Capítulo IX: Vive y se feliz.
Dos años transcurrieron desde que la magia del portal se estabilizó, Nerea ahora tenía veinticinco años, y Cavendish tenía veintinueve, durante ese tiempo, ambos habían crecido mucho como pareja, quien los veía podía dar fe de que ese par, se amaba profundamente y se apoyaba constantemente.
Nerea había comenzado a practicar los hechizos de sanación dejados por sus padres, si bien, ahora el corazón de Miondel despedía una gran cantidad de magia, los aldeanos que se habían visto gravemente afectados tenías rezagos en el cuerpo, algunas pequeñas marcas aún eran visibles, y a menos que se les filtrara magia cada cierto tiempo, sería muy difícil que volvieran a la normalidad. Cavendish, por su parte, al ahora contar con el apoyo de Nerea, podía enfocarse en otras labores del reino, estaba enfocado en mejorar la situación, ellos aún vivían varios siglos atrás en comparación de los humanos, y si bien, todos temían a aquellas criaturas, sentían curiosidad por su mundo.
—Estuve pensando en... bueno, tú sabes —Nerea se removió incómoda sobre la cama, Cavendish la observó mientras aún la mantenía sujetada entre sus brazos.
—¿Quieres volver a la tierra? —le preguntó y ella asintió apenada.
—No me malentiendas, Cavendish, amo Miondel..., pero...
—Extrañas a tu familia...
—Sí...
—No sé si podamos abrir el portal, la última vez que tú lo atravesaste, este dejó de reflejar el otro lado.
—No estará de más intentarlo —ella lo observó y él esbozó una sonrisa.
—Te ayudaré —le dijo con calma mientras depositaba un suave beso sobre sus labios.
—Quiero que vengas conmigo...
—Nerea..., no sé si pueda, recuerda que mi cuerpo está anclado aquí, tú viste lo que le pasó a Treyment al estar mucho tiempo allá.
—Ahora es diferente, me tienes a mí, yo puedo curarte, además, el corazón quizás pueda ayudarnos.
—¿Tú crees que quiera que vayas? Quizás se pondrá inquieta..., ella le tiene miedo a los humanos.
—Si te seo franca... —ella se despegó un poco de su lado para observarlo mejor—, yo siento que soy más humana que unicornio —Cavendish la observó y asintió ligeramente—, aunque lleve dos años viviendo aquí, aún no logro adaptarme a la idea, ni siquiera puedo transformarme bien, la última vez fue cuando drené la magia que había en mí.
—Supongo que aún te hace falta acostumbrarte, no hemos practicado tanto los ejercicios de transformación, nos enfocamos más en hechizos curativos.
—¡Me siento frustrada! —ella sujetó sus piernas y Cavendish acarició su desnuda espalda trazando pequeños caminos— No puedo creer que sepa realizar hechizos aún más complejos, pero justamente ese, que hasta un niño pequeño puede hacer, sea incapaz de realizarlo.
—Tranquila —Cavendish acarició con gentileza su brazo—, algún día lo lograrás.
Nerea asintió y luego volvió a su posición inicial para acurrucarse aún más en su pecho; cerró los ojos y se dejó llevar. Necesitaba ver la forma de restaurar el portal, tendría que hablar con Treyment para saber que hicieron exactamente la primera vez. Amaba estar al lado de Cavendish y los aldeanos, pero la imagen de Mildred, el Señor D, Marcus, Micaela y Aron se hacía presente constantemente en su mente, los extrañaba, habían pasado dos años desde que partió, y quería volver a verlos.
A la mañana siguiente, con los primeros rayos del sol, Nerea fue en dirección a la casa de Treyment, en cuanto estuvo allí, tocó la puerta, el anciano le abrió y le sonrió; sujetó con fuerza su bastón y le pidió que se sentara. Si bien, Treyment se había curado de las enredaderas negras aquel día, fue imposible el recuperar su visión, por más que Nerea iba constantemente a verlo, no podía hacerlo, quizás aquello también se debía a la cantidad de años que tenía, si transportaba su edad a la humana, tenía un total de ciento dos años.
—¿Qué te trae por aquí, mi niña?
—Antes que nada ¿Cómo te encuentras Treyment? ¿Sientes dolor? —ella se acercó, extendió su palma y un aura verde fue emitida de su palma, lo paseó de su cabeza a sus pies y el anciano sonrió.
