*Odno*





10 de noviembre, Evey Hammond observa desde la azotea las calles inundadas de personas, pues se encontraba en la era de la luz y de las tinieblas; las personas a la distancia caían en el caos aún ignorantes del poder que les habían otorgado.

Después de presenciar la destrucción del parlamento, las personas salieron con palos y armas a perseguir a aquellos que quedaban del antiguo gobierno, los dedos habían desaparecido, por los altavoces se había anunciado la muerte de V o al menos que había sido herido gravemente. Evey, a pesar de encontrarse ligeramente emocional por la pérdida de su amor, sabía que llorar no ayudaría, porque si V la viera en ese estado tan frágil la regañaría. La joven sin querer usurpar demasiado en la memoria del difunto, tomo su ropa y se vistió. Con micrófono en mano salió a las calles de Londres.

Las campanadas del Big Ben se lograban escuchar por los altavoces, las personas se quedaron estáticas, aquellos que se encontraban saqueando tiendas, haciendo disturbios o destrozos en la vía pública se detuvieron perplejos. Alzaron sus cabezas para acabar encontrándose con el ser enmascarado.

— Buenas noches Londres, me presentaría, pero, a decir verdad, no tengo nombre, pero pueden llamarme V, eso ya lo saben. Desde el alba de la humanidad, un puñado de opresores han decidido sobre sus vidas sin dejarlos opinar. Así, consiguieron nuestro poder. Al no ofrecer resistencia, se lo hemos regalado. —Enseñó el puño ante toda las personas— Su camino ha sido cimentado a través de campos de concentración, guerra y el matadero. En cambio, en la anarquía hay otro camino, la vida de los escombros. Dicen que la anarquía ha muerto y corren rumores de que también he muerto... pero qué exagerados. —Señalando a toda la multitud— Esta noche deberán elegir vuestras vidas o volver a las cadenas, piénsenlo bien... Mañana quiero ver a mi Londres revivir de entre las cenizas. Adieu. — Tan fugaz como su discurso, desapareció de la azotea del edificio en el que se encontraba. La aparición del hombre enmascarado provocó que el público, expectante por las palabras pronunciadas y la presencia dominante de V , se miraron avergonzados, dejando caer al suelo todos los palos y armas improvisadas que cargaban con tanto fervor.

Para el amanecer del otro día las personas ya no traían consigo palos, las cosas comenzaron a cambiar totalmente. Limpiaban las calles y levantaban los escombros del pasado, lentamente los días comenzaron a transcurrir. Un nuevo tipo de gobierno estaba emergiendo lentamente. Un equipo dedicado de personas, entre ellos el inspector Fich y su fiel compañero Dominic, trabajaron arduamente para garantizar que el gobierno nunca fuera como el último.

En realidad, a Fich le habían ofrecido una posición alta, la cual él había rechazado cortésmente.

Lleno de energía y espíritu renovados, estaba liberando a la fuerza policial de cualquiera de los partidos de Sulter y reemplazándolos por policías honestos, con la intención de tener una fuerza policial en la cual el pueblo pudiera depositar su confianza. Sin embargo, no todo fue tan simple.

Si bien hubo quienes trabajaron para reconstruir, también había personas quienes aún se encontraban asustadas para mirar el futuro que se avecinaba, pues aún sentían muy vivida la sombra del gobierno de Sulter. Pero de manera que pasaba el tiempo, los grupos de apoyo comenzaron a aumentar, se erradicó la censura que había golpeado tan duramente a Londres, y que había iniciado un proceso de destrucción sistemático de distintas obras artísticas y sociales.

Debido a que todo era controlado antes por el gobierno. Luego de un tiempo las obras artísticas en los museos comenzaron a aparecer progresivamente, y la gente no se percató en qué momento exacto fue que las radios comenzaron a transmitir nuevas señales de locutoras; la música había vuelto a los hogares y la escasez de alimentos en la cual se encontraban desapareció abruptamente, los más jóvenes conocieron por primera vez que era probar el chocolate y los más adultos soltaban lágrimas al poder degustarlo nuevamente.

A pesar de todo, Evey había permanecido en la galería de las sombras. Ella era muy consciente de estos cambios sobre la superficie, pero era como mirar un rio ancho a la distancia. La corriente se estaba moviendo, pero ella estaba completamente separada de ella. Al salir a la superficie a abastecerse fue cuando pudo ver que en las calles habían pequeñas ferias rebosantes de color y alegría, las personas lucían sonrientes y llenas de vida, en sus ojos ya no se reflejaba el miedo, sino más bien esperanza. El toque de queda había quedado atrás y los militares se habían rendido ante su pueblo al no tener a alguien a quien seguir, y grupos comunitarios ayudaban a mover los escombros que quedaban del parlamento.

Una mañana ocurrió que un grupo encontró el cuerpo de un hombre, cuando revisaron sus signos vitales se sorprendieron al ver que el hombre seguía con vida, algunos asustados se alejaron, otros tomaron al hombre para trasladarlo a una clínica privada que tiempo atrás se conocía que ayudaba al régimen, pero todos sabían que los médicos que se encontraban ahí tan solo lo hacían para evitar que les colocaran una bolsa negra en la cabeza.

Cuando los médicos quitaron la ropa dañada y polvorienta casi dan un paso atrás, la piel chamuscada y con múltiples perforaciones de balas, era casi imposible que un ser humano hubiera sobrevivido de esa manera y por tanto tiempo... A lo mejor días, pero...

¿Dos o tres semanas?

Imposible.

Luego de horas dentro del quirófano para atender al hombre, el doctor a proceder salió exhausto, encargó a las enfermeras que lo vendaran ya que tenía contusiones de tercer grado, dos costillas rotas, hueso orbital roto, un pulmón perforado y numerosas lesiones, pero aun así había salido vivo..

Era casi un milagro divino.

Cuando V despertó después de que la morfina perdiera su efecto, sintió el profundo dolor al respirar, pues se le hacía dificultoso, cuando cerró los ojos nuevamente para descansar fue que su mente recapacitó y los volvió a abrir de golpe, llevando sus manos a su rostro, no traía consigo su máscara y mirando hacia abajo notó que tan solo llevaba puesto un delantal verde de hospital, tragando saliva, recordó la noche del quinto golpeando su conciencia; Solo después de que despertara de su desmayo se encontró con el fuerte aroma de las Carson Roses, cuando se sentó con dificultad se percató que el tren estaba ya en marcha, significando tan solo una cosa: que Evey había cumplido su propósito, sonrió levemente por su querida Evey... Él sentía que debía volver con ella, al recordar su rostro con lágrimas acumulándose en sus ojos le era demasiado desgarrador... moviéndose a rastras abrió una de las puertas y sin importar que el tren estuviera en movimiento se lanzó antes de llegar al parlamento.

