Capítulo 2

2. OJOS VERDES.

Antes de regresar con Erick, sentí mucha curiosidad por recorrer la casa de Harvey. Había subido al segundo piso y había pocas personas ahí, las paredes en el pasillo estaban repletas de cuadros artísticos e incluso había uno de la familia de Harvey. Seguí caminando y di con unas gradas elegantes en forma de caracol.

Subí a estas y di con la azotea. Estaba solitario y el viento corría con un poco de fuerza, haciendo que se alborotara mi cabello. Me acerqué al balcón apoyando mis brazos en este, divisé a todas las personas que se divertían en el jardín y me sentí feliz en ese momento.

No quería que esa noche terminara, nunca me había sentido así, libre, me sentí como alguien común, alguien que podía hacer todo lo que quisiese, sin importar que luego hubiese consecuencias.

Phoenix parecía ser un lugar agradable, no sabía por cuanto tiempo estaríamos aquí, pero sin duda sería diferente a las últimas mudanzas.

También estaba emocionado porque mamá había logrado convencer a papá de que pudiéramos asistir a una preparatoria, él prefería que estuviéramos ocultos en casa recibiendo nuestros cursos en línea, pero este año sería diferente, claro él no iba a acceder, así como así, había impuesto ciertas reglas como condición, la principal; "no tener ningún tipo de relación con nadie", pero estaba dispuesto a no seguirlas. Era mi último año y realmente quería aprovecharlo, adiós clases en línea, hola convivencia presencial.

Mañana comenzaría una nueva aventura.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos, porque en medio de la música que se escuchaba a lo lejos, escuché... A... A alguien llorar, alguien parecía ahogarse en su sufrimiento. Se oían unos profundos suspiros buscando contenerse, pero luego volvía a su llanto con más fuerza.

Divisé hacia atrás para dar con el rostro de la persona, pero no vi a nadie ahí, luego alcé mi vista hacia los diferentes lados, pero tampoco di con ella. Al prestar atención al origen de los sollozos, me di cuenta de que se encontraba debajo de mí, justo en la orilla del techo.

Era una chica.

Estaba encogida entre sus piernas. Portaba un vestido azul con unas zapatillas blancas con muchos brillantes, su cabello daba la impresión que había estado muy bien peinado, pero ahora era un desastre, parecía haber pasado bastante tiempo ahí, llorando.

Quería irme de ahí y darle su espacio, era nuevo en eso de socializar, así que todo podía acabar en un desastre, pero ella estaba muy deprimida y me aterraba la idea que tuviera pensamientos suicidas, así que... Me quedé.

Di un suspiro nervioso, no sabía qué hacer, pero sin duda tenía que ayudarla, o al menos eso haría una buena persona.

Dejé mis pensamientos de lado y me atreví. Pasé por en medio de los barrotes del balcón y me senté a una distancia considerable entre ella, haciendo que mis pies colgaran del techo.

En el momento justo en el que me acerqué, ella lo notó y de inmediato se avergonzó. Se apartó unos cuantos centímetros de mí y trató de hacer como si nada estuviera pasando, como si no la hubiera visto llorar.

Bajó su vista ocultando su rostro aun dando pequeños suspiros, se quedó un momento en silencio sin cruzar palabra conmigo, así que hice lo mismo y respeté su silencio.

— ¿Qué haces aquí? — Preguntó débil tomándome por sorpresa, elevé mi semblante en dirección al suyo y pude detallar su rostro.

Su piel era color crema, cabello largo, ondulado, castaño, nariz respingada, pestañas largas, cejas bien definidas, ojos verdes oscuros.

Hizo un gesto de duda por mi silencio, rayos, tenía que responder.

— Emmm, no creas que te estoy siguiendo, puedes estar tranquila con eso, solo subí a tomar un poco de aire. — Me excusé.

Silencio. No dijo nada. Me sentía horrible, no era el mejor conversando y su indiferencia empeoraba las cosas.

¡Cerebro piensa!

