Nada dura para siempre.

Y mientras bajo mi piel se desataban torbellinos de emociones confusas, tormentas de decepciones y fuegos infernales del más puro dolor, en mi mente se llevaba otra guerra a cabo; había otra guerra campal, con heridos de bala y explosiones que acababan con todo a su paso; con dolores y futuras guerrillas que nunca acabarían.

Pero, bendito Dios que dice que en la vida todo tiene fecha de caducidad.

Nada dura para siempre, ni lo bueno, ni lo malo; ni las tormentas ni los arcoíris.

Somos un constante cambio de clima

Somos cambios

Somos transformaciones

Para los que debemos estar preparados.

A veces la tormenta ayuda a apreciar mejor al arcoíris próximo a salir.

Ningún mal dura cien años.

Ningún dolor pesa más que una risa.

Ninguna grieta no cicatriza.

Y ninguna vida se pierde sin antes dar pelea.