Capítulo 10
10. EL HOMBRE DE TRAJE.
— ¿Por qué no me avisaste que vendrías? — Preguntó Erick ensanchando una gran sonrisa sin parar de abrazar a su novia en la entrada. — Hubiera ido a recogerte al aeropuerto. Es que no me lo creo, no puedo creer que estés aquí. — Expresó con mucha alegría.
— Te dije que te tenía una sorpresa. Y obviamente no te iba a decir que venía, de lo contrario no sería sorpresa, tontito. — Respondió Katherine reposando en el hombro de mi hermano. Esta miró en mi dirección apreciando mi presencia al borde de las escaleras.
— Adrián. Qué alto y guapo estás. — Habló al instante de verme, despegándose de mi hermano para aproximarse a mi posición.
— Eyy, no le subas la autoestima o me pondré celoso. — Comentó Erick bromeando.
— Hola Katherine, me da gusto verte. — Dije abrazándola. — Ya extrañaba ver a esta empalagosa y cursi pareja. — Alterné la vista en ambos.
— Pues estás de suerte, porque he venido a quedarme por tres semanas. Papá tuvo que venir a cerrar unos tratos al país, así que no podía desaprovechar la oportunidad de acompañarlo y venir a visitarlos.
— Me alegra mucho, así no tendré que ver triste a cierta persona por tu ausencia. — Solté refiriéndome a Erick, haciendo que este se rascara la nuca avergonzado.
El Papá de Katherine, al igual que el nuestro, tenía una petrolera en Canadá. En el pasado quiso asociarse con mi padre, pero este lo rechazó, y no era extraño, papá acostumbraba a rechazar a todo mundo, no solía asociarse con nadie sin importar el porcentaje de ganancias que estos le ofrecieran.
Katherine me agradaba. Era muy sociable y simpática. Físicamente, era de tez clara, pelirroja, ojos color miel, de estatura mediana y cuerpo delgado.
Nos conocimos por nuestras madres, ambas tenían una peculiar amistad, haciendo que un día decidieran presentarnos. Comenzó siendo nuestra primera amiga, porque no teníamos mucha libertad como para socializar a manos llenas, así que nos era imposible entablar relaciones con muchas personas.
Pasados los meses, ella quiso intentar ser más que eso, pero nunca le di esperanzas porque quien realmente estaba enamorado de ella era Erick. Él nunca estuvo al tanto de lo que había pasado, porque yo nunca quise compartírselo, no quería que de alguna manera se enojara conmigo. Además, Katherine se tomó de buena manera mi rechazo e intentó algo con Erick, a lo cual él no pudo resistirse.
...
Todos nos encontrábamos en el gran comedor desayunando con los manjares que la señora Parkinson acostumbraba a cocinar. La vista de este era asombrosa, había muchas ventanas enormes de cristal que daban con el jardín y se podían apreciar muchos árboles.
En uno de los extremos de la mesa me encontraba yo, jugando con mi comida. Usualmente, no tenía mucho apetito. Kei y Harvey me acompañaban a cada lado, a diferencia de mí, su educación no les permitía dejar nada en el plato.
En el otro extremo se encontraba mi madre, amenazándome discretamente con la mirada al verme entretenido con mi comida. A sus lados se encontraban Erick y Katherine sonriéndose a cada bocado que daban, provocando que a mí se me retorcieran los ojos llenos de hastío al ver como mi hermano se embobaba perdidamente cuando se encontraba con ella.
¿Por qué los enamorados se vuelven tan ridículos?
— Nos alegra tenerte aquí Katherine. — Habló mi madre en su dirección, llamando la atención de todos. Ella le mostró una sonrisa ladina.
— Gracias, señora Lucía. Y gracias por recibirme en su hogar.
— Bastaba más, puedes quedarte el tiempo que quieras. Sabes bien que eres bienvenida, esta es tu casa. Cualquier cosa que necesites sabes que aquí estamos para ayudarte. — Pronunció mamá para luego llevarse a la boca un trozo de tocino.
