Capítulo 6
6. INCENDIO MISTERIOSO
ERICK
Estábamos por terminar la clase de matemática con la profesora Collins cuando noté como mi hermano se comenzó a comportar extraño, empezó a sudar precipitadamente, a tal grado que fue notorio y su respiración se aceleró haciéndose visible, provocando que de inmediato me cuestionara qué le estaba ocurriendo. Inmediatamente me preocupé y experimenté un déjà vu al verlo de esa manera, ya lo había visto en esa situación en el pasado, fue entonces cuando recordé lo que había acontecido años atrás.
— Adrián, ¿te sientes bien? — Cuestioné preocupado al verlo perdido en sus pensamientos, recibiendo silencio como respuesta.
A los instantes noté como se apoyó entre sus piernas y salió a toda prisa del salón sin dejar ninguna explicación. Todos se le quedaron viendo extraño, incluso la chica en la que parecía interesarse.
— ¿Señor Dawson, a dónde va? — Escuché decir a la señora Collins mientras esta lo veía alejarse.
Él no se encontraba bien, así que instintivamente me digné en ayudarlo.
Sin dejar pasar un segundo más, me levanté de mi asiento y me dirigí con la maestra encargada, antes de salir.
— Disculpe, pero creo que mi hermano no se siente muy bien. — Aclaré en voz baja tratando de no llamar mucho la atención.
— ¿Le sucede algo? — Inquirió preocupada mientras se acomodaba sus lentes.
— No, bueno, sí. Usted no se preocupe, yo lo resolveré, siga con su clase y disculpe. — Dije empezando a avanzar hacia la salida.
Una vez fuera, empecé a caminar de prisa buscando a mi hermano. Me sentía confiado en que seguramente buscaría un lugar donde fuera posible estar solo, así que mi primera opción fue buscar en los baños.
Mientras caminaba por los pasillos, el miedo se hizo presente en mi mente con el objetivo de atormentarme. No quería que aconteciera lo mismo que había pasado la última vez, no quería que de alguna forma papá lo alejara de nosotros de nuevo.
Además, un antiguo temor reinó en mi cuerpo, el miedo de que él me olvidara o que simplemente me viera como un extraño. Aunque la esperanza de que su diagnóstico posiblemente era erróneo me acompañaba.
Papá, en su momento, no había dejado que cualquier doctor lo examinara, aunque solía ser un tanto distante con nosotros, realmente se preocupaba por la salud de Adrián y la mía. Los especialistas que lo diagnosticaron no lograron hacerlo con éxito, muchos recurrieron a la enfermedad de Alzheimer, pero me negaba a la idea, sabía que no se trataba de eso, él y yo lo sabíamos, se trataba de algo más oscuro, además ninguna enfermedad se comparaba con los síntomas que él había experimentado ese día.
Tras una larga y agotada búsqueda llegué a una puerta con un letrero incrustado que indicaba que se trataba de los baños de hombres. Traté de entrar de prisa, pero dicha puerta se encontraba cerrada, haciéndome imposible la idea de atravesarla.
Él se encontraba ahí.
— Adrián, ¿te encuentras bien? — Cuestioné aproximando mi cabeza a la madera, en busca de la oportunidad de escuchar más allá de esta.
Silencio.
— Por favor responde, solo quiero saber si te encuentras bien. — Dije en un tono un tanto angustiado.
Más silencio.
— ¿Puedo pasar? — Solicité tratando de forzar la cerradura con mi fuerza.
— ¡No! — Escuché su voz de inmediato, confirmándome su presencia.
— Está pasando de nuevo. ¿Cierto? — Solté serio sin recibir una respuesta de su parte.
— No entres. — Le escuché decir a los momentos con su voz apagada.
— Adrián, por favor.
— ¡No entres! — Pronunció de nuevo demandante.
No me hacía a la idea de esperar más tiempo allí afuera sin saber en qué condiciones se encontraba, así que terminé ignorando lo que pedía y me dediqué a sacar un objeto puntiagudo de mi maletín y me dispuse a tratar de forzar la chapa de la puerta. Intenté muchas veces obteniendo un resultado fallido, pero tras múltiples fracasos, finalmente obtuve éxito y pude girar la perrilla brindándome la posibilidad de abrir la puerta.
Al instante de abrirla con suma lentitud, mi vista viajó hacia él; se encontraba encogido entre sus piernas bajo un lavamanos con lágrimas decorando sus mejillas, su piel se encontraba totalmente pálida, sus manos teñidas de un rojo carmesí y su rostro estaba totalmente empapado de sudor, haciéndolo lucir brilloso.
