Capítulo 13: Visitas.

No estaba muy acostumbrado a la cerveza occidental. Itachi podía ver eso en cada uno de los gestos que hacía el rubio. Eran muecas que le resultaban en cierto modo graciosas. No es que no se tomase su historia en serio, claro que le resultaba deprimente, más sabiendo que una madre, el ser que debía protegerte y endulzar tu vida... había permitido semejante maltrato psicológico hacia ese chico. No le entraba en la cabeza que pudiera haber vivido lo que vivió. Era admirable que ese chico se mantuviera tan estable después de todo por lo que tuvo que pasar.

- ¿Por qué te ríes ahora? – preguntó Minato algo confundido por la situación.

- No lo malinterpretes, no me río de ti ni de lo que te ha ocurrido, eso me parece lamentable. Si yo hubiera podido estar allí a tu lado, jamás habría permitido que te ocurriera nada de eso. Me río por tus gestos, creo que no te gusta mucho la cerveza.

- Puedo acostumbrarme – sonrió Minato.

- Lo que yo creo que necesitas de verdad... es un poco de diversión. Siempre has estado intentando sobrevivir, buscándote la vida y luego aprendiendo a ser una persona que no eres en realidad, aprendiendo todo lo que no pudiste aprender de joven. Creo que necesitas divertirte.

- No sé ni qué es eso – sonrió Minato.

Claro que sabía lo que significaba la palabra, pero ese chico le había calado, era cierto que jamás había pensado en divertirse. Su vida había sido un cúmulo de problemas. Cuando solventaba uno, aparecía el siguiente. Nunca tuvo tiempo para desconectar y pensar en algo que le hiciera feliz.

- ¿Estás bien? – preguntó Itachi al verle tan ensimismado.

- Es que... quizás tengas razón. No sabría ni por dónde empezar. Tampoco sé lo que me gusta o lo que no, nunca he podido divertirme así que...

- Eso tiene fácil solución. ¿Has jugado alguna vez al billar o a los dardos?

- No – sonrió Minato.

- Pues vamos a empezar por ahí y vamos viendo qué es lo que más te gusta. ¿De acuerdo?

- ¿Qué le gustaba al auténtico Minato?

- El sexo – sonrió Itachi – pero yo no quiero que seas como él, quiero que busques tú mismo algo que te divierta a ti, no lo que creas que podría gustarle o no a tu antecesor.

- De acuerdo. Vayamos entonces a probar el billar. Voy a coger una chaqueta.

Itachi le esperó en la mesa, mirando con atención el botellín de cerveza que se estaba bebiendo su acompañante. Apenas había bebido nada, en comparación a la suya que ya estaba casi vacía. ¡No debía gustarle nada la cerveza! Pero eso sólo provocó en él una sonrisa. A ese chico le gustaban las cosas simples, él era de beber agua, comer sin rechistar y dormir en prácticamente cualquier lado. Seguramente debido a su infancia y a que había tenido que sobrevivir con la comida que encontraba en los basureros.

- Ya estoy – comentó Minato mientras se ponía la chaqueta oscura por encima de la camisa.

Itachi se levantó de la silla, acercándose a ese chico que se ruborizó al sentirle tan cerca. Se quedó quieto mientras Itachi movía sus dedos y deslizaba ese trozo de tela para quitarle la corbata que llevaba desde esa mañana.

- Esto no te hará falta donde vamos – sonrió.

- Pero...

- Sí, ya sé... te han dicho cómo tienes que vestir o cómo lo hacía Minato, olvídate de todo, al menos conmigo. Sé tú mismo. No te hará falta una corbata.

- Lo siento – susurró – no... no sé cómo vestirme cuando sales de fiesta o por ahí.

- Vas bien así, Minato. Sólo era la corbata – sonrió Itachi, calmando así los nervios del joven – igualmente, todos querrán echarte la mano encima, eres muy atractivo.

- No es cierto, la mayoría de aquí ahora sólo ven el dinero tras de mí.

- Yo no quiero tu dinero. Además, una cosa no quita la otra, eres atractivo y ahora tienes dinero, es normal que la gente quiera acercarse a ti, pero estoy convencido de que sabrás diferenciar a la gente que sólo quiera aprovecharse de tu condición, ya no eres aquel chiquillo.

Itachi tiró la corbata sobre el sofá y caminó nuevamente al perchero para coger su chaqueta. Antes de salir, revisó que el arma estuviera en perfectas condiciones y puso el seguro antes de guardarla con discreción. Minato le observó abrir la puerta de la habitación y salir primero, asegurando el perímetro y caminando junto a él por el pasillo.

- ¿Dónde vamos?

- A un bar.

- ¿Un bar? – preguntó Minato con una sonrisa - ¿Así sin más?

- En cualquier bar habrá un billar, más aquí en Estados Unidos. Estamos en Las Vegas, ¡por Dios! Debe haber billares en la vuelta de la esquina – sonrió – seguro que tienes alguno hasta en tu casino. Vamos a echar un vistazo.

