Capítulo IX


—Estás tenso —Ochaco estaba recostada a su lado, su cabeza apoyada sobre su torso desnudo. Shoto la acercó un poco más, besando la coronilla de su cabeza—. ¿Pasa algo?

El de cabello bicolor negó, acariciando la espalda de su novia suavemente. La chica se inclinó un poco para poder mirarle a los ojos y sonreírle levemente, depositando un casto beso en la comisura de sus labios. Todoroki cerró sus ojos ante el contacto, tratando de aliviar la tensión que sentía desde el día anterior.

Todoroki había decidido declinar la invitación, pero su madre seguía insistiendo, prometiendo que haría que su padre se comportara. Sabía que la mujer de verdad deseaba verlos, y al igual que Fuyumi, quería intentar arreglar un poco la relación familiar. Apreciaba el intento, pero si Enji o sus hermanos no pondrían de su parte, simplemente no iba a ceder.

Sintió que Ochaco se alejaba un poco de él, sentándose en la cama y revisó algo en su móvil.

—¿Naomi? —la castaña asintió—. ¿Está bien?

—Sí, dijo que se está divirtiendo en la pijamada —dejó su teléfono a un lado—. ¿No se supone que estaba castigada?

—De haberlo estado, no habríamos podido meter todo el ruido de antes.

Ochaco se sonrojó a la vez que rio suavemente. Volvió a recostarse sobre el pecho de su prometido, cerrando sus ojos a la vez que escuchaba el palpitar de su corazón: eso era algo que siempre la relajaba, pero esta vez, el ritmo parecía ir un poco más rápido. Uraraka volvió a levantar su vista, esta vez mirando al muchacho preocupada.

—¿Sho? ¿De verdad que no sucede nada?

Suspiró.

—Mi viejo me llamó ayer —la mención de su suegro hizo que ella se incorporara de inmediato, mirando a su novio a los ojos—. Dijo que mi mamá quería que fuéramos a cenar, que quería vernos.

—¿Y qué le dijiste?

El joven negó con su cabeza despacio.

—Ocha, sabes cuál es el mayor problema. Yo sé que tanto mi mamá como Fuyumi estarán encantadas, y no habría dudado en decirles de nuestro compromiso de inmediato, pero esos tres... No quiero que te lastimen.

La castaña le miró con algo de tristeza. Sabía que Shoto traía problemas con su familia desde mucho antes de conocerla, pero éstos parecieron intensificarse cuando comenzaron su relación. Enji no estimaba realmente a la maquilladora, y sus dos hijos mayores le seguían la corriente; al final, siempre se trataba del poder monetario que la familia tenía y su alta influencia en distintas personalidades del país. Cuando Shoto la presentó a los pocos meses de noviazgo, las preguntas de "¿de dónde viene tu familia?" "¿En serio te dedicas a eso?" "¿Es realmente rentable?" "¿No temes morir de hambre?", entre otras, fueron las protagonistas, intimidando a la joven. Ella no tenía problemas económicos, le iba bastante bien, hacía distintos tipos de trabajos en su área para poder sobresalir y lo había logrado: de esa manera había conocido a Shoto. Ella fue elegida por la agencia para ser parte del staff de un comercial sumamente importante, conociendo en el estudio al encargado de llevar a cabo dicha publicidad: eso fue amor a primera vista.

Tampoco podía hacerse la desentendida y fingir que el apellido no le sonaba. Era obvio, todo el mundo conocía a los Todoroki: una familia cuyos miembros eran abogados y médicos importantes, a excepción del menor. Contra todo lo previsto, decidió inclinarse por la publicidad, ganándose la desaprobación de su padre y hermanos varones. Aún así, ella se había enamorado de él, no de su apellido ni lo que todo eso conllevaba. Pero eso era algo que Enji Todoroki nunca ha creído, tratándola en más de una ocasión como una "interesada", "cazafortunas", entre otras cosas.

—Han intentado lastimarme todos estos años, Sho, y aquí seguimos —sonrió levemente—. Probablemente van a seguir haciéndolo. Dudo que su opinión sobre mí vaya a cambiar realmente, y honestamente, me importa un rábano. Yo te quiero a ti, quiero estar contigo, casarnos y formar nuestra propia familia.

Shoto sonrió un poco más animado y la acercó un poco más a él para besarla profundamente, sus manos recorriendo despacio la silueta de la chica.