Después de eso no tiene más recuerdos, V frunció el ceño ante la cegadora luz que tenía delante él.

— Disculpe, Señorita. —Llamó a una enfermera que, al voltearse a mirarlo, abrió los ojos y llamó rápidamente al doctor.

— Dios, eres un hombre con suerte. Aún nos parece extraordinario que hayas sobrevivido.

La suerte es lo que sucede cuando la preparación se encuentra con la oportunidad( 1) —Dice tranquilo V, mientras se quita las vías intravenosas. — Pero por favor podrían entregarme mis artículos que en este momento debo partir.

Escandalizada la enfermera lo intenta detener, pero el doctor la interrumpe. Este negó con la cabeza y le dijo que traiga lo que quedaba de los artículos de aquel hombre y ropa adecuada, la cual era de los artículos extraviados, para que así, el individuo que aún se encontraba en la camilla se pudiera marchar. Secretamente el médico especulaba quien era este tipo, pero era mejor el silencio y la ignorancia.

(...)

Mientras tanto en otra parte de Londres, Evey se encontraba completamente arropada ya que anunciaron en las noticias de esta mañana que bajarían los grados esta noche, esto la hizo salir de la galería para lograr comprar un guatero y mantas para abrigarse, también debía comprar las lámparas UV para las rosas de Valerie, sonrió ligeramente mientras observaba a la distancia como los niños salían a jugar por las calles.

Devuelta a la galería de las sombras, la joven se dirigió al cuarto dedicado a la actriz.

—Hola, Valerie. Te he traído nuevas lámparas para tus rosas, las antiguas ya caducaron, espero que no les afecte el frío, de seguro V hubiera hecho algo especial para ellas. Espero que él esté allí, contigo. Merecía al menos un poco de paz. Ámalo allí. Ámalo porque no tengo calor ni fuerza para hacerlo. —Soltó un suspiro, llevándose una mano a su pecho— Ámalo como una madre, como un padre, como una hermana, como una amante... amalo. Es todo lo que te pido, Valeria. —Alzando la vista para encontrarse con el majestuoso cuadro— Nunca te conocí, aunque quisiera hacerlo. Cambiaste mi vida y me hiciste más valiente. —Sonríe levemente— Ahora te pido este pequeño favor: cuídalo. Cuida a mi V. Nunca lo volveré a ver, lo sé. Pero saber que estará en buenas manos me deja en paz.

Cuando estaba por salir de la habitación fue que se percató que gramola estaba tocando su canción especial, Cry me a rive de Julie London. Frunciendo el ceño se preguntó quién se había atrevido a seguirla y entrar a la galería. Tomando una de las espadas que se encontraban de las tantas esculturas. Sigilosa camino hasta la sala principal para encontrar a un hombre parado justo enfrente de la rocola, mientras más se acercaba Evey más bajaba el arma, aquel hombre vestía ropa común, aunque muy holgada para su cuerpo trayendo consigo la máscara de V y su peluca.

— Extrañaba esa canción... —Dice, con voz tranquila mientras pasaba las yemas de sus dedos por el cristal de la gramola.

Esa voz era inconfundible, lágrimas traviesas comenzaron a correr por el rostro de la joven.

— ¿V...? —Su voz tembló ligeramente.

Este se giró y acercándose a paso lento, extendió su mano para acariciar y quitar las lágrimas del rostro de la joven.

— Hola, Evey... —Su voz seguía siendo tan tranquilizadora, V siguió quitando las lágrimas traviesas.

— Pensé... pensé que habías muerto... yo... yo misma te dejé entre las rosas junto con el tren... — Temblorosa llevó su mano junto a la suya, apoyándose en ella. El calor que irradiaba el guante le decía que esto era real, que no era un sueño... tragando consigo el nudo que se estaba formando en su garganta.

La muerte debe ser tan hermosa. Para recostarse en la suave tierra marrón, con los pastos ondeados sobre la cabeza de uno, y escuchar el silencio. No tener ayer y no mañana. Olvidar el tiempo, perdonar la vida, estar en paz(2)—Con su pulgar acariciando su mejilla, la observó — Mi querida Evey, para los demás estaré a lo mejor muerto, pero para ti estoy vivo.

Evey esbozó una temblorosa sonrisa, él estaba vivo... o nuevamente su cerebro está jugando una mala pasada, ella no lo sabía, pero sentía la necesidad de preguntar.

— ¿Pero cómo puede ser?

— Querida ¿acaso eso importa? Lo importante es que estamos aquí juntos... —Dice tranquilo— y que debo ir a cambiarme. —Su tono había cambiado de tranquilo a disgustado, esto hizo reír a la joven.

Luego de eso V se dirigió a su cuarto, dejando a Evey sola en la sala principal. Notó de inmediato que la joven había entrado y que tal vez sacó algunas prendas, luego él le preguntaría porqué, pero ahora mismo el hombre tan solo pensaba que debía quitarse esa ropa tan poco desdeñosa y harapienta.

Cuando ya se encontraba completamente pulcro con su vestimenta habitual y luego de haber tomado una ducha renovadora, se sentía renovado.

Las heridas sanaban bastante bien. Cuando salió del cuarto, el aroma de la cena se acercó seductoramente a las fosas nasales de V, acercándose a la cocina para averiguar de qué se trataba, se encontró una maravillosa imagen; a su querida Evey con su delantal con volantes. Esto lo hizo reír captando la atención de la joven delante suyo.

— V, me sorprendiste —Sonríe levemente al verlo.

V nunca había visto la Galería tan vibrante, las paredes y columnas ya no parecían viejas y sin pulir, las pinturas parecían que estuvieran sonriendo. Pero ningún otro en la galería sonríe como ella, pues el dueño de casa había vuelto.

— Evey, supongo que tendrás preguntas, las cuales querrás que yo responda... —Dice Tranquilo, ocultando su propio nerviosismo.— Ven, vamos al sofá.

— Está bien V...

La joven se quita el delantal para luego seguirlo, era verdad que quería saber que había sucedido, pero tanto tiempo viviendo con aquel hombre le hacía saber que no debía preguntar a veces, pero esta situación lo requería.

Cuando ambos se encontraban sentados en el sofá, se movió incómodo en su asiento.

