Capítulo 3: Maya Goett
03 de septiembre de 2033
La paramédica llegó al hospital corriendo. Mal salió del vehículo del subteniente White y ya estaba trotando en dirección al mesón, queriendo descubrir adónde exactamente Jackie había sido llevada.
En general, ella no era una mujer muy agresiva. No le gustaba pelearse con nadie, gritarle a nadie, ni actuar de manera ruda e inconveniente. Pero en su desespero y apuro, casi agarró a la recepcionista por el cuello de su camisa y la sacudió, queriendo encontrar luego a su novia.
En algún momento, le dieron una ubicación: El quirófano. Jackie había sido llevada a cirugía para que sus múltiples hemorragias internas fueran tratadas.
Un médico también apareció a su frente, en un determinado momento. Maya no logró procesar muy bien cuando, o de dónde el sujeto salió. Solo supo que pestañeó, y de pronto él estaba ahí, portando una expresión severa, que solo otros profesionales de salud entenderían. La mueca de alguien que conocía muy bien el pronóstico de su paciente y que no se atrevería a tenerle muchas esperanzas por lo mismo.
Scott, Joey, Dwight podrían haberse ido a casa mientras ella esperaba por noticias de Jackie, sentada en el suelo del pasillo que conducía al quirófano, pero no lo hicieron. Debieron, porque sus familias seguramente estaban aterradas por su ausencia, queriendo noticias suyas con urgencia. Y sin embargo... se quedaron. Porque después de todas las tragedias que habían visto el día anterior, seguían aguardando por un milagro permanente.
El policía en sí fue el que más la sorprendió con su presencia. Ella pensó que él se iría con su colega, Demetrius, como lo combinado de antemano. Pero no... ahí seguía, apoyándola.
Dwight simplemente se consiguió un teléfono con señal, llamó a su esposa, y le notificó que seguía vivo, luego de horas sin darle señales de ello. Aprovechando que la mujer ya había llegado a casa a aquellas alturas del día, habló a seguir con su hijo, Jake, y derramó algunas lágrimas al oír su voz resonar al otro lado de la línea. Encerró la llamada con un exhalo aliviado luego de oír la voz de su otro hijo, Jamal, le pasó el celular a Scott, para que llamara a su madre, y fue el próximo a sentarse en el suelo, al lado de Maya.
Cinco horas de operación se pasaron entre siestas, mensajes de texto con familiares preocupados, y conversaciones apocadas con los profesionales presentes. El mismo doctor irreconocible que había hablado con la paramédica al inicio de la operación reapareció, para avisarle que su novia seguía viva.
En coma, conectada a múltiples máquinas y aparados, pero... viva.
Las probabilidades de recuperación eso sí, eran bajísimas. Y el médico no tuvo que decirlo en voz alta para que este hecho se hiciera evidente. Maya, al entrar a su habitación en la unidad de cuidados intensivos, lo supo.
No podía ni siquiera sostener la mano de la mujer que amaba, porque todos sus huesos estaban rotos o fracturados, y moverlos sería ocasionarle nuevos daños internos. Su cuerpo estaba hinchado, moreteado, cortado, rasguñado, quemado... aplastado.
La paramédica, cuyos ojos ya se habían secado por completo de tanto llorar, tan solo pudo acariciar su tez con cuidado, usando el reverso de sus dedos. Le besó la mejilla con castidad, evitando los cables y tubos que cubrían su cara. Luego, en shock, la quedó observando por varios minutos, preguntándose si algún día volvería a oír su voz, ver su sonrisa, o ser bendecida por uno de sus abrazos. Si aquel coma sería permanente, o si apenas sería recordado por ambas como una prolongada noche de sueño.
Más una vez, el tiempo se le fue de las manos. No supo si estuvo ahí por minutos, u horas. Solo que Scott en algún momento fue a buscarla, y a decirle que un caballero de traje y corbata la esperaba afuera, queriendo hablar con ella sobre algo. Sin entender nada, Maya se despegó de lecho de Jackie con recelo y lo siguió.
—Señorita Goett —El sujeto estiró su mano adelante—. Me dijeron que usted es la esposa de la señorita Berkman.
—Novia.
