🏵 Única parte 🏵



Nunca se supo exactamente quien cayó primero, solo que cuando la mirada del príncipe y la del hoplita se encontraron no hubo vuelta atrás.

Habían conectado.

Hoseriliok —o Hoseok, para los más cercanos— era el mayor de los cuatro príncipes del reino de Atenas, un joven apuesto y dulce que robaba las miradas de todos. Más de una mujer y hombre había caído ante los encantos del muchacho, pero era sabido que se necesitaba más que un corazón dispuesto y lindas palabras para ganarse su amor.

Hoseok era una flor con bastantes espinas. Ay del pobre desafortunado que soltara algo incorrecto en su presencia, varios nobles de toda Atenas habían quedado marcados por su rechazo; Erictonio —el músico— había soltado en plena audiencia con él, que sus hermosas manos nunca debieron de haber tocado un instrumento si las mantenía así de impecables, que con practica podría solo dedicarse a la inspiración de otros con su presencia.

El príncipe se levantó claramente pinchado por su comentario—. ¿Me comparas con el deleite de una simple estatua? Que Atenea perdone tales palabras porque yo no lo haré.

Oh pero que desgracia que el talentoso Erictonio tuviese que partir de Atenas tras esto, las burlas hacia él continuaron solo un par de día, pero le dolió para toda la vida.

Las mujeres no se salvaban, ofreciendo sus exquisitos atributos y trabajados talentos solo para complacerlo; ellas eran sin duda más listas que los hombres, permaneciendo a su lado sin intentar nada, ya sabían que servirle con devoción y amabilidad era lo máximo que alcanzarían con él.

Pero no ha existido ninguna sangre sagrada que no contenga sus deseos ocultos y esto bien lo sabían 2 jóvenes muchachos que le servían.

Jimianorie Prisiae —Jimin— y Tahyueomio Kimiano —Taehyung— eran los más conocedores de los anhelos y ambiciones del joven príncipe; viniendo ambos de familias nobles permanecían siempre a su lado, no había momento público —y hasta intimo— en que alguno de los dos no estuviese a disposición de Hoseok.

El cuerpo del príncipe había dejado de ser casto hacia años atrás, pero solo habían sido un par de manos los que se podían permitir probar el sabor en su piel.

Solo ellos dos, hasta la llegada del hoplita más talentoso de toda Atenas.

Apenas era comienzo de primavera cuando las tropas del general Melacton se habían reunido en el palacio para una asamblea con el magistrado, pero a Hoseok le prohibieron la entrada, ya que tratarían temas de guerra y él era bastante sensible con el tema, llegando a veces a soltar su cólera sobre los presentes cuando las decisiones no eran de su gusto.

Las chanclas con intrincados lazos de oro golpeaban contra el suelo marmolado con bastante fuerza, era mejor no estar en medio del camino de su alteza estando en ese estado.

—Mi señor, podría intentar compartir su punto de vista con el general a solas cuando termine la asamblea —le aconsejaba Jimin.

—O intentar ganar la aprobación de sus ideas con algunos miembros, los demás en el magistrado tendrán que aceptar si las votaciones le favorecen —contraponía Taehyung.

Ni aun con eso Hoseok bajó su cólera—. Son todos unos ancianos déspotas, no necesitan mi opinión para nada que no sean banquetes o días festivos, me han relegado a un simple... —buscó la palabra correcta sin sonar vulgar—. Bufón.

—Por Zeus, mi señor no diga eso.

Los salones de audiencia habían quedado atrás, siendo reemplazados por jardines personales del príncipe, ya ahí podía relajarse.

—Jimin, Taehyung ¿me deleitarían con sus hermosas canciones?

—Si eso lo hace feliz —dijeron al unisonó para marcharse a por sus instrumentos.

Hoseok, ahora solo, se descalzó y caminó tranquilo por entre sus jardines, observando sus preciados arboles de laureles alzarse por sobre su cabeza, los estanques con flores de loto flotando entre sus aguas, las rosas rojas de la temporada aún estaban cerradas, unos pocos días más bastarían para mostrar toda su belleza.

Y ahí, llenando por montones los grandes bolsillos en las columnas de piedra estaban sus favoritas, el ciclamen, con su paleta de colores rojas y moradas. A diferencia de las demás flores que apenas se preparaban para florecer, el ciclamen ya lo venía haciendo desde el otoño, ni siquiera la ventisca más helada podía hacerle perder su hermosura, por eso era considerada la flor del amor verdadero y eterno, uno que aún no encontraba.