¡Tenía razón para sorpresa de Minato! Allí estaba la mesa de billar en una sala algo más apartada del bullicioso salón lleno de ruidos de tragaperras. Esa sala estaba vacía, con varias mesas de billar preparadas para ser utilizadas, pero fue Itachi el primero en acercarse y sacar las bolas para colocarlas ordenadamente en el centro.

- Vamos, voy a enseñarte – sonrió Itachi cogiendo uno de los palos y un taco, hasta que sus ojos se fijaron en una de las mesas del fondo – mira eso, es preciosa – comentó rodeando la mesa con rapidez, pasando la mano por los laterales ante el asombro de Minato.

- ¿Qué tiene de diferente? Bueno... es un poco más grande, pero nada más.

- Es una mesa de Snooker, es un estilo de juego inglés, nunca he jugado al snooker aunque sé sus reglas. Increíble que tengáis una mesa de éstas aquí, hay que jugar en ésta.

- Lo que quieras – suspiró Minato – vas a tener que enseñarme igualmente.

***

Tokio:

Los truenos se escuchaban retumbar en cada rincón de la mansión. Los empleados continuaban con sus tareas pese a la mala climatología, esperando a que el temporal amainase antes de que su hora de salida llegase. Entre la lluvia y los truenos, apenas se podía escuchar el timbre de la puerta.

Un hombre esperaba pacientemente en la puerta principal, sacudiendo su oscuro paraguas para evitar empapar el suelo por el que caminase una vez en el interior. Cuando la puerta se abrió, el mayordomo reconoció enseguida a la figura frente a él. Pocas veces le vio en persona, hacía años que ese hombre no iba por la mansión, sin embargo, no había cambiado en absoluto.

- Pase, por favor. El señor Namikaze está ahora mismo reunido pero si me hace el favor de esperar un poco, le informaré de su presencia.

- Por supuesto, esperaré – sonrió el hombre.

Odiaba los aviones, quizá por ese motivo no solía viajar. Su lugar estaba en Las Vegas, allí es donde mejor se movía, donde tenía sus negocios y mantenía a flote el mayor de los casinos y hoteles del hombre del que se enamoró y con el que jamás pudo estar. Sólo fue un ladronzuelo desde la Universidad y cuando Jiraiya le sacó de aquel mundillo, tuvo que conformarse con permanecer a su sombra durante años, viendo cómo su sonrisa se iba esfumando a cada año que pasaba con su esposa hasta que finalmente, la tragedia llegó a su familia. Nunca le dijo sus sentimientos, pese a que seguramente Jiraiya ya los conocía.

No podía negar que ver a su hijo en su hotel había sido tanto una alegría como la mayor de sus tristezas. Había salido un chico idéntico a su padre, noble, atractivo e inteligente. Tenerle por allí y verle era recordarle, todos y cada uno de los días, lo enamorado que estuvo y estaba todavía de Jiraiya. Aun así, era su hijo y en cierta manera... le tenía aprecio y trataba de cuidarle. ¡Hasta le había dado la mejor de las suites durante el tiempo que permaneciera allí!

El salón estaba lleno de imágenes de su hijo, algunas incluso salía él. Tanto tiempo había permanecido alejado de Tokio y del hombre al que amaba, que verle en unas simples fotografías removió algo dentro de él. ¡No le podía olvidar! Hiciera lo que hiciera, daba igual a cuántas millas de distancia se marchase, daba igual cuánto trabajo hiciera para mantener a su mente ocupada... su corazón seguía amándole como el primer día.

- El señor Namikaze le atenderá ahora – comentó el mayordomo – ya he informado de su visita, puede subir.

Aquella casa siempre le sorprendía. Era una auténtica belleza y sus obras de arte de las mejores que jamás había visto. Siguió al mayordomo por las escaleras de mármol blanco hasta la planta superior. La habitación de Jiraiya era fácilmente identificable, era la única con doble puerta en la esquina más alejada.

Allí se encontraba Kakashi, ofreciéndole un vaso de agua junto a unas pastillas. Jiraiya, tumbado en la cama, no parecía encontrarse nada bien y supuso por los documentos que tenía repartidos sobre la colcha, que habrían mantenido una conversación difícil de digerir para el multimillonario.

- Orochimaru, viejo amigo – sonrió Jiraiya pese a que su voz sonaba todavía un poco entrecortada – adelante, por favor, no esperaba tu visita.

- Me comentaron que tu estado de salud estaba algo frágil últimamente, así que había venido a ver cómo estabas.

- Podías haber llamado, sé cuánto te disgustan los aviones.

- Prefería venir en persona, si no te incomoda.

- ¿Cómo me va a incomodar? Tú siempre serás bien recibido en esta casa. Y dime... ¿Cómo está mi hijo?

- Está genial. Trabajando mucho y muy duro, me está pidiendo todos los documentos – sonrió Orochimaru.

- Eso está bien, para eso ha ido.

