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Noah caminaba por las calles de Monza, el aire fresco de la mañana acariciando su rostro, mientras Lorenzo, a su lado, hablaba entusiasmado sobre los pilotos que se integrarían el próximo año a su equipo. Sus pasos eran ligeros, pero su mente divagaba. ¿Cómo habían pasado ya dos meses sin hablar con Fermín? Dos meses en los que ambos parecían haberse evaporado de las vidas del otro, como si todo lo que compartieron hubiera sido un sueño distante.

—Va a ser interesante tener a Mick Schumacher y a Pato O'Ward en el equipo, ¿no crees? —comentó Lorenzo, rompiendo sus pensamientos.

Noah asintió, aunque su cabeza estaba en otro lugar. Sonrió débilmente y trató de concentrarse en la conversación.

—Sí, va a ser emocionante. Los dos tienen mucho talento, seguro que harán una gran temporada —respondió, aunque su tono no tenía la misma energía que solía tener cuando hablaba de carreras.

Lorenzo notó la distracción en su voz, pero decidió no presionar. Sabía que Noah estaba lidiando con muchas cosas, y lo último que quería era que se sintiera incómoda.

Finalmente, llegaron a la clínica. La recepcionista los saludó con una sonrisa, y en poco tiempo, una amable doctora los condujo a la sala para el chequeo. Noah, con cuatro meses de embarazo, ya empezaba a sentir la presencia del bebé de manera mucho más real, pero aún había momentos en los que todo le parecía irreal. Esto debería estar compartiéndolo con Fermín, pensaba, pero rápidamente apartaba la idea, intentando concentrarse en el presente.

—Bien, Noah —dijo la doctora mientras preparaba el equipo para el ultrasonido—, hoy vamos a revisar cómo está creciendo tu bebé. Ya podrás ver más detalles, y si quieres, podemos intentar ver si es niño o niña.

Noah se tumbó en la camilla, su mirada fija en el monitor, mientras Lorenzo se situaba a su lado, sonriendo de manera tranquilizadora. Cuando la doctora comenzó el ultrasonido, la pantalla mostró la pequeña figura del bebé, moviéndose dentro de ella. Noah no pudo evitar sonreír, sus ojos brillando con emoción y un toque de nostalgia.

—Mira, ahí está —dijo la doctora con una voz suave—. Todo se ve bien, el bebé está creciendo como debería.

Mientras Noah miraba la pantalla, su corazón se aceleró. Fermín debería estar aquí. Algo en su interior le gritaba que este no era un momento que debería vivir sola. Cada latido del pequeño corazón en la pantalla, cada pequeño movimiento, la hacía desear que él estuviera a su lado, sosteniendo su mano y compartiendo esa felicidad.

—Está... perfecto —murmuró, casi sin poder hablar. Su voz era una mezcla de alegría y tristeza.

Lorenzo, viendo la expresión de Noah, notó cómo su semblante cambiaba de felicidad a preocupación. Sabía lo que la estaba atormentando, lo había sabido desde que empezó a acompañarla a las citas. Se acercó un poco más, apoyando una mano en su hombro.

—Noah —dijo con suavidad, sin apartar la vista del ultrasonido—. Sé lo que estás pensando. Y lo entiendo. No puedes evitar sentir que Fermín debería estar aquí, viviendo esto contigo.

Ella cerró los ojos por un momento, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con salir. Lorenzo tenía razón, pero escucharlo en voz alta hacía que todo fuera más real, más doloroso.

—Es que... no sé cómo se lo diría. No sé cómo volver a hablar con él después de todo lo que pasó. No hemos dicho ni una palabra en meses, y no puedo simplemente llamarlo y decirle que va a ser padre —su voz se quebró al final, revelando la vulnerabilidad que había intentado ocultar.

Lorenzo la miró con una mezcla de comprensión y algo que la hizo sentir una punzada en el pecho.

—Noah, si te digo esto es porque te aprecio, y quiero lo mejor para ti y para tu bebé. No soy Fermín, nunca seré él. Pero si hay algo que sé, es que si él te amaba, aún lo hace. Y si alguna vez lo hiciste feliz, este bebé también lo hará. No puedes seguir dejando que el miedo o el orgullo te aleje de lo que podría ser una gran parte de su vida.

