

— ¿Y ahora? — Pregunté, curioso

—Ahora, has de lamer la sal, beberte el tequila de un trago y cuando acabes muerdes la rodaja de limón que tienes en la encimera, ¿Lo entiendes? — Me explicó, paso por paso.

— Sal, tequila y limón — Murmuré mientras miraba mi dorso de la mano y la encimera. Suspiré y cogí el vaso, listo para empezar a tener experiencias nuevas y a afrontar mis miedos. La sal hizo contacto con mi lengua, seguidamente del tequila, que me hizo toser por lo fuerte que sabía. Un calor bastante desagradable se creó en mi garganta.

— El limón, muerde el limón — Conteniéndose una carcajada, Leo me recordó el dichoso limón. Lo cogí y lo mordí, notando como aliviaba un poco mi paladar. — ¿Todo bien? — Me preguntó Leo. Yo asentí mientras levantaba la mirada, viendo sus ojos divertidos mirarme mientras intentaba reprimir una sonrisa

—Ha sido la cosa más asquerosa que he probado en mi vida — Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero. Leo no se pudo contener más y soltó una gran carcajada, mientras negaba con la cabeza y empezaba a ponerse sal en su dorso de la mano.

Me miró fijamente y lamió toda la sal, vertiendo todo el alcohol en su boca y apenas dándole un mordisco al limón, todo eso en menos de tres segundos. Lo peor, es que no reaccionó ni lo más mínimo.

— No me mires así, te dije que era el mejor tomando shots — Se encogió de hombros, divertido.

—¡Por fin os encuentro! — Una tercera voz se hizo presente, sobresaliendo entre todas las otras.

Adrià me abrazó y yo envolví mis brazos en su cuerpo, dándonos un pequeño beso en los labios que nos pilló a los dos desprevenidos. Leo por su parte, solo lo saludó con un movimiento de la mano y una sonrisa en su rostro.

— He de ir al baño, te dejo al cargo de él — Leo carraspeó mientras hablaba con Adrià — Ha bebido su primer shot, cuidado con como reacciona — Le avisó antes de desaparecer entre la multitud

Los ojos azules de Adrià me cautivaron nada más estuvimos solos, mientras el cuello alto que llevaba y los pantalones ceñidos alegraban mi vista

—Hola — Le susurré

— Hola— Me respondió de la misma manera — Estás guapísimo — Me hizo saber, haciendo que mis mejillas se sonrojaran — No sabía que tuvieras esta parte de ti, me gusta — Aclaró, besándome la mejilla.

Cogió de mi mano y me adentré con él en la multitud, algo incómodo por estar rodeado de tantos desconocidos. Sin embargo, intenté no centrarme en todas las personas que me rozaban e intenté centrarme únicamente en la preciosa sonrisa y pelo castaño que me miraba como si fuera la única persona del lugar.

No conocía la música, pero la mezcla del alcohol que había ingerido y la buena compañía hicieron que me soltara un poco, bailando más con Adrià e incluso yendo juntos a pedir más bebidas. ¡Lo estaba pasando bien! ¡En un sitio lleno de personas! Eso sin duda, era un gran avance.

Las carcajadas cada vez salían con más facilidad, y las interacciones con desconocidos habían pasado de ser amenazadoras e incómodas, a hasta cierto punto agradables.

Me giré para mirar a Adrià y él me miró, igual de borracho que yo. Pasé mis manos por sus hombros y me acerqué, quedando pecho con pecho.

— De verdad que eres un sueño, deseo poder llamarte algo más que amigo algún día — Suspiró él mientras miraba fijamente mis labios, y eso fue suficiente para que fuera yo quien empezara el beso.

Un beso hambriento, lleno de deseo y cariño, sin importarnos el número de personas que podía estar viéndonos en ese instante, de todas formas, no éramos los primeros ni los últimos que se besaban así en medio de la discoteca.

Sin embargo, me separé con las mejillas rojas y los labios hinchados cuando se empezó a escuchar una canción que me conocía, siéndome imposible el retener mis chillidos con la lírica de esta. Saltaba, bailaba y cantaba, era sin duda alguna, el momento en donde me había sentido más libre de toda la vida.

— Oye, llevo viéndote desde hace bastante rato — Me giré cuando noté que un chico me estaba hablando. No podía distinguir muy bien sus rasgos y facciones, pero podía determinar que era más alto que yo y que su pelo era negro.

— ¿Leo?— Pregunté, extrañado por el cambio de voz. El chico soltó una carcajada

— No, no soy él. — Sonrió de lado — Quería preguntarte si querías que te comprara alguna copa o algo... Te he visto y la verdad es que te me has hecho bastante atractivo y... — Empezó a explicarse

— ¿Me quieres comprar una copa?— Pregunté sorprendido

— Claro, cualquiera que te viera querría hacerlo— Dijo acercándose, haciéndome sentir un poco incómodo, así que le coloqué las manos en su pecho, apartándolo levemente de mi cuerpo

— No estoy muy seguro de... — Empecé a negarme con la poca conciencia sobria que aún me quedaba

— Ya tiene quién se las compra. — Una voz gruesa sonó a mis espaldas, y supe inmediatamente que se trataba de él

— Oh... — El chico subió la cabeza — Lo siento tío, no sabía que ya tenía a alguien — Se disculpó y se fue

— ¿Y Adrià? ¿Qué le has hecho? — Le juzgué cerrando los ojos de manera incriminatoria mientras lo señalaba. Él solo suspiró divertido

— Nunca pensé que verte así de borracho me fuera a causar ternura — Murmuró, más para él que para mí. — Se ha ido, tenía que acompañar a un amigo. Me lo he encontrado en los baños, se pensaba que estabas conmigo. — Me explicó

— Oh, entiendo — Asentí — ¿Podemos irnos? Me duelen los pies y necesito urgentemente tomar el aire. — Pedí y vi como asintió, empezando a caminar hacia la salida.

Cuando el airé chocó contra mi piel suspiré aliviado, sintiendo el frío de la noche abrazarme y destensando aquellas partes de mi cuerpo que por culpa de la gente que había se habían tensado.

— ¡Ha estado genial! — Exclamo — Lo he superado, y encima ¿Sabes qué? — Le pregunté emocionado mientras daba saltitos

— Sorpréndeme — Leo respondió con una sonrisa ladead

— ¡He hecho un montón de amigos! Al final los shots de tequila no están nada mal — Le di la razón — Ahora bien, para la próxima no te vistas así — Negué con el ceño fruncido, cambiando mi humor drásticamente

—¿Y eso por qué? ¿Qué hay de malo en lo que llevo hoy? — Preguntó confundido

— Te ves demasiado atractivo, es molesto que no te dejen de mirar — Le respondí aún con los brazos cruzados, que se tensaron más cuando lo sentí carcajearse a mi lado.

— Eso debería decir yo con esos pantalones, no pensé que y no iba a ser el único que iba a poder ver el buen culo que te hacen — Suspiró divertido

— ¿Me hacen buen culo? — Pregunté inocentemente, él volvió a carcajearse

— Mucho. — Sonrió, divertido — Me gusta este Pau borracho, debemos salir más a menudo — Opinó

— ¡Sí! — Afirmé mientras alzaba mis brazos — Ahora, ¿Me puedes cargar hasta casa? Mis pies están chillando de agonía — Le pedí con una sonrisa de oreja a oreja.


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