Capítulo 4: Conocidos
¡Suite presidencial! Eso era lo único que Minato tenía en la cabeza, le habían dado una de las mejores suites del hotel. Él, que no estaba acostumbrado a los lujos, que incluso en esos últimos cinco años viviendo en la mansión de Jiraiya había intentado ser lo menos materialista posible pese a que su padre le ofrecía de todo, ahora estaba allí, en una habitación de lujo con vistas al resto de hoteles y casinos que seguramente... por la noche estarían completamente iluminados.
- Yo estaré en la habitación de al lado – comentó Kakashi tras él al ver cómo Minato se acercaba a la cristalera para mirar el resto de los hoteles.
- ¿No te quedas en la misma habitación? Creí que eras mi guardaespaldas.
- Tu guardaespaldas sí, pero no tu niñero – sonrió Kakashi – puedes hacer lo que quieras, Minato, yo no quiero involucrarme en tu intimidad. Esa puerta de ahí da justo a mi habitación. Si necesitas algo, sólo dímelo.
- Vale. Gracias.
Kakashi no quiso molestar más a ese chico que miraba toda la habitación con sorpresa. Quizá sólo él en toda la ciudad sabía realmente el cambiazo que habían hecho. Todos pensarían que el hijo del magnate de los casinos y hoteles debía estar acostumbrado al lujo, pero nadie podía imaginarse lo equivocados que estaban. Cinco años había tenido ese chico para demostrarle a Kakashi sus buenas intenciones y tras una exhaustiva investigación, por fin había descubierto quién era ese chico. Ni siquiera a Jiraiya se lo había contado por su delicada situación física, tampoco al mismo Minato le había querido contar lo que había descubierto, sin embargo, se había propuesto defenderle a toda costa.
El rubio miró la habitación. Era cierto que sobre la mesa principal estaba la carta que le habían comentado para pedir algo de cenar. Era tarde y tan sólo quería darse una buena ducha antes de acostarse. El calor allí era casi insoportable esa noche de verano.
Caminó hacia una de las ventanas y la abrió dejando que una suave brisa entrase, una brisa también caliente que apenas le sacaba de su sofoco. Resopló, ni siquiera en la última planta entraba una brizna de aire fresco. Tuvo que recorrer toda la habitación para encontrar el baño, aquello era más como un apartamento que como una habitación de hotel. ¡Tenía hasta una sala de estar con televisión y chimenea! Eso ni siquiera en casa de Jiraiya lo tenía.
En la zona del dormitorio, junto a la cama, una puerta de cristal conducía a una pequeña terraza donde le aguardaba una piscina de dimensiones reducidas. Todo aquello, hizo que abriera los ojos por la sorpresa. ¡Él nunca había querido semejante lujo! Tan sólo estaba allí para ver las cuentas del casino y del hotel, nada más. Una modesta habitación habría sido más que suficiente, pero estaba claro que su padre no le permitiría irse a ningún otro hotel teniendo él el suyo propio.
- De la calle a todo esto – susurró para sí mismo teniendo muy presente de dónde venía él – más vale que me esfuerce en ayudarle después de todo lo que hace por mí. Descubriré a la persona que le está robando a Jiraiya – se propuso – voy a descubrirle.
La ducha fue algo que agradeció. Tras haber tenido que volar desde Tokio y de haber permanecido encerrado en esa limusina desde el aeropuerto hasta su hotel, reconocía que apestaba a sudor. No podía sacarle pega alguna a la majestuosa habitación del hotel, sabía que su padre tenía un gusto exquisito pero... también era cierto que no le gustaba sentirse solo, ya había estado demasiados años solo y quizá, todo aquello le quedaba un poco grande.
Dentro de la cama, entre las finas sábanas de lino, tardó varios segundos en decidirse a apagar la luz. No negaba su cansancio, sabía que se dormiría enseguida, pero una parte de él seguía odiando las noches. En ellas solían volverle las pesadillas, ésas que sólo desaparecían cuando mantenía los ojos abiertos.
