Capítulo 29
Emrralt
¿Alguna vez has sido absolutamente feliz?
Yo sí. En el instante que abro los ojos, aún medio dormido; cuando el resto del mundo no existe y veo la linda nuca de mi novia. Bajo la vista, observando su delgado cuerpo apenas cubierto con una bragas y una blusa de tirantes medio transparente.
Esas alas de tinta que cubren su piel, son la razón por la que entró a mi vida.
Después de estirar mis músculos doloridos, no puedo evitar tocarla, empezando por su hombro desnudo, luego el brazo, hasta su mano, que llevo hasta mi boca y beso el dorso. Su pequeña cintura, su delicado ombligo, sus bonitas caderas, sus piernas delgadas. Con cuidado, para no despertarla, la acomodo sobre su espalda y beso su mejilla.
Pongo una almohada bajo sus nalgas, levantando su pelvis. Ella sigue dormida, con la boca medio abierta y los ojos moviéndose bajo sus párpados. Tan hermosa.
Lentamente subo la camiseta dejando sus pechos al descubierto, para jugar con sus pezones usando únicamente la lengua. Quiero despertarla con un orgasmo. Ella se remueve mientras juego en sus pechos, pero no se despierta. Beso su estómago, donde tiene tatuado un cuervo y las alas del mismo se extienden sobre sus costillas. Mi chica es una obra de arte andante.
Continúo acariciando con mis labios su vientre, en dirección sur. En lugar de bajarlas, solo aparto las bragas y juego con sus labios externos. Humedezco con mi boca toda la zona y llevo mi lengua más adentro, hacia su vulva.
Su respiración se acelera y se remueve un poco, pero no se despierta. Tiene el sueño pesado. Bien. Despacio, involucro los dedos y continúo. En algún punto, cierro los ojos y sus manos en mi pelo, me alertan de su despertar.
Sin dejar de besarla, veo su cara adornada por una sonrisa perezosa y los ojos entreabiertos. Aún está medio dormida. Que linda.
—Llyg, vuelve a dormir. Despierta cuando te corras.
Ella se ríe. No. La muy cabrona se carcajea mientras mi cara está enterrada entre sus muslos. Sin decir una palabra, deja de tocarme el pelo y vuelve a cerrar los ojos. Está intentando contener la risa, pero no puede y le muerdo el muslo izquierdo, por reírse de mí.
—¡Auch! Eso dolió —me agarra un poco de pelo y me arrastra hasta su boca. Me besa, rodeando mi cintura con las piernas —. Buenos días, pirata. Por favor, continúa haciéndome el amor.
Atendiendo su petición, presiono mi verga ya dura en su entrada mojada, que se abre dándome la bienvenida. Y me pierdo. El mundo deja de girar y el tiempo se detiene. Solo estamos ella y yo. Compartiendo pasión y un poco de amor.
Esta es la primera vez que hacemos el amor por la mañana. Y en mi humilde opinión, es lo más delicioso que hay.
—Apártate un momento —separa nuestros sexos y se da la vuelva, colocándose bocabajo, con el culo empinado por la almohada. Ella me mira con ojos perversos sobre su hombro —. Fóllame duro, pirata.
Me encanta esta chica. No tiene miedo a decirme lo que quiere. Lo mismo estamos haciendo el amor, lento y contento; que follando como conejos, rápido y duro. Me va a matar.
Acomodo mi postura, afianzando las rodillas en la cama, por fuera de las suyas y procedo a follarla como le gusta. La penetro rápido y profundo, agarrando sus caderas para mantenerla en el lugar. La cama se mueve con nosotros y en cabecero golpea la pared, contando mis embestidas.
Toco su clítoris con dos dedos, sus gemidos se hacen más fuertes y se entremezclan con mis jadeos de placer. Su vagina se aprieta en torno a mi polla, aumentando mi placer.
—Em, ya casi... —una de sus manos se enreda en el antebrazo que apoyo en la cama para que mi peso no caiga sobre ella. Gira su cara, y el anhelo en su mirada me golpea.
Le doy un beso húmedo y un poco descuidado. Ella me lo devuelve y se corre con un gemido, su orgasmo desencadenando el mío.
No se lo he dicho, pero me encanta el sexo sin condón. Se siente muy rico.
—Buenos días —me dejo caer a su lado, después que me saluda.
Arrima su cuerpo al mío, y yo la abrazo. Estar así con ella, es un maldito sueño hecho realidad.