—Podemos adelantar esa última parte, ¿no? —murmuró contra su oído, logrando sacarle una coqueta sonrisa a su novia.

Otra vez. Esas malditas pesadillas que desde hace años no lo dejaban tranquilo.

Despertó cubierto en sudor, su respiración agitada, sus manos temblando y mirándolas como aquella vez. Miró a su alrededor rápidamente, dándose cuenta que aún estaba oscuro y que él estaba en su cama aún. Llevó una mano a su rostro, respiró profundamente y se repitió aquello que solía decir cuando se hallaba en esa situación: "No es real, ya pasó."

Una vez que pudo calmar su respiración, se levantó y caminó sin prisa hacia la cocina de su casa, buscando un poco de agua para poder tranquilizarse. No quería llamar a nadie, hace mucho que había dejado de hacerlo pues se sentía capaz de poder lidiar con todos esos malditos sueños.

No, sueños no. Recordatorios de sus pecados. Así lo había definido su madre una vez.

Dejó el vaso que utilizó en el mesón y se fijó mejor en la hora: casi las cinco de la mañana. Optó por cambiarse su pijama húmedo de sudor por su ropa deportiva y salir a correr, de todos modos, debía despertar en dos horas, y quizás un poco de cardio ayudaría a su estado mental.

En menos de cinco minutos estuvo listo y con sus audífonos puestos, salió a correr hasta cansarse. No tenía apuro tampoco, por lo general las grabaciones comenzaban después del mediodía, y ya estaría recuperado para entonces. Además, sentir el frío directamente lo despabilaría.

Ya llevaba alrededor de veinte minutos con su trote, cuando se percató de algo un poco más adelante en la acera. Desaceleró y caminó, fijándose que se trataba de un perro, no era cachorro, pero tampoco se veía muy grande para ser adulto. El animal parecía respirar con dificultad, y sus oscuros ojos se fijaron en el rubio humano.

—¿Y a ti qué demonios te pasó?

Katsuki se agachó a la altura del can, observándolo detenidamente. El sol aún no aparecía por completo, y era un poco más difícil ver a simple vista lo que pasaba. Acercó su mano hacia la cabeza del animal, acariciándola un poco y con la misma iba tanteando a ver si lograba encontrar algún punto donde le doliera o algo.

Se detuvo en seco y sintió sus manos temblar al darse cuenta lo que pasaba: el animal había sido atropellado. Sus patas traseras estaban destruidas, y probablemente no volvería a caminar, si es que sobreviviría. Al pobre can le habían arruinado su vida y el responsable había huido cobardemente.

Se alejó un poco casi de inmediato, sintiendo que comenzaba a sudar frío, como cuando le daban sus malditas pesadillas. El perro jadeaba con su lengua fuera, mirándolo casi con súplica que no lo dejara, pero Katsuki no podía moverse.

No quería y no debía comparar las situaciones. Esto era distinto, ¿no? Era un animal, y esa vez...

Sacudió su cabeza y tratando de calmar su respiración, se acercó al perrito nuevamente, buscando una forma de tomarlo que no fuera a lastimarle aún más y buscar alguna clínica veterinaria que lo viera. Eso era lo correcto.

—Vamos, hermano... Contesta tu teléfono.

Kirishima se hallaba totalmente impaciente, marcando una y otra vez el número de su amigo y jefe. Debía haberse presentado en el estudio hacía una hora, y no había señal alguna del actor. Eso era raro: Bakugo se caracterizaba por su responsabilidad en el trabajo. Algo realmente malo debió haber pasado.

—¿No contesta? —Mina preguntó, terminando de pasar la plancha a vapor sobre uno de los trajes.

—No, y la verdad, estoy algo asustado —miró su celular: había llamado al menos unas veinte veces—. Bakugo no desaparece simplemente.

La chica de cabello rosa se encogió de hombros, siguiendo con su labor.

—Seguro se quedó dormido.

—No, él no es así, no lo conoces.

Ashido optó por no continuar. Tenía razón: no lo conocía, y no es como si intentara hacerlo de todos modos; el tipo era un patán. Desde su estación, Uraraka había observado y escuchado todo, mientras preparaba sus implementos sobre la mesa.

Si bien ella tampoco lo conocía, había logrado saber algo de él: un joven actor trabajólico y malhumorado, casi adicto a la perfección y puntualidad. Ella esperaba verlo llegar hacía poco más de una hora, entrando a gritos como solía hacerlo y reclamarle por lo más mínimo cuando se tratara de la caracterización.

