28. Eres
Capítulo dedicado a kopeftvietto
Londres.
Gastón y Maxi iban caminando a unas cuadras de su casa, desde el día que se habían peleado no volvieron a hablar de Allison. Gastón no volvió a acercarse a ella, estaba tan concentrado en la persona que le escribía a diario.
— Hay algo que debo decirte —dijo a Maxi después de minutos en silencio.
— No esperes más —dijo dándole una rápida mirada.
— Alexa no deja de enviar mensajes —comenzó a decir, pararon en una calle a esperar que pasarán los autos. —Ayer envío el último cuando estaba por dormir, le respondí y creo que no volverá a enviar —cruzaron la calle con rápidez.
Maxi se detuvo a observar a Gastón, pero él no lo miraba, tenía miedo por lo que pudiera haber respondido.
— ¿Qué le dijiste? —preguntó, Maxi.
— Nada importante, sólo que no me buscara —Maxi alzó una ceja, no creía en las palabras de Gastón, sabía que había algo más.
— Es raro que te escriba después de lo que paso entre ustedes, ¿hay algo que no me has dicho? —preguntó, Maxi, antes de detenerse frente a la casa de Gastón.
— No —sacó las llaves de su bolsillo, dirigiendo una rápida mirada a su alrededor. —Lo importante es que no volverá a estar en mi vida.
— Me ocultas algo, actuas extraño —dijo sin dejar de mirarlo, conseguiría que le hablara con la verdad aunque le tocara insistir por horas. Gastón resoplo mirando nuevamente a su alrededor. —Dime, ¿de quien mierda andas huyendo?
— Alexa está en Londres —dijo finalmente negando con la cabeza. En el fondo no estaba preparado para encontrarse nuevamente con ella, no después de todo lo que había pasado en los últimos meses.
— ¿Desde cuando? —preguntó, Maxi, aún asimilando lo que había dicho Gastón.
— Desde hace más de una semana, sus padres decidieron que era mejor que comenzará en un nuevo lugar —entraron a la casa y Gastón nuevamente observó a su alrededor antes de cerrar la puerta, sabía que ella no lo buscaría pero aún así quería estar prevenido. —No sé porqué precisamente aquí. Nunca debí meterme con ella.
— Gastón, soy tu amigo pero le hiciste daño y a pesar de cómo era ella, no se lo merecía —Gastón no podía molestarse con su amigo porque él estaba siendo sincero, diciéndole la verdad.
— Lo sé. Es una de las tantas cosas por las que me siento así, fui todo lo que mis padres y mi hermana no esperan —se dejo caer sobre el sillón cerrando sus ojos. Maxi negó con la cabeza.
(...)
Carolina se encontraba en su habitación, desde el día que oficialmente se convirtió en la novia de Agustín, sentía que las cosas habían cambiado, había algo diferente en ella. Sentía que estaba viviendo cada momento y la inspiración había llegado, era la primera vez que se animaba a comenzar a trabajar en sus sueños. Escribir una historia.
Sonrío sinceramente y comenzó a escribir en su laptop, quería tener algo escrito para mostrarle a Agustín antes de irse a Londres.
Dejó que su imaginación creara una historia especial, las palabras comenzaron a surgir, borraba párrafos cuando sentía que no expresaban lo que deseaba, volvía a escribir y una sonrisa se mostraba en su rostro.
Estaba terminando un párrafo cuando le llegó un mensaje, era Valentina. Aún le costaba creer que nuevamente la tenía en su vida. Entro a leer el mensaje.
¿Puedo ir a tu casa? Sólo tuve una clase.
Era extraño que Valentina le pidiera permiso para ir a su casa, nunca lo hacía, había sido tanto tiempo alejada de ella que ahora lo lamentaba. Comenzó a retroceder en el tiempo, ella era prácticamente su única amiga verdadera. Siempre estaba, en cualquier momento y ella no. Por miedo prefirió por mucho tiempo estar lejos de ella y quizás si Agustín no la hubiera ayudado, ella seguiría igual, viviendo encerrada en su habitación, negándose a aceptar sus quemaduras y a vivir con eso, a pesar que los demás pudieran herirla con sus palabras. Suspiró, no había vuelta atrás, no podía retroceder el tiempo y cambiar todo lo que hizo mal.
Te espero.
Respondió. Volvió a centrar su atención en su historia, quería terminar el prólogo antes que llegara Valentina. Al cabo de unos minutos, cerró su computadora, satisfecha con lo que había escrito. Se acercó a su ventana, en la casa sólo estaban ella y Mirtha, se sentía muy solo y con su partida, habría más soledad.
Tocaron a su puerta dos veces, ella se giró sin apartarse de la ventana. Dijo un pase en voz baja que por un momento creyó no la habían escuchado.