— Quiero que sepas que todo esto no fue un truco... —Menciona V.

— Pero yo envié tu cuerpo al Parlamento, rodeado de explosivos. —Lo señala— Y aquí estás, en una pieza... ¿Cómo es eso posible, V?

— Estoy tan sorprendido como tú, morí en tus brazos o más bien tan solo me desmayé — Tomando las manos de la chica la hace acercarse— Evey. créeme, esperaba estar completamente muerto. Pero no soy más que una herramienta en manos del destino; Y la autoridad soberana decidió que no era mi tiempo.

— ¿De qué autoridad hablas, V? — Ella ladea ligeramente la cabeza para fruncir el ceño— ... Estas vivo.

— Si lo estoy, pero ahora necesito un propósito para vivir, V murió —Pero antes de que siguiera hablando ella lo corta colando un dedo sobre sus labios de porcelana.

— En realidad... —Evey desvía la mirada— Hubo rumores de tu muerte, las personas comenzaron a hacer destrozos, saquearon y todo era un caos... no podía hacer vista gorda, las personas no sabían del poder que tú les has otorgado. —Fijó su mirada nuevamente en él— Me vestí de ti y les di un ultimátum.

— Para que así lograran recapacitar. —Terminó su frase— Muy inteligente.

— Así que... si tienes en realidad un propósito, V. —Acariciando sus manos enguantadas— Puedes guiar al rebaño cuando estos se desvíen de su camino.

Ahora la sonrisa de V igualaba la de su mascada de Guy Fawkes.

— Bueno querida vamos a cenar la delicia que has preparado hoy.

Ambos se levantaron, pero antes de que V se adelantará Evey tomó nuevamente su mano. Esto captó la atención de V para que quedara observándola.

— Creí que nunca más tendría la oportunidad de tenerte así. — Sonríe levemente con las mejillas ruborizadas.

— Oh mi dulce Evey.

Luego de esto fueron a cenar, más que nada la joven comía mientras el enmascarado la observaba y la entretenía con su monólogo, después de haber terminado ambos se quedaron limpiando, mientras Evey colocaba al día a V sobre los sucesos que habían ocurrido en sus dos semanas de ausencia, y para finalizar su velada vieron una película, su favorita por supuesto: The Count of Monte Cristo. Después de terminarla, ambos se despidieron para dirigirse a dormir a sus respectivos cuartos.

A la mañana siguiente, Evey despertó con el sonido de la gramola, pensando que todo lo sucedido anoche había sido un sueño maravilloso. Se levantó, pero al tocar el helado piso, se dispuso a arroparse y salir con una manta cubriendo su cuerpo, se acercó a mirar qué canción estaba tocando, para luego sonreír levemente por darse cuenta que lo que anoche había acontecido no había sido un sueño, sino la misma realidad, V estaba vivo. Acercándose a la cocina lo encontró con su pintoresco delantal mientras tarareaba los sonetos de la canción de fondo.

— Buenos días — Dice alegre la joven.

— Hmm, sí. — Cuando esté se percató de su presencia tomó sus guantes de forma inmediata. — Espero no arruinar tu apetito... —Pero fue sorprendido al ver a la joven tomando sus manos desnudas.

— V... No me molestan tus manos... —Acariciando la piel irregular de estas para luego darle una pequeña sonrisa.

— Tienes las manos frías. — Y ambos son cogidos por sorpresa por el irritante chillido de la tetera — ¡Té! — V gesticuló grandemente, retrocediendo un paso— La panacea para todo, desde el cansancio hasta el resfriado y el asesinado(3) ¿Sabes lo que dicen sobre el té, Evey?

— Supongo que lo averiguare ahora mismo. —Ella retrocede para tomar asiento y esperar a que él le sirviera su taza, adorando ese lado vertiginoso de él.

Mientras servía una taza humeante y se la dejaba a un lado de ella, tomo su mano y se la llevó a los labios de porcelana.

— Por qué, el amor y el escándalo son los mejores edulcorantes del té, querida.

Evey se sonrojo ligeramente para luego soltar una risa.

— Entonces el nuestro será dulce.

Pasaron varios días, cada uno diferente del otro, la confianza mutua estaba en aumento, V ya no cenaba en su cuarto o utilizaba de forma constante sus guantes, había ocasiones donde tocaba sutilmente a la joven ya fuese de forma inconsciente o consciente, pues aún se sentía desconcertado, cuando ella le devolvía el gesto sin dudarlo ni una sola vez y se permitió el lujo de dedicarle una sonrisa tan similar como la de su máscara.

Sintió rebosar el corazón, mientras su amor por ella crecía y ardía como una hoguera en su pecho. Desgraciadamente las dudas comenzaron a consumir a V, era una forma despreciable de pensar. Él estaba emocionalmente mal.

Al paso de las semanas, pronto se acercaba navidad y el seguía pensando sobre esta rara situación en la que se encontraba, dado que Evey no había tocado el tema de su declaración en las vías subterráneas, pero tampoco retrocedía ante su tacto o piel desnuda ¿Qué será de él si lo ve como el monstruo que era? Él no tenía forma de darle una vida como cualquier amante podría, V sabía que no se merecía a Evey por muchas razones, razones que se había callado como un cobarde. No era una cuestión de amor, no creía que ella pudiera llegar a amarlo nunca. No era posible amar a alguien como él. Pero había estado cortejándola el tiempo suficiente para que el afecto y la amistad los unieran, a pesar de algunos de sus oscuros secretos. Pero ya era demasiado tarde, ella había aceptado una parte de él.

Tropezando a través de la Galería oscurecida, negó con la cabeza para acallar las inseguridades y múltiples pensamientos que se formaban en su cabeza, aunque solo fuera por un microsegundo. Al pasar por el borde de la sala, golpeó su pie en el borde de la pata del sofá y tropezó, refunfuñando suavemente ante su propia torpeza.

— Te estás volviendo viejo y sen-ti-men-tal... —Pronuncia cada sílaba de la última frase con desdén.

— ¿V? —Una ligera voz se pronunciaba a lo lejano. Éste se volteo a mirar a una pequeña silueta que se asomaba desde su cuarto. — ¿Estas bien? Escuche un golpe.

Su respiración se había enganchado en su garganta, lo había tomado por sorpresa; si hubiera sido más él mismo, ella nunca lo habría tomado con la guardia baja. Él la miró fijamente, incluso su indiscriminada pregunta lo hizo irrazonablemente feliz, aunque el conocimiento de que podía ser seducido tan fácilmente por el comportamiento normal lo hizo temblar interiormente.