—Estoy perfectamente bien, bueno, bien dentro de lo que mi edad podría significar eso.
—Me alegro que te sientas bien —ella sonrió, y casi como si Treyment hubiera podido verla, le devolvió el gesto.
—¿Qué te inquieta, Nerea? Tu aura mágica está revoloteándose completamente.
—No puedo mentirte ¿No es así?
—Es un poco difícil que lo hagas, mi sentido de detección se agudizó al perder la vista.
—Necesito tu ayuda, Treyment, quiero que me digas que fue lo que hicieron cuando crearon el portal...
—¿El portal? —Treyment observó a la nada mientras se acomodaba en el sofá, se hizo a un lado y luego, le pidió a Nerea que se siente allí— ¿Por qué deseas saber el hechizo, acaso quieres ir a la tierra?
—Sí..., quiero ir a ver a mi familia.
—Bueno, es algo complicado, Nerea, el hechizo que usamos aquella vez nos tomó varios años... los cuatro concejales trabajamos constantemente para activar ese portal.
—¿Deben ser cuatro los que activen el portal?
—No —el negó mientras agachaba la cabeza en dirección al suelo—, nosotros tan solo concentramos la magia para poder abrirlo, fue el deseo de los aldeanos el que materializó ese portar entre ambas dimensiones.
—Entonces... la primera vez funcionó porque los aldeanos deseaban escapar...
—Así es, sería imposible para cualquier unicornio abrir un portal de tal magnitud por si solo, la magia que requeriría sería demasiado fuerte.
—Dudo que quieran ayudarme... los aldeanos le temen a los humanos.
—Podría haber otra forma... —el anciano la observó con sus ojos carentes de vitalidad, sujetó su mano con firmeza y la aprisionó, ella lo observó a detalle esperando a que hablara.
—¿Cuál sería? —preguntó ella visiblemente nerviosa.
—Necesitarías convencer a el corazón, es el único que posee más magia que cualquiera, ha albergado grandes cantidades durante todos estos siglos.
—Dudo que quiera ayudarme...
—Debes probar, Nerea —Treyment le sonrió y le brindó seguridad—. Debes hacerle entender que los humanos de ahora no van a lastimarlos, desde luego, el corazón buscará proteger a su gente, pero dependerá de ti el que puedas convencerlo.
—¿Y si aquello no funciona?
—Deberás seguir intentando hasta que funcione. Si tu deseo es ir a ver a quienes amas, debes de poner de tu parte, tal cual hiciste la primera vez que viniste aquí.
Nerea se quedó callada por varios minutos, el anciano se puso de pie y luego ella lo ayudó. No volvieron a tocar el tema, pero ella se quedó allí durante varias horas, le preparó una deliciosa cena, ordenó sus túnicas viejas, e incluso limpió un poco la casa. Treyment le dijo que no era necesario que lo hiciera, pero Nerea definitivamente necesitaba despejar un poco su mente, y aquella, era la única forma en la que ella lograba pensar con claridad.
Al caer la noche, ella se despidió de Treyment, él le deseó la mejor de las suertes, Nerea se lo agradeció. Lograr que el portal abriera por su cuenta sería imposible, necesitaba si o si de la ayuda de alguien, pero no sabía si el corazón desearía ayudarla, ella le temía a los humanos.
Nerea observó el cielo en lo alto y vio la luna allí, resplandeciente como siempre. Los aldeanos ya habían comenzado a cerrar sus puestos, las luces estaban siendo apagadas, y poco a poco, el pueblo se fue sumergiendo en la oscuridad absoluta.
Ella caminó de manera pausada hasta el palacio, subió hacia el techo y aguardó pacientemente debajo del corazón. Un halo de luz blanca se hizo presente, y en ese momento, la figura de la niña pequeña se materializó en el suelo, ella, al ver a Nerea, corrió a sus brazos y la abrazó con fuerza, ella le correspondió y la elevó ligeramente del suelo.
—Me da gusto verte —le dijo la pequeña mientras batía sus largas pestañas, Nerea le sonrió a medida que se sentaba en el suelo.
—A mí también —su voz sonaba pausada, ella sentía mucho nerviosismo, pero debía tratar de convencerla.
—¿Te pasa algo? —le preguntó luego de varios minutos en silencio.
—Necesito pedirte un favor.
