Capítulo 23 (+18)
Emrralt
Compartimos aliento entre besos, hasta que se desdibujan los límites de nuestros cuerpos. Somos un reguero de manos, piel, labios y lenguas, dejándonos llevar por lo que sentimos.
Estoy sentado en el sofá con Harper Collins a horcajadas sobre mis rodillas, frotando su sexy culo en mi erección; es el cielo.
—Harper —quiero agregar algún apelativo cariñoso, pero todos los que pasan por mi cabeza son cursis y trillados; ella es única y se merece un apodo igual de especial.
—¿Si? —me muerde el cuello por enésima vez, provocando una sacudida de mi erección.
—¿Tú quieres esperar un poco antes de...? —soy un idiota, preguntando esto con voz de súplica desesperada. Una parte de mí quiere que lo niegue, para dar rienda suelta a... esto que hay entre nosotros; y por otro lado, no quiero presionarla.
Ella no responde, solo agarra una de mis manos y la mete dentro de su ropa interior, directo a su coño empapado por la excitación. Solo puedo soltar un bajo gemido de sufrimiento, mientras le meto un dedo, notando su canal apretado y caliente, listo para ser penetrado. Ella suspira y cabalga el dedo, aún frotándose con mi pene sensible.
La tumbo boca arriba en el sofá y le bajo la parte inferior del pijama, dejándola semidesnuda ante mis ojos codiciosos. La blusa prácticamente transparente no oculta sus pezones erectos que llaman a mi lengua, y sus piernas están abiertas, dejando ver ese lugar que tanto anhelo.
—Joder, no sé por dónde empezar a tocarte. Me traes loco —mi voz suena muy ronca, casi no me reconozco.
—Tranquilo, déjame a mí —dice ella antes de sentarse y agarrar mi camiseta y deshacerse de ella.
Harper desabrocha mi pantalón con calma, como si yo no estuviera a punto de perder el control. Me baja la prenda y se queda observando mi pene apretado contra el bóxer blanco, húmedo en un extremo por el pre semen. Y como la pervertida que es, pasa un dedo por la humedad y se lo lleva a la boca, saboreando mientras me mira.
—Deja de mirarme así, o me voy a correr antes que me toques siquiera —soy patético.
—¿Quieres terminar primero, para durar más luego? —me baja la ropa interior hasta los tobillos y admira mi cuerpo desnudo; desde los rebeldes rizos de mi cabeza hasta mis pies aún cubiertos por los zapatos —. Eres muy hermoso, pirata. Me quitas el aliento.
Es cierto, su respiración está tan acelerada que parece haber corrido un maratón. Ella está tan afectada como yo por esto.
Me quito los zapatos, con cuidado para no caerme de culo y hacer el ridículo. Le quito la delgada blusa y la ayudo a ponerse de pie.
—Vamos a tu cama —ella responde con una sonrisa y nos guía hasta allí.
Tres paredes de su cuarto están pintadas de un lindo color crema, mientras que en la cuarta hay una llanura verde, sobre la que se alza una hermosa casa de tejas rojas, pintado con tal detalle que parece una foto.
—Es mi hogar —esas palabras me hacen recordar lo poco que sabemos el uno del otro. Cosa que planeo solucionar.
Ella se sienta al borde de su cama, un mueble grande con cuatro postes de madera oscura y el colchón cubierto por sábanas verdes oscuras.
—Ven —abre sus delgadas piernas y me sitúo entre ellas.
Admiro sus mejillas sonrojadas, sus ojos brillantes y labios hinchados por los besos. Su piel entintada, ligeramente húmeda por el sudor, cubriendo su delgado cuerpo.
—Fy llyg bach —suspiro y la beso.
—Espera, ¿qué significa lo que dijiste? —interrumpe el beso para hacer esa pregunta y yo le doy una sonrisa misteriosa como respuesta antes de inclinarme sobre ella, uniendo nuestros cuerpos.
Nos besamos, rodeados por la luz de la mañana que entra por las ventanas. Pensé que íbamos a follar con fuerza, pero estamos paladeando el momento; descubriendo nuevas sensaciones.
—Bach, ¿esto es real? —me siento sobrecogido. Lo que estoy sintiendo no es...
Harper no responde, simplemente me empuja y me guía hasta una nueva posición, donde yo estoy sentado en el centro de la cama y ella sobre mi regazo. Nuestros labios vuelven a tocarse, y ella me besa con mordidas, como si deseara comerme.