Carraspee mi garganta. — ¿Estás bien? — Pregunté. Felicidades Adrián, eres un completo idiota, es obvio que no está bien.

— Creo que eso es algo que no te incumbe. — Dijo fría y cortante. Me dolió, pero no lo demostré.

Sobé mi nuca un tanto nervioso sin saber qué decir o qué gesto presentar, me tomó unos segundos pensar en qué palabras utilizar, pero a los instantes pude formar una oración y se la arrojé con sutileza. — Bueno, sí, tienes razón, no es algo que me incumba, pero si algo que me importa.

Se sorprendió al escuchar esa respuesta, no lo esperó, elevó su rostro y me observó.

Frunció su ceño. — ¿Por qué te importaría? Ni siquiera me conoces, apenas y me viste. — Su voz se escuchó un tanto apagada y triste.

Dirigí mi vista hacia otro punto aún ella observándome — Tal vez no te conozco como dices, pero si me importa, me importa porque no me gusta ver a las personas llorar y mucho menos verlas sufrir.

Quedó estupefacta.

— ¿Y quién dice que estoy sufriendo? — Arrojó a la defensiva como si la estuviera acusando de algo.

— Tus lágrimas te delatan, y no digas que no lo haces, porque si fuese así, no serías humana, todos sufrimos de alguna u otra manera, unos más que otros, supongo.

Mantuvo su rostro sorprendido haciendo que nuestras miradas chocaran. Tenía unos ojos verdes profundos, unos ojos que transmitían dolor, unos ojos que pedían ayuda, unos ojos que trataban de ocultar su sufrimiento y querían ser sanados.

¿Qué tienes ojos verdes?

No pudo mantener la vista en mí, así que la bajó.

— ¿Tú lo haces? — Preguntó tras el silencio que se había formado entre nosotros.

— ¿Hacer qué cosa?

— Llorar. Dices que no te gusta ver a las personas sufrir, ¿eso es porque tú también sufres?

Me tomó por sorpresa su pregunta, pero a los instantes supe qué responder. — Bueno, sí, pero supongo que es algo normal, no podemos escapar del dolor, pero sí aprender a vivir con él.

— ¿Cómo?

— Imagina escenarios distintos, imagina el lugar donde te gustaría estar con las personas que deseas acompañar, en tu mente puedes crear la historia que anhelas...

— Escuchar. — Terminó de decir haciendo que nuestros rostros se unieran en sorpresa. — Mi abuela siempre decía esa frase, cada vez que me sentía mal, ella me la repetía hasta ver que me sintiera mejor.

— Vaya, qué coincidencia. Mi madre hace lo mismo, de tantas veces que se la he escuchado, que ya la tengo grabada en mi mente.

Una minúscula sonrisa se escapó de su boca. La alegría me invadió en ese momento, al verla hacerlo, siquiera había logrado que se olvidara por un instante del dolor que la atormentaba, sea cual sea que fuera.

— Gracias, me hiciste recordarla a ella. — Me agradeció un tanto más tranquila.

— Yo feliz de haberlo hecho. — Respondí aun observando su rostro. — Mira, no sé quién eres, ni cuáles son tus problemas, solo te puedo decir que llorar no solucionará nada. Soy nuevo en este lugar y no conozco a muchas personas, así que podríamos ser amigos, no soy alguien perfecto, pero si alguien en el que puedes confiar. Me llamo Adrián. ¿Confías en mí? — Ofrecí mi mano buscando darle confianza.

— No te conozco, pero quizá algún día lo haga. — Dijo fría rechazando mi palma.

— Okay. — Me sentí un poco incómodo, quizá había avanzado muy de prisa, así que guardé mi brazo. — ¿Me dirás siquiera tu nombre? — Pregunté encogido de hombros.

Lo dudó por un momento, pero luego habló. — Oh. Emmm... Sky, Sky Harper.

Me encontraba a punto de decir algo más, cuando...