—Claro, dime que necesitas, estoy para ayudarte —le respondió con una inmensa sonrisa plasmada en su rostro, Nerea al observarla se sintió un tanto incómoda.
—Quiero que me ayudes a abrir el portal —soltó finalmente luego de otros segundos en silencio, la pequeña poco a poco fue desdibujando la sonrisa, ella se mordió el labio interno y luego sujetó su pequeño brazo con firmeza.
—No puedo —le dijo mientras volteaba a observarla.
—¿Por qué? —Nerea la observó fijamente a medida que ella ladeaba la cabeza.
—No puedo activar algo que puede lastimar al resto.
—No van a lastimar a nadie —le aseguró—, te lo prometo.
—No puedes prometerlo, Nerea. Los humanos son criaturas traicioneras, terminarán lastimándonos tarde o temprano.
—No todos los humanos son malos, existe gente buena que puede entendernos.
—Lo mismo dijo Nerlyuc... y él ahora no está.
—Te lo aseguro... no todos los humanos son así.
—¿Cómo puedes asegurarlo? —ella se cruzó de brazos y enmarcó una ceja, pese a que tenía la figura de una niña, llevaba cientos de siglos viva, había visto demasiado desde el momento de su creación.
—Mira dentro de mis recuerdos y podrás verlo.
—Sé que guardas dentro de mi memoria, Nerea. La vez que me devolviste la magia que quedó del otro lado pude verlos, pero unos cuantos no hacen la diferencia.
—Pero unos cuantos pueden marcar la diferencia, todos los cambios comienzan de manera pequeña.
—Lo siento, no puedo —ella se mostraba afligida, retrocedió unos cuantos pasos decidida a volver su contenedor, pero Nerea la detuvo.
—Permíteme probarte que ellos no se escandalizarán al vernos. Permíteme demostrarte que no todos son codiciosos.
—No lo sé —la pequeña desvió la mirada, observó hacia los lados y luego suspiró pesadamente—. Tienes cuatro días... —sus profundos ojos color negro observaron a Nerea, ella sintió como si un adulto estuviera brindándole una advertencia.
—¿Cuatro días? —le preguntó ella visiblemente confundida.
—Sí ¿Quieres llevarte a Cavendish, no? Mi magia solo puede abastecerlo por cuatro días, después de eso, las enredaderas negras se harán visibles por todo su cuerpo.
—¿Volverán? Pero pensé que...
—Esas enredaderas que ven no son otra cosa que sus venas y arterias, cuando la magia no se encuentra fluyendo por ellas se desactivan y les generan diversos problemas... es por eso que Treyment no pudo recuperar la vista, y es por eso que algunos aldeanos no pudieron recuperarse del todo.
—Entonces, procuraré no tardar...
—Recuerda Nerea, mi deber es protegerlos... y si para hacerlo tengo que cerrar el portal estando ustedes allá... me veré obligada a hacerlo.
Y, tras decir esto, la pequeña dio media vuelta y volvió a caminar en dirección al corazón, Nerea se quedó quieta observándola desde abajo. Necesitaba convencerla de alguna u otra manera de que todos los humanos no eran malos.
En cuanto bajó, Cavendish se encontraba sentado en la mesa mientras conversaba con la nana Rose y Monic, cenaron como siempre, en medio de conversaciones sumamente entretenidas y risas, pero Nerea no lograba sentirse del todo tranquila, en cuanto ambos estuvieran solos, debía decirle a Cavendish lo que el corazón le había dicho. Ella no se sentía segura de nada, ni siquiera sabía si Cavendish conservaría su apariencia humana o se transformaría en un unicornio en cuanto pisaran el suelo de la tierra.
—Necesito hablar contigo —ella se mostraba visiblemente incomoda, no se sentía para nada tranquila, un nudo se posicionó en su garganta y comenzó a apretar esta con fuerza.
—¿Te sientes bien? —Cavendish se acercó hacia ella, tomó asiento a su lado y acarició sus nudillos con gentileza.
—Lo estoy, no te preocupes —Nerea le sonrió nerviosamente, Cavendish aguardó paciente a que ella misma le dijera lo que tenía que decirle—. Estuve hablando con Treyment, y luego conversé con el corazón...