Valentina entró viendo la habitación como si fuera la primera vez, observó hacia donde estaba el espejo de Carolina, uno que habían comprado hace unos años, pero no estaba. Algunas paredes no tenían nada, por la mente de Valentina pasaron tantas cosas, miró hacia Carolina que no tenía ninguna expresión y trató de mostrarle una sonrisa.
— Perdón, se me hace... —desde donde estaba había comenzado a hablar pero a la vez era difícil. —Es raro estar acá nuevamente y no encontrar algunas cosas.
Carolina miró sus paredes, lo único que había estado guardando era su ropa y accesorios, su habitación quedaría intacta, los espacios vacíos en sus paredes se debía a otras razones.
— Cuando recién llegó Agustín —comenzó a decir acercándose a Valentina. —Él me dijo cosas que me hicieron entrar en crisis y el espejo se destruyó en uno de esos arrebatos —le mostró su mano, donde había quedado una pequeña cicatriz.
Valentina quería llorar, abrazar a su amiga y pedirle perdón por no intentar acercarse a ella. Carolina sonrió, no quería recordar cosas que dolían, no quería arruinar su buen ánimo.
— Ponte cómoda —dijo sentándose en su cama, Valentina entendió e hizo lo mismo.
— Traje chocolates —dijo sacando de su bolso dos barras de chocolate. Le extendió una a Carolina, quien la agarró gustosamente. Estuvieron unos minutos conversando sobre las clases de Valentina, lo que había hecho en esos días, mientras comían del chocolate.
— Un chico de mi clase se me declaró —dijo, Valentina, viendo su chocolate. Ella no era buena rechazando chicos, no le gustaba lastimar a los demás pero no le quedaba de otra, no podía dar falsas esperanzas y más cuando ya tenía a alguien en su vida.
— ¿Cómo fue eso? —preguntó, Carolina, cruzando sus piernas.
— Desde el primer día comenzamos a hablar, es casi mi mejor amigo y él es muy cariñoso, pero nunca pensé que le gustaba -se sentía mal, a Carolina era la primera persona que le decía eso. —Nuestra amistad acabó, no creo que después de lo de hoy, vuelva a hablarme.
— Valentina, no estes así, sólo espera unos días y verás que él volverá a hablarte, seguro no quiere perder una increible amiga como tú. —Valentina sonrió y se lanzó a los brazos de su amiga, la había extrañado y no quería que se fuera.
— Gracias, Caro —dijo al separarse, volvió a comer de su chocolate. Estuvieron unos segundos en silencio. —¿Cómo va todo con Agustín?
Carolina inmediatamente recordó el día que se hicieron novios, en especial por la noche. Una sonrisa se mostró en su rostro.
— ¿Algo que me quieras contar? —preguntó, Valentina, alzando la ceja.
— La otra noche que estuvimos en el parque, al regresar él me invito a dormir en su habitación, las cosas comenzaron a cambiar. —Valentina estaba con una sonrisa atenta a lo que decía Carolina. —Nos comenzamos a besar, no igual a las otras veces, terminamos en su cama y yo sin camisa, pero en ese momento llamó Ruggero.
— Voy a matar a Ruggero por arruinar ese momento —dijo, Valentina, en voz alta. Carolina negó entre risas.
— Él tuvo que responder, aproveche ese momento y fui a ponerme mi pijama, después de eso nos acostamos a dormir —culminó su relató viendo a Valentina, quien mostraba decepción en su rostro.
— Definitivamente mataré a Ruggero, aunque me quede sin el amor de mi vida. —Carolina soltó una carcajada, le dolía más a Valentina que a ella, igual no era la única, Agustín había dicho exactamente lo mismo.
— Ya habrá otro momento —Valentina negó repetidas veces.
— Te irás en unos días y no sabes cuanto tiempo va a pasar antes que se vuelvan a ver —era cierto, pero no había de otra. Las cosas iban a pasar en el momento justo.
— Cuando sea, Valentina —dijo restando importancia a sus palabras. Valentina giró los ojos, dejándose caer de espaldas sobre la cama rendida, no podría hacer cambiar de opinión a su amiga.
— Aún no le digo a Ruggero que volviste a ser mi amiga —dijo viendo hacia el techo.
— ¿Por qué? —preguntó, Carolina, acostandose junto a Valentina.
— No nos hemos visto y no quiero hacerlo por mensajes o llamada —cerró sus ojos, recordando cuando pasaban horas de esa forma conversando sobre chicos, su familia o cualquier tema. Le gustaba volver a eso y ya no vivir sólo de recuerdos.
— No sé que dirá, de alguna forma todos hemos cambiado —dijo Carolina cerrando sus ojos.
— Estoy segura que le va a alegrar mucho —dijo, Valentina, viendo a su amiga. En ese instante se preguntó porqué si siendo su mejor amiga no le había dicho nada, ella iba a entender, para eso estaban las hermanas. Porque eso era Carolina, su hermana.
