Capítulo 12: Entre el colchón y las vigas


— Deberías dejar de acudir a mí cada vez que tienes algún problema con Leo o con tus sentimientos, se hace cansado ya — Suspira Adrià divertido, quién está estirado en su cama. Yo lo miro sin entender a que se refería de nuevo.

— Venga ya Pau, no me mires así. Ambos sabemos a lo que me refiero — Me señaló acusándome. Yo solamente suspiré rendido mientras me tiré en su acolchada cama.

Cuanto más tiempo pasaba, más cercano me hacía a Adrià. Últimamente, con el intento de refugiarnos del calor que había en Barcelona, nos refugiábamos en su casa. Su casa me gustaba, era diferente a lo que había visto antes.

Adrià vivía en la Barceloneta, un pequeño barrio costero a la orilla de una de las playas más famosas de la ciudad. Era un barrio antiguo, en donde las casas eran pequeñas y todas estaban diseñadas y pintadas de colores diferentes. Su fachada era mucho más sencilla que la mía, y un vibrante color salmón pastel le daba vida, en comparación con la mía marrón oscura y de estilo barroco, esta no intimidaba tanto.

Como había comentado antes, la casa de Adrià era un poco pequeña, aunque la palabra correcta para definirla sería más bien angosta. Aun así, tenía un encanto muy especial, y no era ni como la madera de las escaleras sonaba a cada paso que dabas ni las ventanas las cuales llevaban siendo las mismas desde hace más de cien años; Era una casa la cual por motivos que no podía identificar, daba un aire casi mágico.

Quizás era por la brisa y el sonido del mar que se colaba por cada grieta de las paredes, por los muebles y las vigas de madera las cuales se mostraban orgullosas a lo largo del techo, quizás incluso, era la pequeña buhardilla de la casa la cual era la habitación de Adrià, o puede que lo fuera todo en conjunto.

Hablando sobre la habitación en concreto, esta era extremadamente bonita, muy de mi estilo podría llegar a decir. Había cosas que incluso yo pondría en mi habitación como una cama de madera con sábanas blancas y cojines verdes decorándola, una alfombra redonda de hilo con forma de mandala o las lámparas de sal que estaban dispersas por el espacio. Aunque también, había muchos otros objetos que no encajaban con mis gustos, como lo eran el caballete y los cuadros apoyados en una de las paredes más cercanas a la ventana, unas luces LED que se asomaban por todo el perímetro de la parte más alta de las paredes, o el escritorio con su ordenador a dos pantallas.

La habitación de Adrià, podía definir muy bien como era su personalidad, y fue cuando la vi por primera vez, que entendí el porqué encajábamos tan bien. Y es que, en muchas de las cosas, nuestros gustos son similares.

Me apoyé sobre mis hombros, encima de la mullida cama para mirarlo con el ceño fruncido, sin saber muy bien como expresar lo que hacía tiempo que quería ocultar.

— Es extraño, ¿Sabes? Hasta febrero nuestra relación había estado bien, como siempre, sin acciones o sentimientos extraños... Pero, en algún momento, momento el cual desconozco, todo cambió. Es como que de repente la relación ha tomado un rumbo... Diferente — Comenté mientras me sumergía en mis pensamientos, dejando la mirada en un punto fijo, el cual resultó ser uno de los tantos cojines que Adrià tenía encima de su cama.

—¿Recuerdas cuando empezó a cambiar? —Me preguntó él enfocándose completamente en mi cara. Yo giré la mía hasta que nuestros ojos conectaron, y mientras observaba sus dos orbes azules, intenté recordar cuando empezó a cambiar todo. Me costó un rato, debo admitir, pero de repente, sin esperármelo, el recuerdo me apareció.

—Me acuerdo, fue por esa época, finales de febrero principios de marzo — Me remojé los labios y me recosté en la cama, de modo que mi espalda estaba encima del colchón y mi mirada centrada en mirar las oscuras vigas del techo de Adrià. — Él vino como siempre hace, y después de un rato, nos pusimos a jugar OverWatch, ya sabes, la rutina de cada día— Únicamente recibí un sonido afirmativo por parte del chico que estaba a mi lado. —Pero entonces, él —Solté un bufido sin saber como continuar por la vergüenza que la situación me daba.

— Si no quieres decirlo no pasa nada — Se carcajeó suavemente Adrià, giré mi cabeza y lo vi. —Estás rojo — Me señaló y yo bufé

— Me susurró en la oreja y pues sentí una corriente recorrerme entero — Solté evitando mirarle directamente.

Hubo un pequeño silencio, en donde por dos segundos no se oyó nada más que las olas del mar y el golpeteo de las ollas que la madre de Adrià estaba usando en la cocina, justo debajo de nosotros. Aunque este breve silencio, fue interrumpido por una sonora carcajada que salió disparada de la boca de Adrià.

Volví a poner mi vista en su persona, para ver como se había tirado con el pecho mirando hacia el techo y se retorcía en la cama mientras se reía. Lo vi de manera estupefacta.

— ¿En serio todo esto comenzó porque te susurró en la oreja y eso te puso? — Soltó para inmediatamente volver a carcajearse. Sentí mis mejillas calentarse mientras las inflé y le pegué en el hombro.