Noah levantó la mirada hacia Lorenzo, sus palabras golpeándola de una manera que no esperaba. ¿Fermín aún la amaba? Sabía que Lorenzo no estaba intentando reemplazarlo, pero en ese momento, vio algo en él, una especie de reflejo de lo que Fermín hubiera dicho si estuviera en su lugar. El dolor en su pecho creció, pero también lo hizo la urgencia de hacer algo al respecto.

Lorenzo la miró con ojos serenos, pero su proximidad y sus palabras la hicieron imaginar por un instante que estaba frente a Fermín. Su reflejo era un recordatorio doloroso de lo que había perdido, pero también de lo que aún podría recuperar.

—Fermín merece saberlo —dijo finalmente, con un nudo en la garganta—. Y si hay algo que he aprendido de todo esto, es que no podemos vivir con "¿y si...?".

Noah asintió lentamente, sus ojos aún fijos en la pantalla, en la pequeña figura que crecía dentro de ella. Tenía razón. Fermín merecía estar aquí. Merecía conocer a su hijo o hija, y ella... necesitaba decírselo.

Con una sonrisa amarga, Lorenzo añadió en un tono casi en broma.

—Además, no querrás que tu hijo o hija crezca sin saber quién es su padre, ¿verdad? Sería un drama familiar que ni tú querrías escribir.

Noah soltó una risa, a pesar del dolor que sentía. Tenía que hacerlo. Fermín necesitaba saberlo.

Mientras el ultrasonido seguía mostrando a su bebé, Noah tomó aire, sintiendo que había tomado una decisión importante.

.......

Noah estaba concentrada en la pantalla de su ordenador, los dedos volando sobre el teclado mientras editaba un importante documento. Era un proyecto ambicioso, uno de esos que podrían marcar un antes y un después en la historia de la empresa familiar. Estaba tan absorta en los números y proyecciones que apenas notó el sonido suave de la puerta al ser tocada.

—¿Sí? —preguntó, sin apartar la vista de la pantalla.

La puerta se abrió lentamente, y su secretaria asomó la cabeza antes de entrar completamente. Detrás de ella, Noah vio a su padre, Leonel, y a su prima Emilia, ambos vestidos formalmente, sus semblantes marcados por una extraña mezcla de alegría y profesionalismo. Noah frunció el ceño, extrañada.

—¿Qué pasa? ¿Por qué no están en sus oficinas? —preguntó mientras dejaba el teclado a un lado y se recostaba en su silla, intrigada por la visita inesperada.

Leonel no dijo nada al principio. Se acercó a su hija y, con una sonrisa, le extendió una carpeta de cuero negro. Su expresión estaba cargada de orgullo y satisfacción, pero no ofreció más explicación. Noah, algo desconcertada, tomó la carpeta y la abrió, sus ojos recorriendo rápidamente el contenido. A medida que leía, sus ojos se agrandaban y su respiración se volvía más pausada. No podía creer lo que veía.

—Esto... ¿es un trato con la familia Agnelli? —preguntó, su voz incrédula mientras alzaba la mirada hacia su padre.

—Así es —respondió Leonel, sonriendo con más amplitud—. Hemos cerrado una asociación para comprar Herno, la empresa de alta costura. Pronto produciremos trajes de dama y caballero bajo una de las marcas más exclusivas del sector.

Noah se quedó en silencio por unos segundos, intentando procesar la magnitud de lo que acababa de leer. La familia Agnelli, dueños no solo de una gran parte del imperio automovilístico en Italia, sino también de la Juventus. La idea de que su familia se asociara con ellos era impresionante, casi irreal. Finalmente, asintió, con una mezcla de emoción y sorpresa.

—Es increíble... no me esperaba esto —murmuró, aún algo aturdida.

Emilia, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se acercó con una sonrisa traviesa.

—Por cierto, el miércoles que viene vamos a asistir al partido de la Juventus contra el Barcelona, en Turín. Será la ocasión perfecta para discutir los detalles con los Agnelli en su palco.

Noah sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El Barcelona. Fermín. No pudo evitarlo, su mente la llevó directamente a él. La idea de verlo, aunque fuera a la distancia, en un partido tan importante le resultaba abrumadora.

—No, no puedo —dijo automáticamente, sacudiendo la cabeza—. No pienso ir.