«¡En forma, hombre! Ella es la razón por la que eres un desastre ahora. Todo funcionaba bien antes...»

— Estoy bien querida, tan solo... me tropecé.

— Que inusual. —Ladea ligeramente la cabeza.

— Evey... — Se aclara la garganta—Creo que tenemos que conversar de algo...

Este se acercó a la joven que se encontraba completamente arropada, había bajado considerablemente la temperatura y en la superficie ya estaba nevando, haciendo que la Galería de las Sombras helara más que nunca. Tomando su mano la llevó hasta su cuarto, cuando encendió todas las velas a su alrededor el cuarto tomo más temperatura, que era completamente reconfortante para la joven sentada en la cama de dosel.

Ella se encontraba admirando a su alrededor, había entrado tan solo una vez, pero no había visto en realidad a su alrededor... Era tan colorido con tantos panfletos e imágenes de películas, arte tan llamativo y coqueto como las Pin Up entre otras cosas, su peculiar biombo y si ella pensaba que en su cuarto tenía libros en este había montones más, tanto que llegaban a encontrarse pilas y pilas de ellos en el piso alfombrado.

Evey nuevamente volvió su atención al hombre, que se encontraba a metros de ella. Este se aclaró su garganta, tenía una libreta roja en sus manos desnudas.

V se arrodillo enfrente de ella haciéndola sentir incómoda, y le entregó la libreta.

— Dentro de esta libreta encontrarás mi pasado. — Ella lo miró desconcertada — He perdido mi alma, Evey.

—¿Qué quieres decir?

— Estás contemplando a una de esas almas que han cometido pecados demasiado graves como para ser perdonadas.

—No lo entiendo.

V suspiró.

— Lee esto y podrás comprenderlo todo...

Este se apartó de la joven y se alejó, dando vueltas en la inmensa habitación, tomando libros al azar para distraer su mente llena de arpías.

Evey lo observo para luego mirar la libreta, abriendo en la primera página se percató que era una documentación clínica... de sujetos de prueba de campos de detención. A medida que iba avanzando, páginas tras página sus lágrimas se agolpaban en sus ojos y la furia nacía en su pecho, comprendió que la enfermedad que le había dado a su querido hermano había sido causa de todos estos déspotas, que el "virus de Santa María" mató rápidamente a tanta gente británica, aquel ataque terrorista que fue atribuido a los extremistas religiosos había sido una total mentira y como milagrosamente aparece una cura que los había salvado a todos.

Lo que más le dolía en este momento a Evey era saber que a V le habían realizado todos estos experimentos médicos horribles para perfeccionar el virus mortal y su cura, pero ella sabía que él no tenía la culpa de todo los horrores que le habían hecho, comprendió tantas cosas...

Ella se levantó de su asiento dejando a un lado la libreta, se secó las lágrimas que rodaban por sus mejillas, se acercó a este y cuando V se volteo a mirarla ella lo abrazo.

— Evey...

— V, quiero que comprendas que me da coraje todo lo que ellos te hicieron... que no tienen perdón, pero tú no tienes la culpa de todo esos suceso. —Alzó la mirada­— Todo está bien.

— Soy el culpable de que todas esas personas murieran incluyendo a tu hermano... —Desvió su mirada. — Pero tú tienes la última palabra Evey, todo está en tus manos y puedes desterrarme de tu vida con una sola palabra.

El corazón de la joven se apretó en su pecho al ver a V en ese estado, rompió el abrazo para luego subir sus manos hasta la quijada de su máscara, sosteniendo su rostro para hacerlo mirarla.

— Jamás me alejaras de ti, V.— Él sonrió con tristeza debajo de su máscara.

— No te merezco. Te mereces mucho más. Te mereces a alguien mejor que yo, Evey. —Murmuró él.

— V, ¿qué quiere que te diga? ¿Qué no te amo? No pienso decírtelo. Te amo V, por completo, tal y como eres. Por favor no me apartes de ti ahora que al fin estamos juntos. —Respiro hondo.

— Si esa es tu decisión lo aceptaré, pero debo admitir que pensé que si leías de mi pasado te sentirías tan asqueada que huirías de mí.

— No eres el único pecador que hay en este cuarto, V —Replicó ella— Y por eso no puedo echarte en cara tus pecados.

— Espero que perdones las cicatrices que te he dejado. Sé que son numerosas.

Ella acarició la máscara fría y le sonrió.

— Te perdoné hace tiempo, V. Te lo perdoné todo. No volvamos a hablar de eso, pero... ¿puedo hacer una pregunta?

— Adelante.

— ¿A qué viene todo esto? —Bajó sus manos hasta dejarlas en su pecho, él las tomó, se encontraban frías.

—Sé que no te gusta que te oculte cosas y sabía también que no podía ocultarlas para siempre. — Soltó el aire lentamente y bajó la voz.

— Entonces, si tú ya confesaste tus pecados, supongo que tendré que contarte los míos.

Él la miró entrecerrando los ojos.

—¿Sí?

— V, estamos empezando a conocernos. Y ya ha habido unas cuantas sorpresas.
Él hizo una mueca detrás de su máscara.

— Estoy tratando de comportarme correctamente, pero no veo por qué deberías.

Sus palabras tenían buena intención. Sin haberle confesado antes sus secretos más íntimos. Y, aunque su reacción había sido bastante buena, esto le daba esperanzas al mayor, pero no negaba que seguía teniendo miedo de que sus revelaciones la hicieran salir corriendo, puesto que aún faltaba algo más, su rostro. Sabía que ella estaría mejor con otro hombre, pero sólo con imaginarlo, el corazón le empezaba a latir desacompasadamente.

— Debería mostrarte el hombre que hay detrás de esta máscara.

—Es un poco pronto para hablar de eso, ¿no crees?

—¿Lo es?

— Si...lo es, ya llegará el tiempo indicado para que aquel hombre detrás de esta máscara se presente —Presionó sus dedos en su pecho — ese momento llegará cuando tú y tu corazón estén listos para esto, solo debes recordar que nunca estarás solo... —Deslizó sus manos para luego toma las suyas.

— ¿No estas molesta?

— Por supuesto que lo estoy. —Este baja la cabeza— Pero no contigo, V. Sería tonto molestarme contigo, merece la pena esperar por ti. ¿Qué clase de mujer sería si te montara una escena por cosas que no hiciste tu? Si la situación hubiera sido al revés, habría confiado en que lo aceptaras sin enfadarte.