Todas las noches se acostaba con el mismo pensamiento, dormir. Eso era lo único que necesitaba y quería, pero pocas noches lograba, al menos no de un tirón. El recuerdo del frío que pasó por las noches en la calle, el miedo a que algo malo le ocurriera, a que los tipos que le buscaban le encontrasen, la desesperación por encontrar algún lugar donde cobijarse o algo con lo que llenar su estómago, la humillación que soportaba cada vez que tenía que pedir unas míseras monedas para sobrevivir, todo eso... volvía por las noches.
En pleno verano como estaban, él había registrado toda la habitación en busca de una manta, una que ni siquiera había desplegado por completo pero que colocó sobre las sábanas de lino para abrigarse. Quizá a mitad noche necesitaría apartarla, pero seguía teniendo ese miedo a que le arrebatasen lo poco que pudiera tener. Un trauma del pasado que quizá nunca resolvería o que tardaría en olvidar. Era posible que ni Jiraiya se hubiera dado cuenta de esas pequeñas acciones o no hubiera pensado en el motivo de sus acciones, pero él no quería hablar del tema, tan sólo deseaba olvidar lo que una vez fue, lo que una vez vivió.
Apagó la luz y cerró los ojos cogiendo con fuerza la manta que se había puesto encima. Hacía calor pese a tener las ventanas abiertas, pero pese a ello, prefería pasar calor a quitarse la manta. La gente habría pensado que estaba loco al verle en pleno verano con esa manta, pero a él no le importaba lo que la gente pensase mientras él estuviera a gusto. Fue a las tres de la madrugada cuando sus ojos se abrieron de golpe, su cuerpo se incorporó y su respiración se descompensó a la vez que un sudor frío recorría su cuerpo.
Toda la camiseta de manga corta con la que dormía, estaba empapada. De su cabello caían chollos de sudor deslizándose por su nuca, perdiéndose entre la musculatura de su espalda y la tela de la camiseta. Se llevó la mano hasta el rostro y ocultó sus ojos con ella, tratando de recomponerse un segundo, encendiendo la luz segundos después para observar la vacía habitación.
- Mierda – susurró para sí mismo – vamos, Minato, debes relajarte.
Se levantó de la cama todavía algo confuso. Le costó casi cinco minutos darse cuenta de que estaba en la habitación del hotel. Cogió el teléfono de la mesilla y marcó el número de recepción para pedir que le subieran un vaso de leche. ¡Lo necesitaba! Se había acostumbrado a tomarse uno antes de dormir y ahora le era casi imposible estar sin él. Se sentó en el sillón frente a la cristalera, tapado con la manta y secándose el rostro con una pequeña toalla. No tardaron más de quince minutos en llamar a su puerta para traerle su tan preciado vaso de leche. Minato sonrió, agradeció al botones del hotel y le dejó una generosa propina antes de cerrar la puerta.
***
¡Ojeras! Eso fue lo que Kakashi observó en el angelical rostro de ese chico al verle salir de la habitación. Al girarse Minato, se encontró con el vaso de cartón que le tendía su guardaespaldas, seguramente algún chocolate caliente, puesto que él odiaba el café.
- Gracias, Kakashi – sonrió Minato.
- No hay de qué. Vamos, te acompaño al casino.
Los dos entraron en el ascensor, Minato dando un sorbo a su chocolate mientras Kakashi observaba los números bajando. Ambos permanecían en silencio hasta que, finalmente, Kakashi fue el que decidió romper aquel tenso silencio que habían formado.
- Hoy viene un cliente importante, el hijo primogénito de un alto guardaespaldas imperial de Tokio. Creo que viene con su tío – comentó Kakashi – dicen que llegó anoche al hotel.
- No tiene nada que ver conmigo. Mientras deje dinero en el casino, todo estará bien.
- Sólo era información. También habrá algunos peces gordos de la zona dejando sus miles de dólares por ahí abajo.
- Genial entonces. Sólo quiero ver las cuentas. No entiendo mucho sobre casinos.
- Pero sí de matemáticas, estadísticas y probabilidades – sonrió Kakashi – te he visto ganar a los amigos de tu padre al póker y a otros cientos de juegos, tienes buena memoria y te gusta sacar probabilidades. Quizá tienes suerte en el juego.
- Suerte con el juego y desafortunado en el amor – sonrió Minato mirando su teléfono móvil – o eso se dice siempre.