—Ah —La postura del hombre se desinfló un poco—. Pues eso será un problema, pues necesito hablar con un familiar directo de la señorita Berkman, o su pareja legal.
—Nosotras firmamos un acuerdo de convivencia civil. Legalmente, estamos juntas. Solo no nos hemos tenido una boda todavía. Por ende, novias —Maya aclaró—. ¿Qué necesita?
El desconocido sacó una tarjeta de presentación del bolsillo de su terno y se la entregó.
—En ese caso, mi nombre es Anton Gouniras, y soy un representante de la compañía SmartRobotiks, parte de las industrias ORION —él comentó, mientras ella aceptaba el papel con cierta reticencia—. Nosotros trabajamos produciendo prótesis ortopédicas mioeléctricas y computadorizadas. Y yo y mis colegas, al enterarnos del ataque al rascacielos, de inmediato nos desplegamos a los hospitales de la ciudad, a ofrecer nuestros servicios de manera gratuita al personal del cuerpo de bomberos de Ithaka. A lo mejor usted ya lo sabe, pero ORION siempre ha tenido lazos muy fuertes con la institución.
—Sí, lo sé...
—Por ello, estamos otorgándoles prótesis gratuitas a todos los bomberos que fueron afectados por la tragedia de ayer. Y también, en caso especiales, estamos ofreciendo la oportunidad de participar en un experimento único, que mezclará tanto la biomedicina, como la robótica
—¿Experimento?
—Para asegurar la sobrevivencia de aquellos bomberos cuyos cuerpos han sido demasiado damnificados por sus heridas, hemos decidido volver público un proyecto en el que ya hemos estado trabajando a diez años: el Portitorem Conscientiae Humanae, o PCH. Se trata de un cuerpo robótico, que servirá de contenedor para órganos vitales.
—Espera... —Maya hizo una mueca confundida y asqueada—. ¿Estoy volviéndome loca? ¿O por acaso usted está describiendo a un ciborg?
—En términos simples, pues... sí.
La casualidad con la que el empresario concordó con la aseveración la dejó desorientada. Dwight, de pie a uno pasos de distancia, había tenido aquella mismísima reacción al oír al hombre mencionarle la idea a otros familiares y parejas de los bomberos hospitalizados. ¿De verdad convertirlos en robots conscientes era la mejor manera de asegurar su recuperación?
—Le pido que no rechace esta propuesta de inmediato, señorita Goett. No estamos hablando de crear una inteligencia artificial que copie la personalidad de la señorita Berkman, ni sobre matarla para generar una máquina sin sentimientos. Ella seguirá siendo ella, con su mismo cerebro, corazón y alma. Su estructura física será la única cosa que cambiará.
—Yo...
—Piénselo —el hombre insistió, señalando a la tarjeta que le había dado—. Mi información está ahí, por si la llega a necesitar.
Y por las próximas semanas, esto fue todo lo que Maya hizo.
Pensar.
Dwight, Joey y Scott se tomaron turnos visitándola a ella y a Jackie en el hospital. La familia de la bombera llegó, y se llevó la sorpresa de su vida al descubrir al fin sobre la relación de las dos. Peleas, discusiones y reconciliaciones ocurrieron entre todos. Honores fueron rendidos hacia la desacordada. Información sobre el destino de sus otros colegas de compañía llegaron. Al parecer, solo ella y otro hombre habían sobrevivido.
Todo esto sucedió y Jackie todavía no despertaba.
—No sé qué hacer, mi amor... —Maya le murmuró a su novia, en una determinada noche—. No quiero que pases el resto de tus días aquí, inconsciente... Pero a la vez, dejarte ir sería una tortura. Y no puedo conformarme a ello. No soy capaz.
Mientras hablaba, la tarjeta del empresario comenzó a pesar en su bolsillo.
La decisión final que debía tomar comenzó a pesar en su consciencia.
La paramédica decidió que no era justo mantener a la familia de su amada fuera del asunto, así que compartió con ellos la información entregada por el empresario. De inmediato, los Berkman quisieron aceptar la propuesta otorgada, y mover los órganos vitales de Jackie a la estructura mecánica. Si esto aseguraba su sobrevivencia, estaban dispuestos a todo.