— Tienes razón, He luchado en vano. Ya no puedo más. Soy incapaz de contener mis sentimientos. Permítame decirle que la admiro y la amo apasionadamente.(4)

Ella se sonrojo ligeramente

— Bueno, pues lo que vale para el ganso vale para la gansa.

—Ah, así que ahora soy un ganso.

— Mejor un ganso que un viejo verde.

— Ah, no, por favor —le suplicó él— Bromas con la edad, no. Ya me cuesta bastante acostumbrarme a nuestra diferencia.

Ella se apartó de él.

— A mí no me molesta nuestra diferencia de edad... —Su frase no logro terminar cuando su mano amortigua un bostezo.

— Veo que ya es hora de dormir.

Antes de que la joven saliera del cuarto, temblaba de solo salir del cálido lugar. Ella lo miró a los ojos, con aquellos ojos avellana hizo a V una invitación silenciosa.

V lo sabía, pero le daba miedo ser él quien diera el primer paso.

— V, te molestaría si por hoy compartimos cama... Si no te sientes preparado lo entenderé.

Este tragó saliva y con las manos ligeramente temblorosas las llevó a su espalda para tomar una postura relajada.

— Cómo negarle un placer a una dama que acaba de ser tan dulce conmigo. —Ella negó divertida y avergonzada por ser tan audaz. — Puedes ir a la cama, yo primero debo cambiarme.

— Esta bien.

Este se fue a cambiar detrás de su biombo.

— ¿A qué lado duermes, V?

— Izquierdo, querida.

Ella se dirigió a la enorme cama de dosel para cubrirse con el suave edredón, se arropo debajo de ésta, teniendo ligeros temblores puesto que la cama estaba muy fría, Evey maldijo mentalmente por el frío invierno que se aproximaba para Londres, la navidad cubierta de nieve era hermosa pero tan helada que a ella de solo pensarlo le volvían a dar esos temblores. V salió detrás de su biombo vestido casi similar con una camisa negra y ajustada, unos pantalones algo más holgados, pero también oscuros. Aun traía puesto su máscara y peluca, ella asumió que no se la quitaría durante toda la noche.

« Por supuesto nadie cambia de la noche a la mañana, Evey»

Se reprendió mentalmente.

V se dedicó a apagar todas las velas antes de irse a la cama. Cuando todo quedó a oscuras y en un completo silencio, fue que noto que en la cama una parte de ella se hundía y el calor que irradiaba el cuerpo de V se hizo presente a espaldas de la joven, luego escucho como algo es dejado en la mesa, algo ligeramente pesado, ella pensó de inmediato que debía ser la máscara.

«Dios, está sin ella»

Cuando se estaban quedando dormidos estando a una distancia considerable, Evey susurró:

—Te quiero.

Como V no respondió, ella asumió que ya se había dormido. Suspirando, se acomodó contra las almohadas que tenían su esencia. Lo oyó respirar hondo y contener el aire antes de decir:

—Evey Hammond, yo también te quiero.

Él nunca lo diría y tampoco lo admitiría, pero estaba que rebosaba de felicidad, aunque no lo notase, trataría de esconderlo de la mejor manera posible. Terminó por acomodarse contra su cuerpo y ella se acomodó fácilmente en el mayor, esto lo hizo sonreír inconscientemente, ella quedaba perfecta.

Al despertarse a la mañana siguiente, Evey notó algo cálido en su estómago y una suave brisa que le acariciaba la nuca, cerrando nuevamente los ojos siendo envuelta por la calidez, pero esto mismo fue la que hizo que abriera los ojos de golpe al ser consciente que estaba siendo abrazada por V y una mano que la acariciaba suavemente su estómago, estando finalmente más lúcida se ruborizo furiosamente. Aun así sonrió sin apartarse de los cómodos brazos. Al mirar la hora en el reloj antiguo que V tenía en la mesita de noche, descubrió asombrada que ya era mediodía. Habían dormido demasiado y era mucho decir si aun V estaba durmiendo...

De repente se quedó quieto, la mano que hacía círculos perezoso sobre su estómago se había detenido, Evey supuso que él debió de haberse despertado, si algo pudiera ella destacar era que estaba siendo muy buena para leer el lenguaje corporal de este hombre. Definitivamente ahora estaba despierto. Haciendo su mejor esfuerzo Evey fingió estar dormida, la mente de V estaba revolviéndose cuando una paz interna lo azoto, pero otra vez teniendo un sueño salaz, una fantasía que solo su mente podría producir justamente con la dama que sus brazos tenían envueltos, si no que sus manos traicioneras estaban reproduciendo lo mismo que en su sueño.

«¡Por el amor de Dios! Un caballero no haría tales actos... »

V se detuvo unos segundos más, para disfrutar de la sensación de su cuerpo, tenía que admitir que era la primera vez que se había despertado en una posición tan íntima con alguien, al menos que él recuerde. Se levantó y tomó su máscara para colocársela. Luego volvió la vista hacia la joven a su lado, V se quedó mirando su cuerpo menudo, sus labios entreabiertos, su pecho, que subía y bajaba cada vez que respiraba. Era muy bonita. Y muy dulce. La vio removerse ligeramente, para verla girarse, con aquellos ojos castaños admirándolo.

—Buenos días, V.

—Buenos días, querida. — Ella se acercó a él para acomodarse en su pecho, él la envolvió de forma natural acariciando suavemente su hombro—¿Has dormido bien?

—Muy bien. ¿Y tú?

—Bien, gracias. Aunque parte de mí tenía miedo de que, al despertarme, hubieras desaparecido.

Ahora sabía que no debía permitir que su pasado, arruine su presente porque si seguía de este modo se quedaría sin futuro.

Para cuando llego Noche Buena ellos habían arreglado la galería acorde a la festividad, colocando un árbol mediano en una esquina y debajo de el se encontraban diversos regalos, ambos habían seguido compartiendo la cama. había sido maravilloso para los dos, pero ninguno lo dijo en voz alta...

Toda esta locura de Navidad tenía completamente estresada a Evey puesto que quería hacer la cena de esta noche. Sabía que V era completamente espectacular en todo lo que hacía, no conocía absolutamente nada en que él fuera malo.

— Lleva demasiado tiempo en el horno. Estará más seco que el pavo que sale en la película ¡Socorro! Ya es Navidad. —V Dice tranquilo mientras miraba a una distancia prominente a Evey.

