0 - Ogra
Estoy satisfecha con el resultado de mi cabello, un cambio de look no me viene nada mal en este momento, incluso me siento más atractiva sin los rizos que heredé de mi madre.
Menos aniñada.
Tuve demasiada suerte al quedar como la chica del catálogo y no calva.
Nada mal para ser la primera vez que me aplico una cirugía capilar yo misma, digamos que si fracaso como comunicadora social puedo ser estilista.
Me doy un último vistazo en el espejo, «ya estoy lista»
Me tientan las ganas de inhalar un poco de cocaína, pero me obligó a mantener la fuerza de voluntad. Desde que recaí hace menos de un mes he tenido una constante lucha interna que no me deja dormir por las noches.
Suelto el polvo blanco sobre el lavamanos con el agua escurriéndolo y tomo una buena bocanada de aire con la que intento ser fuerte.
No puedo hacerle eso a mi familia que tanto se ha jodido conmigo.
Salgo del baño directo a mi habitación, tengo las maletas preparadas desde hace un par de semanas, soy muy ansiosa y a veces eso me lleva a exagerar y a hacer cosas sin pensar.
Aunque está bien ¿no? Mientras más tiempo de antelación mejor, o al menos eso dice mi madre.
Sólo iré dos meses a Nueva York, no es tanto tiempo y no debería estar tan triste por ello, pero sigue siendo inevitable para mí no hacerlo, jamás me he separado de mis padres por tantos días. Ni siquiera cuando mamá y papá se divorciaron; además me quedaré con la abuela y no estaré sola del todo.
No es tan malo.
Guardo mi preciada cámara Nikon en la cartera. Con ella completaré parte de mi última prueba y así graduarme al fin, ya tengo casi veinticinco años y es hora de que obtenga mi preciado título por fin.
Me atrasé demasiado tiempo en mis estudios por perder el rumbo en un determinado momento de mi adolescencia, sombra que continúa persiguiéndome.
Esa es otra historia que intento olvidar.
Ahora, gracias a mis buenas calificaciones me han ofrecido un puesto en el periódico más importante de Seattle, pero antes necesito estar certificada en la escuela de periodismo por completo para poder aceptarlo.
Mi celular vibra con la llegada de un nuevo mensaje, es papá.
Papi: Cielo, llego en diez minutos.
Perfecto.
Salgo de mi habitación, mamá espera sentada en el sofá, me regala una sonrisa y eso hace que menos quiera irme.
«Sólo son dos meses, vendré pronto»
Y no estaremos tan lejos, hasta podría viajar algunos fines de semana para verla.
—Hola, cariño. Te ves bien, me gusta mucho como quedaste.
—Ma, gracias. A mí también.
Le devuelvo una sonrisa algo triste, siempre hemos estado juntas y separarme de ella es incómodo. Por eso jamás me casaré y me quedaré a vivir por siempre a su lado.
Sí, demasiado dramática que soy.
Tobías está sentado junto a ella, tiene cara de que no ha dormido nada.
Claro, son las siete de la mañana y desde su graduación ha estado trabajando como seguridad en un club nocturno para engordar sus ahorros, duerme de día y trabaja de noche. Mi hermano ya es todo un adulto y pronto se irá a Inglaterra para iniciar su carrera universitaria.
—Hola, ogra. —Me saluda el moreno.
En casa siempre me han llamado ogra por mi mal carácter, y no me molesta. Tengo un apodo único, eso me gusta.
—Hola, míster mariposa.
—No vayan a empezar. —advierte mamá.
Cada vez que Tobías y yo nos juntamos no pasan ni cinco minutos y luego nos estamos matando. Son cosas de hermanos, supongo.
—Papá ya casi llega.
—Excelente ¿Hablaste con tu abuela?
Asiento.
—Aun no entiendo porqué Richard tuvo que meter la solicitud de las prácticas allí.
Mi primo me hizo ese enorme favor ya que todas las solicitudes que yo misma introduje en la ciudad fueron rechazadas por la mancha que llevo en mis antecedentes legales y mi historial clínico, por eso aunque Nueva York nunca me ha gustado no pude rechazar la oportunidad.
—Fue el único lugar en el que te aceptaron, Ogra. —eso lo dice el afroamericano.
Es cierto.
—Nadie es profeta en su tierra. —Hablo.
No me desanima nada tener una raya encima. Que haya sido una drogodependiente no me hace menos que nadie.
—Tendrás mucho éxito allá, cariño. Nueva York es hermoso.
—Claro, eres de allá, no dirás lo contrario.