— En serio, muchas gracias. Lo aprecio mucho. En realidad, quería pedirle algo, claro, si a usted no le causa molestia. — Solicitó Katherine encogiéndose de hombros.
— Claro que no, adelante, dime qué necesitas.
— Quería que me prestara a los chicos esta noche, extrañaba ver a Erick y a Adrián, además sería una buena oportunidad para conocer a sus nuevos amigos, así que nos vendría bien que saliéramos a despejarnos y a ponernos al día.
Mamá se lo pensó un momento, sabía que papá no estaría de acuerdo, pero de igual forma, ella siempre nos permitía escaparnos siempre y cuando él no se enterara.
— Me parece muy bien que quieran pasar tiempo juntos, solo traten de no llamar mucho la atención, sabes bien como es el padre de los chicos.
— No se preocupe, entiendo perfectamente. — Aseguró haciendo que mi madre asintiera. Katherine colocó sus cubiertos en la mesa y luego dijo... — Bueno, chicos, prepárense porque esta noche iremos a jugar Boliche. — Anunció con mucha alegría. Harvey y Kei no mostraron mucho entusiasmo y yo no me sentía del todo seguro de si quería ir.
— En serio les agradezco la invitación, pero no me siento muy bien como para salir en estos momentos. — Habló Harvey. Y lo comprendía, no imaginaba lo mal que debía de sentirse por lo que acababa de acontecer.
— Yo tampoco creo poder acompañarlos, sin embargo, gracias, espero puedan divertirse. — Dijo Kei para luego levantarse de la mesa y dirigirse a su habitación, provocando que todos alternáramos la vista en ella. A los instantes Harvey le siguió el paso.
Ella era mayor que su hermano, parecía ser de unos 21 años. La mayor parte del tiempo, acostumbra a permanecer en silencio, solo observaba lo que sucedía a su alrededor y evitaba en gran parte a todas las personas. Días atrás había tratado de hablar con ella y buscar la manera de ayudarla, pero no me había dado la oportunidad de hacerlo, no sabía si se debía a su reciente pérdida o si desde un inicio ya era así.
Físicamente, era alta, de cabello castaño, de peso normal, ojos color azul oscuro, de tez clara con un rostro indescifrable.
— Yo me quedaré con ellos. — Pronuncié provocando que Erick me desaprobara de inmediato con la mirada.
— Adrián, por favor, no puedes decirnos que no. — Habló Katherine haciendo pucheros.
— Es que no quiero dejarlos solos, no han sido buenos días para ellos y no quiero que se sientan mal viendo que nosotros nos divertimos mientras ellos sufren.
— Dales tiempo Adrián, cada persona mejora a su tiempo. Y si te hace sentir mejor, la señora Parkinson y yo estaremos al pendiente de ellos. — Propuso mamá. — Así que ve y trata de divertirte.
— Entonces, ¿qué dices Adrián? — Insistió Katherine con un rostro lleno de entusiasmo.
Realmente no quería ir, pero tampoco quería echarles a perder el día, sobre todo a mi hermano, parecía muy feliz al ver que Katherine se encontraba reunida con nosotros de nuevo. — Está bien, iré. Pero que quede claro que solamente los acompañaré, no pienso mover ni un solo dedo en ese juego. — Ambos terminaron asintiendo.
...
Pasadas las horas, nos encontrábamos dentro del auto de Henry rumbo a la gran ciudad. Iba recostado en una de las puertas de la parte de atrás del mismo, observando como las gotas de lluvia se dignaban en bajar por el vidrio de la ventana. El cielo estaba oscuro, con dificultad se podían apreciar algunas estrellas. Observando el paisaje, me adentré en lo profundo de mis pensamientos y las últimas palabras de la señora Kingsford vinieron de nuevo a mi mente.
Ellos te buscan.