Cuando estas florecían en otoño era el momento perfecto en que los jóvenes declaraban su amor a sus enamorados, pero él tenía un jardín lleno de ellos, sin que nadie se los diese.

Unos pasos por entre la hierba le hizo pensar que sus acompañantes estaban de regreso, pero al girarse se encontró con los duros y profundos ojos oscuros de un desconocido.

Por el uniforme rojo y las correas de cuero marrón reconoció su puesto—. Eres un hoplita —murmuró algo cohibido.

El contrario no pronunció palabra alguna, simplemente lo devoraba con la mirada lentamente, su cabello negro siendo meneado por las suaves brizas del atardecer y su pecho varonil moverse con su respiración.

—¿Asombrado con la vista? —preguntó Hoseok apocado, intentando concentrarse en los ciclámenes—. Algo me dice que el interés de sus ojos no son las flores.

—¿Qué le hace creer eso?

"Así que puedes hablar" se regodeó internamente el príncipe.

—Te veo muy interesado en mi himatión ¿quieres quitarlo?

Hoseok intentaba controlar la situación como solo él sabía, pero algo en el apuesto hombre le hacía caer muy bajo, tal vez fuera su cuerpo esculpido bajo la tela rojiza o su rostro varonil marcado por su fuerte mandíbula.

La mirada del hoplita paso de la cara del príncipe hasta su himatión hermosamente colocado, con el broche dorado asegurando el nudo para que la suave tela blanquecina no se callera; si antes no pensaba en deshacerse de esas ropas, ahora sí que lo estaba.

—Estas algo lejos de tu grupo, no suelo tener visitas en estos lados ¿te has perdido?

—No —el joven fue algo contundente con sus palabras, Hoseok levantó su ceja por curiosidad—. Le he seguido.

Hoseok se tragó cualquier risa que naciese en su garganta.

—Parece que tengo a un pretendiente bastante atrevido delante de mí ¿buscas algo en específico? —ahora el joven príncipe se acercaba al hoplita con pasos cortos y dudosos, cosa que no lo delata su rostro.

—Eres... —el muchacho ahora si parecía nervioso ante la cercanía de su príncipe—. Muy hermoso.

Hoseok sintió desilusionado ante la simpleza de sus palabras, no era la primera vez que se lo decían y tampoco esperaba que fuera la última.

—¿Eso es todo?

—Mi señor —un nervioso Taehyung interrumpió entre ambos preguntándose porque un soldado estaba en el ala privada del príncipe.

—Creo que me apetece escuchar la música en mi alcoba.

Ambos siervos asintieron esperando los iniciar la marcha, pero Hoseok solo pudo dar tres pasos antes de ser detenido por la mano del hoplita en su muñeca, se mordió la lengua para acallar cualquier gemido que quisiese escapar sin permiso al sentir como sus sentidos se centraban en el contacto.

¿Por qué ese soldado lo hacía temblar de esa manera? ¿no era miedo? Era algo completamente desconocido para el joven, para ambos.

—Tranquilo, puedo dar los pasos que necesites —comenzó con voz baja—. ¿dime tu nombre?

—Juneogguekio de Jeno, puede decirme Jungkook, mi señor.

Hoseok sonrió—. Será un placer pronunciar su nombre en una próxima ocasión.

El espectáculo era exquisitico, le embelesaba la sensación de placer que cubría su cuerpo ante las acciones de sus siervos.

Jimin ahogó un quejido cuando Taehyung se ensañó con los pezones de su compañero, atacándolos con la boca mientras su mano acariciaba su pierna, rozando a propósito su miembro en ocasiones, solo porque le encantaban sus gestos.

Hoseok simplemente miraba, le encantaba solo observar el placer que se conferían entre sus amantes, en esa oportunidad prefirió no unirse a la maraña de besos y caricias, los había dejado ser ya que estaba cansado.

Cuando los dedos empezaron a adentrarse entre las nalgas de los jóvenes él se levantó de su asiento, caminando hacia la entrada.

—Mi señor ¿está bien? —preguntó Jimin con los labios hinchados y aun temblando de placer, puesto que su compañero no estaba interesado en detenerse.

—Solo daré un cortó paseo, no hagan de este encuentro algo breve y disfruten por mí.

—Con gusto —respondió Taehyung lanzándose como tigre sobre el más bajo de los tres.

Él sonrió cuando incluso a metros de sus aposentos se escuchaban los sonidos del placer.