Tobías palmea el sofá a su lado, me siento junto a él. Y lo abrazo.
—No quiero irme. —Confieso— Voy a extrañarlos.
Mamá sonríe.
—Eres una mujer, a tu edad yo ya había volado del nido.
—¿Por qué?
—No lo sé, pero ya me había ido de casa y ya conocía a Paúl.
Hay cosas que mamá no conoce de su vida, eso debido a un grave accidente automovilístico que sufrió, y en el que casi murió estando embarazada de mí. Perdió totalmente la memoria.
A veces me da tanta tristeza que desconozca casi todo de su pasado, como su adolescencia, sus vivencias de niña y quién sabe qué más. Sólo sabe algunas cosas porque papá, la abuela y el tío Carlos le han contado o le han mostrado fotos.
Hay otras que no.
—Ah, me estás echando subliminalmente de la casa ¿no? Tranquila, conoceré a un chico lindo allá y me casaré en Las Vegas.
Todos nos reímos.
—No dije eso, querida. Sólo no te detengas por nosotros, vive tu vida.
Asiento, no me agrada mucho la idea. Quizás porque siempre he sido la consentida de la casa. Además, Tobías pronto se mudará a Londres para estudiar arte, es un excelente pintor. La beca que ha obtenido es irrechazable. Y no quiero que mamá se quede sola aquí.
—¿Qué harás cuando Tobías se vaya?
Mi hermano rueda los ojos, sé que soy una dramática pero mamá lo es todo para mí y no quiero que esté aquí sola. Sería mejor si viene conmigo.
—Tobías se irá en un mes.
—Y te quedarás el otro mes sola mientras que yo vuelvo. —Continúo.
—Si es que vuelves. —Me pincha mi hermano.
—Tú cállate.
Tocan el timbre. Papá ya está aquí, soy yo quien abre la puerta.
Lo abrazo en cuanto lo veo, él entra a la casa y saluda a mamá con un fuerte abrazo, me agrada que ambos sean amigos. Generalmente los ex esposos se odian, o al menos es lo más común, supongo que allí influye el hecho de que ambos sean civilizados, decentes y que papá supo comprender que mamá ya no sentía lo mismo por él.
Me encantan, son tan perfectos.
Tobías también lo abraza.
Saco las maletas de mi habitación y las trasladamos al auto. Me despido de todos y prometo llamar en cuanto llegue a Queens.
Paúl Zolta es el mejor padre de todos los tiempos, y eso lo ha demostrado siempre. Aunque no sea biológico.
Y lo mejor de todo es que aun así lo amo con toda el alma.
—¿No estás nerviosa? —Me pregunta en cuanto abordamos la camioneta.
—No ¿debería estarlo? Sólo voy a sacar fotografías para publicidad de la compañía, manejar las redes sociales y a ser el enlace con los medios de comunicación.
Básicamente trabajaré como community manager, y aunque eso no era lo que quería es lo que me toca hacer porque es mi única oportunidad.
—De acuerdo, genia Ogra.
Me río.
—¿Tú estarías nervioso en mi lugar?
Voltea a verme.
—No con tu cerebro.
Sonrío satisfecha, prepotente.
Exacto.
He decidido que voy a comerme las calles de Nueva York así no me guste la ciudad, tal vez y hasta consiga allá una mejor propuesta de trabajo.
—Estoy ansiosa... y triste.
—¿Por qué?
—No quiero dejar a mamá sola... Tobías se irá en un mes y...
—Cam va a estar bien, ella es una guerrera ¿Crees que va estar triste porque sus hijos se fueron? El restaurante la va a distraer, y seguro que viaja a Nueva York para visitarlos a todos por allá.
—Ella es mi mejor amiga, creo que ni siquiera me preocupo por ella... sino por mí. La extrañaré.
—Dos meses pasan volando.
Tiene razón.
Nos invaden algunos minutos de silencio. Muevo mi mano junto a la ventana despidiéndome de mi mamá y mi hermano que nos observan desde la entrada de la casa. Y arrancamos.
—¿Y qué hay de los directivos de la compañía? ¿Los conoces? —pregunta.
A decir verdad no. Mi primo Richard sólo llamó para avisar que me habían aprobado. No dijo nada más.
—No.
Papá asiente pensativo.
—¿Tengo que preocuparme por algo?
—Sólo llámame si se presenta algún inconveniente ¿De acuerdo?
Asiento.
Su tono preocupado no pasa desapercibido, pero lo ignoro, estoy ansiosa por llegar y aún más ansiosa de regresar a casa.
Sólo dos meses, Jay. Dos meses y volverás para obtener tu título.
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