Leonel la miró, con esa mezcla de paciencia y firmeza que tanto caracterizaba su liderazgo en la empresa.

—Noah, no es una opción. No vamos por ocio, vamos por trabajo. Es una oportunidad importante para nuestra familia, y tanto tú como toda la familia deben de estar allí. Es solo un partido, y estaremos en el palco, lejos de todo el bullicio.

Noah respiró hondo, intentando calmarse. Tiene razón. Es trabajo, solo trabajo. Y aunque su mente intentaba convencerla de que no importaba, el corazón seguía golpeándole en el pecho con la imagen de Fermín.

—¿Lorenzo también irá? —preguntó, más por aclarar sus propios pensamientos que por verdadera curiosidad.

—Por supuesto —respondió Leonel—. Él tiene la misma posición en la empresa que tú. Es lógico que ambos estén presentes.

Noah notó un ligero cambio en el semblante de Emilia, como si sus palabras la hubieran incomodado. ¿Había algo entre ellos? Esa mirada de tensión en su prima no pasó desapercibida. Decidió no insistir en el tema, pero lo guardó en el fondo de su mente para más adelante.

Tras un rato de conversaciones y planificación, Noah regresó a sus labores. Las horas pasaron y, sintiendo que había llegado el momento de hablar con su hermano Nico sobre el proyecto, salió de su oficina y se dirigió hacia la de él. Mientras caminaba por los pasillos elegantes de la empresa, se detuvo de golpe al escuchar voces en una oficina cercana. Era la oficina de Lorenzo, y por la voz femenina que se escuchaba, supo que Emilia estaba allí.

—No podemos seguir con esto, Lorenzo —decía Emilia, su tono firme, pero con un tinte de tristeza—. Es complicado, y lo sabes. No puedo hacerlo, sobre todo porque creo que sigues sintiendo algo por Noah.

Noah sintió una sacudida en el pecho, paralizada en su lugar. ¿Lorenzo aún sentía algo por ella? Sabía que habían tenido una historia, pero nunca pensó que todavía hubiera algo pendiente.

La voz de Lorenzo, cargada de una vulnerabilidad que no había escuchado antes, llenó el silencio.

—Emilia, no es verdad. Noah y yo somos pasado. Tú... tú eres lo único que me importa ahora. —Su voz era desesperada, como si estuviera luchando por algo que no podía perder—. Por favor, no te alejes. No puedo soportar la idea de perderte también.

Emilia se quedó en silencio por un momento, y cuando habló, su voz estaba llena de dolor.

—Lorenzo, incluso si Noah no estuviera en tu corazón, ¿Qué crees que diría mi tío? ¿De verdad piensas que Leonel aceptaría esto entre nosotros?

—No me importa lo que diga tu tío. Solo me importas tú —respondió Lorenzo, su tono intenso, casi rogando—. Emilia, no puedo imaginar mi vida sin ti. No puedo volver al vacío en el que estaba antes de que llegases a mi vida.

Noah, desde el umbral de la oficina, cerró los ojos un segundo. Entendía ese sentimiento. Había sentido algo parecido con Fermín, esa desesperación por querer que las cosas funcionaran, por no perder algo que sentía vital. Pero sabía que había momentos en los que la realidad simplemente no coincidía con los deseos.

Suspiró profundamente, tratando de sacudirse la sensación incómoda que la conversación le había dejado. Comprendía el dolor de Lorenzo, pero también sabía que no podía involucrarse en eso. Era su vida, su decisión.

Finalmente, se alejó, continuando su camino hacia la oficina de Nico.

.......

Noah caminaba junto a su familia por los elegantes pasillos del Allianz Stadium, sede de la Juventus. La tensión entre todos era palpable, pero la ocasión lo ameritaba. Ella, con su camisa blanca impecable y una falda beige que resaltaba su figura, se veía más sofisticada que nunca. Su abrigo caía sobre sus hombros, mientras sus botas resonaban sobre el suelo de mármol. Alrededor, se encontraban Leonel, Isabella, Nico, Emilia y Lorenzo, quienes también vestían con porte y elegancia. Caminaban con la confianza que solo una familia poderosa como la de ellos podía exudar.