Al instante noté como había varios fragmentos de cristales decorando la cerámica, presté atención a su origen y di con un espejo que había sido roto por la marca de un puño ensangrentado. Había sido él.
No esperé más y me acerqué a él buscando la posibilidad de ayudarlo.
— Adrián. Adrián, ¿puedes oírme? — Indagué preocupado, al verlo estático en ese lugar. Sacudí varias veces su cuerpo tratando de hacerlo reaccionar, pero parecía que hablaba contra un muro. — Por favor dime qué tienes. — Insistí de nuevo.
Él parecía no encontrarse ahí, aparentaba encontrarse en otro sitio sin saber qué ocurría a su alrededor. Cada vez trataba de encogerse más, su rostro se encontraba colmado de miedo, quería ayudarlo, pero desconocía la forma y manera de hacerlo.
Al verlo totalmente congelado en esa posición, me dispuse a colocarme de dicha manera, acompañándolo, pero a los instantes de hacerlo su voz me sorprendió. — Fuego. — Pronunció con la voz quebrada tras el silencio que se había formado entre nosotros.
— ¿Qué? — Cuestioné confundido al escucharlo.
— Fuego. — Pronunció de vuelta, dejándome despistado.
— ¿Qué significa? — Pregunté de nuevo sin recibir una respuesta concreta. — ¿Sientes que algo te quema? — Cuestioné analizando las posibles razones a esa palabra.
— ¡No! Fuego. — Insistió con el mismo término, dejándome con la misma incógnita.
— Adrián no te comprendo. Por favor dime qué sientes. — Supliqué encontrándome a punto de llorar. Había olvidado lo horrible que había sido verlo sufrir.
Al no recibir una respuesta que me explicara lo que estaba ocurriendo, perdí la poca paciencia que me quedaba, provocando que tomara su rostro con mis manos y lo alineara con el mío.
— ¿Dime quién eres? ¿Cuál es tu nombre? — Indagué recordando que papá había mencionado que preguntas simples ayudaban a algunas personas a calmarse. Fue la opción que tomé, ya que realmente no se encontraba bien, no era común verlo vulnerable de tal manera, así que tenía que buscar la manera de ayudarlo.
— Yo... — Se detuvo inseguro. — Yo... — Su voz no resultaba.
— Vamos Adrián, tú puedes. — Traté de motivarlo ahogando un suspiro.
— Yo... Soy... Thiago Adrián Dawson Becker. — Soltó finalmente.
Así es. — Lo aprobé sonriente. — Lo hiciste muy bien. Ahora, ¿me reconoces? ¿Sabes quién soy? — Pregunté esperanzado. Él inspeccionó mi rostro y a los segundos asintió llenándome de felicidad. — ¿Sabes cuál es mi nombre? — Cuestioné tratando de hacerlo progresar.
— Tú... eres... eres mi hermano. Erick Estiben Dawson Becker.
— Muy bien. Así se hace Adrián. — Lo felicité sintiéndome un tanto aliviado. — Puedes decir los nombres de nuestros padres. — Arrojé otra pregunta.
— Lucía Becker Pinkman y Drake Dawson Ford. — Su fluidez dio inicio a mejorar, pude notar cómo la luz regresaba a sus ojos, su pulso volvió a ser normal, su respiración empezó a relajarse y poco a poco comenzó a entrar en razón.
No esperé un instante más y me dediqué a abrazarlo como nunca lo había hecho antes. Necesitaba ese abrazo, necesitaba expresarle que lo quería y que realmente me importaba que estuviera bien, que siempre buscaría la manera de ayudarlo y que nunca lo dejaría solo sin importar lo que aconteciera en el futuro.
A los momentos terminó por recibirme el abrazo y pude sentir la manera en la que me apretó con fuerza dejando escapar un par de suspiros dolorosos.
— Erick, tengo miedo. — Dijo llorando, hundiéndose cada vez más en mi hombro. — Tengo mucho miedo, miedo de que me esté volviendo loco. Miedo de que todo resulte ser cierto y termine por olvidarlos, por olvidarme de todo. — Sollozó con la voz agonizante.
Yo también estaba asustado y al igual que él tenía mucho temor de lo que pudiera pasar, pero tenía que hacerlo sentir mejor. — Tranquilo, sí, estarás bien. Todo estará bien. — Dije conteniendo mis lágrimas, despegándolo de mi agarre para verlo a los ojos. — Además, si terminas por volverte loco, aun así te querré, nada me hará cambiar de parecer sobre ti, absolutamente nada. Eso te lo prometo.