No confíes en nadie o ellos te encontrarán.
¿A caso debía de contarle a Erick sobre lo que había pasado? ¿Debía de informarle que de algún modo la madre de Harvey me había reconocido? ¿Debía de advertirle que posiblemente alguien me buscaba? ¿Acaso era peligroso que saliera de casa como lo estaba haciendo en estos momentos? ¿Estábamos a salvo?
Levanté mi cuerpo y observé a mi hermano en el otro extremo del auto, reía como un niño saboreando una paleta, no era nadie para quitarle su alegría, así que me dispuse a no decirle nada. Probablemente, me estaba preocupando por cosas que no tenían importancia.
— Adrián. — La voz de Katherine me trajo de vuelta, interrumpiendo mis pensamientos. — Te preguntaba si ya tienes novia.
— Emmm no. Claro que no. Estoy bien así. — De inmediato fruncí mi ceño. No era un tema del cual me gustara conversar.
— No por mucho, hay una chica que le gusta en la preparatoria donde estudiamos. — Tenía que aparecer Erick exponiéndome como siempre, le dediqué una mirada de enojo.
— ¿En serio? Tienes que contarme todo sobre ella Adrián. ¿Cómo es? ¿Qué edad tiene? ¿Le gustas? ¿Está soltera?... — Katherine no dejaba de soltar una pregunta tras otra.
— No hay nada que decir sobre ella, solo es una amiga, o al menos eso creo. — Me dispuse a decir cortante.
— Pues con una amistad inicia todo. — Aseguró ella.
— Sí, bien, pues les aseguro que este no es el caso. — Pronuncié ocultando mi rostro, haciéndoles ver que no quería conversar.
Finalmente, llegamos al lugar, en la entrada de este había un letrero iluminado que decía "Phoenix, boliche bar". Bajamos del auto y Henry se aparcó en el estacionamiento esperando el momento en el que le notificáramos nuestra salida. Nos dispusimos a caminar hacia la entrada, Erick y Katherine iban delante de mí, riendo por cosas que no alcanzaba a escuchar.
Me dispuse a colocar mis manos en los bolsillos del abrigo negro que llevaba puesto y me dediqué a observar a cada individuo que nos rodeaba. Si era verdad que alguien me buscaba y que no debía de confiar en nadie, me aseguraría de no ser un blanco fácil.
Al momento de entrar, una muchacha con uniforme se dispuso a atendernos con amabilidad. Nos fueron entregados un par de zapatos especiales con nuestras respectivas tallas, así como también el número en donde estaríamos ubicados.
Como era de esperarse, ambos trataron de convencerme de jugar, pero no sabía absolutamente nada sobre el juego, así que me evite pasar vergüenzas fracasando en algo que no sabía hacer.
Me posicioné en una banca, observándolos a unos cuantos metros de mí, divirtiéndose. Mis pies colgaban de esta, me coloqué mis audífonos conectados a mi teléfono y coloqué una canción de Charlie Puth. Sumido en la música, me dispuse a observar a cada sujeto que nos acompañaba en la sala de juego.
Nadie parecía verse sospechoso o con malas intenciones, todos parecían normales, concentrados en pasar un buen momento, todos excepto yo.
Los minutos se convirtieron en eternidad mientras mi impaciencia comenzaba a aumentar. No obstante, mi aburrimiento se desvaneció de inmediato cuando vi la puerta de ingreso abriéndose con gran estruendo. En el umbral de la entrada se encontraba un hombre de traje con una apariencia controlada: su cabello corto y oscuro, su mirada penetrante y su arrogancia imponente.
El hombre trató de avanzar libremente hacia donde todos se encontraban jugando, pero este fue detenido por las personas que se encargaban de atender a todo aquel que entraba al lugar. De inmediato vi como esta persona sacaba dinero de su cartera que guardaba en su saco y se dedicó a pagarle al joven que lo atendía. A los instantes siguió avanzando y se colocó en una línea de lanzamiento, colocándose los zapatos que le habían brindado. Estaba expectante, observando todo objeto e individuo que lo rodeaba.