— No te rías idiota, solo es mi zona erógena — Dije de manera floja, casi como un susurro. Esto de verdad estaba siendo humillante. Adrià tosió y me miró con una sonrisa vacilante asomándose por su rostro.

— Está bien, entonces, después de eso fue cuando las cosas empezaron a cambiar, ¿No? — Comentó él recalcando la palabra "Eso" con una sonrisa pilla en su rostro. Yo rodé los ojos mientras asentía, cansado de sus burlas.

— ¿Y no has pensado en que puede que el que haya cambiado no haya sido él... Si no tú? — Preguntó después de un momento de silencio, llamando mi atención ante la extraña pregunta.

—¿A qué te refieres? — Pregunté sin entenderle

— ¿Y si sus acciones nunca han cambiado?, ¿Y si solamente has sido tú quién ha empezado a notarlas y a verlas de una manera diferente? — Preguntó de manera lenta y un poco insegura, sin saber si lo que decía estaba o no del todo correcto.

Nada más pronunció esas preguntas, fue como si una puerta de mi celebro se hubiera abierto, dejándome ver entonces, la realidad sobre lo que había estado sucediendo. Gracias a esas palabras, pude ver como Adrià tenía razón. Los toques, las palabras dirigidas a mí, las miradas, todo eso había estado desde siempre, Leo nunca había cambiado, él seguía igual que siempre... El que había cambiado había sido yo, o más bien dicho, mi manera de sentir las cosas que tenían que ver con él.

Después de ese incidente, de manera casi instintiva, mi cuerpo había empezado a reaccionar a su presencia de una manera distinta. Desde entonces, era como si estuviera pendiente de cada movimiento que él hacía cada vez que estaba cerca, y notaba cada mero roce, como algo gigantesco.

Gracias a esas palabras, me di cuenta de la verdad, y esa no era otra que todo lo que había pasado, no había sido más que historias que yo mismo me había creado, las cuales, de manera irónica, creaban mis mayores preocupaciones en la relación que estábamos teniendo los dos. Era hasta ridículo, ¿Cómo no me había podido dar cuenta antes? Seguramente no era más que yo haciéndome ilusiones o creyéndome el personaje principal de alguna novela, ¿Cómo iba yo a gustarle a Leo?

— Tienes razón, ¡He sido yo!, ¡Todo este tiempo he sido yo! —Dije asombrado mientras lo veía con los ojos bien abiertos.

— ¿En serio? — Preguntó con el ceño fruncido, extrañado de haber dado justo en el clavo

— Sí, él siempre se comportó igual, solo fui yo quién empecé a ver las cosas de maneras distorsionadas y que malpensé el significado de ellas — Le aclaré, aliviado de quitarme el peso de encima y sintiendo como todas mis preocupaciones se dispersaban en el aire.

— Me alegra escuchar eso — Dijo él y sonrió de medio lado. Sonrisa que yo devolví con una de oreja a oreja — Eso significa que... — Se remojó los labios con la punta de la lengua, como si pensara como decir las siguientes palabras. — ¿Sientes algo por él? — Preguntó.

—¿Otra vez con la pregunta? — Respondí divertido por la situación. Adrià,, sin embargo, desvió la mirada

— Solo... Responde a la pregunta — Pidió volviéndome a mirar fijamente. Yo apreté mis labios sin saber bien que decir, ¿Lo hacía?

— No, bueno, no lo sé... Creo que no — Contesté mientras sentía como ese par de orbes perforaba mi alma a través de los míos

— Bien — Dijo después de un silencio en el que nos la pasamos mirándonos el uno al otro.

— ¿Por qué lo preguntas? — Quise saber

— La verdad es que quería pedirte una cita desde hace un tiempo ya...— Confesó y yo volvía sentir como mis mejillas tomaban un claro color rojo ante su confesión. ¿Una cita? ¿Con Adrià? — Es decir, entiendo que no quieras, pero siento que somos bastante compatibles y me lo paso bien a tu lado. No quiero meterte presión y menos aún arruinar nues— Empezó a aclarar de manera nerviosa, viéndose desde mi punto de vista, un tanto tierno

—Está bien, me apetece — Le corté el pequeño monólogo nervioso que estaba haciendo hace unos momentos

Adrià giró rápidamente su cabeza hasta mí, mientras que en su boca se formaba una pequeña sonrisa y sus mejillas se empezaban a tintar de un color rosa.

—¿De verdad? — Preguntó nervioso. Yo solo asentí.

Adrià, ahora con una gran sonrisa decorando su cara, haciendo que los brackets brillaran con la luz del atardecer, me cogió de una de mis mangas y tiró de ella, hasta que nuestros cuerpos colisionaron en un abrazo. Abrazo que duró bastante y que se sintió bien, me gustó sentir su calor arropar mi cuerpo y su perfume colarse por mis fosas nasales.

— ¿Si te susurro en la oreja de pondrás nervioso? — Preguntó con una voz áspera cerca de mi odio, para momentos después volverse a carcajear fuertemente, deshaciendo el abrazo. Yo lo miré con cara de pocos amigos, mientras intentaba ignorar la pequeña sensación que ese susurro me había provocado. — Perdón, era necesario hacerlo — Dijo una vez acabó de reírse.

— Creo que me replantearé lo de la cita — Comenté yo para ver como su cara al momento se transformó, siendo yo quién reía entonces.

Quien ríe último, ríe mejor. O eso dicen.


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