El grupo fue guiado hacia el palco de los Agnelli, el lugar desde donde presenciarían el partido. Al llegar, la vista del imponente estadio los recibió con su majestuosidad, repleto de aficionados enardecidos, preparándose para vivir la intensidad del duelo entre Juventus y Barcelona. Noah inspiró profundamente, dejando que el ambiente deportivo la envolviera, aunque sentía el nerviosismo crecer en su pecho.

Al entrar al palco, las dos familias intercambiaron saludos formales. Las sonrisas y los apretones de manos fluían con facilidad, mientras que los cabezas de familia, Leonel y Giovanni Agnelli, se apartaron para charlar sobre el posible resultado del partido, dejando a los hijos y esposas conversar animadamente sobre la nueva alianza. Noah se mantenía tranquila, escuchando cómo Emilia y su madre comentaban lo emocionante que era la unión entre ambas familias.

Después de un rato de conversación, las familias fueron invitadas a visitar los vestuarios de ambos equipos, algo que tomó por sorpresa a Noah. No me lo esperaba, pensó, mientras intentaba controlar la inquietud que la noticia le había provocado. Sin embargo, la cercanía de Nico y Lorenzo la reconfortaba, sabía que no estaba sola.

Primero visitaron el vestuario de la Juventus. Todo transcurrió con calma. Noah y su familia saludaron a los jugadores, deseándoles suerte, y estos respondieron con cortesía y gratitud. Era un ambiente cordial, lleno de profesionalismo. Sin embargo, Noah sabía que lo más complicado estaba por venir: la visita al vestuario del Barcelona.

El vestuario culé estaba repleto de energía. Los jugadores se preparaban con intensidad, concentrados para el partido. Al entrar, el míster Xavi saludó a los Ferreti y a los Agnelli con respeto, estrechando las manos de los patriarcas de ambas familias. Luego, el grupo comenzó a saludar y desear suerte a los jugadores.

Noah sonreía mientras saludaba a los chicos, quienes la reconocían de inmediato. Algunos de ellos la abrazaban con cariño, mostrando esa familiaridad que habían compartido en otras ocasiones. Llegó hasta Pablo Torre, su amigo cercano, y ambos se abrazaron fuerte, un abrazo lleno de genuino afecto y alegría.

—¡Qué bueno verte! —exclamó Pablo con una sonrisa radiante—. Por cierto,Julieta, Betty y Matt están aquí también, te estarán buscando.

—¡Oh, claro! Iré a verlas en cuanto pueda —respondió Noah, prometiendo encontrar tiempo para saludar a las chicas más tarde.

Ambos compartieron una breve pero cálida conversación, antes de que Noah avanzara, recibiendo afectuosos saludos de Gavi, Eric y Pedri. Todos la miraban con aprecio y emoción, haciéndola sentir en casa en medio de aquel ambiente que, por momentos, parecía tan intimidante.

Finalmente, llegó el turno de Fermín. Al girarse y verlo frente a ella, Noah sintió una corriente de sorpresa y nerviosismo. Ambos se quedaron inmóviles durante un segundo, mirándose en silencio, atrapados en ese instante. Fermín se quedó sin palabras al verla; se veía tan guapa, tan segura de sí misma. Su camisa blanca destacaba su elegancia, y la falda beige complementaba su silueta de una manera sutil pero impactante. Las botas y el abrigo completaban un look que la hacía lucir más imponente de lo que él recordaba.

—Noah —susurró, sin poder evitar que su corazón latiera más rápido. La atracción que sentía por ella seguía intacta, e incluso más fuerte de lo que recordaba.

Ella, sintiendo el peso del momento, le sonrió tímidamente, extendiendo su mano para estrechar la de él. El contacto fue eléctrico, como si el simple roce de sus manos activara todos los recuerdos y emociones que habían intentado mantener a raya durante esos meses de silencio.

Fermín no pudo contenerse más. Tirando ligeramente de su mano, la atrajo hacia él y la abrazó. Noah, a pesar de la sorpresa, no se resistió. El abrazo fue reconfortante, cálido, como si ambos estuvieran volviendo a un lugar familiar.

—Te ves preciosa —le susurró Fermín al oído, su voz suave y cargada de nostalgia.

Noah sintió que sus mejillas se ruborizaban, y aunque los nervios la inundaban, logró responder con una sonrisa.

