Capítulo 3
3. LA CASA EMBRUJADA.
Desperté con mi respiración acelerada y mi corazón hecho un temblor, había tenido una pesadilla nada agradable y algo me había despertado.
Observé el despertador ubicado a un costado de mi cama y era la 1:00 de la mañana, habíamos regresado a las 11:00 p.m. de la casa de Harvey y desde entonces estaba teniendo problemas para dormir, no sabía si era por la emoción de ir a una preparatoria en la mañana o por lo que había dicho Harvey sobre nuestra casa.
Mi cuarto estaba oscuro, tan oscuro que no podía verme ni las manos. Había un gran silencio aterrador y con saber que estaba a varios metros de la persona más cercana a mí, me empezó a dar cierto miedo.
De repente escuché algo caer al lado mío, haciendo que del susto me lanzara de la cama hacia el suelo, pero no pude ver de qué se trataba porque estaba demasiado oscuro.
— Okay, si es cierto que aquí espantan, les recomiendo espantar a mi hermano, no a mí. — Dije al vacío temiéndome que algo me fuera a contestar.
Ladeé mi vista hacia la ventana y entre el espesor de los árboles del jardín vi algo... Unos ojos rojos. Provocó que mi presión aumentara. Cerré los ojos con fuerza pensando que quizá estaba viendo mal, pero al abrirlos presencié lo mismo... Los mismos ojos rojos. Quizá eran los ojos de algún animal reflejados en ese color por la noche, pero mi cerebro no quería asimilarlo en esos momentos.
Regresé mi vista, y mi corazón ya era un zumbido. Se expandió un gran silencio sin poder apreciar el más minúsculo objeto.
De la nada unas zancadas fuertes y apresuradas empezaron a surgir, se escuchaban muy tenebrosas a lo lejos. Algo se estaba acercando... Se aproximaba a mi puerta, acortaba la distancia cada vez más y más. ¿Qué tenía que hacer? ¿Tenía que correr? ¿Me iba a llevar? ¿A caso era el fantasma del hombre que había desaparecido que venía por mí? ¿O era algo peor?
De repente el sonido se detuvo en mi puerta. Sea lo que sea que estuviera allí, se había quedado en silencio.
No podía más con el miedo, empecé a sudar tanto que la manta se sentía húmeda. Los pelos los tenía de punta y el corazón se me iba a salir. Algo iba a ocurrir y fuera lo que sea que fuera, no iba a ser bueno para mí.
Tocaron la puerta.
Traté de ignorar el hecho de que algo estaba golpeando mi puerta. Quise hacerme a la idea de que solo era el miedo que trataba de intimidarme, pero eso seguía tocando e insistiendo de una manera muy aterradora.
Me vi obligado a levantar mi cuerpo entre lo oscuro y macabro de la habitación, y en un solo temblor, con mi respiración acelerada, me dirigí a buscar algo entre las cosas de la mudanza para defenderme.
Palpando cada objeto a ciegas en mi alrededor, encontré mi bate de béisbol que se encontraba guardado entre unas cajas cubiertas de nylon, sin duda eso me sería útil y me ayudaría a golpear a lo que estuviera afuera si tuviera intenciones de hacerme daño, así que lo tomé en mis manos y con él me encaminé sigilosamente a la puerta. Sea lo que fuera que estuviera allí, se iba a arrepentir de asustarme de esa manera.
Al instante que giré la perilla, sostuve con fuerza la puerta y dejé la rendija abierta para poder ver más allá de esta. Pero una fuerza mayor a la mía me lanzó hacia atrás, haciéndome caer de golpe contra el suelo.
Al levantarme presencié una gran masa blanca a mi lado, haciéndome casi perder la razón del miedo que me provocó, ha como pude tomé el bate que había soltado al momento de caer y le lancé un golpe al bulto que me acompañaba en la habitación.
— ¡Ay! ¡Mi pierna! — Escuché de repente un chillido. Pero esa voz se me hizo familiar.