El celular de Valentina comenzó a sonar, era Ruggero. Contesto y estuvieron hablando menos de dos minutos. Carolina observó a su amiga, tenía una sonrisa tan sincera mientras hablaba con él, definitivamente lo quería y eso la hacía feliz.
— Ruggero me invito a su casa —se puso de pie quedando frente a Carolina. —Te vendré a visitar mañana y puedo ayudarte a empacar —Carolina asintió con una sonrisa. Sería una forma de aprovechar el tiempo que estaría con ella.
— Te acompaño hasta la puerta —caminaron en silencio hasta que llegaron a la entrada de la casa. Valentina abrió la puerta, pero antes de salir se acercó a Carolina y la abrazo con fuerza.
— Gracias —dijo con una sonrisa. Carolina no entendía a que se debía el agradecimiento. —Me hiciste entender muchas cosas hoy. Nos vemos mañana, Carolina.
— Hasta luego, Valentina —dijo con alegría. Cerró la puerta quedándose unos segundos viendo su casa, el lugar que era tu favorito, se puede convertir el lugar en donde menos deseas estar, pensó.
Estaba tan concentrada en sus pensamientos que no escucho cuando llegó Agustín. Él estaba detrás de ella esperando que se diera cuenta, cosa que no sucedía, así que se terminó de acercar y la rodeo con sus brazos, su cabeza descansaba en el hombro de la chica.
— Hola, amor —susurró en su oído, dejando un beso en la mejilla. Carolina sonrío, girando a quedar frente a él.
— Me gusta escucharte decirme amor —dijo antes de dejar un corto beso en los labios de su chico.
— Y a mi me gusta tenerte conmigo todos los días —tenía sus manos rodeando la cintura de Carolina. Termino de cerrar ese espacio, abrazando fuertemente como si no la viera en mucho tiempo.
— ¿Vamos a mi habitación? Tengo algo que darte —le susurró. No quería esperar más, la noche anterior se había quedado unos minutos más despierta sólo para escribirle algo especial.
— Por supuesto —dijo comenzando a caminar. Subieron las escaleras tomados de la mano, pero antes de entrar a la habitación, Agustín pasó dejando sus cosas.
—¿De que se trata? —preguntó cuando entraron a la habitación de Carolina.
— Tú sólo siéntate en la cama y presta atención a lo que diré —Agustín asintió un poco confundido y ansioso por saber de que se trataba. Carolina se acerco a su mesita de noche, junto a su lámpara se encontraba su cuaderno, lo tomó y se colocó frente a Agustín viéndolo a los ojos.
Eres el color de mis días grises.
C
omenzó a decir Carolina, viendo a Agustín, su cuaderno sólo lo tenía por si no recordaba alguna palabra.
La sonrisa ante cada lágrima.
La inspiración encontrada en cada segundo junto a ti.
Eres en quien descubrí el sentido de la vida en cada momento compartido.
En tu forma de ver la vida descubrí el amor.
Agustín sonrío, amaba todo lo que Carolina escribía y este escrito aún más porque iba dedicado a él.
Eres lo que nunca podré ser.
Eres perfecto junto con tus imperfecciones.
Eres lo más real que hay en mi vida y a quien más temo perder.
En ningún momento necesito de su cuaderno, sonrío satisfecha, estando frente a Agustín narrando su escrito, se convertía en el más especial.
Eres incluso, más de lo que alguna vez imagine.
— Te quiero, amor de mi vida —Agustín se puso de pie, besando a Carolina sin darle oportunidad de decir algo más.
Ambos sentían que conocerse ya estaba planeado en sus vidas, lo que sentían era real y su amor tan fuerte que puede durar toda una vida, con él si había un para siempre.
— Te quiero, mi vida —dijo, Agustín, a pocos centímetros de los labios de Carolina. Sonrieron y volvieron a unir sus bocas. Sus besos cada día significan más, todo en ellos cada día era diferente, mejor, único y especial porque cada día se enamoraban aún más de lo que podían imaginar.
Su amor es su salvación.
☆☆☆
Un 11 de junio, hace exactamente dos años comencé a escribir por pasar el rato y ahora acá estoy, sintiéndome mal por abandonar algo que me gusta, sintiendo que he fallado porque estoy siendo todo lo que no quería.
Pero así mismo, vengo a agradecer porque muchas veces con sus comentarios han cambiado un mal día, han hecho que las lágrimas se conviertan en risas. En varias ocasiones me han hecho sentir que puedo lograr muchas cosas en la vida. Gracias por creer, apoyar y amar lo que hago. Gracias por seguir a pesar de todo.
Gracias por estar en mi vida y permitirme estar en la de ustedes a través de una historia.
¡GRACIAS! ¡LOS AMO!
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