Introducción

Hace muchos años, las hadas decidieron crear un santuario hecho a su medida, un lugar en que refugiarse del mundo tirano y hostil que aguardaba afuera, y para eso eligieron un roble grande e imponente que había crecido remoto de todo. Permitieron a las aves y demás animales que vivían ahí disfrutar de ciertos beneficios a cambio de su silencio, pues el resto de criaturas abusaban de su tamaño para amenazarlas y robarles. Sin embargo, los cuervos jugaron a ser de los dos bandos, y mientras vivían acomodadamente gracias a la hospitalidad de las hadas, vendían la ubicación de sus amigas al que se le atravesara. Pronto, las hadas se dieron cuenta de su traición y recurrieron a los demonios para lanzarles una terrible maldición. Así, sus alas negras se rompieron, sus plumas se cayeron, a sus ojos se les cayó el color y fueron condenados a vivir un eterno sufrimiento que, lejos de terminar con ellos, le sería transmitido a sus hijos.

Ahora que su hogar había sido expuesto, las hadas se mudaron a un pequeño llano en que la vegetación crecía sin control, pero no estaban solas, algunas de las criaturas que vivían en el árbol decidieron ofrecerles su protección a cambio de tener acceso a sus avances mágicos y tecnológicos. Los cuervos no tardaron en encontrarlas, las seguirían hasta el fin del mundo si fuera necesario, aquel terrible hechizo no los dejaba vivir tranquilos, y aunque sus enemigas se escondieran en la madriguera más angosta o en la copa del árbol más alto, ellos tampoco lo hacían.

No fue hasta el gobierno de Dione La Dorada que el terror terminó; los reinos se elevaron por los aires, lejos, tan lejos que solo volando se puede llegar. Lo único que hizo esto posible fue el nato poder que corría por las venas de la reina, y eso los cuervos lo sabían, así que usaron lo único que no les había sido arrebatado para acabar con ella: sus engaños.

Dione La Dorada, La Alta y La Buena fue envenenada en pequeñas dosis, la mucama que degustaba su comida enfermó primero, pero ya era tarde para hacer algo. Sin el poder de la gobernante El Paraíso empezó a bajar, todos aquellos que intentaban repetir el milagro fallaban, y los cuervos volvieron a habitar las calles.

Supuestamente todo cambió con la llegada de Vera La Salvadora, pero el pueblo estaba lejos de saber que ella era una farsa, una fachada, un escudo de carne y hueso para la última hada de alas doradas y la única capaz de imitar el poder de Dione.

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