Nerea comenzó a relatarle todo lo que había conversado con ambos, Cavendish se mantenía callado, tan solo aguardaba a que ella terminara, pero su rostro no se mostraba tranquilo, estaba nervioso, debía admitirlo. La última vez que estuvo en la tierra fue durante la tragedia donde sus padres murieron. Para cuando ella terminó Cavendish apretó sus manos con firmeza mientras esbozaba una sonrisa de lado.
—Debo admitir que tengo miedo... temo que algo nos pueda pasar allá, e incluso tengo miedo que no pueda transformarme, pero confío en ti, Nerea. Sé que la gente que tu familia no me lastimará si les digo lo que soy.
—Ten por seguro que no —ella lo abrazó con fuerza, Cavendish le correspondió el abrazo.
Luego de que hablaron con la nana Rose y Monic, quienes se mostraron visiblemente preocupadas, partieron con destino al portal, ellas se quedaron aguardando en la orilla, mientras ellos se introducían dentro del lago. Una vez que estuvieron al centro, el corazón emitió un rayo de luz azul que se vio reflejado justo debajo de ellos, el lago comenzó a emitir un aura de color blanco y Nerea y Cavendish poco a poco fueron introduciéndose dentro del portal.
Monic abrazó con fuerza a la nana Rose, ella acarició con gentileza su cabello mientras veían como Nerea y Cavendish desaparecían por completo en el lago.
Sus cuerpos fueron arrastrados hacia arriba, Cavendish poseía su forma natural, hizo que Nerea se subiera a su lomo y extendió sus alas para generar más impulso, estaban a tan solo escasos metros del lago, y cuando finalmente salieron, lo primero que hicieron fue tomar una considerable bocanada de aire. Nerea bajó poco a poco del lomo de Cavendish, su ropa estaba empapada de agua, Cavendish, por su parte, se sacudió el exceso generando que se formaran pequeñas ondas en dirección a la orilla.
Tal y como fue la primera vez, Cavendish desvaneció sus alas en medio de un brillo de luz blanca, y comenzó a caminar junto a Nerea hacia la orilla. Una vez que estuvieron allí, Nerea comenzó a buscar el tronco donde guardó la mochila, al encontrarlo, retiró toda la vegetación que se había formado, del interior sacó unas cuantas prendas y se cambió la que traía puesta, Cavendish aún se mantenía retirándose el exceso del agua.
—Bien... —una vez que ella estuvo lista, se acercó hacia él, ambos estaban nerviosos, no sabían si Cavendish podría transformarse.
—Tengo miedo —le dijo mientras ella acariciaba su lomo, ella le sonrió y le brindó fuerza.
Nerea retrocedió considerablemente y aguardó paciente, el cuerpo de Cavendish comenzó a brillar en cuanto se concentró, pero una vez que aquel brillo cesó. Nada había pasado, él aún mantenía su apariencia natural. Era inútil, el portal poseía aquella medida preventiva, y por más que hubiera hecho todo bien, le era completamente imposible el transformarse.
—Lo siento, no podré acompañarte...
—Tengo que traerlos acá, quizás... puedan sentirte.
—Es poco probable, Nerea, en cuanto atravieso ese portal los humanos no pueden verme. Será en vano.
—Tranquilo, buscaré la forma.
—Será mejor que vayas a descansar allá, yo me quedaré aquí, estaré bien.
—No puedo dejarte en el bosque, si no pueden verte puedes quedarte conmigo en alguna habitación.
—¿Estás segura?
—¡Desde luego!
Cavendish no se notaba demasiado convencido, pero finalmente terminó siguiéndola, Nerea se colocó la mochila en los hombros y comenzó a andar en dirección a la posada, en ese tiempo que había estado lejos de la tierra el entorno había cambiado ligeramente, se podía ver más luz proveniente de la posada, al parecer Marcus y Micaela había realizado algunas remodelaciones.
Al llegar, vieron que la posada ahora poseía el doble de su tamaño, si bien, aún mantenía aquella esencia rustica que la caracterizaba, esta se había ampliado considerablemente.
—No recuerdo que esto fuera así —le dijo Cavendish quien se encontraba un poco más atrás, Nerea asintió, no entendía como en un par de años Marcus y Micaela había logrado ampliar de esa forma la posada.
—Estoy nerviosa... —Cavendish se acercó y empujó lentamente su espalda con su cabeza.
—Imagina que son mis brazos, estando de esta forma no puedo abrazarte.