— V o paras, o te trincharé a ti en vez de al pavo. —Evey abrió la puerta del horno y empezó a rociar la carne con salsa ansiosamente, sin dejar de controlar el termómetro.

— Disculpa querida, tiene un aspecto estupendo. —observó para luego acercarse lentamente, dándole un beso en la mejilla con sus labios de porcelana y aprovechando la distracción para arrebatarle el cucharón que ella estaba usando para bañar el pavo con su salsa. Temía que Evey lo usará para atacarlo.

Para la cena, ambos tomaron asiento y cenaron acompañados de una amena conversación, V tan solo corría ligeramente su máscara. Mientras Evey le diera su espacio, sabía que esta noche sería la cual él le mostrara sus otros secretos y esperaba no cargarse la fiesta de Navidad... Con una conversación amena de los sucesos más recientes de la superficie era que habían salido tres candidatos para presidentes, V no había dado aún luz verde a ninguno así que las personas se veían aún asépticas. Después de cenar ambos recogieron la mesa para luego lavar los platos, luego ambos se sentaron en el sofá del salón para escuchar música, para cuando la rocola tocó su canción V se había levantado extendiendo su mano.

— ¿Desea bailar, My Lady?

Ella sonrió y tomo su mano, bailaron amenamente por largo tiempo, para cuando llegó la media noche y las campanadas habían sido tocadas por el reloj cucú de V, ambos se acercaron al árbol y se sentaron a los pies de este.

Fueron abriendo regalos tras regalos, unos más elaborados que otros.

— Gracias por tu regalo, Evey —Admiró con total cariño la bufanda echa a mano, lo que le daba gracia era de color negro.

— Me alegra saber que te gustara... —Ella admiró el libro que aún reposaba en su regazo, Cartas de John Keats a Fanny Brawne.

Ella sabía que esta noche iba a ser especial, V le mostraría finalmente su rostro, pero eso también conllevaba que ella debería contarle también su secreto y era esto lo que la aterraba más.

Respirando hondo ella se acercó a V y tomo su mano llamando su atención.

— ¿Sucede algo? —Este la contemplo.

— Creo que es hora de que hablemos.

Este asintió, ambos se levantaron y se dirigieron al cuarto del mayor, este encendió algunas velas, la iluminación era opaca, pero era posible ver. Ambos se sentaron a los pies de la cama y tomando sus manos, V trago saliva.

— Antes de que comiences... V, tengo que contarte algunas cosas... cosas desagradables de mí, que tal vez hagan que me veas distinto... y lo entenderé si es así.

— Evey, por favor, yo...

— Déjame hablar —Lo interrumpió ella, pasándose la mano por su cabello corto— antes de que pierda el valor.

Cerrando los ojos, volvió a tomar aire. Cuando los abrió, su mirada estaba llena de culpa.

— Estás viendo a una prostituta.

— ¿Qué?

— Si... Cuando perdí a mis padres — Se aclara la garganta— me obligaron a trabajar en una fábrica con otros niños. — soltó un suspiro— Metíamos cerillas en cajas. Vivía en un albergue frio y sucio. En ese entonces siempre lloraba extrañando a mis padres... —Ella intento apartar sus manos de las de él, pero V no la dejo, ella hizo una mueca— Así pasé esos años... Sin comida suficiente. Algunas chicas ganaban dinero yendo con hombres, iban a prostituirse para tener algo para comer, yo junte el dinero suficiente para lograr salir de ahí y poder estudiar. Por eso digo que entendería si te sientes asqueado por mí en este momento.

Acariciando aún sus pálidas manos, V se las llevó a los labios de porcelana.

— Mi pequeña guerrera, tranquila. Entiendo en las circunstancias en la que te encontrabas, te hicieron víctima. Yo no puedo juzgar tu pasado, como tú no juzgaste el mío, eso se llama ''Ojo por ojo''

''Ojo por ojo'' —Repite ella mientras sonríe tristemente— Entonces, ¿No estás molesto?

— ¿Por qué debería? No lo estoy, querida.

«Solo me dan ganas de ir a buscar a todos aquellos que contemplaron el milagro de verte sin ropa»

V sabía que no debía mencionar eso.

— Entonces, V... ¿me hablarás de tus quemaduras?

— Si —Este miró sus manos y la movió ligeramente entre las de ella.

El corazón se le detuvo por un segundo cuando lo vio llevar sus manos a su máscara y soltar las correas, al dejarla a un lado tan solo se lograba ver su boca, lo demás estaba cubierto con un pasamontañas. Evey llevó delicadamente sus manos a su rostro y acariciando la comisura de sus labios, eran delgados y ligeramente chamuscados con cicatrices por las quemaduras. La joven se acercó ligeramente, pero este se apartó de inmediato.

— ¿No quieres que te bese? — Con un suspiro, V se volvió. La pérdida de su contacto la entristeció.

— Pensé que te desagradaría, además —Suavemente volvió a acercarse a ella—Me alegro tanto de que estés aquí... aun—susurró.

— Por supuesto que me quedare... — Lo observó llevarse nuevamente las manos al pasamontañas para verlo removerlo de su rostro. Como había hecho antes ella miró sus cicatrices para tocarlas suavemente, tenía un mentón pronunciado, una quijada fuerte, pero lo que más la cautivaron fueron sus intensos ojos azules. —¿Te duele?

— No. —Su respuesta fue corta y concisa.

Para su sorpresa lo vio acercarse a su rostro, ella cerró los ojos justo antes de que sus labios se encontraran. Estaba flotando. Los labios de V eran cálidos y acogedores y se posaron sobre los suyos con cuidado, como si tuviera miedo de lastimarla. Insegura y recelosa, Evey permaneció quieta, con la boca cerrada. V le acarició la mejilla con el pulgar, mientras su boca se movía delicadamente sobre la de ella, pero no duró demasiado. Fue un beso tierno y dulce, el tipo de beso que Evey se imaginaba que un amante le daría a su amada después de una larga ausencia. Era un beso apasionado, lleno de emoción, como si cada fibra de su ser se hubiera fundido y extendido sobre sus labios para poder transmitirlas a ella. Su corazón dio un brinco ante esa idea. Nunca se habría imaginado que su primer beso pudiera ser así. Cuando la presión de los labios de V disminuyó, sintió ganas de llorar. Era consciente de que nadie volvería a besarla así nunca más. Ningún hombre podría estar nunca a su altura. Nunca.

Él suspiró hondo y la besó en la frente antes de apartarse.

— Abre los ojos.