La abrazo con cuidado, sin pasar las manos por su espalda. Cuando la toco ahí, todo su cuerpo se tensa, así que evito hacerlo. Las pocas veces que llegué a sentir dicha porción de piel, noté algunas rugosidades, iguales a la de su hombro.
—Son cicatrices provocadas por la hebilla de un cinturón. Un día, mi madre no se sentía bien y mi padre me ordenó quedarme en mi habitación. Salí un momento a buscar agua y mi madre me vio. Se asustó, no tenía idea quién era yo, en su intento de alejarse se cayó y se golpeó la cabeza.
Me quedo en silencio. Escuchando lo que tiene que decir.
—Mi padre, a pesar de todos sus defectos. Quería a mi madre; quizás demasiado. Cuando vio la escena, lo primero fue preocuparse por mi madre y más tarde, dirigió su rabia hacia mí. Nunca me golpeó antes de ese momento. Pero ese día se ensañó.
Joder. Quiero matar a ese tipo. Me importa un comino que sea su padre biológico.
—Y tres días después ya no estaban.ú
El silencio entre nosotros es pesado. Toda dicha y alegría postcoital ha desaparecido. Estoy tenso y ella fría. Esperando.
—No te merecías que te tratara de esa forma. Padre no es quien engendra, es quien cuida —no hay nada más que pueda decir.
No sé que hacer en esta situación mas que abrazarla y darle consuelo con mi presencia. Beso la cicatriz del hombro y pongo su cuerpo sobre el mío. Mi novia me abraza fuerte, como bien puede desde su posición sobre mi pecho.
Un calor se expande por mis venas, viendo como busca consuelo y calma en mi contacto. Me estoy enamorando de esta chica.
¿Acaso no lo estoy ya?
Unos fuertes golpes en la puerta nos sacan del silencio posterior a la confesión
—¡¿Serían ustedes tan amables, de poner una almohada en el cabecero de la cama cuando vayan a follar?! Gracias de antemano —los pasos de mi mejor amigo se pierden en el pasillo, junto al murmullo de su voz.
Nos miramos y rompemos a reír.
***
—¡Por fin! —me dejo caer de espaldas en el porche trasero, con deseos de que me lancen un cubo de agua con hielo encima.
Me arden los músculos de las piernas, los brazos y la espalda. Rebajar la vegetación descuidada de un gran patio sin podadora, al sol, es mejor que una sesión de dos horas en el gimnasio.
—¡Moco, yo no acepté venir para servir como esclavo, trabajando de sol a sol y durmiendo en barracas, acompañado! ¡Negrera! —Jayce y Dariem tuvieron que dormir juntos ayer.
En la casa hay tres habitaciones. La de Harper, en la cual dormimos ella y yo; la de invitados, donde durmieron los hermanos Lowry, y la antigua habitación de los abuelos de Harper, la cual limpió ella sin ayuda y al terminar, volvió a cerrarla.
Mi chica no tiene el corazón de hielo, por mucho que quiera aparentarlo.
—Aquí tienen, muchachos —con voz afeminada, mi amigo nos alcanza a su hermano y a mí, dos grandes vasos llenos de limonada. El pelirrojo está vestido con un pantalón corto de ejercitarse, el pecho desnudo cubierto por un delantal rosado con temática de Hello Kitty y el pelo cubierto por un trapo. Este chico no tiene remedio.
—Gracias, señora —le sigo el juego y me bebo la mitad del vaso de un trago.
—La señorita ya terminó de limpiar el piso de arriba, donde está ahora mismo, seguramente cagando —habla con su voz habitual y quiero decirle lo innecesario que es mencionar tal cosa sobre mi novia, pero lo dejo pasar —, y solo me hace falta terminar de limpiar la sala de estar. Para limpiar el porche delantero, es suficiente con llevar la manguera hasta allí.
—Danos un minuto, hermano. Estamos agotados.
Ese vuelve a la cocina, y yo cierro los ojos un poco. Cuando estoy a punto de quedarme dormido, unos golpes resuenan en la puerta principal. Dariem me mira con gesto extrañado, que es una copia del mío.
Llevamos aquí más de veinticuatro horas, y nadie se ha acercado a la casa. Tiene que ser un conocido de Harper.
¿La chica de ayer, Tracy o...?