De inmediato el miedo recorrió todo mi cuerpo, inclusive empecé a sudar frío. ¿Podía ser él una de las personas que me buscaban? ¿Para qué se suponía que me podrían querer? ¿Me harían algún tipo de daño?
Sentí el verdadero temor cuando la vista de esta persona chocó contra la mía. En ese momento sentí la electricidad recorrer cada extremidad de mi cuerpo. Tenía mucho miedo, miedo de lo que pudiera ocurrir. Me dejó estupefacto la manera en la que esta persona me sonrió, podía jurar que su sonrisa era de un completo psicópata. El tipo no dejaba de observarme, no me consideraba un chico rudo, pero me dispuse a hacerle el peor de los gestos para que dejara de fulminarme con su mirada.
En ese momento me sentí amenazado y estaba dispuesto a ir directo con mi hermano a contarle toda la verdad, pero cuando estaba a punto de apoyarme entre mis piernas, pude apreciar como un cuerpo femenino se paró justo enfrente de mí.
Sky.
Me retiré mis audífonos y de inmediato dirigí mi vista hacia ella, quien se acomodó el cabello con cierto nerviosismo.
Llevaba puesta una blusa blanca junto con un abrigo gris, combinado con un pantalón de lona azul y unos zapatos blancos. Se veía muy bien.
— Hola. — Habló finalmente con cierta inseguridad en su voz. — Tu hermano dijo que querías verme.
— Hola. — Me limité en decir, en realidad no estaba prestando mucha atención a lo que decía, me encontraba ocupado analizando cada movimiento de ese misterioso señor. — Espera, ¿qué? — Reaccioné de inmediato al darme cuenta de lo que había dicho. — ¿Él te dijo eso? — Pregunté llenándome de enojo hacia él.
— Sí, dijo que querías verme, así que me citó en este lugar. — Respondió, de inmediato pude apreciar como él junto con Katherine me hacían señas con sus pulgares detrás de Sky, incitándome a hablar con ella. Sin duda Erick me las iba a pagar luego de esto. — ¿Era mentira? — Inquirió un tanto preocupada.
— Sí, digo no. — Suspiré tratando de hacerme a la idea de que ambos habíamos sido engañados. — En realidad, no esperaba que vinieras. — Me excusé tratando de ocultarle que en realidad no tenía ni idea de que mi hermano estaba armando un plan para que ambos termináramos en el mismo sitio.
— Ohhh. Pues, ¿para qué soy buena? — Preguntó sentándose en el extremo de la banca donde me encontraba reposando.
— Solo quería saber cómo estabas, ya sabes, con todo lo que pasó. — Solté tratando de formar una conversación, obviamente no era mi fuerte, pero siquiera estaba haciendo el intento, además, en mi defensa, no estaba en mis planes conversar con alguien esa noche.
Discretamente, eché un vistazo al lugar en donde había estado ubicado el hombre que me había sonreído como psicópata. Pero me llené de temor al ver que este ya no se encontraba ahí, lo había perdido de vista y ahora ya no podía anticipar sus movimientos si este decidía hacernos algún tipo de daño.
— Bueno, pues... — Sky habló, pero se detuvo al ver que mi atención se encontraba en otro sitio. — ¿Ocurre algo? — Preguntó con cierta extrañeza al verme sumido en encontrar a ese sujeto.
Pausando mi búsqueda, de repente pude sentir como mi pulso se aceleraba enloquecidamente cuando mi hombro sintió el agarre de la mano de una persona. Automáticamente giré para observar quien había sido el causante de aquella impresión y cuando mis ojos se posaron en el sujeto, mi respiración se agitó y mi corazón golpeó con más intensidad al reconocer de quien se trataba, era él, se trataba del hombre de traje.
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