Al hacerlo, Evey se encontró con un par de ojos azules excepcionales, eran tan magnéticos.

— Te quiero...

— Yo igual Señorita Hammond.

— Esta es la primera noche nueva que lo paso tan bien... —Sonríe ella, ligeramente ruborizada.

V sonrió, Evey se encontraba hechizada, finalmente podía saber cómo era el hombre detrás de aquella icónica máscara de Guy Fawkes.

— Es tarde, supongo que deberíamos irnos a dormir...

Evey pensó un poco y tragó saliva antes de responder.

Ella quería confesarle que dormía mejor con él que sola. Quería decirle que le gustaría pasar a su lado el resto de sus noches y que lo deseaba mucho. Pero no lo hizo.

— Quiero quedarme aquí. No duermo bien sin ti.

— Yo apenas duermo si no estoy contigo. Me alegro de que sea algo mutuo. —V le acarició tiernamente su mejilla— Sabes que me importas mucho, ¿verdad?

— Lo sé, tú también me importas mucho... —Ella se acercó una vez más para besar aquellos labios, para luego alejarse y dirigirse a su cuarto.

Al volver, V se encontraba con su pijama y sin el pasamontañas ni los guantes, pero aun llevaba puesta su peluca tan característica. Ella se acercó completamente feliz y se acurruco a su lado, él envolvió rápidamente un brazo alrededor de ella, mientras se acomodaba en su pecho.

— ¿Recuerdas cuando llegaste a la galería de las sombras por primera vez? — preguntó V con el cejo fruncido— No te fiabas de mí. Era lógico que no lo hicieras, pero en aquel momento yo ya había decidido que... Estarías a salvo conmigo, amor, te lo prometo.

Evey lo miró a los ojos y vio un gran afecto reflejado en ellos. Cuando se tumbó a su lado, lo besó.

—Gracias, V —susurró.

Él sonrió satisfecho y le hundió los dedos su cabello corto.

En este entorno de paz y seguridad, Evey se dio cuenta de que había llegado el momento. Habían acordado que desnudarían sus almas antes de desnudar sus cuerpos y ahora ambos ya no tenían secretos que esconder del otro, eran libres.

Acariciando delicadamente el cuello de Evey, el hombre deslizó suavemente su mano hasta su hombro y con su pulgar encontrando su piel desnuda comenzó a acariciarlo. La joven permaneció en su lugar con la cabeza acunada en su pecho sintiendo los latidos del corazón de V mientras trazaba pequeños círculos imaginarios.

Estaban en un silencio agradable.

Cuando repentinamente V tomo su mano, para acercarla a su boca y besarla suavemente, y luego arrastrar sus labios cálidos para después posarse sobre los de ella, al comienzo eran besos lentos y suaves, pero a medida que pasaba el tiempo el beso comenzó a acalorarse. V se inclinó sobre el cuerpo de Evey y sus manos traviesas comenzaron a trazar el delicado cuerpo de la joven. Estaban tan juntos que V habría jurado que podía sentir el corazón de ella a través de la camisa. Deslizó la mano por debajo de su blusa para tocarle la piel de la parte baja de la espalda. Volvió a gemir cuando su mano alcanzó ese valle y lo reclamó para sí mismo. No necesitaba verlo para saber que era precioso.

Evey empezó a respirar entrecortadamente. Le faltaba el aire. V no quería detenerse. Quería seguir. Quería explorar cada centímetro de su piel. Mirarla a los ojos mientras su cuerpo le revelaba sus secretos y le dio castos besos en la boca abierta. Luego le acarició el cuello con los labios, muy suavemente, descendiendo hasta llegar al punto donde el cuello se unía con el hombro. Con un último beso bajo la oreja. Le acarició los brazos de arriba abajo y apoyó las manos en sus caderas, donde trazó intrincados dibujos con los pulgares, animándola a abrir los ojos. Casi se podía oír el corazón de ambos latiendo frenéticamente, pero al unísono, en el silencio de la habitación. Evey lo afectaba hasta ese punto. Le hechizaba la carne y la sangre. Bajó la vista hasta sus labios, aún entreabiertos, y volvió a besarlos con reverencia. Ella no reaccionó. V la examinó.

Evey estaba completamente ardiente de deseo. Lo disfrutó. La volvió loca. Aquellos besos la hicieron subir al séptimo cielo y no quería bajar.

— ¿Evey, estas segura de querer hacer esto conmigo? —La voz de V era susurrante, casi pequeña.

La joven llevó su mano a su rostro para acariciar su mandíbula.

— Por supuesto, lo he estado esperando... —Sonrió ligeramente.

Sin darle tregua, Evey no dejaría que el mayor vaya a cambiar de opinión, con sus temblorosas manos las desliza lentamente por los costados de su abdomen para llegar al dobladillo de su pantalón e introducir sus manos curiosas por debajo de su ropa interior y con sus dedos le aprieta su erección que ya hacía tiempo estaba presente, con una mezcla de cuidado y exigencia. Lo escucha jadear al notar su tacto.

Su piel es suave...

Su piel está caliente...

Su pene está duro... es enorme y Evey es consciente de que lo quiere dentro de ella.

—Quiero disfrutar de ti y tú me lo vas a permitir, ¿verdad? —preguntó con voz insinuante.

V asiente. Su ímpetu se redobla y él la besa con exigencia.

Evey disfruta y disfruta cuando susurra contra su boca:

—Evey... escucha...

—No —lo corta— No voy a dejar que interrumpas este momento siendo un caballero, deja eso aun lado por este instante.

Este vuelve asentir y cierra los ojos, cuando vuelve a sentir que los dedos habilidosos le acarician la piel. V se encontraba totalmente sorprendido, sonrió y la volvió a besar. Aquella joven mujer es dulce y sensual. Dispuesto a disfrutar lo que ella le ofrecía, paseó con lujuria los labios por su cuello y susurró:

—Ni te imaginas cuánto deseaba hacerlo.

Evey contenta al ver que la aceptaba, volvió a besarlo. Le gustó notar su sedosa lengua jugando con la de él dentro de su boca y su sabor, unido a su devoción, la enloqueció. V no sólo la besaba; con la boca le estaba haciendo saber lo mucho que la deseaba y lo bien que lo iban a pasar juntos. Encantada, y murmuró repitiendo sus mismas palabras:

—Ni te imaginas cuánto deseaba hacerlo.