De inmediato me acerqué al interruptor de la luz y la encendí. Al instante mis ojos presenciaron a Erick tendido en el suelo envuelto en una sábana blanca.
— Bueno, ¿tú no eres normal o te haces? — Me llevé una mano a la frente con cierta incredulidad. — ¿Qué rayos andas haciendo a estas horas de la noche, deambulando con una sábana blanca? Le provocarás un infarto a cualquiera. Agradece que no te dé otro batazo. — Lo amenacé con el objeto en mis manos.
— Tuve que salir de mi cuarto. — Se sobó la pierna en la que había recibido el golpe. — Algo no anda bien. Empecé a escuchar unos ruidos muy extraños desde que llegamos, creo que provienen de abajo.
— Ya vas a empezar. Dudo que sea cierto lo que dices. Probablemente, solo fue un gato o algo. ¿Y por qué la sábana? — Inquirí.
— Hace frío, además pensé que eras tú el que me estaba asustando, así que quería devolverte el favor. — Se levantó por completo. — ¿Puedo quedarme contigo?
— No, ni lo sueñes, eres más loco que una cabra. La última vez me tiraste de la cama.
— Por favor, ¿Acaso quieres que cuando vaya de vuelta a mi habitación algo me tome del brazo y me secuestre?
— No seas dramático, seguramente por el miedo que siempre te cargas, estabas imaginando cosas.
— No, no te miento, en serio escuché algo. Adrián, por favor, te prometo que solo ocuparé un rincón. — Empezó a suplicar. — No quiero volver a mi cuarto. Por favor.
Me tomó unos segundos pensar, me rasqué la nuca, era una pésima idea, pero finalmente acepté que se quedara conmigo.
— Está bien. — Se mostró feliz. — Pero al primer ronquido que escuche te saco del cuarto y duermes afuera.
— Gracias. Ya verás que no te molestaré.
...
— Adrián, ¿qué fue eso?
— ¡Por favor, ya déjame dormir! Solo es el viento que está agitando las cortinas. — Apreté con fuerza mis oídos con la ayuda de una almohada.
— Adrián, ¿Y esto otro?
— Solo es el sonido de la calefacción.
— Adrián...
— ¡Ya basta! — Me puse en pie molesto. — Mejor quédate aquí que yo ya vuelvo. — De repente la puerta se abrió de golpe haciendo que Erick se me acercara como una liebre.
— Adrián no te vayas, te digo que algo no anda bien. Estoy seguro de que es por lo que dijo Harvey.
— No seas absurdo. Ves allá. — Le indiqué con la mano fuera de los ventanales. — Solo es la fuerza del viento, se aproxima una tormenta, ¿o me dirás que también le tienes miedo al agua?
— Claro que no.
— Entonces quédate aquí que iré por un vaso de leche. A ver si así logro dormir.
— Está bien, pero no tardes, en tu conciencia quedará mi muerte si lo haces.
— Dame paciencia, por favor. — Dije elevando mis brazos antes de salir.
Cerré la puerta y el pasillo me esperaba tenebroso, todo estaba oscuro y un gran silencio se extendió, esperé unos segundos quedándome quieto para ver si ocurría algo o si algún ruido surgía, pero nada. Erick había mentido porque nada extraño estaba pasando.
Bajé las escaleras con mucha lentitud y cautela tratando de no provocar ningún rechinido, ya que era muy tarde y no quería despertar a mamá, además no me convenía hacerlo. Llegué a la cocina, abrí el refrigerador, saqué la leche y la vertí en un vaso.
Tomé un pequeño sorbo yendo de vuelta cuando de repente un ruido muy extraño me sobresalto haciéndome votar un poco de líquido en el piso. Aceleró mi corazón de inmediato y todas las alarmas de fantasmas en mi interior se activaron. Al instante tomé mi teléfono con las manos temblándome como a las ancianas tratando de colocar el hilo en la aguja.
Activé la linterna y la dirigí al pasillo de dónde provenía el sonido; no lo había recorrido aún, no era de donde dormía mamá y tampoco venía de dónde dormía la señora Parkinson, así que eso me confirmaba que algo más nos acompañaba.