Me volvió a abrazar con fuerza. — Perdón, perdón. Creí que ya era historia, creí que estaba mejorando, que ya no ocurriría de nuevo, pero supongo que me equivoqué. Lo siento mucho. — Pronunció luchando para que sus lágrimas no siguieran fluyendo.
— Tranquilo. Sé que es algo que no puedes controlar, pero también sé que lo resolveremos. Todo estará bien. — Pronuncié manteniéndolo entre mis brazos.
Nos quedamos un buen lapso de tiempo así; juntos. Adrián por momentos soltaba aire de manera pesada, pero luego volvía a calmarse quedándose en silencio, más yo solo trataba de mantenerlo entre mis extremidades superiores sin despegarnos por absolutamente nada, incluso no sentí lo rápido que avanzó el tiempo mientras nos encontrábamos de tal manera.
Ya pasado el tiempo, mi hermano se despegó de mi agarre. — Bueno. Ya. Creo que nos estamos viendo muy ridículos, y aquí el único ridículo eres tú. — Dijo ya volviendo a ser él, rompiendo con el largo silencio que había surgido.
Ambos terminamos por levantarnos y al hacerlo, vimos el desastre a nuestro alrededor; cristales rotos en el suelo, una gran cantidad de agua y algunas gotas de sangre decorando la cerámica.
— ¿Quieres hablar de lo que pasó? — Pregunté viendo hacia abajo, apreciando todo lo que mi vista me permitía.
— No.
— Adrián. — Pronuncié con cierto desacuerdo e insistencia.
— ¡No! Y tampoco le dirás a papá. — Dijo amenazante.
— Adrián, no puedo ayudarte si no me dices qué ocurre.
— Erick. Sabes bien lo que pasaría si papá llegara a enterarse de que tuve otra crisis. — Me crucé de brazos mostrando mi controversia. — Me enviaría de nuevo a ese lugar, no quiero volver ahí, aquí puedo empezar de nuevo. Solo mira a nuestro alrededor, estamos en una preparatoria por primera vez, quiero esto, así que por favor no me lo quites.
— Está bien, no le diré nada. Pero tienes que informarme cuando no te sientas bien. Soy tu hermano, así que tienes que confiar en mí. — Expresé tomándolo de los hombros.
— De acuerdo. — Accedió poniendo los ojos en blanco.
De repente escuchamos un gran escándalo que terminó por interrumpirnos, el cual provenía de afuera. Se escuchaban conversaciones indistintas y pude distinguir cierto temor en ellas.
— ¿Qué pasa? — Preguntó Adrián, igual de extrañado que yo.
— No lo sé, pero no puedes salir así. — Dije señalando su sangre.
— Me limpiaré, tú ve a ver qué ocurre. — Propuso mientras se dirigía a abrir uno de los grifos con agua.
— Está bien.
Salí dejando a mi hermano ya estable, quien se había quedado mojando sus nudillos para extraer la sangre que había adornado su piel.
Al llegar al exterior del baño noté como había una gran aglomeración de personas que se encontraban apreciando los televisores que colgaban en la cafetería.
Dichos televisores se encontraban transmitiendo la misma imagen.
Un incendio.
— Las autoridades están haciendo todo lo posible para contener las llamas que se extienden en el laboratorio Cristiny, aún se desconoce la causa de dicho incendio. Según me informan, el número de muertes asciende a más de 20 personas... — Informaba una conductora de televisión.
— Carajo. Carajo. Carajo. — Escuché maldecir innumerables veces a una persona que se encontraba posicionada detrás de mí con sus manos acomodadas en la cabeza.
Harvey.
— Harvey. ¿Qué ocurre? — Pregunté acercándome al verlo tan alterado.
— Erick. — Se detuvo a tranquilizar su respiración, la cual se encontraba exaltada. — Mis padres trabajan ahí. — Soltó dejándome estupefacto y alarmado.
¡Rayos!
Adrián.
Nota de autor:
Holis!!! ¿Cómo va todo? "Se hace el dramático"... ¡¡¡Qué alguien me explique qué rayos está pasando porque no estoy entendiendo un rábano!!! Ahhhh!!! Na, bromas, yo si entiendo muy bien que está pasando, pero ustedes no jijiji—Risa maliciosa. Dejen sus teorías, votos y comentarios. Nos vemos en el siguiente Cap. Gracias por tu apoyo.
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