Soledad sur

Allá se ve cómo corría,
corría y corría la marioneta sin hilos, no tenía a nadie.

Las montañas amarillas y azules y rojas más altas se hacían, ante el camino carmesí sucumbía.

Sus pies ensangrentados hacían mella, pero no más que las cicatrices que la acompañaban.

Ella era la marea que no volvió, ella era la estrella fugaz que se desintegró. Ella era yo.

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