Pero Maya seguía sin estar convencida de que era una buena idea. Y cuanto más los parientes de su novia la intentaban convencer a ceder y aceptar dicha oferta, más su resistencia aumentaba.
Sin embargo, lo que la llevó a cambiar de idea, de un segundo a otro, no fueron las plegarias desesperadas de la madre de Jackie, las lágrimas de sus hermanos, o las amenazas de su padre. Sino el hecho de que, una madrugada, mientras la cuidaba en su habitación, su pulso cesó de existir.
Como la profesional que era, Maya corrió a la puerta y gritó:
—¡CÓDIGO AZUL! —Lo más alto que pudo.
Y con la suficiente cantidad de adrenalina en las venas, logró auxiliar el equipo médico en medio al caos, hasta que el cuadro de su novia se estabilizara, y todos al fin se dieran cuenta de que ella no era parte del personal de turno.
Verla casi morir a su frente la convenció de que ya no había otro camino para salvarla. Y reconocía su propio egoísmo al decir que no era capaz de soltarla, ni pedir que desenchufarán las máquinas manteniéndola viva.
Así que, desafiando a su moral y a su temor, llamó al número en la tarjeta.
Y le rogó a un Dios lejano, en el que no sabía si creer o no, que estuviera tomando la decisión correcta.
Anton Gouniras, el representante de SmartRobotiks, llegó al hospital el día siguiente, cargando consigo un acuerdo de confidencialidad y una enorme pila de documentos explicando el procedimiento al que Jackie sería sometida, detalle por detalle.
Por el frágil estado de su cuerpo, muchas partes del mismo tendrían que ser suplantadas por elementos robóticos. Sus piernas, por ejemplo, ya no estarían hechas de carne y hueso, sino de materiales como acero, goma, grafeno y bismuto. Serían reemplazadas en su totalidad. Ya su cadera y torso, conservarían ciertos aspectos de su actual biología. Su piel y músculos aún eran salvables, así que la empresa se encargaría de reutilizarlos. Pero, aunque por fuera se verían normales, por adentro también serían retocados. Sus huesos fracturados, reparados con nanotecnología. Nervios, conectados a circuitos eléctricos y cables.
—La única parte que se mantendrá intacta será su cabeza y cerebro.
—¿Y qué hay de su columna vertebral? ¿De su médula?
—Será reemplazada.
—No. Eso no es posible —Maya sacudió su cabeza—. Si le retiran la médula, ella morirá. He leído estudio tras estudio sobre posibles trasplantes de médula y cerebro; son meras fantasías, creada por personajes como Sergio Canavero para volverse famosos...
—Eso no es cierto —Anton le empujó un papel con información clasificada, sobre una cirugía realizada por un tal doctor Mikas—. Con nuestra tecnología, él lo logró.
Ella le echó un vistazo rápido y luego suspiró, incrédula.
—No los dejaré tomar un riesgo así de grande, aunque les haya funcionado una vez...
—Al doctor le ha funcionado siete veces. Solo no hemos hecho la información pública todavía porque él ha solicitado más tiempo para preparar un dosier propio.
—No importa. Es demasiado arriesgado.
—Todo este procedimiento es arriesgado, señorita Goett. La señorita Berkman podría morir durante la amputación de sus piernas. O podría morir ahora mismo, porque su cuerpo está extremadamente débil. Es una ruleta rusa.
—Vaya manera de calmarme.
—Solo estoy siendo sincero —Él se encogió de hombros—. Pero créame, nosotros, como empresa, no nos arriesgaríamos a poner una bombera de Ithaka a través de un proceso tan difícil y delicado como este si no tuviéramos certeza de que existe una posibilidad de éxito. Así que piénsalo bien... piensa si no vale la pena tomar un riesgo más, por el bienestar de la mujer que amas.
Maya pasó la próxima noche revisando los documentos que Anton le había traído. Incluso llegó a contactar el tal doctor Mikas, queriendo comprobar que todo lo que había leído era cierto. Lloró un par de horas. Continuó contemplando su decisión final. Se acercó al cuerpo de Jackie, y le murmuró un cansado y débil:
—Lo siento.
Y al fin, la tomó.
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