—Gracias.

El abrazo se disolvió lentamente, y Noah continuó saludando a los demás jugadores. Pero Fermín no pudo evitar seguirla con la mirada, observando cómo interactuaba con todos. Se veía tan natural, tan cómoda en ese ambiente. Aun así, había algo en ella que lo inquietaba, una leve diferencia que no había notado antes.

Cuando llegó el momento de despedirse, la familia Ferreti y los Agnelli se preparaban para regresar al palco. Pero mientras Noah conversaba de lado con uno de los miembros de la familia Agnelli, algo llamó la atención de Fermín. Había algo distinto en Noah, un pequeño cambio en su figura. Sus ojos se estrecharon al fijarse en su cintura. ¿Había engordado? Se lo preguntaba, pero no por superficialidad, sino porque había algo en su forma que no recordaba. Una inquietud comenzó a formarse en su mente, alimentando una serie de preguntas que no sabía si estaba listo para responder.

Mientras el grupo se alejaba, Fermín no pudo apartar la vista de ella. ¿Era posible? Las dudas lo consumían, pero una cosa era clara: necesitaba hablar con Noah.

.......

El partido estaba a punto de comenzar, y el ambiente en el estadio era electrizante. Las familias más poderosas de Italia habían regresado al palco, con risas y conversaciones relajadas mientras esperaban el inicio. Fermín, calentando en el campo con los demás, no podía evitar desviar la mirada hacia el palco. Sus ojos se clavaron en Noah, quien estaba hablando con Lorenzo, y no podía entender cómo lograba verse tan natural y elegante charlando con otro hombre.

Un calor de celos comenzó a invadir a Fermín, haciéndole apretar la mandíbula mientras seguía calentando.

—¡Eh, Fermín! —Pablo Torre, al notar que Fermín estaba distraído, le dio una colleja.

Fermín salió de su ensoñación y miró a Pablo con una mezcla de sorpresa y molestia.

—¿Qué? —preguntó, intentando sonar indiferente.

—¡Que si sigues mirando así, vas a terminar metido en un drama de telenovela! —dijo Gavi, con una sonrisa burlona—. O peor, te vas a romper el cuello antes de que empiece el partido.

Fermín bufó, tratando de sacudirse los celos mientras miraba una vez más hacia el palco, solo para ver cómo Lorenzo le sonreía a Noah de una forma que no le gustaba para nada. Pero antes de que pudiera pensar más, Pablo y Gavi lo empujaron hacia los vestuarios para hacer los últimos ajustes antes de que comenzara el partido.

Noah observó cómo Fermín y los demás regresaban a los vestuarios, dejando escapar un suspiro leve. Luego, giró hacia Lorenzo, quien seguía a su lado, siempre con esa postura tranquila y confiada.

—¿Me acompañas a buscar a mis amigas? —le preguntó con una sonrisa.

—Por supuesto —respondió Lorenzo sin dudar.

Caminando por la zona VIP, Noah y Lorenzo finalmente localizaron a las chicas, quienes estaban un poco más adelante, ya acomodadas y emocionadas por el partido. Al verlas, Noah las saludó con energía.

—¡Juli, Betty! —exclamó, con una gran sonrisa mientras las abrazaba—. ¡Ya llegó el equipo de refuerzo!

Sus amigas no tardaron en devolverle el saludo con la misma emoción, mientras bajaban la mirada hacia su creciente vientre.

—¡Mira cómo ha crecido el bebé! —dijo una de las chicas, tocando suavemente el vientre de Noah—. Cada vez se te nota más.

—Sí, ya no puedo esconderlo ni con ropa holgada —respondió Noah, sonriendo, pero sin poder evitar una punzada de ansiedad al recordar que Fermín aún no sabía nada.

En ese momento, Lorenzo, siempre educado, se adelantó para saludar a las amigas de Noah, pero cuando llegó el turno de Julieta, algo en el ambiente cambió. Ambos se quedaron impactados al verse, como si algo invisible los hubiera golpeado al mismo tiempo.

Julieta parpadeó, tratando de procesar lo guapo que era Lorenzo, mientras que él parecía estar en las mismas circunstancias.

—Eh... Hola, soy... soy Lorenzo —dijo Lorenzo, su voz un poco tartamuda, algo raro en él.

