Capítulo 7
Harper, actualidad.
—Jason —digo su nombre con la voz entrecortada.
—Decidí cambiarme el nombre cuando los Lowry me adoptaron, pero no quería dejar de ser tu Jay. Así que lo mantuve parecido —dice con los ojos acuosos y la voz risueña.
—Jason, Jayce —pruebo ambos nombres. Es cierto que suenan parecido las primeras letras.
—La pequeña Harper se ha convertido en una mujer hermosa —dice mientras pasa la mano por mi cabeza y por la coleta de pelo enmarañado.
—Oh, Jay —su nombre me sale como un suspiro entrecortado y me lanzo a la seguridad de sus brazos. Sigue dando los mejores abrazos del mundo —. ¿Dónde está Dari? —le pregunto al cabo de unos minutos. Me mira con seriedad unos instantes antes de desviar la vista.
No. Que esté bien, por favor.
—Jayce Lowry, dime ahora mismo donde está Darío o te... —le agarro fuertemente la camiseta y lo acerco, para que vea mi cara de violencia.
—Él está bien. A esta hora debe estar durmiendo —me interrumpe antes de terminar mi amenaza.
—Entonces...
—Después del episodio con los Gordon, terminamos en el reformatorio un año. Después volvimos al sistema y nos separamos. Yo fui adoptado por los Lowry y les pedí que me ayudaran a encontrarlo. Ahora se llama Dariem Lowry.
Una sonrisa gigante se abre paso en mi cara y la alegría se filtra en mis venas. Voy a ver a mis chicos otra vez.
—Llámalo. Quiero verlo ya —la impaciencia en mi voz suena casi histérica.
—Ahora está descansado. Empieza a trabajar muy temprano.
—Me da igual. Llámalo.
Jayce me mira exasperado, me tira sobre su hombro y se adentra en el agua. Tal parece que tengo cara de saco de papas, porque los hombres me lanzan mucho sobre sus hombros últimamente.
—¡Jay, no! —le grito y en respuesta, me lanza al mar. Salgo a la superficie instantes después, escupiendo agua salada. Mientras él se ríe, lo salpico y jugamos un rato entre risas.
Cuando la temperatura desciende salimos del agua y vamos al auto. El pelirrojo abre el maletero y saca una toalla. Nos quitamos el exceso de humedad y nos ponemos en marcha.
—Señorita Collins, ¿le gustaría a usted conocer mi casa?
—Claro que sí, señorito Lowry. De hecho, me autoinvito a dormir en su casa, así me lleva mañana a ver a Dari antes de clases.
—Me parece una estupenda idea —dice mientras me aprieta la mano.
Llegamos a una casa de dos pisos, para nada del tipo que había imaginado. Tiene una fachada de ladrillo, techos rectos y ventanales de cristal, al más puro estilo industrial. Algunas luces están encendidas y sombras se mueven tras algunas ventanas. Una sospecha se me asienta como una piedra en el estómago.
—¿Con quién vives? —pregunto en voz baja.
—Con los chicos de la última vez. Kevin, Brady, Gray y Ral —cuatro nombres, lo que significa, que "ojos verdes" está en el grupo —. No te los he presentado, lo haré pronto, son chicos geniales.
Entramos en la casa y no hay moros en la costa. Me guía hasta su habitación en el segundo piso y llegando a la puerta del fondo suspiro de alivio, porque logramos llegar sin ser detectados.
De pronto se abre una puerta a mi izquierda y me encuentro con esos ojos verdes que quería evitar. El chico me mira asombrado y mis ojos se concentran en una gota de agua que cae de su cabello mojado a su pecho desnudo y sigue por su abdomen definido hasta ser absorbido por la felpa de la toalla gris.
—Ral, amigo. Terminaste tarde de entrenar.
—Sí, necesitaba quemar el exceso de energía —reponde el chico sin llevar la vista a Jayce. Mira mi pelo y ropa húmedos, para luego ver al pelirrojo, que está en las mismas condiciones.
—Pequeña, este es Emrralt Griffin, uno de mis mejores amigos. Ral, esta es mi princesa, Harper Collins.