Nerea sintió que el corazón se le encogió ligeramente, estaba segura de que a Cavendish le hubiera encantado el poseer su forma humana para poder estar junto a ella.
Nerea caminó hacia la entrada mientras sus pasos temblaban, sujetó la perilla con firmeza y abrió la puerta, la luz la recibió, la campanilla repicó y observó todo a su alrededor, el lugar había sido remodelado también en el interior. La alfombra, las barandas, los cuadros, los jarrones, todo había sido modificado, y ahora no solo era rústico, sino que también se veía sumamente sofisticado.
Se acercó hacia el mostrador y golpeó un poco la campanilla, sus manos temblaban nerviosamente, y aquel sentimiento de inquietud se acrecentó en cuanto la puerta se abrió, un joven de aproximadamente unos dieciséis años salió de allí: tenía el cabello negro un tanto largo, sus ojos de color castaños la observaron atentamente y luego una pequeña sonrisa particularmente conocida se posicionó sobre sus labios.
—¡Bienvenida a Buon Riposo! —él muchacho se acercó al mostrador y sujetó una Tablet entre sus dedos— ¿Tiene reservación?
—¿Aron? —le preguntó ella con nerviosismo, el nombrado la observó atento mientras ladeaba la cabeza.
—¿Nos conocemos? —le preguntó luego de algunos minutos en silencio— Lo siento, no poseo una buena memoria ¿Me podrías decir tu nombre?
—N... Nerea... —tras decírselo el muchacho palideció, giró la cabeza y comenzó a gritar el nombre de su madre y su padre. Al cabo de algunos minutos ambos aparecieron, traían fuertemente sujetados entre sus manos algunos objetos respectivamente. Marcus sujetaba una escoba y Micaela y bate de madera.
—¿Nerea? —dijeron ambos al unísono mientras tiraban las cosas al suelo.
Micaela se veía bastante mayor, al igual que Marcus, unas cuantas arrugas ya eran visibles en su rostro. Micaela ahora traía el cabello corto, hasta el cuello, mientras que a Marcus algunas entradas ya comenzaban a hacérsele visibles. Ambos salieron de atrás del mostrador y caminaron hasta donde ella se encontraba, sus manos temblaban, sujetaron su rostro con temor, lo analizaron a detalle, y luego, comenzaron a llorar.
—Eres tú... —Micaela la abrazó con fuerza mientras colocaba su cabeza en el hueco de su cuello, Marcus aún no lograba salir de su asombro, no podía creer que aquella muchacha fuera Nerea.
—¿Cómo es posible que... después de todo este tiempo aún te veas como cuando te fuiste? —le preguntó Marcus mientras la abrazaba con firmeza.
—¿Todo este tiempo? —ella se separó ligeramente de su abrazo, los observó sintiéndose sumamente confundida— ¿Cuánto tiempo me fui? —temía preguntarlo, pero necesitaba saberlo, ella juraba que solo se había ido por dos años, pero ahora Aron tenía dieciséis, no era posible.
—Te fuiste hace catorce años... —le respondió Micaela mientras acariciaba su rostro con delicadeza.
Nerea sintió que todo comenzó a darle vueltas, retrocedió y se chocó con Cavendish, el frenó su caída al suelo, pero inevitablemente comenzó a caer poco a poco de rodillas. Marcus y Micaela corrieron hacia ella y se agacharon a su altura.
—¿Dónde estuviste todo este tiempo? —le preguntó Marcus luego de una breve pausa, Nerea lo observó, no sabía cómo se lo explicaría, no tenía nada planeado para ese momento, y el que ahora hubiera tal diferencia de edad entre ellos era sumamente difícil de explicar.
—Creímos... que algo malo te había pasado, Nerea.
—Mamá, papá —Aron habló desde atrás, el joven se mostraba igual de consternado que todos allí, sabía que Nerea era su hermana, pero ella había partido hace tanto tiempo que ya no la recordaba, e incluso, aunque sonara crudo decirlo, creía que estaba muerta— ¿En verdad ella es Nerea?
—Sí, ella es tu hermana, hijo —le respondió Marcus de la manera más calmada posible, pero Aron no se sentía tranquilo en lo absoluto.
—¿Pero cómo es posible?, ella se ve sumamente joven.
Nerea cayó en cuenta de que el tiempo al otro lado no era breve, muy por el contrario, cada año que pasaba, equivalía al doble de los años en la tierra, es por eso que la gente de allá aún se veía joven.