Cuando mi verga entra en contacto con su entrada húmeda, un rayo de placer se dispara por mi columna vertebral y gemidos salen de nuestras bocas. Estamos hipersensibles.
Harper deja de tocarme y siento la pérdida de su contacto como un golpe físico. La quiero conmigo, piel con piel. Vuelve unos segundos después con una tira de condones, abre uno y lo pone sobre mi polla erecta, que se sacude ante su contacto.
Llevamos un buen rato sin mediar palabra. Y aún en silencio, ella vuelve a ponerse sobre mí, a besarme. Me deleito con sus pechos perfectos y sus delicados muslos. Ella es una maldita obra de arte; y también artista, porque me toca en todos los lugares adecuados, como un instrumento musical recién afinado. Me muerde los pezones, el cuello y juguetea delicadamente con mi pene.
Cuando terminamos de explorarnos, ya al borde del clímax, Harper Collins se deja caer sobre mi polla, llevándome hasta el fondo de su cálido cuerpo. Se mueve sobre mí, llevando el control, hasta que no puedo controlarme y empujo hacia arriba, haciendo la penetración más profunda. Beso sus pequeños pezones y ella muerde el lóbulo de mi oreja. Los suspiros y gemidos no se hacen de rogar, aumentando en frecuencia junto a nuestras ansias.
Muevo una mano por su espalda, notando rugosidades, y Harper mueve mi mano hacia sus caderas. Ella rota sus caderas, de tal forma que me hace poner los ojos en blanco del placer. Toco la entrada de su vagina húmeda, sintiendo como mi pene desaparece en su interior y vuelve a salir. Toco su hinchado clítoris y ella gime fuerte en respuesta.
—Emrralt —mi nombre, dicho con su voz aguda por el placer, rompe algo dentro de mí. Pongo a Harper sobre su espalda y me muevo alargando el momento para ambos.
—Harper —mi voz sale ronca, no solo porque estoy a punto de correrme, también se debe a la sensación que se aprieta alrededor de mi corazón al mirarla.
Me agarra la nuca con una mano, mientras la otra va a mis nalgas, me clava las uñas mientras me insta a ir más rápido. Veo la urgencia en sus ojos, como seguro se ven en los míos. Aumento la velocidad, mientras ella dirige la mano en mi nalga hacia su clítoris y lo acaricia. Segundos después, siento como su canal se hace más resbaladizo y me aprieta, anunciando su inminente orgasmo.
Su largo gemido, es la señal que necesitaba para correrme. Y lo hago tan fuerte, que de mi boca sale un corto y ronco grito, por el puto clímax que me recorre el cuerpo.
Caigo sin fuerza sobre ella, y por unos momentos, absorto en estas sensaciones que me recorren, me planteo quedarme para siempre dentro de esta habitación, haciendo el amor con Harper Collins
Sus uñas se pasean por mi espalda sudorosa y me pongo de costado, viendo su hermosa cara. Esos ojos de chocolate me miran con una expresión ligeramente asombrada, seguramente igual a la mía.
—Eso fue... —deja de hablar mientras rebusca en su cerebro un adjetivo para describir lo que acabamos de compartir.
—¿Apoteósico? ¿Delirante? ¿Magnífico? —sugiero.
—Iba a decir indescriptible, pero... cualquiera de eso adjetivos me vale —me río y me deshago del condón.
Me dejo caer nuevamente a su lado y... la admiro. Su cabello revuelto, su piel tatuada y esa cicatriz en el hombro, que me inquieta un poco.
—Harper... —me interrumpe el sonido de sus tripas gritando por comida. Nos reímos como idiotas hasta que me duelen los músculos del abdomen por tanta risa.
—¿Qué trajiste para desayunar? —se levanta, en toda su gloria desnuda y sale del cuarto. No respondo mientras la sigo.
Abre la bolsa y el olor la hace gemir, recordándome lo que acaba de ocurrir entre nosotros. Me pongo la ropa interior mientras ella va hasta la cocina, después de agarrar parte de su ropa.
—Harper —su nombre en mis labios, casual; es una maravilla.
—¿Qff? —tiene la boca llena con una de las magdalenas que hice. Sip, hice el desayuno para la chica que me gusta, porque no podía dormir después de despertarme a las siete de la mañana, después de tres inquietas horas de sueño, pensando en todo lo que pasó anoche.