El viento primaveral mecía las ramas de los árboles, brindando un excelente clima, tal vez algún día cercano podría visitar el templo de Atenea y entregar sus plegarias.

La guerra se acercaba y era algo concentraba la mitad de su cabeza, la otra mitad era el joven hoplita que había conocido días atrás.

Mentiría descaradamente si dijese que no estaba interesado en el muchacho, pero había algo más que simple curiosidad; advertencias.

No había reconocido a Jungkook por su cara, sino por su nombre. Oh nuestro querido guerrero de Jeno, conocido como un amante ferviente entre hombres y mujeres, ganando fama por escandalo tras escandalo; como que ha sido bendecido con los dones del dios Ares para la lucha o que arrancó la cabeza de un dramaturgo por hacer de su obra algo muy aburrido o tal vez que con una simple mirada había seducido hasta los hombres más nobles de su propia familia.

Jungkook era la viva imagen desvergonzada del pecado.

Y ahora el príncipe había caído a sus pies con solo unas pocas palabras y un único toque.

Su padre, el rey, nunca le había negado realmente nada, pero tener algo con el talentoso hoplita era un caso muy diferente.

Esta vez decidió no ir a sus propios jardines, sino a los del muro norte, cercano a la costa oeste, donde se podía disfrutar de una maravillosa vista del mar ateniense. No había persona más patriótica y orgullosa que Hoseok, daría su vida por su pueblo, así tuviera que trabajar bajo el fatigante sol como los esclavos. Por años consiguió el nombre del príncipe piadoso, al conseguir leyes más justas incluso para los de más bajo rango, ningún tipo de sangre, propia o extranjera mancharía sus manos en nombre de la injusticia.

Por eso lo amaban, por eso le servían con estimación; por eso Jungkook lo admiraba.

Y bien decía los profetas reconocidos que el arma más fuerte era la mente.

—Sabía que lo encontraría aquí —la varonil voz del guerrero hizo cosquillas en la nuca del príncipe.

Hoseok sonrió con anhelo, uno que aún era desconocido para sí mismo—. Y yo te estaba esperando.

El viento marino del atardecer sacudió con fuerza el cuerpo de ambos, ondeando vertiginosamente el etrophion militar del muchacho y el himatión del mayor.

—Me disculpo por mi atrevido comportamiento la última ocasión, mi señor.

—No esperaba mucho del señor de Jeno.

—Parece que mis petulantes acciones han llegado a sus oídos —sonrió con suficiencia.

—Solo lo más destacable.

—Pensé que lo vería hoy en las salas de audiencia.

Cierto, no se había molestado en ir esta vez a la reunión del magistrado, de todas formas, le habrían pedido la salida.

—No se requirió mi presencia.

—¿Y yo puedo pedirle una audiencia... aquí?

Hoseok levantó una ceja—. Pensé que ya estábamos en una.

Las risas inundaban aquel silencioso jardín en donde ya había caído la noche. Ambos, príncipe y soldado, disfrutaban de la mutua compañía mientras la fría noche de primavera intentaba juntarlos cada vez más en la hierba, terminando por estar casi uno sobre el otro.

—Las constelaciones brillan sobre nosotros, es una señal de despedida, mi príncipe.

Hoseok resopló desilusionado, pocas veces se había sentido tan tranquilo como al lado de Jungkook.

—¿Mantendrá nuestra audiencia en privado?

—Oh, que veo ¿se regodea de conquistar a cualquiera, pero no hacer público un momento a solas con el mismísimo príncipe?

—Es intimo.

—No hemos hecho nada —que triste pensamiento, pues sí que quiso direccionar sus acciones a tener algo un poco más... carnal.

—No me refiero a eso, soy muy celoso con los mejores momentos de mi vida, algo que solo quisiera que vivieran en mi cabeza ¿me permitiría tal egoísmo?

Hoseok entonces lo comprendió—. ¿Qué le hace pensar que no vive en la de ambos?

Jungkook le miró con un poco de sorpresa, muchos habían sido los confundidos entre la amabilidad y el coqueteo del príncipe, arruinando cualquier oportunidad con él por creer que había suficiente interés, cuando era todo lo contrario.

—Creo que me volveré aún más celoso.

—¿No prefiere celar algo más valioso?

Jungkook relamió sus labios al tener a Hoseok prácticamente sobre él—. Muéstreme.