— Adrián, hasta que te encuentro, te estuve buscando por todas partes. ¿Qué haces aquí? — Escuchamos la voz de mi hermano interrumpiendo todo.

Ah, Tenía que ser Erick. Me le quedé viendo con seriedad.

«Por favor, que no mal interprete las cosas».

— Perdón, no quise interrumpirlos, hagan como si no me hubieran visto, ustedes sigan en lo suyo. — Pude notar el tono pícaro y las sucias intenciones de Erick.

Demasiado tarde.

— No interrumpes nada tonto. — Dije levantándome. — ¿Vienes? — Agregué cambiando mi tono a uno más suave, ofreciéndole de nuevo mi mano a Sky, quien me observó un momento a los ojos.

Mantuve mi mano extendida unos segundos, no esperé que la recibiera, pero lo hizo, su palma se sentía suave y cálida al hacer contacto con la mía.

La ayudé a pasar el balcón y Erick la recibió del otro lado.

— Y qué... ¿No me la vas a presentar? — Incitó Erick una vez que los tres estábamos cerca. Le dediqué una mirada asesina tratando de borrarle la sonrisa pícara que tenía.

Mi hermano podía ser muy fastidioso, incluso más que yo.

— De acuerdo. — Expresé con hastío. — Sky te presento a mi hermano Erick. Erick ella es Sky. — Ambos compartieron una sonrisa.

— Mucho gusto de conocerte Sky, no te sientas obligada a llamarme por mi nombre, puedes decirme cuñado. — Sentí un escalofrío de vergüenza recorrer todo mi cuerpo. Al instante le dediqué una mirada fulminante.

Le surgió una risilla. — Mucho gusto Erick, gracias, pero me gusta más la manera en que se escucha tu nombre. — Dijo encogida de hombros.

— Auch hermano, creo que te han bateado. — Dijo Erick observándome volviendo tenso el momento.

Noté lo incomoda que se estaba sintiendo Sky. — Hermanito, podrías esperarme abajo. — Utilicé un tono amistoso falso.

— Claro. — Nos dedicó una mirada divertida a ambos antes de irse. — No lo arruines Adrián. — Me dijo en un susurro al oído, recibiendo de mí, una mirada enojada.

Me las vas a pagar Erick Dawson.

Terminó bajando las escaleras y saliendo de nuestras vistas.

— Perdona a mi hermano, él es muy... Es... Erick siendo Erick. — Agregué una vez que ya no estaba.

— No te preocupes, parece divertido. — Dijo siendo comprensiva.

— Insoportable diría yo. No le hagas mucho caso, le encanta bromear con todo. — Le expliqué.

— De acuerdo.

— ¿Bajamos? — Le propuse haciendo un movimiento con mi cabeza, mostrándole la puerta.

— No, adelántate, me quedaré un poco más acá.

— Está bien.

Avancé hacia la salida, pero luego me detuve en el marco.

— Sky.

— ¿Sí?

— Por favor no hagas nada estúpido. — Dirigí mi vista hacia el final del balcón.

— Oh, no. — Reaccionó entendiendo a lo que me refería. — En ningún momento pasó por mi mente. ¿Esa fue la razón por la que te quedaste?

— Una de las muchas razones por las cuales me quedé. — Fue mi respuesta sincera.

Me dedicó una sonrisa.

— Bueno, espero verte de nuevo. — Dije con una curvatura en mi rostro. La chica era agradable, un poco fría y sarcástica, sí, pero me agradaba.

— Yo igual lo espero. — Agregó ella con el mismo gesto en su rostro.

Seguí avanzando.

— ¡Oye! — Su voz me detuvo, de inmediato retrocedí. — Gracias por quedarte, realmente lo necesitaba. — Me sentí muy feliz al escucharle pronunciar esas palabras.

— De nada, fue un placer. — Respondí amable. — Bueno, me tengo que ir, adiós Sky.

— Adiós Adrián. — Me dedicó una última mirada, y con eso desaparecí de su vista.

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