Le ofrezco la mano sin decir nada y él la toma. Cuando nuestras pieles entran en contacto, la dichosa manada de búfalos de mi estómago, inicia una carrera desesperada para alejarse de una manada de leonas hambrientas. Mi respiración se acelera y escucho los latidos de mi corazón resonar en mis orejas. De alguna forma supero el aturdimiento y dejo caer mi mano. Él no es indiferente a mí, su respiración también está acelerada y la piel de sus brazos está erizada.
—Toma, pequeña. Date un baño —Jay me pone en los brazos una toalla limpia y una camiseta enorme. Me empuja dentro del baño y cierro la puerta, en la cual apoyo la espalda después de suspirar.
La habitación está cálida, gracias al baño de... Emrralt. Ya no tengo que ponerle motes como: pirata o "ojos verdes". Se llama Emrralt y sus amigos le dicen Ral. Tiene una voz preciosa y su piel dorada se ve más deliciosa de cerca.
Estoy cayendo en un pozo sin fondo. Tengo que hacer algo para dejar de pensar en él. Abro la ducha y la pongo bien caliente, como me gusta. Me desnudo y cuando la tela húmeda se desplaza por mi piel, imagino las fuertes manos de Ral rozando y tentándome.
Basta. Tengo que dejar de imaginar esas cosas. Griffin es un amigo de Jay, no puedo tener este tipo de pensamientos sobre él. Dejaré de pensar en sus manos y labios sobre mí, aunque me cueste un ovario.
***
—Voy a darme una ducha.
—¿Dónde está la lavadora? —pregunto mientras me ajusto un short de Jayce a la cadera.
—Abajo, al lado de la cocina, ¿por qué? —está confundido y yo me siento como una mantenida. Lo sé, una tontería por mi parte, pero no puedo evitarlo.
—Dame tu ropa húmeda para lavarla.
—Princesa, no necesitas hacer eso —dice con una pequeña sonrisa en los labios, como si conociera mis pensamientos.
—Dame la ropa, Jayce —digo con todo autoritario.
Él se ríe a carcajadas y se quita la ropa. Como mujer, disfruto la vista de su torso y piernas desnudas; hasta que llega el turno de la ropa interior y como hermana, desvío la vista de su pelvis. Lo último que vislumbro del pelirrojo, son sus pálidas y prietas nalgas saliendo de la habitación mientras se carcajea.
Recojo la ropa húmeda del suelo y bajo las escaleras, con la ligera esperanza de ver a Emrralt. Tiene un nombre extraño, debe ser europeo.
Encuentro rápidamente la puerta que conduce al cuarto de lavado y programo el maldito aparato. Antes de llegar al cuarto, escucho la melodiosa voz del objeto de mis pensamientos a través de la puerta roja contigua al baño. Está demasiado cerca, implica mucha tentación.
Me acuesto boca abajo en la cama de Jayce, ahogando el deseo de abrir la puerta roja y saltar sobre el cuerpo musculoso de Emrralt Griffin.
—Pequeña, ¿estás cansada? —pregunta Jay, sentándose en el borde de la cama. Me pasa las manos por el pelo húmedo y lo miro. Es un chico hermoso. Con su pelo cobrizo un poco largo, nariz recta, labios rosados y finos, y ojos avellana.
—Un poco —digo con voz somnolienta.
—Descansa. Mañana iremos a ver a Dari.
—Sí —mis ojos se cierran poco a poco.
—¿Recuerdas la noche en que vimos las primeras películas de Piratas del Caribe?
—Umju —las caricias que me da en la cabeza no ayudan a mantenerme despierta, todo lo contrario.
—Te quedaste embobada mirando la pantalla y dijiste que querías ser como el capitán Jack Sparrow. Recuerdo pensar que eres una niña adorable y muy, pero muy loca.
Sus palabras me provocan una risa incontrolable. Normalmente recuerdo esos tiempos con mucha nostalgia, pero ahora... solo encuentro felicidad.
—Yo también te quiero, jengibre.
Se acuesta en la cama a mi lado y me habla hasta que me quedo dormida entre sus brazos.
***
Capítulo corto, lo sé. Inicialmente, este capítulo y el anterior eran uno muy largo, peeeero decidí separarlos. Esas ideas y vueltas del pasado me confunden a mí también.
Sorpresita, el próximo capítulo lo narrará... Emrralt Griffin.
Espero que hayan disfrutado, si es así no olviden votar. Se les quiere 🤗.
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