El sonido de las olas en la costa había subido, tal vez porque era la interpretación de la volcánica sensación que tuvo el hoplita al juntar los labios del príncipe con los suyos propios. No había sensación más eléctrica que aquella, ni los propios rayos de Zeus le causarían tal descarga.

Un frio allá del de la noche le instalo en su pecho al separarse de Hoseok.

—Que Zeus me perdone, pero ya no hay vuelta atrás después de hoy.

Hoseok acarició su mejilla—. Jungkook, prometí decir tu nombre, pero no hay otra cosa que se haya alojado en mi cabeza desde que nos vimos.

—Entonces dígalo sin miedo —respondió tomando al joven por sus caderas.

—Jungkook.

La actividad favorita de Hoseok se había convertido en encontrarse con Jungkook a escondidas cada vez que podían. Jimin había sido el más nervioso por esto, pero Taehyung, ansioso por la emocionante aventura secreta de su príncipe, lo tranquilizó, siendo el organizador de cada uno de los encuentros.

Pasaban un educativo momento en la biblioteca real o recorriendo con diversión las playas más cercanas al palacio, también retando al caballero de enfrentarse a sus dos amigos al mismo tiempo, solo para verle en acción, presenciando en primera vista como sus músculos se contraían y el sudor empapaba su rostro.

Sentado sobre un cómodo sillón les veía más jugar que pelear entre sí, a veces olvidaba que solo eran muchachos de 20 años.

—Mi señor —una joven sierva de acercó a él con una carta—. Esto es enviado desde el magistrado.

—Te lo agradezco.

Pensó en que tal vez fuera alguna reprimenda, pues no solo había faltado a las reuniones militares sino también a cualquier otra, sin embargo, lo que se encontró fue peor.

La guerra era inminente, Atenas se enfrentaría contra Esparta.

Lo que intentó evitar durante años ahora se había vuelto inevitable.

Su vista se levantó de la carta notando como la lucha había sido detenida por el general Melacton, probablemente buscando a su hijo.

Hoseok se levantó sujetando temblorosamente las telas de su faldón.

—¡No es cierto! ¡Dígame que no es cierto! —arremetió contra el hombre mayor y corpulento.

—Ellos han comenzado, atacaron las costas de Orcómeno, arrasaron ciudades enteras, no podemos negociar con esos barbaros —explicó.

—Tenemos a toda Atica de nuestro lado, controlamos los mares, no nos atacaran tan fácilmente, la liga de Delfos nos cubrirá por tierra, ganaremos —le tranquilizó Jungkook.

—¿Tú te iras?

Jungkook intentaba no mostrar el dolor que le causaba el preocupado gesto de su príncipe.

—Regresaré con la victoria.

Hoseok llegó al templo cuando el sol aun alumbraba las llanuras y se plantó frente a la gran estatua de su querida diosa Atenea. La miró por minutos que duraron una eternidad y al final cayó de rodillas ante ella, las lágrimas aun no salían, pero su corazón se sentía tan destrozado. Su gente, sus soldados, perecerían, por toda Grecia se conocían las bestiales habilidades de los espartanos, no por nada habían podido conquistar casi todo el Peloponeso ¿Qué realmente le daba seguridad de que su yugo no caería sobre Atenas y su cabeza degollada seria exhibida como victoria? En el mejor de los casos sería entregado a alguno de sus líderes como botín de guerra, siendo mancillado como una simple puta de calle.

¿y qué pasaría con Jungkook? Su querido Jungkook no tendría oportunidad alguna de vivir, atarían su cuerpo a un carro y lo pasearían por la ciudad pintando las calles con su sangre.

—Por favor, la más sabia de las diosas, no desampares al pueblo que por tanto tiempo ha servido en tu nombre, incluso si yo debo morir en el camino a la paz verdadera, permite que Atenas continúe floreciendo.

Entonces la imagen de su amor llegó a su mente y no pudo evitar sollozar—. Por favor, te suplico que le cuides. Oh Hera, madre de los dioses, guía su navío por buenas aguas y ponle a salvo.

Levantó la mirada buscando consuelo en los ojos de mármol.

—Permite que vuelva mis brazos.

Cuando unos fuertes brazos cubrieron sus hombros, dio un respingo de sorpresa, girándose para mirarle. Jungkook, su hermoso hoplita. Su mirada se suavizo lleno de lágrimas y se ocultó en el amplió pecho de su amante.

—¿En qué momento pasó esto? Me siento tan... vulnerable sin ti.

—¿Se arrepiente?

Hoseok levanto el rostro—. Ni aunque me gane la cólera de un dios, podre arrepentirme de haberte conocido.