Kakashi sonrió. La realidad era que en esos cinco años, Minato no había salido de la mansión excepto para ir a comprar algo con su padre, tan sólo estudiaba y estudiaba más. Se había convertido en un gran chico, muy inteligente y astuto, en un chico que merecía la pena, que seguramente tendría a muchos tras de sí pero al que pocos habían visto o hablado con él.
- Eres atractivo, inteligente y con dinero, tendrás a muchos pretendientes, Minato – sonrió Kakashi dando un sorbo a su café y saliendo del ascensor en cuanto se abrieron las puertas.
Los ojos de Minato se apartaron del móvil, guardándolo en el bolsillo de su chaqueta para salir tras Kakashi. Bajaron las escaleras juntos, manteniendo el silencio y observando a cada peldaño la gente que bajaba con ellos, observándoles a cada paso que daban, cuchicheando sobre ellos. Era algo normal, Minato entendía que tener al hijo del propietario del hotel y casino por allí, causaría un gran revuelo.
Al llegar al salón, la mirada de Minato se centró en ese chico moreno que estaba siendo el centro de atención de todos los presentes. Todos los trabajadores del casino le rodeaban, estrechando su mano o haciendo una reverencia. Aquello fue lo que le indicó a Minato que debía ser alguien importante, sin embargo, él sólo prestó atención a la voz de Kakashi a su lado.
- El que va a hacer la reverencia ahora es el director del casino y gerente del hotel – comentó Kakashi – la mano derecha de tu padre. Fueron muy amigos desde la infancia y cuando compró todo esto, sabiendo que Orochimaru había estudiado empresariales, le cedió el derecho a gestionar esta parte de su patrimonio.
- De acuerdo – comentó Minato – casi que le esperaré en su despacho cuando acaben las formalidades.
Kakashi sonrió. Estaba claro que Minato no quería involucrarse con las formas de actuar del casino, simplemente, intentó pasar desapercibido, caminando hacia uno de los pasillos laterales en busca de las oficinas. Sin embargo, aquello no pasó desapercibido para Itachi, quien pensó que Minato, como hijo del propietario de todo aquello, habría accedido igual que todos los demás a saludarle. No se imaginó que simplemente, se alejaría.
- ¿Qué ocurre? – preguntó Madara al ver la mirada perdida de su hijo.
- Creí que saludaría.
- ¿Le conoces?
- Sí, pero no creí que él se olvidaría de mí – sonrió al instante – quizá eso lo hará más interesante.
Minato continuó su camino hasta uno de los guardias de seguridad y tras identificarse, le cedió el paso explicándole que podía esperar en la sala de estar hasta que Orochimaru regresase de dar la bienvenida a aquel importante cliente. Así lo hicieron ambos, esperaron hasta que Orochimaru apareció por el pasillo y se sorprendió al ver a Kakashi.
- Kakashi Hatake, cuánto tiempo sin verte – sonrió Orochimaru – y usted debe ser el hijo de Jiraiya, tienes sus mismos rasgos.
- Gracias – sonrió Minato – Minato Namikaze, un placer conocerle.
- El placer es mío. Bueno... entremos al despacho para que podáis explicarme con detenimiento el placer de vuestra visita. Su padre ha estado muy reservado últimamente con el tema.
Al entrar al despacho y cerrar la puerta tras ellos, Minato prefirió ir directo al grano. Él no era alguien que fuera por la espalda, sino que prefería hablar las cosas claramente.
- La verdad es que no he venido como un viaje de placer, estoy aquí para revisar todos los libros de contabilidad del casino y el hotel, también me gustaría ver los libros de actas y toda la información referente a contratos, compra y venta de mercancías y todo lo referente al casino.
- ¿La contabilidad? – preguntó algo alarmado Orochimaru – esos libros los llevo yo mismo, déjeme hablar con mi ayudante a ver si puede facilitárselos aunque... le va a llevar tiempo revisarlos todos.
- Dispongo de tiempo – sonrió Minato – pero quiero estar seguro de todo lo que ocurre en nuestro hotel-casino.
- Como usted guste, le diré a mi ayudante que le suba todo a su habitación.
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