—Prometo contarles todo... pero necesito saber ¿Qué pasó con Mildred?
Marcus y Micaela torcieron ligeramente sus labios, aquello no era para nada tranquilizador, ayudaron a Nerea a pararse y luego, comenzaron a dirigirla a través de una puerta, estaba daba a una pequeña casa al lado de la posada, en cuanto estuvieron allí, ella pudo ver a un anciano, aproximadamente bordeaba los ochenta. Ella inmediatamente lo reconoció, era el Señor D. no podía ser otra persona.
—Señor D —Marcus se acercó hacia él y el anciano, con ojos cansados, volteó a observarlo— Nerea volvió —le dijo algo fuerte el Señor D. volteó a observar a Nerea mientras sonreía.
—Lo siento Nerea, se me acabaron los chocolocos... prometo pedir otra caja cuando el repartidor vuelva.
Nerea quiso llorar en ese momento, se acercó hacia donde se encontraba él y lo abrazó con fuerza, el ancianito le correspondió con la misma intensidad mientras sobaba ligeramente su espalda, ella lloró en silencio, procuraba no hacer ningún ruido.
—Me alegro que volvieras —le susurró, y ella juró que él sonreía—. Mildred estará feliz de verte.
El anciano se separó de ella y se levantó, extendió su palma en su dirección y Nerea se puso de pie, ella hizo que se sujetará de su brazo y juntos comenzaron a caminar, Micaela, Marcus, Aron y Cavendish venían desde atrás. El señor D. caminó lentamente por el pasadizo y abrió una habitación, dentro de esta, había muchos cuadros de fotografías, en ellas se podía ver a Mildred con sus niños, y en la más grande, se podía ver un cuadro de ellos dos, ambos se veían sonrientes y radiantes, justamente en aquel lugar, reposaba una mecedora, esta traía colocada encima una pequeña manta de color morada, la cual Nerea reconoció inmediatamente al observar el cuadro donde ella salía de bebé.
—Mildred —dijo el ancianito mientras caminaba hacia la mecedora, Nerea lloraba como una niña pequeña, y Marcus, Micaela y Aron se abrazaban desde atrás—. Nerea volvió, nuestra Nerea por fin regresó.
Nerea quería gritar, llorar, pero no podía hacerlo. Mildred se había ido, en esos catorce años quizás la estuvo esperando, y ella no lo sabía, y ahora era demasiado tarde para poder decirle de forma alegre que había venido a visitarlos.
—Ella está feliz de verte —le dijo el señor D. mientras volteaba a observarla, luego, caminó hacia un pequeño cofre, esté estaba cuidadosamente cerrado, él se había encargado particularmente de protegerlo durante cinco años desde que Mildred partió de ese mundo—. Me dejó esto para ti, Nerea.
El señor D. tomó una pequeña llave que traía colgada al cuello, sus manos temblaban, y cuando por fin logró introducirla en la cerradura, del interior sacó cuatro pequeños sobres, y en uno en particular, decía: «Para mi amada Nerea»
En cuanto el ancianito le entregó el sobre a ella hizo lo mismo con los otros. Cada uno tenía un destinatario, Mildred se había encargado de elaborarlos cuando notó que su salud comenzaba a deteriorarse con el paso de los años.
«Mi amada niña, durante todo este tiempo me pregunté a donde habías ido, constantemente me preguntaba qué era lo que hacías, o si estabas bien. Sé que eres una muchachita fuerte, pero un poco de preocupación por parte de esta anciana nunca venía mal. Hace unos años me diagnosticaron Alzheimer, mi mente poco a poco iba a comenzar a fallarme, comencé olvidando algunas cosas, pero tu imagen aún se mantenía perfectamente gravada en mi mente. Cuando dormía te veía, era un mundo extraño, ajeno a este, pero se te veía radiante, feliz y contenta.
No sé si aquello era el deseo de mi subconsciente de volver a verte, o realmente significaba algo, a decir verdad, creo que nunca lo sabré. Pero de algo si estoy segura, es que por fin encontraste la respuesta a tantas cosas que te aquejaban, en ese viaje que realizaste estoy segura de que, por fin, lo que más anhelabas se te fue revelado. Y, en ese viaje que realizaste por fin entendí el significado de aquella carta que dejaron contigo cuando eras bebé.