Me quedé unos segundos, alerta expectante, alumbrando hacia el lugar de donde había surgido el estruendo, pero ya no había aparecido de nuevo, así que traté de ignorarlo y supuse que solo estaba imaginando.
En el momento justo en el que di la vuelta topé contra un cuerpo y alumbré el rostro de una persona, en ese instante tuve que ahogar un grito cubriéndome la boca y se escuchó romperse el cristal con la leche al instante que lo solté por el shock.
— Adrián, ¿por qué tardaste tanto?
No pude contestar en el momento, tuve que calmar mi respiración. Mi pecho subía y bajaba con mucha violencia, faltó poco para que me diera un infarto. Me enojó mucho lo que hizo, así que le di un ligero golpe en el hombro.
— ¿Por qué me golpeas? Venía a salvarte de lo que fuera que estuviera aquí abajo, creí que te había pasado algo o qué te habían matado.
— Sshh, baja la vos. — Musité. — El que me va a matar vas a ser tú. Cómo se te ocurre ponerte detrás de mí sin ni siquiera hablarme.
— Ay perdón, y dices que el miedoso soy yo. — Dijo en un susurro.
— Claro que lo eres, te apuesto que solo saliste del cuarto porque ya no podías lidiar con el miedo de estar solo.
— Bueno, sí, pero también me preocupé por ti, como el hermano mayor que soy.
— ¿Quién anda ahí? — Escuchamos la voz de mamá y vimos un círculo brillante acercarse.
De inmediato apagué la linterna y le cubrí la boca a Erick para que no produjera ningún ruido, ya que si nos descubría despiertos a esa hora nos regañaría.
A como fue posible nos incorporamos en unas esculturas que estaban en el pasillo. El círculo brillante de la linterna de mamá paso justo al lado nuestro, ella se quedó quieta un momento quedando enfrente de nosotros, por el hecho de que Erick estuvo a punto de estornudar por el polvo que había, obligándome a obstruir su nariz con mi dedo índice derecho. Finalmente, avanzó de nuevo y la luz de su linterna fue desapareciendo poco a poco a lo largo del pasillo.
— Qué asco. — Dije limpiándome el dedo una vez que mamá se alejó y volvió a su recámara.
— Ufff, eso estuvo cerca. — Susurró Erick aliviado. — Regresemos porque estar en esta oscuridad me da escalofríos. — Sugirió.
— Vuelve tú, yo iré a ver qué es lo que realmente está pasando aquí. — Pronuncié empezando a avanzar por el pasillo.
— Estás loco, ni pienses que me iré solo, ¿qué nunca has visto que en las películas y en los libros, siempre que alguien se separa del grupo ocurre algo malo?
— Esto no es una película y mucho menos un libro.
— Aun así, vámonos.
— Oye, ahí está de nuevo. — Dije al escuchar el sonido que surgió tenebroso. — Suena como a... ¿Una guitarra vieja? — Fruncí el ceño iluminando el rostro de Erick con la linterna.
— Qué sonido tan horrible, yo sé de guitarras y eso no suena ni un poco afinado.
— No seas tonto, no es momento para criticar como suena, creo que no estás viendo lo importante aquí, obviamente no es mamá y mucho menos la señora Parkinson las que están desgastando esas cuerdas con violencia.
— ¿Qué quieres decir? — Inquirió con la voz temblorosa.
— Es obvio que no estamos solos aquí dentro. — Solté haciendo que el corazón de Erick resonara con fuerza.
Nota de Autor: Holis!!! ¿Cómo va todo? Espero les estén agradando los hermanos Dawson tanto como a mí. Muchas gracias por leerme, espero se queden junto conmigo a ver qué es lo que sucede más adelante. Y no se me espanten, el libro no es de miedo. Por cierto, ¿ustedes por qué creen que el papá de Adrián y Erick no quiere que sus hijos se expongan al mundo? Dejen sus teorías, votos y comentarios. Nos vemos en el siguiente Cap. Gracias por tu apoyo.
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