—Julieta... —respondió ella, también con un titubeo—. Eh... encantada.

Ambos se quedaron en silencio un momento, mirándose como si el resto del mundo hubiera desaparecido. El nerviosismo en sus caras era obvio, pero también una chispa de atracción que ninguno se atrevía a admitir.

Antes de que la incomodidad pudiera crecer, Betty irrumpió en la escena con su habitual energía.

—¡Lorenzo! —dijo, dándole un golpecito en el brazo—. ¿Nos traes algo de beber? Aquí estamos secas.

Lorenzo, aún un poco desconcertado, asintió rápidamente, como despertando de un trance.

—¡Claro, claro! ¿Qué os apetece?

Todos confirmaron que querían algo, y mientras Lorenzo se alejaba para buscar las bebidas, Julieta dejó escapar un suspiro largo y se giró hacia Betty.

—Ese chico... es guapo, ¿verdad? —comentó con una sonrisa traviesa.

Betty la miró de reojo y le dio un suave codazo.

—Julieta, cariño, estás casada con Pablo. ¿Recuerdas?

Julieta puso los ojos en blanco, pero con una sonrisa divertida.

—¡Lo sé! Pero... ese chico parece sacado de uno de mis libros. Es guapo... en serio.

Noah, que había estado escuchando desde un lado, no pudo resistir la oportunidad de bromear.

—Si te hubieras esperado un poco, yo te habría presentado a Lorenzo antes. ¿Para qué te hiciste novia de Pablo tan rápido?

Julieta le dio un suave empujón, riendo.

—No te pases. Pablo es único... pero bueno, ¡Lorenzo es como un bonus inesperado!

En ese momento, Matt, que había estado jugando cerca, se acercó corriendo hacia Noah. Al verlo, Noah sonrió y extendió los brazos para abrazarlo, pero él la esquivó.

—¡Noah, me has cambiado! —dijo Matt, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.

Noah se quedó perpleja y lo miró con sorpresa.

—¿Qué? ¡Matt, jamás te cambiaría!

Pero antes de que pudiera explicarse más, Matt comenzó a llorar, y Betty, preocupada, lo tomó en brazos.

—Cariño, ¿qué pasa? —preguntó Betty, acariciándole la espalda mientras Matt sollozaba.

—¡Noah me cambió! —repitió Matt entre lágrimas, señalando el vientre de Noah.

Julieta, siempre observadora, se inclinó hacia Betty y susurró.

—Leí un libro donde los niños pequeños reaccionan así cuando sienten que alguien está embarazada, especialmente si es un niño.

Las chicas se miraron, compartiendo una mezcla de sorpresa y emoción.

—¿Te imaginas que el bebé sea un niño? —dijo una de las amigas, con una sonrisa creciente.

Noah se rió, acariciando suavemente su vientre.

—Todo puede pasar...

Justo en ese momento, Lorenzo regresó con las bebidas, interrumpiendo la charla con su característico porte elegante. Los ojos de Julieta se posaron en él una vez más, y el partido finalmente dio inicio. Las chicas no tardaron en volverse hacia el campo para ver el primer tiempo, y Lorenzo se acomodó junto a ellas, sin dejar de mirar a Julieta cada tanto, mientras Noah fijaba su atención en Fermín, quien corría por el campo con una destreza increíble.

Pero desde el banco, Pablo no estaba nada contento. Entre estiramientos y charlas tácticas, no podía dejar de lanzar miradas furtivas hacia el palco, donde su esposa charlaba con Lorenzo, ese empresario con pinta de modelo. Por más que fuera una charla amistosa, en la mente de Pablo, aquello no tenía nada de casual. ¿Por qué ese tipo sonreía tanto? ¿Por qué Julieta parecía tan interesada en la conversación?

—¡Ya está bien! —pensó, frustrado, mientras se coloca un peto en el muslo, se lo había dado uno del cuerpo técnico.

—¿Qué te pasa ahora, Pablo? —preguntó Gavi, notando su ceño fruncido.

Pablo lo miró, sin querer admitir lo que estaba pensando.

—Nada, nada... —murmuró, mirando de reojo al palco una vez más—. Solo... que el partido empieza ya.