Jungkook ante esto suspiro con nerviosismo y de entre sus ropajes sacó una flor, un ciclamen, pero no era igual a los del jardín del príncipe, este mostraba con orgullo su color anaranjado. Lo más bello y extraño que había visto en su vida, pero ya casi era finales de primavera, a esas alturas el ciclamen ya no florecía, todos los de su jardín se habían marchitado, consiguiendo herirle el doble solo por el abandono hasta el próximo otoño.

El que tenía Jungkook debía ser el último de la temporada.

—Te entrego mi corazón, mi cuerpo y mi voluntad, si lo aceptas, ya no iré a la guerra por mi reino, iré por ti.

Hoseok no pudo más y se deshizo entre los brazos de su amor. Por fin había encontrado a por quien tanto tiempo estuvo esperando y se entregó a él, en carne y alma. Su mano quitó el medallón que sujetaba su clámide y este cayó con suavidad al suelo, Jungkook observó la hermosa anatomía de su príncipe, totalmente dispuesto a él.

Y ahí se reclamaron, bajo los vientos del alba, ansiosos de amor.

—Di mi nombre.

—Jungkook —el sonido ahogado por el placer se entremezcló con las sensaciones de la piel—. Oh Jungkook, Jungkook, Jungkook.

—Di mi nombre cuando estés conmigo, cuando no este contigo, cuando este lejos, cuando no me veas, dilo al viento y entre sueños, porque siempre lo escucharé.

—Incluso si caigo en lo profundo del Hades, no me abandones.

—Mi amor, aunque nuestras manos caigan, mi alma te seguirá por la eternidad.

Ojalá pudiera decir que todo termino como una feliz historia de amor, pero no puedo engañar al destino.

Atenas cayó ante Esparta.

Cuando Hoseok vio a la flota espartana en sus tierras, supo que le había perdido, pero no se permitió llorar.

—Mi señor, si huye ahora para la noche estaremos en el norte, podrá estar seguro en las costas de Megara —habló Jimin, intentado proteger a lo único que le quedaba, pues Taehyung, también había marchado a la guerra.

—No puedo, mi pueblo confía en mí, no puedo darle la espalda como un cobarde.

—Ellos lo comprenderán.

—Pero yo no me lo perdonaré.

Jimin se arrodilló a su lado y apoyó la mejilla en su regazo—. Entonces me quedaré a su lado, hasta el final.

"¿Qué he hecho para ganarme tal devoción?" pensó.

Recibió él mismo al comandante espartano cuando conquistó el palacio.

—He visto el mismo fuego de sus ojos en los de otro, príncipe ateniense.

—Le aseguro, comandante, que los míos queman más que el mismísimo sol.

—Entonces no le temerá al fuego de la hoguera.

—No, pero usted si deberá de temerle a mis dioses.

Hoseok no dejó de pensar en Jungkook incluso al borde de la muerte.

—Espera por mí, Jungkook.

"Siempre contigo, amor mío" pudo escuchar sus palabras ser susurradas por el viento.

Cuando la cabeza del príncipe rodó, el mar se desbordó llevándose los barcos, el viento salvaje arremetió contra los muros, los truenos y relámpagos azotaron a las tropas. Un fuego desconocido consumió a los soldados dentro de palacio y cuando ni un alma quedó, la lluvia lo cubrió todo.

El pueblo ateniense se alzó aun por sobre la calamidad, disfrutaron de muchos años de paz y prosperidad, todo gracias al sacrificio de su príncipe.

—Y fin —pronunció el rubio a su hijo.

—¡Eso fue increíble papá!

—¿Tú crees?

—¡Claro! Qué triste final ¿el príncipe y el soldado se reencontraron? —se lamentó el niño.

—Tal vez... —el infante rogó porque le dijese el verdadero final—. Vale, vale, si, donde sea que estén, estoy seguro de que no se han separado en todos estos milenios.

El chiquillo saltó de felicidad,

—Venga, pronto llegará tu padre, ve a recoger los juguetes.

Jimin cerró el libro, acariciando las letras doradas de la portada, un sentimiento de nostalgia se instaló en su pecho.

Como si fuese una profecía la puerta fue abierta por un bronceado hombre en traje.

—Jimin, cariño —dijo encontrando a su pareja entre lágrimas—. ¿Estás bien?

El rubio asintió y miró la maceta con ciclámenes blancos en la mesa.

—Ahora estamos bien. 

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