- Sí. Ha sacado tu carácter.

- La verdad... por favor, siéntate, tengo que contarte algunas cosas.

- Jiraiya – dijo su nombre Kakashi, dando a entender su duda ante aquello.

Acababa de contarle lo de su hijo y podía ver aún los informes médicos que afirmaban ser compatible con él. No se encontraba nada bien y tan sólo deseaba llevarle al médico, pero él se negaba a salir de la casa en ese momento. Tampoco es que se fiase del todo de Orochimaru, al fin y al cabo, pese a que habían sido grandes amigos ambos, era un hombre del que sospechaban.

- Estoy bien, Kakashi.

- Tiene que verle el doctor – le aseguró.

- Y yo he dicho que estoy bien. No voy a salir con esta tormenta.

- ¿Por qué no le mandáis venir? – sugirió Orochimaru – mientras puedo quedarme con él y vigilarle para que no le ocurra nada.

- De acuerdo, pero tómate todas las pastillas – le dijo Kakashi, indicándole con el dedo índice la mesilla donde quedaban un par de ellas.

- Sí, sí – sonrió Jiraiya – ahora largo, vamos. Estaré bien. Y cuando regreses, tráeme todos los informes de ese chico, de... Itachi o como se llame. Si va a cuidar de mi hijo, quiero saber todo sobre él.

- Se los traeré – sonrió Kakashi pese a que él ya había revisado todos los expedientes. ¡No iba a dejar a su cliente en manos de un desconocido!

En cuanto Kakashi se marchó de la habitación y escucharon la puerta cerrarse, Jiraiya no pudo evitar confesarle a su gran amigo Orochimaru todo lo que acababa de descubrir sobre su hijo biológico. No podía creerse que su esposa hubiera podido llegar tan lejos como para esconderle un hijo y haberlo dejado desamparado como lo hizo. Se sentía culpable de la vida que había llevado ese niño. Orochimaru escuchó la historia con calma, sin interrumpirle ni una vez, viendo lo afligido que se encontraba Jiraiya con aquel tema.

- Lo encontraste – dijo Orochimaru cuando acabó de hablar su compañero – y eso es lo importante, Jiraiya – está aquí y puede que sí... has mentido un poco, le has hecho pasar por otro de tus hijos, por su gemelo ni más ni menos pero... es tu hijo y él tiene derecho a saber esto.

- Lo sé. Voy a decírselo en cuanto vuelva.

- ¿De verdad crees que te estoy robando? – preguntó ahora Orochimaru con mayor tristeza - ¿A ti precisamente? Tú me salvaste de entrar en prisión cuando me pillaron en aquella mala vida, me diste un motivo para cambiar, llevo tus empresas desde hace años y... nunca te he fallado.

- Lo sé, pero las cuentas no cuadran, Orochimaru. Hay algo raro en todo esto, si desconfiase de ti, no te contaría todo esto. Creo que tienes a alguien que está robando y me parece que tú podrías saber quién es. Llevas más tiempo trabajando allí, conoces a todos, haces las entrevistas personales.

- No sé, Jiraiya. ¿Sabes cuánta gente trabaja en el hotel y el casino? Podría ser cualquiera. Llevo miles de perfiles, no puedo recordar a todos. Pero si alguien está robándonos... lo encontraré. Te lo aseguro.

- Mi hijo sospecha de alguien – susurró Jiraiya – tu protegido.

- ¿Kabuto? – preguntó Orochimaru pensando en las posibilidades de que fuera él – no sé... Kabuto está aprendiendo contabilidad, lleva un libro de prácticas pero eso es todo. No ha tocado nada del dinero. Todo lo que utilizamos lo meto en el banco, los traspasos se hacen por transferencias y no tocamos dinero físico como tal... muy pocas veces. La mayoría de veces tenemos fichas del casino, en el hotel los clientes suelen pagar con tarjetas... espera – susurró Orochimaru entonces – Kabuto es muy bueno en informática, de hecho, nos reprogramó todo el sistema cuando se cayó la última vez, por eso lo contratamos, aprender contabilidad fue algo que yo le impuse por si ocurría alguna cosa, por si en algún momento necesitásemos su ayuda.

- Revisa esos códigos – le comentó Jiraiya.

- En cuanto vuelva, le daré toda la información a tu hijo, le pasaré las claves de acceso a Internet y a nuestras carpetas, podrá mirar todo lo que está digitalizado, todas las trasferencias, yo mismo las revisaré con él si es necesario. Te aseguro que si es Kabuto, pagará por los desvíos de dinero. Te lo aseguro. Voy a contratar al mejor informático que haya en la ciudad si es necesario.

- No lo será – comentó Kakashi a su espalda – el médico ya está en camino, tardará al menos una hora, estaba terminando con un paciente. En cuanto al informático, ya tengo a uno. Itachi Uchiha es bueno en ordenadores, le llamaré y si le das acceso, él mismo revisará todos los documentos con Minato.

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