Desde la banca, Pablo no podía concentrarse en el partido. Aunque estaba de suplente, su mente no estaba en el campo, sino en el palco. Cada vez que miraba hacia allá, veía a Julieta charlando con Lorenzo, ese tipo que parecía salido de una revista. La sonrisa de Lorenzo y la naturalidad con la que la castaña le hablaba lo estaban volviendo loco.

—Tío, ¿has visto eso? —susurró Pablo, dándole un codazo a Gavi mientras trataba de disimular su frustración.

—¿El qué? —respondió Gavi, con su típico tono despreocupado.

—Eso —Pablo señaló con la cabeza hacia el palco, donde Juli y Lorenzo parecían estar en una conversación animada—. Ese tipo no deja de sonreírle a mi mujer.

Gavi, que ya no podía contener la risa, lo miró con ojos entrecerrados.

—Tío, estás imaginando cosas. Está siendo simpático, nada más.

—¡Que no, Gavi! ¡Que no! ¿Has visto cómo se inclina hacia ella? ¡Está haciendo la técnica del "acércate un poquito más"! Lo leí en uno de esos artículos que Julieta tiene en casa.

Gavi se llevó una mano al rostro, conteniendo las carcajadas.

—¡La técnica del "acércate un poquito más"! —repitió Gavi, muerto de risa—. Tienes que relajarte. Si sigues así, vas a acabar pidiéndole matrimonio otra vez solo para que sepa que sigue siendo tuya.

Pablo lo miró con seriedad, considerando el comentario de su amigo.

—Si sigue así, le propongo tener un hijo ahora mismo. ¡Eso le va a recordar quién manda!

—Sí, claro. Mientras estás aquí, ¿cómo vas a hacer eso? —Gavi seguía riendo, disfrutando de la desesperación de su amigo.

Pablo bufó, moviendo nervioso las piernas. Aunque todos alrededor siempre alababan su relación con Julieta, describiéndola como "perfecta", él no podía evitar ser un celoso andante. Y en ese momento, esos celos lo estaban comiendo vivo.

—Mira, tío, te juro que si no se aleja, le voy a pedir a Dios que lo fulmine con un rayo o algo —dijo Pablo, medio en broma, pero con una pizca de verdad.

Gavi lo miró con una sonrisa burlona.

—Te veo rezando al final del partido, pidiendo milagros celestiales. Pero tranquilo, tío, seguro solo están hablando de la mejor forma de cocinar macarrones o algo así.

Pablo no pudo evitar reír un poco, pero sus ojos seguían clavados en la escena del palco. ¿Por qué Julieta parecía tan cómoda? Sabía que su relación era sólida, pero los celos a veces nublaban su juicio, y la inseguridad se apoderaba de él. Aunque el amor que sentía por Julieta era evidente para todos, no podía evitar sentirse vulnerable cada vez que alguien se acercaba demasiado a ella.

—Me estoy volviendo loco, tío. La verdad. —Pablo sacudió la cabeza—. ¿Y si ella se aburre de mí? ¿Y si quiere algo más emocionante? No soy tan interesante. Soy futbolista, tío. Ese tipo es empresario, seguro que tiene un jet privado o algo.

Gavi rompió a reír.

—Tranquilo, hermano. A menos que Lorenzo tenga un balón de oro o meta goles en  Champions, creo que sigues teniendo la delantera.

Pablo, después de unos segundos de reflexión, no pudo evitar sonreír.

—Tienes razón. Y además, estoy más bueno que él.

Mientras Gavi lanzó una fuerte carcajada, Pablo respiró hondo para calmarse un poco, mirando hacia el campo. Justo cuando comenzaba a calmarse, escuchó la voz de Xavi llamándolo para hacer el doble cambio: él y Gavi entrarían por Pedri y Fermín. Se levantó de un salto, moviendo las piernas ansiosamente, pero no sin antes echar una última mirada al palco.

Allí estaba Juli, con su teléfono en mano, grabando su cambio. Al verla sonreírle y enfocarlo, no pudo evitar que una sonrisa tonta apareciera en su rostro. Quizá estaba exagerando todo. Fermín, que venía hacia él para hacer el cambio, notó la sonrisa y levantó una ceja.

—Te entiendo tanto, tío —le dijo Pablo a Fermín, chocando los cinco con él—. Ese Lorenzo me ha generado más rabia que... que cuando le meten hielo a mi bebida y no me lo esperaba.