Me acerco a ella y la giro hasta quedar enfrente, me arrodillo ante ella. Después de pasar sus bragas por sus pies, subo la prenda lentamente, poniendo besos sobre sus rodillas y bajo el ombligo. Rozo su piel mientras me levanto y le pongo la camiseta con la misma lentitud.
¿De dónde vino eso? Nunca hice algo como eso.
—Yo te desnudé, tengo que vestirte también —le susurro bajito y con tono sugerente.
—Pirata, no vuelvas a encender ese fuego —ella agarra mi pelo y pone nuestras caras juntas. No lo parece, pero es un poco bruta. Me gusta —. Quiero desayunar y hablar contigo.
—Está bien.
Nos sentamos en la mesa y la veo comer. Lo hace despacio, y yo cuento los bocados. Apenas come una magdanela y la mitad de otra, junto a un vaso de leche. Me preocupa lo poco que come, pero no creo que mi observación sea bien recibida. Y no diré nada mientras su salud no se vea afectada.
—Me encantan tus horneados —una corriente de placer ne recorre el cuerpo.
—Gracias —casi seguro que tengo las orejas coloradas.
—En serio, el fin de año casi tengo un orgasmo al probar aquellas magdalenas con chocolate.
—Me alegro que te gustaran —se está chupando los dedos, limpiando las migajas que quedan en sus manos.
—¿Dónde aprendiste a cocinar?
—Mi abuela me enseñó cuando tenía diez años —casi puedo oler la colonia de la abuela y escuchar su voz dándome órdenes.
—¿Tan joven?
—Sí. No me gustaban la mayoría de los dulces, eran demasiado empalagosos para mi gusto. Por eso aprendí a hacerlos.
—Entiendo. Yo no sé cocinar nada más complicado que una tortilla. Soy muy bruta para la cocina —una nueva pieza del rompecabezas que conforma a Harper Collins.
—Fy blodyn bach, no te preocupes. Yo cocinaré para ti de ahora en adelante.
—Voy a obviar la parte de cocinar para mí y repetir la pregunta que te hice antes: ¿qué significa lo que acabas de decir? —me señala la nariz con su fino dedo.
—Mi pequeña flor, en galés.
—Mmmmm, ¿y lo que dijiste cuando hacíamos el amor?
Hicimos el amor. Sí, eso fue justo lo que hicimos.
—Mi pequeña fierecilla —mis mejillas están coloradas como tomates, me da un poco de vergüenza.
—Me encantan los apodos en galés, especialmente porque me los dices tú —me besa en la esquina de la boca, y me siento tan lleno de mí mismo, que quiero gritar como Tarzán en medio de la selva después de matar al jaguar. La llevo a mi regazo y nos besamos otro rato.
—Bach, ¿de qué querías hablarme? —le da vueltas al asunto, casi puedo escuchar como busca las palabras correctas. Lavamos los platos y volvemos a sentarnos en el sofá.
Finalmente, habla.
—La atracción y la química que hay entre nosotros no es normal —coincido en silencio.
—Existen varios malentendidos entre nosotros y nos conocemos poco —también tiene razón —. Estoy cagada de miedo, pero he decidido darte una oportunidad —toma mis mejillas, girando mi cara hacia arriba, conectando nuestras miradas —. No me falles.
Me sorprende que después de todo lo que ha pasado, se haya mostrado vulnerable ante mí.
—No puedo prometer que seré perfecto, porque no lo soy; pero te juro, que compensaré todos los errores que cometí —agarro su pequeña y estrecha cintura, sintiendo su calor.
—Quiero honestidad y exclusividad —sus ojos brillan, confirmando que ha sido traicionada antes.
—Te diré la verdad siempre y cuando no involucre los secretos de alguien más, en ese caso me quedaré el silencio. Y... sería un milagro conseguir una erección con otra chicas después de hoy —acaricio su nariz con la mía —, me haz arruinado para cualquier otra.
—He escuchado esa última frase antes —me besa los labios, con una sonrisa adornando su semblante.
—Mi hermana es una fanática de las películas y novelas románticas, ambientadas en el siglo diecinueve.
Ella ríe y me empapo del sonido. No hay nada más hermoso que la profunda risa de Harper Collins.
***
¡Kyaaaaa! Gritos de perra loca.
¡Al fin, un poco de acción real!
¿A qué Emralt es muy tierno? Jjjjj
Ya el próximo capítulo vuelve a ser narrado por Harper.
Nos vemos la próxima semana.
Si te ha gustado, no olvides darle a la estrellita y comentar. Se te quiere 🤗.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top