No llores mi partida, mi niña, porque durante todos estos años fui sumamente feliz, jamás me sentí sola, nunca hubo un momento de tristeza en mi mente. Si algo me apena, es que no podré estar junto a Dylan hasta el final, pero él supo entenderme, y me apoyó constantemente con esta enfermedad. Era momento de que pueda descansar, aún estoy en la etapa principal, pero se lo difícil que esto se volverá a futuro. Sabes que jamás fui una mujer a la que le gustaba que el resto hiciera cosas por mí, pero desgraciadamente, ahora me veía obligada a ser atendida todo el tiempo.
Lo que te pido, mi cielo, es que no te culpes, no pienses en que no estuviste allí durante esta última etapa, y agradezco a Dios porque no hayas estado, no me hubiera gusto que me vieras deteriorarme poco a poco, quizás es un pensamiento algo absurdo, lo siento, pero es algo que he venido pensando constantemente. Ahora, lo que quiero preguntarte es ¿Eres feliz? ¿Por fin lograste encontrar la felicidad que tanto anhelabas? Me doy el atrevimiento de pensar que así es, y es por eso que me marcho de este mundo con una sonrisa impregnada en los labios, porque sé que, aunque no pueda verte físicamente, tu siempre has estado acompañándome en pensamiento.
Deseo de corazón que seas feliz mi vida, sigue a tu corazón, sigue tus sueños, sigue cumpliendo tus deseos, porque tú, más que nadie merece ser feliz en esta vida.
Te amo profundamente mi amada Nerea, algún día nos volveremos a ver»
Una vez que Nerea terminó de leer aquella carta su llanto se agudizó aún más, el Señor. D se acercó hacia ella y la abrazó con firmeza mientras sonreía.
—Entonces, mi querida Nerea ¿Encontraste las respuestas?
—Sí —ella lo abrazó con firmeza mientras Marcus, Micaela y Aron se acercaban hacia donde ellos estaban, dejaron caer los sobres al piso, y en ellos tan solo había unas líneas escritas: «Escuchen las historias que Nerea tiene por contar»
Cavendish se mantuvo parado en la entrada de la puerta, le apenaba enormemente que la mujer que la cuidó toda su vida ya no se encontrara, pero su presencia aún se podía sentir.
—¿Es feliz? —escuchó desde atrás, él volteó a observarla y allí pudo ver a la anciana, ella lo observaba con una inmensa sonrisa plasmada en sus labios, Cavendish no pudo evitar sorprenderse al verla.
—Lo es... —le respondió y Mildred sonrió ampliamente.
—Eso me hace inmensamente feliz...
—¿No irás a verla? —le preguntó con calma mientras ella se acercaba a su lado.
—Tan solo vine a hacer algo —ella estiró la palma, y allí reposaba una gema de color celeste, similar a la que Nerea poseía en su frente la primera vez que lo vio.
—¿Cómo es que tú...?
—Cuando dejé mi cuerpo físico... entendí muchas cosas, el que me haya topado con Nerea no fue casualidad, tus padres, antes de morir, drenaron toda su magia en el cuerpo de la hija del rey. Aquella niña humana creció y mejoró aquel reino manchado con sangre que su padre dejó, naturalmente, con el paso de los años ella tuvo descendencia, aquel poder que tus padres dejaron fue pasando poco a poco entre esa descendencia, hasta que... llegó a mí —Mildred se acercó hacia Cavendish, separó el pelo que tapaba su frente y colocó la gema de color azul debajo de su cuerno—, ahora, te devuelvo algo que ellos querían que tuvieras. Haz feliz a mi niña —Mildred con ojos lagrimosos comenzó a desvanecerse, y en cuanto lo hizo, un halo de luz brillante comenzó a envolverlo.
Marcus, Micaela, Aron, el Señor D. y Nerea voltearon en dirección a aquel brillo, y cuando este cesó, Cavendish poseía aquella figura humanizada, Nerea se puso de pie y corrió a abrazarlo, los demás lo observaron atento, se asustaron por la forma en la cual apareció, pero de esa forma, la carta de Mildred y la apariencia de Nerea cobraba sentido.
Ella lo sujetó suavemente de la mano y condujo en dirección al resto, ellos lo aceptaron sin chistar, ya luego habría tiempo para las preguntas, por el momento, era necesario que disfrutaran de la cercanía.
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