Fermín soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—Estás loco, tío —respondió, mientras Pablo corría hacia el campo.

Julieta's perspective

Desde el palco, Julieta se sentía relajada. El partido estaba a punto de comenzar, y la charla con Lorenzo había fluido de manera tan natural que parecía como si fueran amigos de toda la vida. Aunque no podía evitar notar lo guapo que era, con su aire tranquilo y esa sonrisa encantadora, ella amaba profundamente a Pablo y lo mencionaba en cada oportunidad de la conversación.

—Entonces, ¿te gusta el fútbol? —le preguntó Lorenzo, sonriendo.

—Sí, claro, aunque supongo que es inevitable cuando estás casada con un futbolista, que es más talentoso jugando al Fantasy que en el campo, pero aún así lo amo —respondió Julieta, riendo suavemente.

Lorenzo rió, asintiendo.

—Debe ser interesante ser esposa de un futbolista. ¿Cómo es estar siempre en el centro de todo, entre la vida del fútbol y la familia?

—Es una montaña rusa —respondió Julieta, mientras lanzaba una rápida mirada a Matt, que jugaba cerca de ellos—. Pero Pablo es increíble, y Matt... bueno, él es como nuestro hijo. Lo adoramos, aunque últimamente se a puesto un tanto sensible con ambos, no quiere dejar a Pablo ni cuando se va al entrenamiento, eso es algo que me preocupa un poco....

Lorenzo sonrió, compartiendo un gesto de entendimiento.

—Debe ser una vida interesante, y se nota que estás muy enamorada. Eso es bonito. Y con respecto al chiquitín, es una etapa, la mayoría de niños a esa edad no quieren desprenderse de su madre o de su padre, es parte de una crianza sana.

Julieta sonrió, notando la sinceridad en las palabras de Lorenzo. A pesar de la atracción evidente entre ellos —porque sí, Lorenzo era guapo, no lo podía negar—.La conexión que sentía con Lorenzo no era de atracción romántica, sino algo más cercano a una amistad que había nacido rápidamente.

—Es increíble cómo podemos hablar como si nos conociéramos de años —dijo Julieta, sorprendida por lo cómodo que se sentía todo.

—Sí, eso estaba pensando —respondió Lorenzo, sonriendo—. Es fácil hablar contigo.

La conversación continuó, tocando temas ligeros como fútbol, trabajo, y alguna que otra anécdota graciosa. Para Julieta, era refrescante tener una charla amistosa sin ninguna tensión de por medio. Pero lo que no sabía es que mientras ella disfrutaba de esa amena plática, Pablo, desde la banca, estaba ardiendo de celos.

De repente, el ruido del estadio cambió cuando anunciaron el doble cambio: Pablo y Gavi entrarían por Pedri y Fermín. Julieta levantó rápidamente su teléfono y comenzó a grabar el momento en que Pablo se preparaba para entrar al campo. Al verlo, su corazón se llenó de orgullo, y cuando él sonrió al notar que lo grababa, le devolvió la sonrisa. Sabía que Pablo siempre se ponía nervioso, pero ella lo amaba justo así, con todas sus imperfecciones.

—Tu esposo tiene suerte de tenerte —comentó Lorenzo, notando la conexión entre ellos.

—Y yo de tenerlo a él —respondió Julieta, con una sonrisa cálida mientras guardaba su teléfono.

Mientras el partido continuaba, Julieta y Lorenzo siguieron charlando tranquilamente, mientras desde el campo, Pablo no podía evitar lanzar miradas rápidas hacia el palco, asegurándose de que todo estuviera en orden.


Continuará.........................





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Quería un poco de gracia al final por la tensión de este capítulo, ¡Diganme que también lo sintieron!. 

Prometo que el próximo capítulo será mejor jajaja, tendremos más drama.

¡También le rezamos a Pablo y Fermín celosos por el pobre Lorenzo! JAJAJAJA.

¡Además!, Julieta me representa tanto jajaja.

¿Qué les pareció el capítulo?. ¿ideas para el siguiente?.

SIN MÁSSSSS.

NOS LEEMOS PRONTOOOOOOOOO

L@S AMOOOO

xx Ali <3

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