Me levanto como si fuera un viejo con artritis y osteoporosis, de verdad que soy pena. Una vez estoy de pie, Dariem extiende una mano para que lo ayude a levantar. Juntos, pasamos por la cocina, donde Jayce se está quitando el delantal, con cara de perdido. Y vamos los tres juntos a abrir la puerta.
Tomando la delantera, el pelirrojo agarra el pomo de la puerta y la abre, dejando a la vista a un muchacho de nuestra edad. No necesito hacer muchas conjeturas para saber quién es. Especialmente, después de la mirada que nos da.
—¿Quiénes sois y dónde está Harper? —tiene una voz grave y un cuerpo en forma. Es un poco más bajo que yo, solo por unos centímetros. Sus ojos oscuros y pelo corto color caramelo, lo hacen de buen ver, pero... no nos parecemos en absolutamente nada.
Teniendo el cuenta que soy la pareja actual de Harper y este chico es su ex, tengo derecho a dar mi opinión.
—Dariem, Emrralt y Jayce —mi mejor amigo nos señala según nos presenta y mira al chico con cara mortalmente seria. Su habitual despreocupación brillando por su ausencia —. La princesa está arriba, dándose una ducha. Está muy cansada.
¿En serio acaba de referirse a su hermana en ese tono de voz? Dando la impresión que la hemos follado los tres y la hemos dejado inservible.
—¿Quién eres y por qué la buscas? —Dariem es un tipo callado y serio. Pero en este momento, con los brazos cruzados sobre el pecho y con la mirada de perdona vidas, parece aún más intimidante.
—Mi nombre es Dane —tch, lo sabía —, soy... o fui, en algún momento, el mejor amigo de Harper.
—Y también el novio que le puso los cuernos, traicionando su confianza —no puedo contenerme. Ya era hora que abriera mi boca.
La vergüenza cubre sus rasgos y mira al suelo. Obviamente no le gusta que le recuerden sus errores. Aunque quien perdió fue él, dejó ir a Harper.
—Solo quiero hablar con ella unos minutos, ¿es posible?
—Claro que sí, Dane —la voz femenina nos sobresalta a todos. Con su silencio llegó hasta nosotros sin ser notada. Me giro y me embebo de ella —. Mis chicos son un poco sobreprotectores, no lo tengas en cuenta.
Dane le da un repaso. Ve su pelo húmedo de la ducha, la piel rosada por el agua caliente y los ojos tranquilos. Su pequeño cuerpo, apenas cubierto por un sujetador deportivo negro y un pantaloncillo corto con estampado de barcos. Una oleada de celos me recorre, sabiendo que este chico la conoció antes que yo (no solo en el sentido bíblico) y probablemente ha conocido más facetas de ella.
—Hola, cosa pequeña —esas palabras provocan una cálida sonrisa a mi novia. Me pongo el triple de celoso.
—Chicos, tengo hambre. Vayan a preparar la mesa en lo que hablo con Dane unos minutos —nos despide y sale fuera con el chico.
Quiero quedarme junto a la ventana y vigilar que ese imbécil no se sobrepase con ella, pero no puedo hacerlo. Ella confía en mí. No quiero parecer un loco celoso y perder la burbuja de seguridad que hemos creado juntos.
Una mano me agarra de la camiseta, llevando mi cuerpo en dirección a la cocina. Me dejo arrastrar.
Ayudo con la mesa, trayendo la comida y poniendo los platos. Cada cinco segundo miro el reloj, esperando a que ella entre y se siente en la mesa a comer.
Los hermanos se mantienen en silencio, cosa que agradezco muchísimo.
Solo son cinco minutos, ¿qué puede pasar en cinco minutos?
Todas las posibilidades (incluso que sea raptada por un OVNI) pasan por mi cabeza, y siento como si me hubieran puesto un petardo en el culo.
Me levanto con la intención de ir buscarla, pero antes de llegar siquiera a la puerta, ella entra a la cocina con una sonrisa tranquila, me besa en los labios y pone sus bonitas nalgas en su silla.
—A comer —dice, matando el asunto.
¿Qué demonios habló con él en los cuatro minutos que estuvo fuera?
Quiero saber, pero no quiero preguntar.
Urgh, soy un desastre.
***
Yo no sé ustedes, pero yo tengo calor. Especialmente porque en Cuba (mi país) la temperatura media es de 35°C a la sombra.
¡Me derrito! y no de ternura.
¿Qué creen que Harper habló con Dane?
Averiguenlo en lo próximo capítulo.
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