V sonrió. Lo volvía loco aquel descaro en aquellos ojos castaños que lo miraban con total deseo. Posó una de sus grandes manos sobre los pechos de ella y los acarició con posesión. V jadeó y el poco vello de todo su cuerpo se le erizó, mientras ella, encantada con su reacción siguió moviendo su mano en su miembro. Durante varios minutos se besan, se tocan, se calientan y, cuando la impaciencia no puede más con Evey, suelta un gemido cuando V acaricia sus pezones mientras seguía besando su cuello. Él sonrió al ver su reacción. Volvió a bajar reptando por su cuerpo hasta llegar a su húmedo sexo y tras besarle el monte de Venus con mimo, pasó sus brazos alrededor de sus muslos para abrirla a su antojo y murmuró tomando de nuevo las riendas. Sentir cómo el aire salía de su boca y chocaba contra su húmedo deseo hizo vibrar a Evey, cuando V le beso los labios de su sexo, cerró los ojos y disfrutó.

Abierta de piernas para él, se dejó llevar, para después besarla, chuparla y mordisquearla.

Abandonada al placer, cuando le abrió los labios vaginales con delicadeza para llegar hasta su clítoris y succionarlo, Evey se agarró a las sábanas y se arqueó.

Enloquecido por su reacción, V continuó. Chupaba, succionaba, lamía..., mientras sus manos le abrían los muslos a aquella mujer que lo volvía loco y ella se entregaba a él poseída por el deseo y el amor.

Evey estaba húmeda, excitada.

Enloquecida, gemía, suspiraba, jadeaba y se retorcía en la cama sabedora de cómo aquellos ojos azules la miraban con deseo.

—No pares... Oh, Dios..., no pares.

Gustoso, V no paró. Al revés, aceleró sus movimientos alrededor del clítoris, momento en el que le agarró con las manos la cabeza, hundió los dedos en la peluca oscura y presionando para que no parara, pidió excitada a punto del orgasmo:

—Ahí... Dios, sí...

El olor a sexo de Evey...

Su entrega total...

Y su voz...

Consiguieron que V enloqueciera tanto o más que ella , cuando el orgasmo la hizo gritar y retorcerse en la cama, él se enderezó con una sonrisa de satisfacción por haberle provocado aquel momento de placer, V sacó rápidamente del velador un preservativo, se lo puso con maestría mientras besaba las piernas de aquella dulce mujer, una vez terminó de colocárselo se acercó nuevamente a su rostro, le preguntó al oído en un tono lleno de sensualidad:

—¿Estás segura... Evey? —Volvió a preguntar.

Evey asintió, V estaba encantado con aquello y separándole las piernas, murmuró mientras le introducía el duro y caliente miembro en su húmedo sexo. Evey jadeó al sentir su enorme y terso pene dentro de ella, comenzó a entrar y a salir de su interior con lentitud al tiempo que susurraba en su oído:

Sei bellissimo amore mio —Beso suavemente su mandíbula.

A Evey le encantó oírlo hablar en italiano. Disfrutaba de aquello más de lo que en un principio podría haber imaginado y V prosiguió mientras su cuerpo temblaba de goce. El placer era intenso, muy intenso, su movimiento de caderas al penetrarla era maravilloso y Evey estaba dispuesta a disfrutar de todo aquello. V se lo dio todo entrando y saliendo rítmicamente de ella sin descanso.

Goce... deleite... complacencia... Evey lo disfruto completamente.

— Bésame... Bésame V —Pide Evey entre gemidos.

— Si por besarte tuviera que ir después al infierno, lo haría — V lo hizo. La besó. Un beso era algo erótico, estimulante — Así después podré presumir a los demonios de haber estado en el paraíso sin nunca entrar.( 5)

Luego de varios besos y gemidos sus cuerpos temblaban de excitación, V cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás cuando sintió que el Clímax llegaba para ambos. A la media hora ambos se encontraban acostados bajo las sábanas sin nada más que su desnudez, Evey estaba acunada en su pecho y V se encontraba acariciando su delicada espalda. Ella cerró los ojos un instante para disfrutar de la sensación, pero enseguida volvió a abrirlos. Su conexión era tan intensa... Los azules ojos de V, cargados de emoción, no se apartaban de los hermosos ojos castaños de ella. Cada movimiento, cada deseo, se reflejó en la mirada de los amantes.

— Te quiero, a pesar de todo, siempre estaré para ti... —Ella se levanta momentáneamente para besar sus labios castamente. Luego se alejó, V frunció el ceño por la falta de calidez. — Voy al baño. —Le guiñó el ojo mientras movía de forma seductora las caderas mientras tomaba del piso su camisa de seda.

V la miró y supo que en su diagnóstico de muerte estaría su nombre.

Cuando ella salió del baño privado de su cuarto, vestida era espectacular, pero desnuda era como Venus de Botticelli y más al verla traer su camisa puesta, la examinó por completo adorando cada centímetro de su cuerpo.

— ¿Qué? —Sonríe Evey mientras se acerca.

— Contemplaba el milagro que es verte sin ropa, tanto es tu belleza que incluso Venus se pondría celosa...

Se acercó a él a paso lento, Evey sabía que se había sonrojado bastante solo con sus palabras, para volver a recostarse bajo el edredón y acercarse a él.

—Te amo. Sólo quiero hacerte feliz.

V la envolvió entre sus brazos. Evey se relajó contra su pecho y en silencio, dio gracias a Dios. Él la siguió observado, captando cada detalle de su rostro y encontró que todo de ella le encantaba, puesto que la noche hablaba por sí sola, una que no quedaría guardada en su memorias pues de esa hubo muchas más, porque su amor era tan grande que todo lo demás a su alrededor quedaba insignificante a su lado.

Porque puede que el tiempo pasara, pero su amor jamás disminuyo.

End.

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(1) Jonathan Winters.

(2) Oscar Wilde.

(3) Anónimo.

(4) Orgullo y Prejuicio de Jane Austen.

(5) William Shakespeare.

* Cartas de John Keats a Fanny Brawne es un libro de 1818 de Londres. El poeta John Keats, con solo 23 años, se establece en la residencia de Wentworth Place, donde su amigo Charles Brown se alquilaba junto con la familia Brawne. Allí conoce el amor de su vida: Fanny Brawne y comienza a dedicarle poemas a la joven.

* ¡Socorro! Ya es Navidad. película de 1989: La familia Griswold pasa la Navidad de una forma muy llamativa, especialmente cuando un primo del campo se aparece en una casa rodante.

* Sandro Botticelli conocido en sus años de oro por elaborar el retrato del nacimiento de Venus.

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