Muy en el fondo, comenzaba a preocuparse.

—¡Bakugo! ¡¿Qué demonios, viejo?!

La castaña volteó rápidamente hacia la entrada, fijándose que el actor ya había llegado: detrás de él, y no con muy buena cara, venía su representante, Keigo Takami. El rubio avanzó sin decirle palabra alguna a su asistente, dirigiéndose hacia el lugar de trabajo de Ochaco. Solo la miró, y tomó asiento frente al espejo, en un silencio poco característico.

—Buen día, señor Bakugo —saludó ella, tratando de hacer como si nada. Katsuki se mantuvo estoico—. Uh, ¿qué escena?

—Veintisiete.

Ella asintió despacio, tomando el guion y dándole una hojeada rápida. En cuanto supo lo que debía hacer, comenzó a colocar manos a la obra. Tomó la base correspondiente, una brocha y en cuanto se acercó un poco más, notó algo que llamó su atención: los ojos de Katsuki se veían irritados en la parte de abajo, además que unas ojeras mucho más pesadas que otras veces se notaban. Se fijó mejor, y se dio cuenta que también estaban levemente hinchados.

—Estuvo llorando —susurró. Era más bien un pensamiento que se le escapó.

Bakugo volteó a verla, dándole la peor de las miradas. La chica se alejó un poco, tratando de mantenerse serena.

—¿Qué dijiste, jodida Cara Redonda?

—Uh, que... que usted ha estuvo llorando, ¿no? ¿Por eso llegó tarde?

—Eso no te incumbe, mujer —respondió—. Vuelve a tu maldito trabajo.

Uraraka decidió que lo mejor era obedecerle. Retomó su posición anterior, manteniendo su rostro serio. Bakugo se dio cuenta de como las pequeñas cejas de la maquilladora se juntaban un poco en medio al arrugar su frente cuando se concentraba. Se sonrió internamente; era estúpido.

—Hace unos días usted me dijo algo —comenzó la castaña—. ¿Recuerda? "Debes poder separar tus cosas. Trabajo es trabajo, vida personal es vida personal." Claro, que con palabras menos... sutiles.

El rubio frunció su ceño, comenzando a molestarse. ¿Acaso ella estaba usando sus palabras en su contra?

—Considere tomar su propio consejo, señor Bakugo —dio unos toques con un poco de polvo—. Está listo.

El actor no demoró en colocarse de pie, amenazando con una rápida salida. Pero dos segundos antes se detuvo, volteó hacia la profesional y la apuntó con un dedo amenazante.

—Tú no tienes la más mínima puta idea de porqué me atrasé. No es tu asunto, métete tus consejos por donde mejor te quepan, ¿sí?

Todos en la sala se quedaron en silencio. Kirishima se quiso acercar para reprender a Bakugo por sus palabras, pero Keigo lo detuvo, negando con su cabeza. El pelirrojo no comprendió porqué...

—No son mis consejos. Son sus palabras, señor Bakugo. Y le recomiendo que sea más amable con las personas a cargo de su apariencia.

...Hasta que escuchó la respuesta sin temor de parte de Uraraka.

—Jódete.

—¡Siguiente! —llamó, ignorando el insulto.

Bakugo salió hecho una furia de allí, con su asistente detrás de él. Hawks se acercó a la chica, fijándose como sus manos temblaban: había actuado por impulso.

—Buen trabajo, señorita. Disculpe a mi cliente, tuvo una mañana algo agitada.

La castaña negó con su cabeza, cambiando las brochas para el siguiente actor.

—Alguien debería ser capaz de poner en su lugar al señor Bakugo, ¿no cree? Y Dios le dé fuerza para sobrevivir aquello.

El hombre mayor de cabello rubio sonrió de costado.

—Amén por eso.

Claramente ese "alguien" era ella, pero era muy ingenua para darse cuenta aún.

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Ah caray, ¿se están haciendo una idea de qué fue lo que pasó? También les regalé Todochako porque estoy rindiéndome también a ese ship (aunque Kacchako OTP jaja)

Me adelanté un par de horas porque mi bebita (mi gata) se enfermó y mañana debo vigilarla todo el día. No ha estado bien y eso igual me ha decaído, así que para no tardarme, les dejo este capítulo hoy 💖

Agradezco tanto su apoyo! Me motivan a seguir <3 

Cuidense mucho!

-Nessiewen.


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